CuloHambriento S.A. Cap. 6 - El chip aputasador

Perdón a todos mis lectores por la demora en la última entrega de esta saga. Me costó mucho decidir el camino a seguir en esta historia. Espero que les guste la forma en que rápidamente, toda una empresa de señores cristianos se transforma en una orgía descontrolada de gays ardientes.

Desesperado por haber fracasado en todos los intentos, Tini se encerró en el baño de la oficina de sistemas de BioTech, en esa mañana de lunes en que apenas habían pasado tres horas desde su inicio como flamante empleado, sintiendose responsable de las fallas, como un fracaso personal. Debía mandar urgentemente un mensaje de texto pidiendo instrucciones a su real empleador, la corporación CuloHambriento, que lo estaba usando como elemento de infiltración para tomar el control de esta pequeña compañía. El mayor interés de la corporación residía en que esta pequeña empresa era dueña de un asombroso invento: un chip subcutáneo que permitía controlar ciertas funciones cerebrales. Tini no entendía bien el alcance de semejante avance científico, pero su condicionamiento, que ahora estaba unificada con su pensamiento, no le daba lugar a dudas. Tenía que ayudar a la corporación a hacerse tanto con el invento, como con la empresa. Si bien BioTech lo había desarrollado como tratamiento para algunas enfermedades mentales, CuloHambriento tenía en sus planes modificarlo para utilizarlo en la captación y reclutamiento de nuevos putos para sus filas, como haría con todos los empleados de esta empresa, que terminarían bien putitos como él mismo, pensó Tini. Esta idea le generaba un angustioso temor, ya que le preocupaba la flagrante homofobia que había percibido de casi todos en ésta empresa, que hasta se lo habían dicho con todas las palabras, pese a que él trataba de disimular su comportamiento afeminado. Si hasta su supervisor le había dicho: “no quiero que te me acerques ni me hables mas de lo estrictamente necesario por cuestiones laborales. No me agradan los putos.” Eso casi había hecho llorar a Tini, que sin embargo se repuso rápidamente pensando en el beneficio para la Corporación si lograban el objetivo de obtener el dichoso chip, pero más aún en la idea de tener a semejante homofóbico en cuatro patas delante de él, implorándole pija.

El mensaje de Tini fue suscinto pero claro: “Imposible instalar software de programación subliminal. Fracaso en intento de socializar con encargado de sistemas. Gerente inalcanzable. Peligra la misión”. La respuesta fue casi instantánea: “Ejecutar ‘netdisc.exe’ del pendrive provisto en PC asignada para uso personal. Esperar instrucciones”

Temblando ante la posibilidad de ser descubierto, Tini se sentó frente a la PC que le habían asignado, y discretamente insertó el pendrive de la corporación en el puerto USB. Buscó el programa indicado, y lo ejecutó. Aparentemente, nada sucedió, pero tras unos segundos, se abrió una ventana con la leyenda: “Ejecución exitosa. Seguridad de red vulnerada. Descubriendo nodos.”

Tini respiró aliviado. Posiblemente con ésto podrían instalar algún tipo de sofware en las PCs, una vez que las identificaran. Pocos segundos después, otra ventana apareció: “Supervisor IT identificado, procediendo a infección”. Tini miró de reojo a su supervisor, que impertérrito seguía escribiendo en su computadora. Enseguida, la pantalla de su jefe Ariel destelló con una sucesión de flashes rápidos, y entonces, mirando ahora sí hacia el escritorio del supervisor, pudo ver que su jefe había quedado absorto, mirando fijamente la pantalla, sin pestañear ni reaccionar. Tini sonrió. Supo entonces que ese era el inicio de la caída de BioTech. Casi al mismo tiempo, una nueva ventana se abrió en su propia pantalla: “Programación iniciada. Proceda con aplicación de condicionador”. Tini sirvió un café al que le agregó las gotas del líquido que le habían dado en la Corporación, y lo dejó junto a un enajenado supervisor, que seguía con los ojos fijos en la pantalla.

