Cumpliendo 50 años, mis memorias sexuales 10.
Mis memorias. Mis vivencias.
Me encanta Andalucía y me encantaba aún más en mi adolescencia donde podía evadirme de la urbe barcelonesa para vivir plenamente la sencillez y la calidad en mi entorno cortijero. Maruja nos servía dulces, pasteles, tostadas y todo aquello que nos apeteciera para desayunar.
Cortadillos de cidra o tortas de Inés Rosales. Cortadillos de cidra (más grandes que los anteriores) de Puente Genil, algo delicioso. Chocolate Rafael Jiménez de Estepa. O frituras diversas como las “asopaipas” o los churros caseros que tanto Joaquina como Maruja cocinaban para nosotros, las tostadas con manteca de todo tipo, aceite de cosecha propia o “tulipán” como llamaban coloquialmente a la mantequilla.
Las vaquerías de la familia producían la leche que tomábamos a diario, como también fabricaban artesanalmente los quesos que surtían las despensas del cortijo y a algunas tiendas importantes de los alrededores. Maruja, de vez en cuando, se esmeraba en prepararnos queso, efímero lo calificaba Salvador, porque era ponerlo en la mesa y desaparecer completamente.
En mis maletas viajaban regalos para Maruja, Joaquina y Matías, el capataz. Mis padres les habían comprado varios artículos que ellos apreciaron notablemente como el cuchillo de campo albaceteño que mi padre hizo traer de la capital manchega, o el servicio de café para el ajuar de Maruja y una imagen bañada en oro de la virgen de Montserrat para la muy religiosa Joaquina.
Maruja era mi querida “tía” postiza. De mis ahorros también le compré algo muy habitual en Barcelona, pero que ella recibió como todo un lujo, una tetera de porcelana y todas sus piezas auxiliares. La criada, cocinera y mujer para todo del cortijo estalló en un emotivo llanto y me abrazó con fuerza, todo porque su niño catalán se había acordado de ella.
Juan iba a pasar esa jornada con su padre, revisando todos los cambios habidos en sus distintas propiedades, realmente estaría ocupado casi toda la semana, no quería perderse las iniciativas e inversiones de su padre, porque su destino a medio plazo era regresar a casa y trabajar en la gestión de los negocios familiares. Salvador era harina de otro costal, a él no lo sacaban de Estados Unidos ni una brigada acorazada.
Antonia organizó una salida a Sevilla para hacer las compras pendientes, Marta decidió continuar estudiando y ante su falta de entusiasmo, también dejó a Mariela en el cortijo.
No vendremos a comer – les dijo al personal de servicio cuando nos fuimos a eso de las diez de la mañana en el Renault 6 azu.
Mi vida – decía Antonia sin apartar la vista de la carretera – es un completo vacío. Antes por lo menos, tenía a los niños conmigo, pero los mayores se han ido, Marta cada vez depende menos de mí y Mariela… Mariela está más pendiente de su padre que de mi misma. Hay días en los que me evita. Me paso el día como alma en pena por la casa, me refugio en la cámara para recordar los momentos que pasamos juntos los dos y aprovecho para masturbarme y relajarme pensando en ti.
¿Y Salvador? – pregunté acariciando su pierna por encima de la falda.
Salvador es un buen hombre. Muy buena persona y me quiere. Me quiere a su manera. Hay muchas cosas de mi vida que nadie sabe. Me quedé embarazada muy jovencita, pero no de Salvador, sino de su hermano mayor. Diego está casado con una de las mujeres más ricas de Andalucía y nadie quiso hundir ese matrimonio. En pocas semanas nos casamos y Juan nació ocho meses después. Salvador obedeció a su padre y le cedieron todas las propiedades familiares para que saliera adelante.
¿Y tu hijo Salvador?
Salvador, Marta y Mariela son hijos de mi marido. Casi te podría decir que llegaron por obra divina. A Salvador le gustan los hombres, yo solo soy su fachada social para que nadie en la sociedad lo tache de maricón. Las tres veces que hemos tenido relaciones se han traducido en embarazo. Él se masturbaba y cuando estaba a punto de eyacular, me penetraba y… así quedé embarazada. Tras nacer Mariela me operé en los Estados Unidos y ya no puedo tener más hijos.
¡Joder! – exclamé.
Pero sé que me quiere y que quiere a sus hijos. Él mismo me dijo que tiene una relación con otro hombre, aunque no me dijo quién. También es de Sevilla y de vez en cuando pasan unas horas juntos. Lo llevo con dignidad, aunque me costó mucho digerirlo.
¿Y Diego?
Diego se aprovechó de mi. Yo estaba muy enamorada de él y me forzó hasta dejarme embarazada. Estuve enamorada de él muchos años hasta que vi cuan mezquino era y me olvidé por completo. Cuando saltó la noticia su padre le soltó una buena tunda de bofetones y le prohibió terminantemente volver a cualquiera de las propiedades familiares.
