Cumpliendo mi sueño (5)

La detención de Paco y mi primera noche con su mujer

Cuando me desperté a la mañana siguiente me encontré con una erección de caballo. Los sueños habían sido muy placenteros. Como sería muy incómodo correr así me decanté por la piscina. Antes de decidirme a ejecutar mi proyecto estaba bastante fondón, demasiado tiempo tras un escritorio. Una de las premisas para aumentar las posibilidades de éxito había sido mejorar mi forma física, un cuerpo atlético era más excitante que una bolsa de gelatina. Pero gracias a mi determinación y a la recompensa prometida por el éxito de mi plan, conseguí no rebajar peso pero si eliminar la grasa. Una vez conseguido mi objetivo, me di cuenta de que me sentía mucho mejor con el ejercicio, de manera que lo incluí en mi rutina diaria. Si un día no podía salir a correr, a nadar o realizar una sesión de gimnasio me encontraba como un purasangre en el previo de la carrera, tenso y nervioso.

Antes de reunirme con ellos ya había revisado el material del día anterior, Carmen se encontró con su marido en el salón, el la ignoró y ella se acostó directamente. Él entró en la habitación de madrugada y se metió en la cama sin llegar a despertarla. Hoy el ambiente en la cocina era diferente. Carmen estaba bastante más alegre que la mañana anterior, incluso llegó a besarme cuando su marido salió de la casa. En el momento en que vimos en la pantalla como se alejaba el barco, se desnudó y arrodillándose entre mis piernas me acogió en su boca. Cada día sabía más como hacérmelo para que aguantase lo mínimo posible, mirándome directamente a los ojos con esa cara de viciosa, con las manos en mis testículos y usando solo los labios y la lengua sobre mi pene… Y por supuesto el hecho de saber que se iba a beber todo mi semen. No duré mucho, pero tampoco importó. En cuanto me dejó bien limpio salió corriendo y bajando a la habitación de juegos se insertó el plug. Y no el que se había quitado la noche anterior, el siguiente en tamaño, el último. La noche anterior al quitárselo debía haber visto que solo había tres tamaños y después de eso me tendría a mí.

Terminé de desayunar viendo como ella limpiaba la cocina solo con unos zapatos de tacón bajo y el arnés con el plug anal. No tenía tiempo para poseerla allí mismo, tenía que adelantar algo de trabajo porque seguramente por la tarde me avisaría el capitán con la detención de Paco. En mi despacho me concentré todo lo que pude en el trabajo para intentar pensar en la preciosa mujer que solo esperaba una palabra mía. Ya había encargado varias de las cosas más genéricas que necesitaba. Había pedido diferentes cosas a diferentes empresas, aun teniendo la lista de encargos nadie podría adivinar para que era. El problema era que yo no podía preparar todo el código solo. Necesitaría ayuda, y esa gente conocería detalles más importantes del programa. Por supuesto la parte más sensible la iba a desarrollar yo solo, pero al menos había dos bloques que tendría que sacar fuera. Uno de ellos se lo daría a mi empresa. Lo pagaría de mi propio bolsillo como si fuese un contrato más. Para el otro necesitaba una empresa segura y competente. Me decanté por una competidora directa. Sus empleados no tendrían ninguna relación con los de mi empresa y ningún directivo hablaría de proyectos con la competencia. También era sensible una petición de investigación que pasé a una universidad australiana. Necesitaba información detallada de neurología y no podía contratar a un experto, de manera que hice algo similar. Harían las pruebas de campo para un sistema nuevo de control de adicciones a través de privación sensorial. Por supuesto solo quería parte de la información, pero no podía pedirla directamente si no quería que en el futuro me vinculasen. Iba a pagar con una cuenta en las islas caimán que se suponía que era anónima, pero nada era seguro si el investigador disponía de suficientes recursos. Después de todas esas gestiones continué con el núcleo del programa, la parte específica.

Antes del mediodía me levanté agarrotado, había estado horas frente al ordenador.  Encontré a Carmen en la cocina, estaba preparando la comida para ambos y solo un delantal cubría su cuerpo. No me oyó llegar, estaba feliz, tarareando una canción. El intenso aroma a mantequilla que desprendía me hizo salivar.

  • Hola – saludé con un beso en la mejilla.

  • Hola, estoy probando una receta sencilla, espero que te guste.

  • Si lo has hecho desnuda seguro que me gusta – contesté con una sonrisa.

  • Espero que no sea solo por eso – ella también sonreía -. No se si te gustará el pescado, realmente no se mucho de ti…

  • Si, me gusta el pescado. Carmen, pregunta lo que quieras.

-¿Qué vas a hacer con mi marido? – preguntó después de dudar un instante.

