Cuidando a mi Hermanito (2. La Amiga y la Piscina)
La segunda parte de la tetralogía. Algunos opinaron que supera a la primera, pero eso se lo dejo al gusto de ustedes.
2. La Amiga y la Piscina
Aquella mañana me desperté abrazada a Sandro. Un nuevo día me había sorprendido muchas veces compartiendo la cama con alguien, pero aquella vez lo encontré especialmente dulce y agradable. Estuve un rato contemplándolo…Se tan veía tierno e inocente. Me sonreí a mi misma, había triunfado, había conseguido lo que me había propuesto: Hacer el amor con mi hermano.
Y me sentía perfectamente. Es verdad que no me había parado a pensar en que después de hacerlo existía la posibilidad de que me sintiera mal o tuviera algún tipo de remordimiento por haber cometido incesto. Y fue una buena decisión, puesto que no era para nada así. Él había disfrutado, yo desde luego que también, me dije recordando cada uno de los deliciosos momentos de la noche anterior, y nadie había resultado afectado. Los dos simplemente, pensé, éramos dos hermanos que se habían expresado su fraternal afecto… Me reí suavemente, esa idea me gustaba.
Y ya entonces empecé a pensar en el siguiente paso. ¿Qué podría hacer con Sandro? La idea de ser su instructora en los placeres del amor, que ya se me había pasado antes por la cabeza, volvió a ella. Sabía que mi tímido hermanito no tenía más experiencias que la de ayer, y por otro lado, con lo cortado que era y con algunos prejuicios que le conocía… Sí, estaba claro que iba a necesitar la ayuda de una hermana tan experta como yo. Mi hermanito iba a quedarse sorprendido por los tabúes que su arrojada maestra iba a hacerle romper… Imaginándolas me empecé a sentir húmeda. Tanto que de repente, me encontré totalmente caliente, y seguía junto a mi hermano, en mi cama, desnuditos los dos…
Me acerqué sobre él al tiempo que empezaba a acariciarme mi conchita con los dedos de mi mano derecha y le bese tiernamente en los labios. No reaccionó, ni tampoco cuando volví a hacerlo, pero a la tercera entreabrió los ojos.
-Buenos días, hermanito-le saludé.
Él, todavía algo dormido, fue a decir algo, pero le silencio con otro beso, metiendo mi lengua en su boquita si hallar ninguna resistencia. Yo estaba de costado, con la mano derecho acariciando ya mi rajita y jugando con mi monte de Venus mientras la izquierda se dirigía a jugar con los cabellos de Sandro.
-Hoy, el desayuno en la cama-bromee.
Y para seguir con el chiste le acerque mis dedos, ya mojados de mis juguitos, como había hecho en la noche anterior. Él debió recordarlo, pues ésta vez no necesitó que le dijera nada para llevárselos a la boquita para lamerlos. Eso era lo último que me faltaba para estar totalmente caliente.
Decidí que en aquella ocasión las delicadezas no hacían falta y me dirigí, hambrienta, a su polla, y aunque no estaba totalmente dura todavía me la metí entera y de una vez en la boca. Sin sacarme ni un centímetro me posicione boca abajo sobre él, de manera que mi entrepierna quedara al alcance de la suya. Un 69.
Noté sus manos en mi culito y como luego las pasaba un momento a mis piernas, para colocarlas a su conveniencia, antes de volver a acariciarme y estrujarme las nalgas. Eso me gustó y visto su interés empecé a pensar en ofrecerle algo más que tocarlo, pero eso sería después, ahora quería que volviese a saborear mi almejita como ayer.
Desde luego no me hizo esperar ni requería instrucciones. Pronto sentí su lengua recorriendo lentamente mi rajita, centrándose en mi clítoris cuando pasaba sobre él, buscando palpar cada milímetro de mi piel, intentando en momentos penetrar y abrir mi coñito para probar mi interior. Movía su lengüita por mi conchita con pasmosa y placentera habilidad. Me alegró pensar que había estado con chicos más experimentados que no sabían comer una vagina ni la mitad de bien que mi inexperto hermano. Quizá fuera un talento que iba en la familia, pensé, divertida y complacida.
Estuvo lamiendo y besando todavía un rato más antes de comenzar a usar los dedos. Él también parecía querer abreviar, pues sentí como me introducía tres dedos a la primera mientras sus labios succionaban mi clítoris, que quedo bajo la excitante presión de sus dientes. Y entonces sus otros dedos recorrieron mi culito, acariciando mis nalgas hasta alcanzar mi orificio. Éstos estaban mojados y empezaron acariciándome mi cerrado orificio por encima. Temblé ligeramente cuando la punta de uno se introdujo en mi ano y empezó a dilatarlo. Pronto lo había introducido por completo y lo metía y sacaba con facilidad. Yo ya tenía mucha experiencia alojando dedos y cosas mayores en mi trasero.