Ariel salió de su estupor y miró a su alrededor. No entendía bien lo que había pasado, pero se dio cuenta que había perdido más de dos horas con la vista fija en la pantalla, aunque allí no había nada raro, más allá de la planilla Excel en la que había estado trabajando toda la mañana. Junto al teclado vio un vasito de café vacío, y se preguntó cuándo lo había tomado. Al bajar la vista, se dio cuenta que su pene estaba completamente erecto por lo que se sonrojó, a sabiendas que para un hombre tan religioso como él eso constituía un pecado grave. Inconscientemente, acarició su erección por sobre el pantalón, y soltó un apagado gemido. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan excitado. Tal vez masturbarse en el baño no era tan mala idea, pensó. Inmediatamente se sintió mal por tan sucio pensamiento, pero su excitación no cejaba. Con enorme cargo de consciencia, fue hacia el baño, y se encerró en uno de los reservados, mientras se masturbaba violentamente. Fuera del cubículo, Tini mandaba un mensaje de texto a la Corporación, informando de la conclusión de la etapa 1 con el supervisor.

Ariel salió del baño más relajado, y fue hacia su puesto de trabajo. Pasada la tensión, sentía que no era tan grave lo que había hecho, ya que, después de todo, una paja no daña a nadie. Inadvertidamente para él, la programación comenzaba a tener efecto, alterando su modo de pensar. Se sentó frente a su computadora, y encontró un nuevo vasito de café, recién servido. Desde su escritorio, Tini le hizo un gesto dandole a entender que fue él quien se lo había dejado. Ariel lo tomó de un sorbo, y se dispuso a continuar trabajando, pero un nuevo flash lo cegó. En su smartphone, Tini envió un mensaje de texto a la Corporación, informando del inicio de la nueva etapa, y llamó a Samantha, la chica trans que también había sido implantada como secretaria del sector, para la infiltración. Apenas noventa minutos después, Ariel se levantaba nuevamente hacia el baño, luciendo una enorme erección que no se preocupaba por disimular. Tini le avisó a Samantha que iniciaban la etapa 2, por lo que la chica entró presurosa al baño, detrás del supervisor, y apenas éste se metió en un reservado, se coló detrás de él, sonriendo seductoramente. Ariel intentó balbucear: “no, no, está ocupado...”, pero la chica no le dio tiempo de terminar, arrodillándose frente a él, y extrayendo la durísima pija del pantalón del supervisor, que no atinó a nada más que dejarse mamar. En apenas un par de minutos, la chica le arrancaba un orgasmo espectacular, como pocas veces en su vida había sentido. Ya no sentía cargo de consciencia ni remordimiento, y sólo pensaba en cogerse a esa chica. Ella se puso de pie, y en un rápido movimiento selló sus labios contra los de Ariel, que se rindió a un ardiente y húmedo beso, con un dejo de gusto a su propia leche, cosa que experimentaba por primera vez en su vida, pero que lejos de resultarle desagradable, le resultaba excitante. El supervisor no pudo contenerse, y pronto comenzó a manosear las tetas de la chica, y luego su culo, por lo que Samantha no se hizo esperar, y girando sobre sus talones, se levantó la mínima pollera, apartó la diminuta tanga y le ofreció el culo, en una forma que Ariel no pudo resistir. Un minuto después, el supervisor bombeaba su endurecida pija en el hambriento agujero de la chica, que gemía y gozaba como loca. Ninguno de los dos refrenaba su excitación, y cualquiera que entrase al baño se percataría de lo que estaba sucediendo. Fuera, Tini sonreía maliciosamente, mientras enviaba un nuevo mensaje de texto a la Corporación, informando el éxito de la etapa 2 del supervisor. Cuando Ariel salió del reservado, una enorme sonrisa le surcaba el rostro. Detrás de él, Samantha salía satisfecha de haber cumplido su misión. Ahora sólo restaba esperar la etapa 3.

Ariel llegó a su escritorio y constató que apenas faltaban quince minutos para terminar la jornada laboral. Miró a Tini, que lo observaba desde su escritorio, y con un gesto le pidió que se acercara. “Te quería pedir disculpas por cómo te traté esta mañana. Parecés buen chico, y me gusta mucho la forma como te vestís y te cuidás. Es que soy muy religioso, y toda la vida me han llenado la cabeza con ideas sobre la gente gay. Disculpame. Nos vemos mañana”, dijo Ariel, mientras Tini pensaba que ese ex-homofóbico pronto le estaría chupando la pija con fruición.

