Cumpliendo una fantasía
A veces las fantasías más disparatadas pueden convertirse en realidad. Solo es cuestión de voluntad y de decisión.
La fantasía por definición pertenece al mundo de la imaginación y de los sueños y te permite vivir oníricamente realidades que de otra forma serían inalcanzables. Pero en ocasiones las fantasías traspasan el mundo de la imaginación y se convierten en posibilidades reales al alcance de tu mano. Tan solo tienes que tomar la decisión de afrontarlas, aunque eso a veces, resulta muy complicado.
Sonia era una mujer casada desde hacía diez años y acababa de cumplir los treinta y cinco. Se casó con su novio de siempre a quien conoció con tan solo quince años, por lo que sus últimos veinte han tenido un único común denominador, Toño, su marido.
Sin entrar en detalles aburridos de su vida conyugal, solo os contaré que Sonia atravesaba un momento en el que a pesar de no dudar de su amor hacia Toño, sentía que su vida estaba vacía de ilusiones y motivaciones. No había podido tener hijos y se habían resignado a ello, no tenían las ataduras con que los hijos atrapan a la pareja y disponían de una libertad absoluta para hacer con sus vidas lo que quisieran. Además trabajaban ambos y disponían de una importante cantidad de dinero para sus caprichos. Pero a pesar de todo a Sonia le embargaba la monotonía, la falta de expectativas, toda su vida era muy previsible, en casa, en el trabajo, con los amigos…
En este punto de asfixia, Sonia encontraba en sus fantasías la válvula de escape que necesitaba, imaginando situaciones en las que se liberaba de todo lo que le ataba y podía volar libre sin rendir cuentas a nadie. Y en cuestión de sexo sus fantasías eran cada vez más osadas y atrevidas. Tan solo había conocido a Toño, nunca había estado con otro hombre, y fantasear con ello le excitaba muchísimo. Imaginaba todo tipo de situaciones tanto con gente conocida como con extraños y en todas ellas su actitud era de total pasividad, casi de sumisión, dejándose hacer y entregándose a los caprichos de los hombres que la usaban, que por supuesto al tratarse de una fantasía coincidían plenamente con los gustos y deseos de Sonia.
¿Pero por qué no hacer alguna de las fantasías realidad? Era una idea que martilleaba insistentemente su cabeza hasta el punto de convertirse en una obsesión. Y como toda obsesión terminó por confundirla hasta llevarla a una deriva mental en la que lograr hacer realidad una de esas oníricas fantasías era el único objetivo que daba sentido a su existencia. Pero también tenía sus momentos de lucidez y era entonces cuando comprendía que aquella locura, aparte que arriesgada, podía mandar al traste veinticinco años de su vida de los que no renegaba, aunque no la llenasen de plenitud vital. Y entonces sentía miedo y se preguntaba si merecía la pena arriesgar todo por un momento de locura pasional. Estaba confundida.
Le habían hablado de que a través de Internet se podía participar en “chats” de contenido erótico donde se podía conocer a gente de todo tipo y hablar de sexo sin cortapisas, incluso simular relaciones sexuales, lo cual no dejaba de ser una extensión para sus fantasías. En poco tiempo “chicacomplaciente35” ya era sobradamente conocida en varios chats de contenido para adultos.
La facilidad para recrear situaciones de lo más extremas la llevó a “experimentar” relaciones de sumisión, sadomasoquismo, “gangbangs” y otras practicas poco convencionales, aunque en el fondo solo se trataba de un juego perverso y excitante sin visos de poder hacerlo realidad. Hasta que un día conoció a “donmoisés”. Bajo ese nick parecía esconderse una persona amable, educada, comprensiva y con un gusto exquisito para la sexualidad más refinada. Enseguida conectó con él y las conversaciones entre ambos fueron cada vez más frecuentes. Sonia se sentía confiada hasta el punto de hablarle de su vida privada y de confesarle todas sus frustraciones. Esta ciberrelación se fue estrechando e intimando, llegando incluso a disfrutar con orgasmos reales de las sesiones de cibersexo que mantenían. Se enviaban fotos, algunas íntimas y explícitas, y se contaban los detalles más morbosos de su intimidad sexual. Se excitaban y se deseaban tanto que aquella ciberrelación había llegado a un punto en el cual ya no podía avanzar. Era el momento de conocerse personalmente.
Sonia por causa de su trabajo tenía la posibilidad de viajar, en pocas ocasiones lo hacía pero era algo consustancial con su trabajo. Tenía la oportunidad y la excusa para justificarse ante su marido y ausentarse una noche de casa. Quedaron en una ciudad a mitad de camino entre los domicilios de ambos donde nadie pudiera reconocerlos, así podrían encontrarse sin riesgo a ser descubiertos.
