Cumpliendo mi sueño (7)

Inicio de mi trio con la madre y la hija.

Mi despertar a la mañana siguiente fue complicado, normalmente el sol en la cara me hacía despertarme a la primera, pero esta vez el sistema tuvo que ir subiendo gradualmente el volumen de la música hasta que abrí los ojos. Estaba anquilosado, el “ejercicio” de la noche anterior me estaba pasando factura. La habitación estaba inundada por el olor a sexo y sudor de manera que con un par de ajustes en el tablet, la música se apagó y se abrieron las ventanas basculantes. La temperatura exterior era solo un par de grados mas baja que en el interior pero eso cambiaría en breve.  Carolina seguía dormida entre mis brazos, su cuerpo pegado contra el mío comenzó a despertar mi virilidad, el olor de su pelo, su mano sobre mi pecho, su pubis en contacto con mi cadera… De repente el hechizo se rompió, llamaban a la puerta, no esperó a que dijese que pasase, Carmen abrió e introdujo una gran bandeja de desayuno, iba completamente desnuda. En ese momento mi erección fue total. Dejó la bandeja sobre el escritorio y se subió a la cama. Sin decir una palabra apartó la pierna de su hija, agarró mi pene y se lo introdujo lentamente en la boca, comenzó con suavidad pero fue aumentando el ritmo, acariciando el glande con la lengua, sobándome los testículos y mirándome con esa preciosa y lujuriosa cara. Todo ello mientras su hija dormía desnuda sobre mí. Pude controlar mis gemidos hasta el último momento, pero cuando me llegó el orgasmo casi fue un rugido, y por supuesto la niña se despertó. Durante un segundo solo me miró a la cara mientras yo me retorcía de placer, después, parpadeando, bajó la vista justo para ver como su madre se limpiaba la comisura de los labios y le devolvía la mirada sonriendo. El salto que dio tirando de la sábana y cubriéndose al mismo tiempo fue de película, me recordó la reacción de un gato cuando le das un susto, revolviéndose en el aire.

  • ¡MAMA! ¿Qué haces aquí?

  • Traer el desayuno y tomarme el mío – soltó una pequeña risita nerviosa, ella tampoco sabía como iba a salir aquello.

  • Carmen, tu hija todavía no me ha dado la contestación. Lo de anoche fue solo para que probase la mercancía. Hoy me tiene que contestar.

  • Por los gritos que dio anoche seguro que acepta.

Solo podía haber oído los gritos si se hubiese colocado justo al otro lado de la puerta, las habitaciones estaban muy bien aisladas y desde la suya no hubiese podido oír nada. Lo hacía para presionar a su hija. Y de hecho estaba funcionando, estaba absolutamente colorada y desviaba la mirada. Carmen aprovechó para poner la bandeja sobre la cama y me pasó un trozo de mango pinchado en un tenedor. Yo no cogí el tenedor, simplemente dejé que me lo diese ella. Con los dedos cogí otro trozo de fruta y lo llevé a la boca de Carmen, cuando cerró los labios atrapó mis dedos y los chupó suavemente hasta limpiar cualquier resto.

  • ¿Vas a seguir ahí de pie toda la mañana o vas a venir a desayunar?  - preguntó la madre a la hija.

Carolina pasó de la vergüenza al enfado en cuestión de segundos. Me di cuenta que su mirada se desviaba hacia la puerta. Para evitar que se fuera extendí la mano hacia ella y le hice una señal para que viniese a la cama. Después de pensarlo un momento volvió a ocupar su sitio bien pegada a mí. Cogió un trozo de fruta y se lo comió sin dar pie a ningún juego.

  • ¡Hija, que seca eres! Dale un trozo al amo, que anoche quemó mucha energía para complacerte, lo menos que puedes hacer ahora es ayudarle a recuperarse.

  • ¡Eres una guarra! – Lo dijo enfadada, pero sus prioridades habían cambiado, no se iba a dejar intimidar, se pegó más a mi cuerpo, frotando su piel contra la mía – Deberías haber esperado a que bajásemos a la cocina. La gente normal no se mete en la cama de los demás.