Al llegar a su casa, el supervisor se sintió permanentemente incómodo ante los gestos de cariño de su esposa, y se mostró desinteresado en rezar antes de la cena. Al acostarse, la esposa le preguntó si le pasaba algo, cosa que Ariel negó rotundamente, pero en su cabeza, no podía sacarse el recuerdo de la cogida que le había dado a Samantha, dueña de un culo espectacular. “Se debe sentir genial de que la cojan, a juzgar por cómo lo disfrutó”, pensó Ariel, sin imaginar que ese pensamiento era parte de la programación a la que estaba siendo sometido, y que justo antes de dormir, lo obligaba a ponerse unos auriculares conectados a un reproductor MP3, con música que contenía más programación, que alguien había descuidadamente olvidado sobre su escritorio, y que a él le pareció oportuno traerse a casa.

Al levantarse, Ariel se afeitó prolijamente, se perfumó y se vistió seleccionando cuidadosamente las ropas, cosa que nunca en su vida había hecho. Su esposa comenzaba a sospechar algo raro, pero no dijo nada, sumisa y temerosa como la mayoría de las esposas miembros de familias extremadamente religiosas.

Al llegar a la oficina, Ariel encontró a Samantha en su escritorio, y antes de mediar palabra, le dio un húmedo y ardiente beso en la boca, que la chica retribuyó con gusto. “Dame diez minutos y te espero en el baño”, le susurró él al oído. Ella se limitó a sonreír y asentir con la cabeza.

Cuando Samantha entró al baño, Ariel la esperaba con el pantalón bajo. La chica no se hizo rogar e inmediatamente se arrodilló y le chupó la pija, haciéndolo acabar rápidamente. Esta vez, en lugar de tragar su leche, lo engañó y al besarlo, lo forzó a tragarla él mismo. Al principio, Ariel se resistió, pero pronto usaba su lengua dentro de la boca de ella tratando de capturar algo más de ese sabor tan excitante. Después de un rato de besarse y franelearse, se prometieron reencontrarse allí más tarde.

En su escritorio, Tini recibía un mensaje vía una ventana de pop-up: “PC Gerencia IT encontrada. Software de programación instalado. Iniciando fase 1 de gerente. Aplicar condicionador”. El chico queer sonrió, y rápidamente se asomó a la oficina del gerente, para encontrarlo con los ojos vidriosos clavados en la pantalla. “Pronto vas a ser un putito como nosotros”, murmuró Tini, sonriendo, mientras le dejaba un café con las gotas del líquido. Al pasar de vuelta por el escritorio de Ariel, le regaló una sonrisa seductora, a lo que el supervisor, ayer tan homofóbico, no pudo responder de otra forma que con un gesto de grata sorpresa, retribuyéndolo con una cálida sonrisa. Cuando volvió la vista a su pantalla, un nuevo flash lo cegó. En el teléfono de Tini, un mensaje de texto decía: “Etapa 3 supervisor concluída. Reclutamiento CH en marcha. Etapa final iniciada.” El chico queer casi tiene un orgasmo imaginando que próximamente tanto su supervisor como su gerente serían tan putos como él mismo. Levantó el teléfono interno, y llamó a Richard, que desde el departamento de recursos humanos, había estado trabajando intensamente, desde el momento en que llegó a BioTech.

