Cumpleaños 2.5: Desenlace Sin Armario.

En la caseta de la piscina descubrí el increíble placer de la ambigüedad sexual. Zaira y Gonzalo me llevaron a lo más alto, me arrastraron hasta convertirme en un alumno aventajado.

Me encontraba tan pegado a Zaira, que las manos del primo apenas se podían mover sobre sus tetas, y aún menos deslizarse estómago abajo. Creí sinceramente que él no iba a seguir descendiendo, sobretodo teniendo en cuenta la cercanía de mi pantalón abultado, el peligro que entrañaba moverse por aquella zona mientras siguiéramos formando aquel bocadillo tan apretujado. Pero no tardé en sentir el dorso de las manos de Gonzalo en contacto directo con el bulto endurecido de mis pantalones.

Unos pantalones que seguían albergando en su parte frontal las manchas de semen que Carlitos había depositado un buen rato antes en ellos con su efusividad. Ni siquiera dediqué más de dos segundos a pensar en él, en si me estaría esperando en la habitación para agradecerme la paja que le había hecho junto a los rosales. Mi realidad impedía cualquier otro pensamiento: tenía delante a Zaira y a Gonzalo, cachondos y deseosos de tener sexo, siendo lo más importante que me aceptaban como tercer vértice del triángulo.

Abrí los ojos sin dejar de morrear a 'mi chica', que ya no era sólo 'mía', buscando la mirada de Gonzalo para asegurarme de que era consciente de la zona que estaba palpando más abajo de nuestras cinturas. Me pareció que sí lo era, que incluso sus ojos desvergonzados me estaban invitando a dejarme hacer. Y yo encantado, claro, pese a que no era mi polla lo que andaba buscando. Sobarla con el dorso de sus manos no era más que un 'daño colateral' de estar levantando la falda de Zaira para meterse dentro de sus bragas.

Gonzalo se agachó para bajárselas lentamente, y cuando volvió a levantarse, 'nuestra chica' tuvo a bien cambiar las tornas y colocarse de frente a él. Aún en aquella posición, siguió morreándome unos segundos, supongo que a la espera de que mi compañero tomara el relevo. La cara del primo Gonza se aproximó a las nuestras, y me retiré justo a tiempo de evitar el impacto. Nuestras mejillas llegaron a rozarse esta vez, y sus ojos incitadores y malévolos volvieron a clavarse en los míos, mientras degustaba de nuevo la lengua de Zaira.

De nuevo sin recursos, y abandonado a mi suerte, opté por mover mis manos hasta las caderas de 'nuestra chica', llevándolas por debajo de la falda. Ella decidió echarme un cable, concentrada en comerse la boca con el semental, pero muy capaz de hacer dos cosas a la vez. Cogió mis manos y las fue moviendo hacia la parte frontal de sus muslos, provocando con ello la misma incidencia que nuestra insuperable proximidad había ocasionado antes, sólo que ahora no era mi paquete inflamado el que recibía las involuntarias caricias.

Me fascinó el modo en que Gonzalo no sólo no reculó ni un ápice, si no que decidió frotarse a gusto contra mis manos. Debía sentirse un macho irresistible dentro de aquel trío descompensado, pero eso no hacía más que aumentar mis posibilidades de vivir una experiencia única en la caseta de la piscina de los señores Morales. Su mirada de perro salido podía llegar a enloquecerme, si mi escondido pudor no lo impedía.

Saqué las manos de debajo de la falda, y no dudé un instante en atrapar los bordes de la camiseta azul de Gonzalo y tirar de ellos hacia arriba. Éste no se resistió lo más mínimo; muy al contrario, se dejó desnudar el imponente torso coronado por un pequeño aro plateado en el pezón derecho, y llevó las manos a su nuca, vanagloriándose de unos dorsales amplios y macizos, de unas axilas depiladas, haciendo que sus duros pectorales dieran saltitos a su voluntad. Zaira se reclinó un poco sobre mí cuando el semental dio un paso atrás, deseoso de exhibirse como todo buen deportista orgulloso de su cuerpo trabajado.

