Cumpliendo dos fantasías(Héctor y Fred)

Estaba rodeada por tipos de distintas edades, el metro avanzaba muy lentamente y en cada vaivén podía sentir el pene de uno y la mano de otro. Pero mi atención se centraba en la fantasía que Héctor estaba cumpliendo...

La fantasía de Héctor

Estaba rodeada por tipos de distintas edades, el metro avanzaba muy lentamente y en cada vaivén podía sentir el pene de uno y la mano de otro. Pero mi atención se centraba en la fantasía que Héctor estaba cumpliendo...

-¿En verdad diariamente viajas en el metro con ropa de nena debajo de tu pantalón?-Preguntó Héctor con el cual conversaba en el Messenger.

-Sí, diariamente viajo en el metro llevando debajo del pantalón una pantaleta que ayuda a moldear los glúteos y una tanga de hilo-Respondí sabiendo el efecto que provocaba hacer tal confesión. -No es por nada pero si vieras las fotos que me he tomado modelando dichas prendas estoy segura que tendrías una rica erección-Agregué.

-No es necesario verlas, te imagino y ya se me paró, pero si gustas puedes enviarme esas fotos a mi correo-Dijo entusiasmado.

-Por supuesto, te enviaré algunas imágenes para que veas cómo me ayuda utilizar ese tipo de prenda.-Y también mi pene “despertó”.

-Pues mira, voy a ser muy especifico en describirte la fantasía que me gustaría cumplir contigo.-Respondió.

-Adelante, cuéntame tu fantasía y veremos si es accesible o no-Dije disponiéndome a leer detenidamente sus mensajes.

Llegué a la estación del metro “Olímpica” a la hora acordada, 7:15 de la mañana. Esta se ubica en la línea B del metro que corre de “Ciudad Azteca” hasta “Buenavista”. Mientras me encaminaba hacia los andenes recorrí con la vista buscando a Héctor con el cual me había citado, sin embargo no lo ubiqué. Había algo de gente esperando la llegada del convoy y pensé que si no era él sería otro quien cumpliría su fantasía conmigo sin haberlo acordado.

Yo cumplí con lo dicho, llevaba el tipo de ropa y el color que le había mencionado: pantalón, camisa y chamarra. Pero lo que más le ayudaría a identificarme sería la mochila negra que diariamente llevo al hombro. Lo mejor y más excitante era que debajo del pantalón llevaba un rica tanga de hilo y la pantaleta que más levanta mis nalgas, haciéndolas ver firmes y redondas. Ambas prendas eran de color negro.

Pasé los torniquetes que dan al norte, rumbo a Ciudad Azteca, bajé las escaleras y me ubiqué a unos pasos de las mismas ya que tengo identificado el lugar en el que las puertas quedan frente a mí. Me gusta entrar primero ya que la mayoría de las veces entran detrás de mí buena cantidad de tipos. Miré hacia ambos lados del andén y seguí sin ubicar a Héctor. “Ni modo, él se lo perdió” pensé un poco divertida.

Un mensaje llegó a mi celular, lo leí rapidamente y era Héctor quien me decía que ya se encontraba en el andén. Caminé por el mismo tratando de ubicarlo. El convoy se acercaba y no me preocupé en esperarlo, así habíamos quedado, no importaba quién llegara primero, si el otro no estaba abordaríamos el convoy para llegar a tiempo a nuestros respectivos empleos.

El convoy se detuvo y en cuanto las puertas se abrieron me hice a un lado para dejar pasar a los que descendieron del mismo. Apenas había puesto un pie dentro del vagón cuando sentí cómo varios tipos se abalanzaron y me empujaron hacia dentro. Como pude me acomodé tratando de quedar lo más cerca posible de las puertas contrarias ya que mi descenso diario es en la estación “Oceanía”.

No pude moverme más y entonces sentí que detrás de mí había quedado alguien que no vaciló en poner sus manos en mi cintura, esa acción me emocionó de tal manera que lo primero que hice fue empujar mis nalgas hacia atrás buscando pegarme a su virilidad. Obviamente no hice el intento de mirar de quién se trataba para que éste no pensara que estaba yo molesta por su atrevimiento. Todo lo contrario, cuando no volteo a ver quién está detrás de mí los tipos saben que soy de los que les gusta que los vayan manoseando o dándo de “arrimones”. Aunque parezca increible muchos suben al metro con esa intención. Al final supe que se trataba de Héctor.