Otra vez me sorprendía su inteligencia, sabía perfectamente que yo iba a hacer algo. Lo que no sabía realmente era como reaccionaría yo.

  • Voy a dejarle algunas cosas claras.

  • ¿Vas a mandarlo a España?

  • No. ¿Quieres eso?

  • No lo sé. Carolina necesita un padre y Paco se porta bien con ella. Pero por otro lado…

  • Por otro lado te tortura por placer.

  • Sí y por eso querría que se fuera. Además, si no estuviera podríamos estar juntos todo el tiempo. Pero también está Carolina, no se lo que pensaría de mí si lo supiese.

La agarré por los hombros e hice que me mirase. Tuve también que levantar su barbilla porque miraba al suelo.

  • Carmen, eres una mujer espléndida atrapada en un mal matrimonio. Tu marido es un cabrón y ya lo era antes de que tú te acostases conmigo. Paco se merece lo que le va a pasar y tú te mereces disfrutar todo lo que puedas. Ya te dije lo que buscaba. Una mujer dispuesta a cumplir todos mis deseos y a disfrutar conmigo. Eres esa mujer, ahora eres mía y yo cuidaré de ti. Si tu marido intenta impedir eso me encargaré de apartarle del camino. Pero sé que él te debe mucho por lo que me aseguraré de que pueda resarcirte.

  • Pero… yo creí que…

-¿Qué solo me interesaba el sexo? Con dinero podría encontrar a mujeres que se convirtiesen en mis esclavas, que fingiesen ser sumisas, que aceptasen cualquier dolor que yo decidiese. Incluso podría comprar una esclava de verdad y tenerla aquí por la fuerza. No es eso lo que busco. Busco una mujer que me sirva de forma voluntaria, pero ligada a mí. Si yo quiero algo prefiero que lo haga simplemente porque eso es lo que quiero. Y sé que eres esa mujer. Por supuesto entiendo que eso es una relación y en cualquier relación los dos tienen que poner cosas de su parte, mi parte es protegerte y cuidarte. Por eso me voy a encargar de tu marido.

No hubo más palabras, nos fundimos en un largo beso, su lengua atrapando la mía, sus dientes mordiendo mi labio, sus manos brazos apretándome contra ella. Si no llega a ser por el teléfono habría acabado con los dos sobre la mesa de la cocina. Tardé en darme cuenta de que estaba sonando, incluso después de darme cuenta pensé en no atender la llamada, pero podía ser el capitán. No era él, era Paco.

  • Señor Gonzalo… tengo un problema… Me han detenido, pero yo soy inocente… Me han dejado hacer una llamada. Necesito un abogado, no conozco a nadie…

  • No se preocupe Paco. Seguro que es un malentendido. Iré ahora mismo para ahí.

Carmen estaba expectante. No formuló la pregunta, pero se podía leer en su rostro.

  • Era tu marido. Está detenido. Tengo que ir a ver que pasa. Y por si te lo preguntas: no, no tengo nada que ver. Puede que lo aproveche para presionarle pero no sé que es lo que está pasando.

  • Quiero ir contigo. ¿Puedo?

  • Debes quedarte en la isla. Puede haber problemas.

  • Pero tengo que estar con Carolina. Estará asustada.

  • Tienes razón – admití -. No había pensado en ella. Iremos en el barco, no bajarás a tierra, y en cuanto pueda enviaré a tu hija contigo. Pero tienes que vestirte rápidamente.

Ella lo dejó todo y salió corriendo solo para parar, regresar y darme un beso. Después volvió a salir corriendo.

Cuando atraqué el barco en el amarradero que tenía alquilado en la isla principal,  el capitán estaba esperándonos con Carolina a su lado. Esta saltó al barco casi de inmediato y se abrazó a su madre llorando. Después de despedirme de Carmen acompañé al policía por el muelle hasta su coche.

  • Hemos tenido más suerte de lo que esperaba. No he tenido que crear ningún cargo falso. Mis hombres estuvieron siguiéndole para poder ser más consistentes en la acusación. Le pillaron reuniéndose con un camello bien conocido. Les cachearon y encontraron una caja de medicamento en su posesión. Es un medicamento controlado y cuando interrogamos al camello nos confesó que hace unos días le había encargado esa droga, pero como no había podido conseguirla le iba a dar otra que similar. Por aquí lo llaman burundanga más conocida como escopolamina.

  • ¿Para que sirve?

  • Según nuestro médico forense puede servir desde para tratar los mareos como para aliviar los síntomas del Parkinson. En dosis más elevadas puede servir como analgésico y sedante.

  • Joder. ¿Llegó a comprarlo?