  • Yo no soy normal, además si mi amo no me dice lo contrario yo procuro darle todo el placer que puedo.

Me dio otro trozo de fruta, esta vez fue papaya, pero sin tenedor, casi deshaciendo la pulpa entre sus dedos. Chupé sus dedos y cuando los sacó los lamí un poco más. Me estaba gustando el juego.

-¿Ves? Le gusta lo que hago. Si fueses menos infantil lo verías, pero claro, te falta mucha experiencia.

  • ¡Serás Zorra!

Carol acabó con el juego y se lanzó a por su madre agarrándola por el pelo. La bandeja se volcó sobre las sábanas, los vasos de zumo, que todavía no habíamos tocado se volcaron formando una riada justo antes de que la ropa de cama quedase empapada. Ellas forcejearon y cayeron al suelo. Durante un segundo pensé en permitirlo, me excitaba bastante tener a dos mujeres desnudas peleando en mi dormitorio, y más aun sabiendo que yo era el premio. Pero no podía permitirlo. La disciplina era importante. Me bajé de la cama y metiendo los brazos entre ellas las agarré a cada una por un pezón, retorciendo y tirando para que se pusiesen en pie separándose. Gritaron e intentaron agarrar mi mano. Carmen se contuvo en el último momento y simplemente dejó caer los brazos en señal de sumisión. Carolina intentó separar mis dedos, sin éxito. Solté el pezón de Carmen y agarré el segundo de Carol, que gritó más alto, comenzando a llorar. La liberé y la dejé caer contra la cama sollozando.

  • Esto no me ha gustado – comencé – la idea de Carmen ha surgido de los celos, lo sé. Pero me estaba divirtiendo, podías haber jugado y haber intentando ganarla en el juego. En vez de eso la has atacado. No solo has estropeado el juego y tirado el desayuno, has intentado hacerle daño. Y eso no es lo que quiero.

  • Lo siento, pero es que estabas conmigo…

  • Tú estabas conmigo. Yo estoy en mi habitación. Carmen es mi sumisa, solo piensa en mi placer. ¿En que pensabas tú cuando la has fastidiado?

  • Estabas en la cama conmigo y ella… ella, te ha…

  • Me la ha chupado, sí. Todas las mañanas me la chupa y se lo traga todo. Sabe que me excita y lo hace. Ahora tenemos un problema. Tienes que darme tu contestación, porque tengo que tomar una decisión sobre ti. Tienes dos opciones, si o no, pero quiero que pienses bien antes de contestar. Si aceptas ser mi sumisa tienes que entender que lo que ha pasado hoy no se puede repetir, no voy a permitir agresiones entre vosotras. Y para que no se te olvide te voy a castigar. Si eres mi sumisa harás todo aquello que me de placer a mí y si a cambio recibes placer lo aceptarás como un regalo. Te voy a decir lo mismo que le dije a tu madre, nunca te pediré algo que no crea que puedes hacer. Si no logras hacer lo que te ordene es por falta de motivación y si es así tendré que castigarte. No soy como tu padre, no recibo placer de castigarte. Solo lo haré para ayudarte en tu educación. Tu vida como mi sumisa no será muy complicada, tendrás tiempo libre para tus estudios y para relajarte. Creo que eres una mujer inteligente, no creo que tenga que castigarte muchas veces de forma que puede ser una buena vida, podrás estudiar aquí, incluso yo podría ayudarte con tu plan de estudios. Pero quiero recalcar que tendrás que aceptar a tu madre como mi sumisa. A mi me da lo mismo que seáis madre e hija, yo solo veo a dos mujeres increíbles a mi disposición y si dijese que no me atrae el hecho de veros desnudas jugando en mi cama mentiría. Y esa es una cosa que no quiero hacer, no me gusta mentiros, si lo hago pierdo parte de mi autoridad por lo tanto dejaré las cosas claras. Tu madre es mía de manera que no tiene la opción a decir que no, pero tú todavía estás a tiempo. Por cierto…