Otros dos le fueron siguiendo, moviéndose al compás de los que exploraban las profundidades de mi coñito mientras sus labios y dientes absorbían, succionaban y poseían mi monte de Venus a placer. En esa situación llegué al poco a un gran y delicioso orgasmo sobre su boca… Pensé que eso sí que era una buena forma de comenzar el día.
Y mientras él había estado satisfaciéndome yo le devolvía el favor. Cuando me metí su pollita en la boca no estaba del todo dura, pero tampoco flácida. El tacto y el calor de mi mano no tardaron en tener su efecto sobre ella. Eso me encantaba, me gustaba sobre manera coger una verguita y ver como crecía y se endurecía en mis manos...o en mi boca.
La tenía metida todo lo que me cabía, chupándola toda, y luego la iba sacando, apretando mis labios contra el endurecido trono, terminando jugando con mi lengua en el carnoso glande, que empezaba a arrojar liquido preseminal que me tomaba con sed ansiosa.
Empecé a acariciarle los huevos y, apoyándome en los codos, dirigí mi otra mano a su culito. Me había humedecido un par de dedos y pronto los tuve acariciando su culito. El primero entró con relativa facilidad una ver lo puse justo sobre el agujerito y apreté un poco. Él no pareció reaccionar a mi intrusión y, al tiempo que aceleraba la mamada le metí otro dedo. Su culito seguía tan estrechito como el día anterior, aunque esta vez no se movía en símbolo de queja. Pensé que era una buena señal. Acaricie su interior mientras con la otra mano pase a masturbarlo mientras mi lengua poseía su cabecita.
Llegó al orgasmo poco después que yo, avisándome poco antes de terminar. Yo me metí la punta en mi boquita y apreté con mis labios alrededor. No quería que se escapara ninguna gota. Al tiempo seguí masturbando y metiéndole los dedos. Sus primeros chorros los noté casi llegando a mi garganta, los demás llenaron nuevamente mi boquita de su rica leche, que volvía a recibir con mucho gusto. Me dí la vuelta y nos volvimos a besar.
Entonces se me ocurrió. Me levanté de la cama y me volví hacia él para hacerle señas de que me siguiera. Así lo hizo, y yo fui rápidamente hasta el baño, metiéndome en la ducha. Él estaba algo cortado, pero entró también y yo cerré la mampara. No había mucho espacio, pero podíamos movernos lo suficiente. Yo abrí el grifo y el agua, primero fría y luego templada cayo sobre nosotros. Volví a besarlo mientras le abrazaba y recorría su piel mojada. Él hacía lo mismo, noté sus manos en mis caderas y en mi culito… Me volví para cerrar el agua y, alcance la esponja. Le eché algo de jabón y se la pasé.
-Frótame la espalda-le pedí.
Él empezó a hacerlo y sentí sus manos y el jabón cubrir mis hombros e ir descendiendo pos la espalda y las caderas.
-Sigue más abajo-le indiqué cuando llego hasta el final.
Bajó y llego a mi culito, que empezó a enjabonar igualmente. La esponja avanzó entre mi entrepierna y sentí el calor de su mano pasar sobre mi culito, llegando a mi conchita. Su otra mano acarició mientras mis pechos y luego bajo por vientre hasta el mismo objetivo. Pronto estaba explorando mis dos entradas mientras notaba el jabón correr en hilillos por mis piernas. Él me acariciaba suavemente, metiéndome un dedo en el culito y frotando mi coñito.
Yo me di entonces la vuelta y le quité la esponja para hacerle lo mismo. Empecé a enjabonarle el pecho y mis manos bajaran, por el vientre, las caderas, pasando a los brazos, y finalmente fui a por su miembro, que ya estaba casi totalmente erecto de nuevo. Lo enjaboné, preparándolo para lo que ya había decidido.
Volví a darle la espalda y me apoyé contra la pared mientras me abría de piernas.
-Adelante, no puedo aguantar más-le dije en el tono más insinuante qué pude-Entrame ya.
Él se acercó y se coloco para penetrar mi conchita. Pero no era eso lo que yo quería.
-Ahí no, hermanito-le corregí guiando su pollita con mi mano en dirección a mi culito-Aquí.
Él pareció dudar.