-¡Guau! ¿Qué te parece eso, Edu? ¿Está bueno, o no está bueno el primo Gonza? -Zaira creyó que sus palabras no eran suficiente muestra de lo cachonda que estaba, así que atrapó mis manos y las hundió entre sus muslos; tenía el coño tan húmedo que hasta por encima de la falda la noté mojada.

-Me parece que nuestro amigo se gusta mucho a sí mismo, eso es lo que me parece -dejé caer con una sonrisa, mientras besaba el cuello de 'mi chica'.

-¿Acaso no te gusta lo que ves, tontín? No creo que a estas alturas, a Gonzalo le importe que lo admitas.

-Claro que no, chaval -me vaciló el otro, volviendo a acercarse a nosotros, pegándose tanto como antes, y hablándome casi tocando mi boca con la suya-. Te lo he visto en los ojos desde esta tarde, en la piscina. ¿O me vas a decir que no tienes ganas de darme un buen repaso? -me cogió de las manos, que parecían incapaces de moverse si no eran guiadas por alguien, y las plantó sobre sus abultados y calientes abdominales-. Disfrútalo, que sólo por esta noche vas a tener acceso libre, 'tontín'.

El recochineo final podría haberme indignado en cualquier otra circunstancia, pero no cuando me acababa de dar carta blanca para recorrer su cuerpazo con mis manos, y quién sabe para cuántas cosas más. Ni bien hubo pronunciado aquel 'tontín' medio burlón, Gonzalo había vuelto a lanzarse a por la boca de Zaira, que le tenía agarrado por la espalda, y dificultaba que mis manos pudieran hacer otra cosa que quedarse allí inmóviles, notando cómo el estómago del maromo se contraía a cada momento.

Una vez más, sentí que debía luchar por una porción de terreno, para evitar quedarme al margen. ¿Qué hice entonces? Pues me agarré a las tetas de Zaira y me incliné para buscarle la boca con desespero, sin importarme que el primo aún no la hubiera liberado. Ella no tuvo más remedio que aceptarme, acudiendo a mi lengua sin haberse despedido siquiera de la de Gonzalo. Éste contraatacó, que para eso era el más chulo de los tres. Me apartó de un lengüetazo y se metió en la boca de Zaira sin miramientos.

Ella gozosa, por supuesto; le encantaba que sus dos machos chocaran por saborear el néctar de su saliva. Apartó la cara lo justo como para dejar su boca libre. Sacó la lengua cuanto pudo, esperando que los dos entendiéramos cuál era su propósito. Yo lo pillé a la primera, y Gonzalo también, pues abrió su boquita y nos mostró en toda su extensión una lengua ancha, rosada y húmeda. Hice lo propio, lo que se esperaba de mí, alcanzando con mi puntita la de ella. Lamí su lengua a la espera del primo Gonza, que no tardó en acudir a la llamada de 'nuestra chica'.

Los lametones se hicieron intensos y prolongados, inciándose en las mejillas de Zaira, y concluyendo con las lenguas de Gonzalo y mía en pleno contacto. Nunca creí que él accedería a algo así, pero en uno de los embistes decidió no separar nuestras lenguas, y se fundió conmigo en un morreo pausado y húmedo, animado por nuestra 'cheerleader' particular.

-Así me gusta, chicos, que os llevéis bien...

Los tres componentes de aquel inesperado trío (del que yo me sentía el más afortunado), parecíamos estar ya preparados para avanzar un paso más, después de aquellos intensos preliminares. Para empezar, ya no era necesario que Zaira ejerciera de 'barrera defensiva' entre sus dos machos, puesto que habíamos dejado claro que no teníamos problema alguno en contactar el uno con el otro. Fue por eso que ella abandonó su posición en el centro de la acción, y se desplazó hasta la espalda del fornido semental. Debía tener alguna idea en mente.

