CuloHambriento S.A. Cap. 4 - Los Tres putitos

Llega la cuarta entrega de la saga. Nuestro protagonista, Ricardo, sale del clóset, transformandose en Richard, el muchacho glam, mientras Martín se transforma en Tini, el queer y el rockero es ahora un seductor chico leather. El objetivo de la Corporación ya está claro, y todos adoran ser parte.

Ariel estaba invadido por la angustia, sin llegar a comprender qué le estaba pasando. Siempre había tenido relativo éxito con las mujeres, siendo músico de rock. Pero desde que se había mudado a este departamento, menos de tres días atrás, no podía parar de pensar en tener sexo con hombres. Incluso no entendía por qué, al haber visitado la peluquería el día anterior, había permitido que el peluquero le chupara la pija. En lugar de horrorizarse o golpear al puto peluquero, lo había permitido y, para peor, lo había disfrutado. Luego dejó que le cambiaran su vestimenta, reemplazando su camisa y su jean por un sugerente arnés y unos ajustadísimos pantalones de cuero, y que le cortaran su larga cabellera de rockero hasta dejarlo con corte al ras, de apenas 2 milímetros, haciendo que se pareciese a uno de esos actores de porno gay, con prolija barba, y ¡hasta afinándole las cejas! Lo peor fue cuando llegó de vuelta al departamento y, voluntariamente, se sentó frente a la computadora para ver más de esos videos de hombres cogiendo, masturbándose frenéticamente con las imágenes y los recuerdos de la mamada que le habían hecho.

La noche no había sido mejor, porque cuando se acostó y trató de borrar de su cabeza todas esas imágenes, y mientras buscaba infructuosamente algún programa de deportes en la TV, se había descubierto a sí mismo pajeándose con una de esas ardientes escenas porno entre hombres. Cada vez que cerraba los ojos para tratar de dormir, se perdía en pensamientos, y luego se sorprendía a sí mismo pajeándose nuevamente, mirando alguna otra escena porno gay. Lo más intrigante es que cada vez que veía el reloj, se daba cuenta de que había perdido enormes períodos, lapsos en los que no sabía qué había pasado. Así fueron pasando las horas, hasta que, en algún momento de la noche, perdió el conocimiento.

Cuando se despertó esta mañana, tenía un fuerte dolor de cabeza, tal vez producto del molesto y penetrante zumbido que permanentemente emanaba de los parlantes del departamento. Desde ese momento, se había sentado en el sofá del living, e inadvertidamente sus manos acariciaban su cuerpo enfundado en cuero. Miraba fijo al TV apagado, pero no se atrevía a encenderlo, aunque algo dentro suyo lo instigaba a hacerlo, y poner una de esas excitantes porno de hombres sexys. “ ¡No! ¿Qué carajo estoy pensando? Tengo que concentrarme ”, pensó, intentando eliminar las imágenes, cada vez más insistentes, de pijas duras en su cabeza. Sin que hubiese siquiera agarrado el control remoto, la TV se encendió y una sucesión acelerada de flashes bombardeó sus ojos, antes de que siquiera pudiera reaccionar. Perdió la noción del tiempo otra vez, mientras su vista fija en la pantalla registraba las imágenes que pasaban incesantemente. Su expresión había cambiado, quedando casi boquiabierto, la vista fija en la pantalla, los ojos vidriosos, inexpresivos.

