Cuidando a la sobrina.

Alejandra, una mujer transexual, se tiene que ocupar de cuidar por una semana de u sobrina Inmaculada. A partir de ahí, comenzará una turbulenta historia donde se revelarán secretos y deseos ocultos que cambiarán por siempre sus vidas.

Aviso: Este relato contiene escenas de sexo oon una persona transexual. Lo digo por si a alguien no le gusta esta tematica. Se que podría haberla metido en la otra categoría, pero me h decantado por esta, ya que considero darle mas peso al amor filial qu a otra cosa.

Alex estaba terminando de tomarse el café mientras recogía el abrigo para salir a la calle. Eran las ocho y cuarto de la mañana y tenía que llegar lo más rápido posible al estudio para abrirlo a tiempo. Si no, Almudena, su jefa, volvería a cabrearse. La mujer de pelo largo rubio con puntas rojas dejó la taza encima de la mesa del pequeño salón y se puso la prenda. Tras esto, salió del piso y cerró la puerta, colocándose bien la pequeña cartera que colgaba de su hombro. Acto seguido, puso rumbo al ascensor para tomarlo y bajar.

Mientras descendía dentro del habitáculo de metal, el móvil comenzó a sonar y vibrar con estridencia. Algo molesta, Alex no tuvo más remedio que cogerlo y al mirar la pantallita, vio que era su hermana mayor Teresa. Al tiempo que el ascensor se detenía, decidió contestar.

—¿¡Que pasa hermana?! —dijo con tono alegre, aunque algo aireado, mientras cruzaba el pasillo para llegar al portal.

—Hola Alejandra, ¿te pillo en mal momento? —Alejandra. Odiaba que la llamase de esa manera.

—Estoy a punto de coger el coche para ir a trabajar —le respondió mientras abría la puerta—. ¿Qué es lo que quieres? Dímelo rápido.

Comenzó a caminar por la calle, en dirección al aparcamiento subterráneo, donde estaba su coche. Tendría que sacarlo de allí y pagar el dichoso ticket, a pesar de ser residente de la zona. Tenía que hablar con la comunidad para que lo pusieran gratuito de una maldita vez.

—Tranquila, no te aceleres —intentó calmarla su hermana—. Seré breve.

—Pues empieza —dijo Alex mientras bajaba las escaleras hacia los aparcamientos subterráneos. Su coche estaba en el tercer nivel.

—Verás, la madre de Ignacio está muy enferma —Ignacio era el marido de Teresa. Llevaban casados desde hacía 18 años y tan felices que iban a seguir—. Parece que es muy grave lo que tiene y lo más probable es que Ignacio vaya a ir a la otra provincia para verla. Y yo tendré que acompañarle.

—¿Y qué tengo que ver yo en todo este asunto? —preguntó la mujer mientras buscaba su coche con un poquito de desesperación.

—La cosa es que podríamos estar una semana fuera y necesito que alguien se quede cuidando de la niña.

La “niña” era la hija de Teresa e Ignacio, su sobrina Inmaculada. Aunque de niña tenía ya poco. Acababa de cumplir los 18 años y, por su apariencia, podría pasar por una de más de 20.

—¿Pretendes que ejerza de niñera en el tiempo que vosotros estéis ausentes? —inquirió desconfiada Alex mientras sacaba las llaves y abría con ellas el coche.

Su hermana suspiró un poco. Comprendía que lo que le estaba pidiendo era algo complicado. La vida de Alex ya era bastante ajetreada con su trabajo como diseñadora gráfica. No es solo que pasase horas trabajando en diseñar logotipos y dibujos para empresas, asociaciones, ONGs y hasta equipos de futbol, sino que su jefa era de las que daban mucha caña y ponía pegas a todo. La tenía quemada.

—Sé que estás muy liada— le dijo—. Pero me encantaría que se quedase en tu piso. De verdad, no quiero que pierda sus clases.

Alex ya estaba metida en su coche y se preparaba para salir en dirección al trabajo. Tenía la llave en el contacto cuando no tuvo más remedio que pararse a pensar en lo que su hermana le pedía. Al final, no tuvo más remedio.

—Está bien —cedió resignada—. Me ocuparé de Inma en esto días.

—¡Gracias Alejandra! —exclamó muy complacida Teresa—. En serio, nos salvas de un gran apuro a mí y a Ignacio. Ven a la estación de tren a eso de las siete y media y te llevas a la niña de allí. De verdad, no sabes cómo te lo agradezco.

—No temas. Te lo tendré muy en cuenta —Se notaba que Alex quería cobrarse ese favor más adelante por como lo decía—. Y por cierto, no me llames más Alejandra. Alex suena mejor.

—Como quieras, pero después de tanta lucha, me sorprende que quieras que te llamemos de esa manera.

—Me he acostumbrado —comentó la chica un poco melancólica.

—Vale, te dejo. Seguro que ya se te ha hecho tarde.

—Ya sí. Chao.

—Lo mismo. Y gracias, de verdad.

Colgó tras terminar la conversación y puso el coche en marcha. En nada, salió del parking subterráneo y puso rumbo al estudio, que no se hallaba demasiado lejos, pero con los atascos normales de la mañana y la búsqueda de aparcamiento, se le iba a hacer eterna la llegada.

Alejandra. Alex. No siempre se llamó así. En otro tiempo, su verdadero nombre era Alejandro y no por un capricho tonto de sus padres o porque en la partida de nacimiento se confundieran de sexo. No, era porque ella en su juventud fue un chico. Pero, a diferencia de los chicos de su edad, ella se sentía diferente. No le gustaba su aspecto. Detestaba ver su pene y prefería vestir con ropa diferente a la que llevaría un niño, además de que le encantaba dejarse el pelo largo. En suma, sentía que se hallaba en el cuerpo que no le correspondió al nacer. De esto se enteró su familia, aunque a diferencia de otros, que la habrían denigrado y castigado por ello, sus padres y hermana no dudaron en apoyarla. De esa manera, en plena adolescencia, Alex se sometió a terapias hormonales y algunas operaciones para ir pareciéndose cada vez más a una mujer. Los médicos les dijeron que al estar en plena etapa de crecimiento, el impacto en el cambio corporal no sería tan grave y se llevaría a cabo de forma más natural, haciendo que Alex pareciese más femenina que masculina con el paso del tiempo. Y así, fue. Cada vez se parecía más a una mujer, conforme la terapia y las distintas operaciones fueron realizándose. Y de ese modo, al llegar a los 18 años, Alejandro dio paso a Alejandra, aunque ella prefirió Alex. No resultaba tan brusco para sus conocidos. Pese a esto, todavía había un pequeño detalle por resolver. No se había operado sus genitales y a los 32 años, Alex aún tenía pene. La operación era muy cara y sus padres no tuvieron suficiente dinero para pagársela. Luego, ella quiso hacerlo por su cuenta, pero tras sacarse la carrera de artista gráfica, fue pasando del tema, yéndose a vivir por separado y buscando trabajo en lo que había estudiado. Al final, no le dio tanta importancia a tener polla. Se sentía mujer. La única diferencia con las otras, era que ella podía mear de pie.

Llegó al trabajo a tiempo para ser ella quien se ocupase de abrir el estudio. De ese modo, se libró de una buena bronca por parte su jefa. Tras pasar toda la mañana atendiendo llamadas y diseñando un logotipo para una asociación de niños sordomudos, Alex volvió a casa para almorzar y luego, regresar deprisa y corriendo al trabajo. Permaneció allí hasta que se hicieron las siete. Entonces, le dijo a Almudena que iba a recoger a su sobrina y esta le permitió irse media hora antes, con la condición de que otro día tendría que echar horas extra. Un poco frustrada, aceptó lo que le dijo.

En nada, se puso en la estación de tren, que se hallaba a las afueras de la ciudad. Para cuando llegó, su hermana le había llamado ya dos veces y mandado tres mensajes. Supo que ya estaban a punto de embarcar, así que fue donde le indicó. Una vez allí, se encontró con la familia reunida, dándose el adiós puntual antes de que los padres partiesen. Al acercarse, Teresa no tardó en verla y saludarla.

—¡Menos mal que ya has llegado! —exclamó la mujer antes de abrazarla y darle un par de besos—. Creía que tendríamos que dejarla aquí esperando.

—Descuida, aquí me tienes—  le respondió ella sonriente.

Luego, saludó a Ignacio, al cual le preguntó cómo estaba su madre. El hombre le contestó que grave y ella le dio ánimos. Luego, miró a su sobrina, quien traía cara de pocos amigos. Por lo que veía, la muchacha no estaba muy contenta con el panorama que veía. Eso no le daba muy buena espina.

—¿Qué Inma? —preguntó divertida, aunque por lo que veía, su sobrina no tenía demasiada intención de animarse—. ¿Cómo estamos?

Miró a su tía con sus brillantes ojos grises y se acicaló un poco su liso pelo castaño claro, recogido en una larga y sinuosa coleta. La chica tenía un cuerpo delgado y esbelto que le confería un porte ciertamente altivo. Llevaba un vestido verde, cubierto con una chaqueta verde y sus piernas estaban ocultas bajo unos leggins negros. Calzaba unos zapatos marrones claros, muy parecidos a zapatillas de ballet. En suma, portaba un conjunto que denotaba lo bonita que era. Claro que su simpatía no resaltaba tanto, ya no contestó a la pregunta que Alex acababa de hacerle.

—¿No le dices nada a tu tía o qué? —dijo disgustada su madre—. ¡Acaba de preguntarte que como estas!

Inma lanzó una mirada de furia a su madre. Estaba claro que la chica no se hallaba contenta con el destino que sus padres habían decidido para ella. Y esa mirada asesina no tardó en abalanzarse sobre Alex, quien se sintió un poco intimidada ante la reverberante ira que descansaba en la joven.

—Yo no tengo nada que decirle a esta —fue lo único que respondió antes de alejarse de ellos.

Alex se volvió a su hermana y la miró llena de preocupación.

—¿Pero qué mosca le ha picado? —preguntó sorprendida.

—Déjala, es que está cabreada porque no hemos querido que se quedase sola en casa —contestó de forma directa Teresa—. Dice que ya es mayor de edad, pero yo no me fio ni un pelo. En fin, ya se le pasará.

—Sí, pero hasta que eso suceda, seré yo quien lidie con la jovencita furiosa.

Vieron que la chica se despedía de su padre y lo mismo decidió hacer Alex. Abrazó a su hermana y lo mismo hizo con su cuñado. Contempló como los dos subían al tren y acto seguido, se volvió a su sobrina, quien estaba con la mirada perdida. Se acercó a ella y juntas, observaron cómo partía el tren. Tras esto, la mujer decidió que ellas también tenían que irse.

Arrastraron con el equipaje de Inma hasta llegar al coche y una vez allí, Alex abrió el maletero.

—Mete tus cosas dentro —le dijo—. Yo voy a poner el coche en marcha.

La chica se quedó allí, mirándola con poco ánimo. Se dijo que le esperaba una buena con esta niña.

—Vamos mujer, ¡no pongas esa cara tan larga! —comentó ella en una intentona de animar las cosas—. Lo pasaremos en grande, como cuando eras pequeñita.

Inma no mostró un entusiasmo especialmente agradable por lo que acababa de decir. Rezongona, cogió el equipaje y lo metió en el maletero, tras lo cual, bajó el capó con bastante fuerza. Luego, se dirigió a la parte delantera y abrió la puerta para colocarse en el asiento del copiloto. Alex ya había puesto en marcha el vehículo cuando de repente, Inma habló:

—¡No puedo creer que mi madre me haya dejado aquí contigo! —Su voz sonaba afligida y molesta—. ¡Mi puñetera tía travesti!

Cuando escuchó aquello, se volvió hacia la chica y sin dudarlo, le arreó un puñetazo en el hombro.

—¡Agh! —gritó al sentir el seco golpe—. ¿¡Pero qué haces?!

La sobrina se contrajo un poco atemorizada al toparse con la mirada asesina de su tía. Se notaba que estaba cabreada.

—Dos cosas —dijo con profunda voz—. Primero, no soy una travesti. Soy una mujer o en todo caso, transexual. Dos, si tienes planeado joderme toda la semana, te dejo aquí tirada en la estación, ¿sabes?

Aunque algo intimidada por lo ocurrido, Inma no dudó en encararse con la mujer.

—¡Pues déjame aquí! —le espetó desafiante—. Prefiero quedarme aquí sola que irme a vivir a tu asqueroso piso.

Alex no pudo evitar sonreír ante la osadía que demostraba su sobrina. Había que reconocerlo, la chica tenía un buen par de ovarios como su madre, pero a diferencia de ella, la joven era una caprichosa remilgada.

—Lamentablemente, no puedo hacer eso —le dijo al instante—. Si te abandono aquí y tu madre se entera, me las tendré que ver con ella. Y créeme, mi hermana es cien mil veces peor que tú.

—¡Pues qué bien! —ironizó Inma—. Tendré que aguantarte por una semana.

—Lo mismo digo yo. No voy a librarme de ti ni queriendo.

Tras decir esto, la muchacha se arrebujó en el asiento, cruzando sus brazos y poniendo un claro gesto de disgusto en su cara. Alex puso el coche en marcha y salieron de allí. Durante el resto del trayecto, sobrina y tía no intercambiaron ni una palabra. Alguna que otra vez, miró a Inma para ver qué estaba haciendo, pero la chica tan solo se limitaba más que a ver por la ventana. Quiso en un par de ocasiones hablar, aunque concluyó que no sería muy apropiado, porque podrían volver a pelearse. Y ella iba conduciendo.

Antes las cosas no eran así. Ella era la “tita Alex”, la querida de su sobrinita. Inma nació cuando ella estaba en pleno proceso de cambio de cuerpo y tenerla a su lado la animó muchísimo. Sus padres la tuvieron sin previo aviso. Deseaban tener hijos, pero más adelante, cuando acabasen sus carreras, tuvieran trabajo y casa. Pero la inesperada llegada de la niñita puso todo patas arriba. Afortunadamente, los padres de Alex y ella misma se ofrecieron para cuidar del infante. Fue una etapa muy feliz para ella, ya que se trató de un fuerte apoyo. En el instituto, nadie la dejaba en paz y sufrió humillaciones por parte de todos, tan solo por ser diferente. Eso le acarreó una fuerte depresión que la llevó al borde del suicidio. Pero la llegada de la pequeña Inma lo cambió todo. Desde ese día, no tuvo miedo a nada ni nadie y sacó fuerzas para seguir adelante y ser quien deseaba ser. Sin embargo, ya no quedaba ni rastro de esos bonitos tiempos. Su sobrina había crecido y todo el aprecio y amor que pudiera tenerle, se habían esfumado.