Gonzalo y yo seguíamos besándonos, abandonadas por completo las rencillas de un rato antes. Parecía imposible superar la excitación que me provocaba el contacto de nuestras bocas y nuestros torsos desnudos. La frialdad del arito plateado contra mi propio pecho era como fuego. Al ser él un poco más alto que yo, no tuve más que bajar un poco la cabeza para alcanzar su cuello y lamerlo con gula. Supuse que se habría puesto algún tipo de perfume al cambiarse de ropa después del numerito con su tía, pues todo él sabía deliciosamente dulce. Su lengua a whisky con cola, y su cuello a algo semejante a la vainilla. ¿A qué sabrían sus pezones?

Cuando me agaché un poco para llegar hasta ellos, el contacto de nuestros ahora algo sudorosos estómagos dejó pasar el aire, y también las manos de Zaira. Ella misma me ofreció con sus dedos los carnosos botoncitos violáceos y gordos de Gonzalo, que pareció entrar en éxtasis cuando mi lengua jugueteó con el piercing. Sus manos se posaron sobre mi pelo y lo agarró con firmeza. Tiró de mi cabeza para darme un rápido morreo, y después volvió a mandarme a lamer su pecho.

La verdad es que me entretuve bastante en aquel delicioso proceso; tanto que no fui consciente de lo que se desarrollaba paralelamente a mis mordiscos contra aquellas tetazas de piedra maciza. Sí lo fui un poco más tarde: demasiado tarde. Los dedacos de Gonzalo entre mi pelo empezaron a ejercer algo de presión hacia abajo, llevándome a devorar sus marcados abdominales hasta que algo se dio contra mi barbilla. Ese 'algo' lo manejaba Zaira con la misma soltura que un capitán de barco manejaría su preciado timón.

Lo que había ocurrido mientras que yo disfrutaba degustando el torso de aquel imponente chaval, fue que la chica por la que suspiraba desde hacía meses se había encargado de desabrochar los brutalmente ceñidos jeans de Gonzalo, y después hacerse con aquella polla que ahora me frotaba contra el cuello. Supongo que esperaban que yo diese el siguiente paso, estando ya casi en cuclillas. Miré hacia arriba y le vi la cara al dueño de aquel vergajo durísimo que Zaira me restregaba por las mejillas y me ofrecía con generosidad.

Él seguía cogido a mi pelo, viendo cómo el precum de su capullo se posaba sobre mis labios y los humedecía gracias a la eficiente conducción de 'nuestra chica'. Le agradecí con la mirada que no me forzase a hacerlo, cuando era evidente que hubiese bastado con un ligero balanceo de caderas y la presión de sus manos sobre mi pelo para embestirme salvajemente la boca. Se mantuvo expectante; deseoso pero paciente.

-Me gustaría que me hicieras una mamada -soltó en un susurro, mostrándose casi caballeroso, y dejando atrás la violencia del principio y su habitual chulería de barrio obrero.

Era una polla impresionante. Zaira la tenía cogida con toda la mano desde la base del tronco, y aún así sobresalían unos diez centímetros gordos y descapullados. Era como si ella me la estuviese mostrando para acabar de convencerme. La agitó un par de veces, y casi por inercia abrí la boca y estiré la lengua. Zaira plantó allí la raja del glande, por la que supuraban incontables gotitas blanquecinas, y yo simplemente esperé a que me entrara para envolverla con mis labios.

Aquello fue otra experiencia novedosa. En menos de tres horas me había dejado cabalgar por Laura, le había dado por el culo a Valero y había pajeado a Carlitos, pero aquella espectacular verga estaba cruzando nuevas fronteras. Gonzalo se lo montó muy bien conmigo, en plan suave, entrando y saliendo de mi boca respetando los límites de mi capacidad oral.

Entretanto fui bajándole los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos. Quería agarrarme a sus muslos y a su culazo mientras se la comía. Zaira había soltado su presa y ahora se encontraba bajo el brazo de Gonzalo, que la tenía cogida mientras se morreaban. Supongo que no fue una mamada espectacular, sino más bien pasiva, dejándole entrar y salir sin poner mucho de mi parte. Fue entonces cuando noté que Zaira se agachaba a mi lado y se colocaba también de rodillas frente al semental.