-¡Venga!-insistí yendo hacia atrás para rozar su cabecita con mi culo.
Entonces se decidió y, guiándola también con su mano, la puso en mi pequeña entrada trasera y empujó. Al entrar sentí un punto de dolor, pero estaba suavizado por lo lubricado de mi culito y de su verga, además de que le había pillado casi gusto a esa sensación.
Me fue penetrando poco a poco, sentía mi culito lleno mientras iba enterrando su polla en mi interior. Otra barrera superada, pensé, gozando y relamiéndome los labios de placer. No tardo en haberla metido por completo.
Estuvimos un momento quietos y al poco empezó el movimiento de penetración. Sentí su pollita totalmente apretada dentro de mi culito estrechito. Yo gemía ligeramente y él, además, volvió a acariciar mi coñito con una de sus manos, recorriendo mi rajita y metiéndome sus dedos mientras me empalaba con mayores embestidas.
Aceleró su ritmo mientras yo me eché para atrás lo suficiente para besarnos mientras me sodomizaba. Nuestros jadeos se cruzaban, como el calor de nuestros enjabonados cuerpos. Me sentía cada vez más caliente. En ese momento, me susurro:
-Me gustaría cogerte también por delante.
Me calentó todavía más su petición, aunque me hizo gracia el eufemismo que empleó;
-¿Por delante?-fingí duda al preguntar.
-Ya sabes.
-No. ¿Por dónde dices que quieres?-casi podría haber reído, que pudoroso era para hablar a pesar de que en esos mismos momentos seguía partiéndome el culo.
-Por tu coñito-soltó finalmente.
-¡Ah!-seguí con el juego-¡Claro que sí, hermanito, lo que quieras! Pero tienes que terminar en mi culito, eso sí.
-Vale-asintió.
Me la sacó y me hizo girarme. Me deje a hacer y él me penetró nuevamente por mi conchita con facilidad por la mojada que estaba. Entonces me cogió las piernas y se las ciñó alrededor de la cintura, yo me agarré a sus hombros para sostenerme mejor, y en esa postura siguió penetrándome. Notaba mi cuerpo totalmente contra el suyo mientras botaba al ser alzada y caer una y otra vez. Mis pechos se movían al compás de aquel juego y él pronto atrapó uno de mis pezones con sus labios y lo mamó como si fuera un bebé. En esa postura la notaba clavada todavía más hondo y ahora sus dedos mientras me sostenían por mi culito exploraban mi dilatado ano. Un segundo orgasmo me llegó en ese momento y noté mis jugos bañando su polla. Entonces, me bajó con suavidad y me hizo darle la espalda. Lo entendí y le puse mi culito. Él me penetro rápidamente y, tras dos o tres embestidas, empezó a descargar en mi interior. Sentía mi ano llenarse rápidamente con su corrida y, luego, cuando la sacó, caer, escurriéndose, hacia el suelo de la ducha.
El resto del día fue sorprendentemente normal, o eso me lo pareció teniendo en cuenta lo que había pasado. Para mi alegría él parecía aceptar con la misma sencillez que yo lo que había pasado y me trataba como siempre. No podía haber salido mejor.
Y yo ya estaba pensando en lo próximo que podíamos hacer. Había tenido algunas ideas, pero no me decidía por ninguna y la verdad es que no estaba del todo convencida de poder seducirle a hacer según qué.
Fue poco después de comer, hacia las dos de la tarde, cuando la oportunidad se presentó solita ante mí. Estaba tirada en el sofá del salón, todavía hacia mucho calor y estaba algo agobiada. Tenía las piernas estiradas encima de las de mi hermano, que en esos momentos estaba concentrado jugando a la consola. A mí a veces me entretenía verle jugar, aunque a mí personalmente no me interesaba mucho y tampoco se me daba bien. Pero en aquellos momentos mi mente vagaba lejos…
…Hasta que sonó el teléfono. La música de mi móvil rasgo el aire y llenó la estancia. En ese momento hubiera preferido no tener que hablar con nadie, pero extendí un brazo hacia la pequeña mesita que tenía a mi izquierda y alcancé el aparato, llevándomelo al oído:
-¿Sí?-pregunté, conteniendo un bostezo.
-No me digas que estabas durmiendo-la voz, que reconocí en seguida, iba en tono de burla.
-Sólo estaba descansando un poco, Raquel-le dije.
-Ya-podía escuchar su risa claramente-Bueno, al grano. ¿Tienes planes para esta tarde?
