CuloHambriento S.A. Cap. 3 - De homofóbico a put@

Tercera entrega de la saga, con la transformación de los gemelos homofóbicos Mario y Ronaldo: uno en una hermosa puta trans, Marlene, y el otro en un insaciable y afeminado twinkie, Ronnie. Comienza a develarse el plan de la Corporación CuloHambriento, y es realmente macabro... ¿o no?

En el primer departamento de la planta baja, Ronnie, el mellizo más extrovertido de los dos, seguía chupando la pija del morocho que se había levantado unos minutos antes en la esquina, con enorme dedicación. Sus gemidos eran apagados por el grueso pedazo de carne que ocupaba su golosa boca. Sus manos delgadas se movían delicadamente acariciando la base de la pija que mamaba, y sus dedos jugaban grácilmente con los enormes huevos de su macho de turno. Su cuerpo acompañaba delicadamente los brutos movimientos de la cadera del morocho, que le cogía la boca casi como un animal en celo. Ronnie se veía, se movía y se comportaba como un auténtico “twinkie”. Unas horas antes, en la entrevista, le habían explicado que trabajaría para la Corporación en un bar de reclutamiento, aprovechando su extrema belleza y lo diestro que se había revelado en el sexo con otros hombres. No entendía aún en qué consistía su trabajo, pero mientras tuviese hombres para coger, no le importaba demasiado.

En la cama, Marlene acababa por enésima vez, en un intenso orgasmo que la pija enorme que la cogía por el culo le había provocado. Al igual que su hermano, en los últimos cuatro días había pasado de ser un misógino mujeriego a ser una perra en celo, deseosa y hambrienta de cuanta pija quisiera cogerla. Para su alegría, la corporación le había ofrecido trabajar de prostituta en un burdel de chicas trans, haciéndose cargo de todo el proceso de transición. Se mudaría ese mismo fin de semana a su nuevo hogar, en una habitación del burdel, para convivir con sus nuevas hermanas. A modo de bienvenida, le habían provisto un completo vestuario que sería la envidia de cualquier puta. Lencería, tops, minifaldas, shorts, botas bucaneras, sandalias de altísimos tacos, maquillaje abundante, pelucas de distintos largos y colores… Marlene se sentía en la gloria, y más con tremenda pija que se la estaba cogiendo. Además le habían explicado que con el intenso tratamiento hormonal que ya estaba llevando, pronto asomarían sus propias tetitas, y que con la cirugía se transformarían en enormes melones capaces de hacerle una turca hasta a la pija más grande.

En el sillón del living, Ronnie rebotaba ahora sobre la pija del morocho, que lo llenaba completamente. Al mismo tiempo, miraba fijamente en la TV una ardiente porno donde tres enormes musculosos se cogían a un delgadísimo twinkie como él mismo. Cuando aquella pija hermosa le rozó la próstata por enésima vez, Ronnie soltó enormes cantidades de esa leche acuosa que ahora eyaculaba, y vio en su cabeza, como una película, todos los hechos de los últimos días…

Mario y Ronaldo llegaron a la ciudad de Buenos Aires, por primera vez en sus 18 años de vida. Hijos de un poderoso productor de soja de un pueblo pequeño de la provincia de Buenos Aires, a unos 600 kilómetros de la capital, siempre fueron muy malcriados, no sólo por los padres, sino por todo el pueblo, que tenía terror de contrariar al hombre más poderoso de la región. Los escasos 2000 habitantes del lugar, dependían, casi exclusivamente, de aquél hombre y sus campos. Los que no estaban empleados directamente por él, tenían algún pequeño negocio en el pueblo, y dependían de lo que pudieran venderles a los empleados, o al propio estanciero. Por ese motivo, los chicos habían crecido sin ninguna clase de límites, siendo dos insoportables imberbes. Tampoco ayudaba la extrema belleza de ambos, producto de los genes de una madre rubia y de cuerpo escultural, que había provisto a ambos de un rostro de ángel, con ojos de cielo. Ante ellos, ninguna de las chicas del pueblo se había negado jamás a nada, y eso había hecho que el padre tuviera que salir a cubrirlos en innumerables ocasiones. Harto de pagar abortos y silencios cómplices, el padre había decidido mandarlos a la gran ciudad, para tratar de hacerlos madurar y que se chocaran con la realidad de una vida donde no tendrían todo servido en bandeja. Para eso, les había dado un sobre con gran cantidad de dinero en efectivo, con la condición de que ellos debían administrarse y conseguirse vivienda y sustentarse por lo menos por seis meses. Pero, claro, para ellos todo era deslumbrante en la enorme ciudad. Apenas salieron de la terminal de ómnibus, distraídos por la ominosa presencia de la ciudad, no se percataron de los dos ladrones que se hicieron con su equipaje, incluyendo sus mochilas, donde tenían todo el dinero que su padre les había dado, sus teléfonos celulares, sus tarjetas de crédito y absolutamente toda su ropa.