Llegaron al piso y Alex llevó a su sobrina hasta el dormitorio para que dejase sus cosas.

—¿Cómo es que hay dos dormitorios? —preguntó la chica mientras dejaba las maletas por ahí.

—Vivía con una compañera de la universidad hasta que ella se marchó con su novio —le explicó.

—Ya veo.

Tras decir esto, la chica comenzó a abrir las maletas y sacar todo lo que llevaba dentro.

—Bien, guarda tu ropa en el armario y los cajones —le indicó Alex—. Yo voy a ir preparando la cena, ¿entendido?

—Sí, no seas tan pesada.

Se la quedó mirando, no muy contenta con la respuesta que le había dado, pero decidió calmarse. Más le valía tener paciencia si quería sobrevivir a esa semana con ella.

Una vez Inmaculada terminó de colocar cada prenda en su sitio, fue a la cocina, donde su tía ya había preparado la cena. En la mesa, había dos platos repletos de ensalada. Tomate y lechuga salteados con algo de cebolla y pepino, además de atún. La chica no se mostró muy agradada ante lo que veía.

—Bueno, pues ya te puedes poner y cenar— le dijo Alex antes de echarle un buen chorro de aceite de oliva a cada plato.

—¿Esto es lo que vamos a comer? —señaló la chica dudosa.

—Sí, ¿qué pasa? —Alex se olía lo peor—. ¿Es que no te gusta?

La chica puso una cara de asco que resultaba cómica, aunque a la mujer no le hiciese ni pizca de gracia.

—Joder, no —respondió tajante su sobrina—. ¿Es que no hay otra cosa?

—¿Cómo qué? —preguntó intrigada la tía.

—No sé, pizza o algo de comida china— enumeró Inma—. Esa está muy rica.

—Sí, comida deliciosa y muy perjudicial para tu salud —esgrimió ella con clara desaprobación—. Esto es lo que hay. Si no lo quieres, te aguantas.

Suspirando, Inmaculada se sentó frente a la mesa y empezó a comer. O más bien, a trastear con el tenedor. Alex observó como la chica jugueteaba con el cubierto, escarbando entre la verdura, como si fuese a encontrar algo importante en ella. Al final, se comió unas cuantas rodajas de tomate y el atún pero todo lo demás lo dejó.

—Bueno, yo ya he acabado —anunció como si se sintiese por fin libre—. Me largo al cuarto.

Se levantó, lista para marcharse, cuando su tía la detuvo.

—Espera un momento.

Inmaculada se volvió con pocos ánimos y miró a Alex con bastante molestia.

—¿Qué pasa ahora?— preguntó, harta ya de todo.

—El plato, el tenedor y tu vaso —señaló la mujer—. Te los llevas de la mesa y al fregadero.

—Vale —dijo mientras emitía varios suspiros de disgusto.

Dejó todo en el fregadero, tal como Alex le había ordenado, pero cuando su tía miró, se volvió a ella enfadada.

—Inma, ¡podrías haber echado al menos lo que ha sobrado en otro plato! —se lamentó la mujer—. ¡Mira como lo has puesto todo!

—Da igual —replicó ella—. Y ahora déjame, quiero irme a la habitación y utilizar mi portátil.

La chica estaba a punto de desaparecer por el pasillo cuando su tía volvió a llamarla. Inma se notaba ya desesperada, ansiosa por que la dejara tranquila de una vez.

—¿Adónde vas? —preguntó Alex autoritaria.

—A mi cuarto, te lo acabo de decir —Estaba claro que la chica iba a perder los estribos en cualquier momento.

—De eso nada, ve al baño y dúchate.

—¿¡Para qué?! —Inma quedó estupefacta.

—Para que estés limpia para mañana. Tenemos que irnos temprano para dejarte en clases.

—¿A qué hora pretendes que me levante?

—A las siete de la mañana.

Escuchar eso casi hizo que Inma perdiese el equilibrio. La chica no podía creer lo que su tía acababa de decirle.

—Pero, ¿por qué tan pronto? —Parecía incapaz de asimilar lo que acababa de escuchar.

—Bonita, tu instituto está en la otra punta de la ciudad y yo tengo que ir temprano a mi trabajo. Tendremos que salir de aquí a las siete y media como mínimo para dejarte a las ocho.

—¿¡Me vas a dejar a las ocho en el insti?!

—Me temo que sí.

Inma estaba a punto de enloquecer. Eso a Alex no sabía si le divertía o preocupaba. Lo cierto era que disfrutaba poniendo en su sitio a la muchachita, pero sabía que demasiada presión podía hacer que estallase y no era plan de estar peleando todos los días. Bastante tenía ya con el trabajo.

—Venga, a la ducha. No pierdas más tiempo —le ordenó con claridad.

Refunfuñando, Inma se fue por el pasillo a su cuarto para recoger su pijama. Pudo escuchar entre aquellos lamentos algo parecido a travesti aunque prefirió ignorarlo. No le apetecía lastimarse los nudillos dándole de nuevo otro puñetazo en el hombro.


A la mañana siguiente, Alex se tuvo que levantar más temprano de lo normal. No le quedaba más remedio, pues tendría que dejar a su sobrina en el instituto e iba a ser un viaje bien largo. Mientras se aseaba y vestía, se preguntaba cómo es que su hermana no dejaba a su propia hija irse en bus. Ya no era una niña y resultaba más cómodo que estar acercándola. Si por ella fuera, no dudaría en hacerlo, pero no tenía dinero que prestarle para pagar el viaje y sabía que de dejarla sola, la liaría, así que mejor se aguantaba y la llevaba ella misma a clases.

Fue al baño y peinó su largo pelo rubio, que estaba alborotado y enredado de dormir. En otro tiempo, este pelo era corto y castaño claro, del mismo color que el de su hermana y sobrina, pero cuando empezó a someterse a la terapia hormonal, decidió teñírselo. No le gustaba ese color. Con ayuda de un cepillo, fue atusándoselo hasta que logró dejarlo más ordenado. Ella lo tenía muy liso, así que no le costaba dejárselo bien. Tanto Teresa como Inma lo tenían más enredado, de ahí que les costase más trabajo arreglárselo. Una vez terminó, sonrió frente al reflejo de ella misma. Se veía preciosa, eso se decía cada mañana.

Tras esto, fue a la cocina y puso la cafetera para preparar el café que iba a tomar para terminar de espabilarse. Pensó en calentar unas rebanadas de pan en el hornillo, pero viendo la hora que era, mejor se reservaba esto para el desayuno a media mañana. En el bar que había justo enfrente del estudio, ponían unos cherigans de atún deliciosos. Mientras terminaba de prepararse la taza de leche y la puso a calentar en el microondas, Alex se dio cuenta de que su sobrina aún no había despertado. Resignada ante esto, no tuvo más remedio que ser ella quien la levantase. Se acercó hasta la puerta y tocó. Viendo que no recibía respuesta alguna, se vio en la obligación de hacer más ruido.

—Inma, ¡despierta de una vez! —dijo con fuerza mientras aporreaba la puerta—. Vas a llegar tarde al instituto.

De nuevo, silencio. Decidió insistir más.

—Inma,¡quieres levantarte!

El grito, más fuerte, y los continuos golpes hicieron que la chica se levantase. Primero escuchó varios soplidos y luego, varias palabras malsonante al tiempo que el sonido de las mantas revolviéndose. Frustrada por la pasividad de la chica, decidió entrar.

—¿¡Pero qué haces?! —gritó Inma al tiempo que su tía encendía la luz.

—Despertarte —respondió ella mientras veía a su sobrina aun metida en la cama.

Con fuerza, tiró de las sabanas y destapó a la chica, quien no dudó en quejarse con vehemencia. La hizo levantarse tirando de su brazo y ya puesta de pie, se mostró muy enfadada con ella. Ya estaba a punto de saltarle, pero Alex no tardó en responderle.

—Aséate deprisa —ordenó con autoridad—. Te dejo aquí la ropa y vas a la cocina. Tomate un vaso de leche rápido y coge un bollo o lo que pilles del armarito para tomártelo por el camino.

—Eres una puta imbécil —le espetó Inma sin dudar.

Estuvo a poco de cruzarle la cara pero con las prisas, poco tiempo tenía.

Mientras la “niña”, porque no había mejor apelativo con la que definirla, se marchó al baño, Alex sacó del armario unos pantalones vaqueros y una camiseta para que se la pusiera. Los zapatos y la chaqueta estaban ya fuera. Regresó a la cocina para terminarse el café que acababa de servirse y no tardó su sobrina en aparecer. La muchacha ya estaba vestida y bien peinada, mostrando un mejor aspecto que cuando acababa de levantarse. No pudo evitar mirarla con mucho interés. Inma tenía una bonita y estilizada figura que la mostraba como una joven muy atractiva. Seguro que tenía que quitarse a los chicos de encima como a moscas. Una vez se terminó su vaso de leche, salieron deprisa y corriendo del piso para coger el coche e ir al instituto.

El camino estuvo algo ajetreado, pues ya había tráfico, pero Alex llegó antes de las ocho de la mañana, lo cual fue un alivio, pues iba con tiempo de sobra. Dejó a Inma frente a la puerta del instituto y ella se bajó. La chica no estaba muy contenta por estar allí tan temprano. Eso se denotaba por la entristecida expresión de su rostro. La compadecía un poco, pero debía de entender que era lo que había.

—Vendré a recogerte a eso de las dos —le informó a su sobrina—. Quiero que estés aquí en la puerta, esperando justo cuando llegue. He de volver a casa rápido para hacerme la comida e ir al tajo, así que no me hagas perder el tiempo.

Inma no dudó en gruñir en clara señal de hastío ante la recta actitud de su tía con respecto a ella.

—¡Qué pesada eres! —se quejó con vehemencia. A Alex no le gustó esto nada.

—A las dos aquí —dejó ella bien claro—. Como no te vea, no respondo de mis actos.

Tras decir esto, pisó el acelerador y salió de allí en un suspiro. Estaba llena de rabia. Aquella chica la ponía de los nervios. Era muy guapa y simpática, pero todo no era más que pura fachada. Su sobrina había dejado de ser aquella adorable niña para convertirse en una jovenzuela insoportable y maleducada. Lo peor, es que la iba a tener que soportar durante una semana, al menos. Desconocía si tendría la suficiente voluntad y empeño para sobrevivir durante todo ese periodo.

Ya en el trabajo, logró calmarse y pasó la mañana más tranquila. Almudena tenía varias reuniones y por eso, apenas la vio sin molestarla con su histrionismo. Además, Teresa la llamó. Durante un rato, hablaron. Su hermana le contó que el estado de la madre de Ignacio era grave, pero aun así, no perdían las esperanzas de que se recuperase, aunque su cuñado se notaba bastante triste. Alex, por su parte, no dudó en quejarse de su sobrina y le preguntó a su madre como podía haber cambiado tanto y a peor. Ella, resignada, lo único que pudo decirle es que así eran las jóvenes ahora y que no podía hacer otra cosa más que soportarla. Eso hizo ver a Alex que no le quedaba más remedio que aguantar como pudiese.

Tras la dura jornada de trabajo, Alex se preparó para ir a recoger a su sobrina. Almudena le llamó para decirle que no iba a acercarse por el estudio, así que decidió salir un poco antes para poder recoger a la chica. Sin tanto agobio, salió en su coche hacia el instituto. Llegó puntual a la puerta y cuál fue su sorpresa al ver que no estaba allí esperándola, pese a que ya había alumnos saliendo del interior. Decidió esperar, pues sabía que a lo mejor no había acabado su clase o estaría entretenida con alguna compañera. Pero el tiempo comenzó a pasar y la mujer empezó a desesperarse. La muchacha no aparecía por ninguna parte y eso estaba enfureciéndola cada vez más. Al fin, la vio venir, pero no saliendo de clase, sino de la calle contigua, acompañada por dos amigas.

Rabiosa, salió del vehículo y fue andando hasta donde estaba la chica. Esta, nada más verla venir, se asustó un poco, pero no dudó en mostrarse con seguridad, pues sabía lo que venía a continuación.

—Vaya, tita, ¡me alegro de que aparezcas! —exclamó ella con cierta sorpresa.

Su “tita”, en cambio, no le dijo nada. Tan solo se limitó a cogerla con fuerza del brazo izquierdo y tirar de ella. Al notar la brusquedad con la que la agarraba y empujaba, comenzó a revolverse.

—¿¡Pero se puede saber qué coño te pasa?! —gritó asustada mientras Alex la llevaba de vuelta al coche entre  forcejeos.

Sus amigas miraban la brusca escena sin saber que decir hasta que una decidió preguntar a Inma.

—Oye, ¿esta es tu tía? ¿La travesti esa de la que tanto nos hablas?

Alex se volvió hacia la chica y esta, al notar su enardecida mirada, se revolvió nerviosa. Luego, la mujer se dirigió a su sobrina y agarrándola de las manos, tiró de ella hacia el coche. Inma gritó varias veces, protestando porque le hacía daño y fue metida entre empellones en el vehículo. Tras esto, Alex también se introdujo dentro y lo puso en marcha, emitiendo el motor un fuerte rugido mientras comenzaba a andar.

El viaje de vuelta a casa fue bastante turbulento. Alex tuvo que frenar varias veces de lo rápida que iba. No era para menos, pues tenía un cabreo inmenso. Inma lo podía percibir a la perfección y por eso, evitó en la medida de lo posible hablar, no fuera su tía a estallar por eso.