Cuando pudo reaccionar, se encontró de rodillas sobre el parquet, cabalgando una enorme pija de silicona que se fijaba al propio piso por una ventosa, justo en el momento en que explotaba en un intensísimo orgasmo, tal vez el más fuerte que jamás hubiese experimentado. De un salto se alejó del juguete, sobresaltado y jadeante, intentando decodificar la escena y las sensaciones que sentía. Miró la mesa ratona, y vio una enorme cantidad de juguetes sexuales, todos destinados a alojarse en su culo. También había un par de botellas vacías y una tercera por la mitad, que parecían contener algún tipo de gel… ¿lubricante?. Miró el reloj y vio que habían pasado varias horas y afuera estaba oscureciendo. “ ¡Vamos! ¡Montate de nuevo en ese juguete! Tu culo necesita que lo cojan. Necesitás sentir esa maravillosa sensación de ser penetrado. Querés una pija adentro tuyo. No lo niegues ni lo ignores más ”, era lo que retumbaba en su cabeza. Trató de obviar todo lo que pasaba por su mente en ese momento, pero se encontró a sí mismo acariciando aquél delicioso juguete que estaba fijado al piso. Sin poder controlarse, se arrodilló nuevamente, una pierna a cada lado del gigantesco dildo, y con su mano lo alineó contra su culo. Segundos después, cabalgaba alegremente otra vez, jadeando y gimiendo, disfrutando cada vez más intensamente aquella deliciosa sensación de ser cogido por el culo. El peluquero había intentado decírselo, y ahora lo confirmaba: “ Ariel, sos puto ”, fue el pensamiento que se apropió de su mente. “ Estás disfrutando de ser cogido. Si así se siente un juguete, imaginate cómo vas a disfrutar de una pija verdadera. No podés esperar para ser cogido como el puto que sos ”, se repetía incontables veces en su cabeza, hasta que comenzó a decirlo en voz alta, como convenciéndose a sí mismo. Perdió la cuenta de las veces que acabó copiosamente, sin siquiera haber tocado su pija, mientras en la TV musculosos hombres con ropas de cuero eran cogidos furiosamente por otros. Sin dudarlo, se levantó, tomó un juguete de mayor tamaño de la mesa ratona, lo untó en lubricante y lo fijó a la silla de la computadora. Se sentó sobre él, sintiendo cómo lo invadía completamente. Su sonrisa demostraba cuánto disfrutaba ser penetrado. Rápidamente, buscó con el mouse y puso la página de videos porno, y seleccionó una lista para ver en continuado, sabiendo que tendría unos cuantos orgasmos por delante. En ningún momento Ariel notó que la puerta de su departamento estaba abierta, y que su vecino de arriba lo había estado mirando por largos segundos. Tampoco lo vio cuando se fue, pero de hacerlo le hubiese rogado que entrara y se lo cogiera. Apenas 24 horas antes, un hombre se la había chupado por primera vez en su vida en la peluquería, en un confuso episodio, pero ahora era él quien quería chupar una pija. Y que después se lo cogieran. No una, sino cientos de veces. Incontables. Permanentes. Su culo era para ser cogido. Era todo un putito bien pasivo. No sabía cuándo lo había aprendido, pero así era. Necesitaba pijas para vivir. Tanto como aire para respirar. Mañana en la entrevista le voy a chupar bien la pija al entrevistador, así me da un buen trabajo donde pueda coger todo el tiempo , pensó. Y volvió a acabar por millonésima vez.

