Cumpliendo mi sueño (13)

Penúltimo capítulo de la serie.

Recibí la llamada cerca de las ocho de la mañana. Había pasado una semana desde la anterior conversación pero reconocí la voz, era él.

  • Buenos días Gonzalo. Como le prometí le llamo para avisarle de la llegada del barco. Estarán allí en un par de horas.

  • Gracias por el aviso. Pero antes tengo que tratar un par de detalles con usted. Además, me sería más fácil si pudiese ponerle un nombre.

  • Llámeme Mike - contestó después de un corto silencio.

  • Bien, Mike. He estado pensando en mi situación y estoy preocupado por mi futuro. No es que desconfíe de su palabra, pero necesito algún tipo de seguro. Y lo único que tengo como arma es el tratamiento. Solo mi gente tendrá acceso al equipo y el programa. Ustedes traerán a los sujetos y los controladores y nosotros nos encargamos de lo demás.

  • ¿Quiere renegociar nuestro trato?

  • No, quiero puntualizar algunos aspectos que quedaron en el aire. Trabajaré para ustedes y pondré mi programa a su servicio, pero no quiero enseñar a otros y que después mi existencia resulte incómoda. Así pues he pensado que mi única carta es retener mis conocimientos y ofrecer el servicio. Creo que podemos hacer que funcione. Además, ahora tengo a Beatriz para que me ayude con las posibles modificaciones del programa.

  • ¿Está usted completamente seguro de esto? ¿Sabe donde se está metiendo?

  • No creo tener otra salida. Para asegurar mi supervivencia estoy dispuesto a recluirme en la isla el resto de mi vida. Por supuesto tendrán que cubrir mis necesidades y supongo que querrán asegurarse de que no me pase nada.

  • Podemos mantener una patrulla costera cerca de la isla sin llamar demasiado la atención. El problema que veo es de logística. Si todo va como tengo pensado le enviaremos unos veinte sujetos a la semana, algunos de ellos serán peligrosos. ¿Ha pensado en ello?

  • La casa no daría para tanto, pero en el otro extremo de la isla se puede construir una estructura subterránea completamente independiente de la casa. Para veinte individuos a la semana necesitaría al menos treinta tanques y si pueden ser peligrosos necesitaremos celdas para mantenerlos recluidos en los tiempos de descanso. Si puede aceptar mis condiciones le enviaré un proyecto detallado de lo que necesitaría para poder llevarlo a cabo.

  • Además estaría la cuestión de la seguridad interna. Necesitará guardias que velen por su seguridad frente a los sujetos. Eso implicaría tener personal en la isla además de ustedes.

  • Todos los que vivan en la isla serán sometidos a mi voluntad. No me arriesgaré a otra cosa.

  • Se puede arreglar. Bien, pero estamos haciendo castillos en el aire. Lo primero es que me demuestre que el sistema funcionará como esperamos que funcione. Si es así su aportación valdrá lo suficiente como para que usted pueda hacer las demandas que quiera. Pero necesito presentarles resultados a mis superiores.

  • Lo haremos lo mejor posible.

  • Eso espero.

Esperé a que colgase primero y después deposité el móvil en la mesa. La cosa no había ido mal, pero estaba claro que todo dependía de la efectividad del programa. Con Beatriz había sido un éxito, pero no tenía por qué ser así con otras personas. Aparté los pensamientos negativos y me dije a mi mismo que podía hacer que funcionase.