Ese primer lunes, Richard llegó a su escritorio puntualmente, ya que siendo su primer día, quería impresionar bien, y a la vez no dar lugar a sospechas ni causar problemas. Sabía que Tini y Samantha ya debían estar en sus puestos, y que era tarea de los tres lograr la infiltración de esta pequeña compañía. A la Corporación le interesaba obtener ese chip como fuese, y ya había fracasado dos veces en su intento de tomar el control de BioTech. Si hacían bien su trabajo, Tini, Samantha y él serían los responsables, y por ende quienes se llevarían el reconocimiento por lograr el objetivo. Siguiendo las instrucciones que le habían dado, fue hasta el departamento de finanzas, argumentando necesitar información de la planilla de sueldos. Entrevistó a un joven de nombre Julián, que le dio algunas informaciones, y le proveyó su dirección de correo electrónico. Ese era el objetivo de Richard, que rápidamente volvió a su puesto de trabajo, insertó su pendrive en la computadora que le habían asignado y ejecutó un programa, al que le ingresó la dirección de correo de Julián. Cuando le dio Enter, una pequeña ventana le informó: “Software de programación enviado. Etapa 1 en marcha. Esperar nuevas instrucciones.” Richard estaba ansioso y no sabía cómo hacer para matar el tiempo, mientras esperaba para ver qué sucedía con Julián. Un rato después, lo vio pasar con rumbo al baño, y decidió seguirlo para ver qué hacía. Esperó un minuto, y entró al baño, pensando que el chico de finanzas ya iba a estar encerrado en un reservado, pajeándose. Grande fue su sorpresa al verlo frente al espejo, mirándose fijamente, sonriendo enigmáticamente mientras su mano sobaba lentamente su pija erecta. Al ver a Richard, Julián lo miró seductoramente y le dijo: “hola. ¿Querés entrar a un reservado conmigo? Mi radar no falla y me di cuenta que sos tan puto como yo. Ojo, que acá nadie lo sabe, no me vayas a delatar”, y tomándolo de la mano, lo metió a un reservado, donde comenzó a besarlo apasionadamente. Evidentemente, este chico no iba a necesitar programación alguna, más allá de la obediencia a la Corporación. Richard le chupó la pija, y luego alternaron posiciones, para posteriormente cogerse el uno al otro. Estuvieron encerrados casi hasta el mediodía, y cuando salieron, ya Julián sabía de los planes de la Corporación y estaba más que dispuesto a ayudar. Richard informó inmediatamente vía mensaje de texto, y la noticia fue bien recibida en el Cuartel General, habida cuenta de que eso ahorraría algo de tiempo de todo el proceso. Con la ayuda de Julián, contaminaron el dispenser de agua de ese sector con el condicionador y comenzaron la programación del resto de los empleados de finanzas, enviandole un e-mail a cada uno de los cuatro, dejando al gerente para una última etapa posterior, a sabiendas de que él sí era un católico ultrahomofóbico. Para fin de la tarde de ese mismo lunes, ya dos de los empleados de finanzas estaban de rodillas en los baños del sector, chupándole las pijas a Richard y Julián, que luego los cogerían mientras reforzaban su programación, susurrándoles al oído nuevas instrucciones, parte de su condicionamiento.

El martes, el sector de finanzas amaneció convulsionado. Julián y los dos nuevos putitos estaban vestidos muy provocativamente y se movían, gesticulaban y hablaban con marcado amaneramiento. Para cuando los otros dos se liberaron de la programación en sus pantallas, Richard, Julián y los otros dos chicos los llevaron al baño, y allí completaron su transformación en sendos putitos hambrientos. Richard los dejó en el baño, en una ardiente orgía entre los cinco, mientras volvió a su oficina justo a tiempo para atender el teléfono interno de su escritorio. Del otro lado, la voz de Tini le informaba que el supervisor ya estaba casi totalmente reclutado, y que la programación del gerente de IT ya había comenzado. Richard sonrió, sabiendo que pronto tendrían control sobre toda el área administrativa y podrían iniciar la infiltración del área de investigación y desarrollo, que era la que más les interesaba. Si después era posible, también infiltrarían la dirección general, para hacerse con el control total de la empresa.

Tini miró a Ariel mientras éste salía nuevamente de su estupor, producto de una nueva etapa de programación, y se iba hacia el baño. Detrás suyo, Samantha, que acababa de salir de la oficina del gerente, lo siguió, y apenas entró empujó al supervisor dentro de uno de los cubículos. Ariel giró, quedando frente a ella, y abalanzandose sobre su cuerpo, selló sus labios contra los de Samantha, que no ofreció ninguna resistencia. Sus lenguas se entrelazaron en un ardiente combate, y pronto él sintió su pija completamente erecta. El supervisor sintió cómo las manos de la chica le desabrochaban el pantalón y se lo bajaban hasta los tobillos, junto con el bóxer. Entonces, en un alarde de destreza física casi imposible, la chica se sentó en la mochila del inodoro, abriendo sus piernas casi 180 grados, de forma de ofrecerle el ansioso culo a Ariel, que quedó estupefacto al ver, entre las piernas de la ardiente muchacha, una durísima pija de 15 centímetros. Ariel no sabía cómo reaccionar, pero su pija sí, y rápidamente se alineó contra el agujero. Inconscientemente, embistió con fuerza y comenzó a bombearla mucho más intensamente que el día anterior. Mientras lo hacía, la pija de la chica se bamboleaba, dura y enrojecida, al tiempo que soltaba gruesas gotas de su propia leche, que salpicaban paredes y el cuerpo de Ariel, que lejos de sentir cualquier tipo de rechazo, se excitaba más y más. Al mismo tiempo, ella le iba susurrando instrucciones, sobre el nuevo amor de Ariel por mujeres trans, y su profundo deseo de tener sexo con muchas de ellas. Cuando él acabo dentro de ella, la chica soltó enormes cantidades de semen que cayeron sobre las ropas y la piel del muchacho, que ya tenía grabado en su cabeza que esa noche visitaría un burdel de chicas trans, donde tendría sexo con incontable cantidad de mujeres como Samantha. Ya nada le importaba de su familia ni de su religión. Sólo el placer que le daban esas chicas con pija, que era suficiente para hacerlo feliz.