Cogí el tablet y accedí a los videos de la noche anterior. En la pantalla aparecimos nosotros por el pasillo cruzándonos con Carmen, entramos en la habitación y dividí en dos la pantalla, Carmen en el pasillo y nosotros en la habitación. Ella dudó un segundo, si ir a la cocina o seguirnos. Al final el morbo ganó la partida y se acercó a la puerta pegando el oído. En el momento en que yo arrancaba un grito de placer en Carolina con mi cabeza entre sus piernas, Carmen metía la mano entre las suyas. Estuvo escuchando toda nuestra conversación mientras yo comparaba los cuerpos de las dos, alabando ambos. En el momento de la cabalgada final, con los gritos de Carolina y mis gruñidos, cosa de la que yo no había sido consciente la noche anterior, ella aumentó el ritmo de su masturbación. Hasta que finalmente llegó al orgasmo al mismo tiempo que yo.  Se recompuso como pudo y se fue a su habitación.

  • Como ves a tu madre le excita la idea. Cuando tomes la decisión quiero que tengas esto bien claro. Una vez que seas mi sumisa me pertenecerás en cuerpo y alma, mi placer será el tuyo y a mi me encanta acostarme con tu madre y me gusta acostarme contigo Espero que vosotras también lo disfrutéis. Ahora solo queda la otra opción, la opción de decir que no. En ese caso no recibirías castigo por haber atacado a tu madre. En esa opción tendrás que ir a un instituto con internado, porque no creo que quieras vivir con tu padre. Durante el año inicial que tu madre va a ser mi sumisa y tu padre mi esclavo tu estarás en el internado, si la cosa se alarga dispondrás de estudios pagados hasta que llegues a la mayoría de edad. Después serás libre de hacer lo que te plazca. Tanto si tu respuesta es una u otra será irrevocable. Durante un año serás mi esclava o saldrás de la isla. Cuando acabe el contrato, estoy contento con vosotras,  os volveré a hacer la pregunta. Entonces… ¿Cuál es tu respuesta?

Ella no respondió en el momento, estaba sopesando las posibilidades, supongo que pensaría en su futuro. Miró a su madre un segundo, después me miró a mí y bajó la vista.

  • ¿El castigo… me va a doler mucho?

  • Sí. Va a ser brutal. Va a dolerte mucho, pero lo podrás soportar.

Volvió a estar callada durante unos momentos y volvió a mirar a su madre.

  • ¿A ti te ha castigado alguna vez?

  • Sí y fue terrible, cada vez que veo las pinzas me entran sudores, pero el polvo de después fue maravilloso.

  • Carol, necesito tu respuesta ahora.

  • Tengo miedo... No se si podré actuar como una sumisa.

  • No te preocupes por eso, no soy un amo muy restrictivo, tu madre me llama amo porque quiere, podría llamarme Gonzalo, aunque es cierto que a mi también me gusta que sea respetuosa.

  • No se si podré cumplir, pero lo voy a intentar, acepto.

  • No. No pienses en intentarlo. Piensa en hacerlo, porque si no lo haces serás castigada. Ya te he dicho que no te pediré nada que no puedas hacer.

  • Pero no me conoces, no sabes si seré capaz.

  • Sí lo sé. Y tú también lo sabes, el problema es que te da miedo. Y yo lo entiendo, no es fácil renunciar a dirigir tu vida, pero hay gente que incluso lo prefiere. Tu madre ha pasado de ser una mujer maltratada a ser mi sumisa, ahora el sexo es satisfactorio, está más segura y es más feliz que antes. Puedes ser feliz siendo mi sumisa, pero no voy a prometerte eso, te prometo que yo cuido de mis chicas.

  • Acepto, lo haré, aunque me tengas que castigar quiero hacerlo, quiero sentirme tuya.

  • Perfecto – contesté con un beso -. Ahora bajaremos a la habitación de los juegos, allí recibirás tu castigo. Mis castigos van por nivel, el primer castigo son las pinzas, el mismo que recibió tu madre. Si cualquiera de las dos vuelve a fallar pasaré al siguiente castigo, que será bastante más doloroso. Carmen acompáñanos.

