Cumpliendo mi sueño (2)
Llegamos a la isla y les enseño lo que será mi patio de juegos
"No te confíes" me dije a mi mismo mientras el avión descendía para tomar tierra, "de momento todo va según lo planeado, pero se puede torcer". La familia estaba eufórica, los había recogido un coche de lujo en su casa y les había llevado hasta pie de pista. Allí se encontraron conmigo que les acompañé al interior del avión. Carmen evitaba mirarme a los ojos, seguía a su marido y parecía su sombra. Nada fuera de lo previsto en el plan. La hija parecía un chihuahua hiperactivo, pequeños ruidos, saltitos, sonrisas, más saltos, más ruidos... El padre era el que más me interesaba en ese momento, ¿le habría contado algo su mujer? No era probable, solo había un uno por ciento de posibilidades de que se atreviese a hacerlo, pero podía ser posible. No lo parecía, había recuperado parte del orgullo perdido por la falta de trabajo y las deudas. Era un macho a la antigua usanza, era el que traía el pan a casa y si no podía conseguirlo significaba que había fallado como hombre. Ahora yo le había dado la oportunidad de hacerlo y, por lo menos superficialmente, parecía profundamente agradecido, me había estrechado la mano media docena de veces y me había prometido que no nos defraudaría al menos las mismas veces. De todas formas tenía que encontrar la forma de interrogar a Carmen para asegurarme.
Después de una escala para repostar llegamos al aeropuerto privado donde nos esperaba mi helicóptero. El personal de vuelo traspasó el equipaje y ayudó a la familia a colocarse los cascos y los cinturones. Cuando acompañaron a Paco al asiento del copiloto me miró extrañado.
¿No quiere sentarse aquí?
Prefiero pilotar desde el asiento del piloto, gracias - contesté con una sonrisa.
Sacarme la licencia de piloto había sido un capricho, no era necesario para mi plan, pero desde luego era divertido. Si desde el avión el paisaje había sido precioso, desde el helicóptero era asombroso, en la playa el agua era tan clara que se podía ver el fondo y en la parte más profunda el mar tomaba un color que solo parecía posible en un mundo de fantasía.
- Esa es la isla - les comuniqué cuando estuvimos cerca de nuestro destino.
La isla tenía forma de "S" irregular, con la parte inferior mucho más grande. Precisamente en la ensenada sur, la grande, estaba el embarcadero y en lo alto de la colina, a unos dos kilómetros de la playa, se podía ver la vivienda principal rodeada de los jardines. Aterricé en el helipuerto, a menos de cien metros de la casa y cuando Paco terminó de bajar el equipaje le indiqué como ayudarme a cubrirlo con una lona y fijar los patines a la pista para evitar problemas en caso de tormenta. Tenía un sistema de transporte para trasladarlo a un garaje, pero eso solo era necesario en caso de huracán.
Les hice un tour por la casa de huéspedes, era un chalet una sola planta con unos ciento cincuenta metros cuadrados construidos. Rápidamente la niña eligió uno de los dos dormitorios pequeños y los padres dejaron sus cosas en la habitación de matrimonio. No tenía cocina pero si un buen salón con una buena pantalla de televisión.
Les llevé a la casa, entramos por la parte trasera, por el garaje. En uno de los laterales había dos carritos de golf aparcados, enchufados a la red eléctrica. El garaje tenía el techo elevado hasta la segunda planta del edificio, allí era donde se podría guardar el helicóptero. Las paredes estaban cubiertas de armarios para herramientas, y mesas de trabajo. Había todo tipo de herramientas y máquinas además de repuestos para el helicóptero, para el barco, para los carritos de golf y para cualquier electrodoméstico de la casa. El garaje tenía una puerta que comunicaba con el hall principal acompañé a Carmen hasta la cocina donde ella se sorprendió de lo grande que era, la cámara frigorífica, todavía vacía, tenía unos cuatro metros cuadrados y la cámara de congelación era del mismo tamaño.
En unas horas llegará toda la mercancía, al venir en helicóptero nos hemos adelantado a los demás.
¿Los demás? - preguntó extrañado Paco.
Para ayudarnos a instalarnos. Como a visto cuando he abierto la puerta del garaje, no he usado ninguna llave, se ha abierto porque tengo implantado un chip que me permite abrirla cuando apoyo la mano en el picaporte. - Les enseñé el pequeño bultito que se marcaba en el dorso de la mano. Ustedes no lo tienen todavía y no podrían ir a ningún sitio. Vendrá un médico a colocarles los implantes, además de un equipo de limpieza, un par de jardineros para preparar el jardín, llenar los depósitos de combustible y por supuesto suministros para la cocina.
¿Implante? - balbuceó Paco.
