Cumpliendo mi sueño (3)

Mi primer día completo y a solas con Carmen

Con el jet lag nos habíamos acostado muy pronto, así que no tuve problemas para madrugar y así a las cinco y media de la mañana salí a correr. En la parte interior de la verja del perímetro había un camino pavimentado como una pista de atletismo. Cuando el temporizador que había programado a una hora me avisó casi había completado una vuelta completa al jardín, unos ocho kilómetros. Cuando acabó volví caminando hacia la casa. El sol se levantaba rápidamente por el horizonte. Ciertamente la isla había sido una buena compra. Me di una ducha y bajé a la cocina. Allí estaba la familia desayunando. Al verme Carmen se levantó y comenzó a prepararme el desayuno.

  • Buenos días - saludé -. Paco, en la entrada le he dejado un sobre con la documentación que necesitará Carolina en el instituto. Supongo que ellos le darán el resto de los detalles. Junto al sobre tiene una tarjeta de crédito. Está a su nombre, es para gastos. Cualquier cosa que necesite para el desempeño de su trabajo páguelo con esa tarjeta, así como cualquier gasto derivado de los estudios de su hija.

  • Gracias.

  • No hay de qué, es lo que habíamos estipulado.

Un par de minutos después la casa detectó como se acercaba un pequeño barco.

  • Vienen a recogerles. Durante esta semana lo harán todos los días. Cuando termine con el papeleo del instituto comenzarán a darle un curso rápido para poder pilotar el barco. La legislación es bastante clara, tiene que tener un título. Pero según me han dicho se puede arreglar para que lo tenga en una semana. El único problema es que tendrá que estar fuera hasta la tarde y aquí se le puede ir acumulando trabajo.

  • No hay problema, todo está en muy buenas condiciones y por lo que he visto puedo estar unos días dedicando poco tiempo al jardín. Además aprender a navegar siempre ha sido uno de mis sueños.

  • Me alegro de oírle decir eso. De todas formas creo que se va a aburrir de ello. Tendrá que usarlo todos los días - comenté con una sonrisa que él devolvió.

El padre y la hija salieron de la casa mientras yo seguía desayunando. Sin decirle una palabra a Carmen encendí el tablet que había dejado sobre la mesa. Accedí a las cámaras exteriores y pude ver como circulaban hacia el embarcadero subidos en un carrito de golf. Carmen se acercó y se fijó en la imagen.

  • ¿Hay cámaras?

  • Hay cámaras por toda la propiedad. Estamos en una zona conflictiva y aunque las patrullas guardacostas vigilan no está de más tener precaución.

  • ¿Y dentro de la casa?

Sin decir palabra accedí a la grabación de mi dormitorio la noche anterior. En ella se podía apreciar como se arrodillaba ante mí y comenzaba a realizarme una maravillosa felación.

  • ¡DIOS!

  • No, tecnología - bromeé yo -. Hay  más.

Pasé a las imágenes de la casi violación que había sufrido a manos de su marido.

  • ¡Esto es...!

  • Excitante. Mira, tengo imágenes de todo lo que pasa en la casa y fuera de ella. Esto hace que sea mucho más emocionante todo lo que hagamos. Porque si de repente te entra un ataque de fidelidad y compromiso puede que decida enseñarle lo fiel que eres a tu marido. Y por lo que he visto no creo que sea muy comprensivo. Aunque es posible que lo acepte. Si le permito mantener su trabajo. ¿Tú que crees? ¿Te elegirá a ti o a su trabajo?

Vi como se le humedecían los ojos e intentó girarse para salir corriendo. Antes de que pudiese hacerlo la agarré por la muñeca. Intentó zafarse pero la sujeté con fuerza.

  • Siéntate - ordené en un tono suave pero tajante.

Ella me obedeció y entonces volví a poner las imágenes en tiempo real de su marido e hija. Habían subido al barco y Paco charlaba amigablemente con el que iba a darle el curso de navegación.