-Déjame que te enseñe, tontín -se me acercó para darme un morreo, mientras el primo se agarraba la tranca y jugueteaba a acariciarme con ella la mejilla.

En cuanto los labios de ella y los míos se separaron, Zaira se agenció aquel cipote y lo empezó a masturbar con ganas, al tiempo que se lo zampaba y movía la cabeza de un lado a otro, con una profesionalidad feladora que me dejó sin palabras. Ni medio minuto después de haberse lanzado, se sacó el vergajo y me lo ofreció en plan profesora de sexo, invitándome a que tratara de imitar lo que ella había hecho.

Cogí aquel pollón y lo empecé a menear con brío, mientras elevaba la mirada más allá del piercing plateado. Gonzalo sonreía con satisfacción y complacencia: debía sentirse un hijo de puta muy afortunado observándonos desde las alturas, viendo el modo en que le compartíamos. Bajé de nuevo la vista y me metí el rabo en la boca. Traté de acompasar las embestidas con movimientos semi circulares de mi cabeza, y al mismo tiempo saqué mi lengua al ruedo y empecé a recorrer con ella aquel durísimo tronco, como si fuera una centrifugadora.

También yo conseguí que Gonzalo se agitase, lo que me dio ánimos para seguir con mi tarea. Zaira desapareció de mi lado, supongo que feliz de saber que yo era un alumno que aprendía rápido. Me afané en seguir dándole placer al primo Gonza con mi boquita en proceso de experimentación, y sólo me detuve cuando me di cuenta de que Zaira volvía a estar de pie junto al maromo, sólo que su falda había desaparecido. Tenía la raja casi imberbe, tan abierta y llamativa que no me pude contener.

Me puse en pie de una sentada, luego de puntillas me cogí a la cintura de Gonzalo y acerqué mi boca a su oreja para susurrarle de un modo casi inaudible:

-Quiero que se lo comas igual que has hecho con tu tía. Quiero que me enseñes a hacerla jadear como una perra...

-Pero bueno, ¿de qué váis con secretitos? -frunció el ceño Zaira, que por suerte no me había escuchado.

-No pasa nada, preciosa -un brazo de Gonzalo me rodeó la cintura mientras hablaba, lo que me dio una sensación de complicidad y erotismo inclasificable-. Sólo que el pipiolo quiere aprender a trabajar por ahí abajo.

Le miró el coño a Zaira, y al mismo tiempo me estampó un morreo de campeonato, jugando su baza de ambigüedad de un modo brutalmente cachondo. Ella se fue alejando lentamente hasta acabar plantando el culo sobre una de las camas. Gonzalo se deshizo de sus deportivas sin problemas, me soltó la cintura, y se agachó para sacarse los vaqueros y el boxer por los tobillos, quedando sólo con unos calcetines blancos bastante macarras.

-Sácate esto, anda -me dijo nada más incorporarse, llevando enseguida sus manos al botón y la cremallera de mis pantalones; yo parecía incapaz de moverme, sobretodo viendo que él no ponía inconveniente alguno en despelotarme del tirón, sin preguntar ni importarle que mi polla saltase como un muelle hacia adelante-. Ahora ven conmigo y te demostraré si soy o no soy el puto máster del universo.

Con esa fanfarronada (tan típica de Gonzalo) me dejó allí tieso, con la ropa por las rodillas, viendo cómo se acercaba a una Zaira que le esperaba con las piernas bien abiertas. Me arranqué las zapatillas de los pies, y la ropa me resbaló hasta quedar completamente desnudo. Caminé hasta la cama y apoyé las rodillas en el colchón, bien pegadito al primo. Éste me miró con una sonrisa golosa y se agachó hasta estampar sus morrazos entre los muslos de Zaira.