Ya una vez aparcado el coche, se bajaron y pusieron rumbo al piso. El trayecto hasta allí fue en silencio. Ninguna de las dos llegó a cruzar mirada con la otra. Parecían querer evitarse, pero no porque se tuvieran miedo, sino por la vergüenza que habían pasado antes, o al menos, eso era lo que Inma deseaba creer. Sospechaba que su tía lo que le pasaba es que estaba enfadadísima con ella. Ya en el piso, decidió irse lo más rápido que pudiese a su cuarto para evitar cualquier enfrentamiento con la mujer. Pero fue tarde.

—Ven aquí ahora mismo —le dijo su tía mientras tiraba de su mochila, atrayéndola hacia ella.

—¡Suéltame! —gritó histérica Inma.

La muchacha se movió con beligerancia, quitándose la mochila de su espalda y tirándola al suelo. Su tía se acercó a ella, haciendo que retrocediese un poco. Se notaba muy intimidante.

—¿¡Se puede saber que cojones pasa contigo?! —preguntó muy molesta—. Si te dije que a las dos me esperases frente a la puerta del instituto, ¿¡por qué puñetas no lo hiciste?!

—¿Tú cómo coño te atreves a atacarme de esa manera frente a mis amigas? —le reprochó la chica enfada y humillada—. Me has hecho pasar una vergüenza tremenda.

—Oh, ¿en serio? —dijo Alex sarcástica—. ¿Te he hecho pasar un horrible momento frente a tus amiguitas? Pobrecita la niña, que debe estar muy triste por esto.

Inma parecía afectada y una mueca de dolor se enmarcó en su rostro. Con ganas de querer abalanzarse sobre su tía, la chica se tragó su orgullo y se dirigió a su cuarto, no deseando seguir con aquello. Pero Alex no pensaba dejar esto así. La agarró con fuerza del hombro y la obligó a darse la vuelta, haciendo que gritase histérica.

—¡Aún no he acabado contigo! —le dejó bien claro.

La chica apretó los dientes en una clara señal de ira y pudo notar sus ojos inyectados en sangre como los de un animal rabioso. Puede que su hermana le dejase pasar todo a la chica, pero ella no estaba dispuesta y le iba a dejar bien claro quien mandaba en aquella casa.

—Vete a la mierda, ¡puta travesti!

Impactada por semejante insulto, la intentó agarrar de los hombros para acercarla más, pero ella se revolvió a manotazos.

—¿¡Cómo te atreves a decirme eso?! —preguntó estupefacta.

—Tú dices ser una mujer, ¡pero aun tienes esa asquerosa polla! —le respondió la chica de forma hiriente—. ¡Nunca serás una mujer! ¡Nunca!

La furia recorría su cuerpo y la sangre le hervía. Estaba a nada de cargarse a esa chiquilla, pese a que todavía intentaba contenerse.

—¡Ojala te hubieras muerto! —gritó Inma en medio de su cegada ira—. Ojala te hubieras suicidado como tanto planeaste hace tiempo. ¡Estarías mejor muerta!

El tortazo sonó tan fuerte que lo podrían haber llegado a escuchar los padres de Inma desde la otra provincia. Alex respiraba profundamente mientras sentía su mano arder. Su mente estaba atrapada en un torbellino de sensaciones que la estaban dejando confusa y asustada. Miró a su sobrina, quien tenía una mano colocada en la mejilla derecha, justo donde le había pegado. Estuvieron así por un instante hasta que vio como los ojos de Inma comenzaron a llenarse de lágrimas. De forma repentina, la chica emitió un fuerte berrido y entre sollozos, salió corriendo por el pasillo hasta llegar su cuarto. Un fuerte portazo sonó, anunciando la abrupta retirada de la chica. Alex, aun extrañada por todo lo ocurrido, no tuvo tiempo de reaccionar o hacer algo.

Parada allí mismo, analizó cada momento del acontecimiento que acababa de pasar y cuando llegó a la última parte, se quedó sin habla. No podía creerse que le hubiera pegado a su sobrina, y tan fuerte, encima. Nerviosa, quiso correr hasta la habitación para comprobar si estaba bien, pero decidió no hacerlo. No quería liar más las cosas y además, tenía que comer rápido para ir pronto al trabajo esa tarde. Con el corazón en un puño, decidió dejar a la chica a su suerte y fue a la cocina a preparar lo que pillase. Almorzó con acelero, más porque aún seguía afectada por lo sucedido que por las prisas y tras esto, se preparó para irse. Quiso ir a la habitación para ver si su sobrina estaba bien, aunque se dijo que no era lo mejor. No ahora, al menos. Sin mucho más que hacer, decidió marcharse de allí.


Toda la tarde, la pasó abatida por lo ocurrido. Incluso Almudena se dio cuenta, pero prefirió no decirle nada. Alex se intentó ocultar en su trabajo, centrarse en lo que hacía y no pensar demasiado en lo que había pasado con su sobrina, pero resultaba imposible. Aun se acordaba de la expresión que tenía después de meterle el tortazo, ese rostro blanco y tembloroso en el que se podía leer el horror y la sorpresa ante lo que acababa de suceder. Y tras eso, la huida en desbandada entre sollozos. Era incapaz de creer que hubiera sido capaz de pegarle. Una cosa podía ser darle un pequeño puñetazo en el hombro. Se mostraba como algo bruto, pero no pretendía hacer daño. Sin embargo, aquel tortazo fue mucho peor, aunque se decía que la chica se lo había buscado por decirle esas cosas tan horribles. Puede que se hubiera pasado, más tal vez fuese necesario para que la chiquilla espabilase de una vez. Y pese a todo, la culpa seguía reconcomiéndola por dentro.

Siguió centrada en su trabajo hasta que unas horas después, recibió una llamada de Teresa. Aunque reticente por si su jefa la pillaba, Alex decidió contestar. Necesitaba desahogarse un poco, pese a que la reacción de su hermana tal vez no fuera positiva.

—¿Cómo va todo, Alejandra? —le preguntó nada más cogerlo.

No supo que decirle en un principio. Estaba hecha un lio. Temía que se fuera a enfadar al escuchar lo que le había pasado.

—Bien —respondió de forma escueta—. Y vosotros, ¿qué? ¿Cómo está la madre de Ignacio?

Lo dijo de forma tan brusca y rápida que seguramente su hermana se habría percatado de que ocultaba algo. Sin embargo, decidió contestarle.

—No muy bien —expresó consternada—. La mujer se encuentra muy grave. No le da el medico más que unos días de vida.

—Joder, Ignacio no lo debe estar llevando nada bien.

—Pues no —contestó entristecida Marisa—. Está fatal.

—Vaya.

Permanecieron en silencio. El saber lo duro que estaba resultando para su cuñado ver morir a su madre tenía que ser algo terrible. Teresa y Alex nunca pasaron por esa experiencia, pues los suyos fallecieron en un accidente de tráfico cuatro años atrás. El shock para ambas fue terrible y cuando les dijeron como se produjo el siniestro, concluyeron que mejor no debieron contárselo, pero al menos, no les vieron sufrir. Ignacio, en cambio, si estaba siendo testigo indemne de tan terrible evento. Como consuelo, al menos podría despedirse de su madre. Ellas no tuvieron esa oportunidad.

—¿Y cómo te va a ti con Inmaculada?

La pregunta resultó tan imprevista que cuando reparó en ella, todo el vello de su cuerpo se erizó de golpe. Prefirió seguir callada, buscando que decirle para no preocuparla, pero cuando Teresa empezó a impacientarse, decidió que lo mejor era responderle. Además, su hermana sabía muy bien cuándo le estaban mintiendo y eso no le gustaba nada. Mejor ir con la verdad de frente que mentir como una bellaca para ser pillada al final.

—Mira, las cosas no han ido nada bien —le dijo con determinación, aunque temiendo las consecuencias de esto.

—¿Qué? —Se notaba que la preocupación ya empezaba a surgir en la mujer—. Pero, ¿qué ha ocurrido Alejandra?

Tragando saliva, respondió a tan fatídica pregunta.

—Inma y yo nos hemos peleado. —Su voz sonaba agrietada y ronca—. De hecho, nos llevamos peleando desde ayer.

—Ay señor —se lamentó Teresa—. Ya sabes lo problemática que es. Tendrá dieciocho años más se sigue comportando como una chiquilla de siete. En serio, tú solo ten paciencia. Es muy complicado todo a esa edad y lidiar con chicas así es un martirio, pero con tranquilidad, se soluciona todo.

—Pero, eso no es lo peor —siguió Alex, ignorando por completo lo que su hermana le acababa de decir—. Este mediodía ha pasado algo terrible.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó ella nada más escuchar esto. Su voz denotaba ya los malos presagios que se avecinaban.

Al borde del llanto, costándole con todas sus fuerzas, se lo dijo.

—Teresa, le he dado una bofetada a tu hija. —Temblaba solo con dejar salir cada palabra.

—¿Le has pegado a la niña? —pregunto estupefacta la mujer—. Pero, ¿¡qué ha pasado?!

Nerviosa como estaba, cada vez le resultaba más difícil hablar por el miedo de lo que su hermana pudiera decir. Pese a eso, siguió. Tenía que expulsarlo todo, costase lo que costase.

—La niña no apareció cuando tuve que recogerla. Le dije que a las dos estaría en la puerta de su instituto, pero cuando llegué, ¡ella no apareció! —Alex estaba cada vez más desesperada explicándose. Quería sonar convincente para que Teresa la creyese pero los nervios la estaban traicionando—. Luego, la vi con unas amigas viniendo de una calle cercana y me cabreé muchísimo…

—A ver, a ver —le interrumpió su hermana de forma repentina—. Espera un momento, ¿por eso le cruzaste la cara? ¿Por qué no te hizo caso y llegó tarde para que la recogieras?

Al oír esto, cerró un poco los ojos, dejando escapar un par de lágrimas y se acarició la sien. Le estaba doliendo la cabeza de toda la presión que llevaba encima.

—No, no fue por eso —contestó, irritada al recordar los motivos del estruendoso tortazo—. Fue por algo que pasó después.

—¿Y qué fue? —preguntó de nuevo su hermana, ansiosa por querer saber qué demonios ocurría.

Respirando con dificultad, decidió contárselo.

—Me llamó travesti —fue lo primero que dijo, omitiendo las palabras malsonantes por el camino—. Y tras esto, me dijo que mejor estaba muerta, que me hubiera suicidado cuando tuve oportunidad.

Un silencio sepulcral era lo único que se percibía desde el otro lado del teléfono. A Alex le preocupaba lo que su hermana fuera a pensar de todo esto. Suspiró mientras notaba escalofríos recorriendo su cuerpo.

—Madre mía, no me puedo creer que te haya dicho eso —dijo finalmente Teresa.

—Pues lo hizo —le explicó enturbiada la mujer—. Fue algo automático, decir ella eso y yo soltarle ese guantazo.

—Normal, cariño —convino su hermana—. Eso que te ha dicho es muy fuerte. Desde luego, madre mía, no me creo que haya soltado algo así.

—Lo peor es que encima me siento culpable por todo —se lamentó con pena—. Tengo miedo de haberle hecho daño.

Teresa se rio un poco al escuchar esto.

—Es normal. Eres su tía después de todo —sonaba más calmada de lo que esperaba—. No te comas el tarro con esto, se lo merecía por decirte algo tan fuerte. Es muy bocazas esta niña.

—Lo sé.

—Eso sí, no se lo tengas muy en cuenta. —Su hermana parecía querer notarse comprensiva con todo aquello—. Sabes que jamás lo diría en serio. Tan solo estaba enfadada. En el fondo, te quiere.

No pudo evitar sonreír al escuchar esto último. Cuando era más joven, su sobrina literalmente la adoraba. Siempre estaba con ella, jugaban juntas, le daba de comer, veían los dibujos abrazadas en el sofá y como no, dormían en la misma cama. Estuvieron muy unidas en ese tiempo, pero tras la marcha de Alex a la universidad para estudiar y con los padres de Inma moviéndose a la otra punta de la ciudad, la relación se enfrió. Solo se veían en contadas ocasiones y el contacto solía ser fugaz y distante. Esperaba en esta ocasión, retomar esa amistad tan deteriorada, aunque todo tenía pinta de que no iba a ser así.

—Bueno, de momento lo que veré es si al regresar, el piso está o no ardiendo —comentó con algo de humor, buscando animarse un poco.

—No seas así de mal pensada, Alejandra —le reprochó su hermana—. ¡No es tan mala!

—Eso espero.

Una vez terminaron de hablar, Alex regresó con rapidez a su sitio. Había pasado más tiempo del permitido hablando por teléfono y si su jefa se enteraba, le iba a caer una buena bronca. Siguió concentrada en su trabajo, esperando que la jornada acabase pronto, aunque hoy tendría que hacer horas extras. Para las nueve de la noche, ya había terminado, así que regresó a casa, aunque lo hizo con una inmensa sensación de malestar.

La llegada al piso estuvo plagada de incomodos pensamientos por parte de la mujer respecto a su sobrina. ¿Cómo estaría? ¿Seguiría enfadada con ella por lo ocurrido? ¿Le dolería mucho la cara por el tortazo dado? Estaba muy nerviosa por todo esto y, lo que menos le interesaba, era entrar en su propio hogar para iniciar otra irrisoria pelea. Así es como debía sentirse Teresa todos los días desde que Inma había entrado en la adolescencia.

Entró con cierta reticencia y, a medida que avanzaba, vio que todo estaba tranquilo. Las luces apagadas y nada parecía revuelto. Eso la alivió un poco, pero no quería decir que por ello ya todo estuviera bien. Siguió andando hasta llegar frente a la puerta de la habitación en donde se encontraba Inma. Por debajo de la rendija no se atisbaba nada de luz, lo cual le sorprendió, siendo tan tarde. Quizás estaba durmiendo, aunque le parecía extraño. Decidida, abrió la puerta y entró, preparándose para lo que pudiese ocurrir a continuación.

A tientas en la oscuridad, caminó hasta llegar a la cama. Allí, vio a Inma echa un ovillo, envuelta en las mantas y recostada del lado izquierdo. Le estaba dando la espalda. No vio movimiento alguno por su parte, más allá de la usual respiración. Con cierto temor, Alex decidió tocar a su sobrina para despertarla y ver como se encontraba. Alargó un brazo y la acarició en el hombro. No hubo reacción, así que decidió tocarla de nuevo. Esto hizo que se revolviese un poco y por ello, insistió otra vez.

