Cumplí Mi Fantasía Travesti

Una de sus fantasías era vestirse de mujer y tener una relación sexual con un hombre de color. Cuando conoció en la oficina al atractivo mulato de ojos verdes jamás se imaginó que con él cumpliría su sueño.

Resumen

Una de sus fantasías era vestirse de mujer y tener una relación sexual con un hombre de color. Cuando conoció en la oficina al atractivo mulato de ojos verdes jamás se imaginó que con él cumpliría su sueño.

Cumplí Mi Fantasía Travesti

Me encontraba en la ciudad de San Francisco por motivos de trabajo y por ser mi primer día en la oficina una compañera se ofreció amablemente a hacerme un recorrido por las instalaciones y de paso aprovechar para presentarme con las personas con las que debería tratar durante los próximos seis meses. En uno de tantos cubículos y oficinas me presentó con un atractivo mulato de ojos verdes, de complexión atlética y un poco más de 1.90 de estatura.

Al ver el tamaño de sus manos me acordé de lo que una amiga me había comentado sobre la relación entre el tamaño del pene con el ancho de las manos, pues dicen que si las pones una al lado de otra y mides a la altura de los nudillos eso equivale a la longitud del pene.

Como travesti de closet, una de mis fantasías incumplidas era vestirme de mujer y tener una relación sexual con un mulato bien dotado, así que dejé volar mi imaginación hasta que mi compañera me hizo notar que no estaba prestando atención a sus comentarios. Me disculpé con ella y seguimos tranquilamente con nuestro recorrido, quedando olvidada de momento mi fantasía.

El fin de semana decidí aprovechar el tiempo libre para visitar tiendas y surtir de ropa y calzado a Marlene, mi otro yo travesti, pues había dejado todo mi vestuario femenino en México para evitarme molestias en la aduana.

Además, aunque soy de complexión delgada y no tengo problema para conseguir lencería y ropa de dama en mi talla, en México es difícil encontrar calzado de mujer en tallas grandes.

Después de volverme loc@ viendo aparadores y comprarme algunas prendas decidí visitar el área de la Castro para ver que había de interesante. Para descansar un poco de tanto caminar entré al Café Flore, un café bastante concurrido que está en la esquina de la Market y Noe. Pedí mi orden en la barra y escogí una mesa en la parte de afuera.

Mientras leía con atención una revista sentí que alguien se detenía junto a mi mesa. Pensé que venían a entregar la orden pero cual sería mi sorpresa al ver que la persona a mi lado era George, el morenazo guapo de la oficina. Me preguntó si podía acompañarme, a lo cual accedí. Comenzamos a platicar y puesto que los dos estábamos en un lugar con ambiente gay, salió a relucir el tema de nuestras preferencias sexuales.

Me comentó que se consideraba bisexual interactivo aunque que le gustaba más ser la parte activa que la pasiva, y que frecuentaba ése café para ver que ligaba pues de vez en cuando le gustaba tener relaciones con hombres. Al ver que una de las bolsas que tenía al lado era de una renombrada marca de lencería me comentó si había comprado eso para mí o para alguien especial.

Al confesarle mi gusto por el travestismo me preguntó si ya había salido a la calle en San Francisco vestido de mujer, y al contestarle que no, se ofreció a ser mi guía y acompañante para que vestido de niña pudiera pasear sin problemas por la ciudad. Hicimos planes para el fin de semana siguiente y luego de pasar un rato agradable nos despedimos.

El viernes por la tarde pasé primero con Eve, una chica trans que tiene un pequeño estudio dedicado al maquillaje de transformación. Para no llamar mucho la atención en la calle me puse un atuendo en color oscuro como el que usa la mayoría de las chicas en San Francisco y después Eve arregló mi corte unisex con un peinado femenino y me maquilló en una forma discreta y casual.