Ambas palidecieron, Carol porque no sabía lo que le esperaba y Carmen porque sí lo sabía. Fuimos hasta mi despacho y allí abrí la puerta secreta y bajamos las escaleras, Carolina lo miraba todo sorprendida y asustada. Aquello debió parecerle el sótano del terror. Entré Carmen y yo atamos a su hija a la cama basculante y la giré hasta que quedó de pie. Carmen me acercó las pinzas. Besé y lamí ambos pezones antes de empezar y lentamente coloqué la primera pinza. Carol gritó de forma desgarradora. Dejé que se acostumbrase un poco al dolor y coloqué la segunda pinza. Volvió a gritar y llorar, estaba roja por el dolor y sudaba por todo el cuerpo. Cuando extendí la mano para que Carmen me diese la pesa con las cadenas vi que ella también lloraba me miraba implorando. Cogí la cadena con la pesa y lo pasé por los extremos de la cadena por las barras del cabecero y enganché las puntas en las pinzas. Con toda la delicadeza que pude solté la pesa que fue tirando de las pinzas hasta arrancar otro grito de dolor. Besé a Carol en la mejilla.

  • Puedes aguantar. Dentro de un rato volveré y el castigo habrá acabado.

Carmen se acercó a su hija y también la besó susurrándole algo. Cuando subimos las escaleras la madre me miró con la cara llena de lágrimas.

  • Amo, no la castigues demasiado, no ha sido solo culpa suya, yo fui a la habitación porque tenía celos de que anoche te acostases con ella y no conmigo.

  • Lo sé, pero no has sido tu la que ha agredido. Eres más fuerte que ella y sin embargo no has hecho nada, podías habértela quitado de encima pero no lo has hecho. La culpa ha sido solo suya.

En el tablet busqué la ubicación de Paco, todavía estaba en su casa, accedí al video y lo encontré en el baño muy cerca del espejo observando el collar de castigo. Le pasé un mensaje de texto. “Espero que el jardín esté a punto hoy mismo, si no lo está tendré que empezar con los castigos.” Cuando lo leyó se vistió a toda prisa y salió de la casa.

  • Amo… ¿vas a castigar a Paco por lo cabrón que ha sido con Carol?

  • No. Igual que no voy a castigarle por lo cabrón que fue contigo. Eso fue antes. Ahora es el esclavo, será castigado por los fallos que tenga a partir de ahora. Pero conociéndole cometerá un montón de fallos. Hoy le he avisado, la próxima vez que empiece tarde a trabajar será castigado.

Estuve revisando los videos de la noche en los que salía Paco. Había pasado media noche revisando el collar pero sin atreverse a hacer nada con él.

Después de eso ya era hora de retirarle las pesas a Carol, su madre me acompañó escaleras abajo. La pobre niña casi deliraba, tenía los ojos cerrados, estaba completamente congestionada, las lágrimas habían dejado un reguero por sus mejillas y sus labios se movían pronunciando palabras inaudibles. Cuando la cogí en brazos para llevarla a la cama pude entender lo que decía:

  • Solo un poco más – repitiéndolo una y otra vez.

  • Ya está – le susurré a mi vez -. Lo has hecho muy bien. Descansa.

Ella sonrió y se relajó quedándose inconsciente. Pensé en depositarla en la cama de juegos, pero me decanté por dejarla en su habitación. Su madre se encargó de ponerle una crema para tratar las heridas que le había producido el castigo y yo salí a correr para no perder la costumbre. Durante mi sesión de jogging me crucé un par de veces con Paco que estaba recogiendo hojas y limpiando. No parecía muy emocionado, pero no me dio motivos para castigarle. Después de la ducha de rigor me di cuenta de que estaba hambriento, con el lio de Carol me había saltado el desayuno. Carmen me preparó un sándwich de carne asada y un zumo natural para acompañarlo. Mientras me alimentaba ella me acompañó tomándose un café y apartando la vista mientras la duda se reflejaba en su rostro.

  • ¿Qué pasa Carmen? – pregunté por fin.

  • Amo, no se si puedo preguntar…

  • Pregunta – ordené con tono autoritario.

