Cuidando a la tía Chofi

Una inválida madura de buenas carnes reinicia su intensa vida sexual de la mano, mejor dicho del miembro, del sobrino que la cuida.

Cuidando a la tía Chofi

I

La tarde de aquel sábado yo leía el diario deportivo para enterarme de los avances de mi equipo favorito. Junto a mi, en su silla de ruedas la tía Chofi sigue atenta, en la televisión, los pormenores de un programa de concursos, en eso su voz me saca de las páginas de papel:

--"Oye mijito, ya es hora de mis ejercicios, me vas a ayudar, ¿verdad?, luego me quiero dormir, así que si no es molestia..., y me traes una taza de té cuando terminemos, ¿sí hijito?".

--"Claro tía, ahora te ayudo".

--"Perdona por ser tan fregona, pero así como estoy no puedo hacer nada o casi nada, ya ves hasta para hacer del baño me tienes que llevar, no se cómo el pendejo de tu tío se fue a estrellar contra ese árbol, por eso se murió, por pendejo, y por su culpa estoy como estoy, perdona hijito por molestarte tanto".

--"No tía Chofi, no es ninguna molestia, le ayudo con gusto, lástima que sólo puedo venir los fines de semana, por el trabajo, ya sabe, y... ya deje en paz al tío, ya está muerto y juzgado por diosito, así que ya olvide eso, venga vamos a su recámara".

Voy empujando la silla de ruedas por el pasillo y la tía sigue llenando de improperios a su difunto marido: "¡cabrón!, ni siquiera se buscó una muerte decente, mira que ir a estampar el carro contra un árbol, es lo más pendejo que le puede pasar a alguien, y por su culpa estoy tullida, viejo tarugo, pendejo, hijo de su mal dormir", yo guardo silencio recordando al tío y su inmensa paciencia para soportar a Sofía.

No se, pero últimamente por extrañas razones siento una sensación muy particular al estar a solas con la tía, antes era diferente, hace años cuando estaba sana y podía caminar, el sinuoso balanceo de sus caderas despertaba furiosas erecciones que tenía que aplacar mediante constantes masturbaciones, utilizando para ello sus pantaletas sucias que olían a mujer, un aroma muy particular y muy intenso, a hembra.

Ahora, ella está inválida, pero a sus 47 años sigue estando apetecible, sobre todo igual de velluda, tal vez por ello me siento inquieto al hacerle sus ejercicios y masajes en sus piernas inmóviles, mis manos acarician sus muslos y pantorrillas gorditas y bien moldeadas, sobre todo las pantorrillas velluditas, lo mismo que la parte interna de sus piernas, ahí hay más vellos; le crecen mucho y son tan tersos, tan castaños y ensortijados, que... siento que el miembro se levanta.

Cuando entramos a su recámara un olor me llega a la nariz, huele a..., no se, pero es persistente ese olor, y resulta extraño, pues una mujer se encarga del aseo de la casa, en particular del cuarto de Chofi, pero ese olor ahí está, casi podría jurar que huele a mujer, a sexo de mujer, ¿por qué?, no lo se. Y mientras coloco en la cama a la tía caderona con cierto esfuerzo, la mujer pide otro favor más:

--"¿Sabes hijito?, mañana cuando me lleves a la ducha, quisiera que me ayudaras a depilarme las piernas, ya sabes, soy peluda hasta donde no, yo no puedo quitarme los pelos... ¿no te molesta?".

--"No tía, de ninguna manera".

--"Es que... me avergüenza todo esto, tú haciendo labores que debería hacer una vieja, una acompañante o una enfermera, pero ni hablar, apenas tengo para mis gastos, no podría pagarle a alguien, ¿si hijito, no te molesta?".

