Cumpliendo mi sueño (10)

Cuando todo empieza a tranquilizarse aparece mi exmujer y las cosas se salen de madre

Los siguientes seis meses fue un compendio de aventuras y maravillas sin igual. Pero para no hacer eterna mi historia diré que en ese tiempo, castigué a Carmen dos veces más, solo una a Carolina y cinco a Paco. A punto estuve de tener que amputarle un dedo. A partir de ese momento se comportó como debía. La vida era una rutina, divertida, feliz y placentera, pero una rutina al fin y al cabo. Una felación a dúo al despertar, ejercicio, desayuno, trabajo hasta el medio día y comida. Las tardes variaban dependiendo del día de la semana, los lunes, miércoles y sábado los dedicaba al trabajo.  Los martes y jueves a ayudar a Carol con sus estudios. Avanzó tanto que en esos seis meses había terminado el temario del curso y comencé a darle clases de programación y matemáticas avanzadas. El viernes por la tarde pilotaba el barco para llevar a las dos mujeres a la isla principal. Allí hacíamos las compras de rigor, víveres, ropa, combustible para el generador auxiliar, juguetes y eventualmente alguna de las cosas que yo iba pidiendo para mi proyecto especial.  La tarde del sábado la dedicábamos a jugar así como el domingo completo. Aprovechamos la playa en más de una ocasión. Incluso una vez lo hicimos en el jardín ante la atenta mirada de su marido y padre respectivamente. Eso las excitó bastante más de lo normal.

Pero si he avanzado estos seis meses en la narración no ha sido para recalcar que todo fue más o menos igual, lo he hecho para marcar que en ese momento hubo un cambio. El momento se materializó una mañana, estaba en mi despacho trabajando cuando la alarma de proximidad se activó. En las cámaras se apreciaba un barco desconocido que se dirigía al embarcadero. Abrí la caja fuerte oculta en la pared y saqué mi pistola, no serviría de mucho si eran una banda de criminales pero me sentía mucho mas seguro llevándola encima. Introduje el cargador y metí una bala en la recámara mientras observaba la maniobra de aproximación. Sobre cubierta solo se veían dos figuras, pero podía haber mucha más gente oculta. Avisé con el móvil a Carol y Carmen que rápidamente fueron a mi despacho. Las hice bajar a la habitación de juegos y apartando una estantería apareció una puerta con un panel biométrico. Puse la mano en su superficie y la puerta se desplazó.

  • Dentro estaréis seguras pase lo que pase. Si veis que la cosa se tuerce llamad a la policía y esperad dentro, no salgáis bajo ninguna circunstancia.

Ellas protestaron pero las empujé dentro y cerré la puerta volviendo a colocar la estantería en su sitio. Una vez en mi despacho comprobé las cámaras. Se habían bajado dos mujeres del barco. Una de ellas me resultaba familiar pero la cámara estaba a tanta distancia que no podía apreciar los detalles. Cuando se acercaran a la verja podría verlas mejor. Me di cuenta de que estaba agitado. Respiré hondo y me concentré en controlar mi nerviosismo. Tenía que estar calmado. Perdí todo control cuando vi la imagen de las dos mujeres en la verja mirando a la cámara del portero automático. Por algo me sonaba la figura. Era mi exmujer. La sorpresa fue casi mayor y más desagradable que si hubiesen sido piratas.

  • Cariño, sé que estás ahí así que abre la puerta.

  • Estoy aquí, Bea. ¿Qué quieres?

  • ¿Ni siquiera me invitas a entrar? ¡Que desconsiderado!

  • No dejo de preguntarme si en el barco llevarás un equipo armado para liquidarme. Así que prefiero ser cauteloso.

  • El divorcio ya se acabó, cariño – respondió ella con una carcajada -. Ahora vengo en son de paz.

  • Disculpa que no te crea, pero si quieres entrar vas a tener que pedir a la gente del barco que se largue y venga a recogerte más tarde.

Ella no se molestó en replicar. Sacó de su bolso un teléfono vía satélite y habló con alguien. En un par de minutos el barco soltó amarras y se alejó hacia mar abierto.

  • Ahora mando a alguien a recogeros – avisé activando la apertura de la puerta.

Con el móvil llamé a Paco. Le di instrucciones precisas y colgué. Saqué a Carmen y Carol de la habitación del pánico y por el camino a la entrada de la casa les expliqué la situación.

  • No se la razón, pero mi exmujer ha venido a visitarme. Ha venido con otra mujer, debe ser su asistente personal. Hasta saber de que va el asunto tened los ojos bien abiertos. Durante el divorcio me jugó varias malas pasadas de manera que no os fieis de ella.

Tenía a mi favor dos mujeres celosas, no había nada más inestable que eso. Sobre todo si la intrusa es tu exmujer. Cuando llegamos a la entrada Paco conducía el carrito de golf con las dos invitadas en la parte de atrás.