Cuando el AVE arribó a la estación, el deseo y la ansiedad de Sonia por conocer a Moisés, así dijo llamarse realmente, se tornaron nervios e incertidumbre. Entonces pensó que quizá él no fuese quien había dicho ser, que las fotos que le enviaba no fueran suyas e incluso que hubiera estado burlándose de ella y que finalmente no se presentase a la cita. Pensó que había sido muy tonta por darle tanta credibilidad y que había pecado de ingenua mandándole todas esa fotos tan comprometedoras que le había enviado. Pero ahora todo eso ya no tenía remedio. Estaba en la estación y tan solo podía esperar a que alguien se presentase y que ese alguien fuese realmente quien había dicho ser.
Sentada en un banco no dejaba de buscar con la mirada aquel tren que de un momento a otro debería aparecer por la bocana del túnel y del que, previsiblemente, descendería su ocasional amante. Cuando la megafonía de la estación anunció la llegada del AVE, se puso en pié y se acercó, no sin cierto temor, al anden por el que Moisés debía aparecer. Fueron unos segundos estremecedores, llenos de dudas pero también de excitación. El tren era muy largo, ¿por qué vagón descendería?. Miraba a un lado y a otro tratando de encontrarle y de repente, del mismo vagón que estaba estacionado frente a ella descendió un hombre que al principio no llamó su atención.
- ¿Sonia?
Aquel hombre la llamó por su nombre y su corazón de dio un vuelco. Era él, aunque la verdad es que no se correspondía exactamente con las fotos que había recibido. Esperaba ver a un hombre de su misma edad, más o menos, y aquel hombre era como mínimo diez años mayor que ella.
- ¿Moisés?, ¿eres Moisés?
- El mismo. Para servirte.
Y estrechó su mano, la alzó y se la besó galantemente.
Lo cierto es que a pesar de ser más mayor que lo que reflejaban las fotos, su aspecto era elegante, maduro pero atractivo y su figura ciertamente no había cambiado. Seguía igual de esbelto que en las fotos. Deseó que ocurriese lo mismo con respecto a sus atributos sexuales. Había ganado algunas canas pero lejos de estropearle le habían dado un toque a lo George Clooney que lo hacían muy interesante
- ¿Te he sorprendido?
- Bueno… si… un poco. Te esperaba… distinto.
- Quieres decir más joven. Espero que eso no te decepcione.
- En absoluto, el paso de los años no ha hecho mella en ti.
- Ja, ja… gracias. Tu estás igual de hermosa que en tus fotos.
A pesar de haber intimado tanto con ese hombre, su presencia le intimidaba y sus palabras le ruborizaban. Hablaba igual que escribía, sereno y confortable, con un tono de voz plácido y reposado.
- Bueno, ¿vamos a algún sitio?, la estación aunque bonita, no parece el sitio mas adecuado para que hablemos. ¿Conoces esta ciudad?, ¿has estado alguna vez aquí?
- No mucho, la verdad. He venido un par de veces por razones de trabajo y solo conozco lo más céntrico y el hotel donde me hospedé.
- Eso me recuerda que tenemos que reservar en un hotel. Como no los conozco he preferido esperar a estar aquí.
Le dijo por el chat que él se ocupaba de reservar. Supuso que no lo hizo porque tampoco tenía claro que ella acudiese a la cita o que no fuese quien había dicho ser. Compartían dudas y eso le dio tranquilidad.
- Si te gusta ese hotel podemos ir allí
- ¡Nooooo!, ni hablar, podrían reconocerme. Hay que buscar otro sitio y que sea discreto.
Decidieron ir a la cafetería de la estación a tomar un café y preguntar allí por un hotel adecuado. Enseguida les recomendaron uno. No estaba muy lejos de allí, así que decidieron ir dando un paseo.
- ¿No te parece esta situación un poco ridícula? –preguntó Moisés-
- ¿A que te refieres?
- Pues que parecemos dos extraños que tratan de establecer una relación cordial, cuando tú y yo hemos follado de todas las maneras imaginables, virtualmente claro.
- Tienes razón, lo que pasa es que no es lo mismo vernos las caras que chatear a través del ordenador. Todavía estoy tratando de asimilar eso de ponerle rostro a quien me ha infringido tantas perversiones.
- Virtualmente –apostilló Moisés-
- Si, claro virtualmente.
Durante unos segundos no supieron continuar la charla, hasta que él rompió el hielo.
- Tu nunca has tenido experiencias reales como las que hemos recreado a través del chat, eso ya me lo has dicho, ¿pero estas segura de que quieres experimentarlas realmente?