  • Interrumpimos la compra en el momento justo. Tenemos la declaración del camello al que hemos dejado suelto, pero esta es una isla pequeña, si lo necesitamos volveremos a cogerlo.

-¿Y el medicamento que él quería?

  • Rohipnol. Lo llaman la droga de las violaciones. Tuvo que traerlo de allá, porque aquí no se comercializa con ese nombre.

  • ¡Será hijo de puta!

Conocía el Rohipnol, había estudiado sus efectos como una posible parte de mi plan, finalmente lo deseché porque no me gustaba el sistema, prefería el sometimiento, no la violación y la amnesia retrograda. Sin embargo se me planteaba otra pregunta. Con su mujer no lo necesitaba y no había más mujeres en la isla… excepto a su hija.

  • ¡ME CAGO EN SU PUTA MADRE!

  • ¿Cambio de opinión? ¿Lo mando a la cárcel? – parecía desear que el cabrón se pudriese en la prisión.

  • No. Lo que necesito es otra cosa. Necesito hablar con él en privado. Pero quiero una cámara grabándolo todo sin que él se dé cuenta.

  • Sin problemas tengo esa sala.

En la comisaría me dejaron entrar en un cuarto de interrogatorios. No era como los de las películas, era una habitación sucia, sin ventanas ni espejos, solo una puerta, con una mesa en medio y dos sillas, una a cada lado. Busqué la cámara, no se veía por ninguna parte.

Un policía abrió la puerta y le hizo entrar de un empujón. Estaba pálido y sudoroso, daba la sensación de que iba a darle un infarto en ese mismo instante. El policía le obligó a sentarse y lo esposó a la mesa.

  • Paco, necesito que me de su versión – le pedí cuando el policía abandonó la habitación.

  • Yo no he hecho nada, me han detenido sin ninguna razón. La policía de estos países es muy corrupta, seguro que solo quieren dinero.

  • Por supuesto que quieren dinero, pero no por nada. Me han enseñado una grabación en la que sale usted intentando comprar una droga para las violaciones. El tipo al que intentó comprar la droga es un policía encubierto – me tiré un buen farol, pero tenía que saltarme la fase de la negación -. Le tienen bien pillado.

  • ¡Mierda! Necesito un buen abogado.

  • Ni el mejor abogado del mundo le puede sacar de esta. La condena no será muy larga, de cinco a diez años me han dicho – en este caso no mentía, solo exageraba -. El problema es que las cárceles de aquí no son muy seguras – y eso era totalmente cierto.

  • ¡Pues sobórnelos!

  • ¿Sobornarlos? ¿Por qué razón iba yo a ayudar a un violador?

  • No soy un violador. Solo me sirve para ayudarla.

  • ¿Ayudarla? ¿A quién, a su mujer? Debe estar bromeando.

-No, mi mujer es una frígida, solo me acerco a ella para intentar evitar la tentación, pero no suele funcionar.

  • ¡JODER! ¿Estás en tus cabales, Paco? ¿Tu hija?

Pasé a tutear de forma consciente así había más intimidad, más complicidad.

  • Intenté resistirme, pero no hacía más que provocarme y excitarme. Al final hablando con algunos amigos descubrí ese medicamento.

  • ¿Ella te provocaba y tu decides drogarla para poder violarla? Esto es increíble, joder Paco, que es tu hija.

  • No es eso, la droga hace que sea más sensible a mis caricias y además la ayuda a fingir al día siguiente.

  • ¿Fingir? Joder eres más cabrón de lo que creía. Siento decirte que te vas a pudrir en la cárcel. No puedo tratar con un hombre que viola a su hija y encima se justifica diciendo que la culpa es de ella.

Me levanté y fui hacia la puerta. Él intentó levantarse, pero los grilletes le mantenían sujeto a la mesa. Suplicó, prometió y hasta lloró, pero salí de la habitación sin esperar más. El capitán salió de una puerta cercana y me acompañó a su despacho.

  • Necesito que lo ablanden un poco, todavía no está como lo necesito.

  • Haré que lo pongan con los delincuentes más peligrosos. Por curiosidad… ¿A quien pensaba drogar?

  • A su hija. La madre se va a dormir y él se encarga de su hijita.

  • ¿Y la mujer no se da cuenta?

  • La mujer le tiene miedo. Incluso aunque vea que mete algo en la bebida de la hija no dirá nada. Puede incluso creer que es un somnífero para después poder pegarla a gusto.

  • Mis hombres pasarán la noticia de que viola a su pequeña y seguro que se encargan de darle una lección.

  • Lo necesito vivo.