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Volviendo de la peluquería, Martín entró al departamento de Ariel sigilosamente, aprovechando la puerta abierta. Intensos gemidos provenían de la habitación, así que Martín se asomó, intrigado. Encontró a Ariel acostado, su cuerpo aún vestido con esos cueros sexys y provocadores, con sus piernas abiertas y su mano introduciendo un enorme juguete en su culo, mientras miraba absorto en la TV una porno gay que parecía muy ardiente. Tanto Ariel como Martín parecían ignorar por completo los constantes flashes del TV, así como el omnipresente zumbido. Ariel miró a Martín como si fuese un pedazo de carne que fuese a satisfacerlo, y sonrió provocativamente. Segundos después, la pija de Martín estaba en la boca de Ariel, que, pese a ser la primera vez que hacía una mamada, lo hacía como todo un experto, por todo el entrenamiento que había recibido a través del condicionamiento y los videos que vio, forzadamente al principio, y gustosamente después. El músico chupaba golosamente la pija de Martín, que a su vez acariciaba la cabeza de su mamador mientras gemía y le decía cosas como: “qué lindo quedás con tu look leather… sos un puto muy sexy… me encanta que me la chupes… si te tomás toda mi leche, te voy a coger ese culito hermoso que tenés…” Ariel gemía y se regodeaba mientras mamaba casi con desesperación, esperando extraer la leche del chico de mechones platinados, imaginando que pronto se lo cogería como a él le gustaba. ¿A él le gustaba? ¿Desde cuándo? ¿Cómo fue que descubrió que era puto? Poco importaba, ya. Sólo quería sentir esa pija dentro suyo. Redobló sus esfuerzos, y pronto Martín, pese a haber acabado gran cantidad de veces en su visita a la peluquería, eyaculó enormes torrentes de leche en la boca del ávido Ariel, que engulló con angurria el delicioso néctar que manaba de esa maravillosa pija. Martín lo miraba complacido, y pronto estaban trenzados en un ardiente beso, ambos ya desnudos, acariciándose mutuamente, ambas pijas completamente erectas. Ariel miró a los ojos a su nuevo macho, y susurrándole al oído le dijo: “quiero que me cojas. Quiero sentirte adentro mío. Haceme completamente tuyo.” Martín no dudó un instante y se posicionó entre las piernas del ansioso pasivo, que explotó en un intenso gemido cuando la pija del chico lo penetró hasta el fondo. A cada empujón, a ambos se les hacía más y más familiar la sensación de coger con otro hombre, eliminando los últimos vestigios de heterosexualidad que hubieran podido quedar en algún rincón de sus mentes. Para cuando Martín acabó dentro de Ariel, ambos se consideraban a sí mismos completamente putos, habiendo dejado atrás su pasado con mujeres, pero conscientes de haber sido transformados por la Corporación, lo que, como parte de su programación, no les causaba ira ni desdén, sino agradecimiento. Siguieron cogiendo toda la noche, experimentando diversas poses, disfrutando de los cuerpos hasta que ambos quedaron rendidos, y se durmieron abrazados.

Por la mañana, una alarma despertó a Martín, que vio con horror que tenía muy poco tiempo para prepararse e ir a la peluquería nuevamente. Dejó a Ariel durmiendo, y subió a su departamento corriendo por la escalera, completamente desnudo, abandonando toda la ropa que traía puesta la noche anterior. Apenas entró en el departamento, se encerró en el baño, y ejecutó toda la rutina de aseo diario. Baño, pajas múltiples, afeitada, depilación, perfumes y a vestirse. Al abrir el placard, nuevamente la sorpresa lo asaltó. Toda la ropa había sido cambiada nuevamente. Del cajón de la ropa interior sacó una diminuta tanga de encaje fucsia, tomó un minúsculo short de lycra violeta y una mínima remera, con escote bote, hombros caídos, y que dejaban al descubierto su abdomen, culminando en sus pies con zapatillas de lona blancas con pequeños corazones en rosa bebé. Se miró al espejo, y salió caminando rápidamente hacia la peluquería, sin percibir su andar completamente femenino, ni sus gestos absolutamente amanerados. Al salir del edificio, se cruzó con los gemelos, a quienes saludó con un beso en ambas mejillas, mientras admiraba el cuerpo fantástico de Marlene, y cómo había cambiado en tan poco tiempo. Sintió un poco de envidia, y salió a la calle raudamente, hacia su cita de las 10.