No se preocupe, lo harán con anestesia local, no duele y no molesta. Todas las cerraduras de la casa se controlan con ellos. Si hay una puerta que no pueden abrir es porque es privada. La verja del jardín es la excepción se puede controlar desde aquí o desde el control que hay en jardín. Toda la finca está controlada por el mejor servicio domótico del mundo. Luces automáticas, temperatura controlada y todo lo que podáis imaginar. Tanto en la casa principal como en la del servicio. El riego está controlado y hay cámaras para controlar el perímetro. Parte de tu trabajo, Paco, sería atender los avisos que te proporcione el sistema.
Seguí enseñándoles la casa, el gimnasio, la piscina cubierta, la sauna... Estábamos todavía en la ronda cuando sonó mi móvil. Era el sistema automático de control del perímetro, me reprodujo en tiempo real una imagen en la que se veía una embarcación que se acercaba al embarcadero. Me acerqué a mi despacho y cogí uno de los tablets que controlaban la casa. Puse la mano en la pantalla y se activó. El interface me permitió acceder al control de la puerta principal y la abrí. Cuando vi como atracaban activé los altavoces del embarcadero:
- Les estábamos esperando. Les he abierto la verja, estaremos esperando en la entrada.
La gente que había contratado fue eficiente, en menos de dos horas habían terminado y estaban alejándose en el barco. Lo de los implantes fue algo violento, pero firmaron el consentimiento del médico y este pasó a colocarlos. Carmen preparó una cena frugal, que me llevé a mi cuarto y me despedí de ellos hasta el día siguiente alegando estar cansado por el jet lag, cosa que no era falsa, pero todavía podría aguantar algunas horas más sin dormir.
En mi habitación encendí el monitor del ordenador que estaba en el pequeño escritorio y accedí a la parte segura del sistema de vigilancia. A esa parte solo podía acceder yo. Desde ahí se controlaban las cámaras ocultas que cubrían todas las estancias, estaba también el sistema de posicionamiento de los implantes y el control de los mismos. No eran meros chips de identidad, llevaban integrados un sistema médico de liberación de medicamentos. El modelo había sido diseñado para otros usos, pero con dinero suficiente se puede conseguir lo que necesites. En el caso de Carmen empecé una liberación lenta, el de Paco en liberación rápida. El de Carmen estaba cargado con un par de hormonas de última generación, relacionadas con la respuesta sexual, se podría decir que eran los afrodisiacos del siglo XXI. En el caso de Paco eran todo lo contrario, reducirían la libido y la provocarían disfunción eréctil. Las hormonas empezarían a hacer efecto en unos días y comenzaría de forma muy gradual hasta ser efectiva en unos diez o quince días, pero yo no podía esperar tanto, tenía que comenzar la segunda fase de mi plan. El sistema los ubicaba en la casa del servicio, los tres estaban en el salón. Con un doble clic accedí a la imagen y el sonido de esa sala.
¡Esto es increíble papá!
Carol, cariño, termina de comer y vete a la cama.
-¡Jo mamá! ¡No tengo sueño! ¡Quiero salir y verlo todo!
Para eso ya tendrás tiempo mañana.
Mañana tengo que ir al instituto para matricularme. ¡¡¡LA ROPA!!! ¿Que me voy a poner?
La niña salió corriendo hacia su habitación y dejé de verla, activé el seguimiento marcando la prioridad en Carmen. La imagen principal se mantuvo pero en la esquina superior derecha apareció una imagen reducida de la habitación en la que estaba Carolina vaciando sus maletas. Prácticamente no le presté atención, Paco se había levantado y acercado a su mujer.
- ¿Has visto el jacuzzi? Un día tenemos que probarlo.
Carmen no contestó, pero soltó una risita.
Las manos del hombre la abrazaron y comenzaron las caricias. La obligó a darse la vuelta y comenzó a masajearle los pechos.
Paco... la niña...
La niña está ocupada, tranquila.
La preocupación de Carmen era fingida, porque un segundo después comenzó a frotar sus nalgas contra la ingle de su marido.
¿Estás cachonda? Creí que estarías cansada después del viaje.
Tú has sido el que ha empezado...
Por supuesto. Ven aquí.
La colocó violentamente detrás del sofá y la empujó hasta quedar inclinada sobre él. Se desabrochó el pantalón y lo dejó caer manteniendo una mano sobre la espalda de su mujer evitando así que intentase levantarse. Hecho esto le subió la falda hasta la cintura y de un tirón desgarró las bragas. La penetración fue violenta, de un solo golpe arrancando un grito de dolor de Carmen que rápidamente acalló su marido tapando su boca con la mano mientras con la otra agarraba la cadera para poder hacer fuerza y repetir el envite.