Cuando llegó el barco volvieron a darme una sorpresa. Un gigantesco barco portacontenedores había anclado a unas cuantas millas de la costa. Una pequeña zodiac con dos motores fueraborda remolcaba un contenedor que flotaba gracias a unas boyas que le habían colocado alrededor. Con un suave movimiento el contenedor fue arrastrado hasta la playa y allí quedó varado. De la zodiac se bajaron cinco hombres. Dos de ellos desenfundaron unas porras eléctricas y se quedaron esperando en la playa, otros dos abrieron las puertas mientras el quinto observaba. Caminé lentamente hasta ellos mientras Bea y Carmen me seguían. Lo primero que sacaron del contenedor fueron los sujetos. Llevaban unas capuchas negras que les cubrían la cabeza, vestían unos bastos monos de lona y llevaban unas cadenas que sujetaban manos y pies. Eran mujeres, cosa que me tranquilizó bastante. Sabía que más adelante tendría que enfrentarme al desafío que suponía modificar el programa, pero ahora era cuando me la estaba jugando.

Las colocaron todas juntas, sentadas en la arena y vigiladas por uno de ellos mientras los otros tres terminaban de descargar. Lo tenían todo preparado, los tanques de privación sensorial iban montados sobre unas estructuras con ruedas y el resto iba en cómodas maletas de plástico. No tardaron en tenerlo todo en la playa. Cuando todo estuvo listo el que iba a ser el controlador hizo una seña y los cuatro se retiraron a la zodiac, con una facilidad pasmosa reflotaron el contenedor y volvieron al barco. El controlador ni siquiera nos dijo su nombre.

Dos horas después teníamos cada unidad en una habitación, todas conectadas al sistema y llenas de agua salada. Bea estaba con nuestro único invitado masculino lo que tenía que hacer para crear el avatar para el programa. Petra y Carol se habían agenciado un par de porras eléctricas de los guardias y vigilaban a las atemorizadas prisioneras. Paco estaba guardando las plataformas con ruedas que habíamos quitado a los tanques y conectando para recargar el carrito de golf que habíamos usado para remolcar la mercancía hasta la casa. Carmen debía estar terminando la comida para el mediodía. Yo por mi parte estaba introduciendo los datos que habían recopilado de los perfiles de las cinco prisioneras. Todas ellas eran delincuentes de distintos niveles, ninguna había llegado al asesinato pero habían recibido condenas muy largas. Dos de ellas habían sido toxicómanas y una de ellas había trabajado de prostituta. Una cosa que tenían en común era la edad, la más joven tenía veintiún años y la mayor veintitrés. Toda la información que iba introduciendo me daba otra dimensión de la capacidad de la organización para la que trabajaba Mike, habían conseguido los expedientes de cinco reclusas en cuatro cárceles distintas de tres países diferentes y las habían sacado de allí para traerlas hasta la isla. Para eso tienes que tener unos buenos contactos. Suponiendo que los expedientes no fuesen falsificaciones. Dentro de poco comprobaría si los expedientes eran ciertos o no.

Se me pasó el tiempo tan rápido que Carmen apareció en mi despacho con una bandeja con mi comida para mí, seguida de Bea que portaba otras dos. Esta última me informó de que el avatar del controlador estaba cargado mientras se sentaba en la cama junto a Carmen y comían de sendas bandejas.

  • Ese hombre no ha querido probar bocado, por lo visto se ha traído unas barritas energéticas y una cantimplora.

  • Seguramente teme que lo droguemos y lo metamos en uno de los tanques. No te preocupes.

A media tarde lo tuve todo listo. Carol y Petra fueron llevando una por una a las chicas, sin quitarles las cadenas y las capuchas, a servicio donde pudieron hacer sus necesidades. Como habíamos comprobado con Bea así el agua se ensuciaba menos.

Como podían ser peligrosas usamos unos inhaladores de óxido nitroso para dejarlas inconscientes. Esa innovación había sido cosa de Mike. Cuando las desnudamos para ponerles los trajes comprobamos lo que ya sospechábamos, que todas ellas tenían unos cuerpos preciosos, sin cicatrices, con unas medidas espectaculares y buen tono muscular. Desde luego la persona que las hubiese elegido tenía buen gusto.

Cuando terminamos con la última ya era media tarde. Asaltamos mi pequeña reserva de alcohol y nos sentamos en el jardín para relajarnos.