Terminada la transformación me fui al Café Flore donde me había citado con mi amigo. Después de conversar un rato disfrutando nuestras bebidas me ofreció darme un pequeño paseo en su auto. Cruzamos el Golden Gate rumbo a Sausalito, llegamos por la zona del muelle donde salen los ferrys que hacen los recorridos por la bahía y nos detuvimos a cenar en el Horizons. Al entrar George pidió una mesa en la terraza pues quería mostrarme como luce de noche el centro financiero de San Francisco desde el otro lado de la bahía.

Después de cenar salimos del restaurante y caminamos un poco por el malecón mientras disfrutábamos la hermosa vista nocturna. Durante todo el paseo George me había tratado como si yo fuera su novia, primero caminando tomados de la mano y después pasándome el brazo por los hombros o la cintura lo cuál me había excitado mucho.

Mientras yo estaba distraíd@ George aprovechó que no había mucha gente alrededor en ese momento para abrazarme y darme por sorpresa un beso en la boca.

Al principio su beso fue un poco tímido pero como le correspondí, la pasión del beso fue aumentando de intensidad. Me sentía excitadísim@ y a juzgar por el bulto que percibí en el pantalón de George, la inquietud era mutua.

Como teníamos asuntos pendientes al día siguiente en la oficina, decidimos dejar todo en besos y caricias atrevidas, al menos por ahora. A fin de cuentas tendríamos oportunidad de hacer algo más durante el siguiente fin de semana si así lo queríamos. Pasó a dejarme al departamento donde me hospedaba y quedamos de vernos el siguiente viernes por la tarde.

Después de quitarme la ropa y el maquillaje me metí a la tina de baño y decidí masturbarme con un consolador para liberar toda la tensión que se había acumulado en mi cuerpo con los fajesotes que me puso el atrevido de George.

El viernes siguiente fui primero con Eve y como sería una noche de antro, en esta ocasión decidí usar un mini-vestido muy sexy, chaqueta al largo del vestido, medias opacas y unos botines de tacón alto, todo en color negro. George pasó a recogerme al estudio de Eve y de ahí nos fuimos primero a tomar una copa en Martunis y después a Divas para bailar y divertirnos. Después de varias sesiones de apapacho bailando canciones calmadas, el hermoso mulato me propuso seguir la parranda en su casa y pasar juntos el fin de semana. La idea me provocó un delicioso cosquilleo en el trasero pues me moría de ganas por conocer en persona al "amiguito" de George.

Pasamos primero a Fillmore Center para recoger algo de ropa en mi departamento, cruzamos el Bay Bridge y después de pasar por el centro de Oakland llegamos a su casa ubicada en la zona de Redwood Heights, en la parte alta de la ciudad.

Una vez en casa, mientras yo pasaba al cuarto de baño para aplicarme un enema de Microlax, George se encargó de preparar el ambiente con una película porno en su DVD, sirvió un par de bebidas, un plato con botana, y también puso a la mano condones, gel lubricante y un paquete de toallitas húmedas.

Cuando estuvo todo listo nos sentamos en el sofá y echó a andar la película. Al calor de las escenas empezamos a intercambiar caricias hasta que nuestra excitación fue tal que comenzamos a desvestirnos.

Le ayudé a quitarse la camisa y ya que estuvo desvestido por completo comenzó a besarme mientras me subía el mini-vestido para quitármelo. Luego me empujó suavemente para recostarme en el sofá y me quitó la ropa interior, dejándome vestid@ solamente con las medias y los botines. Se aplicó lubricante en los dedos índice y pulgar y acarició lentamente la cabeza de mi pene, prestando especial atención al glande y al frenillo. Cogió más lubricante y con el dedo medio comenzó a untármelo en las ingles, bajando despacio por el perineo hasta tocar mi ano y darle un ligero piquete con la yema del dedo. Repitió el movimiento varias veces hasta que mi pene comenzó a ponerse erecto y como el lubricante era mentolado comencé a sentir un delicioso cosquilleo en la región anal.

