Cumpliendo un sueño con una excompañera de trabajo

Siempre me había sentido atraído por ella, y por circunstancias pude cumplir un sueño.

Éramos excompañeros de trabajo, pero sobre todo amigos.

Es un bombón y siempre me había sentido atraído por ella, pero nunca había dejado muestras de ello, al menos de manera consciente. Durante una época trabajamos en la misma empresa pero en distintos proyectos y provincias. Ella incluso fue a declarar a un juicio que tuve con mi empresa, y si ya nos llevábamos bien y le apreciaba, aquello me ganó. Es una mujer de principios y generosa con sus amigos y la gente que aprecia.

Poco tiempo después yo dejé aquel trabajo y mi vida personal dio un giro. Me separé de la que había sido mi mujer muchos años y me cambié de lugar de residencia, mudándome incluso de provincia. Allí comencé una relación con la que hoy es mi chica. Durante un tiempo perdí contacto con Eva.

Una noche estaba en el sofá viendo la TV y me llegó un Whatsapp. Era ella, iba a ir al País Vasco a trabajar con una empresa que tenía un proyecto similar al que habíamos desarrollado en nuestro anterior trabajo y quería que le presentase a algún buen cliente. Durante unos días estuvimos charlando y quedamos para cenar y tomar algo, así podríamos hacer memoria y le podría pasar una buena lista de clientes potenciales. Vacilamos con la opción de que cogiera un hotel con sofá, que seguro que el vino y unas copas iban a hacer mella y así no tendría que conducir. Nos hicimos unas risas pero la situación iba dejando puertas abiertas por un lado y por otro. Debo reconocer que la idea me seducía muchísimo y aquel vacile me encantaba.

Eva es una mujer algo mayor que yo, diría que ronda los 47/48 años, guapísima, siempre sonriente y con un estilazo vistiendo, siempre impecable, bien peinada, maquillada y con las uñas perfectas. Tiene un bonito cuerpo, y los vaqueros le quedan genial, dibujándole un culazo súper apetecible. Morena de piel, tiene unos labios carnosos y unos ojos oscuros siempre chispeantes. Es un bombonazo.

Llegó el día de vernos y quedamos en Bilbao, finalmente incluso para comer. Fuimos a uno de mis restaurantes preferidos y le encantó. Estuvimos de charla, poniéndonos al día de nuestras vidas, de nuestros proyectos, etc. Como siempre, hicimos muchas risas, siempre es un gustazo estar con ella, aunque esta era la primera vez que comíamos juntos y solos.

La tarde la dedicamos a trabajar, ella con lo suyo y yo en mi negocio. Quedamos en vernos antes de cenar y así lo hicimos, aunque esta vez y después de la comilona no íbamos a cenar sentados. Como buen anfitrión le llevé a los sitios más típicos de la ciudad a comer unos buenos pintxos. Atravesamos la ciudad caminando y el cansancio iba haciendo aparición… Después de cenar nos fuimos a un pub a tomar unas copas a una zona tranquila, con sofás. Nos sentamos allí y Eva decidió quitarse los zapatos. Aproveché ese momento para acariciarle los pies, masajeándolos y apretando los jamoncitos, los dedos… Ella estaba en trance, se mordisqueaba los labios e incluso gemía tímidamente del placer que esto le daba. Tras un buen rato así, nuestras miradas se cruzaron, nuestras caras de acercaron y nuestros labios se juntaron. Nos dimos un riquísimo beso que ambos deseábamos, mordisqueando nuestros labios, jugando con nuestras lenguas… Nos quedamos callados, ella apoyó su cabeza en mi pecho un ratito, y yo acaricié su pelo.

Era tarde y decidimos ir acercándonos al hotel. No podía casi caminar del dolor de pies que tenía así que se quitó los zapatos y yo la imité, yendo ambos descalzos hasta el hotel que estaba cerca del pub. Al llegar allí, no hizo falta que le propusiera nada, me agarró de la mano y subimos a la habitación, besándonos nada más cerrar la puerta, de pies y contra la pared.