  • Mira. Lo que busco es sencillo, quiero una mujer como tú, guapa, con una sexualidad desbordante, con ganas de cumplir todos mis deseos incluso antes de que yo tenga que formularlos. Capaz de hacerme llegar al cielo y de acompañarme en el viaje. Sé que tú puedes hacerlo. Pero no lo voy a hacer a la fuerza. Tendrás que aceptar o rechazarlo. En el momento que se lo cuentes a tu marido será el momento en que lo rechaces. Esa será la única cosa que aceptaré como un rechazo. Todo lo demás significa que eres rebelde y cada acto de rebeldía tendrá un castigo. Puede que no me guste provocar dolor, pero no dudaré en hacerlo. Entonces, ¿que eliges? ¿Se lo vas a contar a tu marido o podemos comenzar?

Ya no hizo falta que la sujetase, estaba completamente derrotada. Los brazos caídos, la barbilla contra el pecho y las lágrimas corriendo por las mejillas.

Con suavidad, la cogí de la barbilla y levanté su rostro para poder mirarla a los ojos.

  • ¿Te has decidido?

  • Por favor... - casi fue un susurro.

  • ¿Por favor déjame disfrutar contigo? o ¿Por favor llama a mi marido y cuéntale la verdad?

  • Yo...

  • Una de las reglas que vas a tener que cumplir es sencilla y sin embargo va a ser la que te va a resultar más dura. No puedes mentirme. Ahora responde, ¿Que va a ser?

  • Por favor...

Pasé mi pulgar por sus labios y no hizo falta mucha presión para que los abriese y comenzase a chupar de forma muy sensual. Esta mujer era increíble. La cogí de la mano y tiré de ella para que me siguiese.

La llevé hasta mi despacho. Una vez allí, con la tablet, abrí una puerta camuflada en una de las estanterías de la biblioteca. Descendimos por una escalera perfectamente iluminada y llegamos al sótano. A parte del refugio antitormentas de la casa el sótano tenía esa otra sala. Allí había colocado todo lo que podría serme útil en mi perversión, vibradores, dildos, bolas de cristal, parches, estimuladores, geles, mordazas, pinzas... La hice sentarse sobre una de las tres camas que había allí. Cada una tenía sus ventajas. La que había elegido era una sencilla pero firme. Lentamente comencé a desabrocharle la blusa, sin prisa pero sin pausas. Ella fue dejándome desnudarla sin presentar resistencia, pero tampoco colaboró de forma activa. Cuando terminé le dije:

  • Ahora desnúdame tú a mí.

Tardó un momento en responder, pero después obedeció. Le temblaban las manos, no sé si era de miedo o excitación. Cuando me bajó los pantalones mi pene saltó disfrutando de la libertad después de pasar tanto tiempo oprimido.

  • Carmen, si te tengo que decir todo lo que quiero no aprenderás nunca. No conoces todos mis gustos, pero estoy seguro que tu imaginación hará el resto.

Con cuidado agarró mi pene y comenzó a acariciarlo, besarlo y finalmente a chuparlo. Yo me concentré en acariciar su pelo mientras ella lo hacía. Al principio fue algo mecánico pero poco a poco fue haciéndolo más rápido, buscando mi placer. Estaba empezando a entrar en el juego.

  • Mírame a los ojos.

Vi su expresión y ya no había dudas continuó sin pausa hasta que me llevó al orgasmo. Cuando notó que iba a eyacular se la sacó de la boca y apuntó a sus pechos bañándose en mi esperma. Me agaché y la besé con pasión.

  • La próxima vez será en tu boca y te lo tragarás todo.

La llevé al centro de la cama y me acosté junto a ella. Una mano fue a sus maravillosos pechos, la otra a su pubis. Y mi boca comenzó en el pezón que quedaba libre. Ella se empezaba a abandonar. Cuando bajé besando su ombligo y acariciando sus caderas comenzó a suspirar de forma audible. Abrió las piernas para facilitarme el acceso y comencé a jugar con su sexo. La lengua castigaba su clítoris mientras con dos dedos la penetraba con suavidad. Ella se agitaba intentando aumentar el contacto cuando me paré en seco.