- La verdad, no lo sé. Deseo tenerlas y además tenerlas contigo. Si no me has engañado y tienes la dulzura necesaria como para entregarme a ti. Pero aun deseándolo, nada de lo que espero hacer lo he sentido antes físicamente y no sé si estoy preparada para ello. Va a ser todo un reto para mí.
- Ante todo tienes que tener muy claro que nada sucederá si tú no lo deseas. Aunque estoy convencido de que cuando nuestros cuerpos sientan el roce del otro, el deseo será infinitamente mayor que frente a la pantalla. Como te dije yo ya tengo cierta experiencia y no es la primera vez que me cito con una mujer a la que no conozco, y me siento preparado para despertarte toda la libido que sea necesaria. –y añadió- De cualquier forma prefiero que hablemos antes de cualquier cosa que te pueda preocupar.
- Ya sabes lo que me preocupa. Lo hemos hablado.
- ¿Te refieres a que te folle por el culo?. Insisto en que si no quieres no lo hacemos.
- Si querer si que quiero. Me lo has hecho tantas veces a través del ordenador que no concibo estar contigo y no hacerlo, pero ha de ser todavía la primera vez y me produce mucho miedo que me pueda doler.
- No, eso no, no tengas miedo. No quiero que tengas miedo. Conmigo no has de tener miedo. Lo que resulte de esta noche, mañana consideraremos si ha valido la pena o no, pero necesito tu total y absoluta confianza para poder obtener de ti lo máximo y al mismo tiempo ofrecerte lo máximo.
- ¿Sabes?, compré en un sex shop un dilatador anal y llevo varios días practicando con él. Si me lo llega a encontrar mi marido no hubiera sabido que decirle, después de estar negándole tantos años esa posibilidad.
- Entiendo, pero aquí no debes hablar de tu marido. Era una de las condiciones. Solo somos tú y yo y nadie más.
- Perdona, tienes razón.
Ambos amantes continuaron su charla hasta que finalmente llegaron al hotel que les habían recomendado.
- Aquí es. No tiene mala pinta. A ver como son las habitaciones . –comentó Moisés-
Y tras realizar la reserva como si fuesen pareja, subieron directos a la habitación
- Habitación 69, ni que nos lo hubieran visto en la cara
La habitación era coqueta y suficiente, sin grandes alardes pero funcional y espaciosa. Moisés cerro tras de si la puerta y su semblante cambió automáticamente.
- Ya estamos dentro. Ahora mando yo. Es lo acordado.
- Estoy a tu disposición – contestó ella-
Era parte de las condiciones acordadas por ambos. De puertas adentro de la habitación ella estaría enteramente a su disposición y sería él quien decidiese lo que debía o no hacer. De puertas afuera su relación sería de igual a igual
- Bien. Entonces quítate toda la ropa que llevas.
Había llegado la hora de la verdad. Era el momento de demostrarse a si misma que estaba preparada y que la decisión que había tomado era la correcta. Todo este tiempo teniendo cibersexo con ese hombre debería haber servido para conocerle y para saber cumplir adecuadamente sus solicitudes.
Sonia trató de desvestirse recordando como le gustaba a él, aunque esta vez lo tenía delante y debería hacerlo de verdad, sin que tuviese cabida el más mínimo rubor. Se volvió de espaldas y se quitó primero la falda para dejar al descubierto su bonito culo y sus esbeltas piernas embutidas en unas medias de seda negra. Un fino tanga desaparecía entre sus glúteos resaltando la redondeada forma de su trasero. Por el rabillo del ojo comprobó como la exploraba de arriba abajo y por su gesto parecía sentirse complacido.
- Date la vuelta –ordenó el hombre-
Y Sonia se giró.
- No solo eres bella sino que además tienes una elegancia innata. Veo que recuerdas bien como te imaginaba la primera vez que te desnudaste virtualmente para mí. Polo de cuello alto, tanga, medias y zapatos de tacón. Perfecta. Aunque te falta una cosa…
- No se que puede faltar… -respondió Sonia- pero si me lo dices trataré de corregir mi error
- Aun llevas puesto el sujetador
- Es cierto, no me diste tiempo…
Y mientras lo decía se sacó el sujetador sin quitarse el polo. Sus pechos se marcaron ostensiblemente sobre el fino tejido de su ropa.
- Así si.
Y durante unos segundos permaneció en silencio, observándola.
- ¿Vas depilada?
- Si. Me he depilado de propio para la ocasión.
- Bien. Enséñamelo.
Sonia se quitó inmediatamente el tanga dejando completamente expuesto a los ojos de Moisés su depilado sexo.
- Tal y como hemos acordado, solo debes obedecer mis ordenes dentro de esta habitación. Cuando crucemos la puerta eres libre de aceptar o no mis sugerencias.