Después de algunos minutos de constantes empujones las puertas lograron cerrarse y entonces el convoy comenzó el trayecto hacia la siguiente estación. Héctor detrás de mí ubicó la hendidura entre mis nalgas y pegó su virilidad en ella. Mis piernas comenzaron a temblar de la emoción, mi corazón se aceleró y mi respiración se tornó agitada. Sentí la erección de mi pene. Hice lo posible por no delatarme con los demás. Cerré los ojos y me dediqué a sentir y disfrutar mientras llegaba a la estación destino.

Héctor comenzó a respirar detrás de mi nuca, sus manos seguían en mi cintura ocultas por mi propia chamarra. Comenzó a cachondearme en cada vaivén del vagón. Imaginé que su virilidad era grande ya que sentía un bulto enorme entre las nalgas.

Llegamos a la siguiente estación y cosa increíble pero lograron subir no sé cuántos tipos más. En la puerta frente a mí iba recargado un tipo que de principio traía encogidos sus brazos hacia el frente, protegiéndose de ser aplastado. Ahora los había quitado e inevitablemente quedé pegada a él. Sentí el bulto de su pene en mi muslo izquierdo. Apenas me había acomodado cuando otro tipo frente a mí colocó su mano sobre su muslo y ésta comenzó a tocar mi pene erecto.

El convoy comenzó nuevamente su trayecto y cerré mis ojos de nuevo para imaginar la escena: Rodeada por tipos de distintas edades, el metro avanzando muy lentamente y en cada vaivén sintiendo el pene de uno y la mano de otro. Pero mi atención se centraba en la fantasía que Héctor estaba cumpliendo...

Era muy rico sentir el bulto en mi muslo, alcancé a percibir que el tipo se empujaba hacia delante imitando un movimiento de penetración. El que llevaba pegada la mano en mi pene, la subia y la bajaba lentamente dándome un suave masaje. Héctor quitó una mano de mi cintura y la colocó a un lado de su pene, sus dedos tantearon una de mis nalgas recorriendo la curvatura, sintiendo cómo la pantaleta mordia y provocaba la redondes y firmeza de la misma.

Así transcurrió el recorrido durante tres estaciones más, los tres tipos mantenían sincronizados sus movimientos sobre mi cuerpo. Apreté mi esfinter y una generosa cantidad de líquido salió de mi pene mojando la tanga deliciosamente.

Héctor dejó de recorrer mi nalga, se hizo un poco hacia atrás y puso la palma de la mano sobre su pene, mientras tanto su dorso quedó enmedio de mis nalgas. Las piernas no dejaban de temblarme. Fue entonces que comenzó a estrujar su pene y al hacerlo mi culo era acariciado por su dorso. Su movimiento era frenético ya que nos acercábamos a mi estación de descenso. El tipo del muslo no variaba su movimiento mientras que el otro aceleró su masaje en mi pene.

Sabía que no podría contener mi propia eyaculación ya que la excitación de los cuatro estaba en su apogeo. Era algo que jamás me había pasado y ya no me detuve en sentir y difrutar la experiencia de la primera vez. El convoy ayudaba con su vaivén a que nadie más se percatara de lo que estaba sucediendo.

Imposible contenerme, los espasmos de mi pene me delataron y el semén surgió incontenible. Mi muslo sintió los espasmos del otro tipo y Héctor quitó la mano y sentí los espamos de su pene entre mis nalgas. Los tres eyaculamos al mismo tiempo. Justo cuando el convoy subía hacia la estación “Oceanía” en la cual descendimos todos para perdernos cada quien en su camino.

La fantasía de Fred

-Adelante, pasa, estoy sola-Dije al abrir la puerta de la habitación del hotel.

Fred entró presuroso y adivinando su nerviosismo me dispuse a cerrar la puerta, caminé delante de él contoneando las caderas provocativamente y me giré poniendo las manos en mi cintura.

-¿Te gusta mi arreglo? Especialmente para tí-Y le sonreí al tiempo que levantaba la parte frontal de la minifalda. Los ojos de Fred miraron mi entrepierna.

-Por supuesto que me gusta tu arreglo, eres como siempre lo había deseado e imaginado, tu apariencia es completamente femenina-Dijo Fred denotando que su nerviosismo aún no cedía.

