Cumpliendo castigo

Libia era una muchacha muy guapa con mucho carácter y muy impulsiva, todo ello le traería grandes problemas y también enormes satisfacciones...

Era su último año de instituto. Por fin iba a salir de aquel horrible sitio y dejaría atrás a todos los idiotas que pululaban a su alrededor a diario. No soportaba a la mayoría de sus compañeros, y por supuesto, ellos tampoco sentían simpatía por ella, pero eso le daba igual.

Las chicas la envidiaban por que era guapa y orgullosa, y los chicos la deseaban, muchos habían intentado algo con ella, pero todos habían recibido una brusca respuesta cargada de desprecio.

Su último perseguidor aquellos días era Dorian, un chulo engreído algo mayor que ella con fama de mujeriego y triunfador. Libia no creía que fuera ninguna de esas cosas, tan sólo veía en él a un niñato mimado a las que las chicas no eran capaz de decir que no por miedo al rechazo de los demás o a la venganza del propio Dorian ante una negativa.

Pero Libia era bastante diferente a todas las demás y no pensaba darle la satisfación a aquel idiota de salir con él. Así que cuando se acercó a ella al salir de clase, antes de que hubiera abierto la boca, ella le dijo claramente que no perdiese el tiempo. El chico, con el pelo untado de gomina, sonrió irónico ante las palabras de Libia.

Vamos Lib, sé que apetece ir a dar una vuelta conmigo.

Tú no sabes nada, sólo eres un imbécil con demasiado ungüento en la cabeza. Además, apesta, qué clase de ponzoña te pones? Acabarás quedándote calvo

Varias personas que había alrededor soltaron una carcajada ante el comentario de la chica. Dorian los acribilló con la mirada y pronto las risas cesaron, estaba rojo de ira, caminó hacia la chica y, agarrándola del brazo, la inmovilizó contra la pared que había detrás. Con rapidez, Dorian introdujo las manos bajo el jersey de Libia, pero ella forcejeó con fuerza para evitar sentir aquellas manos presionándole los pechos.

Miró hacia los demás y aterrada vio que la mayoría de los que estaban presenciando la escena habían desaparecido dejándola a solas con aquel cerdo, tan sólo dos chicos amigos de Dorian permanecían observando la escena con una sonrisa de satisfacción gozosa dibujada en sus rostros.

-Cerdo! Déjame!- gritó consiguiendo liberar el brazo derecho, cerró el puño y lo estrelló con fuerza sobre la mejilla de su atacante consiguiendo así que la soltase.

Dorian soltó un quejido y se llevó las manos a la cara mientras retrocedía por el golpe recibido.

-¡¡Maldita puta!!- le gritó antes de lanzarse de nuevo contra ella.

-¡¿Qué está pasando aquí?!- dijo una fuerte voz a sus espaldas. Libia suspiró aliviada al ver al director del colegio. Dorian la soltó y se volvió avergonzado y furioso, el golpe empezaba a hincharse y enrojecerse.

  • Esta loca me ha dado un puñetazo.- dijo Dorian con los dientes apretados, sus dos amigos habían desaparecido de la escena y otros alumnos curiosos empezaban a arremolinarse cerca de ellos.

  • Eso es cierto?- preguntó el hombre mirando a Libia severamente.

-¡Él me ataco!- trató de defenderse ella, estaba nerviosa, sentía las piernas flaquearle y tenía el corazón desvocado.

-Suficiente- sentenció el director- No hay excusas para empezar una pelea, no en mi instituto, entendido? Tú ven a mi despacho- dijo señalando a Dorian- Y tú esta tarde te quedarás limpiando y ordenando todas las aulas del instituto.

-Pero…- trató de decir Libia.

-Ella no ha tenido la culpa, él la atacó primero, yo lo vi- dijo otra voz. La chica se giró y tuvo que obligarse a creer lo que veía, Alain estaba allí mismo, defendiéndola… El hombre le dirigió una mirada seria.

-Usted ya no es alumno de este instituto, lo que suceda aquí no le incumbe.- dijo- Y ahora vamos, ¡todo el mundo a clase!

