Cumpleaños 2.2: Detrás del Armario.

Mi decisión entre Laura y Gonzalo no sirvió de mucho, y me ocasionó una discusión con mi amigo Valero. Pero el primo macizo enseguida nos mostró cuál era la sorpresa que nos tenía preparada para aquella noche de celebración.

Mis alternativas no eran más que dos: o me tiraba a Laura, montada encima de mí y con ganas de cabalgarme, o pasaba de ella y subía a la habitación a tiempo para tratar de averiguar si mis sospechas sobre la ambigüedad sexual de mi mejor amigo Valero tenían razón de ser. No me lo pensé demasiado; dejé que mi polla decidiera por sí misma: "Fóllate a Laura, chaval, que lo de arriba puede esperar".

Dicho y hecho: sin importarme que estuviéramos a la vista de cualquiera del grupo que decidiera entrar al salón en ese momento (incluida Zaira; especialmente ella), empujé del culo de Laura hacia arriba, le aparté el biquini inferior a un lado hasta ver perfectamente su vello púbico algo rasuradito, y le dije que se la fuera metiendo despacio, para no hacernos daño. "¿Qué pasa, nene, acaso te crees que es la primera polla que me meten?", sonrió con disfrute, jalándomela desde el tronco con sus manos sorprendentemente expertas, y plantándola en la entrada de su coñito húmedo.

Se chupó los dedos, y después me los dio a chupar. Traté de llegar a mi nardo desde su culo, pero no alcancé, así que fue ella la que se encargó de lubricarme el falo con ayuda de unos cuantos salivazos mutuos. Pese a que su raja supuraba un jugo transparente y resbaladizo, no era suficiente para embadurnar mi cipote reseco y que la tirantez no me hiciera daño. En menos de un minuto ya la tenía toda dentro, y ambos suspirábamos de placer.

-No se te pondrá blandita ahí dentro, ¿verdad, campeón? -me dijo sin aparentar malicia alguna, pero haciendo saltar todas mis alarmas. Para quien no lo recuerde, en mi aventura del armario con Zaira, estuve a punto de no poder culminar con éxito, al sufrir lo que comúnmente se llama 'un gatillazo'.

-¡Claro que no se me pondrá blanda, idiota! -reaccioné con sorpresa y de malas maneras-. ¿Por qué dices eso?

-Por nada, tío, tranquilo... -movió las caderas como si quisiera cambiar de tema.

-Lo has dicho por algo, Laura -traté de que el rozamiento de sus eses rítmicas contra mi nabo no me hicieran perder la cabeza-. ¿Qué pasa, os lo ha contado? Esa cabrona os lo ha contado, ¿verdad?

-Somos amigas íntimas, tío, ¿qué esperabas...?

En ese momento me invadió un súbito arranque de rabia. Cogiéndola aún del culo la moví hasta que su espalda tocó los cojines del sofá, todo ello sin que el rabo se me saliera, moviéndome yo con ella. Para cuando la tuve debajo la empecé a embestir con cierta furia, penetrándola sin contemplaciones y mientras nos dábamos un morreo salvaje que acallaba nuestros jadeos. Lo malo fue que no pudimos follar así más de un par de minutos, pues enseguida bajó las escaleras Bea, avisándonos de que alguno de los mayores había salido de su habitación.

Laura me dio un empujón que me hizo caer al suelo, con todo mi nardo babeante al descubierto, lo que provocó una risita ahogada de las dos chicas. La anfitriona no tuvo más que colocarse el pareo sobre el biquini, y ajustarse la parte de arriba del mismo. Yo me enfundé como pude el rabo trempado bajo el bañador, y me senté en el sofá para disimular mi estado. Para más cachondeo si cabe, era a mi padre al que vi bajar, seguido de mi madre, los dos ataviados con sus mejores galas para la velada de aquella noche en el pueblo.

-¿Qué haces aquí tú solo? -me preguntó ella; las chicas me habían abandonado sólo unos segundos antes, y ya estaban en la terraza.

