CuloHambrieno S.A. Cap. 2 - Martín se hace puto

Sigue la saga y en este capítulo el vecino de nuestro protagonista se transforma en un putito adorador de pijas. ¿Cuál es el motivo de esta corporación de tan perverso plan? ¿Qué pensará nuestro protagonista cuando vea la transformación de su vecinito?

Martín entró a su departamento, feliz de haber hecho amistad con su nuevo vecino recién llegado. Además, después de unos partidos de play, se sentía más relajado. Notó que obviamente la gente de limpieza había estado porque todo estaba ordenado e impecable. Encendió la música, sin siquiera pensar en lo que hacía. El penetrante zumbido, imperceptible ya para él, invadió la habitación. Tenía tiempo hasta su cita en la peluquería, así que podría jugar un poco en la computadora y después darse un baño. Se sentó frente a la compu y encendió el monitor. En la pantalla, permanecía el último sitio web que había visitado. El de videos porno gay. ¿Por qué miraba esas cosas si a él le gustaban las mujeres? ¿Qué era lo que tenía de interesante ver a un hombre chuparle la pija a otro? ¿Ver dos tipos cogiendo? ¿Por qué no podía parar de mirar y pajearse viendo hombres chupando pijas o cogiendo entre ellos? “ Hay algo sexy y excitante en ver un hombre de rodillas chupando una pija ”, pensó. ¿Ese era un pensamiento suyo o alguien se lo estaba diciendo? No lo sabía, pero era absolutamente cierto. Es terriblemente sexy ver un hombre de rodillas, con una pija dura en su boca, tragándosela toda hasta el fondo y luego sacándola, yendo y viniendo, disfrutándola, con ahogados gemidos de placer. ¿ Es cierto que los hombres chupan mejor que las mujeres ? No sabía dónde lo había escuchado, pero a juzgar por los videos que había visto desde su llegada al departamento, apenas 24 horas antes, sin dudas que sí.

Sus pensamientos fueron diluyéndose a medida que su inexplicable calentura iba avanzando. Inconscientemente su mano lo pajeaba, viendo cómo en la pantalla un joven disfrutaba enormemente de una pija en su boca, y el dueño de la pija disfrutaba aún más. Martín estaba entregado a la calentura, su mano pajeándolo fervientemente, sus ojos clavados en la pantalla, sus oídos invadidos por el penetrante zumbido, su nariz inundada por el persistente perfume que se intensificaba a cada instante y que ahora le resultaba excitante, su otra mano acariciando su propio pecho, pellizcando sus pezones, hasta que no pudo controlarse más y acabó sobre el teclado y el escritorio.

Sus ojos, vidriosos, quedaron clavados en la pantalla. El video seguía, con el que había hecho la mamada ahora ubicándose en cuatro patas, separando sus nalgas con sus manos, ofreciéndole el culo al que se la había dado de mamar. En regulares intervalos de pocos segundos, un flash interrumpía el video, pero Martín estaba absorto, contemplando el primer plano de la pija penetrando el culo del muchacho. Enseguida, Martín retomaba su paja, mientras en la pantalla el video mostraba la cogida que estaba recibiendo alegremente el chico. Martín acabó en el preciso instante que al muchacho del video le llenaban el culo de leche, lo que le pareció terriblemente excitante. Miró la hora y se dio cuenta que se le había hecho tarde. Debía apurarse si quería llegar a la peluquería bien arreglado y vestido, como corresponde. No sabía desde cuándo le parecía importante eso, pero ahora sin duda le parecía fundamental estar muy bien arreglado al salir a la calle.

Se metió a la ducha, y mientras se enjabonaba el cuerpo, recordó el video que acababa de ver, y volvió a pajearse, imaginando la boca de un hombre sobre su propia pija. ¿ Será de verdad tan excitante ?, pensó.

Al salir del baño, abrió el placard y se sorprendió al ver que todo su vestuario había cambiado. ¿Los de limpieza se habrían equivocado y le habrían dejado la ropa de otra persona? No tenía tiempo de averiguar qué había pasado, así que buscó y encontró una fantástica remera sin mangas, bastante ceñida a su cuerpo, en un tono violeta oscuro, y unos jeans que le quedaban ajustadísimos, aparentemente con tela elastizada. Unas zapatillas de lona negras completaban el atuendo.