Ella metió una de sus piernas entre las mías, y de este modo dejé caer mis huevazos inflamados sobre su rodilla. Con una mano le acaricié la parte baja del estómago, que se contraía por el buen hacer de Gonzalo con su lengua, y con la otra recorrí la espalda de éste de un modo protector y casi de admiración. El semental levantó un poco la cabeza, separó los labios vaginales de ella con dos dedos, y dejó caer un buen torrente de saliva que después se encargó de recoger con la lengua.

Zaira restregaba su muslo por la parte baja de mi entrepierna, y se mordía el labio inferior mientras acariciaba sus propias tetas como si realmente Gonzalo la estuviera volviendo loca. Éste ladeaba ligeramente la cabeza con la lengua completamente salida de su boca, mostrándome el punto exacto en que la puntita lograba enloquecer a 'nuestra chica'.

-¿Quieres probar? -me dijo, y después de que yo asintiera con la cabeza con la felicidad de un niño al que van a permitirle jugar a cosas de adultos por primera vez, Gonzalo lanzó un salivazo que se columpió entre sus carnosos labios hasta la parte superior del coño de ella.

Después se apartó, dejando aquel reguero despeñándose por toda la raja; me cedió el turno y tuve que ocupar su posición, agachándome hasta notar en mis fosas nasales los efluvios de aquel sexo que parecía a punto de entrar en erupción. Sin cortarme un pelo, recogí con mi lengua todo aquel líquido que era más que saliva y después lamí aquel delicioso helado con fruición.

Gonzalo debió sentir que era un buen maestro cuando Zaira nos regaló un gemido ahogado y se contoneó; de hecho, él no creyó necesaria su supervisión, pues enseguida desplazó sus rodillas por el colchón hasta acabar junto a la cara de ella. La tía montó sus piernas sobre mis hombros para facilitar mi tarea, y además de estrujarme el cuello de un modo desbocado, me agarró la cabeza con una mano como si no quisiese apartarme nunca de allí.

Seguí chupando y lamiendo, penetré con mi lengua lo más hondo que pude, aún cuando noté que me faltaba la respiración. Aquel aroma penetrante parecía acotar mis sentidos, los distorsionaba... Cuando sentí que la mano de Zaira dejaba de presionarme, elevé la vista para saber el motivo: éste no era otro que la nueva postura que había adquirido Gonzalo.

Lo primero que vi fueron las dos grandes bolas que eran sus nalgas macizas; después las bolas más reducidas y peludas, que eran sus huevazos. Y entre unas y otras, una raja rodeada de vello castaño que se alejaba y acercaba a medida que el pibe le endilgaba su tranca a Zaira entre los dientes. ¡El muy cabrón le estaba follando la boca literalmente! Eso me hizo hundir la cabeza con más brío en aquel coño húmedo que rebosaba fluidos con cada nueva agitación.

Pero no tenía intención de quedarme atrás en aquella carrera de fondo. Estaba dispuesto a demostrar que por una vez podía superar al 'maestro'. Dejé caer un par de buenos chorrazos de saliva sobre los labios encarnados de Zaira, y metí dos dedos que la traspasaron como si fuera algodón. Hurgué con curiosidad mientras seguía lamiendo aquel botón del placer que cada vez parecía más endurecido.

Escupí un par de veces en mi mano ya húmeda, y me lubriqué el glande antes de darme un par de sacudidas a la polla. Después me arrastré sobre la cama y sobre el cuerpo de Zaira, hasta que mi cara prácticamente se dio contra el trasero de Gonzalo. Entonces me cogí el rabo y lo planté en la entrada de aquel coño mojado. ¡Fui el primero en follármela aquella noche!

Metí la primera ración de morcilla con cuidado, para no hacernos daño a ninguno de los dos. Las siguientes entraron con mayor facilidad, y ella no dijo nada (por razones evidentes, pues su boca estaba repleta de carne de semental), pero sí se contoneó con gracia mientras me la trincaba.

Gonzalo fue el último en enterarse, por supuesto, y lo hizo simplemente porque empecé a chuparle la parte baja de la espalda. Ladeó la cabeza para ver qué estaba pasando detrás suyo, y sólo entonces me encontró con la mejilla casi apoyada sobre su trasero, acompasando las embestidas que le daba a Zaira en la boca con su prodigioso cimbrel.