-Nada, sólo espero a que Gonzalo acabe de ducharse...

Fue lo primero que se me ocurrió. Con la presencia de mis progenitores en el salón no fue difícil que mi trempera acabara convirtiéndose en un higo. Aproveché que había recuperado la 'normalidad' para subir a nuestra habitación. Por el camino me crucé con los señores Morales, padres de Laura, y tíos del macizo. Apenas una ligera sonrisa nos dedicamos. Cuando entré finalmente en el cuarto, lo mejor ya había pasado. Gonzalo llevaba el torso al descubierto y unos pantaloncitos cortos de color gris. Tenía el pelo húmedo y estaba buscando algo que ponerse por encima.

Valero también se había deshecho de su bañador, y ahora llevaba un chándal corto Adidas y los calzoncillos un poco a la vista. "¿Qué tal te ha ido con Laura?", me preguntó guiñándome un ojo. Miré la espalda aún desnuda de Gonzalo para advertirle de que se callara la boca o me iba a meter en un buen lío. "No te preocupes, que ya se lo he contado", me informó para mi desconcierto. Gonzalo encontró un polo blanco y se lo colocó sin prisas.

-Eso significa... -dijo, metiendo un brazo por la manga-. Significa que las familiares también entran en el saco, así que este finde pienso ir a por la hermana de este capullo.

-¿A por Zaira? -salté yo, viendo que Valero se encogía de hombros con resignación-. ¿Y qué pasa si te digo que estoy con ella, Gonzalo?

-Pues que te partiré la cara por ser tan cabrón de engañarla con mi prima. ¿Quieres que acabemos a ostias tú y yo, chaval? -se quedó plantado e imponente frente a mí, mirándome con cara de chulo cabrón, sabiéndose más fuerte que yo-. ¿De verdad estás con Zaira, capullo?

-Claro que no lo está -intercedió Valero, creyendo que me hacía un favor; se levantó como si quisiera apaciguar los ánimos-. Anda, Edu, pégate una duchita y a ver si te refrescas las ideas.

-¡Vete a la mierda! -les di la espalda y me agaché para recoger el neceser de mi mochila.

-Esperad, colegas -cambió de tercio Gonzalo, como si no hubiera pasado nada-, antes de que me baje os voy a enseñar cómo funciona esto. Creo que mis tíos ya han dejado el campo libre.

Al cabo de unos segundos, todo estaba perfectamente organizado. La rendija de la puerta oculta que quedaba entre el final de la ropa y el suelo era lo suficientemente grande como para ver bien la cama de matrimonio, aunque para ello tuviéramos que estar Valero y yo en una postura bastante incómoda, casi montados el uno encima del otro. "Intentad no abrirla mucho más, para que la ropa que hay aquí colgada no se vaya a caer", nos indicó Gonzalo desde la habitación contigua. Caminó de espaldas hasta la cama y se tumbó sobre ella. "¿Me veis bien?", preguntó; le dijimos que sí, volviendo enseguida a levantarse. Apagó la luz y salió del cuarto de sus tíos.

-Sobretodo no se os ocurra encender la luz de esta habitación, porque ella se daría cuenta -nada más aparecer nos dio las últimas instrucciones-. Intentaré que no mire mucho en dirección a la puerta, por si acaso. Y cuidado con los ruiditos y golpes, al menos hasta que ella empiece a jadear como una perra... -se rió de su propia ocurrencia, y Valero y yo le acompañamos por no ser descorteses; esperamos a que Gonzalo bajara con el resto de la gente para demostrar lo flipados que estábamos.

-¿Crees que se está pegando un farol? -me preguntó mi amigo, y yo simplemente me encogí de hombros-. Desde luego, si es así, el cabrón se lo ha currado.

-¡Tú sí que estás hecho un buen cabrón! -no pude estarme de reprochárselo-. Tío, ¿cómo se te ocurre contarle a ese capullo que me estaba follando a su prima en el sofá?