Cuando se dieron cuenta de lo sucedido, comenzaron a discutir acaloradamente entre ellos, culpándose mutuamente de lo ocurrido. En ese momento, un joven se acercó a ellos, interrumpiendo la discusión: “perdón que me meta, chicos, pero no pude evitar escucharlos. Entiendo que tienen un grave problema. Creo que puedo ayudarlos.” Bueno, después de todo, la gente de la ciudad no era tan malvada como su padre les había dicho. Con toda la inocencia de la juventud y de su falta de mundo, los chicos escucharon al joven. “Hay una empresa que tiene un programa de ayuda para gente muy joven, como ustedes, y que creo que los puede acomodar. Ellos te dan vivienda, ropa, comida y un trabajo. De tu sueldo te descontarán lo que les cuesten. Pero, no sé si a todo el mundo le dan la chance. Si quieren, yo los puedo llevar en mi taxi, sin cobrarles, ya que veo que están tan “en la mala.”  Los chicos se miraron entre sí y sonrieron. A Ronaldo le llamaba un poco la atención que el joven taxista no parecía muy masculino en su forma de hablar ni en sus gestos. Pensó que, en el pueblo, ese muchacho sería tratado de “maricón” y sería la burla de todos. Pero estando en la ciudad, varados como estaban, sin ninguna esperanza, sin poder siquiera en pensar llamar a su padre para decirle que no les había tomado ni cinco minutos fracasar estrepitosamente en su misión, decidió que lo mejor era aceptar la oferta y ni siquiera mencionar el detalle a su hermano, que, como siempre, no se daba cuenta de nada. Lo que los chicos no sabían ni sospechaban era que tanto los ladrones como el joven taxista formaban parte de la Corporación, y que todo era una estratagema para conseguir chicos recién llegados como ellos mismos. Sin sospechar nada, se subieron al taxi, que los llevó por calles y avenidas desconocidas para ellos, hasta llegar a un enorme edificio de vidrio y acero que se erigía en un barrio alejado. Su desconocimiento de la ciudad y de la realidad no les permitió la más mínima sospecha de porqué semejante empresa tendría sus oficinas en un barrio tan alejado. El taxista bajó del auto con ellos y los acompañó a entrar al edificio. Una vez dentro, dos cosas impactaron a los chicos: lo imponente del hall de recepción, con un pequeño mostrador ubicado en el centro de un enorme espacio, pero también el hecho de que apenas traspusieron la puerta, el taxista cambió su modo de caminar y de moverse, por gestos mucho más afeminados. Los dos chicos se miraron y cuchichearon por lo bajo, soltando una risita, como burlándose del joven. Lo siguieron hasta el mostrador, y enorme fue su sorpresa cuando el recepcionista saludó al taxista, con dos besos en las mejillas, y en un tono de voz y gestos propios de una mujer. Incluso su vestimenta era llamativamente femenina. Ambos chicos se miraron, ahora con preocupación. Ronaldo le susurró al oído a Mario: “che, ¿son todos putos en Buenos Aires?” Mario no respondió, sintiéndose bastante incómodo con toda la situación. A todo esto, el taxista le había explicado al recepcionista la situación, que rápidamente les indicó a los chicos que subieran al 2do piso, donde los recibiría un tal Sammi. Les llamó la atención la informalidad del nombre, pero ya no tenían cómo volver atrás, así que, despidiéndose del taxista, que los sorprendió con un beso en las mejillas, tomaron el ascensor hasta el piso indicado.