  • Lo sacarán antes, un muerto en el calabozo da mucho papeleo, eso lo hacemos en un callejón – comentó con una sonrisa. No supe si era una broma o lo decía en serio.

Estaba anocheciendo cuando regresé al barco. Traté de calmar a la madre y la hija, sin mucho éxito. En el camino de regreso le dije a Carmen que cuando la niña se acostase teníamos que hablar.

Ellas se retiraron a su casa y yo me puse a revisar los videos de seguridad. Siempre que había revisado algo la imagen había seguido a Carmen, no me había puesto a comprobar que hacía Paco el resto del tiempo. Comprobé los videos empezando por la cena del primer día, que fue la única vez que yo no estuve delante. Efectivamente vi como Paco dejaba caer algo en el vaso de Carolina, pero lo hizo con mucha práctica y ninguna de las dos mujeres se dio cuenta. Pasé por la violación a su mujer y como ella salía de casa para venir conmigo. Él se levantó del sofá y fue al cuarto de su hija. Ella ya estaba dormida, se acercó a la cama y se sentó en el borde.  Después de un par de intentos de despertarla lo único que consiguió fue un ruido ininteligible sin que abriese los ojos. Entonces la destapó y contempló su cuerpo adolescente cubierto solo por una camisola. Con cuidado levantó la camisola y dejó las piernas al aire, después la cadera, con unas braguitas blancas y por último unos pechos puntiagudos con los pezones erectos. Pasó la mano por los pechos amasándolos con fuerza y después bajó a la entrepierna, metió la mano por debajo del elástico y la chica se removió abriendo las piernas. Estuvo masturbándola un rato hasta que la chica llegó al orgasmo. Carolina se retorcía apretando las piernas y atrapando la mano de su agresor. Paco la besó en los labios, volvió a colocar la camiseta y salió de la habitación. Se metió en la cama solo un par de minutos antes de que llegase su mujer. Seguí avanzando la grabación hasta un momento a mitad de la noche. El hombre se levantaba y volvía a la habitación de su hija. Sin encender la luz se desnuda y se mete en la cama con ella. La resolución de la cámara en visión nocturna no permite ver detalles pero está claro que la penetra y eyacula sobre ella. Después la limpia con la chaqueta de su propio pijama y vuelve a dejarlo todo como estaba para regresar a su habitación. Revisé los siguientes días. No se repitió el caso, seguramente fue porque no tenía más pastillas. Lo único que hizo fue acercarse a la habitación y espiar desde la puerta.

Cuando llegó Carmen le puse la grabación y comenzó por llorar. Me hizo volver a ponerlo y pasó del llanto al enfado. A la tercera pasó a los gritos y el odio. No quise volver a reproducirlo.

  • Tienes que hablar con tu hija. Ver como reacciona, si recuerda algo o no. Si es necesario podemos buscar un psicólogo para ella, pero lo primero es que hables con ella.

  • ¿Cómo voy a hablar de eso con ella? ¿Cómo se pregunta a una hija si recuerda como su padre la violaba?

  • Tienes que hacerlo. Mañana sacaré a Paco de la cárcel y le traeré aquí. Y quiero que esté preparada para ello.

  • ¡Ni hablar! ¡Deja que ese cabrón se pudra en la cárcel!

  • Carmen. Serénate y recuerda con quién estás hablando – simplemente por el tono de mi voz se quedó parada.

  • Lo siento amo – se disculpó bajando la vista.

  • Voy a traerle aquí pero con ciertas garantías. Y tendrá que aceptar ciertas condiciones. La primera será que la niña y tú os mudáis a la casa principal, las dos tendréis vuestras habitaciones. Él seguirá en la casa del servicio. Le pondremos un rastreador que evitará que se acerque a cinco metros de tu hija. Y además sin que él se entere le vamos a proporcionar una castración química. Después, en unos días tendrás que decidir un castigo para él, y como ese castigo dependerá del daño que le haya hecho a tu hija tendrás que hablar primero con ella.

La envié de regreso con su hija para que hablase con ella. Por desgracia para mí esa noche tampoco habría sexo. Lo único que me consolaba era saber que en cuanto solucionase el problema con Paco el sexo me iba a desbordar.

Durante el desayuno las dos mantuvieron un silencio incómodo hasta que intervine.

  • ¿Qué es lo que os pasa? Sois madre e hija, no debería haber nada que no podáis solucionar.

  • Esto no... Señor - estuvo a punto de decir amo pero al final lo arregló.

  • ¡Ella ha dicho cosas horribles de papa!

  • Carolina, entiendo que es tu padre y crees que tienes que protegerle, pero supongo que sabrás diferenciar lo que ha pasado. Esto no es algo normal.