-Hijo puta, ¿se la estás metiendo? -suspiró.

-¡Hasta el fondo! -gruñí yo, que además le di un lengüetazo provocador a una de sus nalgas, notando en ella el sabor de mi propia sudoración.

Gonzalo se incorporó con las rodillas sobre el colchón, medio volteó su cuerpo sin llegar a descabalgar las tetas de Zaira, y me agarró del pelo para hacerme llegar hasta su tranca sin ningún tipo de miramientos. Tampoco puse yo ninguna pega, la verdad...

Y de ese modo me seguí follando a 'mi chica' mientras el primo me clavaba una y otra vez la boca abierta contra su estaca, de un modo tan salvaje que me dio a entender que nuestro semental no era un buen perdedor, ni le gustaban los alumnos listillos y resabiados. Aunque me provocó alguna que otra arcada con su virulencia, no tuve más que aceptar aquello como un justo castigo por haberle quitado el privilegio de ser el primero en montar a Zaira aquella noche.

Cuando el cabrón tuvo a bien liberarme la cabeza, nuestra yegua se había hecho ya un hartón de jadear extasiada. Yo seguí lamiendo al primo, le embadurné los cojones de saliva con una devoción que buscaba redimirme por mi atrevimiento anterior. Gonzalo se echó un poco hacia atrás y llevó una mano hasta mi culo, palpándolo como el que comprueba la madurez de una fruta. Se me acercó al oído y susurró:

-No me voy a quedar sin meterla en caliente esta noche... -después noté uno de sus dedos rodeando la raja de mi culo, y ese mismo dedo llegó hasta mis labios-. ¡Chúpalo, cabronazo, que esto no ha acabado!

Zaira parecía en otra realidad, súper abierta y follada entre jadeos cada vez menos discretos. Embadurné bien de saliva aquel dedaco que sabía agrio (sin duda por el efecto de mi culo sudado), consciente de que me lo iba a meter por el ojete. Luego todo sucedió en un par de segundos: me metí la polla de Gonzalo en la boca para contener el dolor, saqué la mía del coño de Zaira para poner el trasero en pompa, y esperé a que el primo me perforara el ojete para ensartarle un trancazo glorioso a 'nuestra chica'.

El dolor no se hizo esperar, y tanto ella como yo lo sentimos, pero el cipote del semental me silenció a mí, y la mano libre del otro la acalló a ella. Hurgó en mi culo con saña el muy desgraciado, y yo lo pagué con embestidas violentas sobre Zaira, que se volvía a contraer del mismo modo que cuando le había estado comiendo el coño. Me pregunté si esa era su manera de correrse, o de tener un orgasmo. En ese caso, me podría vanagloriar de haberle provocado los dos de aquella noche.

-Supongo que tienes alguna goma... -bramó el macizo sin dejar de perforarme el culo con su dedo trepanador.

Zaira estiró una mano y alcanzó un cajón de la mesita de noche. De él sacó un minúsculo monederito que estaba repleto de condones. Gonzalo pilló uno con la mano libre, rasgó el plástico con los dientes, al más puro estilo semental salvaje, y lo colocó sobre la punta de su cipote.

-¡Hasta el fondo, maricón! -rugió con su habitual chulería, adquiriendo un rol que pensó que me resultaba excitante; y acertaba, desde luego, pues de un modo muy sumiso deslicé mis labios por todo aquel tronco hasta enfundarlo con la goma-. Y ahora te voy a enseñar yo a meter la polla en un agujero sin pedir permiso...

Por primera vez desde hacía un rato, Gonzalo se quitó de encima de Zaira y me permitió acceder a ella para poder besarla. Lo hice con ganas, pese a que ya notaba al primo acomodándose a mi espalda. Estaba tan excitado que temí correrme de un momento a otro. Como si me hubiera leído el pensamiendo, 'mi chica' esperó a que nuestro morreo concluyera y me mostró un preservativo desenfundado que sostenía entre sus dedos.