—Inma, ¡despierta! —le dijo, tratando de que reaccionase.

La chica se dio la vuelta de forma brusca y cuando vio que era su tía quien la llamaba, reaccionó de forma asustadiza. Se ocultó bajo las mantas, cosa que rompió el corazón de Alex. Decidida a hablar con ella, agarró las mantas y trató de destaparla, pero la chica se revolvió violenta mientras gritaba histérica.

—Cari, por favor —decía impotente la mujer—. ¡Solo quiero hablar contigo!

—No, a mí no te me acerques. ¡No quiero que me hagas daño! —exclamaba atemorizada la chica.

Escuchar esas palabras, le golpearon muy fuerte en el alma. Temía que Inmaculada estuviera herida por lo ocurrido y era evidente que quería rehuirla. Pero no podía ser. Tenía que hablar con ella.

—Inma, por favor, hablemos de esto —trató de insistirle.

—¡No! —gritó con fuerza la sobrina, haciendo que su tía se echara atrás del susto—. ¡Déjame en paz!

Tras decir esto, la muchacha se puso a llorar desconsolada. Alex supo que por hoy, no habría nada que hacer. Pero esto no quedaría así. Ahora no pensaba pasar el resto de la semana siendo ignorada por su sobrina. Le tuviera o no miedo, no era lo correcto. Decidió marcharse y dejar pasar la noche para ver si se le bajaban los humos a la muchacha, pero antes de salir por la puerta, se volvió.

—Eso sí, ¡tú mañana vas al instituto! —le dijo con clara autoridad, dejando bien claro quien mandaba.

Ya en el pasillo, se sintió impotente. La había asustado y ahora, le iba a costar mucho trabajo volver a ganarse su confianza. Aunque por otra parte, no entendía porque se debía sentir tan mal. Inma le había dicho algo horrible, se merecía aquel guantazo, así que en todo caso, quien debía sentirse molesta era ella, no la muchachita. Pero como le dijo su madre esa tarde, era su tía después de todo. Se preocupaba por ella y en el fondo, deseaba volver a llevarse bien con la chica. Pero cuando sería eso, era una cuestión difícil de responder. De momento, debería tener paciencia. Pensó en decirle si iba a cenar, pero ya había tenido suficiente.

Tras cenar y ver un poco la televisión, decidió irse a dormir. Mientras se acostaba, pensó en lo difícil que estaba resultando todo con su sobrina. En las peleas que estaban teniendo y lo mal que lo estaba pasando por ello. Esperaba que a partir de mañana las cosas fuesen de manera distinta. Esperaba, pero tenía serias dudas.


Despertó con cierta desgana. Era ya viernes y, en poco tiempo, llegaría el fin de semana. Se preguntaba que diantres iba a hacer con Inma dos días en los que ninguna tenía que acudir a sus respectivos deberes. No tenía dudas de que la chica seguramente tramaría algo para esos días, aunque después de lo ocurrido, parecía como si los ánimos se le hubieran esfumado. Así al menos, fue como la vio al levantarse.

Callada, pálida, cabizbaja, con los ojos enrojecidos de tanto llorar y sobre todo, un moratón en su mejilla derecha. Ese era el aspecto que presentaba Inmaculada al levantarse. Cuando la vio con esas pintas, Alex, quien estaba ya desayunando, quedó sin habla. La muchacha estaba ya vestida. Llevaba un vestido de color marrón claro con botones que dejaba al descubierto sus morenitas piernas y una chaqueta verde que le quedaba muy bien. El pelo se lo había recogido en una sencilla coleta. Todo ello, daba un contraste muy sorpresivo. Tan bien arreglada, pero con una gran expresión de malestar que revelaba su penoso estado. Alex no pudo evitar sentirse fatal al verla con tan deprimente aspecto. Por eso, se acercó a ella, con intención de tocarla y hablar, pero en cuanto la vio, Inma se puso a la defensiva.

—Eh, tranquila —le comentó cuando la vio contraída—. No voy a hacerte nada malo.

Los ojos de Inma temblaban con insistencia. Era evidente que aún le tenía miedo y por ello, se mostraba tan esquiva con Alex. La mujer concluyó que lo mejor era hablarle. Si se mostraba más comunicativa, tal vez lograría convencerla.

—Solo quiero ver como tienes lo de la cara —le dijo de forma tranquila, para mostrarle que no había ningún peligro.

Se fue acercando y por un instante, parecía que su sobrina dejaría que la tocase. Pero solo era un espejismo. Enseguida, se alejó de ella otra vez.

—No, estoy bien —contestó la joven de forma repentina. Se notaba por su tono de voz lo asustada que estaba—. No me duele. Vamos a desayunar rápido para llevarme al instituto.

La dejó con la palabra en la boca. Sin saber que decirle, Alex prefirió callarse y proseguir con lo suyo, ignorando todo el asunto.

Una vez terminaron de desayunar, llevó a su sobrina al instituto. El trayecto fue en silencio, sin que ninguna dijese algo. Alex no dejaba de mirarla de refilón, fijándose en si la miraría a ella, pero la chica a lo único que se limitaba era a ver el exterior por la ventana. Cuando llegaron a la puerta del instituto, la muchacha se bajó.

—Recuerda, ¡a las dos aquí!— le recordó la mujer, aunque se sintió un poco estúpida por decir eso.

Vio como entraba en el centro sin siquiera decirle adiós. Se sintió mal por ello.

Ya trabajando, recibió otra llamada de su hermana para preguntarle cómo había ido todo, pero su respuesta no le animó demasiado. Ella tampoco tenía buenas noticias, pues la madre de Ignacio no mejoraba y ya se estaban preparando para lo peor.

—Díselo a la niña cuando la recojas, ¿vale? —le pidió Teresa.

—Si ocurre, ¿quieres que la lleve a la estación de tren y la acompañe para ir con vosotros al entierro? —preguntó Alex a su hermana.

—No, que se quede contigo —contestó—. Es mucho viaje y te haría perder tiempo en tu trabajo y a ella en el instituto.

—Como quieras.

Se despidieron y continuó trabajando hasta que fue hora de recoger a Inma.

Cuando fue a por la chica, se llevó una inesperada sorpresa al verla esperando en la puerta del instituto, tal como acababa de decirle que hiciera esa misma mañana. Detuvo el coche justo frente a ella y quedó atónita viendo como su sobrina entraba sin rechistar dentro del vehículo. En la vuelta de regreso a casa, Alex le contó a Inma lo de su abuela, que quizás podría morir. No dijo nada. Eso dejó a la mujer bastante sorprendida. Incluso la muerte de sus padres le afectó bastante, pero esto, en cambio, parecía darle igual. Era cierto que no solía ver demasiadas veces a la madre de Ignacio, mas no podía creer que la chica no mostrase algo de apatía o dolor ante la pérdida de su abuela. Eso no le estaba gustando nada.

Llegaron al piso y nada más entrar, Alex se dijo que había sido suficiente. Podía Inmaculada estar todo lo traumatizada que quisiera, pero no era plan seguir de esa manera Odiaba tener que discutir con ella pero esto tampoco era concebible. Así que ya una vez dentro, se dirigió a la chica con intención de hablar con ella y buscar el modo de solucionar todo aquel embrollo.

—Oye Inma, ¿podemos hablar? —le preguntó con claridad—. Ya está bien de tanta indiferencia y tanto rehuir todo como si no quisieras enfrentar lo evidente.

La chica se volvió, mirándola con cierto temor. Ella sabía que su sobrina no iba a dudar en rehuirla, aunque esta vez, no pensaba permitírselo.

—Mira, yo no quiero hablar de nada contigo —respondió tal como Alex supuso que haría—. No tengo hambre. Me voy a mi cuarto.

Iba a marcharse, cuando de forma repentina su tía la agarró con fuerza del brazo. Inmaculada se revolvió intentando liberarse, aunque eso lo único que produjo fue que Alejandra ejerciera mayor presión y la atrajese hacia ella, dejándola a escasos centímetros de su cuerpo. Su mirada se encontró con la suya y pudo notar el incipiente temor asomando en sus ojos. La joven quiso revolverse,  pero la mujer no la soltó. Esta vez no iba a escapar.

—Mira, puedes quejarte y pelear cuanto quieras, pero hoy aquí, vamos a solucionar todo esto como debe ser —le dejó bien claro—. Te guste o no, vives conmigo por esta semana y tendremos que llevarnos bien, ¿entendido?

Inma se encontraba abstraída de todo aquello. Alex esperaba alguna reacción, lo que fuese. Un insulto, un grito o que incluso intentase morderle. Cualquier cosa, pero necesitaba que su sobrina le respondiese. No podía soportar aquel silencio por mucho más tiempo. Y entonces, pasó: La “niña” se puso a llorar.

Le pilló desprevenida cuando la chica se abrazó a ella y hundió su cabeza en su pecho, una acción que la dejó sin respuesta. Viendo como sollozaba y temblaba, decidió envolverla con sus brazos para acunarla un poco.

—¡Lo siento mucho tita, lo siento mucho! —decía la pobre sobrina mientras su cuerpo temblequeaba inquieto—. Perdóname, por favor.

No pudo evitar enternecerse con todo aquello. La apretó contra ella, permitiéndole sentir su tibio calor y su grácil figura, lo cual la llenó de mucha felicidad. Era su sobrina después de todo y si, le dijo cosas terribles, pero en el fondo, sabía que no eran verdad. A pesar de que fuese una borde, la quería con todo su ser.

—Vamos, cálmate —la consoló—. Ya está.

Acarició su pelo con suavidad mientras sentía como respiraba con profundidad. Empezó a notar leves jadeos y luego, vio como ella alzaba su vista. Sus ojos estaban aún cuajados de lágrimas. Alex no pudo contener una tierna sonrisa al ver semejante estampa y le dio un cálido beso en la frente. Luego, acarició su mejilla derecha y con sus dedos, fue limpiándole la cara.

—¡Que boba eres! —le dijo divertida la mujer—. Como se nota que sigues siendo mi niña pequeña.

Inma acabó sonriendo ante las palabras de su tía y se acurrucó contra ella. A Alex, tener a su sobrina de ese modo le estaba trayendo viejos recuerdos de cuando eran más jóvenes y se pasaban horas abrazadas y dándose carantoñas. La muchacha solía ser muy cariñosa y siempre se lo hacía saber con sus besos y caricias. Añoraba mucho esos momentos y por ello, este instante le estaba resultando mágico.

Permanecieron así por un poco más de tiempo, hasta que Alex decidió separarse. La miró y pudo notar lo esplendida que era.

—¿Ya estás mejor? —preguntó a la chica, esperando ver si ya estaba recuperada.

—Si —respondió ella en un suave hilillo de voz—. Gracias por no enfadarte.

—Cuesta trabajo —contestó la mujer con jocosidad—. Se te veía tan apenada, que no pude evitar resistirme.

Esto último hizo alegrarse a Inma, quien sonrió mientras cerraba sus ojos. Luego, los abrió para mirarla y eso hizo estremecer un poco a su tía.

—Siento mucho todo lo que te he llamado —dijo la muchacha mientras agachaba su cabeza avergonzada—. He sido una estúpida todo este tiempo que he pasado contigo.

—Lo sé, te has comportado de mala manera —le comentó Alex mientras acariciaba su pelo con delicadeza—, así que espero que ahora las cosas vayan a mejor.

—Es que estaba enfadada porque mis padres aún creen que soy una niña y que por ello, no debía quedarme en casa —explicaba Inma con tono afligido—. Ya tengo dieciocho años, pero ellos no me tomaron en serio y por eso, estaba tan furiosa. Y al final, lo pagué contigo.

Volvió a sollozar un poco, pero no llegó a llorar. Alex la atrajo de nuevo y la abrazó, sintiendo su tensa respiración y su pecho chocando contra el suyo. Ese contacto físico puso algo agitada a la mujer, quien no tardó en apartarla.

—Bueno, creo que todavía es pronto para decir que esto esté solucionado —dijo Alejandra como si quisiera concluir aquello de una vez—. Pero al menos, espero que no volvamos a pelear y podamos llevarnos mejor, ¿no?

Inma la miró con cierto temor, como si aún estuviera indecisa sobre todo aquello, pero no tardó en responderle con una cálida sonrisa.

—Sí, tita —contestó ya más alegre—. A partir de ahora me portaré bien.

Ese inesperado entusiasmo por parte de su sobrina le sorprendió y alegró a partes iguales. ¿Se trataba de algo temporal o un posible signo de mejora? Era pronto para juzgar, pero esperaba que las cosas fuesen por buen cauce a partir de ese momento.

—Venga, vamos a comer que tengo que irme pronto al trabajo —le dijo mientras se iba en dirección a la cocina—. Y antes de irme, voy a mirarte ese moretón y ver que te echo para que se te cure.

La única respuesta que recibió por parte de Inma fue un positivo asentimiento de su cabeza. Reconfortada, fue a la cocina a preparar el almuerzo y para su sorpresa, su sobrina decidió ayudarla.

La comida pasó entre risas y complicidad. Aunque notaba a Inmaculada más alegre y simpática que de costumbre, todavía podía percibir cierto distanciamiento por parte de ella. Incluso cuando hablaban, aun rehuía su mirada. Estaba claro que la chica seguía algo afectada por todo aquello, así que lo único que podía hacer era esperar a que ese miedo fuera disipándose. Trataría de ser lo más amable que pudiera, aunque tenía bien claro que no iba a dejar su rectitud sin más. No podía permitir que su sobrinita se le subiera a la chepa de nuevo.

Tras terminar de comer, llevó a Inma al baño y sacó agua oxigenada con la que mojó un algodón que le puso en la mejilla derecha, donde el moretón se mostraba en todo su esplendor.

—¿Te duele? —le preguntó mientras posaba este en la mejilla.