  • ¡Cree que es culpa suya! - gritó Carmen dejando la jarra del zumo con tanta violencia que salpicó un poco.

  • ¡Por supuesto que es culpa mía! - gritó a su vez Carolina -. Yo le busqué, yo le quería y le tuve. Y ahora va a ir a la cárcel por mi culpa.

  • Estás equivocada. Es tu padre y debería haber evitado esto. Además, te estaba drogando. Es posible que pienses que es culpa tuya, pero no lo es. Tú podías sentirte atraída por él, pero no creo que hicieses nada para obligarle.

  • Yo me acercaba a él sabiendo lo que provocaba. Me frotaba contra su cuerpo, dejaba que sus manos pasasen por el mío. Me gustaba... Y ahora está en la cárcel.

Se levantó tan violentamente que tiró la silla y después salió corriendo de allí. Carmen intentó seguirla pero la agarré por la muñeca.

  • Espera. Vamos a darle un tiempo y después iré a buscarla.

  • Está enamorada de él - sollozó Carmen -. De ese... animal.

  • Ese animal te enamoró a ti también hasta que descubriste como era.

Mis palabras la hicieron llorar. Me acerqué a ella y la abracé susurrando en su oído.

  • No es culpa tuya. No podías saber lo que estaba haciendo. Suficiente tenías con soportar la forma en que te trataba. Ahora podemos arreglarlo.

  • ¿Arreglarlo? ¡Ha violado a mi hija!

  • Carolina no parece víctima de una violación, es víctima de un enamoramiento enfermizo pero eso se cura. Hablaré con ella e intentaré que vea la verdad. Esta tarde o mañana iré a buscar a Paco. Tú actuarás como si creyeses en su versión, es inocente y le sigues queriendo.

  • Pero...

  • Sin peros. Cuando ocurra lo entenderás. ¿Confías en mí?

  • Por supuesto amo. De quien dudo es de él. Intentará engañarte.

  • Cuento con ello, pero no voy a darle opción.

Comprobé la posición de Carolina en el tablet, estaba sentada en la playa. Cogí uno de los carritos de golf y fui hacia allí. Estaba concentrada, mirando el mar.

  • Es curioso, llevamos en la isla varios días y es la primera vez que vengo a la playa - comenté.

  • Yo vine el primer día, pero no he tenido tiempo de volver. Necesitaba un sitio tranquilo y esto es el mejor sitio que conozco. ¿Nos vas a mandar a España?

  • ¿Eso es lo que te preocupa?

  • Si nos mandas a casa y él se queda en la cárcel de aquí no podremos verle.

  • Entiendo que le quieras, pero debes admitir que lo suyo no es muy normal.

  • Pero yo...

  • Tú todavía no sabes lo que quieres. Yo podría hacer que tu padre me entregase a su mujer para que me acostase con ella y no por eso sería culpa suya, sería culpa mía.

  • No te entiendo.

  • ¿Qué posibilidades crees que hay que tu padre obligue a tu madre a acostarse conmigo?

  • Ninguna.

  • Ahora bien, imagina que yo voy mañana a la cárcel y le ofrezco salir de allí si hace que su mujer se acueste conmigo. ¿Crees que aceptará? - tomé su silencio como una afirmación -. ¿Y si la moneda de cambio fueses tú?

  • Nunca, él me quiere.

  • ¿Te quiere o te desea? Has salido a tu madre, tienes un cuerpo muy bonito y cara de ángel. Si de verdad te quisiera no habría ninguna duda, pero si solo te desea puede decidir compartirte.

  • ¡Eso nunca!

Hizo ademán de levantarse, pero la sujeté por la muñeca.

  • Escucha mi propuesta - ella volvió a sentarse -. Mañana iré allí y le ofreceré la libertad a cambio de convertir a su mujer en mi concubina. Además le pediré que te comparta conmigo. Si acepta le traeré aquí. ¿Si acepta cambiarás de opinión?

  • No aceptará.

  • Esperas que no acepte, lo comprendo. ¿Y si acepta? ¿Admitirás que estás equivocada? ¿Hablarás con tu madre para tranquilizarla? Está muy preocupada por ti.

  • ¿Puedes sacarle de la cárcel?

  • Está en la cárcel porque lo que ha hecho me asquea. Si lo quisiera aquí estaría aquí.

  • ¿Lo harás?

  • ¿Lo quieres de verdad? ¿Confías en él?

  • Con toda mi alma.

  • Si él acepta mi trato creo que puede obligar a tu madre a acostarse conmigo. ¿Podrá hacerlo contigo?

-¿Qué...?

  • Si acepta compartirte conmigo... ¿Lo harías?

