CuloHambriento S.A. Cap. 5 - Richard y Tini espías
Quinta entrega de la saga, donde nos enteramos de los motivos y planes de la Corporación, y de cuáles serán las misiones de Tini y Richard, luego de su transformación en dos irresistibles putos seductores.
Tini entró al edificio de la Corporación caminando como una gata en celo, sus caderas bamboleándose mientras su culo iba para un lado y para otro, con sus nalgas apareciendo por debajo del micro-short amarillo fluo que llevaba. Cubría su torso con una blusa abierta casi hasta el abdomen que dejaba ver su pecho completamente depilado, en infinidad de colores, con amplios hombros y mangas que le colgaban, y completaba con anteojos de sol de enorme marco en color fucsia. En sus pies, unas delicadas sandalias con un mínimo taco, que elevaba su culo aún más, mostraban sus dedos y uñas perfectamente cuidados. En el mostrador de recepción, un chico tan queer como él, lo recibía con grititos de admiración por su look, y le indicaba que subiera al piso 21, acompañado del guardia de seguridad que estaba a sus espaldas. Tini no entendía por qué el recepcionista le había guiñado un ojo al decirlo, pero al darse vuelta para ver al guardia, casi se desmaya. Un inmenso patovica, de 2 metros de altura, por otros 2 de ancho en sus pectorales, piel oscura como la noche y brazos enormes que terminaban en manos gigantescas, lo miraba con ojos que podrían penetrar la roca. Tini se quedó helado por unos instantes, y luego giró la cabeza hacia el recepcionista, soltándole un “gracias”, pero sin pronunciarlo, sólo moviendo los labios. Ambos sonrieron, y Tini caminó hasta el ascensor. El negro entró detrás de él, y luego de colocar una llave en la cerradura del tablero, presionó el botón para el piso 21. Apenas la puerta se cerró y el elevador comenzó a subir, Tini miró al guardia completamente sonrojado. El negro sonrió, por primera vez, y con una de sus enormes manos extrajo del pantalón la pija más grande que Tini hubiese visto o imaginado jamás. Sin poder quitarle los ojos de encima, el chico queer caminó dos pasos hasta quedar frente a frente, y se arrodilló, como reverenciando aquel gigantesco pedazo de carne. En su cabeza, toda la programación recibida entró en funcionamiento, aunque Tini no se dio cuenta de eso. Para él, todo era parte de su conocimiento y destreza. Buscó la posición en que su garganta quedara bien alineada, y comenzó a mamarle la pija al negro, que detuvo el ascensor con un botón. Tini chupó como nunca lo había hecho. Sintió esa pija majestuosa ir más allá de su garganta, y hasta hubiese jurado que llegó casi hasta su pecho. Mamó como condenado. Estaba extasiado con aquella maravilla, y se lo hizo sentir. Pronto, el negro le dio la recompensa que el chico estaba buscando. La boca y la garganta de Tini no daban abasto para contener la enorme cantidad de leche que brotó de aquel monstruo de carne. Tragó lo más que pudo, y trató, sin éxito, de no mancharse la ropa. Segundos después, el ascensor continuaba su marcha, con el negro guardando su satisfecha pija dentro del pantalón, y Tini tratando de recuperar el aliento, con el intenso sabor aún en su boca, y las manchas en su blusa evidenciando lo sucedido.
En el piso 21, una amplia recepción esperaba a quienes llegaran por el ascensor. El guardia le ordenó a Tini sentarse en uno de los cómodos sillones, y esperar que lo llamaran. Luego se metió nuevamente en el ascensor, dejando sólo al chico.
“Guau, qué buen lugar. Qué buenos muebles. El sillón es super-cómodo. Me encantaría que me cojan, acostado acá”, pensó Tini, admirando toda la opulencia del lugar. Minutos después, la amplia puerta de madera lustrada se abrió de par en par, y un hombre alto, de unos treinta y pico de años, perfectamente vestido y peinado, saludó a Tini con una amplia sonrisa. Caminando hacia él, extendió su mano, para estrechar la del chico que, tímidamente, se puso de pie y caminó a su encuentro. El hombre miró las manchas en la blusa, sonrió aún más ampliamente, y dijo: “sabía que habíamos hecho un buen trabajo con vos, pero no imaginé que a esta altura ya serías tan puto. Te chorreaste toda la blusita con la leche del negro, veo. ¿Te gustó su pija?”