Y mientras froto con energía los muslos muertos y carnosos, utilizando para ello una crema suavizante, siento sobre mi la mirada curiosa de la señora, creo que ha descubierto mi erección que abulta el pantalón de mi pants deportivo, no hago caso, sigo masajeando sus piernas ricas, algo fofas tal vez, pero todavía más que apetecibles. Mis manos suben y bajan por sus muslos, hasta sus pantorrillas, mis dedos acariciando aquella carne blanca, con algunas venitas azules. Le abro un poco las piernas para abarcar más carne con los masajes y:

--"¡Ay hijo, no sabes cuanto bien me hacen los ejercicios!, siento muy bien, parece que por momentos mis piernas reaccionan, siento como pequeños calambres, como piquetitos, sigue, sigue".

He abierto las piernas de la inválida y como sin querer mis ojos buscan su entrepierna, tía Chofi mantiene cerrados los ojos, puedo fisgar a gusto, y si, miro goloso la comba de su sexo y por las orillas de su calzón mechones de rebeldes vellos escapan, me atrevo a pensar: "si tiíta chula si quieres te depilo hasta el conejo, ¡cómo no!", y siento que la erección parece romper mi pantalón.

Minutos después he terminado mi tarea, pero hay más qué hacer: "oye hijo, fíjate que este calzón me queda muy apretado, ¿me ayudas a quitármelo?, al cabo que mañana me toca baño, dormiré sólo con la bata puesta, ¿sí?".

Tembloroso y sin poder ocultar el bulto de mi verga ayudo a la tía a voltear su cuerpo, le alzó la bata con delicadeza y poco a poco mis manos bajan la prenda íntima, veo los glúteos carnosos, y en la juntura de la carne algunos vellitos escapan, en otras palabras Chofi es peluda hasta del culo, y siento una inesperada palpitación en el miembro y su voz: "déjame acostada de lado, aunque sea un rato, si me canso yo me acomodo boca arriba", y antes de colocarle la cobija vuelvo a mirar de soslayo su monumental par de nalgotas.

Cuando mis tareas han terminado, la tía ya está bajo las sábanas, ha tomado su té y sus medicamentos, le dejó la lámpara del buró encendida y la puerta entre abierta por si necesita algo me llame, le doy un beso en la frente y vuelvo a sentir su mirada en mi entre pierna, tía Chofi se ha percatado de mi excitación.

Cuando regreso a la sala siento que no puedo contener mi excitación, se me antoja hacerme una chaqueta, pensando... pensando en mi querida tía Chofi, y mientras siento palpitar mi verga se me ocurre una travesura: masturbarme junto a la puerta del cuarto de Sofía. Nervioso llego hasta la habitación, miro al interior y entre la penumbra veo el cuerpo de la tía acostada de lado, su grueso nalgatorio queda a la orilla de la cama, pregunto en voz baja: "tía Chofi, tía Chofi ¿no necesita nada más?", pero ella está silenciosa, dormida creo, mi excitación se desborda, con pasos sigilosos entro al cuarto apenas iluminado, me detengo junto a ella que duerme dándome la espalda, siento que todo mi cuerpo tiembla, y más cuando me bajó parcialmente el pantalón y libero mi verga.

Veo a aquella mujer inválida y con lentitud me acaricio el carajo, siento en mis dedos las viscosas babas que escapan por la cabeza de la pinga y con lentitud extrema me acaricio el miembro, mirando siempre a tía Chofi, más bien su gruesa espalda, no, más bien el abultado par de nalgas y es como una fuerza extraordinaria, no puedo contener el impulso de alzar las sábanas con una mano, mientras la otra sigue con el suave vaivén sobre el tronco caliente y duro. Hago algo más: levanto parcialmente la mullida bata de dormir y descubro el suculento par de nalgas perfectas, gruesas, firmes, con aquellos vellitos que asoman coquetos entre los mofletes y continúo masturbándome mirando la gloriosa desnudez de aquel trasero apetecible, cogible, mamable, y mi verga palpita anunciando mi eyaculación, trato de contenerme, quiero extender mi placer, pensando que sería glorioso salpicar las nalgas de la mujerona con mi leche.

Mi mano sigue acariciando suavemente el pito mientras le veo el culo a mi tía, pero es inútil, siento que la leche me llega, y suspiro, tiemblo, el placer delicioso se apodera de mi y contengo con mi mano los chorros de semen, trato de sofocar mis gemidos, con la otra alcanzo el calzón de la Chofi y con él rodeo mi verga que sigue palpitando, echando chorros de mocos.