Beatriz seguía siendo una mujer hermosa, recién cumplidos los treinta y dos años se mantenía perfectamente. Un pecho pequeño pero firme, unas piernas bien torneadas en el gimnasio y un culo a juego que te obligaba a ir un par de pasos por detrás de ella. Su único defecto podía ser su mirada. En un hermoso rostro, enmarcado por una cabellera rubia de aspecto sedoso, esperas unos ojos que reflejen un alma alegre, jovial, con ganas de vivir. Bea tenía unos ojos azules que trasmitían frío, sin sentimientos y lo empeoraba su forma de ser, posesiva y dominante.  Su acompañante era una réplica inversa, bajita, le sobraban unos kilos, pecho y caderas anchas, pelo moreno corto y unos ojos tímidos que rehuían el contacto. En lo único que se parecían era en que las dos resultaban atractivas, cada una a su manera. Mi ex ignoró a mis acompañantes, y a la suya, y se lanzó a darme dos besos. Yo los acepté pero con cierto recelo, esa mujer me había hecho mucho daño en el pasado y siempre que me había cruzado con ella desde entonces había terminado recibiendo más golpes. Si estaba allí no era por nada bueno.

  • Bonita finca, Gonzo – comentó ella, sabiendo perfectamente que odiaba que me llamasen así -. Pero un poco aislada. No te tenía por un ermitaño.

  • Sabes que si salía a la sociedad era simplemente porque me arrastrabas a ello. Siempre he preferido la soledad a la multitud.

  • Cuando me dijeron que estarías aquí me sorprendí, pensé que te habrías retirado a algún ático de una gran ciudad con un puñado de chicas medio desnudas por la casa.

  • ¿Quién te dijo que estaba aquí? Muy pocas personas lo saben – de hecho no lo sabía ninguno de mis conocidos.

  • Un pajarito. ¡Pero que poco formal eres! ¡Enséñame la casa por lo menos!

  • ¡Oh! – exclamé -. Perdona, Carmen, pon un par de platos más para comer y atended a la señorita…

  • Petra, Petra García – se presentó extendiendo la mano.

  • Encantado Petra, yo soy Gonzalo – saludé estrechándole su diminuta mano.

Acompañé a Bea por toda la casa enseñándole todos los rincones públicos y sin entrar en detalles sobre su visita. Después del tour turístico la llevé a la cocina donde la comida ya estaba lista.

  • ¿Sin comedor? ¿Comes con el servicio? ¡Que poca clase!

Beatriz era tan educada como siempre. Era una elitista imposible de aguantar. Si no la hubiese conocido desde los quince años no habría entendido como llegué a casarme con ella. Según había ido triunfando en la vida se había hecho más intransigente con los demás, solo quería relacionarse con gente que pudiese aportarle algo a su carrera. De hecho, si me dejó fue precisamente porque pensaba que empezaba a ser un lastre para ella y se deshizo de mí como se había deshecho de su familia y amigos de juventud. Beatriz era como yo, tenía un origen humilde y había triunfado en la vida. Pero habíamos encajado el éxito de maneras diferentes. Decidí darle un escarmiento.

  • ¿Servicio? Carmen cocina porque quiere y Carol es su hija.

Tendí los brazos y se sentó una en cada una de mis rodillas. Las besé a ambas con pasión que ellas devolvieron con creces.

  • Bueno, vamos a comer – Beatriz por una vez se había quedado sin palabras y su acompañante estaba completamente roja y miraba su plato -. ¿Bea? ¿Estás bien? Te has quedado blanca.

  • Sí, me has pillado por sorpresa. Tener dos putas en casa y nada menos que madre he hija…

  • Bea, esta vez te has pasado. O te disculpas ahora mismo o te largas ahora mismo de mi casa.

  • No es para tanto, todas las profesiones son respetables…

  • ¡A tomar por el culo! ¡Fuera de mi casa! – ciertamente estaba cabreado, quizá no tanto como aparentaba pero si lo suficiente -. Me da lo mismo que no tengas barco, vas a esperarlo en el embarcadero.

Me levanté y abrí la puerta. Ella me miró y me mantuvo la mirada, pero no se levantó.

  • Está bien, lo he malinterpretado – admitió -. Lo siento, no debía haberles faltado al respeto.

  • No te disculpes conmigo, discúlpate con ellas – durante un segundo en sus ojos se apartó el hielo y apareció el fuego de la ira, pero solo fue un instante.

  • Siento haberos insultado, no era mi intención. Gonzo es un buen partido, si algo hecho de menos de nuestra relación era el sexo, disfrutadlo.

La muy puta sabía pinchar de lo lindo, una de cal y otra de arena. Carmen y Carol colocaron la comida en la mesa y nos sentamos a comer. Cuando llegamos a los postres Petra alabó a la cocinera y se llevó una mirada de Beatriz que le obligó a cerrar la boca a mitad de la frase. Daba lo mismo, Carmen se había convertido en una excelente cocinera, digna de cualquier restaurante de lujo.

Cuando terminamos me levanté y Bea me acompañó al despacho. Esperaba que se decidiera de una vez a contarme la razón de su visita. Y así fue.

  • Te preguntarás la razón por la que estoy aquí.