Salió apurado de su departamento, pero antes de dejar el edificio, al pasar frente al departamento 2, pudo ver al músico que había dejado la puerta abierta, y se pajeaba ferozmente frente a su computadora. Vestía apenas un arnés de cuero, y debajo llevaba esos “chaps” de cuero, como los que usan los motociclistas, que obviamente dejaba al descubierto su culo. Estaba sentado sobre un enorme dildo, que se había hundido entre sus nalgas. En ese instante, el músico acabó y se dobló hacia abajo, por lo que Martín pudo ver en la pantalla un video de una pija en primer plano, eyaculando. ¿El músico era gay? No lo había notado cuando lo conoció el día anterior. Además, el tipo le había dicho que se había mudado al edificio un día antes que él, es decir que llevaba viviendo ahí 48 horas, y que se había mudado porque se había peleado con la novia que lo había echado del departamento. Extraño. No tenía tiempo, así que siguió rápidamente hacia la puerta. Al pasar por el departamento de los mellizos, escuchó gemidos y jadeos intensos, así que supuso que los chicos seguían con sus innumerables conquistas. Eran muy “facheros” así que seguramente tendrían todas las mujeres que quisieran.

Llegó a la peluquería a las 7 exactas, como había combinado. Al entrar, se sorprendió porque estaba vacía, salvo por los dos peluqueros que, sentados en sus sillones, conversaban animadamente. Por sus ropas, sus gestos, su forma de hablar, no cabía duda de que ambos eran gays. Uno de ellos lo miró, y enseguida esbozó una cálida sonrisa, un tanto enigmática, tal vez, que a Martín le llamó la atención. El chico se paró y vino hasta él, saludándolo con sendos besos en las mejillas. “¡Holaaaa! ¡Vos debés ser mi cita de las 7! ¡Me encaantaaaaa cómo te queda esa remera! ¡Te marca TODO, divino! Yo me llamo Tino, ¿y vos? Bajando la cabeza, sorprendido por la efusividad del peluquero, sólo pudo balbucear: “M-M-Martín…”, dijo, extendiendo su mano. “Ay, ¡es tímido!”, gritó el chico mirando a su compañero de trabajo, que se rio estentóreamente. Sin darle tiempo a nada, el peluquero tomó la mano que le había extendido Martín, pero no para saludarlo, sino para llevarlo a la parte de atrás del local, separada por una pesada cortina, donde estaba la pileta para lavarle la cabeza. Martín intentó explicarle que se acababa de bañar, pero fue inútil. En pocos segundos, el peluquero lo había acomodado en la silla, le había ajustado la cabeza a la pileta, y se había alejado unos pasos hasta un mueble donde había diversos frascos con líquidos de colores. “Te voy a preparar un shampoo especial y un baño de crema, ¿sabés? Tenés el pelo muy seco”. Martín se sentía extraño. La estridente música, que inadvertidamente para él, escondía el mismo zumbido del departamento, el fuerte olor a productos químicos, que levemente recordaban el olor de los departamentos del edificio, las luces brillantes, los colores… Pudo ver al chico acercándose a él mientras decía cosas que no llegaba a escuchar. Sintió las manos en su cabeza, aplicando líquidos y masajeando suavemente. Cerró los ojos y se concentró en la música. Los minutos fueron pasando y se sentía cada vez más relajado. Cuando pudo abrirlos, vio que el peluquero estaba arrodillado frente a él, y le estaba chupando la pija. Las sensaciones eran sobrecogedoras. Martín jamás había experimentado algo así. El peluquero era más que experto, y lo estaba volviendo loco. Volvió a cerrar los ojos. Se concentró en lo que sentía. No percibió que, a su lado, el otro peluquero susurraba en su oído, diciéndole verdades incontestables. “Te fascina que te chupe la pija otro hombre. Cualquier hombre lo hace muchísimo mejor que las mujeres. Nunca jamás te chuparon la pija tan bien. Te excita terriblemente ver a otro hombre chupándotela. Te calienta imaginar un hombre arrodillado frente a vos, con tu pija en su boca. Querés acabar y llenarlo de leche. Una boca de hombre chupándote la pija es lo más excitante que hay. Querés estar así siempre. Le vas a dar la leche, y vas a ver cómo se la traga toda. Es lo que más te gusta y te excita.”

El cuerpo de Martín se puso tenso, y un instante después acabó copiosamente en la boca del peluquero, que tragó con fruición toda la leche. Martín se quedó jadeando, impactado, su mente perdida en las verdades que ahora conocía. Nunca más le pediría una mamada a una mujer. Los hombres lo hacen infinitamente mejor. Su mirada se perdió en los ojos del peluquero, que ya se ponía de pie, y que lanzaba sus labios al encuentro de los de Martín, que, aterrado, lo rechazó con un empujón. El peluquero sólo sonrió, y atinó a decir: “…pronto…”