  • ¿Tendremos que hacer esto muchas veces? - preguntó Carol preocupada.

  • Si todo va bien quiere enviarnos veinte chicas a la semana - contesté.

  • ¡Joder! - exclamó Carmen -. ¿Donde las vamos a meter? Como mucho nos caben otras cinco, metiendo dos por habitación.

  • Tendríamos que construir un nuevo edificio.

  • Y necesitaríamos una enfermera - dijo Bea -. A la pelirroja has tenido que pincharle tres veces para encontrarle la vía.

  • No ha sido cosa mía, - me defendí - según el expediente estuvo un tiempo pinchándose heroína. No es fácil encontrar una vena con esas condiciones. Pero estoy de acuerdo en que será necesario, pero sería mejor que fuese médico.

Estuvimos casi dos horas charlando y la tarde voló para dejar paso a la noche. Las chicas improvisaron una cena mientras yo revisaba los datos que actualizaba el programa sobre los cinco tratamientos simultáneos. Las constantes estaban dentro de los parámetros esperados y el programa no había encontrado inconsistencias con los datos que había introducido sobre los perfiles proporcionados por Mike.

Estaba tan cansado que esa noche, pesa a estar rodeado de bellezas, ni siquiera me acordé del sexo. Pero a la mañana siguiente ni siquiera pude elegir. Me desperté al notar una ligera presión en las piernas y una muy agradable presión en el pene. Cuando abrí los ojos me encontré con una cabellera castaña a la derecha y una rubia a la izquierda. Mientras Bea se metía el glande en la boca Carmen pasaba su lengua por el tronco. Extendí los brazos y acaricié sus espaldas mientras recibía una de las mejores felaciones de mi vida. Ambas sabían lo que me gustaba y se coordinaban perfectamente para darme el mayor placer posible. Notaron cuando estaba llegando al orgasmo y lo último que vi antes de que el orgasmo me llevase a cerrar los ojos fueron sus bocas peleándose por mi semilla. Cuando abrí los ojos pude observarlas mientras se besaban compartiendo lo que cada una había conseguido. Desde el día en el que Bea se había dado cuenta de su situación, y dejó de luchar contra ella, la cosa había cambiado mucho. Se había integrado perfectamente entre las mujeres de la casa. El tratamiento también había sido decisivo. No podía negarse a ninguna orden que le diese, no podía mentirme y uno de sus primeros instintos siempre era servirme. Carmen por otro lado lo hacía por convicción y últimamente por competencia. Si Bea hacía algo ella tenía que hacerlo mejor. Pero no hubo roces, ambas sabían que cualquier altercado me molestaría y sería castigado de forma tajante. Lo que si me había sorprendido era que parecían haberse formado dos niveles, en el escalafón más alto estaban Carmen y Bea, una y otra competían por vencer a la otra, pero se respetaban entre sí. En el siguiente estaban Petra y Carolina que obedecían las ordenes de las otras dos. A no ser que fuese el que realizase el acercamiento ninguna de las dos lo iniciaba. Las dos "mayores" (su nombre, no el mío) podían traerlas a un juego pero no permitían nada más. Era increíble lo rápido que se habían creado los dos niveles. Hacía solo unos días que Bea había terminado el tratamiento, pero las "menores" aceptaban sus órdenes.