Poco a poco el placer amaina, suspiro satisfecho, algunas gotas de semen caen sobre el tapete, me limpio el pito con los calzones de tía Chofi, mientras cubro su nalgatorio con las sábanas.

II

A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, trato de evadir la mirada de la tía, siento que pudo haberse percatado de mi inmoral acto, pero no, ella sonriente y platicadora: que durmió muy bien, que le gusta que venga a su casa para no sentirse sola y platicar de sus cosas, viejos recuerdos de su buena época, además ha recobrado el apetito y su mal genio parece amainar cuando yo estoy. No hay sirvienta que le aguante una semana, antes se van corriendo malhumoradas por los gritos y exigencias de Sofía.

Llega la hora del baño, y siento un nerviosismo especial, no he visto totalmente desnuda a la tía, pero he avanzado mucho: sus senos son carnosos y pesados, con grandes aureolas rosadas, por supuesto sus nalgas exquisitas, y este día le ayudaré a depilarse.

Como sea es una faena ayudar a Chofi con la ducha: hay que acomodar una tabla de madera sobre la tina; cargarla poco a poco para que quede sentada sobre la tabla; ayudarle a quitarse la ropa, cubriéndola con una gran toalla blanca, y luego abrir las llaves del agua y esperar que esta tome la temperatura justa, luego esperar tras la cortina de plástico a que ella termine y pasarle la toalla y la ropa que se pondrá. La tarea lleva más de una hora de esfuerzos, pero hoy habrá una buena compensación: depilar las piernas de la mujer.

Como sea al paso del tiempo hemos logrado crear cierta confianza, ella sabe que voy a ayudarla con gusto y se siente complacida, sobre todo porque soporto sus ataques neuróticos que a veces la asaltan, se siente inútil y eso la pone de mal humor. Eso pienso mientras Chofi se baña tras la cortina floreada, yo espero con la toalla a unos pasos, en eso voz me saca de meditación:

--"Ya terminé mijito, pásame la toalla y abre la cortina para que me ayudes a depilar, ¿sí?, me avergüenza que me veas casi desnuda, pero tengo confianza en tí, ¡eres tan buen hombre sobrino de mi vida!".

--"Si supieras que anoche me masturbé mirándote la nalgas tiíta querida", pienso.

Momentos después ya estoy dentro de la tina, frente a la tía, apoyo una de sus piernas en la orilla de la tina y paso el jabón por su muslo, de reojo miro al fondo, donde la mancha oscura de su pelambrera se asoma apenas, y mientras paso delicadamente la maquinita de rasurar por su carne tibia, la escucho:

--"Oye mijo, ¿no te enojas si te pregunto algo?, ¿no?".

--"No tía, a ver qué quieres saber".

--"Es que anoche, bueno ya son varias ocasiones, descubrí que estabas..., no se..., quizás un poco excitado... y no digas que no, porque te ví bien, ¿eh?, oye... ¿hace cuánto que no estás con una mujer?, digo... si me quieres decir, ¿tienes novia?, ¿verdad?".

--"¡Ay tía que cosas dices!, pues sí, a veces me pasa... ya sabes... pero si tengo novia, más bien una amiga, y... a veces... no siempre... lo hacemos, vamos a mi departamento y... ya".

--"¿Y cada cuánto?, dos tres veces a la semana".