  • Y yo que creía que querías avivar la llama de nuestro amor.

  • No seas gracioso, no es tu estilo. Mis jefes quieren el nuevo software que estás creando. Están dispuestos a pagarte muy bien por él.

  • ¿Qué nuevo software? Estoy retirado. Ni siquiera controlo la empresa, el consejo de dirección tiene las riendas. Tendrías que hablar con ellos.

  • Has dividido el trabajo en varias partes y has encargado a una docena de programadores diferentes cosas sueltas. Pero a tu empresa y a la mía le has encargado un par de cosas algo más específicas. Estás trabajando en la versión avanzada de tu programa. Y ellos lo quieren.

  • No sé de qué me hablas. Ya me has visto, solo me dedico a mi propio placer.

  • Por supuesto que te dedicas al placer, pero nunca podrías dejar de programar, es parte de ti. Recuerda que te conozco muy bien. Tu programa ha incrementado los beneficios de las empresas a las que se lo has vendido en un veinte por ciento. Además les ha salvado de un par de baches que nadie había previsto, excepto tu programa. Ganaste mucha pasta con la primera versión. La gente para la que trabajo está dispuesta a doblarte los ingresos de la primera versión por sus servicios en exclusiva.

  • No existe una nueva versión de ese programa. Ni siquiera estoy trabajando en ello.

  • Comprendo que no quieras soltarlo así como así, pero esta gente no aceptará un no por respuesta.

  • El problema es que ese programa no existe. Mi empresa tiene el código fuente, si quieren que encarguen una versión mejorada.

  • En el mercado ya hay una docena de programas que hacen lo mismo, no necesitamos esa versión, necesitamos lo nuevo en lo que estés trabajando.

  • Estoy trabajando en un programa, pero no es para la especulación financiera. Es para hacer estadísticas de personalidad. No es algo a lo que se pueda sacar beneficio.

  • Me da lo mismo lo que digas. Lo quiero – se estaba empezando a enfadar. No era bueno, tenía muy mal perder.

  • Me parece que no me has entendido, no hay nada que vender. Es mi hobby y no lo voy a vender, no necesito más dinero.

  • El que no lo ha entendido eres tú. He comprado el cincuenta y uno por ciento de tu empresa, ahora me pertenece, voy a hacer que te demande por robar las patentes, no te pertenecen son de la empresa. Cuando tu tengas que demostrar que no es cierto me encargaré de que un pobre oficial del juzgado pierda tu disco duro. Por otro lado me encargaré de que alguien pregunte por la edad de la niña esa que te follas. Te acusarán de pederastia y por supuesto encerrarán a la madre por prostituir a su propia hija.

No se lo que me pasó, quizá era que me había enamorado de las chicas o solo era que me había acostumbrado tanto al rol de amo que ahora no podía aguantar que alguien intentase humillarme. El caso es que mi mano salió disparada. La bofetada le cruzó la cara y la lanzó al suelo aturdida. La agarré por el pelo y la arrastré hacia las escaleras ocultas que llevaban a la sala de juegos. Trató de resistirse, pero otra bofetada la calmó bastante. Bajamos la escalera a trompicones y la lancé sobre la cama con las correas. La até allí mientras ella gritaba y me insultaba. Cogí una bola de mordaza y se la metí en la boca. Allí la dejé. Subí las escaleras y llamé a Carol a mi despacho.

  • Carol, quiero que hables con Petra. Dile que la señorita Beatriz te ha ordenado que le digas que van a quedarse un par de días en la isla. Que llame al barco para que no venga a recogerles hasta que llame ella. Cuando lo haya hecho la acompañas hasta aquí.

En el ordenador accedí al servidor de mi empresa y busqué los registros financieros. Los imbéciles del consejo habían rechazado mi orden de no buscar más inversores y habían aceptado nuevo capital. Casi todo lo habían recibido de una empresa rival, de la que era propietaria mi exmujer. Pero su empresa no tenía tanto dinero. Tendría que averiguar de donde había salido.

Petra se presentó en el despacho seguida de Carol.

  • Perdón, creí que había quedado aquí con…

  • Sí, está abajo, acompáñame.

Bajó las escaleras justo detrás de mí y cuando vio la habitación el pánico la atenazó y se dio la vuelta para salir corriendo. Era demasiado tarde, la agarré y la arrastré hasta la tercera cama donde con un par de grilletes de policía la esposé al cabecero de la cama y para acallar sus gritos le coloqué también una mordaza. Carol había avisado a Carmen y bajaron las dos corriendo desconcertadas por mi actuación.

  • No pasa nada – las tranquilicé -. Beatriz necesita un poco de educación y he decidido dársela.

Las dejé allí a las dos mientras me dirigí a los tanques de privación sensorial que me habían llegado hacía un par de meses. Ya tenían las modificaciones que yo había especificado. También tenía los trajes de sensores e implantes. El programa no estaba listo para liberarlo, pero lo tenía lo suficientemente avanzado como para una prueba beta. Los periféricos ya tenían cargados los parámetros requeridos y había preparado el interface para que todo lo controlase el mismo programa. Me giré hacia Beatriz que me observaba con mucha atención y ciertamente con una mirada tan fría que cortaba el aire.