Las puertas del ascensor se abrieron, y allí los esperaba otro muchacho tan amanerado como el de la recepción. A Ronaldo ya no le causaba gracia, y con tono agresivo le preguntó: “¿acá son todos maricones?” Sammi lo miró fríamente, y con gran diplomacia le respondió: “la Corporación se esfuerza en proveer un ambiente amplio de diversidad y ejerce una fuerte política de no discriminación. ¿Vos tenés algún problema con eso?” Mario, visiblemente contrariado, le dijo a su hermano: “vámonos a la mierda. No los aguanto más.” Ronaldo, susurrando al oído de su hermano, dijo: “sabés lo que eso significa. No podemos llamar al viejo ahora. No la remontaríamos nunca más. Aguantemos un poco, a ver qué nos ofrecen.” Mario lo miró con furia, y le respondió: “donde me digan lo más mínimo, los cago a trompadas y me voy a la mierda, ¿escuchaste?” Aparentemente, era el más homofóbico de ambos hermanos y no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer. Sammi se deleitaba internamente con la situación, imaginando el futuro de los dos hermanitos. Los hizo pasar a una pequeña sala de reunión, y les entregó un formulario para que ambos completaran, haciendo hincapié en que no podían discutir las preguntas con el otro. Dicho esto, los dejó solos en la sala y se retiró. Los gemelos empezaron entonces a completar el formulario con la información de rigor: nombre, fecha de nacimiento, etc., etc. Al llegar a la segunda página, las preguntas los dejaron helados: ‘¿Ha tenido sexo con otros hombres? ¿Se ha sentido atraído por otro hombre? ¿Se ha masturbado pensando en otros hombres?’ Mario bramó: “¿ves lo que te digo? Vámonos a la mierda ya mismo.” Ronaldo apeló una vez más a la derrota que significaría llamar a su padre, y le dijo: “es sólo un formulario. Poné todo que NO y listo.” Desde otro cuarto, Sammi los veía por una cámara y escuchaba la conversación entre los hermanos. Rápidamente, volvió y tomó los formularios, y les dijo: “me costó convencer a mi jefe, porque ustedes no están precisamente en una situación desesperante, pero finalmente pude hacerlo. Les han otorgado el paquete de ayuda completo. Departamento, ropas, comidas, gastos para viáticos y un empleo. En 3 días tendrán una entrevista aquí mismo para determinar su puesto de trabajo. Aquí tienen la llave del departamento, un poco de dinero para los viáticos y la dirección del edificio. Lamentablemente, sólo teníamos disponible un departamento así que tendrán que compartir todo. Les deseo mucha suerte, y nos vemos pronto”, dijo, guiñándoles un ojo. Mario estuvo a punto de golpear a Sammi, pero una mirada de Ronaldo bastó para calmarlo. Salieron de las oficinas bastante molestos, y se subieron al primer taxi que encontraron, para ir hasta su nueva vivienda.