-No-le respondí, aunque no era del todo cierto. Sabía que quería hacer algo con Sandro, pero todavía no me había decidido.
-Pues yo la voy a pasar en el campo, ya sabes, en la casita que tenemos por ahí, en medio de ninguna parte.
-Suena muy divertido-me burlé.
-Es que ahora hemos puesto una piscina, ¿sabes? Pero esta tarde parece que estaré solita.
-No me digas.
-Sí te digo.
-Pues así la tendrás toda para ti, ¿no?
-Bueno, sí, pero yo soy muy generosa y pensaba que querrías darte un chapuzón si no tenías nada mejor que hacer, y echarnos unas risas y eso.
-Pues no me parecería mal-dije. La verdad es que la idea me entusiasmaba. Me encantaban las piscinas, la playa, el agua y nadar en general. Seguro que sería divertido. Pero me acordé de Sandro. ¿Y mis proyectos con él? Bueno, quizá fuera una buena idea que viniera-Oye, una cosa.
-Dime.
-¿Puedo ir con mi hermano?
-Claro, ¿por qué no? Así le conozco de una vez.
-Bueno, pero no te pases con él, ya sabes que es algo cortado-le dije.
-Seré muy buena y dulce con tu hermanito, tranquila-me replicó-Aunque yo pensaba que jugaríamos, ya sabes-dijo con voz insinuante.
No sonreí. Claro que sabía a lo que se refería. Raquel y yo, aparte de buenas amigas, habíamos tenido encuentros sexuales en algunas ocasiones. Pero ahora yo imaginaba algo más. Un trío con mi hermano, aunque no sabía como se lo tomarían los otros dos.
-Podremos jugar si quieres-le respondí.
-¿Y tu hermano?
-No te preocupes por eso.
-De acuerdo. Entonces, ¿vienes a las cuatro?
-Allí estaremos-afirmé, terminando la llamada y volviendo a dejar el móvil en su sitio.
Mi hermano no había dejado de jugar en todo ese tiempo, pero sabía que había estado más que atento aunque aparentara lo contrario. Lo cierto es que a él no le gustaba salir, prefería quedarse en casa. Pero hoy no iba a ser así.
Espere un rato a ver si me preguntaba. Pero no lo hizo, así que decidí hablar yo:
-Era Raquel, una amiga-le expliqué.
-Ah-se limitó a decir.
-Me contaba que sus padres han puesto una piscina en un terrenito que tienen en el campo-él seguía con lo suyo-Y nos ha invitado a ir esta tarde. ¿Qué te parece?
-Pues no sé.
-Seríamos sólo nosotros dos y ella.
-…
-Y ya le he dicho que vamos a ir. Nos divertiremos.
-Pero…
-Pero nada, hombre.
Sabía que no estaba muy convencido, pero no replicó ni dijo nada más. Yo estaba encantada, pensando en lo que podríamos hacer… Todo me estaba saliendo bien.
Era muy cierto que la casita de campo de mi amiga estaba en medio de la nada . Durante los últimos minutos del viaje apenas habíamos visto otras casitas esparcidas por un agreste paisaje.
Mi hermano, que estaba a mi lado en el asiento del copiloto, seguía poco tranquilo con la idea, a pesar de que había intentando que se relajase con una amena charla mientras llegábamos. Y eso que no sabía mis auténticos planes, pensé, si los supiera, seguramente estaría peor.
Raquel estaba en la puerta y nos abrió para que entráramos y aparqué al lado de la puerta. El terreno que tenían los padres de mi amiga era grande, pero estaba poco aprovechado, y, teniendo sólo una pequeña casa y, ahora, la piscina que habían construido, había mucho espacio vacío.
-¡Ey! ¿Qué tal el viaje?-me saludó cuando bajé. Me fije en ella, llevaba una blusa blanca y una faldita a cuadros que dejaba entrever su espléndida figura, sus grandes tetas, su contorneada figura y descubría sus largas piernas. Se había recogido el pelo rubio en dos lindas coletas y llevaba una gorra que proyectaba la sombra de su visera sobre sus preciosos ojos verdes, su pequeña nariz y sus finos labios rosados.
-Largo y aburrido, espero que nos haya valido la pena-le dije dándole dos besos en las mejillas. Me volví a tiempo de ver a mi hermano cerrar la puerta-Sandro, ven-le llamé. Él se acercó no sin cierto recelo-Éste es mi hermano-le presenté cuando llegó a mi lado-Ella es Raquel.
-Hola-respondió secamente.