- Si, así es.
- Bien, entonces vuelve a ponerte la falda… pero solo la falda.
Obedeciendo sus instrucciones se puso únicamente la falda, sin nada más debajo.
- Todavía es pronto para bajar a cenar. Saldremos a dar una vuelta.
E inmediatamente abrió la puerta de la habitación. Ella debía cruzar el umbral y una vez fuera decidir si le seguía el juego o no.
Una vez en el pasillo del hotel Sonia valoró la situación. No llevaba bragas, pero eso no pareció preocuparle en exceso, sentándose con precaución no debería enseñar nada. No llevar el sujetador ya le preocupaba más, pues sus pechos se evidenciaban demasiado y su furtiva presencia podía ser de todo menos discreta. Decidió que a pesar de todo iba a correr el riesgo y aventurarse completamente en la experiencia.
- ¿Estas dispuesta? –preguntó el hombre-
- Dispuesta –respondió Sonia-
Mientras cruzaban el hall del Hotel con dirección a la calle, el recepcionista se quedó mirándola fijamente con cara de perplejidad, sin duda se había percatado de que no llevaba sujetador. Sus pechos, aunque no excesivos, si eran suficientemente grandes como para no pasar desapercibidos.
- ¿Te gusta que te miren? –preguntó Moisés-
- Depende de la situación.
- ¿Y ahora?
- Me pone nerviosa
- Estas nerviosa porque tú crees que todo el mundo te mira los pechos, pero no es así, no todo el mundo se fija en eso. La gente va a su bola por la calle.
- Pero yo noto que algunos si me miran.
- Algunos si que te miran, pero esos te mirarían igual aunque llevases puesto el sujetador. Eres hermosa y eso no se puede disimular.
Y durante un largo paseo, Sonia y Moisés conversaron de todas las cuestiones que les habían llevado hasta ese hotel, de sus más íntimos secretos, de sus fantasías y de sus frustraciones. Se sinceraron y se comprendieron, lo que les vendía muy bien a ambos para lo que estaba por venir.
Cuando volvieron al hotel tras su largo paseo, Moisés la cogió de la mano y tiró de ella en dirección al recepcionista, quien ya había fijado nuevamente su mirada en los pechos de Sonia.
- Buenas tardes
- Buenas tardes señor
- ¿He tenido alguna llamada en mi ausencia?
- A ver… habitación 69… No. Nadie ha preguntado por usted.
- Mejor. Dentro de un rato bajaremos a cenar. Después no quiero que nadie nos moleste.
- Descuide señor.
Y se fueron directamente a la habitación.
- ¿Te has fijado como me ha mirado las tetas?
- Si, ya me he dado cuenta. Por esa razón te he llevado frente a él, para que te las pudiera ver más de cerca.
- ¡Serás…!, así que lo has hecho por eso, no porque esperases ninguna llamada.
- Claro. ¿Qué pensabas?, nadie sabe que estoy aquí.
Una vez estuvieron dentro, la situación volvía a estar controlada por Moisés.
- El caso es que quien no te las ha visto soy yo. Enséñamelas.
Y Sonia se quitó el polo dejando sus pechos a la vista.
- Me gustan, y para lo grandes que los tienes se mantienen muy firmes. Quizá deberías enseñárselos al recepcionista.
- ¿Lo dices en broma, no?
- Ya veremos. Por el momento ya ha visto suficiente. Ahora quítate la falda.
Y Sonia la dejó deslizar por sus caderas hasta que cayeron a sus pies.
La visión de Sonia completamente desnuda, con su sexo depilado y sus pechos firmes y dispuestos, generó en Moisés una primera erección. Pero aun no había llegado el momento. Las cosas debían suceder tal y como él las había planeado y hasta después de cenar no debían tener sexo. Aunque bien mirado, un aperitivo antes de cenar no vendría nada mal y así dispondría durante la cena de un tiempo suficiente para recuperar su virilidad.
- Arrodíllate
Enseguida Sonia le leyó las intenciones. Cogió un cojín de la cama y lo colocó bajo sus rodillas. Inmóvil, observó como el hombre se soltaba el cinturón, se desbrochaba los pantalones y se los quitaba parsimoniosamente, dejándolos con exquisito mimo perfectamente doblados sobre la cama. Un pequeño slip contenía a duras penas su excitado miembro.
- ¿Te gusta chuparla?
- Si estoy excitada sí, si no tengo ganas no.
- ¿Y que se te corran dentro de la boca?
- Eso menos
-¿Te da asco?
- Un poco
- Entonces no te lo tragarás nunca
- Alguna vez lo he hecho, solo por complacer, pero casi me hace vomitar.