  • Carmen, no me has contestado. ¿Aceptas mis condiciones?

  • Por favor... sigue.

  • ¿Aceptas?

Antes de que bajase su excitación le dediqué un par de caricias más mientras ella intentaba moverse pera llegar al orgasmo en contra de mi voluntad.

  • Por favor...

  • No. No voy a hacerte ningún favor. ¿Quieres correrte como una guarra? Acepta.

  • Yo no...

  • ¿No eres una guarra? Me la chupaste para conseguir el trabajo, anoche tu marido te hizo daño y viniste a mí para ponerle los cuernos. Hoy estás abierta de piernas pidiéndome que te haga correrte. ¿Como se le llama a eso? ¿Una esposa dedicada?

  • Por favor...

  • Acepta y podremos seguir.

La mantuve varios minutos al borde del orgasmo, tuve que usar toda mi pericia para evitar que llegase porque estaba muy excitada. Al final lloraba de frustración.

  • Por favor...

  • Dilo, di que aceptas.

  • No... Yo...

  • ¡Dilo!

  • ¡ACEPTO! ¡Eso es lo que querías!

  • SI.

Esta vez la llevé al orgasmo con toda la furia que fui capaz y cuando noté que llegaba al orgasmo continué acariciándola y masturbándola lo que pude para prolongarle el orgasmo. Gritó, rugió y lloró mientras me empapaba de una forma que no había visto nunca. Cuando la excitación fue abandonando su cuerpo me puse a su lado y la abracé acariciando su espada y dándole suaves besos en la frente. Durante unos minutos ninguno dijo nada, ella estaba agotada. Después levantó la cabeza y me miró.

  • ¿Y ahora...?

  • Ahora empezamos la diversión. Al principio algunas de las cosas que te pediré te parecerán difíciles, después irás acostumbrándote y aumentaré la dificultad. Así hasta que no tenga nada que enseñarte. Una cosa quiero que tengas clara, no te pediré nada que no crea que puedes hacer. Si me fallas es por falta de voluntad. Por esos fallos te castigaré. Habrá veces que creerás que lo que te pido es imposible, pero debes confiar en mí y en ti misma.

-¿Y con mi marido?

  • Tu marido ya no importa. Puede que quiera algo de sexo, no se lo vas a poner fácil, pero no quiero que te enfrentes a él. Si no puedes poner una excusa simplemente hazlo. Una de mis órdenes sería que no obtengas placer al estar con él, pero sé que no es necesario. No lo harás.

-...

  • No intentes negarlo. La primera regla es no mentir. Cuantas veces te has corrido con él.

  • Solo un par de veces y eso fue antes de tener a Carol.

  • Más de dieciséis años sin un orgasmo con tu marido ¿por qué sigues con él?

  • Porque no puedo abandonarle, mi hija es muy importante para mí y además...

  • Le tienes miedo.

  • Si.

  • No te preocupes. Tú me has prometido tu obediencia, yo te voy a hacer una promesa. Para cuando acabe el contrato que tenemos, harás lo que quieras con tu marido. Si decides dejarle o humillarle podrás hacerlo y además lo harás sin miedo.

  • Gracias.

La besé con pasión buscando su lengua. Esa mujer me volvía loco, íbamos a disfrutar mucho  con su entrenamiento. Después de notar como me volvía a excitar la hice colocarse a cuatro patas sobre la cama y me coloqué detrás. Froté mi glande contra sus labios vaginales arrastrando gran cantidad de flujo. Ella se movió intentando forzar una penetración. Un suave azote en la nalga hizo que diese un salto.

  • Solo cuando yo quiera. Si quieres algo pídelo por favor.

  • Por favor...

  • Por favor ¿que?

  • Por favor, métemela.

La penetré de un solo golpe y hasta el fondo provocándole un jadeo. Fui más duro que antes, tenía que saber que era lo que más le gustaba, hasta ahora solo tenía sospechas pero tenía que asegurarme. Me humedecí el dedo y con la mano en su rabadilla comencé a acariciar su ano con mi pulgar. Ella se tensó...