Mientras tanto, Tini había entrado a la oficina del gerente a escondidas, al verlo con los ojos vidriosos clavados en la pantalla, mientras incesantes flashes bombardeaban su mente. Dejó sobre el escritorio un café con la dosis de la droga, y pudo apreciar que el tipo tenía el pantalón bajo y se estaba pajeando en forma mecánica. Se quedó mirando hasta que vio cómo, al acabar, juntó inconscientemente toda su leche con los dedos y se los chupó, casi sin saber lo que hacía, sin quitar los ojos de la pantalla. Seguramente, pronto empezaría la etapa 3 de su programación, y con un poco de suerte, en un día más sería un nuevo putito dispuesto a mamar pijas y a entregar el culo, tanto como él mismo. Sonriendo, salió sigilosamente de la oficina y volvió a su escritorio, desde donde llamó a Richard para contarle las novedades.

Cuando Ariel salió del baño, ya eran casi las 6 de la tarde. En su escritorio, Tini preparaba sus cosas para irse, dándole la espalda. El supervisor nunca se había fijado qué buen culito que tenía el chico, y qué bien le quedaban esos pantalones de tiro bajo que le marcaban bien las nalgas. Sobre la cintura, si se miraba con mucha atención, podía distinguirse el elástico diminuto de una erótica tanga. Ariel no podía sacarle los ojos. Su mente estaba divagando, imaginandose ese culito desnudo, abierto de par en par, esperando su pija. De pronto se dio cuenta de lo que estaba pensando y se horrorizó. ¿Desde cuándo le parecía atractivo un culo de hombre? Miró hacia otro lado, justo en el momento en que Tini se daba vuelta para salir. Por poco el chico no lo sorprendía mirándole el culo, pensó aliviado. Lo que él no sabía, es que Tini lo había visto mirándolo por el reflejo en la ventana del costado, y se quedó en esa posición, exagerando sus movimientos para resaltar más su culito, durante un buen rato.

Tini caminó hacia Ariel, y se despidió con un beso en cada mejilla, aprovechando para pasar con su cara a apenas un centímetro de los labios del supervisor, que no atinó a reaccionar. En su mente, imaginó cómo hubiese sido tomar la cara del chico y besarlo ardientemente, pero enseguida se asustó de su propio pensamiento, sacudiendo la cabeza como intentando deshacerse de tan pecaminoso pensamiento. Tini se fue, sonriendo internamente, sabiendo que no faltaba mucho para tener a este ex-homofóbico implorando por su pija.