- ¿Te gusta? – Preguntó Paco con la voz ronca por la excitación - ¿Te gusta como te follo?
Comenzó a bombear con fuerza no serían más de diez o doce golpes de cadera cuando el orgasmo le arrebató las fuerzas y se dejó caer sobre su mujer. Ella solo jadeaba y procuraba limpiarse un par de lágrimas sin que él lo viera. Me fijé en la imagen que estaba en el margen superior derecho, la habitación de Carolina. Ella se había sentado sobre la cama con expresión preocupada y parecía intentar decidir algo. Sin duda había oído el grito de su madre.
Seguí mirando mientras Paco se subía los pantalones y se sentaba a ver la televisión como si nada hubiese pasado. Carmen se dirigió al baño, la imagen principal siguió a Carmen a través del pasillo hasta el baño mientras aparecía una tercera imagen en pequeño en el margen superior izquierdo. La mujer se sentó en la taza mientras sollozaba silenciosamente. Después se levantó se lavó en el bidet y se arregló la ropa, las bragas rotas las guardó en la mano antes de salir. Cuando llegó a su habitación dejó las bragas en una bolsita dentro de un cajón. En vez de volver al salón con su marido se puso a colocar la ropa en los armarios y los cajones de su habitación. Hizo la cama y entonces se quedó parada en medio de la habitación, como recordando algo. Dudó durante unos momentos haciendo amago de ir a la puerta pero parándose hasta que al final volvió al salón.
Cariño, tengo que salir se me ha olvidado hacerle la cama al señor. Me he dado cuenta ahora al hacer la nuestra.
Ya es mayorcito para hacerse la cama él solo.
Lo sé, pero es mi trabajo, no querría que se enfadase.
Tienes razón, no se te ocurra enfadarle. Como me jodas esta oportunidad que he conseguido te enterarás.
No te preocupes, lo haré lo mejor que pueda.
Dicho esto fue hacia la puerta cuando su marido la llamó:
¡Carmen!
¿Si, cariño? – Se quedó parada en seco.
No me has contestado a la pregunta.
¿Qué pregunta? – dudó.
Si te gustaba como te follo.
Sabes que me encanta.
Pues no me has dado las gracias.
Gracias mi amor. Sabes que no podría vivir sin ti.
De eso no tengo la menor duda, sin mi no podrías vivir.
Era increíble el jodido era un sádico y se vanagloriaba de ello con su propia mujer amenazándola al mismo tiempo. Desde luego mi intención era dominar a Carmen hasta que cumpliese mis deseos, y si tenía que humillarla para doblegar su voluntad a la mía lo haría, pero lo que había visto significaba que ya era una sumisa, aunque había algo que no me cuadraba…
Tres cámaras siguieron a Carmen a través de los quinientos metros que separaban las dos casas. Puso la mano en el lector y entró en la casa por la puerta principal. Sin perder un segundo archivé la secuencia de sexo en un archivo aparte y quité los privilegios de acceso a la casa principal a los chips de Paco y Carolina, no quería que me interrumpiesen.
Carmen llamó a la puerta y le di permiso para entrar.
Lo siento señor Gonzalo, pero se me había olvidado hacerle la cama.
No había problema Carmen, pensaba hacerlo yo mismo.
No estaría bien, es mi trabajo.
Sacó del armario un juego de sábanas y lo extendió sobre la cama. Cuando se agachó para introducir la sábana por debajo del colchón me di cuenta de que no llevaba bragas. De no haber tenido el pene erecto sin duda eso me habría provocado una erección. Noté que perdía unos segundos de más en asegurarse de que la sábana estaba bien puesta antes de levantarse y se colocó al otro lado de la cama realizando la misma operación. Cuando terminó se acercó a mi.
- ¿Desea algo más?
Esa mujer me sorprendía a cada momento. Sin contestar me desabroché los pantalones y me bajé los boxers mientras mi pene saltaba. No hizo falta ninguna palabra, se arrodilló y comenzó, sin tantas dudas como la vez anterior, acarició el tronco con las manos mientras lamía el glande y se lo pasaba por los labios. Después pasó a acariciarme los testículos mientras se introducía el pene en la boca y comenzaba a subir y bajar la cabeza. No tardé mucho en pedirle que parase, no quería que acabase tan pronto.
¿Puedes desnudarte? – la pregunta fue amable, quería que ser el contrapunto a su marido.
No se si tenemos tiempo – la duda parecía una mera escusa, porque se mordió el labio mientras lo pensaba.
No te preocupes, si tu marido pregunta dile que has tenido que me apetecía un zumo y has tenido que preparármelo.