  • No...

Un azote en la nalga cortó su queja.

  • Haré lo que quiera. ¡Guarra! Tú solo puedes pedir.

Continué bombeando y acariciando con el pulgar y esta vez usé mi otra mano para excitar su clítoris al mismo tiempo. No tardé en notar como se acercaba su orgasmo, como comenzaba a contener la respiración soltando de golpe el aire. Justo cuando noté la primera contracción en mi pene fue cuando introduje el dedo en el estrecho orificio haciendo que arquease la espalda violentamente y soltase un fuerte grito de placer. En ese momento no pude contenerme más y eyaculé en su interior. Empezaba a perder la erección cuando salí de ella y le di un beso en los labios mientras recuperaba el aliento.

  • Y querías hacerme creer que eras una mujer fiel a su marido y que no ha tenido un orgasmo en dieciséis años – comenté con una carcajada.

  • Es verdad – respondió ella con un hilo de voz -. No he tenido ningún amante y con a mi marido solo le importa correrse. Tenía que…

  • Masturbarte. Estás desnuda en la cama con un hombre que acaba de hacerte gritar de placer, deberías dejar esa timidez.

  • Sí. Masturbarme, pero nunca me había tocado el culo.

  • Pues eso va a cambiar.

El resto del día fue bastante monótono, un par de horas más de ejercicio, parte en el gimnasio y parte en la piscina. Actualicé datos en el programa y me puse a realizar la segunda parte de mi proyecto la versión 2.0 de mi propia invención para ello necesitaba que mi versión inicial trabajase perfectamente así que tenía que seguir con ello. La comida fue sencilla, Carmen había empezado con su curso de cocina y preparó unos escalopines marsala dignos de un restaurante de lujo. La felicité por ello y ella se puso colorada por el cumplido. Estaba preciosa cunado se sonrojaba. Volví a pensar en lo excitante que me resultaba esa mujer. La tarde pasó volando y no tuve tiempo para todo lo que quería haber hecho. Había introducido los nuevos datos y subido la grabación de las constantes de Carmen durante los encuentros sexuales hasta el momento. El programa me dio varias ideas que yo apunté en mi memoria. De la versión 2.0 no me dio tiempo a hacer mucho, pero tenía todo un año por delante.

Durante la cena Paco y Carolina nos estuvieron volviendo locos con todas las cosas que habían pasado ese día, lo interesante que eran los barcos, lo increíbles que eran los chicos del nuevo instituto…

  • ¿Y tu mamá, que tal has pasado el día?

  • No he salido de aquí, cariño. He estudiado varias lecciones del curso de cocina, he limpiado un poco el polvo y nada más. Ha sido un día muy aburrido.

  • ¿No habéis coincidido en la casa? – preguntó su marido.

  • Durante la comida – contesté yo -. Su mujer me ha cocinado unos escalopines que podrían ser adictivos. Tiene mucha suerte de estar casado con una mujer de tanto talento.

Paco no se dignó a contestar. Podría haber sido un momento perfecto para piropear a su mujer, pero a él no le interesaba. Esta noche intentaría follársela, seguro. Las hormonas del implante tardarían todavía algunos días en hacer efecto.

Cuando se retiraron a su alojamiento la mujer se preparó para acostar mientras el hombre se tiraba en el sofá, el mismo sofá donde la noche anterior había poseído a su esposa. La niña se fue a su cuarto y comenzó a jugar con su móvil. Yo le había proporcionado ese terminal. De hecho se lo había proporcionado también a su padre, pero lo tenía como un lastre que no usaba. Por supuesto no tenían acceso a las capacidades superiores pero aun así era un buen teléfono. Yo prefería usar las tablets para el control de la casa por su mayor tamaño, pero todo se podía controlar también con el terminal móvil. Unas dos horas mas tarde, cuando vi a Paco levantarse y dirigirse a su dormitorio hice una llamada interna de la casa. La tablet que estaba en el salón de la casa de invitados comenzó a zumbar y Paco no tuvo otra que dirigirse allí y descolgar.

  • ¿Si?