Bea y Carmen continuaron besándose y acariciándose mientras yo observaba mientras me frotaba suavemente el pene. Se colocaron de través a los pies de la cama y comenzaron un lento "69", más para excitarme a mí que para darse placer. O al menos esa parecía su intención inicial. Aumentaron el ritmo de sus gemidos y noté como su piel se ruborizaba y perlaba de sudor. Piel blanca contra piel morena, enlazando brazos y piernas. Eran completamente diferentes y completamente iguales al mismo tiempo. No tardé mucho en volver a estar listo y me coloqué de rodillas tras la grupa de Bea. Carmen hizo de mamporrera colocando mi pene en la vagina de su compañera masturbándome velozmente al mismo tiempo. Con un suave movimiento de cadera fui penetrando a mi ex que soltó un gemido de placer levantando la cabeza. Carmen protestó y separando la espalda de la cama buscó la boca de la rubia con su pubis. Bea se dio por enterada y continuó con su trabajo. Era increíble, estaba penetrando a Bea mientras Carmen me acariciaba y lamía. Cuando noté que empezaba a deslizarme por la pendiente del orgasmo me retiré dejando que Carmen terminase de llevar a Bea hasta una terrible tormenta de jugos y gritos que la dejaron jadeante y agotada. Estaba tan absorto que ni siquiera se como pasó pero tenía a Carmen sobre mí cabalgándome y casi obligándome a eyacular en su interior. Cuando se recuperaron un poco me besaron muy cariñosas y noté que dudaban e intentaban darse coraje la una a la otra.

  • ¿Qué os pasa? - pregunté -. Está claro que queréis algo y no os atrevéis a decírmelo.

  • Bueno - comenzó Bea -. Sabes que no puedo hacer nada que vaya en contra de tus deseos...

  • Y yo nunca lo haría - aseguró Carmen -. Pero ninguna de las dos...

  • ¿Qué queréis? - el tono fue autoritario, necesitaban un empujón y yo últimamente no tenía mucha paciencia.

  • Queremos dejar de tomar la píldora – contestó Carmen.

Durante un momento me dejó descolocado, no sabía que pensar, mucho menos que decir. Por supuesto sabían que yo no iba a usar preservativos. Lo que significaba...

  • ¿Queréis quedaros embarazadas?

  • Queremos que nos dejes embarazadas – contestó Bea -. Cuando estuvimos casados lo hablamos y fui yo la que dije que no. Ahora la cosa ha cambiado y sé que a ti te gustaría tener descendencia...

  • Vosotras estáis locas – dije interrumpiendo su explicación -. ¿Habéis visto la situación en la que nos encontramos? No sé si estaremos vivos para dentro de dos meses y ¿vosotras queréis que pensemos en tener hijos?

  • No nos vamos a quedar así de repente – contestó Bea -. Si dejamos de tomar la píldora pasarán unas semanas hasta que deje de hacer efecto. Petra y Carol también están de acuerdo.

  • ¿TODAS? ¿LAS CUATRO?

Si antes no sabía que contestar ahora la cabeza me daba vueltas. Necesitaba procesarlo. ¿Quería tener hijos? Sí, desde luego, pero eso no era algo que quisiera en ese mismo instante. Antes de que llegase Bea había pensado en como sería dejar a madre e hija embarazadas, pero la situación había cambiado. Tenía que dejarlo para otra ocasión.

  • Tengo que pensarlo – contesté -. Cuando lo haya decidido os lo diré.

Me adelanté para ser el primero en la ducha y así poder limpiar mi mente de ese problema y centrarme en el problema que podía costarnos la vida a corto plazo.

Los tanques se fueron abriendo a media mañana y las chicas fueron sacando a las “pacientes”, vistiéndolas con los monos de lona y recolocándoles los grilletes. En cada caso el controlador estuvo delante vigilando el proceso. Según los datos el proceso había sido correcto y habían llegado a un punto entre el veinte y treinta por ciento del tratamiento total. Los resultados eran mucho mejores que en el caso de Beatriz. Podría tenerlas listas con solo cuatro, aunque me mantendría en las seis sesiones, no quería que pensasen que el proceso era algo sencillo y para todos los casos me dieran cuatro días.

Carol y Petra escoltaron a las chicas hasta el jardín. Habían unido las cadenas de tal manera que todas ellas iban en fila india. Una vez en el exterior Paco se encargó de pasearlas bajo la vigilancia de Carmen mientras ellas regresaban a la casa. Las prisioneras tardaron en acomodarse al ritmo que marcaba el hombre, doce horas con movilidad restringida había entumecido sus músculos, le vendría bien unos paseos. Carmen mientras tanto comenzaba la limpieza de los tanques con la ayuda de Carol y Petra.