  • Bien, Bea, voy a explicarte algo. Unos meses después de sacar al mercado el programa me di cuenta de que la vida de opulencia y despilfarro no me ponía, no era feliz. Descubrí que lo que realmente me gustaba era el control. Durante nuestro matrimonio había disfrutado mucho luchando contra tu dominación y tratando de imponerme, pero eras un hueso duro de roer. Sin embargo con ciertas modificaciones del programa podría predecir las reacciones de un tipo de persona en particular. Así elegí a la familia de Carmen. Les traje aquí y les di la oportunidad de servirme. Paco tardó un poco más, pero ahora es un hombre fiel. Y soy feliz con Carmen y Carolina. Pero como has dicho no puedo estar sin programar así que decidí llevar el programa al segundo nivel. Para qué quedarme solo en predecir y actuar. Es mejor que el programa interactúe directamente con el sujeto. El sistema no está terminado, pero funciona básicamente así: el sujeto se viste con un traje de sensores y electrodos, como los que yo tengo aquí, se le introduce en un tanque de privación sensorial, como esos dos que ves, se le coloca una intravenosa para alimentarlo y proporcionarle fluidos, que es lo que vamos a hacer contigo. Los tanques tienen un sistema de audio y video bastante peculiares. Si a eso se les une el sistema de electrodos del traje tenemos el sistema de salida del programa. El sistema de recolección de datos lo tiene en el traje de sensores. Va a utilizar los datos que recibe más el perfil introducido de forma previa para recrear un sistema virtual de aprendizaje. Un lavado de cerebro normal requiere semanas para ser efectivo. Mi sistema reducirá ese tiempo a días. Bueno, voy a calibrar el sistema con tus preferencias, gustos, anhelos, fobias… Ten en cuenta que nos conocemos desde hace mucho tiempo de manera que tengo bastante claras tus preferencias y tu personalidad.

Ella intentó soltarse tirando de las correas que la sujetaban. No tenía ninguna oportunidad. Esas correas eran profesionales, diseñadas para sujetar a hombres que la doblaban en peso y la triplicaban en fuerza. Por otro lado la mordaza me ahorró escuchar los insultos e improperios que soltaba. Su asistente personal solo lloraba y babeaba la mordaza.

Carol y Carmen se acercaron a mi, estaban nerviosas, pero más que nada porque no sabían que esperar ni la razón de todo aquello.

  • ¿Amo, que pasa? ¿Qué debemos hacer?

  • De momento nada, actuar normalmente. Tengo que realizar algunos ajustes para terminar la versión beta del programa. Después empezaremos con mi ex. El problema lo tendremos con su asistente, Petra. No se nada de ella y sin el historial el programa no será efectivo.

  • Nosotras nos encargaremos de ella – contestó Carmen después de cruzar una mirada con su hija -. Si quieres nos quedamos vigilándolas mientras tu terminas lo que sea que te falte.

  • Perfecto – por la mirada de Carmen vi que algo más se cocía allí -. A Beatriz ni la toquéis, la necesito intacta. Con la otra haced lo que queráis.

La chica, que lo había oído todo empezó a berrear intentando decir algo. La mordaza impedía que hablase normalmente y atenuaba bastante los gritos. Subí a mi despacho y comencé a introducir datos y a pulir problemas. Dos horas después tenía todo listo, quedaba hacer las conexiones pertinentes y probar el hardware del tanque y del traje. Pero para eso el sujeto tenía que tener el traje puesto y estar dentro del tanque.

Cuando regresé a la habitación de los juegos me encontré a Carmen y Carolina desnudas mientras torturaban a la pobre Petra.  La tenían con una pinza en cada pezón y dos más separando los labios vaginales.  Carolina sujetaba las cadenas tensas mientras en la otra mano tenía el control de uno de los huevos vibradores. La pobre chica saltaba ante un aumento de velocidad brusco y recibía el tiró de sus zonas más sensibles. Al menos no le habían puesto ninguna pinza en el clítoris.

  • Necesito que me echéis una mano. Vamos a dormir a Bea para ponerle el traje y la meteremos en el tanque.

Dos bofetadas de Carmen fue todo lo que hizo falta para que mantuviese el brazo quieto mientras yo le colocaba una vía intravenosa en el brazo. En el goteo de suero salino inyecté el sedante y esperé a que hiciese efecto mientras Carol y Carmen la vigilaban atentamente. Aproveché ese momento para sacar el traje. Parecía un simple mono de esquí si no fuera por las conexiones que había en el cuello, mangas y perneras. También encendí y llené  el tanque para que fuese cogiendo temperatura. El equipo completo creaba un entorno limitado de realidad virtual. Al cabo de un tiempo la realidad y la ficción generada se fundían y se hacían difíciles de diferenciar. El programa generaba un entorno que iba modificando según los parámetros del sistema. Con los datos del historial se creaba una especie de curso a impartir. Ese curso se iba actualizando con los nuevos datos que eran registrados por el traje y el tanque. Consumo de oxígeno, respiraciones por minuto, pulsaciones, presión sanguínea, sudoración, tamaño de las pupilas, temperatura corporal, escáner térmico de la piel… Había mas de una veintena de variables que el programa usaría para hacerse una idea de lo que la persona estaba sintiendo. Todo eso hacía que los tiempos de adaptación del programa fueran mucho más cortos y fiables que los de un humano.