¿No has vuelto a verlo?
Dos veces en estos años. En una fiesta a la que nos invitaron y en la boda de un conocido común, pero nunca hemos vuelto a hablar, ni falta que hace.
¿Estás segura de haberlo olvidad?
Sí, mi amor. Hace años que lo tengo olvidado, supe que dejó embarazada a otras dos muchachitas de condición humilde y les arruinó la vida. Un tío de mierda.
Intenté adivinar lágrimas en sus ojos, pero no. Su rostro permanecía sereno y su expresión inmutable.
Nunca he vuelto a tener relaciones con nadie más, ni me he vuelto a enamorar. Hasta que llegaste tú.
Para mi significa mucho, Antonia.
Y para mi también, pero esto es una locura. No es normal que un adolescente y una mujer madura tengan este tipo de relación.
¿Por qué?
Porque tienes 14 años y yo voy camino de los 40. Y además estoy casada. Nuestra sociedad no lo aceptaría.
Nuestra sociedad no tiene por qué enterarse.
¿Estás dispuesto a continuar escondiendo esta locura, Carlos?
Estoy dispuesto a estar contigo siempre en nuestra intimidad. Y a que hagamos una vida normal para el resto de la gente ¿Nuestro amor ha de tener más protagonistas que nosotros dos?
No, mi niño, tú y yo solos nos bastamos solos.
Un empleado de El Corte Inglés nos hizo entrega de varias cajas en el propio aparcamiento del hotel, no llegué a bajarme del coche y vi como Antonia le entregaba un fajo de billetes.
Jorge es jefe de planta y un gran amigo mío. Lo he llamado desde casa para encargarle todo lo que queríamos comprar – dijo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad y arrancaba el coche en dirección a la salida – Tú y yo tenemos muchas cosas que hacer todavía.
Antonia me llevó por diversas calles hasta un discreto barrio de casitas sencillas, con su patio y su garaje interior. Bajó del R6 para abrir la persiana y volver a cerrarla posteriormente. Por una puerta intermedia nos adentramos en la casa, Antonia me había tomado de la mano, parecíamos novios.
Esta era la casa de mis padres, yo aún la conservo. Hacía meses que no venía por aquí.
Y me llevó al dormitorio.
Nos desnudamos mutuamente. Antonia lo tenía todo planificado, me di cuenta por la decoración de la casa, por como había preparado la habitación y por el tipo de ropa interior que lucía. Llevaba un conjunto de ropa interior negro compuesto de sujetador y braguitas de encaje.
Dejé sus pechos al aire. Los pezones estaban tiesos y duros como el mármol, sabía perfectamente lo que debía hacer. Y a pesar de tener prisa por perderme entre sus piernas, decidí que debía ser paciente. Nací para el sexo y mi instinto me llevaba.
Antonia deseaba besarme en los labios, pero mi boca estaba por trabajar los duros pitones de mi amante. Ella besaba y chupaba mi cuello, las mejillas y me acariciaba el pelo mientras gemía sin contención.
Así, así mi niño. Así chúpame las tetas, así. Así, así, muerde los pezones. Muerde, más fuerteeeeeeeee. Así siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií mi niño ¡Qué gusto! Así.
Continuaba mamando de aquellas tetas mientras uno de mis dedos ya se había introducido por sus braguitas y la primera falange del índice ya horadaba su ano. Los movimientos involuntarios de Antonia se hicieron más notorios. Estaba excitada y aquellos espasmos aumentaron en intensidad. Mi dedo salió del ano para poder quitarle las bragas.
Bajé sus braguitas hasta el suelo sin perder detalle de cada centímetro de sus cuerpo, llevaba el pubis cuidadosamente depilado, el bello estaba lo suficientemente recortado como para que ningún pelo se alojara en mi garganta.
Nos tumbamos en la cama e intentó llevarse mi polla a su boca, pero insistí en que se tumbara y fui yo quien descendió al paraíso de su pubis, a la cañada de sus labios y a la gruta profunda de su coño.
Lamí y chupé desde el interior de sus muslos hasta la ingle. Mi boca se desplazaba por los perfiles del pubis y la vagina, mientras la lengua punteaba todos y cada uno de los puntos a su paso. Bajé de la línea de su cintura hasta el nacimiento del clítoris y empecé a lamerlo con rotundidad, pero sin prisas; mientras dos dedos se introducían en su coñito.
Dame fuerte, Carlos. Dame fuerte, cariño que me voy a correr ya.
Dos dedos de mi mano izquierda se deslizaron por entre sus piernas hasta la abertura de sus nalgas lubricándose con los abundantes jugos y sirviendo como llave de entrada a su ano. No diré que lo hice con suavidad, pero tampoco con violencia.