  • Hola Paco, siento molestarle tan tarde. ¿Está Carmen por ahí?

  • Si, ahora se pone.

Vi por el monitor como llevaba el tablet al dormitorio donde Carmen ya se había metido en la cama. Le entregó el tablet y esta respondió.

  • ¿Si?

  • Perdonen de nuevo por la hora. Carmen, ¿Ha limpiado hoy en mi habitación?

  • Si – contestó ella algo nerviosa, no sabía de que iba la llamada.

  • Los documentos que tenía sobre la mesa, no los encuentro. ¿Podría decirme donde los colocó después de limpiar?

  • Yo no he visto ningún documento.

  • Sí, estaban en una carpeta amarilla aquí, sobre la mesa.

  • Pues si estaban ahí yo no lo recuerdo.

  • ¿Podría hacer memoria? Tengo que consultar unos datos para mandar un email y necesito esos documentos.

  • No lo recuerdo, lo siento.

  • Intente visualizarlo, eso suele refrescar la memoria. O si no le importa darse un paseo hasta la casa…

  • Es que estoy en la cama… - su marido le pegó un pellizco en el brazo y le hizo una serie de gestos – Pero puedo ir, me pongo una bata y voy.

Cuando cogió la bata y se la anudó su marido la cogió por el brazo.

  • Como me jodas este chollo tendremos algo más que palabras. Haz todo lo que te pida y siempre con una sonrisa. Si tienes que trabajar como una mula me da lo mismo, cada uno tenemos que hacer nuestra parte.

Ese hombre era la máxima expresión de que el hombre desciende del mono y desde luego en su caso se había producido una regresión.

Cuando Carmen llegó a mi habitación me encontró sentado en el Borde de la cama desnudo y con una tremenda erección.

  • Esta mañana te dije que la próxima vez te lo tragarías y he pensado que no merecía la pena esperar a mañana.

Se fue a agachar pero la sujeté. Cogí de la cama un huevo vibrador, que ya tenía lubricado con crema, se lo enseñé y le hice abrir las piernas. Aparté ligeramente la braguita con el meñique y con el pulgar y el índice aparté los labios mientras se lo introducía en la vagina.

  • Ya puedes comenzar. En mi mano tengo el control del huevo. Podrás aprender a lo que me gusta porque cuanto más placer reciba más subiré la potencia del juguete.

Empezó lentamente, acariciando, sobando los testículos, besando el tronco y esquivando el glande. Yo puse en el primer punto el vibrador. La sorpresa hizo que se parase de modo que apagué la vibración. Con un pequeño gruñido volvió a darme placer y yo volví a ponerlo en marcha. Su siguiente fase fue introducirse mi pene en la boca masturbando el tronco con los labios y una mano y acariciar el glande con la lengua. Jadeando subí la potencia al dos. Lo que hizo que aumentase el ritmo de la felación. Después no sé que hizo pero el orgasmo me alcanzó de golpe eyaculando en su boca, sentí tres disparos fuertes que se estrellaron contra su garganta y varios más débiles que se escurrieron fuera de mí. Ella se escurrió y tragó lo que pudo antes de retorcerse en el suelo y llevarse las manos a la entrepierna. No me había dado cuenta pero al tener el dedo en el mando y llegarme el orgasmo había llevado el control al máximo, el cinco. Y ahora ella estaba recibiendo su recompensa. Fui bajando el ritmo lentamente, de punto en punto. Noté que se había corrido porque tenía las bragas empapadas. Después de ayudarle a levantarse la llevé al baño para que se arreglase un poco antes de volver con su marido. Cogió unas braguitas limpias de un cajón con ropa interior que yo había comprado en previsión y se fue corriendo de la casa. Ya tenía una respuesta para su marido por si preguntaba por la tardanza, pero cuando llegó no hubo pregunta. Su marido roncaba sin piedad. Ella sonrió a la cámara y me lanzó un beso gesticulando con los labios para que yo entendiese un “buenas noches”.

  • Buenas noches a ti también – dije yo en voz alta.

CONTINUARÁ…