Poco a poco, todos se fueron dispersando y Libia se quedó sola con el chico.

-Gracias por defenderme- le dijo- Qué haces por aquí, no estabas en la universidad?

-Estoy, pero hoy he salido antes y me he pasado a ver cómo iba todo por aquí. Por lo visto, Dorian sigue siendo un idiota.- Libia suspiró.

-Y encima se cree el amo del instituto…Bueno, tengo que irme a clase. Gracias de nuevo- dijo mientras se marchaba. Él la saludó con la mano y se giró para marcharse.

La tarde caía y teñía el aula con una preciosa e intensa luz naranja. Agotada, Libia se dejó caer en una de las sillas del aula y suspiró. Llevaba toda la tarde limpiando y ordenando y estaba exhausta. Sus pensamientos volvieron por millonésima vez a centrarse en la aparición de Alain aquella mañana. Parecía increíble, pero estaba aún más guapo que la última vez que le vio hacia ya meses.

Le había sorprendido mucho su aparición repentina, pero se alegraba mucho de haberlo visto.

En esto estaba, perdida en sus fantasías cuando una voz la sacó de su ensimismamiento.

-¿Puedo ayudarte?- se giró sobresaltada y vio a Alain.

-Pero… ¿Qué haces tú aquí?- preguntó anonadada poniéndose de pie. Él se encogió de hombros sonriendo.

-He venido a echarte una mano, quise venir antes pero no pude… Has acabado?- Libia se quedó un momento sin habla, miró alrededor y sonrió bobaliconamente, se sentía un poco tonta por no saber cómo actuar ante él.

-Creo que sí, ya está todo, pero aún así te agradezco la visita…- Él se la quedó mirando un segundo más de lo prudente y ella acabó bajando la vista.

-Qué pasa? Tengo monos en la cara?- Él rió divertido y caminó hacia ella.

-Tienes una cara preciosa- dijo y ella casi tiene que sujetarse a una mesa para no caer al suelo.

  • Bueno… -dijo sin mirarle- Eso también se lo dices a las demás?- Él fingió sentirse muy ofendido ante aquella insinuación.

-A quienes te refieres?- preguntó acercándose más a ella.

-Pues a Silvina por ejemplo… El año pasado siempre andabas por ahí con ella y sus amigas, además, si no me equivoco, vais a la misma facultad.

-Asi que el año pasado te fijaste en mí- dijo él complacido sin quitarle la vista de encima.

-¿Acaso es malo?

-Por supuesto que no, sólo me pregunto por qué no me daría cuenta

-Estabas muy ocupado mirando a Silvina- contestó ella con orgullo.

-Bueno pues ahora admito que lo que me gusta es mirarte a ti.- Ella trató de separarse, pero él la cogió por la cintura y la acercó a él hasta sentir su respiración acelerada- Silvina no fue nada- le susurró al oído- Tú vales muchísimo más…- Acercó su cara a la suya y la besó al principio suavemente, después con fuerza, hasta finalmente alzarla con sus brazos. Ella le rodeó con las piernas sin dejar de besarle furiosamente.

Alain era fuerte, no le costó a penas nada llevarla hasta la mesa del profesor y tumbarla allí echándose él sobre ella. El peso de su cuerpo la excitó, no podía creer que aquello estuviera pasando, allí, en el aula al final del pasillo. De pronto temió que alguien los viera y se obligó a apartarse un poco de él. Alain posó los labios en su cuello y empezó morderlo suavemente y a acariciar su piel con la punta de la lengua, la sensación le hizo soltar un gemido de placer.

Alain, y si nos ven?- susurró enterrando los dedos en el espeso cabello negro del muchacho.

No hay nadie, lo he comprobado al entrar- dijo él con la respiración agitada. Diciendo esto, la cogió de la cintura y la atrajo hacia el borde de la mesa lo cual permitió que Libia sintiera en su entrepierna la poderosa erección de él a través de los vaqueros.