Cuando Beatriz quedó inconsciente, Carmen se aseguró con un pellizco en el pezón que no provocó la más mínima reacción. Sin más problema que el hecho de desnudar y posteriormente vestir a un cuerpo inerte, terminamos la labor y la introdujimos suavemente en el tanque.  Realicé las conexiones del traje y comencé con los diagnósticos previos. Me llevó ponerlo todo en marcha más de media hora, pero finalmente el programa me dio el visto bueno. Eso no significaba que fuese a funcionar el condicionamiento, significaba que podía comenzar el programa. Lo inicié y envié a mi tablet el indicador de progreso. La primera sesión duraría doce horas. Activé el programa y comenzó la cuenta atrás.

Carmen y Carol volvieron a encargarse de Petra. Las lágrimas se le habían secado en las mejillas y había controlado algo su respiración, pero seguía en tensión.

  • Mira, putilla - comenzó Carmen - te vamos a soltar, pero vas a hacer todo lo que te digamos. Si no obedeces serás castigada, si dudas serás castigada, si tardas en obedecer serás castigada y si no estamos satisfechas contigo serás castigada. Incluso si no nos gusta tu actitud serás castigada. Además, lo mismo te castigamos para simplemente para disfrutar haciéndolo.

Carol le quitó las pinzas y las esposas y Carmen le puso un collar de perro con una correa.

  • ¡A cuatro patas, perra!

De un tirón tiró a Petra al suelo que, llorando de nuevo, se puso a cuatro patas.

  • De momento vas a ser nuestra perrita - comentó Carol riendo.

Yo estaba alucinando. ¿Esas eran las dos mujeres que me servían? Eran bastante más crueles que yo. Pero  sin saber la razón eso me excitaba. Petra escalaba los peldaños usando manos y rodillas y pude ver como, de forma involuntaria, movía el trasero mientras subía la escalera. Sus labios vaginales estaban rojos e inflamados, sin duda por el uso del huevo vibrador que todavía llevaba. Tuve que recolocarme el pene porque la repentina erección me resultaba dolorosa. Carol se fijó en mi movimiento y acercándose a Petra, con la mano abierta, le dio un azote que sorprendió a la pobre mujer y casi hizo que se resbalase escaleras abajo. Yo subí con ellas por pura curiosidad, por eso y por el morbo que me producía el verlas castigar a una pobre chica.

La sacaron al jardín y la hicieron tumbarse en la hierba. Carol fue a avisar a Paco y volvieron juntos poco tiempo después.

  • Paco, tengo una perrita que necesita aprender modales – explicó Carmen -. Hace tiempo que no follas, ¿Quieres domarla un poco?

En ese momento se hizo evidente que la reserva hormonal del implante se había agotado hacía tiempo. No me había preocupado porque Paco ya se había acostumbrado a su posición. Ni Carmen ni Carol dejarían que él se acercase a ellas de manera que tenía que aliviarse el solo. Llevaba un par de meses que las hormonas que reducían su libido se habían agotado y por tanto volvía a ser un hombre completo. Nada más decírselo fue hacia Petra que intentó huir a cuatro patas gritando a través de la mordaza. Carmen la sujetó por la correa e impidió que escapara.

  • ¡Espera! – gritó Carol -. No te la vas a llevar. Si quieres follar tendrás que hacerlo aquí mismo.

Paco dudó un instante y me miró esperando mi aprobación. Creo que era el único que verdaderamente era un sumiso dentro de toda su familia. Carol y Carmen me obedecían pero siempre intentaban salirse con la suya. Paco solo obedecía.

  • Adelante Paco – acepté -. Disfruta de la chica, pero ten cuidado de no hacerle daño. Si se porta bien lo mismo la adoptamos y no me gustaría que un cuerpo tan bonito quedase desfigurado. Carmen te irá guiando paso a paso.

Carmen aceptó gustosa el mando y mostrando la fusta  comenzó el juego.

-Desnúdate y acércate a ella.

Paco casi se arranca la ropa en vez de quitársela, quedó desnudo en segundos. Hasta mi llegó el hediondo olor de un cuerpo que hacía tiempo no conocía una ducha.  La marca sobre su pecho había cicatrizado bien y todavía se apreciaban las marcas de la vara en sus piernas y en toda la espalda. La disciplina no solo había marcado su mente. No recordaba cual era el tamaño natural del pene de Paco, pero me parecía demasiado pequeño, no pasaría de los diez centímetros en plena erección, quizá fuese un efecto de las hormonas que había tomado, pero en todo caso eso sería beneficioso para su víctima.