  • ¿Vas a hacernos compartir cama? ¿Juntas?

  • Eres directa – comenté con una sonrisa -. Seguramente lo haré. Pero creo que de momento Carol no está preparada. Creo que tú si lo estás. Pero para ella sería duro. De momento seguramente me acostaré con las dos al mismo tiempo, pero no os haré jugar entre vosotras.

  • Creo que ella también estará lista amo. Creo que por eso ha sido lo de esta mañana, le ha dado miedo que estuviésemos los tres en la misma cama.

  • Lo pensaré.

  • Además, si se lo ordenas ella lo hará, lo quiera o no.

  • Lo sé.

Carmen volvía a intentar manipularme. Ya lo había hecho un par de veces antes, lo que no sabía es si lo hacía conscientemente o inconscientemente. Pero en algún momento tenía que parar aquello.

  • Carmen, dentro de tres días recuérdame que te castigue.

  • Sí amo.

Lo hacía conscientemente y no le importaba sufrir un castigo por ello. No sabía si alegrarme o preocuparme. Estaba claro que yo había disfrutado todas las oportunidades que ella me había brindado,  pero también era cierto que mi poder como amo se resentía cada vez que aceptaba. Pero… ¿Cómo no aceptar cuando te proponían tener sexo con una madre y una hija al mismo tiempo?

Dediqué el resto de la mañana a alimentar al programa con los nuevos datos sobre la familia. El resultado fue que había casi un cien por cien de posibilidades de que Carolina aceptase un trio, un ochenta por ciento de que Paco intentase algún sabotaje para escaparse  y un treinta por ciento de que una de las chicas intentase castigar a Paco sin mi permiso.

Carolina se levantó justo a tiempo para la comida, creo que su madre la había despertado, todavía estaba muy cansada, pero no por eso había dejado de ser muy excitante. Se había vestido con la parte de abajo del biquini y una camisola que le llegaba hasta las rodillas, marcando sus puntiagudos pezones sobre la fina tela de algodón. Carmen se había cambiado también, vestía un pantalón de tela blanco que se ajustaba perfectamente a su figura y la blusa roja que el otro día le había causado un problema con su marido.

  • ¿Cómo te encuentras? – pregunté.

  • Agotada… Amo.

  • Es normal. Supongo que no seguirás teniendo ganas de pegar a tu madre.

  • No, amo, ya me he disculpado con ella. No volverá a pasar.

  • Perfecto, ese era tu primer castigo, tu siguiente castigo será bastante peor. Tu madre ya se lo ha ganado, dentro de tres días le tocará.

  • ¡Oh, mamá! – estaba verdaderamente asustada.

  • Tranquila hija, me lo merezco. El amo es justo.

  • Hay una cosa por la que estoy preocupado – les dije -. Paco va a intentar algo, contra mí o contra vosotras. No quiero que os pongáis en peligro. Dejadle que haga lo que quiera, sé que estáis deseando vengaros de él, y como estoy seguro de que me dará motivos para castigarle he decidido hacer un concurso entre vosotras dos para decidir quien le castiga. Esta noche os explicaré las reglas. Por cierto, a partir de esta noche los tres dormiremos en mi cama.

Durante el resto de la comida hablamos de cosas triviales. Por supuesto ellas tenían preguntas, pero no di pie a que las formulasen, quería dejarlas dudando y calentándose con su propia imaginación.

Por la tarde volví a trabajar en el programa 2.0 pero me costó bastante concentrarme, no podía parar de pensar en lo que iba a pasar esa misma noche. Al ver que no podía avanzar mucho lo dejé.

Carmen había terminado de preparar la cena  y estaba montando la mesa aunque todavía quedaba mucho tiempo.

  • Carmen, deja la comida en la nevera y acompáñame.

Carolina estaba en su habitación, cuando entré noté como intentaba fingir que se concentraba en sus libros de texto.

  • Déjalo y vente.