La chica gruñó un poco, así que sí, le dolía. Pasó el algodón un par de veces más y una vez listo, lo tiró a la basura y guardó el bote. Salieron del baño y fue a prepararse para ir al estudio. Ya estaba por marcharse cuando vio a Inma en la puerta. Al verla allí, se quedó algo sorprendida. El modo en que la miraba le resultó algo inesperado.

—Volveré en unas horas —le informó a su sobrina—. Ponte a hacer tu tarea y estudia, ¿vale?

—¿Preparo algo para la cena? —preguntó la chica con timidez.

Alex no supo que decirle. La joven se quedó allí parada, mirándola expectante de una respuesta que ella no parecía tener. Empezó a notarse un poco extraña y en un principio, estaba por coger la puerta y largarse, pero se calmó lo mejor que pudo.

—No te preocupes —le contestó—. Si eso, calentamos una pizza y listo.

Inma se mostró conforme con ello y se despidió de su tita con un beso en la mejilla. Después de esto, se marchó por la puerta.

Fuera, Alex tuvo que detenerse para analizar lo que acababa de ver. No era tanto el repentino cambio de Inmaculada como el solo hecho de que verla así, tan cariñosa y dulce con ella, la estaba alterando de un modo que no sabía ni cómo explicar. ¿Por qué se estaba sintiendo de esa manera con su sobrina? Estaba claro que habían pasado por muchas cosas en poco tiempo y que por ello, la había pillado desprevenida. Pero eso no podía justificar esa rara sensación que la recorría de pies a cabeza tras abrazarse con la chica y notar como la miraba de forma tan tierna. ¿Quizás estaba sintiendo que la dulce niñita a la que tanto quería estaba regresando? Como fuera, no era momento de pararse a pensar en ese asunto. Tenía que ir a trabajar, así que se quitó ese tema de su cabeza y puso rumbo a su coche.

Pasó la tarde centrada en sus diseños de logotipos. No pensaba mucho en lo ocurrido hoy y eso la tranquilizaba bastante, pues significaba que las cosas se estaban solucionando. Quizás aún les costaría acostumbrarse, pero era evidente que Alex y su sobrina tenían arreglada su relación. Y ante eso, solo podía sentirse más que muy contenta. Esa tarde, recibió otra llamada de su hermana y le comentó que todo se solucionó entre las dos, lo cual la alegró mucho. Ella le contó que la madre de Ignacio seguía en el mismo estado, sin mejorar, aunque por fortuna, tampoco empeorando. Tan solo podían esperar. Alex le mandó ánimos a su cuñado en ese duro momento y esperaba que la cosa acabase lo mejor que pudiera. Así siguió hasta que la jornada de trabajo puso punto y final, pudiendo regresar a casa.

Ya de vuelta, se sorprendió al encontrar todo de nuevo tranquilo, como si no hubiera nadie en el piso. Caminó con paso calmado por toda la estancia, muy impresionada al ver todo en orden. Fue hasta el cuarto de Inmaculada y halló la puerta cerrada. Al no escuchar nada del otro lado, decidió tocar. En un principio, nadie contestó. Se puso algo nerviosa pero no queriendo molestar, decidió no abrir la puerta y volver a tocar. Esta vez, pudo percibir ruido de pasos y cosas moviéndose, lo cual le extrañó.

—Inma, soy yo, tu tía Alex —le dijo preocupada—. ¿Pasa algo?

La puerta se abrió y encontró a su sobrina algo alborotada y despeinada, con la piel bastante colorada, como si tuviera calor. La miró con sorpresa, sin saber que decirle.

—¡Hola tita! —exclamó la chica de forma repentina.

Tan súbito como fue su saludo, lo fue también el abrazo que le dio. Alex se estremeció un poco al notar como la joven chica restregaba sin querer su cuerpo contra el suyo, notando su torneada figura. Cuando se apartó, mirándola con una encantadora sonrisa, se quedó paralizada.

—¿Estás bien? —preguntó sin comprender aun que es lo que pasaba.

Inma siguió con aquella sonrisa enmarcada en su rostro como si no pasase nada y eso, a Alex le daba muy mala espina. Algo ocultaba la muchacha, no sabía que era, pero lo más probable, es que no fuese bueno. Lamentablemente, estaba cansada y lo último que le apetecía era ponerse a discutir. Mientras no fueran drogas o un chico, no le importaba lo que hiciera allí dentro. Con cierto desánimo, le dijo que pusiera la pizza que le había prometido este mediodía en el horno, cosa a la que su sobrina se lanzó presta. Alex, lanzó un último vistazo al cuarto, y cerciorándose de que todo estaba en buen estado, se fue a la cocina con ella.

Una vez las dos cenaron, Alejandra se quedó limpiando los platos mientras que Inma se daba una ducha. No iría la mañana siguiente al instituto, pero había quedado con unas amigas para salir de compras y quería prepararse temprano para ir, de ahí que se estuviera lavando ahora. Una vez la mujer terminó todo, se fue a su cuarto y se puso el pijama. Podía escuchar el sonido del agua caer en la ducha mientras se desvestía. Pensó en el duro día que tuvo y en como la dinámica entre ella e Inmaculada había cambiado de forma repentina. Desde luego, las cosas estaban ahora mejor, pese a que no podía negar que aún quedaba algo por resolver. No era la desconfianza por parte de su sobrina, la cual, sospechaba que ya se había disipado, sino esas raras sensaciones que sintió ella al abrazar a la chica y al notar su mirada sobre ella. Eran extrañas, pues la alteraban de una manera que no era normal, no para ser su sobrina. Sentada sobre su cama, una oscura idea empezó a formarse en su mente, una perturbadora aunque podía encajar con lo que sospechaba. Sin embargo, Alex no tardó en desterrarla. No, simplemente aquello era absurdo.

Salió de su cuarto y se fue al comedor a ver la tele por un rato. Recostada en el sofá, vio como desde el pasillo, venía su sobrina. Y se quedó muy impresionada. Su pelo castaño claro lo llevaba completamente suelto y vestía un pijama corto que enmarcaba las formas de su cuerpo. Alex contempló como Inma llegaba hasta ella y se sentó a su lado.

—¿Puedo ver la tele contigo un rato? —le preguntó con su radiante alegría iluminándolo todo.

Se la quedó mirando sin saber con certeza qué demonios decirle. Estaba petrificada ante la increíble visión que tenía delante. No era que su sobrina la dejase así a menudo, pero ahora, estaba ante algo que no podía describir. Cuando notó aquellos ojillos grises sobre ella, expectantes de una contestación, Alex no tardó en reaccionar.

—Claro Inma, ponte a ver la tele conmigo —dijo de forma algo inconsistente y atropellada—. Pero yo me iré a dormir en un rato.

—Vale, no creo que yo tarde demasiado —le comentó ella.

Alex trató de calmarse. Centró toda su atención en la tele y en la película que estaba viendo. Era un interesante film de misterio sobre una pareja formada por un poli y una agente del FBI que investigaban un misterioso asesinato que no tardarían en conectar con otro ocurrido años atrás y que les llevaría a seguir la pista de un asesino en serie. Por tanto, no era mala historia. Poseía un ritmo trepidante y una atmosfera que te atrapaba, así que ella lo único que tenía que limitarse a hacer era disfrutar y punto. Pero cuando notó a Inma colocándose sobre su hombro, supo que eso iba a ser misión imposible.

—Tita Alex, ¿te molesta si me apoyo en ti? —preguntó de forma inocente.

—Claro que no —respondió ella de forma automática, aun a sabiendas de que aquello no era algo que desease que pasara. ¿O sí?

De esa manera, Inma posó su cabecita en el brazo de Alex. Algo tensa, aceptó y colando su mano derecha por la espalda, la abrazó por la cintura, atrayéndola más. Esto sorprendió un poco a la chica, pero cuando se encontró con la comprensiva mirada de su tía, no dudó en quedar reconfortada por ello. En esa postura, ambas mujeres disfrutaron en silencio y con tranquilidad de la película.

Siguió centrada en lo que veía en la televisión. Intentaba hacerlo, pese a que cada caricia y toque la estimulaban de un modo que no podía imaginar. Aun queriendo aguantarse, Alex no podía evitar tocar a su sobrina o al menos, hacerlo de forma discreta. Su mano derecha acariciaba el pelo de la chica, lo hacía con delicadeza, sintiendo su suavidad y tersura. Ella ronroneaba como un gatito, satisfecha por sentir ese delicioso roce, que como un masaje, la dejaba muy relajada. Su tía notaba la profunda respiración que la joven emitía, reflejando lo calmada que se hallaba y pudo oler el aroma dulce que emanaba de su pelo, probablemente del gel de baño compuesto de frutas del bosque que tenía. Todo ello, la estaban provocando de un modo que no podía explicarse. Pero lo peor estaba por llegar.

Pasado un rato, notó que la chica se movía.

—Inma, ¿qué haces? —Se notaba que estaba ya algo cansada.

Su sobrina no le respondió. Tan solo, se limitó a moverse y colocó su cabeza sobre el pecho de Alejandra, dejando que parte de su cuerpo se apoyase sobre el de la mujer. La abrazó con fuerza y se hundió entre sus senos, grandes y redondeados. Alex emitió un resoplido de desesperación al ver esto. Lo único que pudo hacer fue abrazarla y volver la vista a la tele. Inmaculada se fue durmiendo poco a poco en esa nueva postura y ella tan solo pudo limitarse a seguir acariciando su bonito pelo, como si con ese masaje la estuviese ayudando a descansar.

Así siguieron por un pequeño rato, hasta que la mujer decidió dar esto por terminado. La chica se había dormido y ella estaba ya muy cansada. Y nerviosa pérdida.

—Ey, despierta —le dijo mientras le daba leves empujones.

Inma abrió sus ojitos y miró a su tía. Se la notaba tan tierna y adorable que a Alex se le caía el alma al suelo solo de contemplarla.

—Venga, vámonos a la cama.

La chica bostezó con fuerza.

—Pero la peli aún no ha terminado —expresó con cierta molestia.

—Ya, pero yo tengo que trabajar mañana —repuso ella—. Además, ¿tú no ibas a ir temprano de compras con tus amigas?

Al final, Inma no tuvo más remedio que recular y marcharse a la cama.

Ambas mujeres fueron cada una a su respectiva habitación, pero antes de entrar, la sobrina le dio  un suave beso en la mejilla a su tita. Para ella no era más que un gesto inocente aunque para la mujer, sentir esos labios sobre su piel era como fuego ardiente recorriéndola de arriba a abajo.

Sentada sobre su cama, Alex no paraba de darle vueltas a lo que le acababa de pasar. Lo notaba en su entrepierna. Ese endurecimiento tan evidente. No podía creerlo, era su sobrina. Claro que con otras mujeres le pasaba, era una clara señal de su excitación, pero con ella no. No con la hija de su hermana.

—Alex, estás como una puta cabra —se dijo a sí misma en un afligido insulto.

Viendo que no había manera de calmarse, decidió hacerse una paja. Recostada sobre su cama, se introdujo la mano bajo el pantalón y agarró su robusto miembro, comenzando a meneárselo. En nada, Alex gemía llena de excitación y placer mientras no dejaba de pensar en su sobrina. Su largo pelo con fragancia de frutas, su fuerte respiración, su cálido cuerpo, su suave piel. Todos esos recuerdos acudían a su mente de forma inoportuna al tiempo que se pajeaba. Quería quitarlos de en medio, pero vio que esas visiones eran las que alimentaban su deseo, así que las dejó. Al final, se corrió pensando en cosas bastante inquietantes, pero a la vez, excitantes sobre Inma. Sabía que estaba mal, pero se consoló pensando que mientras quedase en el interior de su imaginación, no habría ningún problema. Eso fue lo que se dijo, pese a que en el fondo, seguía sintiéndose culpable por lo que acababa de experimentar.


A la siguiente mañana, Alex volvió a topar con el radiante encanto de Inma, quien estaba muy contenta por la sesión de compras que iba a tener con sus amigas. Ella le dejó bien claro que debía regresar temprano y que en caso de que se quedase, la llamara para avisar y si quería que la recogiese, tendría que decírselo. La chica dijo a todo que sí y pese a que tenía en cuenta su palabra, no se fiaba del todo. Cuando ambas bajaron y tomaron caminos distintos, Alejandra no pudo evitar mirar a su sobrina, viendo cómo se marchaba hasta donde había quedado con sus amigas para ir al centro comercial. Una mezcla de temor y melancolía se apoderó de su ser. No podía dejar de pensar que ayer por la noche, se masturbó pensando en ella. Era algo inconcebible.

Con todos estos inquietantes pensamientos en su cabeza, llegó al estudio, donde pudo desconectar un poco y centrarse en sus trabajos, además de responder a llamadas entrantes. Hoy no estaba su jefa, así que podía sentirse algo más relajada. Fue entonces, cuando recibió una llamada de su hermana Teresa, quien le confirmó con mucha pena que la madre de Ignacio había muerto. Aunque ella solo vio a la mujer más que en un par de ocasiones, se sintió muy apenada ante la noticia. Le preguntó por su cuñado y su hermana le comentó que estaba muy mal. También le informó de que el entierro sería el martes. Ella volvió de nuevo a ofrecerse para llevar a Inma para allá, pero de nuevo, su madre se negó a esto. Le dijo que debía seguir con sus clases. Tan solo le pidió que se lo contase a su hija. Eso era todo.

Una vez llegaron las una de la tarde, se sintió más tranquila. Cerró el estudio y regresó a casa. Ya allí, llamó a Inma, a la cual ya había telefoneado tres veces antes en el trabajo, sin contestarle en ninguna de ellas. En esta ocasión, sin embargo, si respondió.

—¿Qué pasa tita?

—Ya era hora de que contestases —le dijo algo malhumorada Alex.

—Perdona, es que estaba en silencio —se explicó la chica—. Iba a llamarte cuando has vuelto a hacerlo tú.

—Sí, vale.

—¿Para qué me has llamado?

Suspiró cuando volvió de nuevo a preguntarle. Tenía que decirle que su abuela había muerto y dar malas noticias no era su fuerte. Por ello, se tuvo que armar de todo el valor posible para hacer esto.

—Inma, tu abuela ha muerto.