  • Carol, trae la manguera – Carmen también se había dado cuenta -. Apunta a tu padre empápalo bien, a ver si así le quitamos algo de ese olor a choto que tiene.

Carol le hizo caso y apuntó a su padre, haciendo hincapié en las zonas más sensibles de su anatomía, pero como no estaba fría no consiguió bajarle los ánimos.

  • Perrita, vamos a empezar por algo sencillo, vas a chupársela. Cuando se vaya a correr quiero que te la saque de la boca y recibas su corrida en la cara. ¿Entendido?

La pobre chica no era capaz ni de pensar. Tensaba la correa intentando alejarse del hombre que la iba a violar y no era capaz de procesar nada. Paco estaba ansioso y la miraba como un lobo observa a una pequeña ovejita. Sin tiempos para tonterías, Carmen descargó la fusta sobre las nalgas de su perra arrancando un grito ahogado por la mordaza y consiguiendo que se tirase al suelo haciéndose un ovillo. Carmen volvió a levantar la fusta.

  • Carmen – no hizo falta más para que parase el golpe. Me acerqué Petra y me agaché a su lado. Le cogí la cara con las manos y con dulzura le obligué a mirarme. Establecí contacto visual y lentamente mis manos fueron al cierre de la mordaza y se la retiré con suavidad. Ella boqueó recuperando el uso de la lengua y tragando el exceso de saliva que provoca ese tipo de artilugios -. Tranquila, Paco hará solo lo que quiera Carmen. No es tu enemigo, tiene menos libertad que tú. Olvídate de él. Solo céntrate en una cosa. Si haces lo que te ordena la que tira de la correa no recibirás dolor. Solo cuando falles te dolerá. Olvídate de ti, olvídate de Paco, piensa solo en obedecer, en el premio que conseguirás si lo haces bien.

Ella me miró implorando, cuando fue a hablar para suplicar le puse un dedo en los labios.

  • No hables – utilicé el tono más suave que pude, hablando con cadencia casi hipnótica -. Mira, no hay salida, no puedes escapar de la isla, no puedes esconderte. Lo único que de verdad controlas es tu mente. Oblígate a respirar más despacio, piensa con claridad. ¿Qué puedes hacer? Nada, solo puedes obedecer. Mira, te prometo una cosa. Si considero que te has esforzado en complacer a Carmen, yo mismo te daré un premio esta noche.

Petra me miró y pude ver en su cara como empezaba a ver la luz al final del túnel. Esa es una de las cosas que mejor funcionan en estos casos. Dejarle una salida, una esperanza.

Carmen tiró de la correa y esta vez Petra avanzó hasta colocarse en posición. Durante un momento siguió mirándome y yo asentí con la cabeza aprobando su aceptación.

Paco se sujetó el pene para colocárselo en la boca cuando la fusta de Carmen le apartó las manos.

  • Ella se encargará, aparta las manos, ponlas a la espalda. Perrita, tu tampoco puedes usar las manos. Hazlo solo con la boca.

Petra se sentó sobre sus talones y apoyando las manos en sus muslos estiró el cuello para alcanzar el pene de Paco comenzar la felación, no dudó, se la metió entera en la boca y empezó a darle placer. No llevaba ni medio minuto así cuando Paco soltó un gemido y comenzó a eyacular en la boca de Petra, esta intentó retirarse pero Paco al notarlo se soltó las manos de la espalda y le agarró la cabeza para evitar que escapase. Forcejearon y al final algunos chorros fueron a la cara.

  • ¡Serás cabrón! – gritó Carmen descargando la fusta sobre el pecho de Paco que retrocedió un par de pasos para ponerse fuera de su alcance.

De repente Paco se agarrotó y se desplomó. Cuando giré la vista Carol tenía una tablet en la mano con el app que controlaba el uso del collar de castigo.

  • Lo siento – se disculpó Petra -. Yo quería obedecer, pero…

  • A callar perra. Ahora nos hemos quedado sin diversión porque se la has chupado demasiado rápido.

  • Carmen – interrumpí yo -. Te he dado el mando para que la domes, pero lo vas a hacer con justicia. La culpa no ha sido suya y ha cumplido como ha podido, mira su cara. Y si te fijas ha sido una chica buena. No le has dicho que hacer con el resto de la corrida y podía haberla escupido o tragado. La ha depositado en la mano para que le digas que hacer.

Carmen ni siquiera se había fijado en eso. La pobre chica había soltado con cuidado el esperma en su mano para no desperdiciar ni una gota.

  • Tíralo al suelo – ordenó Carmen.

Carol con la manguera limpió la cara y las manos de Petra y después usó el chorro para despertar a Paco. Cuando volvió a estar consciente Carmen pudo echarle la bronca.

  • La has jodido imbécil. Podías habértela follado a gusto y en vez de eso has metido la pata. Como castigo te quedas sin el resto.

Paco me miró implorante pero a mi tampoco me había gustado su actuación.