Al llegar, Tino y Dani lo recibieron con un húmedo beso en la boca, cada uno. Cuando terminaron, lo felicitaron por la elección de la vestimenta, y le presentaron al encargado del local, un maduro canoso de buen cuerpo, que lo miró de arriba abajo, relamiéndose, mientras le decía: “¡qué lindo putito que sos! Me contaron los chicos que sos una de las nuevas incorporaciones. ¿Así que mañana tenés la entrevista? Estoy seguro que, con ese cuerpito y con tus nuevas habilidades, vas a conseguir el puesto que vos quieras. Nadie podría negarle nada a un putito tan lindo como vos.” Martín se sonrojó, por lo que consideró ser un enorme halago. El maduro lo tomó de la mano y lo guio hasta la parte trasera del local, pero en lugar de hacerlo sentar para lavarle la cabeza, lo hizo arrodillarse frente a él, y extrajo la pija del pantalón, ofreciéndosela. Hasta ese momento, Martín no había pensado (por lo menos, en forma consciente) en chupar una pija, pero pronto se vio completamente ensimismado en mamar como si su vida dependiese de ello. El maduro gemía mientras guiaba la cabeza de Martín, que chupaba en un frenético vaivén, en su recién activado rol de adorador de pijas, que había sido implantado durante toda su programación. Pronto el canoso acabó en su boca, y el chico tragó con inusitada destreza, mientras miraba sonriente a los ojos de ese macho de pelo color plata. Pronto, Tino y Dani lo ayudaron a pararse, al tiempo que le susurraban cosas al oído, que Martín no escuchaba conscientemente, pero que registraba sin perder palabra. “Sos bien puto y te encanta. Querés que todo el mundo sepa que sos PUTO. Te vas a vestir como puto, hablar como puto, moverte como puto, caminar como puto…. Cualquiera que te vea o te escuche hablar sabrá inmediatamente que sos puto.” Entre los dos le quitaron el short y le apartaron la tanga, y pronto sintió la pija del maduro hundirse profundamente dentro de su hambriento culo. A cada empellón, sus gemidos se hacían más y más agudos, sus gestos más y más femeninos y su voz más y más aterciopelada. Un par de minutos después, cualquiera que lo hubiese visto lo hubiese confundido con una puta en celo, moviendo su cadera, gimiendo e implorando ser cogido. Cuando el maduro lo llenó de leche, Martín estaba totalmente transformado en un putito completo, hambriento de pija, deseoso de coger con hombres permanentemente. “A partir de ahora te vamos a llamar Tini, porque Martín es nombre de hombre, y vos sos un putito.” Para Tini, la justificación era perfecta. No había dudas de que así era. “No vas a perder oportunidad de coger con cualquier hombre que tengas a mano. Ya sea chupándosela o haciendo que te la chupen, cogiéndolos o haciendo que te cojan. Sólo te interesan los hombres. Y por eso vas a tener este look tan femenino. En la entrevista te van a explicar bien, putito.”

Una hora después, Tini se miraba al espejo, cómo le quedaba el pelo rubio platinado, las cejas perfectamente depiladas y las uñas perfectamente cortadas y limadas, con una medialuna rosa en la cutícula y cubiertas en barniz transparente. El brillo labial completaba el cuadro de un chico absolutamente queer, que emanaba sexo por todos sus poros. Se despidió de los tres peluqueros con húmedos besos, y partió, con su andar extremadamente felino, rumbo a su departamento, donde debía ver el canal educativo, ya que tenía agendado asistir a las lecciones de mamadas, poses para ser penetrado y otros detalles que todo chico queer debe saber.


Ricardo salió de su departamento, cerrando la puerta con llave, y se dirigió hacia la puerta del departamento de Martín. Necesitaba saber dónde estaba la peluquería que su vecino le había comentado, para mejorar su aspecto, un poco, y prepararse ya que en dos días tendría la famosa entrevista. El día anterior Martín le había comentado que iba a hacer lo mismo hoy temprano, ya que tendría la entrevista mañana, un día antes de la suya propia. Ricardo dio dos golpes en la puerta, y ésta se abrió lentamente, como si hubiese estado mal cerrada, lo que intrigó al muchacho. ¿Martín se habría olvidado de cerrar? Sigilosamente, entró al departamento de su vecino, llamándolo en voz baja. Cerró la puerta tras de sí, y dio algunos pasos tentativos hacia dentro. Allí vio, tirado en el piso del living, un diminuto short y una remera. Inmediatamente, Ricardo pensó que Martín había levantado una chica por la calle, y que seguramente se la estaba cogiendo salvajemente en el dormitorio. Su curiosidad pudo más, y se asomó, muy discretamente, para ver qué tal estaba la mina.