  • ¿Quieres acostarte conmigo?

  • Eso no es importante, lo importante es saber cuanto lo quieres. Mi trato con él será por las dos, tu madre será totalmente mía y a ti te compartiré con él. ¿Tú le quieres tanto como para acostarte con otro hombre?

  • No aceptará.

  • Ya veo. No quieres admitir que puede aceptarlo. Te diré lo que vamos a hacer. Si acepta lo traeré a la isla, no podrá acercarse a ti. Si de verdad quieres seguir con él después de ver como es realmente entonces me encargaré de buscaros un momento a solas sin que se entere tu madre. Pero quiero que sepas que si le vuelves a ver en la isla es porque ha aceptado que te acuestes conmigo.

  • Eso es cruel.

  • Cruel es seducir a una jovencita para que después de violarla crea que la culpa es suya. Si de verdad te quiere aceptará la cárcel. Y además, para que veas lo convencido que estoy de que es un monstruo y de que no merece tu amor, si no acepta me encargaré de que le impongan la condena mínima. Serían nueve meses de cárcel. Tendrá que elegir entre esos nueve meses y obligar a su hija a acostarse con un pervertido.

  • No lo aceptará.

Esta vez no evité que se levantase. La duda estaba plantada y yo estaba seguro de que aceptaría. Siempre que le dejase acostarse de vez en cuando con ella. De todas formas me descubrí apreciando el pequeño trasero respingón de Carolina. Llevaba unos vaqueros ajustados y el movimiento de caderas al andar sobre la arena era muy atractivo. ¿Me estaba planteando acostarme también con ella? Joder, era una niña. Una niña con ideas extrañas pero con solo dieciséis años.

A la hora de la cena Carolina parecía haberse calmado algo y Carmen se desvivía para que no cambiase.

  • Mañana por la mañana iré a hablar con el capitán, creo que puedo convencerle para que Paco vuelva a la isla bajo mi responsabilidad. Pero tendrá que aceptar el trato.

  • ¿Qué trato? - preguntó Carmen.

  • El que le ofrezca. En el caso de que no lo acepte conozco un abogado que puede negociar una condena reducida.

Ninguna de las dos sonrió, Carmen porque sabía que iba a traerlo a la isla y Carolina porque ninguna de las dos opciones era buena. Si venía significaba que todo lo que sabía de él era falso y si era como ella creía iría a la cárcel.

Esa noche esperaba pasarla solo y como era temprano me puse a trabajar en el programa. No estuve mucho, una alarma en el terminal que estaba usando me advirtió que Carolina había entrado en la casa. Lo peor era que Carmen la estaba siguiendo. Me desnudé rápidamente y me quedé en boxers, me metí en la cama y cogiendo el tablet simulé estar leyendo.

La puerta se abrió con suavidad y Carolina entró en la habitación. Iba vestida solo con la camisola larga que usaba para dormir y unas braguitas. Sus pezones se marcaban excitados sobre la tela. Juntó la puerta detrás de ella pero no llegó a cerrarla, debía querer una salida rápida si la cosa se torcía.

  • Hola – casi fue un susurro.

  • Hola Carol ¿Qué quieres?

  • Cambiar el trato.

En la pantalla del tablet podía ver que Carmen se acercaba lentamente por el pasillo, ya debía oír la conversación.

  • ¿Qué trato te gustaría?

  • No le ofrezcas a él nada, simplemente lo sacas y lo traes aquí, con todas las medidas de seguridad que quieras. Si lo haces yo me acostaré contigo.

  • ¿Así que estás dispuesta a acostarte conmigo con tal de no averiguar la verdad?

  • Sé que nunca aceptará pero la simple duda le dolerá mucho.

  • ¿Y no le dolerá que te acuestes conmigo?

  • Él no tiene por qué saberlo y aunque lo sepa, prefiero que se enfade conmigo a que esté en la cárcel. Con el tiempo entenderá por qué lo hice, es un hombre muy bueno.

  • Se me había olvidado que eres una adolescente con sueños románticos – comenté desdeñosamente -. Te equivocas totalmente, pero aunque estuvieses en lo cierto  tu trato no me conviene. Pero puedo hacer otra cosa, cuando le exponga mi trato le diré que tú lo aceptarías. Así le quitaríamos el peso de la decisión.

  • Seguiría doliéndole porque sabría que estaría dispuesta a hacerlo simplemente para que saliese de la cárcel -. Hizo una pausa dramática y lanzó la pregunta que yo estaba esperando -. ¿Y si acepto acostarme contigo ahora y otra vez cuando lo traigas?