El silencio se hizo de repente en el móvil. O al menos, por parte de su sobrina, pues podía escuchar el habitual barullo del centro comercial. Quiso decir algo, pero sabía que Inma estaría encajando la noticia. Siguió a la espera hasta que al fin, la chica volvió a hablar.

—¿Cuándo ha sido? —fue su pregunta.

—Esta mañana —le informó Alex—. Tu madre me ha llamado para decírmelo.

—¿Y cómo es que no me llamó?

—Tampoco se lo cogiste.

A través del teléfono, pudo escuchar como Inmaculada exhalaba algo de aire, quizás intentando calmarse. No debía ser fácil asimilar algo así.

—Vaya, no sé qué decir —comentó con tono mustio.

—Tranquila, no pasa nada —la calmó—. Es algo que nos sucede a todos.

—¿Cómo está mi padre? —preguntó la chica.

—Triste, como todo hijo al ver partir a uno de sus progenitores —Alex sintió un pequeño vacío al decir esto, recordando lo que les ocurrió a los suyos.

—¿Quieren que vaya al entierro?

—No, prefieren que te quedes para que sigas asistiendo a clase —le respondió enseguida—. ¿Es que te gustaría ir?

—Supongo que debería —dijo Inma algo dubitativa—, ¿tú crees que he de ir?

—Tu madre ha dicho que no hace falta, así que no importa.

Volvieron a quedar de nuevo en silencio, como si no supieran que decirse. Alex se preguntó si lo estaría llevando bien y notando lo frágil que había estado últimamente tras la pelea que tuvieron, se preocupó.

—Oye, ¿quieres que vaya a recogerte? —preguntó con cierta ansiedad.

—No hace falta —contestó su sobrina—. Las chicas quieren quedarse a comer en un burguer de por aquí y luego ir a ver una película al cine. ¿Me dejas?

Sonrió al escuchar esto. Se dijo que Inma no era más que una muchacha joven y que lo que debía de hacer era divertirse.

—Claro —le dijo al final—. Pero no tardes en venir. Como sean las diez de la noche y no estés en casa, me voy a cabrear bastante.

—Descuida, no vendré tan tarde —respondió ella algo divertida.

—Más te vale —Pese a que lo decía en un tono alegre, Alex iba muy en serio.

Viendo que se quedaría esa tarde sola, la mujer decidió ponerse a limpiar el piso un poco. Con todo el ajetreo de Inma viviendo con ella y el trabajo, apenas había tenido tiempo de dedicárselo al piso y había suciedad por todos lados, junto con platos y ropa que lavar, así que se puso manos a la obra.

Tras limpiar un poco los platos y vasos en el fregadero y, luego meterlos en el lavavajillas, se puso a recoger la ropa sucia para meterla en la lavadora. Hoy tendría que ponerla dos veces, pues también metería la de Inma. De ese modo, tras pasar por su cuarto y el baño, entró en la habitación de la chica. Este estaba bien ordenado, sin nada en medio, excepto la silla del escritorio y la cama, repletas de ropa. Alex se lamentó un poco por ver esto. No se explicaba como habiendo estado dos tardes en casa, no se habría podido la chica molestar al menos de dejar todo en el patio. Se notaba quien hacía en su casa todas las labores de limpieza.

Fue metiendo cada prenda dentro del canasto de plástico y entre estas, encontró unas bragas blancas usadas. Se las quedó mirando durante un momento y no pudo evitar que una gran sensación de malestar la inundase. Recordó como la noche anterior, se había masturbado pensando en su sobrina, imaginando como llevaban a cabo cosas obscenas y muy excitantes. Notando ese invasor desasosiego, lanzó las bragas dentro del canasto y las sepultó bajo mucha ropa. Después, cogió todo y fue hacia el patio para empezar a lavarla.

La sexualidad de Alex siempre había sido un grave problema para ella. De todas las cosas que se mantuvieron de ser un chico, su gusto por las mujeres fue la única. Esto, al principio, la dejó algo confusa, pero muy pronto, comprendió que la orientación sexual no viene definida por el género. Podía ser una mujer y gustarle las personas de su mismo sexo como podían gustarle del otro o incluso ambos. En su caso, se quedó con ellas. Aun así, esto no era más que un pequeño contratiempo. Lo realmente frustrante vino cuando Alex se abrió al mundo, tratando de encontrar una chica que la aceptase como lo que era. Lamentablemente, fracasó en ese aspecto. Tan solo tuvo una relación satisfactoria y cuando creyó que por fin sería feliz, ella se marchó sin mayor explicación. El resto, tan solo prostitutas que había pagado y aun así, mostraron ciertas reticencias a hacerlo con una transexual. Esto, dejó a Alejandra destrozada, no tanto como en su adolescencia, pero aun así, estaba muy afectada. De cara a futuras relaciones, no solo sexuales sino sentimentales, se sentía completamente alejada. Lo sobrellevaba lo mejor que podía, aunque era evidente que le estaba pasando factura. Solo quería que alguien la amase, eso era todo.

Divagaba entre todas estas cosas mientras metía la ropa dentro de la lavadora, aunque lo que le preocupaba en esos momentos no era sentirse frustrada por mostrar atracción hacia alguna mujer. Eso se encontraba dentro de lo normal, y hasta lo tomó como un impulso para operarse y así realizar la transición completa, pero las condiciones económicas lo impedían. Lo que de verdad le preocupaba era esa insana atracción que estaba desarrollando hacia su sobrina Inma. Aquello no era normal y por eso, se sentía tan asqueada. Aunque, en lo más profundo de su ser, reconocía que solo con ella se sentía de verdad feliz, excepto cuando se peleaban, claro. Miró como las prendas no paraban de dar vueltas dentro del electrodoméstico y se dijo que su vida era igual, una enloquecida espiral de problemas. Aquella mareante visión resumía su situación en esos momentos.

Dejando que la lavadora hiciera su trabajo, regresó a la habitación de Inma para ver si se había dejado algo. Comenzó a inspeccionar el cuarto y vio que sobre la cama, tenía el ordenador portátil encendido con la batería enchufada para que se recargase. Lo miró varias veces y no sabía por qué, un gran interés comenzó a invadirle. Tenía curiosidad por saber que ocultaría su sobrinita en el ordenador. En un principio, se dijo que no era buena idea espiar la intimidad de la chica, pero a pesar de esto, también se dijo que no habría nada de malo si no se enteraba. Además, solo quería ver si tenía instalado algún juego o qué clase de películas y series se bajaba.

Cogió el portátil y tras desconectarlo de la batería, lo puso sobre el escritorio que había en el cuarto. Luego, abrió la tapa, la cual no estaba cerrada del todo. Al subirla, vio la pantalla con un fondo de una playa hawaiana con sus cristalinas aguas a un lado y la arena blanca en el otro, adornada por un par de solitarias palmeras. Miró los iconos que aparecían. Eran los usuales que se podían ver en un ordenador: equipo, papelera de reciclaje, mis documentos, Internet Explorer, Mozilla, JDownloader, etc. También había uno con su propio nombre, en el cual, sospechaba que guardaría cosas de los estudios o de su tiempo libre. Mientras miraba de un lado a otro, se percató de que en la barra de Inicio, había abierta una carpeta. Arqueó una ceja al leer como se llamaba, “Privado”.

Era evidente que aquello no podía ser bueno y su intuición ya le decía de qué se trataba, así que en un principio, pensó en no picar. Sería invadir demasiado la privacidad de Inmaculada y no estaría bien. Sin embargo, la curiosidad le podía y de nuevo, se dijo que si su sobrina no se enteraba, no tendría por qué haber ningún problema. De esa manera, pinchó sobre la pestaña y la ventana de la carpeta se abrió, mostrando todo su contenido.

Alex miró algo sorprendida, aunque tampoco tendría que extrañarse. Todos los archivos allí presentes eran videos. En total, había diecinueve, cuyos títulos no eran más que las fechas en las que se habrían pegado en la carpeta. O cuando se grabaron. Como fuere, no pudo evitar sospechar que aquellos videos debían ser lo que sospechaba, pero no quiso ser mal pensada. Tal vez se trataban de grabaciones de Inmaculada con sus amigas. Muchas jóvenes solían hacer eso, grabarse ellas junto a sus colegas y luego, guardarlas en el ordenador para, acto seguido, subirlas a la Red, aunque eso era algo que se podía hacer desde el propio móvil. Sean lo que fuesen, solo había una manera de averiguar de qué se trataban: pinchando sobre uno de ellos. Así que puso el cursor del ratón sobre el primer video y pulsó dos veces el botón izquierdo para abrirlo.

Una vez se abrió el reproductor de video, Alex lo agrandó para que ocupase toda la pantalla y se acomodó en una silla para verlo mejor. Y su sorpresa fue mayúscula ante lo que se le mostró, confirmando sus sospechas. En el video, se mostraba a una chica morena, de la edad de su sobrina, posando para la cámara en un dormitorio. Vestía como una colegiala de instituto privado, con una apretada camisa blanca que resaltaba sus redondos y grandes pechos junto a una falda corta a cuadros, de colores rojo y negro. La muchacha posaba de manera provocativa, tal como esperaría uno encontrar en un video de esa índole. Miraba de forma seductora, apretando sus carnosos labios y luego, daba varias vueltas para obsequiar con un buen vistazo de su exuberante anatomía. Así estuvo por unos minutos, hasta que la cámara se volvió para mostrar quien entraba dentro de la habitación. Desde la puerta, se podía ver como pasaba una mujer alta con el pelo largo, rizado y rubio. Debía encontrarse en la treintena y portaba un corto vestido de color verde que delineaba a la perfección su curvilínea figura. La mujer fue acercándose hasta la joven chica y ambas se miraron con mucha ternura y deseo. Siguieron de ese modo hasta que la rubia besó con pasión a la morena.

Ante sus ojos, Alex vio cómo se desarrollaba la tórrida y caliente escena. Ambas mujeres se besaban y magreaban con mucho deseo. La rubia llevó sus manos hasta los turgentes senos de la morena y los apretó ansiosa. Las estrujaba con fuerza mientras besaba el cuello de la joven y daba la sensación de que aquellas masas de carne estaban a punto de reventar la camisa en las que se encontraban atrapadas. Pero no tardó en llevar su atención hacia el culito de la chica y con su mismo interés, la cámara descendió hasta ahí. La mujer levantó la falda, revelando el perfecto y redondo trasero, cuyas manos aferraron repletas de ardiente pasión. Estuvieron así por un rato hasta que la más mayor se apartó para dar la espalda a la joven. Esta, con una adorable sonrisa adornando su precioso rostro, se colocó tras ella y, con sumo cuidado, tiró de la cremallera que dejaba cerrado el ceñido vestido verde. La espalda desnuda de la mujer se reveló y la chica tiró del vestido para abajo, haciendo que cayera a sus pies. La rubia quedó completamente desnuda y cuando se giró, a Alejandra le dio algo al contemplar lo que ocultaba.

La rubia, además de poseer unas tetas más pequeñas que las de la morena, aunque bien erectas y firmes, tenía una polla y un par de huevos. A Alex se le cortó la respiración mientras veía esto. No lo podía creer, era imposible. Que su sobrina tuviera porno era una cosa normal, pero que fuera con transexuales, aquello cruzaba el límite de lo explicable. Mientras trataba de asimilar esta inesperada revelación, la chica de edad similar a Inma se arrodillaba en el suelo e iniciaba una mamada. Alejandra seguía allí, incrédula ante lo que sus ojos presenciaban. Eso sí, la escena era excitante. La morena lamía y chupaba el largo y duro miembro con una pasión encomiable, dejando regueros de saliva que se derramaban por el tronco. Con su lengua, bajó hasta los testículos de su amante y los engulló con deseo. Sin darse cuenta, se percató de que a ella también se le estaba poniendo dura. Y más se le puso cuando su mente sustituyó a la anónima colegiala por su propia sobrina. Al hacer esto, se sacudió la cabeza llena de horror, pero aun así, siguió viendo. Continuó observando la escena hasta que la rubia se corrió en la cara de la muchacha, quien recibió cada descarga con sumo gusto. Petrificada ante lo que vio, Alex decidió poner otro video. Tenía que asegurarse bien.

En el segundo, la cosa iba directa al grano. Otra chica, también de la misma edad que Inmaculada, aparecía completamente desnuda y con las piernas abiertas, mostrando su bien depilado sexo. Un pinchazo en su interior hizo revolverse a Alex. La muchacha, mirando excitante a la cámara tan solo como una actriz porno podría hacer, llevó su mano hasta el húmedo coño y empezó a masturbarse. No tardó en cerrar sus ojos, sobar sus pechos y gritar llena de excitación, haciendo que su sangre se alterase hasta límites insospechados. Y la cosa se calentó más cuando apareció una mujer de pelo corto negro y vistiendo tan solo con un tanga. En este, se atisbaba un más que sospechoso bulto. Sin dudarlo, aquella mujer se aproximó a la jovencita y no tardó en hundir su boca en su acuoso sexo, profiriendo alaridos incontrolados. Vio como esta jugueteaba con el clítoris, como con sus dedos abría aquella vagina y se hundían en lo más profundo, haciendo temblar hasta la extenuación a su dulce amante. Y la cosa llegó a la cima del placer incontrolado cuando se quitó su tanga y le metió su dura polla. A partir de ahí, comenzó una intensa escena de sexo. Agarrándola con firmeza de las piernas, la mujer embestía con fiereza, clavando su duro miembro hasta el interior de la chica, haciendo que ella gritase envuelta en un placer impresionante. Todo se volvía más intenso y apasionado cuando la mujer se puso encima de ella, besándola con rabia al tiempo que lamía y chupaba los pechos de la pasiva muchacha. La situación se intensificó cuando la puso a cuatro patas y en postura de perrito, se la folló como si no hubiera un mañana, clavando ese lacerante pene como si pretendiera atravesarla de arriba a abajo. Finalmente, se corrió sobre la espalda de la descarriada joven, quien yacía con la cara oculta entre las sabanas, exhausta tras la intensa sesión.