Como vió que ya estaba excitad@ se embarró más lubricante en el dedo medio, lo introdujo en mi culo buscando mi punto P y comenzó a darme un delicioso masaje mientras su boca se ocupaba de mi "clítoris". Después de darme placer un rato, George me sacó el dedo, se puso de pie y me pidió que dejara el sofá y me pusiera de rodillas en la alfombra para acomodarme entre sus piernas.

Ya que me acomodé, acaricié suavemente su miembro y comencé a lamer y chupar la cabeza de su pene mientras mi boca producía una intensa salivación.

Después, mientras sostenía y acariciaba sus huevos con una mano, recorrí lentamente el frenillo y su vaina con mi lengua, ensalivando su miembro. Me introduje su pene a la boca y comencé a darle chupadas a la cabeza apretando los labios mientras dejaba salir su miembro de mi boca, lo cual hizo que George gimiera de placer.

Con una mano sostuve su verga apoyada en su bajo vientre y comencé a lamerle los huevos. Introduje sus pelotas en mi boca y después las dejé salir lentamente mientras las acariciaba con la punta de la lengua. George me preguntó si me estaba gustando el chocolate y obviamente le contesté que sí con una amplia sonrisa. Volví a engullir su verga lo más que pude, la dejé salir lentamente y repetí varias veces el movimiento, masturbándolo con mi boca. La solté para tomar un poco de aire y después continué lamiendo y chupando mi chocolatote mientras él hacía gemidos de placer.

No quería venirse antes de cogerme así que me retiró suavemente y me pidió que me pusiera en cuatro sobre la alfombra. Se puso de rodillas atrás de mí y me acarició lentamente la cadera, las nalgas y los muslos. Volvió a untarme con su dedo medio una buena ración de lubricante alrededor del ano y luego me lo introdujo para lubricar mi interior hasta donde alcanzaba su dedo.

Comencé a disfrutar el ir y venir de su grueso dedo y sentí que poco a poco mi esfínter se relajaba. Mi culito goloso estaba húmedo y anhelante de recibir la visita de su nuevo amigo así que decidí que ya era tiempo de que me clavara su enorme verga hasta el fondo. Medía un poco más de dieciocho centímetros y estaba más gruesa que el promedio, por lo que no estaba segur@ de poder tener dentro de mí algo de ese tamaño sin experimentar dolor pero de cualquier manera su enorme verga morena era algo digno de disfrutarse y al final pudo más la lujuria que el sentido común.

Le pedí que se recostara en el sofá para ponerle el condón y una generosa dosis de lubricante. Lubriqué mi ano nuevamente y mientras él sostenía su verga con una mano, dándole la espalda me puse a horcajadas encima de su cuerpo y encajé la punta de su miembro en mi culo, haciendo un poco de presión mientras respiraba profundo para relajarme. Abrí mis nalgas con ambas manos y seguí empujando suavemente hacia abajo para ensartarme. La penetración me costó un poco de trabajo pero con paciencia y bastante lubricante la punta de su gruesa verga estiró mi esfínter para abrirse paso hacia mi interior.

Al principio hubo un poco de molestia, pero al mismo tiempo sentí delicioso mientras la verga de George se me introducía lentamente ensanchando y llenando mis entrañas por completo. Esperé un momento sin moverme mientras me acostumbraba a la enorme estaca de ébano que me había clavado por el culo y me acomodé para tener dentro de mí lo más posible. Arquee la espalda y moví un poco el trasero hacia abajo para dejar que su verga entrara hasta que mis nalgas tocaron su bajo vientre. Sentí que su verga me había llenado por completo y en ese momento mi pene soltó un pequeño chorro de líquido prostático como muestra del placer que me provocaba tener dentro de mí la enorme y gruesa virilidad de George.