  • Eso solo no me valdría, mi propuesta es compartirte de manera que te tendría siempre que él quisiera tenerte. Eso haría al menos una vez a la semana. ¿Estarías dispuesta a ello?

  • Me acostaré contigo una vez a la semana por la libertad de mi padre, sin ningún trato con él.

  • No sé… Desnúdate para que pueda apreciarte mejor.

  • ¿Aceptas o no?

  • ¿Te da vergüenza desnudarte frente a mí y estarías dispuesta a acostarte conmigo? Creo que intentas engañarme para salirte con la tuya. Decídete, ahora juegas con adultos.

Iba  a replicar, pero al ver mi resolución se lo pensó mejor y con mucho cuidado levantó la camisola y se la sacó por encima de la cabeza. Carmen en el pasillo se tapó la boca para no hacer ningún ruido, estaba esperando. Carolina tiró la prenda al suelo y cruzó los brazos sobre sus pechos.

  • Las braguitas también. Y no te tapes que si no te veo no puedo decidirme.

Con mucha delicadeza llevó las manos al elástico de las braguitas y metió sus dedos pulgares suavemente y se fue agachando hasta el final, dejando durante un segundo sus pechos colgando y sin apartar los ojos de mí.

  • Ciertamente tienes un cuerpo precioso, pero hay un problema, el cuerpo de tu madre está más… desarrollado. Y el trato que hice con ella es el que te dije esta mañana. Darle a elegir a tu padre. Si el accede lo traeré aquí. Y a cambio tu madre se acostará conmigo esta noche.

  • ¡Será zorra!

  • ¿Zorra? ¿Por ofrecerse igual que lo acabas de hacer tú? Al menos ella está dispuesta a saber como es tu padre realmente. ¿Es mejor seguir con la duda? ¿O lo que ocurre es que tienes la sospecha y no quieres comprobarlo por si te equivocas?

Iba a contestar cuando Carmen entró en la habitación. Al final se había decidido.

  • ¿Carol? ¡Pero bueno! ¿SE PUEDE SABER QUE HACES DESNUDA?

Pese al desparpajo que había exhibido momentos antes la niña se sonrojó y recogió su ropa abrazándola contra el pecho.

  • Ve a tu habitación ahora mismo. Ya hablaremos mañana.

La poca compostura que le quedaba la perdió en ese momento, salió corriendo con lágrimas en los ojos. Carmen cerró la puerta y casi voló hasta la cama. Lloraba amargamente, yo extendí los brazos y ella me abrazó.

  • Amo, lo siento, tenía que entrar. Es mi hija.

  • Sí, pero no has entrado hasta que yo la he rechazado. Eso me ha gustado.

  • Cuando le has ordenado que se desnudara pensé que me moría, quería entrar y abofetearla, pero no quería estropear tu plan.

  • ¿Y si hubiese aceptado?

  • Me hubiese dolido mucho pero hubiese esperado a que terminase con ella antes de entrar.

  • ¿Te hubiese dolido que me acostase con tu hija?

  • Igual que si fuese cualquier otra mujer. Mi hija está enamorada de su padre y cualquier cosa es mejor que eso, si cambiase su amor por ti podría aceptarlo, pero ahora mismo sigue queriendo a su padre, simplemente se prostituiría por él. Si quiere acostarse contigo debe ser como tu sumisa, igual que yo.

  • ¿Estás segura? Lo que estás diciendo es muy fuerte para una madre.

  • Si es su decisión estoy segura. No voy a decidir por ella, pero creo que cualquier cosa sería una mejora a su situación actual.

  • Bueno, entonces mi plan sigue en marcha, mañana traeré a tu marido a la isla y veremos como se desarrolla la cosa.

Seguimos abrazados, yo recostado contra el cabecero, ella con su cabeza sobre mi pecho y mi mano acariciando su pelo.

  • Amo… ¿Vamos a estar así toda la noche?

Cuando vi su cara no pude menos que reír, tenía una sonrisa traviesa en su cara que la hacía todavía más hermosa de lo que era. La besé mientras su mano se perdía dentro de mis boxers y atrapaba mi pene. Con ansia abandonó mis brazos y se agachó tirando las sábanas a los pies de la cama y bajándome los pantalones. La escena con Carolina me había excitado bastante así que mi erección era plena. Primero jugó con sus manos, después fueron los suaves besos y lamidas para, por último, introducírsela en la boca. Después de unas cuantas subidas y bajadas me miró fijamente a los ojos y se la introdujo todo lo dentro que pudo, mi glande tocó contra su campanilla provocando una arcada. Ella se retiró respirando con dificultad y volvió a metérsela en la boca, dos, tres bajadas y otra vez hasta el fondo. Esta vez aguantó algo más pero al final volvió a sacarla. La sensación era increíble, creo que más por el morbo que por el placer físico pero como siguiese así no iba a durar mucho.