Apenas quedó sólo en la oficina, se percató del apagado sonido que venía del despacho del gerente. Sigilosamente, fue hasta la puerta, y la entreabrió, tratando de espiar lo que el adusto hombre hacía. Enorme fue su sorpresa cuando pudo verlo parado frente a su computadora, los ojos fijos en la pantalla, el pantalón y el boxer por los tobillos, y su mano derecha envolviendo y sacudiendo una enorme y durísima pija. Se quedó absorto mirando cómo su jefe se pajeaba, una pija enorme y rosada, dura, turgente. Por un instante, imaginó cómo sería estar del otro lado de la mamada. Cómo se sentiría ese enorme pedazo de carne en su boca. La realización de ese pensamiento lo horrorizó. Se dio cuenta que se estaba excitando con la idea de chuparle la pija a su propio jefe. Salió corriendo de la oficina, dejando la puerta abierta, al momento en que el gerente eyaculaba enormes cantidades de leche sobre la pantalla y el teclado, y luego se lanzaba sobre el escritorio para lamer todo con enorme dedicación. ¿Qué carajo estaba pasando en esta empresa?, pensó Ariel. Primero, él se estaba cogiendo a una secretaria trans. Después, casi besa a uno de sus subordinados. ¿Desde cuándo ésta empresa contrata trans y putos?, pensó Ariel. Inmediatamente, su mente lo tranquilizó, indicándole que era una suerte que eso hubiese sucedido, si no él jamás habría descubierto lo bueno que era tener sexo con alguien con pija. Casi como un autómata llamó a su esposa y le avisó que no lo esperara para cenar, ni probablemente para dormir, y sin dar más explicaciones cortó la llamada. Se encerró en el baño, donde comenzó una sucesión de pajas frente al espejo, mirando fijamente el reflejo de su propia pija, hasta que casi cayó desmayado. Cuando miró el reloj, vio que eran las 10 de la noche, así que se lavó, se acomodó un poco la ropa, y fue en busca de su auto, para ir al bar que Samantha le había recomendado. Cuando salió, ni se preocupó por mirar en la oficina de su gerente, si no hubiera descubierto al otrora sombrío y circunspecto hombre arrojado sobre el escritorio, semidesnudo, semi-inconsciente, con Samantha bombeandole el culo con su enhiesta pija, el hombre babeando incontrolablemente, murmurando su deseo de ser incesamente cogido por múltiples pijas de todo tamaño.

Ariel estacionó prácticamente en la puerta del local indicado. Sólo un frente negro sin inscripciones, con un enorme patovica en su puerta se veía, en la dirección donde se suponía habría un burdel de chicas trans. Guiado por la programación, ingresó al local, mirando al portero con temerosa desconfianza, y, pasando unos pesados cortinados de terciopelo violeta, ingresó a un local iluminado apenas por luces negras, con algunos destellos que provenían de un animado escenario. Enseguida, una voluptuosa pelirroja de tetas enormes se acercó a saludarlo. El sólo atinó a responder: “busco a Raúl”, sin siquiera saber quién era ese tal Raúl ni cómo había llegado a conocer el nombre. Lo llevaron hasta la barra, y allí un alto y musculoso rubio se presentó como el tal Raúl, preguntándole quién era y qué quería. Ignorado por Ariel, todo era una pantomima ya que sabían perfectamente quién era y cuáles eran los próximos pasos. Para cuando Ariel saliera de ese lugar, sería un hambriento devorador de pijas.

Una vez que explicó quién era, lo llevaron a una habitación donde había apenas tenues luces, una cama tamaño queen y un enorme televisor LED, que mostraba una erótica escena de dos chicas trans cogiendose a un entregado joven, una por boca y la otra por el culo del excitado muchacho. Ariel se sentó en la cama, y tan pronto como cerraron la puerta de la habitación, dejándolo solo, una sucesión relampagueante de flashes brotó de la enorme TV.

Una hora después, Ariel estaba en cuatro patas, sobre la cama, con la pija de la pelirroja bombeandole desenfrenadamente el culo y una rubiecita de tetas desproporcionadas con un minúsculo cuerpo dandole de mamar una enorme pija. El joven sólo se limitaba a gemir y disfrutar de dos pijas dentro suyo, tal como lo habían programado a lo largo de los últimos dos días. En algún momento de la noche, el musculoso patovica de la puerta había reemplazado a la pelirroja y Raúl, el rubio de la barra, había sustituído a la diminuta rubia tetona, para beneplácito de un completamente transformado Ariel, que ahora no paraba de gemir, reclamar más y más pija, reconociéndose totalmente puto, hambriento de ser cogido en forma permanente. Sus gestos, sus movimientos, su voz, todo traslucía su homosexualidad abierta y declarada. Para el fin de la madrugada y el inicio de la mañana siguiente, Ariel salió del antro caminando felinamente, sus ropas desarregladas, su pelo despeinado, sus modales marcadamente femeninos, y su voz suave y aterciopelada, moviendose como invitando a cuanto hombre se le cruzara a una maratón de sexo desenfrenado.