--"¡No tía!, ¿cómo crees?, a veces una vez a la semana, no se puede seguido, ella no puede llegar noche a su casa, su familia la trae cortita, no se puede...", contesto mientras miro al fondo de su entrepierna, me parece percibir las carnosidades de su panocha y vuelvo a sentir que la pinga se pone dura, y la tía con sus cosas:

--"¡Con razón mijo!, no, tú tienes que fornicar más seguido, sobre todo que eres joven, los chicos de tu edad son insaciables... me acuerdo de tu tío... cuando éramos novios, lo hacíamos a todas horas y en todos los lugares posibles, el malvado me hizo una chica bien caliente, nomás pasaba un día sin verlo y andaba inquieta, toda caliente, por ello tus abuelitos se apuraron a casarme, que si no...", y su risa risueña, y yo depilándola fisgándole de paso la gorda pepa peluda, muy peluda, casi percibo las carnosidades expuestas de la gorda panochota --supongo que la tía se carga una panocha grandísima--, pues la tengo despatarrada, una pierna en cada orilla de la tina, pero ella sigue contando:

--"Ya de casada, no dejaba que tú tío se hiciera pendejo, ¡ah no!, me tenía que cumplir, cuando menos tres veces a la semana, ¿qué se creía?, me hizo calentona pues... que se fregara, ¡cómo no!, ¡a mí mis timbres!, nada de que vengo cansado, ¡no señor!, para eso me casé, ¿no?, pero a tí te noto inquieto, debes buscarte otra chica, un descansito para que no andes con las ganas y la pinga parada... ¡pobrecito!, es incómodo eso... ¿verdad?".

Me siento apenado y nervioso, más depilando los gruesos muslos de Chofi, pero "no, tía, ¿cómo crees?, me siento bien, pero ya sabes... a veces la cosa se pone dura", y su risa cantarina rebotando en las paredes del baño, minutos después ya hemos terminado, sus piernas lucen hermosas sin un sólo vello.

Mientras le paso su ropa escucho: "pues te he mirado medio calientito, pero ahí tu sabrás, ¿eh?, necesitas descargarte mijito, eso a veces hace daño, andar enlechado es malo para la salud, ¿eh?, hasta yo, así inválida y todo... algo tengo que hacer... ahora que el idiota de tu tío se murió y yo quedé en silla de ruedas, las malditas ganas no me dejan, ¿eh? Y perdona... pero tengo que hacerme la chaquetita, no seguido, pero sí alguna vez, no se por qué, pero así como estoy me siguen dando ganas, ¿tú crees?".

Pese a la sorpresa logro balbucear: "¿sí tiíta?, pues que bien que sientas esas ganas, no eres una mujer vieja, y que te excites significa que tal vez tu rehabilitación es posible, ¿no crees?", miro su ropa interior dentro del bote de la ropa, una pantaleta que se quitó hace días tiene una gruesa mancha amarillenta y varios pelos castaños y ensortijados.

---"Pues no se hijo, pero de que me caliento, me caliento".

Ya vestida la llevo a la sala tratando de ocultar mi erección, pero ella tiene otros planes:

--"¿Sabes hijo?, quisiera tomar una siesta, llévame a mi cuarto y acuéstame un ratito, pero no me dejes dormir mucho, nomás una siestesita rica y ya".

III

Cuando termino de acostarla descubro su mirada, fija en mi que me recorre con lentitud, de arriba a abajo, posándose en mi entrepierna y: "¿no te ofendes si te pregunto algo?".

Nervioso contesto: "nnnno tía, a ver qué quieres saber".

--"Es que estos días, alguna vez te miré ahí y se nota... algo crecido tu... miembro, ¿eres vergudo hijito?".

Siento que no hace falta contestarle, con lentitud me bajo el pantaloncillo deportivo que traigo y libero mi verga erecta, sus ojos sorprendidos se fijan en el miembro erecto que se balancea frente a ella, ambos guardamos silencio, su actitud hace que me acerque un poco más, parece invitarme, la ansiedad nos contagia y su mano se estira para agarrarme el miembro, sus dedos rodean el tronco, lo aprietan, lo estrujan, la mano sube y baja, pelando el glande que luce mojado y oloroso a hombre, sigue con sus meneos un poco más y exclama:

--"¡Ay hijo, mira nomás!, ¡qué palote te cargas!, tienes un miembro enorme hijito... y estás muy... caliente... debes descargar la lechita que tienes acumulada, ¿eh?, te puede hacer daño, a veces a los hombres les duelen los huevitos por la continencia... si quieres... te ayudo, ¿sí?" y sus ojos soñadores exigen mi aprobación.