Lo que vio lo dejó sin palabras. En la cama, en cuatro patas y con la cabeza casi pegada al colchón, una versión extremadamente gay del chico con el que el día anterior había estado horas jugando a la Play, tenía los ojos clavados en el TV, mirando fijo un video de cómo debía acomodar su garganta de forma de lograr que una pija llegara hasta el fondo, mientras intentaba reproducir el movimiento con un enorme dildo en su boca, mientras que en su culo un gigantesco dildo vibrador zumbaba. Los intensos gemidos, apagados por el enorme dildo que chupaba, claramente dejaban percibir el placer que el chico estaba experimentando. Tal vez cuarenta y ocho horas atrás, a Ricardo la escena le hubiese resultado bizarra, casi chocante. Pero ahora, con la constante programación que su cerebro había recibido en las últimas 24 horas, a través de videos de la compu, TV, y demás, toda la situación le parecía extremadamente excitante. Tanto, que su pija estaba a punto de romper su ajustadísimo pantalón. Se imaginó completamente desnudo, arrodillado detrás de Martín, hundiéndole la pija en ese culo que parecía tan hambriento, tan dispuesto a ser cogido. El chico rubio finalmente se percató de la presencia de su apuesto vecino, y quitándose el dildo de la boca exclamó: “hola, Richard! ¿Querés que te chupe la pija? Vas a ver todo lo que aprendí con los videos. Dale, dejame que te haga una buena mamada…”

Ricardo no podía responder, absorto como estaba en lo que veía. La oferta de Martín era realmente tentadora, pero algo no estaba bien en este cuadro. “Martín, ¿estás bien? Ayer me dijiste que te gustaban las mujeres… ¿Te pasa algo?”, dijo en tono preocupado el muchacho. La respuesta del chico queer no se hizo esperar: “primero, decime Tini, que es mucho más sexy que Martín. Segundo, sí, me pasa: descubrí que soy putísimo y me encanta la pija. Las mujeres son cosa del pasado. Quiero coger solamente con hombres de ahora en más. ¿No te tienta metérmela en este culito? Mirá que lindo y qué dilatado está, para vos…”

Ricardo salió corriendo del departamento de su vecino, sin saber cómo reaccionar ante tal propuesta. Bajó las escaleras a los saltos, pensando en salir huyendo del edificio. Al pasar por el departamento del músico, vio la puerta abierta y supo que tenía que asomarse, a ver si al músico le había pasado algo similar a lo de su vecino de piso, que ahora se hacía llamar Tini. No necesitó asomarse demasiado, ya que el músico, aquél desaliñado y descuidado rockero barbudo del día anterior, rebotaba con sus piernas flexionadas, contra el parquet de su departamento, en un enorme dildo con ventosa adherido al piso. Su rostro lucía con una barba perfectamente cuidada, su pelo estaba cortado con máquina casi al ras, y su cuerpo lucía perfectamente depilado bajo mínimos atuendos de cuero que resaltaban sus músculos. Al verlo, el músico sonrió y le pidió que entrara y se lo cogiera. Sin dudas, algo extraño estaba pasando. Supo que lo que fuese que sucedía, tendría que ver con la peluquería ya que tanto Tini como el músico parecían haber estado en ese lugar. Al salir del edificio, pasó por el departamento de los mellizos, que tenían la puerta abierta y junto a la cual, una fila de hombres esperaba turno mientras dentro se los veía a ambos siendo cogidos salvajemente. Uno de ellos estaba vestido y maquillado como una mujer, y el otro parecía uno de esos chicos flaquitos y débiles, muy afeminados, que había visto en algunos de los videos.

Ricardo salió de un salto a la vereda, y miró para todos lados. Enfrente, a unos 50 metros, distinguió una peluquería, con enormes carteles con fotos de chicos sexys con peinados muy modernos. Cruzó la calle y se lanzó hacia la puerta, dispuesto a descubrir lo que ahí sucedía.