Le quité la camiseta y su sujetador apareció ante mi mientras no dejábamos de besarnos. La tumbé en cama y besando sus hombros, su escote, su vientre con el precioso piercing en el ombligo desabroché sus pantalones, que rápidamente y con su ayuda perdió. Un tanga negro de encaje y un sujetador a juego eran su única vestimenta. Estaba deliciosa y yo no paraba de pensar lo afortunado que estaba siendo. Aquella mujer que tanto me gustaba estaba ante mi, semidesnuda y besándome haciéndome sentir en el séptimo cielo…

Ella me quitó también la camisa que llevaba, desabotonándola mientras nuestras lenguas seguían jugando. Me quité los pantalones y ambos quedamos en ropa interior. Me moría por ver esos pechos, por acariciarlos, por lamerlos y besarlos… solté los corchetes de su sujetador y lo tiré al suelo… mmmmmm, mi boca se acercó a esos ricos pechos de pezón oscuro, rodeando con mi lengua sus duros pezones, lamiéndolos, succionándolos y volviendo a jugar con la punta de mi lengua en ellos… No me hubiera cansado en toda la noche de hacerlo, además Eva estaba disfrutando, era evidente. Mientras lo hacía, con las yemas de mis dedos de la mano derecha acariciaba su sexo entre sus piernas, por encima del tanguita, notando el calor y la humedad…

Seguí bajando besando su piel, su ombligo con ese bonito piercing, su vientre plano, hasta llegar al tanguita, que besé por encima mientras ella abría sus piernas, momento que aproveché para besar su sexo con la fina tela de encaje de por medio. Automáticamente se estremeció y mis manos fueron directas a sus caderas con el fin de despojar la última prenda que le quedaba. Su prenda se deslizaba por sus piernas, y mis labios besaban su pubis, presidido con una fina línea de vello vertical. Besé sus muslos, sus rodillas, sus tibias… hasta sus tobillos, despojando su prenda mientras con la luz tenue que habíamos dejado podía disfrutar de su desnudez completa.

La imagen era bella, allí tenía a Eva al desnudo, frente a mí y para mí. Deshice el camino andado, y fui subiendo por sus piernas mientras seguía besándole. Ella abrió sus piernas para facilitarme el acceso, lo cual aproveché para besar el interior de sus muslos, mordisqueándolos sintiendo sus gemidos y notando como se estremecía. Cuando llegué a su sexo brillaba de la excitación, con la punta de mi lengua rocé su clítoris y sus manos bajaron a mi pelo, acariciándomelo mientras mis labios y mi lengua disfrutaban de sus labios vaginales, de su clítoris, de su sexo. Después de varios minutos en esa situación, dos de mis dedos de la mano derecha se abrían camino en su vagina, mientras mi lengua seguía estimulando su clítoris, logrando arrancarle un intenso y placentero orgasmo que no se preocupó en disimular, disfrutándolo al máximo.

Tras unos breves momentos de calma para que recuperase el aliento, me despojé de los bóxers que aún llevaba. Nuestros labios volvieron a unirse, y me subí sobre ella con la clara intención de sentirle. No teníamos preservativos, así que tras haber acordado no eyacular dentro de ella ni en su cara, mi pene se introdujo en su vagina. Siempre recordaré cómo sus ojos se pusieron en blanco, sintiendo entrar cada centímetro de mi. El placer era enorme, notando el calor de su vagina y las paredes atrapando mi pene. El ritmo de inicio fue lento, suave, pausado pero recorriendo cada centímetro de su cavidad. Prácticamente en cada embestida salía de ella y volvía a entrar hasta hacer tope. El ritmo fue subiendo y el placer y los gemidos por ambas partes fueron en aumento. Tras varios minutos en esa postura, le propuse que se pusiera a cuatro patas. Una vez que estuvo así, mi lengua repasó su sexo y su bonito culito mientras mis manos se aferraban a sus caderas y sus gemidos no cesaban. Volví a acercar mi pene a su vagina y en un pequeño empujón volvió a entrar hasta el fondo. Ciertamente, la situación de tener a mi excompañera de trabajo que siempre me había atraído a cuatro patas, a mi disposición y mirando hacia atrás pícaramente mientras estaba siendo penetrada con ganas me llevó a no poder aguantar mucho más, y después de varias embestidas tuve que sacarla para no eyacular dentro de su vagina y correrme en su espalda y sus nalgas… Fueron varios chorros de blanco esperma los que salieron disparados sobre ella. Tras darle dos cachetes en las nalgas fui a buscar una toalla para poder limpiarle y pudiéramos tumbarnos.

Después de muchos besos, caricias, risas… y caímos rendidos. De madrugada me levanté y me marché a dormir a casa de mis padres, ya que había quedado con ellos que pasaría allí la noche cuando mi cena de trabajo acabase. La verdad es que no pude dormir demasiado, en mi mente aparecía Eva constantemente… y en mi vida e incluso esa misma semana volvió a aparecer, pero eso lo dejo para otro relato…