Apoyé mis manos en sus muslos y comencé a moverme lentamente, dándome sentones sobre su cuerpo y disfrutando la deliciosa sensación del mete-saca mientras mi pene flácido se movía al compás de mis sentones. Decidí cambiar de posición e hice mi cuerpo hacia atrás, acomodé mis manos al lado del cuerpo de George y apoyando mis pies en sus muslos comencé a mover rítmicamente la cadera para seguir disfrutando la gruesa verga de mi amigo.

Después de un rato, la posición conmigo arriba se me hizo cansada y decidimos cambiar a la posición de perrito. Nos desenchufamos para que yo me pusiera en cuatro sobre la alfombra mientras él se colocaba de rodillas detrás de mí.

Después de lubricar su condón y penetrarme de nuevo, me sostuvo de la cadera mientras comenzaba a moverse lentamente haciéndome sentir un cosquilleo que iba aumentando de intensidad con cada estocada hasta llegar a lo que podríamos llamar un intenso orgasmo rectal. Después de hacerme llegar a tres intensos orgasmos comenzó a moverse con más velocidad, y me jaló hacia él para clavármela hasta el fondo mientras se venía.

Me quedé quiet@ mientras él jadeaba disfrutando su orgasmo, y ya que terminó aproveché que su enorme y deliciosa verga todavía estaba dura y comencé a mover la cadera para tener un ultimo orgasmo yo también. Cuando sentí los espasmos en mi vientre dejé salir lentamente su verga aumentando la intensidad de mi placer y me desplomé boca abajo jadeando sobre la alfombra. George aseó mi trasero con una toallita húmeda, se retiró el condón y después que limpié su verga se recostó junto a mí en el sofá para tomar un descanso.

Después de un rato comenzamos a besarnos y a darnos caricias mutuas para excitarnos de nuevo. George comenzó la tarea de ponerse condón y lubricarnos y a continuación nos tendimos sobre la alfombra para adoptar la posición de la cuchara. Rodamos sobre nuestro lado derecho para acomodarnos y giré un poco la cadera encogiendo las piernas para acoplarnos mientras él se ponía en posición para penetrarme, lo que en ésta ocasión fue fácil e indoloro pues mi esfínter ya estaba dilatado al grueso de su verga.

Sentí delicioso cuando me penetró y me la fué metiendo despacio lo más profundo que pudo. Sostuvo mi muslo con su brazo para retenerme mientras me bombeaba suavemente e intentó masturbarme pero tener su enorme verga adentro impedía que yo tuviera una erección completa.

Se apoyó sobre el antebrazo derecho, giré un poco mi torso en dirección hacia él y comenzamos a darnos besos cortos y toquecitos con las puntas de nuestras lenguas mientras movía despacio su cadera haciéndome disfrutar con su rítmico movimiento de mete-saca. Dejaba de moverse mientras nos besábamos apasionadamente y ya que terminaba el beso volvía a moverse pero esta vez con más velocidad y fuerza, haciéndome gozar hasta que ya no pudo aguantar más y llegó el momento de su orgasmo.

Quedamos tan agotados que nos quedamos dormidos en la alfombra de la sala y fue hasta más tarde que despertamos y nos fuimos a dormir a la recámara.

Al día siguiente nos levantamos tarde y después de almorzar nos sentamos en la terraza para admirar la vista de la bahía disfrutando una copa de vino blanco. Después de conversar un rato nos acercamos para quedar más juntos en la banca y empezamos una rica sesión de cachondeo. George desabrochó los botones de mi blusa para besar y mordisquear mis pezones y después me pidió que me sentara en su regazo para acariciarnos mas a gusto.

Podía sentir en mi trasero la dureza de su miembro así que decidí prestarle un poco de atención. Me senté de cuclillas entre sus piernas para desabrochar su pantalón, y como no traía calzoncillos saqué fácilmente su pene para masturbarlo suavemente con la mano.