Abrió la puerta con vehemencia, casi con furia. La música tronaba como si de una disco se tratase. Apenas entró, el fuerte olor, similar al de su departamento, pero multiplicado por mil, sumado al retumbante sonido del bombo machacando el ritmo infernal de esa música pop y los reflejos de las luces en los espejos, hicieron que Ricardo casi perdiese el sentido. Quedó como congelado en el lugar, tratando de moverse o de decir algo. Rápidamente, Tino y Dani lo tomaron de ambos brazos, y lo llevaron, casi arrastrando, hasta el fondo del local, donde el maduro peluquero lo esperaba, completamente desnudo. Ricardo lo miraba como si se tratase de un espejismo, algo muy lejano e irreal. Las manos de los otros dos peluqueros rápidamente le quitaron las ropas, y enseguida se posaron en sus hombros, forzándolo a arrodillarse. Por un instante, vio su reflejo en un espejo, desnudo, arrodillado, frente a otro hombre también desnudo y con la pija erecta. Percibió que su propia pija también estaba dura como una roca. Miró hacia adelante y se dio cuenta que la pija del maduro estaba a escasísimos centímetros de su rostro. Inhaló profundamente. Un denso olor a macho inundó sus fosas nasales y su cerebro y se fijó como una obsesión. Se le hizo agua la boca. Cerró los ojos, y entreabrió los labios.

La sensación fue electrizante. Primero sintió cierto asco y repulsión, pero inconscientemente, unos segundos después estaba mamando su primera pija. Aplicó todos los conocimientos que no sabía que tenía y que, obviamente, le habían sido implantados, sin que él lo supiera. Imperceptiblemente para él, arrodillado a su lado, Tino le susurraba al oído frases e instrucciones que, como a Tini, los gemelos y a Ariel, se le iban grabando a fuego. En un momento, sintió en su boca el inconfundible sabor de la leche de hombre, y tragó con placer, sintiendo que había cumplido su objetivo. Frente a él, el maduro dio paso a Dani, que le ofreció su pija. Ricardo supo que tenía que repetir su tarea. Un rato después, fue el turno de Tino. Cuando ya había mamado a los tres, lo ayudaron a pararse, y el maduro comenzó a cogerlo, mientras los otros dos chicos seguían grabando órdenes e instrucciones en sus oídos.

Un par de horas después, Richard salía de la peluquería, enfundado en su ajustadísimo pantalón blanco que marcaba notoriamente su culo y su bulto, y a través del cual se transparentaba que debajo sólo llevaba un suspensor, que hacía relucir aún más sus redondas nalgas. En el torso lucía una remera negra sin mangas, completamente transparente, que dejaba ver claramente sus erectos pezones atravesados por un sugestivo piercing. Su pelo estaba teñido por mechones de diversos colores, completando los seis tonos del arcoíris LGBT. Caminó hasta el almacén de al lado, y entró, con la confianza de quien se sabe extremadamente sexy y seductor. El almacenero lo miró y, sonriendo, le dijo: “vos sos nuevo. Nunca te vi por acá.” Richard sonrió seductoramente, y le respondió, con voz de seda: “sí, me mudé apenas ayer. Los chicos de la peluquería me dijeron que vos me podías ayudar …”, mientras daba la vuelta hasta detrás del mostrador, donde quedó cara a cara con el almacenero. Ahí percibió que el muchacho estaba completamente desnudo de la cintura para abajo, y lucía una enorme pija erecta. Richard no pudo contenerse ni un segundo, y bajándose el pantalón con dos dedos, giró sobre sus talones y le ofreció el culo al fornido almacenero.