-Oye, colega, no te aceleres, que aquí nadie ha hablado de follar, ni de sofá ninguno. Simplemente le he comentado que os estabais enrollando.

-Pero ¿por qué, tío? ¿Por qué te acercas a decirme esa mariconada que me has dicho, y después subes corriendo a chivarte al primo de Zumosol? ¡Es que no lo entiendo, Valero!

-Yo qué sé, macho, me habías mosqueado... Me tiras al agua y dices que subes a cambiarte, justo un minuto después de que el maromo nos haya frotado el paquete por los morros. ¿Qué querías que pensara? ¡Pues que ibas a subir detrás de él!

-¿Y?

-¿Cómo que 'y'? 'Y' nada, que me he secado a toda leche pensando en tus oscuras intenciones, y luego te encuentro ahí dándote el palo con la tonta de Laura... ¡Yo qué sé! Se lo he dicho porque se lo he dicho, y punto.

Ni él mismo se entendía. Aunque si algo me quedó claro, es que nos esperaba a todos un fin de semana largo y movidito.

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Sobre las nueve de la noche, los hombres ya estaban preparados, y algunas de las mujeres aún se daban los últimos retoques antes de salir a cenar. Gonzalo nos dio el aviso: "Id subiendo, pero por favor, tened mucho cuidado de no hacer ruido", nos susurró. Valero y yo nos miramos, y buscamos la manera de salir de allí sin llamar la atención. La gente estaba repartida entre la terraza y el salón, así que pudimos escabullirnos escaleras arriba sin que notaran nuestra ausencia.

Nada más entrar en nuestro cuarto, vimos claramente la rendija iluminada de la puerta que conectaba con la habitación contigua, justo detrás del armario. No se oía ruido alguno. Yo me tumbé el primero, tratando de tomar una buena perspectiva, y enseguida noté la presencia y la respiración alterada de Valero cerca de mí. La habitación estaba bastante iluminada, pero sólo veíamos la cama con un vestido rojo encima. Supuse que era lo que la señora Morales pensaba llevar para la cena, después de decir bien alto, para que todo el mundo en la casa la escuchase, que no le gustaba el anterior modelito que se había puesto.

Entonces la vimos. Iba con un conjunto de bragas y sostenes del mismo color que el vestido, y estaba realmente tremenda. Puede que tuviera 37 ó 38 años, pero su físico era el de una chica mucho más joven. Se agachó para coger algo de la mesita de noche y la visión de su redondo culo me pareció un privilegio para el que no había precio posible. "¡Jodeeer!", susurró Valero, y su aliento me calentó la nuca. Traté de obviar ese detalle, de acostumbrarme a esa incómoda posición sin que los calentones inconclusos de la tarde entorpecieran mi disfrute.

Justo en ese momento oímos el golpe de unos nudillos contra la madera de la puerta. Primero pensé que era en nuestro cuarto a oscuras, pero luego la mujer dijo "¿Sí?", y una voz masculina conocida le respondió: "Soy yo, tía Laura". Las pulsaciones se me empezaron a acelerar y podía notar que el corazón de Valero también bombeaba más rápido de lo usual. "¿Cierro?", preguntó Gonzalo. "Sí, claro", la mujer, colocada de un modo en que la veíamos sólo de cuello para abajo, estaba vuelta en dirección a la puerta, mostrándonos sus firmes tetas, tal vez operadas, pero en todo caso excitantes hasta el límite bajo el sostén rojo.

-Les he dicho que iba a subir a ver si estabas lista -la voz del chaval parecía haberse vuelto aflautada, casi infantil; ¿sería ese el juego que se traían tía y sobrino?