- Pues quiero que hoy te tragues todo lo que te deposite en la boca, sin dejar de chupar ni un instante, ni mientras me corro ni mientras te lo tragas. Ya te diré yo cuando debes parar.
Aquella petición le resultó inicialmente incómoda. Se había estado preparando para el sexo anal, tanto física como mentalmente, pero no había contemplado esa posibilidad. Lo cierto es que no habían hablado de ello. Recibir aquella sustancia viscosa, cálida y amarga en su boca para inmediatamente deslizarse por su garganta le iba a suponer sin duda “un mal trago”.
- ¿Debo hacerlo necesariamente? –preguntó Sonia-
- Para eso has venido ¿no?, para hacer lo que yo te pida
Pensar demasiado en esa situación solo iba a traerle más dificultades, así que decidió aceptar sus deseos y confiar en que finalmente sabría superar este trance. Le resultaba muy complicado excitarse ante lo que se avecinaba, pero trató de poner todo de su parte para que su compañero disfrutase y viese cumplidas satisfactoriamente todas sus expectativas. En definitiva, de eso iba el juego.
Sonia se introdujo el pene en la boca y lo chupó de la mejor manera que supo. Sin ser una especialista en la materia ya que no se prodigaba en exceso con su marido, buscaba ofrecer el mayor roce con sus labios y su lengua mientras entraba y salía de su boca, recorriendo una y otra vez la mayor extensión a la que podía dar cabida en su interior. Con la mano trataba de masturbarle al tiempo que se la chupaba, pero Moisés le ordenó quitarla.
- No uses la mano, solo chúpala. Siéntela entrar y salir de tu boca y deléitate con tu capacidad de hacerme disfrutar hasta hacer tuyo mi propio orgasmo.
Poco a poco iba incrementando su ritmo conforme sentía que Moisés alcanzaba una mayor excitación. El momento del climax era cada vez más inminente.
- ¡Ahh!, me corro
Y sujetándola por la cabeza para que se retirase recibió la primera descarga de su orgasmo. E instantes después una segunda y luego una tercera. Su boca se llenó con el esperma que brotaba de su pene y haciendo un esfuerzo para dominar el asco trató de tragarlo, pero una vez lo hizo volvió a sentir como nuevas descargas le llenaban una vez más la boca.
- Sigue, no pares ahora.
Aquel hombre se corría abundantemente y por más que tragaba no parecía terminar nunca de recibir más y más semen. Ese momento se le hizo eterno y estuvo a punto de vomitarle encima, pero finalmente pudo contenerse. Por fin terminó de correrse aunque ella continuó chupando hasta no recibir sus instrucciones de parar. Un sabor amargo inundó su boca mientras poco a poco sentía como aquel miembro iba perdiendo la erección.
- Lo has hecho bien.
Sonia no dijo nada. Se limitó a mirarle a los ojos y obsequiarle con una sonrisa. Le había resultado difícil pero lo había logrado. Se había tragado hasta la última gota de su abundante corrida. Sin saber muy bien porque, se relamió en un sumiso gesto de aprobación que agradó sobremanera a Moisés.
- Eres una excelente puta. Sabes muy bien como hacer disfrutar a un hombre.
Todavía de rodillas, Sonia preguntó
- ¿Ya puedo lavarme?
- Preferiría que no lo hicieses. Es mi sabor y me gustaría que lo mantuvieses el mayor tiempo posible. Considéralo un regalo.
En ese punto ya no importaba demasiado. A pesar de tener la boca áspera y del particular gusto que se le había pegado al paladar, decidió complacer nuevamente sus deseos. En el fondo estaba satisfecha con lo ocurrido, había podido dar rienda suelta a una fantasía y se sentía bien por ello. Había superado una difícil prueba y por primera vez en su vida se veía capaz de desatar sus más ocultos instintos y de superar todos esos miedos que habían coartado su sexualidad.
- Ahora tienes que prepararte para después.
No entendía bien a que se refería con lo de prepararse. ¿Qué quería que hiciese?.
Moisés sacó de su bolsa de viaje un enema y se lo entregó a ella.
- Debes ponerte un par de estos. Tienes que estar limpia para tu bautismo anal.
- Nunca me he puesto ninguno, no sé si sabré hacerlo bien.
- Es fácil. Yo te ayudaré. Túmbate de lado sobre la cama.
Y con toda la delicadeza de que fue capaz, le introdujo suavemente la cánula del frasco en su ano previamente lubricado hasta que penetró lo suficiente. Sonia emitió un leve quejido cuando sintió entrar aquel artilugio.
- ¿Te duele?