Al igual que su madre no puso ningún reparo.  Las conduje hasta el área del spa, a parte de la sauna y la piscina cubierta tenía un jacuzzi que en teoría era para seis personas, pero dependía de lo que se fuese a hacer en él. Ya estaba lleno de manera que solo tuve que activar el hidromasaje, me desnudé y me introduje en el agua. Las dos mujeres me imitaron, colocándose una a cada lado. En teoría un jacuzzi debía ser relajante, pero en ese momento yo no me sentía muy relajado, más bien estaba en tensión.

  • ¿Carol, como están tus pezones?

  • Ya casi no me duelen.

  • Bien eso será importante para que tu madre no consiga ventaja. Voy a explicaros las reglas del juego que tengo pensado. La duración será hasta el amanecer – miré el reloj – unas doce horas. Durante ese tiempo os iré dando puntos por lo calientes que seáis, por los orgasmos que me proporcionéis y por los orgasmos que os provoquéis la una a la otra. Cada orgasmo que tengáis también cuenta. La que consiga más puntos será la ganadora. Cuando tenga que castigar a Paco, que seguramente será pronto, la ganadora tendrá el premio de aplicar ella el castigo que yo haya decidido.

Me acerqué a Carmen y la besé, ella inmediatamente abrió su boca y su lengua luchó con la mía, su mano se apoyó en mi pecho. Me separé lentamente y besé a Carolina, tardó algo más en contestar pero después se lanzó como una posesa, se abalanzó sobre colgándose de mi cuello. De repente noté una mano que acariciaba mi pene, dejé de besar a Carol y miré a Carmen que sonreía ligeramente.

  • Un punto para Carmen.

Carol se enfurruñó un poco pero al momento se recuperó, me hizo ponerme de pie en el centro y me abrazó con las piernas por la cintura frotando su entrepierna contra mi abdomen. Carmen seguía masturbándome.  Carol bajó su cuerpo y su madre apuntó mi pene contra sus labios. La niña se penetró sola bajando las caderas suavemente. Bajé las manos a su trasero para ayudarla a marcar el ritmo. Gracias a su poco peso y al agua la postura era hasta cómoda.  Pero ahora la que se frustraba era Carmen, pero no tardó mucho en encontrar la solución. Se pegó a mi espalda y comenzó a frotar sus pechos contra mí. Una de sus manos agarró una de las mías y la llevó a su pubis donde la usó para masturbarla.

  • Carol un punto, Carmen dos.

Carol empezó una cabalgada feroz para intentar llevarme al orgasmo, pero su madre estuvo al quite, se movió rápidamente colocándose a su espalda y abrazándola metió sus manos entre mi cuerpo y el de su hija, buscando el clítoris. Carol no podía hacer nada, solo seguir cabalgando mientras su madre torturaba su botoncito llevándola a un orgasmo que desató una oleada de gritos y gemidos. Finalmente, derrotada, Carol se bajó dejando campo libre a su madre. Ella me empujó hasta que volví a quedar sentado y se sentó encima con mi pene en su interior. No tenía prisa, impuso un ritmo suave y placentero. Yo estaba bastante excitado, si hubiese aumentado el ritmo seguramente no habría tardado en eyacular, pero no lo hizo y creo que era para regodearse de su hija, como diciendo “yo soy más mujer”.  No calculó bien, Carol todavía no se había recuperado, pero ya no solo se trataba de sexo, era una competición. Se colocó delante de su madre y dejándome atónito empezó a besarla y acariciarle los pechos. Al principio la pilló a contramano y no supo responder, después Carmen igualó a su hija amasando con cuidado los delicados pezones de Carolina. Ya no lo soportaba más, agarré a Carmen por las caderas y comencé a penetrarla con fuerza, y con un ritmo mucho más rápido. Ella también estaba muy excitada y llegó al orgasmo un instante antes que yo, y el hecho de sentir las contracciones de sus paredes vaginales aumentó el placer de mi orgasmo, llenándola con mi semilla.

  • Carol tres puntos, Carmen tres puntos.