-Será mejor que te lo pongas también -me dijo en un susurro, y en aquella situación me pareció la proposición más excitante del mundo.

Acomodé las rodillas en una zona firme del colchón y me incorporé un poco, sacando el nabo de dentro de Zaira y sujetando el condón en mi mano. Gonzalo estaba ahora pegado a mi espalda, cogido a mi cintura y acariciándomela con una suavidad impropia de su pose casi rabiosa de segundos antes.

-Deja que te ayude... -me susurró sobre mi hombro izquierdo, quitándome la goma de las manos y colocándola él mismo sobre mi glande; fue el primer contacto directo que tuvo con mi rabo, y la verdad es que el gesto me resultó sorprendente, aún más las palabras con las que lo acompañó-: ¿De verdad quieres que lo haga?

Giré un poco la cara y le besé, mientras sus dedos expertos desenrollaban el condón sobre el tronco de mi verga. Esa nueva actitud me resultó sumamente tranquilizadora, y me llevó a pensar que en el fondo se trataba de eso, de jugar cada uno un papel diferente, pero que lo único importante era disfrutar. Nos estábamos montando un trío de la ostia en el que éramos el chulo semental, la yegua desbocada y el potrillo novato, pero seguía siendo sexo placentero sin más.

-No me hagas daño -me atreví a susurrarle, dejándome llevar por la intimidad del momento.

-No te preocupes, Edu, que no será el primero que desvirgue... -lo que acompañado de unos suaves besos en el cuello me llevó al séptimo cielo.

Caí con las manos sobre el colchón, con Zaira dirigiendo ya mi timón con mano experta en dirección a su cueva. Se la metí una vez, y otra, y otra... hasta que noté una mano de Gonzalo reteniéndome dentro de ella. Enseguida alcanzó mi culo con la punta de su cimbrel, que lo exploró sin prisas, acariciando y relajando el esfínter con suaves pasadas de su gordo capullo.

Cerré los ojos para concentrarme, y no los abrí mientras duró la exploración, pero después Zaira me sujetó la cara con sus manos y me la empezó a besar, clavándome una mirada luminosa y feliz. Me susurró un 'te quiero' inaudible, que más leí de sus labios que realmente escuché. La punta estaba entrando. Apreté los dientes y mi culo se contrajo. Enseguida noté que Gonzalo se volcaba sobre mí y me hablaba al oído:

-Necesito que te relajes, campeón... -me chupó la oreja, me besó el cuello y noté su nariz acariciando mi nuca-. Así, muy bien... -su aliento me calentó el cogote, y pude notar el sudor cayendo desde su barbilla hasta mis omóplatos-. ¿Notas cómo te entra, chaval? Pronto empezarás a disfrutarla...

Parecíamos una foto fija, los tres concentrados al máximo para llevar a cabo aquella 'tarea' tan especial como deseada. Para quien nunca haya tenido la polla de otro pibe entrando en su culo, os diré que es una experiencia alucinante. Si además tienes la suerte de que sea un proceso lento y suave como aquél, te aseguro que se alcanzan cotas de placer indescriptibles. Mi mente volaba mientras Gonzalo trataba de penetrarme. Pasaron cientos de imágenes y pensamientos por mi cabeza, sobre los muchos tabúes sexuales que la vida nos impone.

Sentí que estaba disfrutando como si fuera capaz de verme desde fuera, montado sin prisas por otro macho que trataba de acoplarse a mí sin dañarme. Nunca antes había utilizado aquel agujero como orificio de entrada, pero era sumamente estimulante notar aquella polla entrando centímetro a centímetro dentro de mí. Sentía ganas de cagar y de correrme al mismo tiempo, y supongo que opté por lo primero, sin aspavientos ni ajetreo.

Eyaculé dentro de Zaira sin apenas moverme, notando todo el calor de aquel semen colisionando contra el condón, contrayendo al mismo tiempo mi culo y facilitando que Gonzalo me ensartara más y más carne dentro. Me mordí el labio inferior y oculté mi cara sobre el hombro de Zaira, deseando que aquel placer no acabase nunca.