-Encantada de conocerte-ella se acercó y le dio dos besos. Sólo entonces él, con algo de apuro, se los devolvió-Bueno, ¿queréis algo para beber, ir al baño?-nos dijo yendo hacía la casa al tiempo que la seguíamos. Yo había cogido la bolsa en la que iban nuestros bañadores antes de cerrar el auto.
-Yo nada, gracias-respondí.
-Yo tendría que ir al baño-dijo mi hermano. Yo lo esperaba, siempre solía ir después de viajar en coche.
-Por ese pasillo, la segunda puerta de la izquierda-le señaló Raquel una vez entramos directos a una amplia cocina por una doble puerta de cristal que estaba abierta.
-Toma-le tendí el bañador-Ya que vas al baño, póntelo.
Él me miró en un momento de dudas antes de cogerlo y marcharse.
-Creo que me dará tiempo a cambiarme mientras viene-dije entonces y, nada más vi la puerta cerrarse, empecé a quitarme la ropa y a ponerla en un taburete que había al lado.
-¿Y si viene antes tu hermano?-me preguntó ella sorprendida pero sabía que deleitándose en lo que veía, me había ya quitado el top que llevaba y el sujetador.
-No creo, pero me daría igual-dije quitándome los pantalones y el tanga que me había puesto.
-Pero es que tú ya sabes como me pone verte así-comentó ella.
-Bueno, pues no mires-le respondí poniéndome ya el bikini.
-¿Y dices que te daría igual que te viera tu hermano? A él creo que no le resultaría indiferente la vista-sonrío. Yo también, pero por otra cosa muy distinta. Ella no se imaginaba que le había dado la oportunidad a mi hermanito de hacer algo más que mirar. Me planteé como contárselo de forma que se pusiera calentita. Así es como la quería para lo que me proponía.
-Ya sé que no, pero, ¿quién dice que quiero que le resulte indiferente?
-Bueno, si fuera otro chico cualquiera con el que quieres irte a la cama, sí, pero él es tu hermano.
-¿Esas dos cosas son incompatibles?-le pregunté con toda inocencia.
-Pues creo. Normalmente una no se acuesta con su hermano, ¿es qué lo has pensado alguna vez?-ante mi silencio prosiguió-Bueno, admito que es guapete, pero no sé, es tu hermano.
-Pues lo he pensado-le dije-Y puede qué algo más.
-¡No!-parecía asombrada, y con curiosa excitación-No hablas en serio… ¿Con tu hermano?
-Sí-me limité a decir.
Ella se quedó boquiabierta, pero no parecía rechazarlo.
-La verdad es que es guapo, no te puedo culpar-dijo por fin, se veía excitada.
-Pero es que ya estás caliente-exclamé con fingida sorpresa.
-Llevó unos días con calenturas-río-Por eso te llamé, debía aprovechar esta tarde en que tendría tiempo y tranquilidad para que tú y yo echáramos otra partida a nuestro juego particular.
-Yo también he estado así-le dije-Pero anoche recibí ayuda.
-¿De tu hermano?
-Sí. Y está mañana otra vez.
-Guau. Qué morboso, tía.
-No lo sabes bien.
-¿Y qué tal?
-Lo hace muy bien, pese a que no tiene mucha experiencia.
-¡Oh!
-¿Quieres que juguemos con él?
-Así que para eso lo has traído, ¿eh?
-Pensé que podría ser buena idea que nos divirtiéramos los tres. Aunque a él no se lo he dicho.
-Suena bien.
-¿Tienes aquí las cosas de nuestros juegos?
-Sí.
-Prepáralas, ponlas en una bolsa y llévala a la piscina, tengo una idea.
-De acuerdo, de paso me cambiaré en mi cuarto.
En ese momento se abrió la puerta del baño y volvió mi hermano, en bañador y con la ropa en la mano.
-¿Dónde puedo dejar esto?-preguntó.
-Ahí mismo-le señalé el taburete en que yo había dejado la mía.
-Esperadme aquí mientras voy a cambiarme-dijo entonces Raquel.
Quedamos los dos solos en la cocina.
-Estás un poco nervioso, ¿eh?-le dije poco después.
-Sí-contestó.
-Pues relájate, lo vamos a pasar muy bien.
-Lo intento-dijo.
-Ella es una buena amiga mía, así que intenta ser un poco amable, ¿vale?
-Sí.
-¿Tienes sed?
-No.