Martín miró el reloj de la pared. Eran casi las 9 de la noche. ¿Tanto tiempo se había dormido? ¿Qué pasó mientras tanto? Nuevamente el peluquero lo tomó de la mano y lo llevó hasta el sillón, donde lo sentó y comenzó los preparativos para el corte de cabello. La música había vuelto a aturdirlo, y Martín no podía pensar bien. Lo miraba trabajar, ir y venir, ponerle papeles metalizados en algunos mechones de pelo, cortar y recortar por aquí y por allá. No sabía bien qué le estaba haciendo. Pero lo que sí estaba claro, es que el peluquero tenía un culito perfecto. Redondo, firme, bien paradito. El diminuto short que llevaba hacía poco por esconderlo. La bajísima cintura dejaba ver el nacimiento de sus perfectas nalgas, y quedaba claro que no llevaba ningún tipo de ropa interior. Si Martín quería, podría rápidamente quitarle el short y cogerlo ahí mismo. Tino se había parado de forma tal que su culo sobresaliese, como ofreciéndose. Martín se dio cuenta que su pija estaba totalmente erecta de nuevo. ¿Se había excitado con el culito del peluquero? ¿Tan sexy era ese chico gay que le hacía poner la pija bien dura? ¿Se habría dado cuenta el chico de su erección? Se miró la entrepierna, y vio horrorizado que su bragueta estaba abierta y su pija completamente expuesta. El peluquero seguía con su trabajo como si nada hubiese pasado. Cuando el chico giró para tomar unos elementos del estante, Martín fijó su vista en el fantástico culo, y no pudo evitar acariciarse la pija. Un segundo después comenzaba a pajearse, sin quitar sus ojos de ese culo hermoso. En ningún momento Martín percibió a su lado la presencia del otro peluquero, que seguía susurrando cosas en su oído. “Te morís de ganas por cogerte ese culito. Te encantaría meterle la pija y darle bomba. Dale, acaricialo…”

Martín se adelantó en la silla, y extendió su mano izquierda tímidamente, hasta que sus dedos hicieron contacto con el mínimo short, y a través de él, con esas gloriosas nalgas. Tino soltó un gemido, que incitó a Martín aún más. Los susurros continuaban, cada vez más certeros: “Ese culo hambriento se muere de ganas de que lo cojas. No esperes más… liberate.”

Martín se puso de pie, y se paró justo detrás de Tino, que lo miraba por el espejo. Su cara sonriente demostraba que estaba ansioso por ser cogido. Martín empezó a acariciarle las nalgas, cada vez más intensamente. Tino gemía y se frotaba contra las manos y la dura pija de Martín que, con gran destreza, envolvió con su mano derecha la cintura del peluquero y con dos dedos soltó el único botón del short, que Tino rápidamente se encargó de empujar con sus dedos hacia el piso. La pija de Martín quedó en contacto directo con las nalgas del peluquero, que con ambas manos las separó. Para sorpresa de Martín, Tino ya estaba totalmente lubricado, así que sólo debió ejercer una leve presión con la cabeza de su pija, y ya estaba dentro de ese deseable y hambriento culo. “¡Muy bien! ¡Mirá cómo lo hacés gozar! Dale bomba. ¡Mirá cómo le gusta! Cogelo. Te encanta coger culos de hombres. Te encanta que te la chupen hombres. Te encanta el sexo con hombres. Se siente mucho mejor un culo de hombre que una concha. La chupa mucho mejor un hombre que cualquier mina. Es mucho más sexy el cuerpo de un hombre siendo cogido que el de una mina. La calentura que te provoca un hombre desnudo jamás te la provocó una mina. Mirá qué bien se siente tu pija en ese culo maravilloso. Los hombres te gustan mucho más que las mujeres. Ya no vas a querer coger con mujeres. Te gustan los hombres. Sólo los hombres.”

Martín estaba absorto, cogiendo ese maravilloso culo de aquel chico tan sexy. Nunca imaginó que el sexo con hombres fuera mucho mejor que con mujeres. Quería coger con hombres todo el tiempo. Que se la chupen y metérselas. “Vamos, animate, decilo ‘ me gustan los hombres’ … quiero escucharte…”. Martín comenzó a balbucear “me… gustan…”