Alex estaba muy caliente. No podía negar que pese a haberla dejado muy impactada por su contenido, los videos la habían excitado hasta límites que no podía imaginar y sentía su polla más dura que nunca. Pese a todo, aún era incapaz de asimilar lo que veía y por eso, decidió poner otro video para comprobar que aquello solo eran dos rarezas y no la norma. Pero cuando puso el tercero, ya no pudo aguantar más. En el siguiente video, tres jóvenes eran folladas por tres mujeres con pene. Todo era una convulsa orgía de pollas, tetas, coños y culos que eran chupados y penetrados sin piedad. Incapaz de poder resistirse, Alejandra se masturbó pensando en Inma mientras veía aquellas ardientes imágenes. Se sentía culpable, pero el deseo la estaba matando por dentro. Contempló la espectacular escena, meneando su mano de arriba a abajo, pajeándose con una agresividad como nunca antes había hecho. Cuando llegó a la escena donde una hermosa chica pelirroja recibía una doble penetración por parte de sus sensuales amantes, ya no pudo aguantarse más. Se corrió sobre el escritorio, justo al lado del portátil, evitando que se manchase. Todo su cuerpo temblaba inquieto tras la tremenda corrida y respiró varias veces para recobrar el aliento. Al percatarse de lo que acababa de hacer, no se podía sentir más que avergonzada.

Tras limpiar todo el desaguisado, la mujer dejó el portátil sobre la cama y se salió del cuarto. Antes de dejarlo en su sitio, Alex revisó por encima el resto de videos que había en el ordenador y vio que todos tenían el mismo contenido. Esto, le dejó bien claro cuales parecían ser las preferencias sexuales de su sobrinita, lo cual, no es que le resultase algo grato. No ya porque le excitasen las transexuales, sino porque ella lo era. Empezó a creer en una posibilidad muy oscura, una que le hacía temer mucho. Quizás ella pudiera ser la causante de esa obsesión que su sobrina había desarrollado. Al menos, eso era lo que su paranoica mente estaba empezando a entretejer.


Siguió limpiando la casa un poco más y luego, se puso a ver la televisión hasta que Inmaculada regresó a las nueve de la noche.

—Tita, ya estoy aquí —anunció con cierta ceremonia.

La vio entrar en el salón, portando varias bolsas que seguramente contendrían ropa nueva.

—Jo, ¡sí que has comprado tanta ropa! —exclamó sorprendida Alex.

—Eran las rebajas, así que estaba todo tirado de precio —dijo la chica con una amplia sonrisa—. ¡Podrías haber venido!

Se dijo que a lo mejor debió de hacer eso. Tenía que renovar su vestuario desde hacía bastante tiempo.

—¿Quieres que te enseñe algo de lo que he comprado? —le ofreció Inma con mucho entusiasmo—. ¡Puedo probármelo y decirme que tal me queda!

Pese a que la idea de ver a su sobrina posando con ropa le parecía atrayente, pensó que no era muy buena idea. Ya con la indumentaria que llevaba, una chaqueta blanca, una camiseta de color roja y unos pantalones vaqueros de color azul claro, estaba exultante.

—Mejor vamos a cenar, que tengo mucha hambre— le sugirió.

—Uf, pues yo también estoy igual— comentó ella—. Cuando entramos al cine, no compré nada y luego creí que al salir iríamos a cenar por ahí, ¡así que estoy ansiosa por comerme lo que sea!

Esa última frase le puso la piel de gallina. Se quedó mirando a Inma muy tensa, sin saber que decirle. Lo único que hizo fue dirigirse hacia la cocina sin mirar atrás.

La cena pasó en completo silencio. Ninguna de las dos hablaba, tan solo se limitaban a saborear la deliciosa comida que habían preparado juntas. De vez en cuando, Alex podía sentir la mirada de su sobrina y cuando era ella quien la observaba, notaba sus ojos grises fijos en los suyos, al tiempo que una tierna sonrisa se dibujaba en su cara. No podía evitar sentirse algo incómoda con todo aquello y por más que lo intentase, no podía aguantar el agobio que la removía por dentro.

—Tita, ¿te pasa algo? —preguntó la chica.

Ella, al verse atrapada por la inesperada cuestión, se vio obligada a responder. Y dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

—¿Cómo estás con lo de tu abuela?

La inesperada pregunta dejó en seco a la chica, quien la miró con desconcierto al oír esto. A Alex le disgustaba tener que sacar ese tema, pero era la mejor forma de evitar ese otro asunto del que no deseaba hablar.

—No te preocupes, estoy bien —le respondió algo apesadumbrada Inma—. Me encuentro algo triste, pero eso es todo. ¿Te parece mal?

—Para nada, cariño.

—Yo creo que lo mejor es quedarse con los buenos recuerdos y no llorar tanto —habló con solemnidad—. Sé que mi padre no lo debe estar pasando nada bien.

Quedó impresionada ante tan maduras palabras. A pesar de comportarse a veces más como una niña, su sobrina ya empezaba a demostrar que era una persona adulta. Aunque eso no era tan solo evidente en su forma de pensar, sino también en su físico. Siguieron comiendo y de vez en cuando, Alex la miraba.

Una vez terminaron de cenar, recogieron la mesa y dejaron todo en el fregadero. Entonces, Alejandra se topó con la atolondrada mirada de Inma, quien pareciera estar esperándola nada más darse la vuelta.

—Tita, ¿vemos una peli juntas como hicimos ayer?

Por supuesto, la propuesta no podía ser más indecorosa. Eso significaba que su sobrinita otra vez se abrazaría a ella, pegando su juvenil y prieto cuerpo contra el suyo, sintiendo su calor, su suave piel, sus pechos. Solo de pensar en ello, Alex ya se ponía mala. Deseaba contestar que no, pero notando sus ansiosos ojillos como si le estuviera implorando, se vio obligada a ceder.

—Claro, por qué no —respondió algo abatida.

La chica se mostró muy alegre ante esto y se dirigió hacia su habitación para cambiarse de ropa. Lo mismo hizo ella. Una vez en su cuarto, Alex no dejó de pensar en todo lo que le estaba ocurriendo. El perturbador descubrimiento que había realizado esa misma tarde la azotaba con violencia, como un invisible látigo que la golpease cuando menos se esperaba. Sentía pánico de estar cerca de Inmaculada y, lamentablemente, ahora la iba a tener a su lado bien pegada. Resignada, no tuvo más remedio que llegar a la conclusión de que tendría que hacer frente a aquella gran tentación lo mejor que pudiera. De ese modo, se puso su pijama y se fue al salón, sentándose en el sofá y poniendo la televisión para buscar qué película ver. No tardó en encontrar una comedia bastante divertida que de seguro les encantaría a ambas.

Estuvo esperando un rato a que su sobrina apareciese. Le sorprendía lo mucho que tardaba la chica, tan solo tenía que ponerse el pijama, no arreglarse ni ponerse guapa. Se estaba impacientando y eso no era algo bueno, pues no la calmaba para nada. Al final, la vio venir y de nuevo, quedó sin respiración.

Inma volvía a aparecer con su pijama corto, ese que enmarcaba tan bien su grácil y elegante anatomía, y su largo pelo castaño lo tenía suelto, cayéndole varios cabellos sobre los hombros mientras que el resto colgaban por su espalda. Era una visión arrebatadora y eso, solo hizo que las cosas se empezasen a caldear.  No era más que el comienzo y ya empezaba con mal pie.

La joven se sentó a su lado. Al hacerlo, Alex sintió un súbito escalofrío rondando su cuerpo, como si un fantasma la acariciase. La miró de los pies a la cabeza, incapaz de concebir que a su lado tuviera a una preciosidad igual. Jamás en su vida había visto a Inma de esa forma, pero ahora, lo estaba haciendo. Cuando llegó a su rostro, topó con esos penetrantes ojos suyos que la observaban con expectación.

—¿Vemos la peli? —preguntó la chica.

Viéndose repentinamente  de vuelta a la realidad con aquella cuestión, asintió de forma clara y se volvió a la tele para darle algo más de voz. Se pusieron a ver el film, aunque a Alex le costaba.

—¿No tienes frio? —le dijo, volviéndose a ella—. Vas muy ligera de ropa.

—Para nada —le respondió muy alegre su sobrinita—. Estoy bien. — De forma repentina, posó su mirada sobre Alex—. Pero si lo tengo, ¡me pego a ti y me das calor!

Decir que se quedó de piedra era poco. Estaba atónita ante aquellas palabras. ¿Iría con segundas intenciones? Quería pensar que no, pero su mente le estaba jugando malas pasadas con bastante regularidad en esos momentos. Inma, totalmente ajena ante el jaleo en el que acababa de dejar a su tía, se volvió para seguir viendo la película.

Alex trataba de calmarse lo mejor que podía y posaba toda su atención en lo que estaban viendo. Pensaba que las cosas no tenían por qué salir mal y que todo pasaría sin que ningún percance grave o preocupante sucediese. Pero todo aquello, no era más que falsa seguridad. Como si de un mal presagio se tratase, las palabras de Inmaculada se hicieron realidad. Antes de que pudiera darse cuenta, la chica ya estaba apoyada contra su hombro, como si estuviera anunciando su inevitable llegada. Eso hizo tiritar de pavor a la mujer.

—Inma, cariño, ¿qué haces?—preguntó con delicadeza, para no revelar su alarma y temor.

Al principio, la muchacha no dijo nada. Tan solo se limitó a abrazarla y apoyarse más contra su cuerpo. Todo esto, alteró muchísimo a Alex, quien ya sintió como su polla estaba poniéndose erecta. La excitación llamaba a las puertas y deseaba entrar con ganas de montar una buena fiesta.

—Solo quiero apoyarme —fueron sus fatídicas palabras—. Como hicimos ayer.

No pudo hacer nada. Tan solo dejar que se recostase sobre ella, apoyando su cabecita entre sus pechos y pegando su cuerpo lo máximo que podía contra el suyo. El corazón se le iba a salir por la boca de lo fuerte que latía y respiraba de manera inquieta. Pero lo peor, era que su pene se estaba poniendo bien duro. Inma no lo estaba tocando de momento, pero estaba cerca y eso hacía que Alex se volviese loca. Confiaba en que se pudiera quedar dormida y dejarla acostada en el otro lado del sofá, aunque lo veía complicado. También podría esgrimir que se quería ir al baño para levantarse. Sin embargo, su sobrina estaba tan pegada que le daba reparo pedírselo. Como fuera, lo único que deseaba era que no se diese cuenta de que estaba empalmada.

—Tita, ¿te pasa algo? —dijo de forma repentina la muchacha.

Tan súbita pregunta, volvió a ponerla tensa. Bajó su cabeza y se encontró con la desconcertante mirada de Inma, quien parecía extrañada por la expresión que podía percibir en su rostro.

—Estoy como siempre —contestó ella con la voz muy aguda, debido a los nervios—. ¿Por?

—No sé, pareces muy rara —habló su sobrina, revelando las claras sospechas por su extraño comportamiento—. Mientras cenábamos, estabas igual, como si algo te preocupase mucho.

—Te digo que estoy normal —recalcó la mujer, tratando de zanjar aquel asunto lo mejor que podía—. Vamos a seguir viendo la peli, que nos la estamos perdiendo.

Ella deseaba seguir centrada en lo que estaban haciendo, pero Inma no parecía estar por la labor. Se incorporó y miró a Alex con cierto disgusto, algo que no le gustó demasiado.

—Inma, ¿qué te pasa? —preguntó muy nerviosa.

—Me preocupas, tita —comentó la chica—. Llevas todo este día comportándote de manera extraña, como si te pasase algo malo.

La tenía cerca. Su rostro estaba a apenas centímetros del suyo y solo tendría que acercarse un poco más para besar aquellos finos y tentadores labios. Para colmo, la muchacha se abrió un poco de piernas y atrapó la cintura de Alex entre sus caderas, sentándose en horcajadas. No dijo nada al ver esto, solo esperaba que al rozarla, no se percatase de la erección que cargaba.

—Dime, tita Alex, ¿qué es lo que te ocurre? —pidió suplicante su sobrina.

Verla así, era como si sus más oscuros deseos se hiciesen realidad. Luchaba lo máximo que le daban sus fuerzas, pero el destino parecía empeñarse en colocarla siempre en las situaciones más comprometidas. Ahora, tenía a la chica más preciosa del mundo encima y lo único que su retorcida mente quería hacerle eran cosas demasiado perversas. Y lo peor no era eso, sino que se trataba de su sobrina.

—Oye, ¿vas a hablarme o te vas a quedar ahí sin más? —replicó Inma con bastante carácter.

Alex ya no podía más. Era demasiado para su maltrecha cabeza. Sin dudarlo, agarró a su sobrina de la cintura y la empujó al lado derecho, haciendo que cayese sobre el sofá. Lo hizo de forma algo brusca, pero con cuidado de no lastimarla. La chica se quedó recostada, con la espalda apoyada sobre el reposabrazos. En su rostro, se podía atisbar la incomprensión de lo que acababa de pasar.

—Me voy a la cama. Buenas noches —dijo con prisa Alejandra.

Antes siquiera de ponerse en pie, su sobrina la agarró del brazo y tiró de ella. Ambas se pusieron a forcejear y cuando le dio un fuerte empujón a la chica, se dio cuenta de que se estaba pasando de la raya.

—Inma, ¿te has hecho daño? —preguntó enseguida, llena de mucha preocupación.

Su sobrina la miró con afligimiento, bastante dolida ante lo que acababa de pasar y eso rompió el corazón de la mujer.

—Pe...Pero, ¿qué te he hecho? —dijo la joven petrificada.

Iba a marcharse corriendo de allí, pero Alex la atrajo y la abrazó con todas sus fuerzas. Ella lloró un poco, no demasiado, aunque se notaba su más que evidente tristeza.

—Inma, no es tu culpa. No es tu culpa —repitió la mujer muy arrepentida—. De verdad, tú no tienes nada que ver.

Atusaba su pelo, la besaba con dulzura en su frente, la arrullaba como si fuera un animal malherido. Eso hizo que se fuese calmando. Luego, se miraron y al notarla más tranquila, Alex se sintió feliz. No así Inma, quien la miraba bastante desconcertada.

—Tita.

—¿Qué?

—La tienes dura.