Me encaminé hacia uno de los sillones levantando la parte trasera de la falda, quería que viera mis nalgas descubiertas, el hilo de la tanga entre ellas y el liguero. Mi giré provocativamente y me senté a la mitad del asiento, lentamente me dejé caer hacia atrás hasta sentir el respaldo, la falda se levantó y dejo entrever los broches delanteros del liguero. Fred no perdía vista de lo que hacía.

Lo miré, abrí ambas piernas y levantando nuevamente la parte frontal de la falda acaricié mi pene erecto sobre la tanga.

-Ven, arrodíllate frente a mí. Calma, no estés nervioso, cumpliré tu fantasía-Y entornando mis labios hice el chasquido de un beso.

Fred no esperó una nueva orden, fue caminando hacia mí al momento que se despojaba se la chamarra que llevaba. La lanzó sobre la cama y siguió caminando hipnotizado por el bulto en mi entrepierna. Se hincó y permaneció expectante mirando cómo yo me acariciaba lenta y deliciosamente.

-¿Te gusta cómo me acaricio Fred?¿Quieres acariciarme tú?-Y aparte mi mano en espera de la suya.

Fred se incorporó un poco y apoyando sus manos en mis muslos hundió su rostro en mi entrepierna deleitándose con mi aroma. Aspiraba muy profundamente cada centímetro de mi piel y la tela de la tanga. Se ayudó con una mano y poniendo sus dedos en un extremo de la prenda ladeo su rostro, sacó su lengua y la paseo en la parte descubierta de mis testículos. Subí mi pierna en el respaldo del sillón para darle más espacio a su caricia.

-¡mmmmm me gusta tu caricia Fred, lo haces delicioso!-Y gemí dulcemente para animarlo.

Su lengua se dirigió a la parte más baja de mi entrepierna, sentí la cosquilla muy cerca de los pliegues del ano. Sin embargo subió nuevamente y de un tirón liberó mi pene apenas bañado por mis porpios líquidos. La erección era más grande de lo normal y latía al ritmo de mi corazón.

Tomó el pene con una mano y retiró la piel que cubría la punta, los líquidos comenzaron a resbalar por todo el tronco. Los ojos le brillaban extasiados. Pasó la mano a lo largo de todo el miembro hasta que finalmente lo engulló por completo. El miembro le llegaba a la garganta y sin tomarle mucha importancia comenzó a subir y a bajar con frenesí a la vez que me proporcionaba una rica caricia con la lengua.

Una mano sostuvo el tronco desde la base. De vez en vez sacaba todo el miembro de su boca y me masturbaba hasta ver cómo comenzaba a brotar otra porción de mis líquidos los cuales engullía ávidamente.

-¡Qué rica verga tienes preciosa!-Dijo Fred a la vez que se retiraba.

-¡Compláceme nena, súbete en el sillón y muéstrame el culo!-

Me levanté y subí al sillón como me indicó. Me empiné lo más que pude y mi culo quedó completamente expuesto. La tanga continuaba de lado sin cubrir pene ni testículos, únicamente el hilo permanecía entre mis nalgas.

Fred acercó su rostro y lo metió entre mis nalgas, con una mano hizo a un lado el hilo y con sorpresa comenzó a picar el ano con la lengua, los pliegues del mismo también recibieron la caricia, toda la hendidura fue invadida por la respiración acelerada de Fred. Me estremecí y gemí con delicadeza. Mi pene estaba a toda su extensión, colgaba debajo de mí palpitando. Pasado un rato Fred tomó el pene y lo hizo hacia atrás y entonces éste fue alcanzado por su boca, ambos testículos fueron aplastados, sin embargo no sentía molestia alguna.

Ya no podía más, la caricia de Fred era deliciosa. Sus labios, su lengua, su nariz golpeando la parte interna de mis muslos.

-¡Papi, estoy por venirme!¡Sigue así Papi!¡Te daré mi leche en la boca!-

Fred aceleró el movimiento y se dispuso a recibir mi semen el cual no tardó ya mucho en salir. Oleadas espesas y tibias fueron depositadas en su boca. No paró de succionar hasta que ya pudo obtener más de mí.

Fue así como cumplí las fantasías de ambos chicos...ya tienes más datos míos...