Tini se sonrojó al punto de sentir el calor invadir su rostro. Bajó la vista, y apenas pudo balbucear: “perdón”. El entrevistador lo tomó del mentón, le hizo levantar la cabeza, y estampó sus labios contra los del chico, que gimió de sorpresa primero, pero enseguida se entregó al beso, a las caricias y al manoseo que el ejecutivo le estaba dando. Separándose unos centímetros, el ejecutivo lo miró a los ojos y le dijo: “jamás tenés que pedir perdón por ser bien puto. Es genial. Estás orgulloso de serlo. Nunca lo olvides.” Tini sintió una oleada de satisfacción en su mente. Estaba seguro de ser bien puto, y de querer mostrárselo al mundo. No tenía por qué avergonzarse de chupar una pija ni nada por el estilo. Volvió a mirar a los ojos a su entrevistador, y se lanzó a comerle la boca, dándole el beso más sensual que hubiese podido imaginar en su vida.
Tini llevó rápidamente sus manos hasta la bragueta del apuesto entrevistador, y notó la enorme pija que se ocultaba bajo el pantalón. Urgido por la curiosidad y el deseo, soltó el cinturón y bajó el pantalón, para quedar, cara a cara, con una pija tan enorme como la que le acababa de chupar al negro en el ascensor. Miró al ejecutivo a la cara, con enorme sorpresa, ya que jamás hubiese sospechado que ese hombre portase semejante pedazo de carne. Volvió a mirar la pija, relamiéndose. “Me parece que te gusta, ¿no?” Tini apenas pudo balbucear: “es ENORME”. Sonriendo, el ejecutivo le dijo: “¿Viste qué grande es? Eso es efecto de uno de los tantos productos que nuestra compañía fabrica. Voy a aprovechar para explicarte qué hacemos y cuál será tu función. En realidad, el agrandador de penes no es nuestro, sino que era de otra compañía, que nosotros absorbimos. Esa es la forma en la que adquirimos tecnología que queremos. En lugar de comprarla, usamos chicos como vos para infiltrar empresas que nos interesan, y vamos transformando a personajes clave dentro de su organización. Cuando tenemos el control, nos quedamos con la compañía y su tecnología, y sus ejecutivos pasan a ser nuestros, pero además también se transforman en nuestros clientes. Es un negocio redondo, ¿entendés? Obtenemos tecnología y generamos demanda para nuestros putitos y chicas trans.” Para esa altura, Tini ya estaba de rodillas, con la magnífica pija del ejecutivo en su boca, saboreando y degustando como si del más exquisito manjar se tratase. “Qué bien la chupás. Veo que tu entrenamiento fue bien incorporado. Pensar que cuando empezamos, una programación como la tuya llevaba un mes. Seguí, putito. Chupame bien.” Tini escuchaba atentamente, mientras chupaba aquella deliciosa pija enorme con devoción. Su cerebro estaba programado para recibir la información y las instrucciones que se le estaban dando, mientras daba y recibía el máximo placer. “Hemos encontrado una compañía pequeña que ha desarrollado un chip que nos permitirá acelerar aún más todo el proceso. Según nuestras estimaciones, con ese chip en cuestión de horas podremos transformar al más reacio de los héteros en un puto insaciable. Y obviamente, también ponerlo bajo nuestro control. El problema es que los dos primeros intentos de infiltrar esa compañía han fracasado. Nos encontramos con que casi toda la plana gerencial, la dirección y su dueño, son gente extremadamente religiosa. Apenas infiltramos a alguien, lo descubrieron y lo echaron. Por eso, esta vez usaremos una táctica diferente. Haremos una infiltración triple. Aprovechando tus conocimientos de informática, entrarás en el departamento de sistemas, mientras que, a la vez, una de nuestras trans entrará como secretaria del mismo sector. Al mismo tiempo, Richard, a quién seguramente ya conociste…” Tini soltó la pija de su boca y exclamó: “sí, claro que lo conozco. ¡Tiene una pija genial!”, y continuó chupándosela al ejecutivo, que prosiguió: “…decía que Richard infiltrará al