Ese departamento les pareció poca cosa, acostumbrados como estaban a una vida de lujos. Para peor, un molesto zumbido se escuchaba en todo el lugar y un penetrante olor lo invadía todo. Investigaron un poco las comodidades, y enseguida Mario se acomodó en la computadora, mientras Ronaldo se sentó a mirar televisión. Horas después, Ronaldo salía de un profundo estupor, y se encontraba desnudo de la cintura para abajo, con restos de semen en todo su cuerpo y el sillón, mientras en la TV se podía ver una escena porno entre hombres. A su lado, Mario, con los ojos vidriosos clavados en la pantalla, se pajeaba furiosamente. Ronaldo lo miró y vio que su cuerpo estaba completamente desnudo, y también con restos de semen. En ese momento, Mario acabó, pero con sus dedos rápidamente juntó lo que había eyaculado y se lo llevó a la boca, lamiendo golosamente sus dedos. Recién en ese momento pareció salir de su sopor, y girando la cabeza, clavó su mirada en los ojos de Ronaldo. “Estoy muy caliente. No se qué me pasa. Primero en la compu, perdí la noción del tiempo. Después te vi mirando la tele y me vine a sentar con vos. Pero no puedo parar de pajearme. Y de saborear mi leche. Es irresistible. Me intriga saber si tu leche tendrá el mismo sabor. Dejame pajearte y probarla, por favor.”

Algo no estaba bien. Ronaldo miraba a su hermano, la forma como hablaba, como gesticulaba, como se movía. Se parecía a los que habían visto en el edificio de la Corporación. Pero en lugar de molestarse, le resultaba atractivo. Emocionante. Se terminó de sacar la ropa y no tuvo tiempo de reaccionar, ya que su hermano se lanzó a pajearlo, mirando fijo su pija. Mario fue acomodando su cuerpo en el sillón, hasta que poco después su cara estaba a centímetros del pedazo de Ronaldo, que lo miraba sin siquiera pestañear. En un momento, Mario abrió su boca y se lanzó a chuparle la pija a Ronaldo, que como única reacción gimió. No sabía en qué momento su hermanito había aprendido, pero le estaba chupando la pija como todo un experto, mejor aún que las putitas de su pueblo. Ronaldo pasó de gemir a jadear, y luego a balbucear: “chupala, dale, chupame bien la pija. Te parecés a las putas del pueblo. Chupala bien.” A Mario esa palabra lo estimuló. “Puta.” Resonaba en su cabeza. Lo hacía sentir más placer aun en saborear esa pija. No le importaba que fuese la de su hermano. Era una pija. Era lo que quería. Chupar una buena pija. Que se la metan. Chupó cada vez con más entusiasmo, sin saber de dónde venía todo el conocimiento y experiencia que estaba demostrando en la mamada. Quería sacarle la leche, y tragarla toda. Como las putas. Bien puta. No tuvo que esperar demasiado hasta que su hermano le acabara copiosamente en su boca. Tragó con angurria. Se quitó la pija de la boca, y con voz seductora dijo: “ahora quiero que me cojas.” Ronaldo no reaccionaba ante el tono de voz extremadamente femenino de Mario, ni ante sus gestos ni ante la nueva pasión por ser cogido que estaba mostrando.  Sin hesitar demasiado, Mario se acomodó en cuatro sobre el sillón, y ofreció su culo a Ronaldo, que lo penetró aprovechando las gotas de semen que habían quedado en la cabeza de su pija. Mario gimió y empujó su cadera hacia atrás, forzando la penetración hasta el fondo. Enseguida, Ronaldo comenzó a bombearlo. Para ambos, la situación era perfectamente normal y natural, y no tenía nada de extraño. No habían pasado 24 horas de su llegada a ese departamento y ya estaban comportándose como dos hambrientos adoradores de pija. Pronto, Ronaldo acabó dentro del goloso culo de su hermano, y cayó inconsciente en el sillón. Mario lo ignoró, y caminando con andar muy afeminado, fue hasta el baño, se colocó los auriculares del MP3 que encontró sobre la mesa y que tenían un cartelito con su nombre, y se metió en la bañera para darse un baño de inmersión.

A la mañana siguiente, mientras Ronaldo dormía profundamente, Mario se levantó, se vistió con una diminuta tanga, una minifalda de lycra color fucsia, botitas con taco de 3 cm., un soutien con relleno que daba la clara impresión de envolver dos pequeñas tetas y una remera rosa con la inscripción “Slut!” en el frente, y salió rápidamente hacia la peluquería.