-Muy bien, cariño. Pero pasa, no te quedes ahí -ella seguía estática, esperando-. Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿no? Desde Navidad, si no recuerdo mal -entonces apareció la figura sin cabeza de Gonzalo, que vestía el pantalón corto gris y el polo blanco que le había visto ponerse unos minutos antes; se colocó muy cerca de ella, que no dudó en acariciarle el brazo que teníamos a la vista-. No he tenido ocasión de decirte que te he visto muy guapo. Te sienta bien estar un poco morenito.

-Muchas gracias, tía. Tú también estás genial -se atrevió el colega a posar una mano sobre la cadera de ella-. Te sienta muy bien el rojo.

-Te he dicho que subieras a verme porque hace tiempo que no tenemos un rato a solas. En Navidad había tanta gente por aquí...

-Lo sé, yo también eché de menos tener uno de nuestros 'ratos a solas'.

La mujer empezó a tirar del polo blanco hacia arriba, dejando pronto el musculado cuerpo de Gonzalo al descubierto. "Te estás poniendo cuadrado, ¿eh, chaval?", y aunque por desgracia no podíamos verles la cara, se diría que la señora Morales dijo aquello mientras se mordía el labio de gusto. Lo que sí pudimos contemplar fueron las manos de la mujer recorriendo el torso de su sobrino.

-Me gusta ver que te cuidas, Gonza.

-Y tú estás cada día más buenorra, tía Laura... -el 'pequeño' Gonza no parecía nada cohibido, pues enseguida pudimos ver que sus manos se posaban sobre los melones que tan bien puestos tenía ella-. ¿Es mi impresión, o cada año tienes las tetas más duras?

-Tú, que me las tocas con cariño -suspiró ella, echando las manos hacia atrás para quitarse el pasador del sostén y dejar a la vista la imagen que logró mi segunda trempera de la jornada-. ¿Aún no tienes novia? Ven.

Le cogió de la cintura del pantalón y caminó de espaldas hasta quedar sentada en la cama. Apartó el vestido rojo a un lado, quedando de cualquier manera al borde del colchón. Por fin le pudimos ver la cara, y su habitual expresión entre risueña y conservadora había dado paso, con la presencia de su sobrino desnudo de cintura para arriba, a una cara de gata en celo que consiguió ponérmela aún más dura. Y Valero, igual de silencioso que yo, respiraba cada vez con más sofoco.

Gonzalo tuvo la amabilidad de pensar en nosotros dos, sus espías consentidos, y por eso se colocó un poco ladeado, para no privarnos de la visión de los pechos desnudos de su tía.

-¿Que si tengo novia? Nada fijo -respondió el colega a la pregunta de la señora Morales-. Ya sabes que me gusta ir picando de aquí y de allá.

-¡Joder, cuánto tiempo sin verla! -exclamó ella totalmente desinhibida, mientras veíamos que los pantalones de Gonzalo caían por su propio peso, y los calzoncillos le seguían de la mano de la mujer, dejando aquel culazo tan potente al descubierto-. ¡Tienes una polla preciosa, nene! Y me encanta que sea mía de vez en cuando...

Dicho lo cual dejó de hablar, y vimos cómo su rostro aparecía y desaparecía tras el cuerpo desnudo de Gonzalo, a medida que le practicaba una voluntariosa felación. "Ostia, creo que no puedo ver más", me susurró Valero, tan bajito que creí que era uno de mis propios pensamientos. Enseguida dejé de notar su respiración en mi oreja, y noté cómo una corriente de frío me inundaba al abandonar mi amigo su posición en aquel puesto de espionaje.

-¡Nadie me la chupa como tú! -dijo Gonzalo para mi completo asombro, haciendo que aparcara mi primera intención de alejarme de aquella rendija y preguntarle a Valero qué le pasaba-. ¿Te gusta chupármela, verdad?

De repente, el Gonza de voz aflautada se había transformado en un jodido macarra, y yo no podía dejar de pensar que estaba montando precisamente el espectáculo que quería que viéramos. Pero el hecho de que la señora Morales no se molestara ni hiciera ninguna reprobación a aquella frase, indicaba que ese era el comportamiento habitual en sus 'ratos a solas'.