Cuando los dos dedos entraron bruscamente en el ano, Antonia se corrió violentamente, no solo jugos salieron de su chocho, una abundante meada acompañó a su orgasmo junto a unos son rugidos en forma de palabras inteligibles.
Me puse cachondo, muy cachondo. Bebí lo que pude y besé su vagina, llevé la polla hasta su boca, pero ella estaba descontrolada, era incapaz de coordinar sus movimientos y de introducirse la polla.
Al verla en aquella situación, opté por situarme entre sus piernas y penetrarla.
Antonia me cogió del cogote con una mano y con la otra mantenía el equilibrio. Nos mirábamos a los ojos, tenía la mirada ida, como si hubiera perdido la razón. Su cintura era un terremoto en pleno movimiento sísmico y la mía una perforadora industrial.
Me voy a correr, Carlos – me dijo con un tono desconocido para mi.
Y yo, Antonia. Me voy a correr pronto.
Me corrooooooooooooo
Córrete, córrete. Estaba loco por follarte.
Y yooooooooooooooooo – gritaba en plena corrida – estaba loca… por que …. me follaraaaaaaaaaaaaaaas.
Me voy a correr, Antoniaaaaaaaaaa
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií, hazlo dentro. Dame tu lecheeeeeeeeeee.
Y me vacié dentro de ella, una vez más. Apretamos nuestros cuerpos sin dejar de frotar nuestros pubis con fuerza, prolongado el orgasmo y besándonos hasta chocar nuestros dientes. Chupaba sus labios y mordía su lengua, aún en la cima, sin bajar de la cúspide del placer. Una de mis manos voló hacia un erizado pezón y lo apreté con fuerza, provocando otro chorro largo de líquidos vaginales.
Caímos agotados, derrengados, abrazados uno sobre el otro y más pendientes del placer de la pareja que del propio.
No sé el tiempo que estuvimos inmóviles en la cama. Tan solo intercambiábamos besos, caricias y miradas. Ni tan siquiera nos molestaba la excesiva humedad de la cama.
Te amo – me dijo con un hilo de voz – Te amo, mi Niño.
Y yo a ti. Te amo – respondí besándola.
Cerca del mediodía arreglamos el desaguisado. Antonia lo había preparado todo desde hacía varias semanas, mi madre la había informado de lo que necesitaba comprar y sus contactos lo facilitaron todo. Había limpiado la casa de arriba abajo y adornado el dormitorio al estilo de “la cámara” donde habíamos pasado tan buenos momentos, en la nevera había comida, cervezas, refrescos y gazpacho. Realmente me estaba esperando con ansias, como yo a ella.
Cocinó unas sencillas patatas con huevos fritos y un par de bistecs, me rogó que trajera unas bolsas de tela que había traído con ella desde el cortijo, eran pan blanco y unas aceitunas que me encantaban, hechas por la familia de Maruja.
Ella llevaba bata a cuadritos para cocinar y así se sentó en la mesa, no me dejó hacer nada, pero insistí en ayudarla para recogerlo todo y nos fuimos nuevamente al dormitorio.
Hay algo que debo decirte, Carlos. No quiero que entre nosotros haya ni una sola mentira ni malos entendidos. Nunca. Hay cosas de nuestras vidas que iremos conociendo con el paso del tiempo, pero sin mentiras ¿De acuerdo?
¡Hecho!
Verás. He contratado a Reme para que ayude en los estudios a Marta. Así aprovecháis para que mi hija apruebe el curso en septiembre y de paso disfrutáis juntos. Para Reme, la paga es un chollo y me lo ha agradecido. Ella no sabe que estoy enterada de vuestro noviazgo, ni lo sabrá.
Pero…
Espera – me interrumpió – Reme podría llevar ya varios días en mi casa, pero soy egoísta y te quería para mi antes que para nadie.
Eso será siempre así.
Está bien, pero quería que lo supieras. Sois muy jóvenes y nadie sabe hasta donde llegaréis, pero igual que Salvador es mi marido de cara a la sociedad, tú debes tener una relación pública. Entre nosotros siempre habrá amor, aunque me gustaría poder casarme contigo y vivir juntos el resto de nuestras vidas.
Y a mi.
Como eso no va a cambiar, viviremos nuestro amor de forma clandestina.
Hasta el fin de nuestros días.
Habrá una excepción, Carlos. Aunque nunca voy a dejar de amarte, el día que te cases, será cuando dejemos de tener sexo. Te ruego que lo tengas claro.
Bien – dije haciendo ver que reflexionaba – Tengo claro eso y tendré claras otras muchas cosas, pero te voy a rogar que me hagas un favor.
Dime.
Mientras estemos juntos y por casa…
Sí…
No quiero que lleves bragas. Puede apetecerme follarte en cualquier momento y no quiero perder el tiempo bajando y subiendo tus bragas.
Antonia estalló en una carcajada mientras se aquellas braguitas bajaban por sus perfectas piernas.