Horas después, Ronaldo se levantó de la cama todavía mareado. Llamó a Mario pero no obtuvo respuesta. No sabía bien qué le había pasado, pero aprovechó para mirarse un rato al espejo del placard, donde se quitó el enorme dildo que había usado durante toda la noche, se introdujo un plug anal enorme, lo aseguró con el hilo dental de su tanguita masculina, y se acomodó el desarreglado cabello. Luego fue a la computadora a seguir viendo videos porno de hombres, lo que tanto le gustaba. Unos minutos después, una hermosa chica, de rasgos muy similares a los suyos, entró al departamento, y con voz bastante chillona y tono completamente femenino, dijo: “¡hermanitoooo! Te vengo a buscar para llevarte a la peluquería! Mirá qué lindo me dejaron el peinado.” Ronaldo recorrió el cuerpo de aquella chica con sus ojos, de arriba abajo, y, completamente extrañado, preguntó: “¿Mario?” La chica soltó una carcajada, y le respondió: “¿Te parece que me puedo seguir llamando así, tonto? ¿Con este cuerpo? ¡Ahora soy Marlene! Y te aclaro que quiero ser bien bien puta.” Tomó a Ronaldo de la mano, lo acompañó hasta el placard del cuarto y lo hizo completar su vestimenta con un short de lycra blanco, tipo los de ciclista, que le marcaba completamente las nalgas, una mínima remera que dejaba al descubierto su ombligo y unas zapatillas blancas. Lo tomó de la mano, lo llevó hasta la peluquería, y luego de hacerlo entrar y saludar con sendos besos en los labios a los coiffeurs, entregó a su hermanito para que lo llevaran a la parte trasera. Vio como se lo llevaban, con Ronaldo mirándola aún sin salir de su sorpresa y, dando media vuelta, salió a la calle a buscar algún machito que quisiera cogerla.

Apenas dos horas después, mientras un negro grandote se estaba cogiendo a una desnuda e hiperexcitada Marlene en la cama del departamento, un completamente renovado Ronnie entró, con un look fantástico de chico twinkie, y desvistiéndose rápidamente, se acostó junto a Marlene, y abrió sus piernas para que el muchacho alto que acababa de traer de la calle lo penetrara. Mirando a su hermana, y viendo su propio reflejo en el espejo, supo que la entrevista que tenían al día siguiente, sería apenas un trámite ya que seguramente los pondrían a trabajar a ambos como prostitutas de algún burdel, su hermana como chica trans, y él mismo como chico twinkie.

Ronnie volvió a la realidad, como despertando de un sueño. Se encontró recostado de espaldas sobre el sillón del living, con una enorme pija cogiendo su culo, mientras otra pija de un tipo que estaba parado junto a él, le cogía la boca. No sabía quiénes eran, pero la estaba pasando genial. Escuchó cómo Marlene soltaba grititos de excitación mientras acababa en el dormitorio, así que supo que seguramente ella tendría uno o dos machos cogiéndola. Sintió que estaba a punto de acabar, así que con sus dedos sacudió levemente su flácido pene, que no soportó más la estimulación, y eyaculó pequeñas cantidades de líquido blancuzco, casi sin consistencia, que era lo que su cuerpo producía ahora. Recordó que, en la oficina, durante la entrevista, le habían explicado algo de las drogas y hormonas que venía ingiriendo con la comida, así como la transformación de su cuerpo y el de su hermana, pero en aquél momento él había estado demasiado ocupado chupándole la pija a su entrevistador, como para entender lo que le decían. Ronnie gimió, y acabó nuevamente mientras en la pantalla un silver daddy eyaculaba dentro del culo de un chico tan twinkie y tan amanerado como él mismo.

Unos instantes después, el macho que se había cogido a su hermana salía de la habitación, y Ronnie se arrojaba de rodillas para chuparle la pija, cosa que el morocho aceptó con gusto. Mientras mamaba como todo un experto, pensó que ese fin de semana se mudarían a sus nuevas viviendas, su hermana en el prostíbulo y él en un edificio con otros chicos como él, que trabajaban en el bar.