Ella se incorporó para quedar sentada y así empezó a desnudarle. Le despojó del jersey y de la camisa y observó sus pechos al desnudo. La perfección de su cuerpo y sus músculos la sorprendieron. A penas un momento después, ella misma estaba totalmente desnuda ante él. Alain la cogió de la cintura y de un solo impulso la sentó de nuevo en la mesa, la superficie estaba fría, pero a Libia no le importó en absoluto, realmente a penas lo notó. Casi no podía apartar los ojos de pene de Alain, terso, duro. Lo cogió con una mano y sintió la suavidad de la piel, lo apretó un poco y notó como si latiese. Le encantó la sensación, ella miraba el pene y Alain la miraba a ella, estaba como hipnotizado.

Libia movió la mano arriba y abajo y la respiración de él se aceleró instantáneamente. Sus manos se posaron sobre sus glúteos y la atrajo hacia él obligándola a abrirse de piernas. Libia le miró a los ojos, esforzándose por mantenerse tranquila. Estaba deseando hacerlo, se moría por sentir la verga de Alain tan dura y grande dentro de ella, aquello era puro deseo, pero una pequeña parte de su ser aún tenía miedo.

-¿Es la primera vez?- le preguntó él susurrándole al oído, su voz se había vuelto ronca.

-No- mintió ella, y sintió como él la besaba en el cuello haciendo que se estremeciese de arriba a abajo.

De pronto, él la tocó. Ella estaba muy húmeda y los expertos dedos de Alain estaban fríos. Gimió al contacto de sus yemas en el clítoris, se estremeció de nuevo echando la cabeza hacia atrás y abrió más las piernas. Comprendió que él la estaba preparando para penetrarla. Tal vez no la hubiera creído cuando le dijo que no era la primera vez, o tal vez aquello era algo que hacía con todas, fuese como fuera, le daba igual. El placer era tan inmenso que no quería que acabase. Soltó otro gemido impulsando su cuerpo hacia delante, hacia él, quería tenerle dentro, no aguantaba más, se correría sin remedio, aquello era demasiado para ella. Quiso decírselo, quiso gritar que estaba a punto, lista para que él se la follase cuanto quisiera. El miedo y la inseguridad habían desaparecido dejando paso al más puro deseo sexual y a una fortísima excitación. Era increíble, nunca lo había imaginado así, ni siquiera había sentido tanto placer al masturbarse en la ducha o sola en su habitación.

-Me voy a…- anunció Libia cuando el placer llegó al sumum y la inundó por completo. Justo entonces Alain la penetró con decisión, y sin detenerse, empezó a entrar y a salir de ella rítmicamente. Estaba de pie y la tenía bien sujeta de la cintura. Sus movimientos eran limpios y consecutivos. La sensación de placer se mezcló con el dolor y con cierta presión que cedió en la primera penetración profunda.

Libia gritó, fue un grito corto, un quejido. Pronto, el dolor que sentía se fue diluyendo poco a poco pero sin desaparecer del todo, y su cuerpo se relajo, dando paso a cierto placer que fue siendo más intenso, más y más hasta que estalló dentro de ella y la obligó a gemir de nuevo, presa de aquella sensación increíble. Alain se introdujo dentro de ella una última vez con mayor brusquedad y el cuerpo de Libia se llenó de calor, el muchacho abrió la boca y profirió un grito ahogado sin dejar de empujar hacia el interior de su cuerpo, como si quisiera atravesarla.

Después prácticamente se desplomó sobre ella respirando agitadamente. Parecía exhausto, al igual que ella. Permanecieron así un rato, sin moverse. Luego, Alain se separó de ella. Libia se incorporó y se notó dolorida. Temió ver sangre entre sus piernas, pero cuando tuvo oportunidad de mirarse, vio que no había sangrado en absoluto, lo cual la tranquilizó.

Alain la besó y luego le entregó su ropa y la ayudó a vestirse. Después él también se vistió. Fuera había caído la noche y el instituto seguía silencioso.

-Estás seguro de que no había nadie?- preguntó Libia.

-Seguro- dijo él sonriendo- Ha sido fantástico. Espero que te castiguen más veces- Ella sonrió.

-Tendré que romperle algún diente a Dorian de vez en cuando- dijo divertida. Alain la besó, se abrazaron y salieron juntos cogidos de la cintura.