“¡VAMOS!”, ordenó en su oído el peluquero. “ Me… gustan… los… h-h-hombres… ”, atinó a decir Martín. “Repetilo, vamos”, fue la orden del peluquero. “ Me gustan los hombres ”, dijo, ahora convencido, Martín. “De nuevo”, ordenó el peluquero. “ ¡ME GUSTAN LOS HOMBRES! ”, exclamó Martín, mientras sus jadeos iban en aumento. “No importa que te llamen puto. Te encanta ser puto ”, susurró el peluquero en su oído. La última barrera de defensa en el cerebro de Martín encendió una alerta. Se quedó congelado. Por primera vez miró a su lado y vio al peluquero que le había estado dando órdenes. “ No soy… puto ”, dijo Martín, confundido. El peluquero lo miró a los ojos, profundamente, y con voz grave le dijo: “No importa si sos activo o pasivo. Si te gustan los hombres, te resultan atractivos los cuerpos de hombre, te gusta coger con hombres, te gusta que te la chupen los hombres… Eso te hace puto . Pero no tiene nada de malo. Estás disfrutando más que nunca mientras te cogés a Tino. Él también es puto . ¿Está mal que te guste su culo? Dale, seguí cogiéndolo y asumí que sos tan puto como nosotros. Asumí que las mujeres no te satisfacen y sólo te excita el sexo con hombres.” Martín miró nuevamente a Tino, que desde que él había parado de moverse, usaba los músculos de su culo para masajearle la pija. Ese chico era espectacular. Lo excitaba por donde lo mirase. No podía resistirse a su boca o a ese culo fantástico que acababa de descubrir. Lentamente volvió a bombear, moviendo su cadera, hasta que recuperó el ritmo. “Dale, decilo sin miedo. Quiero escucharte”, insistió el peluquero en su oído. “Soy… soy… soy p…”, tartamudeó Martín, mientras su excitación iba en aumento exponencialmente, llevándolo a la vera del orgasmo. Aquella última barrera se derrumbó. “Soy puto ”, dijo Martín mientras su pija explotaba lanzando enormes cantidades de leche dentro de aquel culo maravilloso. “¡SOY PUTO Y ME ENCANTA SERLO!”, gritó de nuevo, sin necesidad de que el otro peluquero se lo reclamase. Miró sonriendo la cara de Tino, reflejada en el espejo, que fue lentamente abriendo los ojos, y viéndolo en el reflejo, le sonrió cálidamente. ¡Qué sexy que es este chico cuando acaba de coger! ¡Me encanta!, fueron los pensamientos de Martín, que, habiendo sacado su pija de adentro del ardiente peluquero, lo ayudaba ahora a girar para quedar cara a cara. Tino entreabrió los labios e inclinó levemente la cabeza a un lado, como invitando a Martín a darle un beso. Ésta vez, no hubo rechazo. Martín estrechó sus labios contra los de Tino, y se fundieron en un beso ardiente, que incluyó caricias, toqueteos, gemidos y exploraciones de ambos cuerpos. A su lado, el otro peluquero se pajeaba furiosamente, y acababa en un gemido casi gutural, que tomó por sorpresa a Martín y Tino, que al verlo se rieron estruendosamente. “Y bueno, son muy hot ustedes dos, besándose así”, fue la respuesta del avergonzado peluquero. “A propósito, me llamo Dani”, le dijo mirando a Martín, mientras le extendía la mano con la que acababa de pajearse. Al recién convertido puto no le importó, y se la estrechó amistosamente. Aprovechando la situación, Dani lo jaló hacia sí, y le comió la boca en un beso húmedo. Al separarse, Martín miró a Tino, que no había dejado de sonreír, con lo que entendió que no le molestaba. Volvió la vista a Dani, y retomó el beso, retribuyendo ahora las invasiones de lengua y envolviendo la cintura del peluquero con su mano derecha. Tenía a un peluquero en cada mano. Alternó los besos de lengua entre uno y otro, mientras su pija se ponía dura de nuevo. Tino exclamó: “así nunca voy a terminar de hacerte los mechones. ¡Dejame trabajar!”. Martín lo soltó y se concentró en Dani, que se entregó a sus brazos. Tino, ya molesto, dijo: “OK, sentate en el sillón y que te la chupe mientras yo trabajo, ¿sí?”. Martín y Dani estuvieron de acuerdo, y así el segundo peluquero le inició una mamada a su ya cansada pija. Dani usaba toda su habilidad para mantener la erección de un agotado Martín, que cada tanto sucumbía a los besos húmedos de Tino, que poco podía concentrarse en su trabajo de peluquería. Rato después, Martín acababa en la boca golosa de Dani, mientras Tino lo besaba apasionadamente por enésima vez. “Qué lindo puto sos”, dijo Tino mirándolo a los ojos. Martín sólo pudo sonreír y balbucear un “gracias”. Siguieron así, con Tino y Dani turnándose entre hacerle a Martín los claritos rubios y chuparle la pija, alternadamente, y seguir susurrando en sus oídos instrucciones y verdades que se grababan cada vez más a fondo en su subconsciente. Cuando Toni terminó el peinado, le dijo a Martín: “mirate, quedaste genial, pero se hizo muy tarde y no pude terminar. Vas a tener que volver mañana. Vení a eso de las 10 de la mañana, ¿sí?”. En el espejo, un chico joven, con un corte y peinado claramente gay, le devolvía la mirada. “¡Está genial!”, exclamó Martín, entusiasmado. Los mechones rubios, mezclados con su cabello castaño claro, con un moderno peinado desmechado, le daban a su rostro un aire super-atractivo. Seguramente, con este peinado, podría tener más éxito levantando hombres por la calle. Se despidió de ambos peluqueros con un besito en los labios, y partió rumbo a su casa, pensando que tal vez el músico tuviese aún la puerta abierta...