Me quedé mirándolo un rato, pensando si podría imaginarse lo que yo estaba planeando. Pero cuando fui a decirle algo más, Raquel volvió, llevando ya un bikini que dejaba poco a la imaginación y una gran bolsa en la mano, en que nos dijo que llevaba toallas, crema para el sol y otras cosas. Supuse que también llevaba en ella lo que le había pedido. Me fijé en mi hermano para ver si la visión de el cuerpo de ella le empezaba a despertar, pero si fue así lo disimuló muy bien. Él llevaba un bañador grande, que parecían unos pantalones cortos, así que tampoco pude notar si allí hubo reacción o no.
Fuimos entonces a la piscina, que estaba en un lado de la casa. Estaba hecha de obra y era más grande de lo que había pensando. Raquel fue la primera, yo la seguí. Bajamos por la escalerilla. ¡Dios! El agua, aunque el sol seguí en lo alto y hacia calor, estaba muy fría. Mi hermano fue el último.
-Está algo fría-comentó.
-¿Sólo algo?-bromeé.
Estuvimos un buen rato en el agua. La verdad es que era muy entretenido y cuando llevabas un poco de tiempo, el frío desaparecía. Se estaba muy bien. Entonces recordé lo que de verdad quería hacer y decidí empezar mi táctica.
Le hice un gesto a Raquel y nos salimos de la piscina. Entonces sacamos dos esteras, como si estuviéramos en la playa, y nos tumbamos, usando las toallas como almohadas, para apoyar las cabezas. .
-Hermanito, ven un momento-le llamé.
Él salió entonces y se dirigió a mi lado. Yo alcancé un bote de crema para el sol con la que ya nos habíamos echado antes y se lo tendí.
-Quiero tomar un poco más el sol, pero no arriesgarme a quemarme-le expliqué-Échame por la espalda-le pedí.
Me di la vuelta y quede boca abajo. Él hizo lo que le pedí. Noté la crema caer en mi espalda y luego sus manos esparcirla por todo ella, desde los omoplatos hasta el borde en que pierde su casto nombre. Como vi que el hilo del bikini le molestaba me lo desaté y así pudo hacerlo más fácilmente. Sus manos recorrían suavemente mi espalda, masajeándola. Le pedí que siguiera un raro, lo hacia muy bien y me encantaba.
Pero yo quería ir más allá, así que le dije:
-Ya que estás, échame también por delante-me di la vuelta y quede boca arriba.
Si le pareció raro, no lo mostró. Se limitó a echar un poco más de crema y a empezar a esparcirla por mi torso, subiendo hasta mis hombros. Estaba en eso cuando me quité la parte superior del bikini y quedaron mis pechos totalmente a la vista y a pocos centímetros de sus manos. Él las retiró, claramente estaba sorprendido y perplejo.
-He decidido hacer top less, hermanito-vi que Raquel se alzaba para mirarme. En principio algo sorprendida, pero captó mi juego-Bueno, Sandro, ¿me terminas de echar la crema o qué?
Él estaba claro que no se lo esperaba pero yo cogí una de sus manos y la acerqué a mis pechos. En eso, Raquel dijo:
-¿Sabes, Elena? He oído echando un poco de saliva antes la crema es más efectiva.
-¿Sí?-contesté, divertida por semejante ocurrencia-¿Lo has oído hermano? Vamos a probarlo.
Él no parecía dispuesto. Todo esto le estaba pillado desprevenido.
-Venga, hermanito-le insistí, llevando mi mano a su miembro para que supiera que hablaba en serio.
Entonces reacción, agachándose y empezando a lamer mi teta derecha. Primero succionó el pezón y luego siguió, bajando casi como en círculos por el “montículo”, lamiendo cada centímetro de piel. Con eso y con lo que planeaba hacer en mi mente yo ya estaba a cien. Poco después pasaba a hacer lo mismo con la izquierda.
-Ya está-se limitó a decir cuando se separó. Yo miré a Raquel, estaba claramente tan excitada como yo. En cuanto a Sandro, su miembro estaba cada vez más duro bajo mi mano.
-Pues creo que yo también pondré a mis amigas al sol, para quitar la fea marca del bikini-dijo Raquel retirándose también la parte superior-Y aquí no me había echado crema,…, necesitaría ayuda para no quemarme-dijo mirando a mi hermano.
-Vale-dijo éste poniéndose entre las dos e inclinándose ahora sobre ella.