El controlador ni siquiera demostró curiosidad por como iba el tratamiento. Seguía sin aceptar bebida ni comida. A media mañana se acercó al embarcadero y en una lancha le bajaron una bolsa con más raciones de campaña y unas cuantas botellas de agua. Lo que más me extrañó es que ni siquiera intentó comprobar si el control que les había prometido sobre las cinco chicas era efectivo. Cualquier persona intentaría hacer una prueba, aunque no hubiese terminado el proceso. Había algo extraño en ese tipo, pero no tenía tiempo para investigarlo, tenía que centrarme en el programa. Estaba haciendo miles de modificaciones, creando una versión 2.1. Adaptándola para los sujetos masculinos, preparando para eliminar el contenido sexual si fuese necesario y dejando la puerta abierta para muchas cosas más.

El segundo y tercer día fue una copia de los anteriores, sin ninguna variación, los sujetos respondían bien al tratamiento y pasaron todas del ochenta por ciento del proceso. El controlador se limitaba a observar y nosotros a trabajar sin parar. Pero el cuarto día la cosa cambió. El proceso estaba completo pero no estaba dispuesto a decírselo a él. Sin embargo dejó su situación contemplativa y se acercó a mí.

  • Si ya están listas deberíamos hacer unas cuantas pruebas.

Durante un momento mi mente voló por cientos de interrogantes y de paranoias hasta que finalmente una idea se abrió paso.

  • Posiblemente, pero preferiría que recibiesen dos sesiones más de tratamiento para estar seguros porque si tus hackers han metido la nariz en el programa no sé si eso habrá afectado a los resultados.

  • ¿Perdona? - ahora el descolocado era él.

  • Para conseguir darte la información que querías los hackers tuvieron que introducir malware en mi sistema. Esos pequeños programas pueden haber modificado los resultados.

Era un farol, pero tenía que darle a entender que sabía lo que pasaba. El programa no había detectado ningún problema, lo que estaba comprometido era el sistema, no la aplicación. Pero para saberlo tendría que contactar con los hackers y aun así le quedarían dudas.

  • ¿Los resultados pueden estar comprometidos?

  • No. Los resultados son reales, lo que puede haber sido afectado es la lectura de los resultados. Han recibido cuatro sesiones, si el sistema se equivoca y el proceso no está completo tampoco habrá mucho problema porque como poco habrán pasado del ecuador del tratamiento. Bea se resistió mucho más y con menos sesiones ya obedecía contra su voluntad.

  • ¿Entonces podemos hacer las pruebas?

  • Si quieres podemos hacerlo, pero de todas formas recibirán las otras dos sesiones. Ahora están en el jardín haciendo el ejercicio diario. Después les quitaremos las cadenas y las capuchas y comprobaremos el estado de cada una.

  • Perfecto. Estoy deseando ver los resultados del tratamiento.

Bea estaba sentada bajo la sombra de un árbol mientras observaba como Paco caminaba a paso rápido tirando de la cadena que unía a las cinco chicas. Le hice una seña y cambió el rumbo para colocarse delante de nosotros.

  • Quitadles las capuchas – les ordené sin dar ninguna explicación.

Bea y Paco fueron retirando las opacas capuchas. Ellas parpadearon cegadas por el fuerte sol y tardaron unos segundos en poder mirarnos.

  • Os van a quitar las cadenas – les informó Mike -. No quiero que os mováis.

Bea fue una por una retirando los grilletes. No movieron ni un músculo, se quedaron en la misma posición que cuando tenían las cadenas.

  • Ahora quiero que os desnudéis.