-Buen chico... -susurró mi empalador, acariciando con su lengua los pelillos de mi nuca-. Ahora deja que te folle...

La sacó apenas un par de centímetros, y la encajó de nuevo en mis entrañas. Después apoyó los puños sobre el colchón y empezó a embestirme sin prisa, con una cadencia controlada y enloquecedora. Logró al instante que mi polla volviera a empalmarse dentro de Zaira, pese a la reciente descarga de leche. Los tres sudábamos a mares en la habitación de aquella caseta de piscina. El exterior nos importaba una mierda.

Los jadeos con los que Gonzalo acompañaba cada enculada me resultaban de lo más excitantes. De nuevo fui capaz de vernos desde fuera de mi propio ser, y podía intuir sus nalgas contrayéndose con cada embestida, montándome como el semental que era. Zaira también estaba recibiendo lo suyo, pues pronto aprendimos a acompasar nuestras respectivos movimientos hasta convertirlos en un baile rítmico e increíblemente sensual.

Yo también apoyé los puños sobre el colchón y arqueé la espalda para poder morrearme con Gonzalo mientras me sometía con aquella deliciosa y vibrante estaca. Me preguntó si lo estaba disfrutando, y le dije que sí entre jadeos, que me encantaba tenerle dentro, que me follara... Después empezó a empujar con más fuerza y acabé cayendo sobre Zaira.

-Creo que me voy a volver a correr... -le dije.

-Yo ya he perdido la cuenta -respondió ella antes de cogerme del pelo y clavarme la lengua hasta la campanilla.

Sus manos recorrían mi espalda hasta mi culo, y una vez allí alcanzaban el de Gonzalo para atraerlo más y más, como si éste fuera capaz de follarnos a los dos a la vez con aquella polla tan dura que ahora me cabalgaba con ferocidad.

La verdad es que fue brutal. Yo me corrí el primero, tras los espasmos con los que Zaira alcanzó su nuevo orgasmo, y regué una vez más aquel preservativo que debía estar a punto de desbordarse, si no lo había hecho ya. Nunca antes me había corrido con una polla tan clavada dentro de mí, pero os juro que fue algo sublime. De hecho, desde entonces más de una vez me he pajeado con un rotulador de los gordos bien lubricado y metido por el culo...

Y claro, debido a mis contracciones anales, Gonzalo acabó reventando y me inundó el culo de leche, intensificando aún más mi placer, si es que eso era posible. Fuimos incapaces de movernos durante segundos, él apoyando los puños para no aplastarnos, y yo los codos por lo mismo, sacando fuerzas de donde no las teníamos.

Al final el primo se dejó caer a un lado, y yo al otro de Zaira, quedando con la mirada clavada en el techo los tres, sintiendo como si nuestros cuerpos aún no fueran conscientes de que había llegado el momento de relajarse. Respiración agitada, el pecho subiendo y bajando sin descanso, los rostros empapados en sudor, las pollas desinflándose aún con las gomas cargadas de lefa colgando de ellas y embadurnándonos el pubis...

-¡Jodeeer! -fui el primero en gruñir algo, mientras movía mi mano estómago abajo, arrastrándola sin fuerzas hasta alcanzar mi colgajo pringado de semen; dos corridas eran demasiada carga para un simple condón.

Cuando me vi capacitado para ello, me incliné hacia Zaira y le di un beso suave en los labios, además de las gracias. Me estiré un poco más e hice lo propio con Gonzalo, recibiendo la sonrisa de ambos. A él también tuve la cortesía de quitarle el condón que colgaba inerte y medio salido de su capullo algo inflamado. No me gustó demasiado el color de aquel preservativo, sobretodo teniendo en cuenta que salía de mi culo, pero nada me importó. Dejé caer la espalda y cerré también los ojos.

Necesitaba un prolongado descanso si quería tener fuerzas para soportar tres días más en la mansión de los Morales...

FINAL de la serie: "Cumpleaños 2"