departamento de recursos humanos. Nuestro plan es que vos implantes protectores de pantalla con nuestro sistema de programación subliminal en la máquina de tu supervisor y de tu gerente. Haremos que ambos sientan atracción por chicas trans, y ahí la secretaria consumará su primer acercamiento sexual. Luego los programaremos para ir en busca de más sexo con chicas trans, induciéndolos a visitar alguno de nuestros prostíbulos. Allí reafirmarán la programación, y vos iniciarás la tercera etapa, implantando protectores de pantalla que los induzcan a desear experimentar con chicos muy afeminados. Obviamente, serás la elección de ellos para iniciarse. Pero en lugar de ser ellos los activos, vos los vas a iniciar en ser cogidos, y aprovecharás ese momento para reforzar su programación de desear otros hombres. Richard será el indicado para continuar el proceso, para luego programarlos con un nuevo software para que visiten alguno de nuestros clubes, donde completaremos la programación de su homosexualidad. Luego, con la ayuda de Richard, la secretaria pasará a otro sector, posiblemente el departamento de finanzas, y comenzará el mismo ciclo. Si hacen bien su trabajo, en dos semanas deberíamos tener la empresa bajo control”, terminó de explicar el ejecutivo, a la vez que soltaba enormes cantidades de leche dentro de la boca de Tini, que tragó todo no sin cierta dificultad. Cuando pudo soltar la pija, seguro de que ya no derramaría leche, el chico miró al ejecutivo, y con algo de tristeza dijo: “¿Es decir que no me cogerán todo el tiempo como a Ari o a los gemelos? Yo prefería trabajar en algún club o burdel.” El ejecutivo le explicó que su trabajo era mucho más importante y satisfactorio, porque sería responsable en la adquisición de nuevas tecnologías, pero también en la transformación de héteros en putitos como él mismo. El rostro de Tini se iluminó, y exclamó: “guau, me va a encantar jugar al espía. Ya me los imagino de rodillas chupándome la pija.” El entrevistador no pudo contenerse, y tomando a Tini de la cintura con la mano izquierda, le abrió el short y le quitó la tanga que traía, acostándolo de espaldas sobre el escritorio, con lo que el ejecutivo tuvo acceso total a su culo. Segundos después, Tini chillaba y gemía de placer, mientras el entrevistador lo bombeaba sin piedad. Para cuando terminaron, el culo de Tini desbordaba de leche, y una singular sonrisa se dibujaba en su cara. El ejecutivo lo sentó frente a una computadora, le ordenó ponerse auriculares, mientras le explicaba que ahora programarían en su cerebro la forma de realizar la implantación del software de programación subliminal. Tini atinó a preguntar si podía contarle de todo esto a Richard, a lo que el ejecutivo accedió, sabiendo que no había peligro porque el otro chico ya estaba bajo su control, y presionó Enter en el teclado. La pantalla comenzó un flasheo intenso, que capturó la mirada de Tini instantáneamente.
Tres horas después, el chico queer estaba listo para irse, así que el ejecutivo le dio un celular de última generación y le explicó que, a través de ese aparato, ellos podrían ver y monitorear la situación permanentemente. También le explicó que en la agenda figuraban los números de contacto para hablar tanto con él como con cualquier otro miembro de la Corporación, en caso de que necesitara algún tipo de ayuda. Poco después, Tini dejaba el edificio, con las instrucciones completamente grabadas en su mente para iniciar la infiltración de la compañía donde comenzaría a trabajar el lunes siguiente. Mientras caminaba por la calle buscando un taxi para volver a su departamento, su andar felino y su vestimenta exótica despertaban aullidos y silbidos de muchos hombres que lo veían como una presa deseable. Tini sólo atinaba a sonreír, sabiendo que era más deseable de lo que jamás había sido antes, cuando se creía heterosexual.