  • Carmen – susurré -. Puedes hacerlo otro día…

  • No, amo. Tengo que hacerlo ahora.

Esta vez noté como chocaba contra su garganta y su nariz rozaba mi pubis…. Y eyaculé, sin advertencia, sin preparación. Ella se retiró solo lo suficiente como para que pudiese descargar en su boca. Después se lo tragó y sonrió.

  • He estado buscando en internet.

La agarré y besé su boca descubriendo mi sabor en ella. Sin dejar de besarla desabroché su blusa y ella terminó de quitársela, seguí por la falda. Siempre he dicho que una mujer es mucho más sexy en ropa interior que desnuda, pero por mucho que me pareciese lógico no pude aguantar más de unos segundos sin arrancarle las bragas. Abrí sus piernas me lancé a darle placer. Subí besando la cara interna del muslo acariciando al mismo tiempo con mis manos. Cuando llegué a sus pliegues los separé con una mano y lamí sus labios arrancando un gemido, suavemente paseé mi lengua por su vagina sin llegar a penetrar. Deposité saliva en mis dedos y los introduje lentamente provocando que arquease la espalda. Comencé a excitar su clítoris con la punta de mi lengua mientras la penetraba de forma rítmica. Cuando noté que se acercaba al orgasmo reduje mi ritmo para hacer que durase más tiempo, yo necesitaba recuperarme. Al relajarse ella volví a aumentar el ritmo, solo para bajarlo cuando empezaba a tensarse. Los gemidos eran continuos y no precisamente silenciosos.

  • Por favor, por favor, amo.

Esta vez no la obligaría a pedirlo, aceleré la velocidad de mi mano y mi lengua hasta que noté que se tensaba. En ese momento introduje otros dos dedos provocando un grito de placer por el aumento de la presión. Ya más despacio seguí acariciándola mientras los últimos estertores del orgasmo se pasaban. Mi pene ya estaba casi listo. Abrí el cajón de la mesilla y saqué un bote de gel lubricante y me embadurné las manos. Era sabor a fresa y su aroma invadió la habitación. Agarré su cadera y la hice girarse poniendo sus piernas ligeramente separadas y con el culo en pompa. Fui directo a su ano, estaba bastante más elástico que hacía unos días, los ensanchadores habían hecho su trabajo. Aun así fui aplicando caricias con el gel introduciendo mis dedos y depositando más lubricante en el interior. Poco a poco fue soltando gemidos.

  • Carmen… acaríciate para mí, quiero que al mismo tiempo que te penetro por detrás te masturbes. Cuanto más fuerte te penetre más fuerte te tienes que masturbar, ¿De acuerdo?

  • Si, amo, pero hazlo ya… por favor.

Del cajón saqué un preservativo y me lo puse en tiempo record. Acaricié sus labios mayores con el glande para arrastrar algo de flujo y así hacerlo más suave. Su mano acarició mi pene y sentí como una descarga eléctrica, se puso tan dura que dolía. Me retiré un segundo y me apliqué a su ano. Con mucha paciencia presioné sobre su esfínter que me dejó entrar sin mucha resistencia, fui entrando y notando como su carne se separaba a mi paso. Su interior ardía, era un horno. Cuando llegué al final me paré y reposé un momento. Ella aprovechó para coger aire de forma violenta.

  • ¿Te duele?

  • No, es una sensación extraña, pero casi no me duele.

Comencé a salir y entrar, al principio fue un centímetro, y volví a entrar, después algo más, para al cabo de pocas penetraciones sacaba casi por completo mi pene y lo volvía a enterrar en su interior. Fui acelerando mi ritmo agarrándola por las caderas. Nunca he sabido si a las mujeres les gusta realmente el sexo anal o lo dicen solo para complacernos, pero en ese momento me daba igual, ella gemía, gritaba y se retorcía mientras se masturbaba y yo horadaba su trasero. La excitación era demasiado fuerte, no iba a durar mucho. Cuando pasé el punto de no retorno se la saqué arrancándome el preservativo y la introduje en su vagina violentamente. Tres golpes de cadera frenéticos y gritamos al unísono, continué moviéndome pese a la debilidad que me envolvía hasta que finalmente no pude más y me derrumbé a su lado. Ella me abrazó y besó con cariño.

  • Ha sido fantástico, gracias.

Por mucho ego que tenga un hombre, por mucha confianza y experiencia. No hay nada mejor y más gratificante que el hecho de que tu amante te confirme tu hombría. Así fue la primera noche completa que pasamos juntos.

CONTINUARÁ…