Ella se puso en pie y se morrearon durante unos segundos fuera de mi alcance visual, pero de nuevo el musculitos pensó en nosotros y no tardó en empujar suavemente el cuerpo de su tía contra la cama. Gonzalo le quitó las bragas rojas, que se intuían sedosas, y le abrió las piernas con las manos sobre sus rodillas, como si nos quisiera mostrar el húmedo coñito que estaba a punto de cepillarse. Cuando el chaval se arrodilló, inmediatamente pensé: "Lo va a hacer, joder, le va a comer el coño a su tía", y eso hizo que un nuevo repunte de mi propia erección se diera contra mis apretujados calzoncillos. Palpé mi propio pantalón en la oscuridad, con intención de recolocármela para que no me doliese. Como Valero ya no estaba pegado a mí, no había temor a que pensara cosas raras; además, nuestra habitación estaba demasiado a oscuras para ver nada.

Aquella otra Laura Morales, tan diferente a nuestra compañera de instituto, se agitaba desbocada ante las buenas artes con las que, al parecer, su sobrino le trajinaba los bajos. Gonzalo se mostraba como todo un experto en el arte de satisfacer los deseos de una mujer adulta como ella, y eso le hacía ganarse mi admiración. Yo, que a lo más que había llegado era a un par de polvos veloces y casi involuntarios, uno a oscuras en un armario y con la hermana de mi mejor amigo; el otro a medio concluir, con la propia prima e hija de los que se disponían a follar en el cuarto contiguo... Sin duda, sobre sexo tenía mucho que aprender de alguien como Gonzalo.

No tardó en tumbarse sobre ella y empezar a follársela sin tapujos. La embistió a un ritmo desenfrenado, arráncandole más de un gemido bien audible. "Hasta que ella empiece a jadear como una perra", nos había dicho aquel semental un rato antes, y Valero y yo nos habíamos reído pensando que era un poco fantasma. Pero ahora la veía allí completamente abierta, penetrada sin contemplaciones por Gonzalo, agitándose como si se le fuera la fuerza por entre las piernas, y no podía dejar de tocarme a mí mismo con unas ganas locas de entrar en la habitación y participar de aquella escena...

-¿Tú también? -oí el susurro y me quedé quieto.

Yo seguía con la atención puesta en lo que ocurría al otro lado de la rendija de la puerta, que Gonzalo había dejado preparada expresamente para que mi buen amigo y yo le viéramos hacer lo que finalmente estaba haciendo: tirarse a su tía Laura, la mamá de nuestra compañera de instituto del mismo nombre, la jovencita que celebraba su 15º cumpleaños, ajena a lo que su primo y su propia madre celebraban a solas en la habitación de matrimonio de ésta última.

-¿También te la estás pelando? -repitió Valero un segundo depués.

Giré lentamente la cabeza y vi la sombra del rostro de mi mejor amigo. Aún me encontraba yo tumbado en el suelo, en una postura no demasiado cómoda y con una mano propia metida entre mis piernas, primero con intención de recolocarme una polla que se había ido endureciendo a medida que la escena avanzaba, pero luego ya por el simple placer de sobarme.

-Se la está follando a lo bestia, macho -respondí sin responder, apartando enseguida la mano de mi entrepierna.

-Lo estabas haciendo, ¿verdad? -insistió, y yo no quise decir nada más; simplemente le chisté para que se callara, no nos fueran a oír-. Déjame ver -silabeó entonces en mi oído, y pronto le tuve más cerca de lo que hubiera esperado.

En su ausencia me había puesto yo más cómodo, colocándome medio de costado, apoyando un codo en el suelo para sostener en alto mi cabeza. Cuando Valero se me arrambó para coger una buena panorámica de lo que sucedía en el cuarto contiguo, y apoyó sus brazos en mi hombro, empecé a notar que me subía todo el calor acumulado durante la sesión de voyeurismo.