- No, solo que se siente un poco extraño
- Es normal, no te preocupes
Sonia notó como aquel liquido entraba por su recto y no tardó mucho en experimentar sensaciones bastante reconocibles.
- Ahora debes esperar al menos cinco minutos. Retén el líquido dentro y después de que lo evacues te colocaré otro.
Le pareció todo demasiado escatológico pero asumió que aquello era necesario para poder tener la limpieza necesaria que requería la ocasión. A los cinco minutos corrió al baño. Los efectos fueron definitivos. Se sintió muy aliviada.
Cuando hubo evacuado todo el líquido se preparó para recibir un segundo enema.
Una vez finalizado todo el proceso pudo comprobar que la limpieza había sido absoluta. Había resultado incómodo pero efectivo.
- Túmbate en la cama. Boca abajo.
¿Ya?, pensó Sonia. Esperaba que todo sucediese tras la cena. Le invadió una inquietud producto de la sorpresa. A pesar de ello no dijo nada y se tumbó siguiendo sus instrucciones.
- Vamos a ver como ha quedado esto.
El hombre lubricó sus dedos y se los introdujo poco a poco, muy despacito, primero uno solo y luego dos a la vez. Sonia notó la presión que los dedos ejercían sobre su esfínter aunque penetraban con facilidad.
- Perfecto. -Y extrajo sus dedos-
Se tumbó a su lado y chupó uno de los dedos.
- Están limpios, completamente limpios. Compruébalo tu misma. –Y le ofreció el otro dedo-
Pensó que peor sabor de boca del que ya llevaba no podía quedarle por chuparlo. Además, él ya había probado uno y no pareció saberle mal. Acercó su boca y lo chupó. Efectivamente no sabía a nada. Bueno sabía al gel lubricante, pero a nada más.
- Me dijiste que habías traído un dilatador anal
- Si, lo llevo en el bolso.
- Bueno, pues ahora es el momento idóneo para probarlo.
Sacó el juguete de su bolso y se lo entregó a él.
- Vas a llevarlo puesto durante la cena. Tienes que acostumbrar tu esfínter y facilitar la dilatación. Luego vas a tenerme dentro y tiene que ser satisfactorio para ti.
Y susurrándole al oído le dijo
- Te la voy a meter entera y ya has visto que no la tengo pequeña.
Aquello sonaba más como una amenaza que como una excitante provocación.
No necesitó de más lubricación a la hora de insertárselo. Con extrema facilidad se abrió camino y se lo colocó perfectamente dentro de su ano, cerrándose el esfínter sobre su base, dejándolo atrapado dentro.
- Ya es hora de cenar. Vístete pero no te pongas la ropa interior.
El camino al comedor cruzaba completamente el hall, donde una vez más el recepcionista volvió a fijar su mirada en los pechos de Sonia.
Caminar con ese aparato dentro del culo resultaba algo molesto y se esforzaba en no realizar ningún gesto inconveniente que delatase tal situación. Aunque peor fue sentarse en la silla.
- ¿He de llevarlo puesto todo el rato? –preguntó con cierto tono lastimero-
- No estamos en la habitación, puedes hacer lo que quieras, pero creo que sería mejor te fueras acostumbrando a esa sensación.
El restaurante estaba casi vacío. Tan solo otra pareja y un grupo de hombres que parecían tener en una cena de negocios, estaban como toda clientela. Se habían sentado en una mesa bastante discreta alejada de las miradas de los otros comensales.
- Aunque si quieres puedes quitártelo
- ¿No te importa? – e izo un ademán de levantarse en dirección a los baños.
- Espera, ¿a dónde vas?, no necesitar ir a ningún sitio, puedes quitártelo aquí.
- ¿Aquí, en la mesa?, pero me pueden ver…
- Ya estás otra vez con la sensación de que todo el mundo te mira. La pareja está a lo suyo y ese grupo no presta atención mas que a sus animadas conversaciones. Nadie se va a dar cuenta.
- Pero es que…
- Puedes hacer lo que quieras, solo que aquí será más divertido.
Sonia miró a su alrededor tratando de convencerse de las palabras de Moisés.
- Si tan divertido te parece, quítamelo tú –respondió altiva-
- De acuerdo, abre las piernas –y dejó caer una servilleta debajo de la mesa
Se quedó petrificada. Lo estaba haciendo. Sentía sus dedos hurgando entre las piernas, tratando de abrirse camino bajo su culo y tirando del aparato hasta extraérselo completamente.
- ¡Estás como una cabra!, ¿lo sabes, no?. ¿Qué pasa si alguien nos ha visto?
- No nos ha visto nadie, pero… ¿y qué pasa si alguien nos ha visto?, ¿es que eso importa algo?
Y dejó el dilatador sobre la mesa.