  • Paco, mañana traeremos a mi exmujer, no quiero que esto pase de nuevo. Con ella podrás incluso ser más duro. Incluso te dejaré que hagas con ella lo que quieras, pero deberás obedecer mejor. Si vuelves a fallar lo perderás.

  • No lo haré amo – respondió el sonriendo -, no fallaré. Haré lo que sea. Llevaba mucho tiempo sin follar y los hábitos tardan en perderse.

  • Bien. Pero claramente has desobedecido y tienes que ser castigado – su expresión alegre desapareció y pasó a estar muy asustado. ¿Qué castigo consideras apropiado?

  • ¿Diez latigazos con la vara? – propuso él temblando.

  • Ha sido una orden directa de Carmen y nos has dejado sin diversión, serán veinte latigazos – él tragó saliva -. Pero como Carmen te ha golpeado con la fusta y Carol ha usado el collar lo dejaremos en quince. ¿Quién de las dos quiere aplicarlo?

Carmen fue más rápida y se lo concedí, me entregó la correa de Petra y fue a la casa a buscar la vara. Con la ayuda de Carol le ataron al poste que usábamos para los castigos. No es que fuese a evitar los golpes a propósito, pero así evitábamos movimientos indeseados.

Carmen estaba furiosa, descargó los golpes con saña de tal forma que a partir del quinto las piernas y la espalda de Paco comenzó a sangrar. Cuando terminó tiró la vara y se alejó en dirección a la casa. Carol fue a desatar a su padre pero se lo impedí.

  • Lava las heridas con la manguera, lo secas y aplicas el cicatrizante. Cuando termines le sueltas y llevas la vara a su sitio.

Me giré para volver a la casa y después de dos pasos noté como se tensaba la correa de Petra. Ella intentaba seguirme, pero andaba demasiado rápido para ella.

  • Ponte de pie – vi como sus rodillas y manos estaban sucias y llenas de arañazos -. Conmigo puedes andar normal, pero no hables y actúa solo como se te ordene.

Encontré a Carmen en la cocina, estaba preparando la cena. Cuando vio que Petra venía conmigo y venía después se fue a por ella. Yo la intercepté a mitad de camino asestándole una bofetada con el revés de la mano que la lanzó contra la mesa arrastrando el mantel mientras caía al suelo. Cuando se giró para mirarme con cara de miedo se tapaba el labio, sangraba.

  • Debes recordar tu lugar. Te he dado el mando para que eduques, no para que castigues. Sabes que a mi no me gusta aplicar dolor, solo es un medio para educar. Tú sin embargo te dejas llevar. Te he visto perder el control mientras castigabas a Paco. Estabas liberando el odio que tienes acumulado. Puedo entender que le odies, te hizo mucho daño, pero ya ha sido castigado. ¡Joder! Te he dado la oportunidad de darle mucho más dolor y humillación que el que tú has recibido. Pero aun así no tienes suficiente. Pero al menos eso lo puedo entender. Pero lo que no entiendo es como has tratado a Petra. Te la había dado, era tu responsabilidad. Si ella falla tú fallas. A mi entender ella no ha fallado, lo ha intentado con todas sus fuerzas. No ha conseguido lo que le pedías pero no por su culpa ha sido por algo que no podía controlar. ¿Cuántas veces pudiste evitar que Paco se saliese con la suya durante tu matrimonio? ¿Una? No, ninguna. Siempre perdías. Ella no es mejor que tú. La idea de jugar con Paco me ha gustado. El error lo has tenido cuando has dejado de ser mi sumisa. Vas a recibir un castigo ejemplar y un aviso. Si vuelve a pasar te echaré de mi vida. Te mandaré de vuelta a tu puta casa y me olvidaré de ti. ¿Lo has entendido?

Eso último fue un golpe directo. Toda su vida giraba a su puesto como s mi sumisa. Si le quitaba eso se lo quitaba todo. No era una sumisa completa, le gustaba obedecer, disfrutaba con mis juegos y aceptaba mis castigos, pero a veces forzaba la situación para salirse con la suya. Quizá lo único que necesitaba era enfrentarse a la realidad. Ella empezó a llorar y a balbucear, no le salían las palabras. Sin soltar la correa de petra me acerqué a Carmen y la ayudé a ponerse de pie. La besé con suavidad y acariciándole el pelo la abracé contra mí.

  • El castigo lo tendrás mañana – susurré en su oído -. No te preocupes por ello. No fallarás y estoy contento porque confío en ti. Sabes que me gustas, has sido mi primera sumisa y siempre serás mi favorita. Nadie puede quitarte eso.