Gonzalo seguía cabalgando a su tía como si fuera el mejor jinete del Oeste. No tardó en salirse de ella para cambiar de postura y la hizo girar cogiéndola de las caderas. La mujer se colocó a cuatro patas, apartándose un poco el chaval para que nuestra perspectiva nos permitiera ver lo muy abiertos que estaban aquellos labios vaginales. De nuevo le tuve que dar las gracias mentalmente, mientras Gonzalo se agarraba la estaca desde los huevos y empezaba a dar suaves golpecitos al coño húmedo de su tía.

Entonces nos miró por primera vez. Bueno, en realidad miró hacia la rendija de la puerta, pero ni siquiera debía saber si aún seguíamos allí. Blandió su polla un par de veces en nuestra dirección, como si fuera una jodida espada láser, y después la volvió a dirigir a la cueva semi abierta de la señora Morales. El cabrón era todo un exhibicionista.

-¡Joder, con esa peazo tranca ya se puede ser un vacilón, ya...! -susurró Valero en la intimidad de nuestro escondite.

Yo podía notar que me empezaba a sudar un poco la frente, y me la restregaba con la mano de vez en cuando. Sin embargo, era más difícil esconder que mi erección no había decrecido ni una milésima pese a la peligrosa proximidad de mi buen amigo.

-¿Tú te la has hecho? -le pregunté de pronto, arqueando ligeramente mi espalda, más que nada para evitar el contacto directo de mi erección con su culo.

-¿El qué? -se hizo el tonto o me ignoró, mientras su mirada se dirigía al otro lado de la rendija, donde las nalgas firmes y blanquecinas de Gonzalo (seguramente cubiertas, durante las sesiones de Sol, por el bañador tipo boxer y marca-paquetes que le habíamos visto aquella tarde), se contraían con cada nueva embestida-. ¿Dónde crees que se va a correr? Supongo que no lo hará dentro... ¿Te imaginas que la deja preñada?

-Puede que se lo haga en la cara. Tiene pinta de ser de las que tragan -era como estar viendo una película porno, sólo que en un plano fijo; no, era mejor, pues esto era real, los sonidos eran reales y los gemidos no estaban mal doblados-. ¿Te has hecho una, o no?

-¡Qué va, tío! ¿En tres minutos? -noté que miraba hacia mí, pero yo no despegué la vista de la escena del otro lado de la puerta-. ¿Es que tengo cara de eyaculador precoz?

Las penetraciones de Gonzalo eran cada vez más rápidas, y la señora Morales tenía la cara completamente hundida sobre la colcha, agarrándose a ella con las uñas como si quisiera hacerla pedazos. Estaba claro que el chaval no iba a aguantar durante mucho rato aquel ritmo tan salvaje, y de hecho parecía estar preparándose poco a poco para una intensa corrida. Ella, por su parte, podía haber tenido tres orgasmos, o ninguno, pues sus jadeos llevaban un compás constante y enloquecedor, casi multiorgásmico.

-Pues no lo sé, pero en el cumple de tu hermana, cuando Sabina te pajeó, me dijiste que te habías corrido en segundos -provoqué a Valero en un susurro.

-¡No seas mierdas! Era una forma de hablar, capullo... -me dio un pellizco en las costillas que me hizo arquear aún más la espalda.

Al apartar la mano para defenderme de su pellizco, mi cabeza quedó sin punto de apoyo y fue a darse precisamente contra la puerta, sin hacer un ruido perceptible, pero sí provocando que ésta se abriera algunos centímetros más. Los dos miramos hacia la cama de matrimonio donde los otros seguían follando, pensando que habíamos quedado totalmente al descubierto.

Continuará...

Estimad@ internauta, te propongo que sugieras cómo quieres que continúe este relato. Sé que no es algo nuevo en todorelatos.com, pero me apetece mucho esa experencia interactiva. Gracias y espero tu comentario...