Ni siquiera dudaron, bajaron las cremalleras de los monos y mostraron sus hermosos cuerpos. Mike se acercó a la primera, la rubia, era la que más pecho tenía, posiblemente 110, estaban ligeramente caídas pero desde luego eran muy apetecibles. Se colocó a su espalda y amasó ambos pechos al mismo tiempo. La chica respondió inmediatamente con un gemido mientras sus pezones se erguían y endurecían. No la acarició más de medio minuto y pasó a la siguiente. Una preciosa latina de figura generosa, no llegaba a tener tanto pecho como la rubia pero todavía era algo excepcional. Las caricias fueron dirigidas a las rotundas nalgas de la latina. La tercera era una pequeña asiática que no pasaría del metro sesenta y cinco y los cuarenta y cinco kilos. No era mi estilo de mujer pero desde luego si parecía serlo de Mike. Llevó los dedos a los labios de la chica y esta automáticamente los succionó y comenzó a chuparlos. La cuarta mujer era una morena de ojos verdes con una piel de alabastro. No era la que mejor cuerpo tenía, sin dejar de ser de medidas casi perfectas, pero desde luego era la más hermosa de todas. Podía ser la mujer más guapa que había visto en toda mi vida. La mano de Mike acarició la cintura, desde la tripa, deslizándose por el costado hasta llegar a la espalda. La morena se estremeció al contacto y se mordió el labio. La cuarta era una pelirroja con la piel moteada de pecas. En este caso la caricia fue en el rizado pubis. En segundos la chica suspiraba y gemía. En ese momento noté como Bea se pegaba a mi espalda. El notar sus duros pezones a través de la ropa me habría provocado una erección si no fuese por el hecho de que con el espectáculo que nos estaba dando Mike mi pene estaba intentando reventar los calzoncillos desde hacía rato. Me fijé en que Paco trataba de disimular mientras se recolocaba el pene dentro de los pantalones.

  • Mike - interrumpí -. Si necesitas algo de intimidad puedo hacer que te preparen una habitación para una sesión privada.

Él me miró durante un momento y después se desplazó hasta quedar frente a las cinco mujeres.

  • ¿Lo habéis oído? ¿Creéis que necesitamos una habitación?

  • Lo que desees amo - contestaron las tres al unísono.

  • ¿No queréis que vayamos a una habitación?

La primera en contestar fue la morena de ojos verdes.

  • Nos da igual, lo único que deseamos es servir.

Mike sonrió y me miró asintiendo con la cabeza.

  • No. Ya habrá tiempo para ello. Os quedan dos sesiones del tratamiento. Quiero que las aceptéis y obedezcáis en todo hasta que haya terminado todo. Cuando os lleve a casa tendréis que demostrarme vuestra fidelidad. Ahora vestíos y seguid con el ejercicio.

Las chicas se volvieron poner los monos y se colocaron en fila tras Paco. A una señal de Bea continuaron paseando a paso vivo. Mike se acercó y me hizo una seña para que nos desplazásemos hacia la casa.

  • Has hecho un gran trabajo con las chicas. Sobre el papel la cosa prometía pero no creí que resultado pudiese ser tan increíble. Si alguien hubiese metido los dedos en la boca a Kitty hace unos días, se hubiese quedado sin ellos. ¿Serán completamente fieles?

  • Sí. Su único deseo será complacerte. En cuanto te conozcan no tendrás que pedir nada, solo pensarán en tu beneficio. Incluso darían su vida por ti.

  • ¡Joder! El mercado potencial para esto es inmenso. Conozco a una docena de millonarios que pagarían una fortuna por una lealtad como esa en sus parejas. Funcionaría también en hombres.

  • No te voy a engañar, todavía no lo he probado, pero en teoría si. Los cerebros son diferentes y necesitarían diferentes estímulos, pero nos movemos igual por placer y dolor. Incluso puedo quitar el componente sexual. Habrás notado que con solo el contacto ellas se excitaban. Eso es parte del condicionamiento. Si es necesario se puede retirar, aunque funciona mejor cuando hay un fuerte componente sexual en el proceso.