- ¡Guarda eso inmediatamente o me subo a la habitación!
- Tranquila mujer, toma, guárdatelo en el bolso. No te enfades.
- Perdona pero no me gusta ser el centro de atención de nada, me pongo muy nerviosa, y menos en esta situación, estando con otro hombre… si se llegase a enterar mi marido…
- Esta noche no tienes marido, solo somos tu y yo. Regla número uno.
La cena, bastante ligera por cierto, transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Una vez finalizada, se levantaron de la mesa para subir a la habitación.
- Es una pena que esa falda no sea más corta
- Si, claro, te parece poco que vaya enseñando las tetas que también debería ir enseñando el culo.
- No enseñas nada, solo sugieres. Y sí, deberías sugerir algo más de pierna.
- Si quieres, pídemelo en la habitación.
Y se dio la vuelta levantándose un instante la falda por detrás dejando entrever su culo y sin importarle esta vez que alguien pudiera verla. Era una provocación en toda regla. Sus andares eran excitantemente insinuantes y no tuvo ningún reparo de mostrarse así cuando pasó por delante del recepcionista. De hecho Sonia le devolvió la mirada con una sonrisa. Moisés, que la seguía unos pasos por detrás se lo estaba pasando en grande, sin dejar de prestar atención al sinuoso contoneo de su culo.
Una vez en la habitación Moisés volvió a tomar el mando.
- Seguro que has puesto cachondo al salido de recepcionista. Quizá deberíamos invitarle a subir.
Sonia guardó silencio sin llegar a comprender si aquello era una broma o lo decía en serio.
- Quizá cuando termine su turno. Ya veremos.
Durante unos segundos ambos permanecieron en silencio mirándose fijamente a los ojos.
- Debes ponerte nuevamente el dilatador, pero antes quítate toda la ropa, toda menos las medias y los zapatos.
Sonia obedeció de inmediato. Estaba excitada. No sabía si a causa de lo que había comido o de lo que había bebido, pero estaba excitada desde que salieron del comedor. Echaba de menos aquel sabor de boca tan sexual y que ahora inexplicablemente lo recordaba con agrado.
Se colocó a cuatro patas sobre la cama, con el culo en pompa y tras introducirse previamente el dilatador en su boca en un gesto evidentemente provocador, se lo metió muy lentamente dentro de su culo. Esta vez sintió menor resistencia cuando se abrió paso entre su esfínter. Inmediatamente después empezó a acariciarse el sexo con una mano por debajo de sus piernas. Su dedo índice recorría de arriba abajo toda su raja ocultándose entre sus labios.
- Eres una autentica zorrita y te mereces todo lo que te pase. Levanta.
Ella se puso en pie. La cogió de la mano y la llevo hasta el baño. La sentó sobre el frío mármol del lavabo y la ordenó que se masturbase. No necesitó mucho tiempo para empezar a emitir gemidos de placer. Su predisposición era más que notable. Con una mano se acariciaba el sexo y con la otra metía y sacaba el dilatador de su ano. La imagen era demasiado potente como para que Moisés solo quisiese mirar. Se arrancó con furia y clavó su boca en el sexo de Sonia, atrapándole la mano que manejaba el dilatador para forzarla con un mayor ritmo en la penetración. Sonia se deshacía con lo que la boca del hombre era capaz de hacerle sentir. Colocó ambas manos sobre su cabeza para empujarle más sobre su sexo, dejando el manejo del juguete al criterio de Moisés. El orgasmo no se hizo esperar. Mientras se corría, él continuaba lamiéndole el sexo, sin detenerse un segundo, tal y como ella había hecho antes con él. Fue espectacular, intenso y excitante. No recordaba un orgasmo así desde los tiempos de novios.
Los espasmos producto de su intenso orgasmo ya habían cesado pero la sensibilidad de clítoris aun estaba a flor de piel, por lo que seguía disfrutando todavía de la experta lengua de Moisés. Jadeante y sudorosa, le cogió del pelo y lo levantó hacia ella diciéndole
- Bésame
Nuevamente otra oleada de sabor a sexo inundó su boca. Esta vez de su propio sabor. Él la miró a los ojos y quitándose los pantalones le dijo,
- Ahora ya estás preparada.
Y tras estas palabras Moisés cogió del lavabo lo que encontró más a mano, un tubito de crema hidratante que se extendió generosamente por su pene y por el ano de Sonia. Tiró con ambas manos de su culo hacia fuera y sin más pérdida de tiempo se la metió inmisericordemente. Sonia echó su cabeza hacia atrás en un gesto reflejo al tiempo abrió su boca para emitir un ahogado sonido mientras era penetrada.
