Culitos (2)
Continuación del primero de esta serie...
Llegamos a su casa juntas, es una tarde muy calurosa, no nos vemos desde hace tres días. Mi amiga luce unos vaqueros cortísimos, que apenas cubren sus redondas nalgas, y una camiseta rosa de tirantes, resulta evidente que bajo ella no hay ninguna otra prenda de ropa, sus tetas se balancean libres, y sus pezones, erguidos, apuntan hacia arriba con descaro. Lleva el pelo recogido en dos trenzas, y jamás se diría que ya ha cumplido los veinte años, parece más que nunca una niña.
Yo visto un vestido negro y unas sandalias rojas, nada más, él lo ha ordenado así
Entramos, él no sale a recibirnos, soy yo la que abre la puerta, con la llave que un día me entregó. Está tocando el piano en el salón, y las dos acudimos a su encuentro. Tanto la niña como yo sabemos perfectamente qué es lo que tenemos qué hacer, las dos hemos recibido tajantes órdenes al respecto. La música es divina, las notas que él interpreta se adueñan de la estancia, todas las persianas están bajadas, y la escasa luz que penetra en el cuarto consigue que nuestros cuerpos se bañen en destellos de sol.
Me adelanto, observo cómo él respira, cómo trata de apoderarse de mi perfume
Llego hasta él, su postura, inclinada para poder continuar tocando, no me impide apreciar su estupenda erección. Busco su boca, se deja atrapar, me ofrece unos labios hambrientos de sexo, soy yo la que lleva la voz cantante, el encuentro con su lengua es brutal, las dos se funden en un abrazo violento, nos besamos con fruición, es, el nuestro, un morreo salvaje que apenas nos permite tomar aire, mientras le beso la miro a ella, tal como sé que él desea, y aprecio, complacida, que está haciendo lo que se le ha mandado.
Se ha deshecho de su camiseta, que está arrugada en el suelo junto a sus ya descalzos pies, y con sus tímidas manos de adolescente se aplica torpes caricias en las tetas, con mi mirada golosa me fijo en sus movimientos, veo cómo dos de sus dedos retuercen esos pezones chiquititos que siempre se muestran tan orgullosamente altivos, capto el paseo de su mano atravesando su oscura areola, soy testigo de los dibujos que una de sus uñas interpreta sobre la piel de melocotón de sus senos
Él, con un gesto, me indica que deje de besarlo. La música continúa sonando. Me dirijo a mi compañera de juegos, me mira y sus ojos azules se turban, la beso en la boca, con ganas, disfruto de su dentadura perfecta, ella suspira, yo le acaricio los rubios cabellos, y con un brusco tirón la despojo de sus vaqueros.
Aparece ante nosotros, completamente desnuda
La visión de su coño me encanta, ya me fascinó la tarde anterior estrechito, con una hilera de vello muy claro, labios generosos de repente fantaseo con la idea de perder mi lengua traviesa en esa gruta de los placeres, con buscar el clítoris de mi joven amiga, con arrancarle jadeos de gozo mientras mi boca se come todos los jugos que su cueva desprenda
Pero no, no puede ser eso A él los coños ni le gustan ni le disgustan, lo que de verdad le vuelve loco es el culo, un culo, los culos
Continúa tocando el piano, no nos mira, yo me quito el vestido mi tez bronceada destaca muchísimo, la niña la tiene muy blanca, como si casi nunca la hubiera rozado el sol desnudas las dos nos dedicamos, durante unos minutos, a saborearnos. Ella me toca los pezones, los pellizca, se los lleva a la boca y los muerde sus dientes me ponen a mil y me descubro excitadísima, un reguero de zumos vaginales desciende por la cara interna de mi muslo. Mientras disfruto de sus mordiscos yo acaricio la geografía plana de su vientre, meto un dedo en su ombligo, avanzo con mi mano por la cálida suavidad de su espalda
Suenan siete campanadas, y sé que ha llegado el momento
A él le encantan los rituales
Empujo, de forma bastante brusca, a la chica, de modo que ella se cae, sorprendida, sobre el sofá morado. Su melena se desparrama, y a mí me pone muy cachonda verla así, despeinada y un tanto asustada. Le indico como ha de colocarse, esto es, a cuatro patas. Me encanta, esa postura hace que todo mi interior se caliente, creo que me abraso por dentro, las tetas de ella cuelgan hacia el suelo, pequeñas y firmes, y siento unas tremendas ganas de ordeñarla, de estrujar sus pezoncitos, de agarrarme con su boca a esos pechos que me están volviendo loca
Tengo que dejar de pensar esas cosas porque siento que empiezo a marearme, desde pequeña me han atraído las tetas, y, últimamente, me masturbo muchas veces visualizando los senos llenos de leche de una mujer desconocida. Ella posa para mí, a cuatro patas, y yo mamo de sus tetas, me bebo su leche, la ordeño como si fuera una vaca
Él jadea y yo me doy cuenta de que debo seguir