--"¿Quieres tiíta?, ¿sí Chofi?, ¿me ayudarías?".

--"¡Claro hijito!, tu haz sido muy bueno conmigo estos días, lo menos que puedo hacer es compensarte con algo, pero nadie debe saber ¿eh?, mira ponme de lado en la orilla de la cama y te presto mis nalguitas para que termines, ¿quieres?".

Sus palabras suenan como algo celestial, incrédulo me quedo de una pieza cuando la tengo con las nalgas en la orilla de la cama, ella se alza poco a poco la bata y descubre el nalgatorio carnoso, le ayudo a bajarse el calzón de algodón con pequeños dibujos de flores, ella de reojo sigue mis evoluciones, "juega con tu pinga en mis pompis y cuando te venga echas la lechita en ellas, sentirás rico, ¡verás!".

Como hipnotizado deslizo suavemente la tranca entre los mofletes de su culo grandioso, la humedad de mi pito embarra el valle sonrosado de las nalgas, ella atenta se ofrece, deja que me la coja parcialmente, y mientras voy y vengo con mi verga entre sus nalgas Chofi suspira, gime, "sigue, sigue mijito siento rico... muy rico... tu palote ahí, hummm". Casi puedo sentir las rugosidades de su ano y más al fondo la aspereza de los pelos que cubren su raja, siento que no tardaré en echarle los mocos, Chofi acompasa mis lentas arremetidas con movimientos de sus nalgotas.

La tía Sofía sigue contagiándose de excitación, en cierto momento una de sus manos, la izquierda, pasa hacia atrás y se abre la nalga, miro extático el valle sonrosado y velludo, los pelos le crecen al rededor del culo estrellado, invitador, y más abajo veo perfectamente la pepa, los gordos labios de su sexo rodeados de pelos castaños y rebeldes. Siento que aquel paraíso se ofrece ante mi y pegó al fondo la verga suplicando: "¡ay tía querida!, quiero eso, quiero lo tuyo", y el glande lustroso y sensible separa las calientes carnosidades, amorosas, invitadoras, cálidas, Chofi sólo suspira agitada.

--"¡Ay hijito!, no quisiera que lo metieras, pero... siento... siento que... me calientas mucho, quiero, quisiera que... un poquito, mételo poquito, sólo la cabecita, ¿sí?", dice la inválida que recula, ofreciendo más su sexo a la cogida.

Y mi verga queda atrapada en su gloriosa abertura, la penetro, suavemente, el tronco es tragado por la funda carnosa y caliente que expele un fuerte aroma a mujer excitada.

--"¡Ay hijito!, ya... ya... me tienes bien cogida, hummm, si, si, más, quiero más".

Mis arremetidas hacen brincar la tersa piel de sus nalgotas, siento la eyaculación en la punta del miembro, pero me contengo con removerle el pito dentro de la vagina que parece succionarme, hasta que Chofi se viene de forma ruidosa, los "aaahhhhh, aaahhhh, si, si, ahhhh, más, querido mío, dame más" y su cuerpo que se contorsiona. Sobre el tronco percibo con exactitud las palpitaciones de la vagina que me sigue apretando.

Por momentos dejo que la inválida se reponga y con suavidad le saco la verga, las viscosidades olorosas escapan fuera de la pucha que se queda abierta, deforme, fea, pero excitante; ella sumisa de deja hacer, manteniendo abiertas sus nalgotas palpitantes, ni siquiera cuando le apunto la verga en el culo dice nada, sólo suspira muy quedo. En el glande siento las rugosidades de su ano apretado y presiono, primero poco a poco, el culo se mantiene cerrado, negándome el acceso, sigo apretando, sosteniendo la presión sobre el sonrosado y velludo culo y el "aahhhh!" marca el inicio de la enculada, Chofi gime suavemente pidiendo "poco a poco hijito que siento que me partes en dos, me duele la colita, mucho me duele, tiene tanto tiempo que no... por ahí, sigue pero poquito a poquito, suavemente mijito adorado, sí, ay, no, espera, no te muevas".