- Despacio, despacio –suplicó Sonia-
El pene de Moisés no era como el dilatador, era bastante más grueso y parecía que su ano se iba a desgarrar de un momento a otro.
- Tranquila, no te haré ningún daño –le susurró al oído- este culito virgen necesita relajarse, cuanto más tenso esté más difícil le será acostumbrarse a tener una verdadera polla dentro.
Sonia se abrazó con fuerza al cuello de Moisés cruzando las piernas por su cintura.
- Házmelo con mucho cuidado, por favor.
Se sentía dolorida por la forma tan brusca con que se la había metido, pero tras unos segundos en los que él se mantuvo inmóvil, empezó a sentirse más cómoda y pudo relajarse un poco.
- Eso es, relájate, no estés tan tensa, permíteme que te entre sin oponer resistencia.
No estaba demasiado segura pero decidió poner todo de su parte. La relajación de su esfínter disminuyo progresivamente la sensación de presión y empezó a sentir como poco a poco el pene de Moisés iba progresando dentro de ella. La sensación de plena ocupación en esa parte de su cuerpo le recordaba otras sensaciones menos excitantes y un tanto molestas, pero a pesar de ello trató de centrar su mente en lo que estaba haciendo para poder encontrar el máximo placer del acto.
- Eres buena chica y aprendes pronto. Me gustas.
Sonia no dijo nada pero pensó en que lo había imaginado más sencillo, menos complicado. Aun así trataba de colaborar moviendo su culo al ritmo de las penetraciones de Moisés. Todavía estaba excitada y eso favorecía su participación, aunque la posición no le resultaba del todo cómoda.
- ¿Nos vamos a la cama? –preguntó Socia-
- Si, claro, donde tú quieras.
Sintió un gran alivio cuando se liberó de su pene al tiempo que notó cierta sensación de escozor en el ano.
- ¿Cómo quieres que te la meta, a cuatro patas, tumbada por detrás o tumbada por delante?
- Prefiero sentarme sobre ti y llevar yo la iniciativa
- Vaya, que atrevida, como tu quieras
Moisés se sentó al borde de la cama y aprovecho para lubricarse abundantemente con el gel que había traído para la ocasión. Después Sonia hizo lo propio. Se colocó de rodillas sobre la cama y con una mano orientó el pene de Moisés a la entrada de su orificio anal. Muy lentamente fue sentándose sobre él e introduciéndoselo parsimoniosamente. Esta vez todo fue mucho más fácil a pesar de ya estar un poco dolorida. La abundante lubricación permitió una suave penetración ayudada por la relajación total de su esfínter, logrando que su pene entrase sin excesiva dificultad.
- ¡Que bien se siente dentro de ese culito caliente y prieto!. Ahora solo falta que te la metas entera, toda entera bien adentro…
Cada vez que se sentaba sobre ella trataba de buscar una mayor profundidad en la penetración. Lo hacia con cuidado, controlando bien todas sus sensaciones antes de intentar metérsela mas adentro. Entraba y salía lentamente, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de Moisés como tratando de encontrar en ellos su aprobación. En este punto la cosa ya era muy distinta. Ella controlaba y decidía sobre el ritmo y la profundidad, y por primera vez empezaba a sentir excitación en todo aquello. Una excitación que crecía hasta provocarle un mayor deseo y una descarada osadía que le empujaban a intentar superarse conforme su placer iba en aumento. Ahora ya era capaz de sentarse completamente sobre su vientre y mantener dentro del culo hasta el último centímetro de su durísima polla. Su ritmo también era cada vez más intenso, cabalgando más rápidamente y más profundo, arriba y abajo, recorriendo toda la longitud de su pene, ágil y ligera cual esbelta amazona. Tanto énfasis terminó por vencer la resistencia de Moisés.
- ¡Me corro!
Por segunda vez en ese día sintió como aquel hombre descargaba toda su excitación dentro de ella, mientras no paraba de moverse arriba y abajo sintiendo los interminables espasmos de su pene que inundaban de esperma su culo, como antes hiciera con su boca.
- ¿Te ha gustado? –preguntó Sonia-
- Eres magnífica, sorprendente. Cuando quieres sabes ser una loba insaciable.
- Es que soy tu putilla ¿no?, para eso habíamos venido.
- Claro, por supuesto, aunque si he de serte sincero no esperaba tanto de ti. Has superado con creces mis mejores expectativas.
Ambos se dejaron caer sobre la cama, rendidos, exhaustos y sudorosos, pero plenamente satisfechos y disfrutando de aquel momento de fantasía hecho realidad.
Todavía les quedaba mucha noche por delante y la posibilidad de invitar al recepcionista, pero este detalle nunca llegué a saber con certeza si sucedió realmente.