Tal como estaba, fue directamente a la oficina, llegando minutos antes de las 9 de la mañana, momento en el cual Tini lo encontró, en su escritorio, mirando distraídamente páginas de videos porno gay, mientras se peinaba con un cepillo de cabello que Samantha le había prestado. Dentro de la oficina del gerente de IT, Richard cogía salvajemente al jerarca, que imploraba que la penetración fuese más y más profunda. Tini no resistió demasiado, y después de besar apasionadamente a Ariel, lo llevó de la mano hasta el baño, donde lo cogió reiteradas veces, tanto por la boca como por el culo, hasta que quedó agotado.

Apenas salieron del baño, se cruzaron con Richard que venía de la oficina del gerente, a quién había dejado con Julián y uno de los chicos de finanzas. Apenas vio a Ariel, lo tomó de la mano y lo metió de nuevo al baño, donde sin mediar palabra comenzó a cogerlo salvajemente. Mientras tanto, Tini bajó hasta finanzas, donde los tres chicos que no estaban con el gerente aceptaron gustosamente armar una orgía en el baño de ese sector.

Para las 11 de la mañana, con todos ya un poco más calmados, Tini le sugirió a Ariel ir a comprar ropa más acorde a su nueva personalidad, a una boutique de la corporación. El supervisor aceptó gustosamente, sabiendo ya su rol en la infiltración de BioTech, y esperando ansiosamente el momento de avanzar sobre el área de Investigación y Desarrollo, objetivo fundamental de la corporación. De hecho, ya tenía en mente que su primer objetivo sería el técnico encargado de la programación del chip, una vez que Samantha completase la tercera etapa con él. Así fue que juntos partieron, debatiendo animadamente sobre qué prendas irían a adquirir para la nueva versión queer de Ariel.

En el despacho del gerente de IT, Richard le daba las instrucciones finales para iniciar la infección de las dos PCs de los técnicos de desarrollo. Al mismo tiempo, desde su posición en RRHH, Richard había “encontrado” una anomalía en la documentación de la chica secretaria del sector de I+D y la había suspendido. Momentáneamente, el sector de IT les había cedido gentilmente los servicios de Samantha, que ya ocupaba la posición en la entrada, altamente restringida, a dicho sector.

Para las 5 de la tarde, el programador del chip salía del baño, luego de ser cogido furiosamente por Samantha, para encontrarse cara a cara con Ariel. “¿Sos vos, Ariel?”, preguntó un desconcertado Eduardo, que no podía dar crédito a sus ojos. El supervisor de sistemas vestía un hiper-elastizado pantalón blanco que se transparentaba y permitía ver debajo un delicado culotte de encaje color fucsia, que sobresalía por la bajísima cintura del pantalón, mientras que en el torso llevaba una remera sin mangas de encaje, también fucsia, y completamente transparente, que permitía ver los piercings en los pezones del extremamente amanerado supervisor de IT. Su pelo tenía un corte extravagante y moderno, con diversos mechones en fucsia mezclados con mechones rubios, que caían sobre un rostro cubierto con un ténue maquillaje, que enmarcaba unos labios marcadamente engordados con colágeno y recubiertos de brillo labial que los resaltaba aún más. “Claro que soy yo, lindo... ¿te gusta mi nuevo look?”, dijo seductoramente Ariel, al tiempo que ponía una mano en su cintura y asumía una pose de modelo de revista, con una pierna recta, la otra flexionada, y sacando cola hacia un costado. “N-n-n-no me gustan los h-h-h-hombres...” intentó musitar el programador, a lo que Ariel respondió sellándole la boca con un beso mientras lo empujaba para adentro del baño.

En cuestión de minutos, Ariel bombeaba frenéticamente el culo de Eduardo, que gemía y murmuraba que no quería ser cogido por un hombre, aunque cada vez con menos convencimiento. Cuando ya tenía un ritmo constante en su bombeo y los reclamos habían cesado, Ariel comenzó su trabajo de refuerzo de la programación, susurrándole al oído cuánto le gustaban a Eduardo las pijas a partir de ese momento, cuánto deseaba ser cogido por otros hombres y cómo le resultaban completamente insulsas y nada deseables las mujeres. Cuando salieron del baño, Eduardo era completa y abiertamente gay, y se sentó frente a su computadora, donde Ariel ejecutó el programa que realizaría la última parte de la programación mental, aquella donde se establecía la fidelidad a la corporación.