Se agachó y se introdujo uno de los pezones de Raquel en su boca y luego todo lo que pudo de ese generoso y enorme pecho, lamiendo y succionando. Con la mano, todavía con crema en ellas, le acariciaba el vientre y vi como ella la llevaba hasta su entrepierna, haciendo que la metiera por debajo… Veía los dedos de mi hermano moverse bajo la tela mientras lamía sus tetas y ella gemía suavemente. Me dio envidia, así que me levanté y, poniéndome junto a él le cogí la otra mano y la puse sobre mi coñito tras quitarme el resto del bikini. Empezó a masturbarme de inmediato. Sus dedos, bien lubricados por la crema que todavía llevaba, recorrían el ya conocido camino y entraban con facilidad en mi interior. Yo miraba su otra mano, que debía estar haciendo otro tanto en la almejita de Raquel, la veía moverse bajo la tela.
-Hermanito-dije entonces-Pero veo que ahora eres tú quién puede quemarse.
-Es verdad-intervino Raquel.
Cogí el bote de crema y tras echarme en las manos, empecé a ponérsela por la espalda. Raquel, levantándose, hizo igual por el pecho. Las dos nos fuimos coordinando para ir bajando. Él se dejaba hacer y nosotras acariciamos todo su cuerpo con la excusa de la crema. Debía estar un poco nervioso, pero se dejó hacer.
Llegamos al bañador y, tras dirigirnos una mirada de lujuriosa complicidad, se lo bajamos. Él, a nuestra señal, levantó los píes para que pudiésemos quitárselo.
Mis manos no tardaron en introducirse entre sus nalgas y pronto tuve su agujerito en mi objetivo. Con la crema era sencillo y pronto le estaba metiendo un dedito con rápida agilidad. Raquel tampoco había tardado, aunque ella había pasado de la crema y ya se estaba metiendo toda la rica pollita de mi hermano en la boca. Mi hermano gemía suavemente mientras jugaba con las coletas de ella.
Yo decidí ser también breve y busqué en la bolsa de Raquel. Como esperaba, no tarde en encontrar lo que buscaba en uno de los compartimentos. Lo saque rápidamente, no quería que Sandro lo viese antes de tiempo, pero sí le di un toque a Raquel, que dejo un momento de chupar para mirar y sonrió morbosamente cuando lo vio en mi mano y adivinó mis intenciones.
Lubriqué con crema aquel consolador y lo dirigí al agujerito de mi hermano. Vibré de emoción, no se imaginaba lo que le esperaba. Raquel se apoyo con sus manos en las piernas de él para sujetarle. Él debía haber notado algo en su culito, pero no hizo nada. Y entonces, coloque la punta de aquel falso falo en la entrada y apreté.
Gracias al lubricante que había en el juguete y en el ano de mi hermano, se enterró en su interior con más facilidad que la que esperaba. Él, repentinamente dolorido, intento moverse, pero entre las dos se lo impedimos.
-Tranquilo, hermanito-le dije-Ahora duele, pero luego te gustara.
Él se quedó quieto, y yo estuve un rato, esperando que su culito se acostumbrara antes de empezar a mover el consolador en su interior mientras Raquel aceleraba en su mamada. Entonces cambiamos de lugar, y mientras era Raquel la que dirigía la cogida de mi hermanito yo pude volver a disfrutar del sabor de su pollita en mi boca. Estaba toda mojada de la saliva de Raquel, pero eso solamente le daba más morbo. Increíblemente la notaba cada vez más rígida en mi boca.
Entonces la note palpitar y me avisó de qué iba a terminar. Yo llamé a Raquel y la hice volver a ponerse frente a mi hermanito y meterse su pene en la boca. Yo le sujete la cabeza para que no pudiera moverla. No es que fuera a hacerlo, pero eso me daba mucho morbo. Por el placentero suspiro de mi hermano supe que se estaba corriendo, y por la cara de ella, que lo estaba recibiendo calentito en la boca, tragando todo lo que podía. Lo hubiera querido yo, pero pensé que le debía a Raquel al menos el probarla. Me reí pensando en esa idea. Cuando ella se apartó, la pollita de mi hermanito estaba limpia. Ella se acercó a mí y, echándome la cabeza para atrás, se puso sobre mí y me besó. Al hacerlo, con su lengua entró en mi boca la leche de mi hermano. Me la fue dando hasta que me la tragué.
Me hizo tumbarme en una estera y me retiro las braguitas del bikini. Entonces vi que en su mano tenía el consolador que habíamos usado con mi hermano. Ella se agachó y empezó a lamer mi coñito, recorriendo con lengua mis labios y presionando con sus dedos en mi monte de Venus antes de ir metiéndolos en mi conchita. Y vi que mi hermano se ponía detrás de ella y le retiraba también el resto del bikini. Ella se dejo hacer y él se metió bajo ella, entre sus piernas. Ella bajó un poco su culito, no necesitaba verlo para saber que estaba poniendo su coñito al alcance de la boquita de mi hermanito. No iba a salir defraudada.