En dos minutos he ido a la cocina y he vuelto. Tengo que confesar que he desobedecido sus órdenes, confío en que él no se haya dado cuenta, me estaba muriendo de sed y he bebido un trago de fresquísima agua. Así, más relajada, regreso al lado de la niña. Permanece en el mismo sitio, ni siquiera ha osado moverse un poquito
Cojo uno de los cubitos de hielo que llevo en el vaso y lo introduzco en mi vagina, mmmmm, está helado, lógicamente, y su tacto me provoca escalofríos, cojo otro, más grande, y lo hago entrar en el coñito de mi amiga. Lo recibe gustosa, tan frío se estremece creo que le agrada la oigo jadear muy quedo, y noto como su respiración se agita
El piano sigue sonando, tan bonito el tema la habitación está ahora casi en penumbras, huele a deseo, a flores silvestres, y a los aromas que desprenden nuestros cuerpos palpitantes
Sin previo aviso, sin lubricante, sin saliva, ni siquiera habiendo metido previamente un dedito allí, meto un pepino, bastante grueso y áspero, en el culito de la joven. Se tensa, realmente si yo no hubiera dotado a mi penetración de tanta fuerza hubiera hallado dificultades para entrar su sendero anal es muy, muy estrecho ella grita, el piano no se interrumpe mi penetración ha sido muy violenta, lo siento por mi compañera, que gime, nerviosa, pero sé que él lo quería así el pepino avanza, se adueña de más terreno, poco a poco, entra en ese culo que ella me ha dicho que conservaba virgen, yo lo muevo, mi mano dicta el camino que él sigue su inquietud me angustia un poco y vuelvo a desobedecer las exigencias del hombre, y con mi otra mano acaricio, suavemente, uno de sus tobillos.
La música cesa, él se levanta, se sitúa detrás de mí, siento, en un segundo, uno de sus dedos dentro de mi culo, mi orificio anal también es una gruta estrecha, pero el grosor de un dedo es muy deseable, lo gozo además, siento que él lo lleva impregnado de algo, una especie de gel fresco, que me invade, me provoca una sensación muy placentera no tarda mucho en empezar a oler a menta por toda la estancia
No me olvido del pepino, es grande, y penetra a mi compañera con garbo y arrogancia. Yo lo manejo con soltura, y pienso que él está contento. La imagen que ofrecemos me parece perfecta, sus tetas balanceándose, su espalda arqueada, el culito en pompa, el agujero profanado, sus jadeos sibilantes, mi melena alborotada, mis pezones erguidos, mi coño húmedo, mis nalgas redondas, su erección hermosísima, su boca perversa, sus palabras calientes
Una gota de sangre me sobresalta
Dejo de meter y sacar el pepino con tanta fuerza en el culito tímido de la niña, y me sorprende encontrármelo ensangrentado. Ella grita, susurra que le duele, y, mientras él contempla fascinado cómo yo decido no seguir obedeciéndole, mi lengua se introduce con suavidad en su gruta. Le aplico caricias de saliva, mientras otro de mis dedos busca su clítoris
El hombre encuentra el mío, y permanecemos así durante un tiempo ella a cuatro patas, con mi índice dentro de su coño y mi lengua saboreándole el culo yo un poco inclinada, con la boquita en el ano de ella y las manos del hombre regalándole placer a mi vagina llena de aguas él de pie, olisqueando mi melena, con su polla apoyada en mi trasero, enorme, hinchada, a punto de estallar
Todo se nubla a mi alrededor hace demasiado calor él se corre sobre mí, es un estallido bestial, su leche, tan cálida, moja mi espalda, mi culo desciende por mis piernas sentir su esencia derramada en mi cuerpo me pone como a una perrita, creo que aúllo de placer llego al orgasmo yo también, y muy pronto mis convulsiones y las de la joven se confunden, las dos estamos saciadas, y satisfechas, y agotadas.
Permanecemos aturdidos unos instantes, recuperándonos de nuestra batalla carnal
Después, él la envía a ella a la ducha, y le comenta al oído algo que yo no logro escuchar. A mí me coge en brazos, es muy fuerte, y en un momento está sentado en el sillón conmigo en su regazo. Susurra algo sobre un castigo, y antes de que me dé cuenta me está propinando palmadas en las nalgas, aunque lo hace con furia es agradable, mientras mi culito se torna enrojecido mi coño se vuelve a humedecer
Hoy te has portado muy mal.- dice. Y yo le miro, y de verdad parece enojado.- Mañana aquí a la misma hora, y no quiero que bebas agua en todo el día. Tu amiguita ya sabe cuáles son las órdenes, tú limítate a obedecer.
Vaya, haberle desobedecido ha traído consecuencias Mmmmm, puede ser divertida la nueva situación. Y, mientras trato de imaginar qué ocurrirá mañana, él se arrodilla, y me introduce, con dulzura, su lengua en el culo
Cae la tarde, calurosa, mientras todo mi cuerpo tiembla de placer, y mi culito se prepara para una nueva ración de sexo. En el cuarto de baño, ajena a nuestras travesuras, ella se ducha