Esto lo excitó aun más y después de una deliciosa mamada nos pusimos de pie para desvestirnos. Me pidió que me pusiera de rodillas en el asiento de la banca sosteniéndome de los barrotes de la ventana que estaba detrás y de pronto sentí la húmeda calidez de su lengua posándose en mi ano. Solté un pequeño gemido de placer y comencé a sentir como mi culo palpitaba mientras su lengua lo acariciaba haciendo círculos o dando pequeñas lamidas y piquetes con la punta.

Me hizo gozar un delicioso analinguo y después comenzó a prepararme para el sexo anal introduciéndome primero uno y luego dos dedos bien lubricados.

Habíamos decidido usar una mesa rectangular que se encontraba al centro de la terraza pero no se aguantó las ganas así que después de ponerse condón y lubricarnos generosamente, se acomodó en mi trasero para aparearnos y abriéndome las nalgas con sus manos me introdujo su verga lentamente hasta llenarme por completo. Después de que ajustamos la posición de nuestros cuerpos para compensar la diferencia de estaturas y quedar acoplados cómodamente, comenzó a menearse de manera pausada haciéndome gozar intensamente con cada movimiento de mete-saca.

Después de un rato se detuvo por un momento, puso sus manos en la parte anterior de mis muslos y se inclinó para darme besitos en el cuello. Giré mi cara hacia él, sostuve su cabeza con mi mano y comenzamos a besarnos en la boca

mientras él continuaba acariciando mis muslos y mis nalgas. Fue una sensación deliciosa besarlo teniendo al mismo tiempo su verga moviéndose lentamente dentro de mí.

Me sujeté al respaldo de la banca para estar más cómoda y el hermoso mulato continuó haciéndome gozar con su delicioso meneo de cadera hasta que después de un rato decidimos seguir el plan original y pasarnos a la mesa.

Me acosté de espalda sobre la mesa con las piernas abiertas y encogidas contra mi pecho mientras él se acomodaba de pie al extremo de la mesa. Me aplicó más lubricante en el trasero y a continuación encajó la punta de su deliciosa barra de chocolate en mi ano, me la insertó suavemente y empujó deslizándola por mi interior lo más profundo que pudo.

Una vez que me penetró sostuvo mis muslos en sus antebrazos y comenzó a moverse pero ahora con más ímpetu que cuando estábamos en la banca. Sus huevos se balanceaban rítmicamente chocando contra mi trasero y me sostuve con ambas manos del borde de la mesa para aguantar sus empellones, disfrutando la deliciosa cogida que me estaba dando.

Después de un rato me pidió que me incorporara un poco y me sujetara de su cuello mientras él seguía sosteniendo mis muslos con sus antebrazos. Me tomó por la cadera y me levantó para quedar separados de la mesa mientras yo quedaba colgada de él ensartada en su verga.

A continuación, George comenzó a mover rítmicamente su cadera, haciéndome gemir de placer deslizando mi culo sobre su verga mientras mi cuerpo se movía al compás de sus empellones, como si su verga y yo fuéramos un balero y él estuviera haciendo capiruchos conmigo.

Cuando sintió que estaba a punto de terminar detuvo su movimiento y me colocó nuevamente en la mesa. Ya que me acosté sobre la mesa me jaló hacia el borde para encajarse hasta el fondo y empezó a bombearme con más velocidad hasta que se vino jadeando ruidosamente.

Le pedí que se quedara dentro de mí hasta que su pene se pusiera flácido para despedirlo con unos pequeños aprentocitos de mi esfínter. Cuando se retiró, bajé de la mesa y después de abrazarlo lo besé en la boca para agradecerle por hacerme gozar tanto.

Está de más decir que durante toda mi estancia en San Francisco estuve a dieta de chocolate, pero por lo pronto, el lunes tenía el recto inflamado y adolorido de tanto coger el fin de semana pero estaba content@ por haber cumplido la fantasía de tener dentro de mí y disfrutar al máximo la verga de un hombre de color.