  • ¿Convertiría en gay a un heterosexual?

  • No totalmente. Pero si el controlador y el sujeto son del mismo sexo provocaría la misma atracción. El resto de miembros del mismo sexo no serían atractivos, solo el controlador.

  • ¿Y si lo programas para ello?

  • Podría hacerse. No sería difícil.

  • ¿Rehabilitar a toxicómanos?

  • El proceso en si ya lo hace. Elimina cualquier otra adicción o afinidad emocional. Si una de tus chicas tuviese novio o marido antes ahora no le importa. Todo lo demás es secundario a ti. Eres su razón de vivir. El verdadero problema para un sujeto es que su controlador muriese o le abandonase. Aunque reciba la orden de olvidarle no lo hará. Caería en una depresión tan profunda que terminaría provocando su muerte.

  • ¿Podrías invertir el proceso?

  • Quizá podría cambiar el controlador, pero no es seguro, dependería de muchos factores y llevaría tiempo.

Continuamos caminando hasta mi despacho donde nos sentamos mientras nos observábamos atentamente.

  • No sé si puedo confiar en ti – comentó finalmente Mike.

  • No tienes por qué hacerlo. Solo tienes que confiar en que haré mi trabajo. Puedo darte lo que necesites.

  • Podrías prometer lo que quisieras y después no cumplirlo.

  • Igual que tú. Una vez que salgas de la isla, ¿que te impediría enviar un grupo de asalto y matarnos a todos?

  • Solo el hecho de que no conseguiría nada más de ti.

  • Eso mismo nos une. No hay nada fuera de la isla que me interese. Y si dentro de unos años lo hubiese estoy seguro de que podrías proporcionármelo.

  • Eso es lo que me preocupa. Dentro de unos años puedes pensar que el trato es unilateral y que estoy explotándote. Eso suele provocar que la gente haga tonterías.

  • Quizá tengas razón. Hagámoslo como un negocio normal y corriente. Yo pongo la tecnología, tú los medios. Eso hará que el centro que construyamos sea mitad tuyo mitad mio. Yo recibiría una cantidad por cada tratamiento que se lleve a cabo.

  • ¿Y para que querrías ese dinero?

  • Voy a tener hijos de manera que ellos lo necesitarán. Además, estoy seguro que con el tiempo necesitaré más mujeres para mi harén. No es que me vaya a cansar de las que tengo, pero de vez en cuando la variedad es interesante. Pediré algo especial que pagaré con mi dinero.

  • Yo aportaré algo extra. Mi organización tiene suficientes contactos como para asegurar que tus hijos tendrán un pasaje hacia el éxito. El problema sería la ubicación. Esta isla no es lo suficientemente grande.

  • Se puede construir otro edificio para albergar todo lo necesario.

  • Eso es para cuando contaba con veinte tratamientos a la semana. Ahora la cosa ha cambiado. Montaremos un resort completo. Solo con los tratamientos de desintoxicación y fidelización de manera legal podríamos pagar los gastos de la instalación y tener beneficios. Después estaría la parte ilegal, que todavía nos daría mucho más dinero y poder.

Seguimos hablando hasta que llegó la hora de comer en la que por primera vez Mike comió con nosotros, pero no sin antes haber esperado a que yo probase la deliciosa vichyssoise que nos había preparado Carmen. Después de la comida volvimos a recluirnos elaborando más planes y sistemas. Más posibles aplicaciones y mejoras. Así estuvimos hasta que fue el momento de introducir a sus chicas en los tanques de privación sensorial.

Tres días después Mike se alejaba en la zodiac con las chicas a su lado. Nos dejaba en la isla con un montón de promesas y un montón de posibilidades que no sabía si sería posible llevar a cabo. Pero el tiempo lo diría.

CONTINARÁ CON EL FIN DE LA SERIE.