Eran las 9 de la noche, y en un rincón del departamento de I+D Ariel y Tini jugueteaban eróticamente mientras esperaban que en la PC a su lado concluyese la programación de Eduardo. A un par de escritorios de distancia, Samantha seguía cogiéndose al otro técnico, mientras que en el despacho del jefe del sector, Richard y el gerente de IT se cogían por ambos agujeros a un jefe ávido de pijas, que no paraba de acabar desde que lo habían penetrado por primera vez, un par de horas antes. Cuando Eduardo salió de su trance hipnótico, pusieron a los otros dos a recibir la programación, mientras Eduardo y Tini discutían acerca de cómo reprogramar el chip con el mapeo que la corporación les había dado. No les llevó demasiado tiempo implementar los cambios, y para las 9 y media tenían listo el primer prototipo de chip que transformaría a cualquier hétero desprevenido en un ardiente chupador de pijas, en cuestión de segundos, tal vez minutos, dependiendo de la resistencia del individuo. Sólo necesitaban un conejito de indias.

Ramón abrió la puerta del sector de I+D dispuesto a hacer la limpieza, como todas las noches. Se encontró con Tini y Eduardo, que lo miraban con ojos chispeantes, mientras en dos de las computadoras los otros integrantes del sector miraban fijo las pantallas, y en un costado el muchacho nuevo de RRHH se cogía al gerente de IT. El hombre de limpieza murmuró un “perdón”, e intentó salir rápidamente, pero Ariel le bloqueó el paso, quedando cara a cara, a escasos centímetros, mientras por detrás Richard y el gerente de IT lo tomaban de los brazos. “¿Querés que te chupe la pija?”, dijo en tono seductor Ariel, a lo que el tosco Ramón, respondió horrorizado: “¡NO! ¡Salí, puto asqueroso!”. No terminó de decirlo cuando sintió que le apoyaban algo frío y metálico en su nuca, y un sonoro “clack” era seguido de un punzante dolor en ese lugar. Sus ojos se pusieron en blanco y cayó de rodillas. Sus captores dieron dos pasos atrás, asustados por la violenta reacción del hombre, que temblaba y se sacudía con convulsiones y espasmos. Todo el episodio no duró más de cinco segundos, cuando el hombre de limpieza se quedó inmóvil. Enseguida, sus ojos volvieron a la normalidad, aunque algo vidriosos. Murmuró un “¿qué pasó?”, a lo que Ariel, tentando su suerte, respondió: “te preguntaba si me querías chupar la pija”, al tiempo que se la exhibía, a menos de un metro de su rostro. Ramón se quedó con la vista clavada en aquél duro pedazo de carne, como tratando de procesar lo que sucedía. Un par de segundos después, una sonrisa se instalaba en su rostro, y respondió: “¡claro! ¡Cómo voy a perderme esa belleza!”, mientras se relamía los labios y se disponía a mamar la primera pija de su vida, como si fuese algo de todos los días. Claramente, el experimento había resultado un éxito.

Al día siguiente, la víctima fue el presidente de BioTech, que para la tarde ya había dejado de ser una empresa independiente y se había convertido en parte de la Corporación CuloHambriento, con todo el personal habiendo sido reasignado a nuevas funciones dentro de la corporación. Ariel, toda una estrella queer, fue destinado a uno de los burdeles de chicos queer, donde acaudalados hombres de negocio, en su mayoría víctimas de la corporación en algún momento, concurrían a coger con esos chicos tan amanerados y tan eróticos.

Tal como le habían prometido, Tini se fue de vacaciones junto al guardia de seguridad del edificio de la corporación, con quien pasó quince días de sexo desenfrenado, recibiendo aquella enorme e incansable pija del musculoso negro. Richard se mudó a vivir con el ex-gerente de IT de BioTech, que ahora trabajaba como barman en uno de los cabarets de strip-dancers de la corporación. Nadie le hubiese dicho dos semanas atrás que iba a vivir feliz de tener a un maduro tan pasivo a su disposición, todos los días de su vida.

El futuro pintaba brillante, y en gran medida era gracias a la corporación, sus invenciones y sus empleados.

F I N