Rato después, momentáneamente satisfecho, Richard entraba al edificio, pensando en buscar a Tini, para contarle de su paso por la peluquería, y, quién sabe, cogerse ese culito tentador que había visto un rato antes. Al pasar por el departamento de los gemelos, la puerta abierta le permitió ver a ambos, ella y él, siendo cogidos violentamente, mientras una larga fila de chongos esperaba su turno de penetrarlos. Sonriendo, siguió caminando, y al llegar al departamento del músico, gracias a la puerta también abierta, pudo verlo charlando animadamente con Tini. El rockero devenido en “leather” hablaba con gestos ampulosos y bastante amanerados, mientras Tini lo miraba sonriente, con un seductor brillo en sus ojos. Al verlo, ambos chillaron: “¡Richard! ¡Vení, pasá! Sentate”, a lo que Tini agregó: “Ari me está contando cómo le fue en la entrevista. ¡Escuchá qué genial!”

Richard se sentó, más por cortesía que por interés, ya que la forma en que Tini estaba vestido le producía una profunda excitación, al punto que su erección era ampliamente notoria en su ajustado pantalón. El rubiecito queer lo notó enseguida, e interrumpiendo a Ariel, le dijo a Richard: “veo que te gusta mucho mi nuevo look. ¿Querés cogerme, lindo? Esperá a que Ari me termine de contar, y vamos a casa, ¿dale?”. Lejos de ruborizarse o avergonzarse, Richard le sonrió, y asintió con la cabeza. Ari no se quedó atrás, y dijo: “si quieren quédense, y hacemos algo los tres. Me va a venir bien la práctica del trío para mi nuevo trabajo.” Richard lo miró, sin entender bien lo que Ari acababa de decir.

“Te cuento rápido, que a Tini ya le conté. Hoy en la entrevista me aclararon muchas cosas. Primero: Corporación CH S.A. significa… ¡¡¡CuloHambriento!!! Me causó mucha gracia, pero es cierto. El entrevistador me explicó que la Corporación se dedica a transformar chicos hétero en putitos como nosotros, para proveerle compañía a señores gay de alto poder adquisitivo.” Lejos de causarle horror o alguna reacción, Richard sonrió, a lo que Tini agregó: “¿viste? A mí también me parece super-excitante. Es decir, yo nunca hubiese sabido que ser puto es tan genial, y ahora yo también quiero ayudar a transformar a todo el mundo. ¿Te imaginás un mundo donde todos seamos putos o trans? ¡Sería genial!”. Ari continuó: “entonces, yo le pregunté (primero sacándome su pija de la boca, ya que se la estaba chupando como condenado): ¿existen tantos gays de alto poder adquisitivo? Ahí el tipo me miró, y me dijo: ‘veo que no sos tonto. Es cierto, no hay. Pero, así como creamos oferta, también creamos demanda. En tu caso, vas a trabajar en un bar leather, reclutando más chicos para aumentar nuestro catálogo. Pija no te va a faltar. No te preocupes, seguí chupando. Tu tarea será sencilla.’ Evidentemente, vienen haciendo esto desde hace bastante tiempo y por eso han crecido tanto. Me intriga saber cómo crean demanda. Espero que alguno de ustedes dos lo averigüe. Mañana los gemelos se mudan a sus nuevos lugares. Marlene va a trabajar en un prostíbulo de chicas trans, y Ronnie en un bar que es en realidad un centro de reclutamiento para chicos hétero. Yo me mudo el Domingo al bar leather, para tener mi propia habitación donde recibir machos. Mañana tenés la entrevista vos, ¿no, Tini?”. El chico queer se sacó de la boca la pija de Richard, y respondió: “sí, perdón, no pude contenerme. Sí, mañana. Cuando vuelva, les cuento bien”, y volvió a meterse el durísimo pedazo de carne de Richard en la boca, chupándoselo hasta hacerlo acabar. Luego, se despidió de ambos con un beso en los labios, aduciendo que debía descansar para su entrevista. Richard se quedó cogiendo alegremente con Ari, hasta altas horas de la madrugada. Cuando Tini volviese de la entrevista, seguramente tendría más información de qué estaba pasando.