El taxi estuvo parado en la puerta del edificio de departamentos por más de cinco minutos. Finalmente, la puerta del acompañante se abrió, y Tini bajó del auto, aun saboreando la leche que le había sacado al taxista en la mamada que le hizo como pago por el viaje. Se despidió con una guiñada de ojo, y entró rápidamente al edificio. Al pasar por el departamento de los gemelos, la puerta abierta de par en par dejaba ver la descomunal orgía que se desarrollaba en ese living. Al menos una decena de hombres se trenzaban con el chico y la chica, que no daban abasto con esa cantidad de pijas erectas. A Tini le llamó la atención que uno de los visitantes, habiendo cogido con Marlene, se rehusaba a coger con Ronnie, hasta que entre otros dos lo tomaron de los brazos y lo hicieron arrodillarse, para que le chupara la pija a un tercero. Al principio el tipo se resistió, pero pronto la chupaba tan ansiosamente como cualquiera de los habitantes del edificio. Notó también que varios de los visitantes ya habían sucumbido a la tentación de enredarse entre ellos, y un par ya disfrutaban de pijas en sus culos, lo que lo hizo darse cuenta que tal vez la programación subliminal presente en la música, o en las imágenes de las películas porno de la TV, afectase a los visitantes. “Si siguen así, todos estos terminarán como nosotros”, pensó el chico queer, sonriendo. Disfrutando del panorama, siguió su camino hacia su departamento. Al pasar por la puerta abierta del departamento del músico, lo vio en cuatro patas, con sendos hombres bastante maduros, también enfundados en ropas de cuero, que lo cogían por boca y culo al mismo tiempo, para satisfacción de Ari. Seguramente habría ido de visita al club donde va a trabajar, y se trajo un par de acompañantes. Siguió caminando, y al subir la escalera, fue directo al departamento de Richard. Obviamente, la puerta abierta le permitió entrar sin llamar, y fue sin dudar al dormitorio donde su vecino estaba completamente desnudo, con un dildo en su culo, pajeando su pija con los ojos clavados en la TV. Al ver al chico, tan queer, tan sexy, tan femenino, exclamó: “¿cómo te fue en la entrevista, putito?”
Tini caminó hasta la cama con su andar más felino y seductor, al tiempo que se quitaba las sandalias, el short y la blusa, quedando sólo con su tanga. Se acomodó junto a Richard, y le dio una lujuriosa lamida a la pija de su ardiente vecino, que éste retribuyó con un intenso gemido. “¿Querés que te cuente, o preferís que te la chupe primero?”, le dijo con voz de seda un cachondo Tini. “Mejor empalate, y mientras me contás”, dijo jocosamente Richard. Pero el chico queer lo tomó en serio, y apartándose la tanga, en un hábil movimiento, se montó en la pija dura de su masculino vecino. “Qué bueno esto de ser puto… ¡no sé por qué dejé pasar tanto tiempo!”, chilló Tini, mientras empezó un suave movimiento hacia arriba y abajo. Intentó empezar a explicar lo que había aprendido en la entrevista, pero pronto estaba completamente concentrado en la cabalgata que estaba haciendo sobre ese fantástico pedazo de carne, y no paró hasta que Richard eyaculó dentro de él enormes cantidades de leche, un poco por la experta actuación de sus muslos y nalgas, y otro poco por el enorme juguete que tenía en el culo, que le estimulaba enormemente la próstata a cada saltito que el chico daba sobre su pija. Cuando ambos pudieron recuperar el aliento, se rieron jocosamente, mientras Tini se dejó caer al lado de Richard, para comenzar a contarle todo lo que había aprendido.