Carol apartó a su madre y buceó hasta meterse mi decreciente pene en la boca. Subió a tomar aire un par de veces pero en poco tiempo consiguió recuperar mi erección. He de decir que aunque la chica le ponía ganas no tenía la práctica de la madre, pero mi estado de excitación se salía de la escala. Cuando notó la dureza se fue puso a mi lado y agarrándose la borde dejó que su cuerpo flotase, abriendo las piernas. Una clara invitación. Me coloqué allí y se la introduje de un solo golpe provocando un gemido en ella. Comencé mi bombeo aplicando un ritmo suave para aumentar su excitación. Rápidamente me di cuenta de los problemas de esa posición. Ella no podía soltarse del borde porque era lo que mantenía su cabeza fuera del agua. Yo por mi parte tenía que agarrar sus piernas para poder aplicar el ritmo correcto… y su madre era muy zorra. Carmen se acercó junto a su hija y pasando un brazo por la espalda agarró sus pezones y comenzó a jugar con ellos. Carol se quejaba y corcoveaba  intentando soltarse, pero no podía, un par de veces separó una mano del borde para devolver el favor a su madre pero su cuerpo se giraba y su cabeza se hundía. Sus gemidos y la fuerza con la que recibía mis embestidas me fue avisando de que su orgasmo se acercaba. Bajé el ritmo para hacerla aguantar algo más pero casi fue peor el remedio que la enfermedad, porque cuando le llegó el orgasmo fue como un tsunami, todo su cuerpo se convulsionó, tanto que incluso se soltó del borde con las dos manos y su madre tuvo que rescatarla para que no se ahogase.

  • Carol cuatro puntos, Carmen cinco puntos.

Entre los dos la sacamos del jacuzzi y la tendimos en el suelo Carmen se colocó a cuatro patas y se separó las nalgas mostrándome su ano. La penetré con cuidado, lentamente aunque noté que entraba demasiado fácilmente para no haber lubricado ni preparado…

  • ¿Carmen? ¿Has hecho trampas?

  • No han sido trampas, amo. Todavía no habías dicho las reglas. Por si querías hacerlo, me he puesto un enema y me he lavado bien, después he usado la crema lubricante y me he preparado esperando.

  • Eres increíble.

  • Gracias amo.

Cuando noté que su recto se acomodaba a mi tamaño comencé a moverme, lentamente al principio para aumentar el ritmo y convertirlo en una sesión de fitness. Carol se recuperó lo suficiente como para acercarse y contemplar la escena. Al momento se dio cuenta de que su madre había cometido el mismo error que ella, en una cama podría haber apoyado la cabeza contra el colchón y haberse encargado de su placer, pero en el suelo duro sería muy incómodo. Carol se colocó debajo de su madre, su postura tampoco es que fuese muy cómoda, pero valdría, comenzó a masturbar a su madre, acariciando el clítoris, a penetrarla con un par de dedos e incluso en algún momento acercó los labios para aumentar el placer. Carmen sucumbió y se dejó llevar.  El orgasmo la hizo caer sobre su hija atrapándola debajo, aunque quizá fue intencional. Yo saqué mi pene de su culo y lo apoyé en los labios de Carol. Aunque Carmen se había lavado y perfumado con el enema y el gel lubricante, seguramente todavía no olería a rosas, pero Carol solo dudó un instante y se la metió en la boca. La postura tampoco era la ideal, tuve que recostarme sobre Carmen aguantando mi peso con los brazos, pero solo necesitaba una pequeña ayuda para terminar. Y desde luego Carolina cumplió las expectativas.  Sin tener que decirle nada aguantó mi eyaculación y se tragó mi esperma. Me levanté y ayudé a moverse a su madre. Nos volvimos a meter en jacuzzi pero esta vez para descansar y relajarnos.

  • ¿Amo, como va la puntuación? – preguntó Carol después de un rato.

  • Carol ocho puntos, Carmen seis puntos – ni siquiera abrí los ojos para contestar.

  • No importa – comentó Carmen -. Todavía queda mucho tiempo.

Los tres nos reímos con ganas, ciertamente iba a ser una noche interesante. Aunque yo iba a quedar saciado por un tiempo. Me consolé con el dicho: “No comer por haber comido, no hay nada perdido” y sonreí.

CONTINUARÁ…