Con cuidado empecé a desabotonar su blusa sin dejar de besarla. Sus brazos rodearon mi cuello. Cuando llegué al sujetador ella se separó un momento y terminó de quitarse la blusa y desabrochó el sujetador. Mi boca adoraba chupar esos pezones, duros firmes, con una aureola grande. Ella suspiraba mientras agarraba mi cabeza aplastándome contra sus pechos. Me separé un segundo y levantándole la falda la senté sobre la mesa. Cuando me retiré un poco ella me miró ansiosa. Di un paso atrás y agarré de nuevo la correa de Petra, tiré con suavidad y ella avanzó hasta quedarse delante de Carmen. No hizo falta que explicase que quería. La jovencita se agachó para meter la cabeza entre las piernas de mi sumisa mientras se relamía. Yo me coloqué detrás de la perrita y levanté sus caderas haciendo que quedase casi en ángulo recto. Introduje un par de dedos en su empapada vagina y encontré el cordón del huevo vibrador que todavía zumbaba en su interior. Lo extraje y se lo entregué a ella misma para que lo usase al jugar con Carmen. La escena era muy excitante y yo llevaba mucho tiempo con el pene en pie de guerra. Me bajé los pantalones y con una mano me agarré a la cadera mientras con la otra apuntalaba mi pene contra los labios vaginales de Petra. Un par caricias con el glande arrastraron suficientes jugos que yo extendí por mi pene. Estaba tan excitada que entró de la primera estocada arrancándole un gemido de placer. Soltando ya mi pene pude agarrarme con las dos manos a la cadera de la chica y comencé a bombear, sin demasiada prisa al principio pero aumentando el ritmo. No llevaba ni un par de minutos cuando Petra comenzó a gemir con fuerza y lanzaba sus caderas contra mi pubis intentando aumentar la penetración, se corrió ruidosamente a dúo con Carmen. Continué bombeando mientras Petra jadeaba y gemía. Aumenté el ritmo de forma frenética. Ella levantó algo más la espalda para poder besar a Carmen mientras volvía a llegar al orgasmo.

Cuando noté que me quedaba poco para eyacular se la saqué y las acerqué a las dos a mi pene, poniéndolas de rodillas, Carmen se lanzó a chupar ella sola, pero al momento compartió con Petra. Eyaculé sobre ambas, varios chorros sobre cada una de ellas. Carol entró en ese momento y se lanzó a besarlas y a extender el semen también por su cara.

Después de que se asearan un poco Carmen volvió a dedicarse a preparar la cena mientras Carol protestaba porque la había dejado fuera.

  • Mañana será tu turno con Petra y conmigo. Tu madre estará muy cansada y no podrá participar.

Carol no hizo más comentarios porque ya suponía que su madre se había ganado algún castigo. Me acerqué a petra que seguía desnuda. Le quité el collar de perro.

  • Mira, te has visto envuelta en una situación que tú no buscabas y lo entiendo. Pero a veces las cosas son para mejor. Ahora tu vida ha cambiado. Como has comprobado puede ser muy agradable o puede ser muy dolorosa. Tienes la oportunidad de ser parte de mi familia, puedes convertirte en mi sumisa, igual que ellas. Pasará un tiempo hasta que estés completamente educada pero creo que lo puedes conseguir, tienes talento. Carmen y Carol pueden ser convertirse en tus mejores amigas. Ellas han tenido la opción de aceptar mi proposición, no estaban obligadas. Tu caso, por desgracia, es distinto. No puedo permitir que te vayas. Al menos no hasta que haya terminado el adoctrinamiento de Beatriz. Cuando eso ocurra seguramente encontraré una salida al problema que me ha creado. En cuanto lo solucione serás libre. Siempre que quieras serlo. Como he dicho no puedo ofrecerte la opción de aceptar o no pero…

  • Acepto.

Me quedé sorprendido por la rapidez con la que había aceptado. Durante un momento dudé si me estaría engañando, no podía ser que aceptase tan rápido. A no ser que…

  • Petra, que hacías para Beatriz.

  • La señorita Ayala tiene unos gustos parecidos a los suyos, amo.

  • Puedes usar el amo, pero a mi me gusta que me tuteen. Así que eras la sumisa de Beatriz.

  • No… Dentro de mi trabajo tenía que… Satisfacer ciertos deseos…

Estaba roja de vergüenza, esa era una cosa que no entendía, estaba desnuda delante de mí, acababa de follármela y se ruborizaba porque me estaba contando que le comía el coño a mi exmujer.

  • ¿Le gusta dominar? Siempre ha tenido tendencia, pero no creí que diese el paso.

  • No fue algo premeditado, la cosa surgió y el sueldo era muy bueno…

  • Veamos, que tú lo hacías por dinero.

  • Sí, pero también lo disfruté mucho. Aunque nunca como hoy. He pasado mucho miedo, todavía estoy temblando, pero creo que puedo hacerlo.

  • ¿Todavía tiemblas? ¿Me tienes miedo?

  • Tengo miedo de que me guste y no poder soportarlo.

La besé con pasión y ella me devolvió el beso.  Nos íbamos a divertir mucho todos juntos. Durante un momento, pensando en lo que iba a ocurrir al día siguiente sentí remordimientos por haber pegado a Carmen. Lo que ella había hecho con Paco es lo que yo ansiaba hacer con Beatriz. Quería doblegarla, humillarla, provocarle dolor pero sobre todo, lo que más deseaba era follármela como no había podido hacerlo mientras habíamos estado casados.

CONTINUARÁ…