Estuvieron así por varias horas, intercalando los detalles de la historia que Tini le contaba con todo lujo, con intensas cogidas de uno al otro. Tini disfrutaba cada vez más de penetrar a otro hombre, y aprovechaba para practicarlo ya que pronto lo necesitaría en su trabajo. Richard se sorprendió al saber que trabajaría en recursos humanos, principalmente porque entonces quedaba claro que los de la Corporación sabían de su experiencia laboral y de su pasado. Juguetearon un rato más en la cama, hasta que ambos se quedaron dormidos, la cabeza de Tini en el pecho de Richard.
Al día siguiente, Richard se levantó temprano, dispuesto como estaba a impresionar bien en su entrevista. Además, ya sabía de la inmensa pija del entrevistador, así que no desaprovecharía la oportunidad. Antes de salir del departamento, se miró en el espejo del living, que lo reflejaba de cuerpo entero. Quien lo viese ahora, nunca hubiera imaginado que era la misma persona que cuatro días atrás se arrastraba penando por su desgracia. Ahora, un joven extremadamente elegante, con pantalón color crudo, mocasines suela, una camisa entallada, que marcaba su cuerpo delgado, una bufanda a cuadritos y una campera de cuero relucían contrastando con una barba perfecta, un corte de pelo extremadamente moderno y colorido, un mínimo toque de delineador en sus ojos y una mirada profunda, capaz de seducir al más macho de los hombres. Salió del edificio, observando como un grupo de chicos era guiado desde el departamento de los gemelos a una camioneta que tenía el logo de la Corporación. Seguramente eran los que Tini le había contado que estaban en una orgía la noche anterior, así que supo que serían nuevos reclutas que pronto trabajarían para la empresa. Parado delante de la camioneta, un taxi lo esperaba para llevarlo a su entrevista.
Al bajar del ascensor, en el piso 21, Richard no podía ocultar la enorme erección que le había provocado el tener que resistirse a abalanzarse sobre el negro y chuparle la pija. Tan duro estaba su miembro que le dolía al caminar. El entrevistador, al verlo, sonrió y le dijo: “parece que hay alguien que necesita relajarse. ¿No hiciste una parada por el camino, en el ascensor?” Richard sonrió, y seductoramente respondió: “es que me dijeron que vos tenías justo lo que necesito para relajarme.” Su iniciativa y su audacia confirmaban que era el candidato ideal para el rol que le habían asignado: infiltrarse en la empresa de chips que querían controlar y paulatinamente reemplazar al personal que no pudiesen controlar, por gente de la Corporación.
Un minuto después, ya con el pantalón bajado y el hilo dental de su suspensor apartado, un sonriente Richard gemía, acostado sobre el escritorio, mientras el entrevistador le bombeaba el culo con su enorme pija. Al mismo tiempo, el ejecutivo trataba de explicarle cuál sería su rol en la empresa que iban a controlar, mientras también le ordeñaba la pija. Richard acabó simultáneamente con su entrevistador, al que jaló de la corbata, para besarlo profundamente. Sin darse cuenta, su leche empapó la camisa del ejecutivo, que no dio importancia al hecho, satisfecho como estaba por la cogida a tan espléndido joven. Sin dudas, Richard era una incorporación fantástica al equipo de CuloHambriento. Una vez que se recuperaron, el entrevistador dejó a Richard frente a la computadora, con los auriculares calzados en sus oídos, y su vista en blanco, fija en la pantalla que le grababa las instrucciones en su cerebro. El siguiente lunes comenzaría la infiltración de BioTech, la empresa que había desarrollado un chip para tratar ciertos trastornos de ansiedad y adicciones, pero que CuloHambriento pensaba utilizar para otros fines, ya que, gracias al espionaje industrial, sabían que se podía programar para hacer que el más recalcitrante de los héteros se transformase, en cuestión de horas, en la más ardiente puta trans, o en el más afeminado de los queers. Richard se despidió con un beso bien húmedo, y volvió a su edificio, que por el momento, junto a Tini, seguiría siendo su vivienda permanente, aunque ahora ambos compartirían el departamento. “Y la cama”, pensó Richard, sonriente.