Eso fue suficiente como para que se desabrochase la blusa y me mostrase un sujetador blanco mucho más bonito que el que llevaba el otro día. En el video con su marido no se había fijado en las bragas, pero el cabrón le había roto una pieza de lencería que seguramente apreciaba bastante. Cuando se desabrochó el sujetador y vi de nuevo esos pezones no pude quedarme quieto, me deshice de los zapatos y los pantalones y me saqué la camisa por la cabeza. Besé un pezón y después el otro acariciando sus pechos con ambas manos. Ella terminó de desnudarse bajando su falda. Con suavidad la empuje hasta que se sentó sobre la cama y me coloqué a su lado y la besé. Su lengua tardó en responder a la llamada de la mía pero finalmente comenzó a moverse. Bajé mi mano hasta su sexo y comprobé que estaba húmeda. ¿Era por mi o por su marido? Comencé a masturbarla con mis dedos, sin penetrarla, solo acariciando los labios y el clítoris. Ella misma fue la que se dejó caer sobre la cama abriendo un poco más las piernas. Aprovechando eso me bajé de la cama y acerqué mi boca a su vagina.
No… por favor – susurró ella.
¿No? ¿Por qué?
Mi marido… me ha… follado… antes de venir.
Lo tienes limpio. Te has lavado. ¿Cuál es el problema?
¿No te importa?
Preferiría haber sido el primero, pero no puedo quejarme, es tu marido.
No la dejé continuar besé la cara interna de sus muslos, acercándome lentamente, con suavidad. Besé toda la zona, comencé a lamer lentamente, sin prisas, con dos dedos separé sus labios para facilitar el acceso, no tuve ninguna prisa. No hacía falta. Finalmente me centré en su clítoris mientras con dos dedos comenzaba una ligera penetración. Ajusté el ritmo para acercarla al orgasmo pero sin dejarla llegar a él, cada vez estaba más cerca por lo que tenía que parar y besar sus muslos o acariciar sus caderas hasta que notaba que se tranquilizaba y volvía a comenzar. Hasta que me lo pidió.
Por favor… métemela ya. Quiero acabar.
Como quieras.
Me coloqué sobre ella y agarrando su mano la obligué a ser ella la que colocase mi pene en su vagina. A diferencia de su marido yo entré lentamente, sin vacilación, pero sin prisa. Ya habría tiempo para otros juegos. Después de unos pocos bombeos comencé a aumentar el ritmo. La excitación aumentaba por momentos, pero no podía llegar al orgasmo antes que ella así que procuré controlar mis impulsos. Sus gemidos comenzaron a aumentar de intensidad, así que redoblé mis masajes en sus pechos y aumenté la velocidad de penetración. Esa mujer sabía lo que hacía acoplaba el ritmo de sus caderas a mis embestidas de manera que aumentaba la fricción. Noté como se tensaba y como las paredes vaginales comenzaban a estrujar mi miembro. Aumenté el ritmo de forma endiablada hasta que noté que llegaba al orgasmo a la vez que ella soltaba un grito que podría haber sido un rugido. Con la eyaculación también se fue mi fuerza, caí sobre ella, pero me hice a un lado y comencé a besar su boca y a acariciarla durante unos minutos, hasta que fue ella la que se disculpó por tener que irse. Vi que iba directamente a coger la ropa del suelo.
Carmen, si quieres usa mi baño, nos interesa que tu marido se enfade ¿Verdad?
No, nunca. Gracias.
¿Gracias por qué?
Por ser tan amable conmigo.
Carmen, has cumplido con tu parte del trato. No por ello tengo que ser ruin. Hay veces que me gusta ser amable con mi pareja.
¿A veces?
Ya descubrirás que no siempre soy así.
Cuando salió de la habitación volví a encender el monitor y vi como regresaba a su vivienda. Allí saludó a su marido y se quejó de tener que haberme preparado un zumo con lo cansada que estaba. Se fue a la cama directamente mientras dejaba a su marido dormitando en el salón. Volví a apagar el monitor y me di una ducha antes de acostarme. Ya en la cama, aspirando el olor a sexo que llenaba el ambiente pude recapacitar un momento. Carmen me había parecido una sumisa completa con su marido, había aceptado prácticamente una violación sin una duda o reproche. Pero después había decidido venir a mi habitación a acostarse conmigo simplemente por despecho. Eso no era sumisión. Sabía que en una relación de pareja de amo y sumisa quien tenía la verdadera voluntad era la sumisa, que era la que lo aceptaba, pero aquello no era consensuado. Desde luego Paco era un sádico al que le gustaba humillar a su mujer pero Carmen no era la típica sumisa, estaba jugando con su marido. ¿Intentaría jugar también conmigo? Estaba empezando a dudar del futuro éxito de mi proyecto, pero mañana sabría un poco más cuando introdujese los nuevos descubrimientos en el programa.
CONTINUARÁ…