Pero yo tenía otras cosas en que pensar. Raquel no esperó mucho más antes de dirigir el consolador dentro de mi coñito. Sentí mis carnes abrirse ante aquella gran polla de goma y un escalofrío de placer me recorrió por entero. El morbo de la situación me podía y estaba totalmente húmeda. Ella lo vio y la metió entera de una vez, empezando a cogerme con fuerza al poco tiempo. Yo gemía y le pedía más y más. En un momento dado ella iba a responder cuando sus palabras fueron ahogadas por un pequeño grito. No tarde en entender que había llegado al orgasmo y que su coñito estaba lanzando sus jugos en la boquita de Sandro.
-Joder-dijo jadeando-Has enseñado bien a tu hermanito-me dijo.
-No-la corregí-Es talento natural-le expliqué con una sonrisa.
Entonces la hice levantarse y tumbarse en la otra estera. Yo busqué en la bolsa y saqué otro juguete, uno consolador de dos puntas. Me tumbe al lado de ella y me introduje una en mi coñito, ella entonces se puso encima y se metió la otra en el suyo, empezando entonces las dos a movernos para ser cogidas a la vez.
Mi hermanito estaba listo para más acción, y yo, sin más aspavientos, le dije:
-Sandro, el culito de Raquel te espera.
Ella fue a objetar algo, pero la silencié con un profundo beso con lengua, comiéndome su boca. Vi que mi hermano se ponía sobre ella, se colocaba y… Pude ver perfectamente en la expresión de mi amiga cuando el miembro de mi hermano entró de llenó hasta sus intestinos. Por otro lado, el consolador de dos cabezas seguía poseyéndonos a las dos. Yo alcancé el primer juguete y, por petición mí, mi hermanito me lo introdujo en el culito. Ahora las dos éramos doblemente penetradas y nuestros gemidos se entremezclaban en el aire.
-Cambiemos de postura-pidió entonces Raquel.
Mi hermanito se salió de ella para que pudiera levantarse, y ella se dirigió a la bolsa. No sabía que buscaba, yo no había visto más juguetes, pero le vi coger y hacer algo. Se había puesto el primer consolador, ajustándolo con una correa.
-Entra en el coñito de tu hermana-le pidió a Sandro.
Él no lo dudó, se tumbó sobre mí y, mientras nos besábamos, me penetró. Ahora volvía a tener una de carne, calentita, entrando y saliendo de mí. Y entonces Raquel se puso sobre Sandro… ¡Ah! Pensaba cogerle… La idea me gustó. Ella le penetraría mientras él me la metía a mí. En su rostro se reflejó el momento en que aquella falsa polla le entró de nuevo y lo noté en su palpitante miembro, que seguía en mi interior. Estuvimos un rato en esa posición.
Luego Raquel nos pidió que nos cambiásemos de sitio de forma que mi hermanito quedo debajo de mí. Y fue en esta ocasión mi ano el que conoció de nuevo el juguete de mi amiga. En ese momento me deshice de placer un tremendo orgasmo. ¡Oh! Ya no gemía, había estado gritando, poseída por ambas vergas. Era mejor que otros muchos que había tenido.
Raquel salió de mi interior y me puso el coñito en la boca, por lo que empecé a devorarlo con afán, como si fuera un sediento que probara el agua tras gran carencia. Gustaba el sabor de su conejito y mi lengua recorría los pliegues de su vagina. Ella cogió el vibrador y me lo dio. Se lo introduje y, estaba tan caliente, que no tardo en acabar.
Y mi hermano tampoco aguantó mucho más. La sacó de mi coñito, avisando de que iba a terminar. Raquel me hizo dar la vuelta para quedar sobre mi hermano pero como en un 69 y me empujó la cabeza para que me la metiera en la boca. Era lo que yo había hecho antes…
La venida de mi hermano no se hizo esperar y pronto me estuvo llenando la boca. Yo la esperaba totalmente ansiosa y sentí aquella gelatinosa sustancia brotando de su punta y alcanzando mi garganta en los primeros momentos. Yo seguí chupando, sintiendo como perdía tamaño la polla de mi hermano, hasta dejarla limpia.
Raquel me hizo alzarme y me besó en la boca, reclamando con su lengua el botín que yo llevaba. Lo compartí con ella, pero no quise dárselo todo…
-Sí que es buena esta crema-comentó ella una vez que nos lo tragamos todos.