La tía tiene media verga clavada en el culo y me quedo quieto, sintiendo en el garrote la fiera presión del culo que se niega a dejarme el paso libre. Luego la tía expele el aire y siento que la dolorosa presión sobre mi tranca disminuye y avanzo un poco, le sigo metiendo la verga, deteniéndome a pausas como para darle descanso, luego aprieto más y el hoyo carnoso me deja entrar más, hasta que sus nalgas quedan pegadas a mi cuerpo. Entonces me empiezo a mover, suavemente, casi sin querer.

Mis ojos golosos se prenden de aquel rapto, cuando ataco el culo rosado la carne parece irse tras la tranca que la penetra, y cuando se la saco poco a poco, esa misma carne parece aferrarse al pito y salirse; Chofi sigue suspirando, gimiendo, diciendo en voz apenas perceptible: "¡ay mijito!, ¡qué culeada por dios!, sigue así, poco a poco, que me llevas a la gloria, siento que... me llegará el orgasmo así, de esta manera, sigue, sigue, no pares, más, sigue por dios, más, quiero más".

Y mis manos se apoderan de los globos carnosos y arremeto cada vez con mayor furia, ahora el culo está flojo, suave, bastante flexible, y voy y vengo, voy y vengo dentro de la mujerona inválida que se deja coger, el cuarto empieza a oler feo, huele a caca, y mi verga que entra y sale lustrosa del flexible ano sin pliegues, hasta que los gemidos de la tía se tornan grititos de placer y suspira hondo y suplica, y su cuerpo palpita sobre la cama que cruje, y le sigo metiendo el pitote al culo de tía Chofi, hasta que la venida me sorprende, parece que empiezo a venirme desde los pies, no, más bien desde la punta de los cabellos, o más bien desde el fondo de mi cuerpo, y me pego al gordo culo de la tía eyaculando deliciosamente, al unísono de la madura que gime y grita sus "aaahhhhhh, sí, sí, más, no pares, no pares nunca, sigue, sigue", y mi verga que le llena el intestino de mocos. Cuando por fin le caso la verga al culo de Chofi, el hoyo se cierra a pausas expeliendo semen y ruidos de pedos.

Un rato más tarde, luego de hacer labores de limpieza al culo de Chofi, arropo a mi sabrosa tía y dejo que duerma su siesta. Yo voy inmediatamente a bañarme para quitarme el olor a mujer cogida que se ha posesionado de mí.

Epílogo

Horas después mientras comíamos la tía estaba más contenta que nunca, dicharachera y contando chistes verdes, además de anécdotas de su difunto esposo.

--"Oye mijito, ¿estuvo rico el palito?, porque a mí... me dejaste bien llena, satisfecha... ¡ya me hacía falta una buena cogida por dios!, ¡verdad que sí estuvo bueno!"

--"Sí tía, fue delicioso, tienes una panochita bien rica y tu ano aprieta como si fuera de quinceañera, me sacaste toda la lechita".

--"Si hijito, todavía tengo buen culo, y si no te molesta... podrías darte tu vueltecita a media semana, digo, por las noches... digo... así no andas con la ganas y de paso me haces cositas ricas, ¿cómo ves?, ¿crees que se pueda?, pero oye... no te sientas comprometido con esta vieja inválida ¿eh?".

--"No, tiíta linda, voy a procurar venir entre semana y te hago tus masajes en las piernas y...".

--"¡Sí mijito!, me das una cogidita... a propósito... ¿te gusta el sexo oral?, porque a mi... ¡me encanta la mamada!". Su risa que se torna carcajada.

Por la noche, cuando ya había dejado a la tía en su camita y yo me iba a mi casa, iba como entre nubes, el deseo tanta veces acariciado se había hecho realidad, la fuente de mis primeras masturbaciones juveniles me había dejado disfrutar de sus encantos, y pese al trasiego recién pasado, mi verga tuvo una inesperada palpitación.

(Un saludo afectuoso a Rico López)

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