Se dio cuenta de que sin querer, su erecta polla se encontraba apoyada contra el vientre de la chica. En ese mismo instante, fue como si el tiempo se detuviera de golpe. Alex no sabía qué hacer. Solo podía mirar con pavor a su sobrina, eso fue lo único que se le ocurrió. Inma permanecía seria, sin apenas inmutarse, pero en sus ojos se podía adivinar el evidente estupor ante lo que estaba pasando.

La muchacha se apartó de ella y la siguió mirando sin saber que decirle. El silencio que se había formado entre las dos resultaba molesto a la par que preocupante. Alejandra se dijo que más le valía decir algo o las cosas podrían ponerse peor. No era algo que se pudiera dejar pasar.

—Mira, yo….lo que ha pasado… —le costaba explicarse—. No es tu culpa, ¿vale?

—Tienes polla —dijo de forma inesperada Inmaculada.

Alex quedó sin respuesta ante esto. Ya no era que se hubiera percatado de su erección, sino que le dijese que tenía pene. ¿A que venía eso?

—Pensé que no tenías —continuó la chica.

—¿Pero qué dices? —Cada vez estaba más confusa con todo aquello.

—¡Creía que no tenías! —afirmaba ella con pleno convencimiento—. ¡Creí que ya te habías operado!

—Pues es evidente que no —le dijo Alex con claridad—. Las operaciones de cambio de sexo son muy caras. Y por otro lado, ¿¡ahora te enteras de que tengo polla?!

—¡Pensé que ya habías hecho la transición completa! —exclamó la joven afligida.

—Esto es de idiotas —comentó su tía impactada—. ¡Si tu madre te lo tiene que haber dicho mil y una veces!

Inma se calló. Inclinó un poco la cabeza, como si estuviera avergonzada por esto, lo cual resultaba cuanto menos sorprendente, pues la que debería de sentirse más humillada era ella con todo el asunto de su erección. Con sus manos, Alex hizo que alzase su rostro y notó como pequeñas lágrimas se derramaban de sus ojos.

—¿La tienes dura por mí? —fue la siguiente pregunta que le formuló la muchacha—. ¿Así es como te has estado sintiendo todo este tiempo conmigo?

No sabía ya que hacer. Por mucho que intentase, esto ya era un asunto que debía tratar o de lo contrario, las cosas irían a peor. No sabía que decirle o explicarle para tratar de solucionar este tema. Le costaba muchísimo y sentir la inquisitiva mirada de Inma sobre ella, no ayudaba.

—¿Te pongo, tita? —le dijo su sobrina con tono ofensivo y dolido—. ¿Te pones cachonda cada vez que estás cerca de mí?

Cada palabra que su sobrina decía era como una daga envenenada que se clavaba repetidas veces en su corazón. Sentía que la iba a perder, que ya jamás volverían a tener esa entrañable relación que en otro tiempo fue lo mejor que tuvo en su vida. No, ya nada volvería a ser igual. Y esta vez, sería culpa suya, lo cual, le resultaba aun peor.

—¿Esa es la forma en la que me ves? —Se notaba lo escandalizada que se hallaba—. ¿De verdad querrías follarme si tuvieras ocasión? ¿Eso es lo que me harías a mí, tu sobrina?

—¿Eso piensas? —preguntó ahora Alex—. ¿Que lo único que quiero es follarte?

—Si —respondió con firmeza Inma, como si ya estuviera confrontándola de manera directa.

Todo parecía indicar que la relación tía- sobrina había quedado completamente rota, pero entonces, Alejandra recordó de forma repentina lo que su sobrinita ocultaba en el ordenador portátil y no pudo evitar enfadarse. ¿Cómo podía la niña reprocharle su excitación hacia ella cuando la muy granuja ocultaba videos porno bastante explícitos de sexo entre chicas y transexuales? Resultaba absurdo y sin sentido, a no ser que con ello, pretendiese ocultar algo más. Por eso, decidió indagar en el asunto. Sabía que era algo peligroso, pero no le quedaba otra alternativa. Tenía que pararle los pies como fuera, aunque se tratase de algo tan delicado como sus sentimientos o incluso, su propia sexualidad. Así que decidida, miró a la chica y contraatacó.

—Muy bien, pues ya que estamos con tantos deseos ocultos, ¿por qué no me explicas lo de los videos?

Cuando Inmaculada escuchó aquello, quedó al instante paralizada. Miró a su tía con cierta inseguridad y ella se dio cuenta de que había ahondado en un tema muy espinoso para la muchacha.

—¿Qué…videos? —preguntó con temor su sobrina.

—Los que hay dentro de tu ordenador —le respondió bien resuelta Alex—. Esos que ocultas con tanto recelo en la carpeta de “Privado”.

La muchacha apenas podía articular palabra. Parecía haber quedado muda tras lo que la mujer acababa de decirle. Se preocupó un poco al no verla reaccionar, pero no tardó la joven en volver en sí, y no de la mejor forma.

—¿Has estado mirando en mi portátil? —dijo bastante molesta—. ¡Cómo te atreves a espiar mi intimidad!

Estaba a punto de llorar de nuevo pero Alejandra la detuvo.

—Siento haber mirado —se disculpó mientras cogía a la muchacha de los hombros para que no se moviese—, pero eso no es lo importante ahora —La miró fijamente a los ojos y pudo notar el miedo reflejado en ellos—. Mi niña, ¿por qué tienes esos videos?

—Me…me los pasó una amiga sin querer —se intentó explicar Inma de forma poco útil—. Me vino con los apuntes….y…

La pobre estaba ya al borde del llanto. De hecho, no aguantó mucho más y Alex acabó abrazándola para darle un poco de consuelo. Decidió dejar que se desahogase, que vaciara toda esa pena que la corroía. Fue acariciando su pelo de forma tierna y cuando notó que ya estaba más calmada, alzó de nuevo su rostro y como hiciera hace tan solo un día, cuando se reconciliaron, secó sus lágrimas con sus dedos. Acarició su suave piel y cuando quiso darse cuenta, la chica apoyó su rostro contra su mano, justo por la zona de la mejilla. Se mostró algo mimosa y eso reconfortó a la mujer. Pese a todo, aun percibía esa melancolía rondando en su interior. Visto esto, decidió ayudarla.

—Inma, ¿qué te pasa? —preguntó llena de mucho afecto—. Dímelo, no me voy a enfadar.

Indecisa, la chica miró a su tía llena de mucho reparo, como si no desease contarle nada. Pero Alex sabía que solo hablando podían arreglar todo este asunto. Miró a Inma de forma determinada y la acarició con mimo, tratando de calmarla. Viéndose más segura, la chica procedió a hablar.

—Tita, no sé qué me ocurre, ¿vale? —comenzó a decir con cierta zozobra.

—Dime que es —la animó Alex.

Con cierto reparo, Inma se lo explicó.

—Es que no sé qué me pasa —Su voz se notaba agrietada—. Ya no tengo ni idea de que me gusta, si los chicos, las chicas o….

—¿Las transexuales?

Cuando dijo esto, su sobrina la miró. Había dado en el clavo.

—Al principio, vi un mero video por curiosidad. Solo quería saber cómo era, pero a medida que lo miraba, fui notando una extraña sensación, como si me gustase —quedó en silencio por un instante, aunque Alex deseaba que continuase, pero por su bien, dejó que lo contara a su ritmo—. En un primer momento, creí que estaba mal, pero muy pronto me puse a ver otros y fui notando que me excitaba y cuando quise darme cuenta, estaba masturbándome con ellos. —Volvió a detener su relato, aunque esta vez, no demoró tanto en proseguir— Ahora, no dejo de mirarlos y creo que es lo que más me excita de todo.

Alex escuchó fascinada cada palabra que la joven le iba comentando, sin poder creer que todo aquello le estuviera sucediendo a su sobrina. Se sintió bastante dolida por ella, de encontrarse sola ante una revelación que no sabía cómo encajar. Estaba perdida, sin saber qué rumbo tomar en su vida. No pudo más que compadecerse por la chica. Ella también pasó por lo mismo con su cambio de sexo.

—Oye, tú no te preocupes —le dijo para reconfortarla—. Estás pasando por una etapa de descubrimientos y aquello que encuentres no tiene por qué ser malo. Tan solo eres tú misma y tienes que aceptártelo como viene. Tratar de ignorarlo tan solo te hará más daño.

—¿En serio? —preguntó con bastante inseguridad la muchacha.

—Claro, no tienes que tener miedo de ello. Es parte de ti, nada más que eso.

Inma sonrió de forma tierna. Verla contenta de nuevo, alegró mucho a Alejandra, quien volvió a estrecharla entre sus brazos y le dio un suave beso en su frente. La quería pero a pesar de estar resolviendo esto, había algo que le escamaba. ¿De verdad había sido esa la razón por la que le habían interesado esa clase de videos? ¿Por uno que vio un día de manera casual? No estaba tan de acuerdo con esa explicación que le acababa de dar.

—Inma, ¿tú te sientes atraída por mí?

La pregunta hizo que el cuerpo de la chica se revolviese. Volvió a mirar a su tía y esta pudo percibir el miedo reflejado en sus ojos.

—Tita, yo….

—No tienes que sentirte mal por ello —le comentó de forma amorosa—. Tu solo dime la verdad, ya está.

Se notaba que dentro de Inma había una gran disputa por confesárselo todo. Ella ya lo percibía claramente, pero necesitaba que se lo dijese. Ver a la muchacha así de callada, luchando por confesar todo, la preocupaba. Tras cierta espera, finalmente habló.

—Es que… eres muy guapa —le confesó tan tímida y nerviosa que le resultó adorable—. Desde adolescente siempre me pareciste muy bonita y cuando empecé a ver videos, me daba morbillo pensar en ti.

—¿Morbillo? —cuestionó sorprendida Alex.

—Si —respondió Inma con una avergonzada risilla—. Yo soñaba a veces cosas…e incluso pensaba en ti mientras me tocaba.

—Vaya con mi sobrina. No me esperaba esto de ti.

Las dos se miraron divertidas ante esta ocurrencia, pero a Alejandra no le parecía tan gracioso. Que su sobrina se sintiera atraída por ella no es que fuese la mejor noticia del mundo.

—Pues tampoco me esperaba yo esto de ti, tita —le dijo de forma repentina la muchacha.

La piel se le erizó a Alex al escuchar lo que acababa de comentar. La miró sin saber muy bien qué demonios decir. Básicamente, se había quedado sin habla.

—Ca…cariño, lo mío ha sido una excitación momentánea…. No era mi intención.

—Claro, lo que tú digas.

La forma en la que le hablaba sonaba muy osada y provocativa. A Alejandra le recorrió un escalofrío por su espalda cuando notó esos grises ojos clavados en ella. No tenía ni idea de que es lo que esa chica ocultaba, pero desde luego la estaba provocando más de lo que podía esperarse.

—Venga, vamos a seguir viendo tranquilitas la tele, ¿vale?

Esperaba que una vez arreglado todo, pudieran seguir con la película sin mayores altercados. Pero nada estaba arreglado y lo que era peor, las cosas se iban a intensificar de un modo que la mujer no podía siquiera llegar a imaginar. Se volvió hacia la televisión como si nada, pero cuando notó revolverse a su sobrina, decidió voltearse para comprobar que le ocurría. Entonces, justo cuando giraba hacia ella, la chica se abalanzó y le plantó un beso en sus labios.

Al principio, Alex no sabía qué hacer y se puso más nerviosa cuando vio como Inma se apretaba más y la envolvía con sus brazos, con clara intención de no dejarla escapar. La mujer lo único que podía hacer era revolverse para tratar de liberarse. Siguió observando como su sobrina intensificaba el beso y hasta como se atrevía a introducirle la lengua, aunque no llegó demasiado lejos, pues sus labios estaban bien sellados. Tras un poco de conflicto, logró separarla y le dio otro empujón.

— ¿Qué pasa? —preguntó alborotada la joven.

— ¿Cómo qué pasa? —replicó Alex histérica—. ¡Me has besado, Inma!

— ¿No te ha gustado? —La muchacha se notaba sorprendida, como si no esperase aquella reacción por parte de su tía.

— ¿Gustarme? ¡Me has besado joder! —Se notaba su más que evidente cabreo—. ¡Eres mi sobrina! ¿Pero qué coño te ocurre?

La chica volvió a mostrarse de nuevo angustiada. Quiso acercarse a su tía, pero esta la apartó, deseando que no avanzara más. Se quedó allí, mirándola con una evidente tristeza marcándose en su cara, algo que lleno de pena a Alex, pues lo último que deseaba era romperle el corazón, pero aquello no podía.

—Pero tita, yo te quiero —expresó la chica con agrietada voz—. Pensé que te gustaría.

—Inma, ¡por Dios! —le gritó Alex—. Esto no puede ser, ¿entendido?

—Pe…pero —se repetía la muchacha muy nerviosa—. Yo…creí…

—Además, hace un rato me has acusado de ponerme cachonda por ti y ahora, ¿me besas sin más? —dijo cada vez más enfadada—. ¿¡Pero se puede saber a qué coño juegas?!

La situación se estaba volviendo otra vez a ir de las manos. Alex trataba de resistirse a su sobrina y encima, le estaba echando en cara todas esas acusaciones previas. Creía que así lograría frenarla, mas no podría estar equivocada. Ver su afligida expresión de dolor y esa intensa vulnerabilidad que poseía, hacía que no tuviera más remedio que abrazar a la joven chica. Y en ese preciso momento, se dio cuenta de que iba a perder la batalla por mucho que la luchase.

Pegadas la una a la otra, fue dejando que Inma se calmase, esperando que las cosas no empeoraran. Permanecieron así por un pequeño rato, hasta que Alex decidió despegarse un poco. Miró a su sobrina, quien se notaba aún algo nerviosa por todo lo ocurrido, y de repente, ya no pudo apartar su mirada de la joven. Fue como si hubiera quedado hipnotizada ante la visión de la preciosa chica, como si su presencia la llamase como un hermoso reclamo. Perdida en un mar de emociones de donde no sabía cómo salir, atrapada en tan terrible conflicto, la mujer no pudo aguantarlo más y la besó sin pestañear.

Inma se quedó de piedra cuando sintió los labios de su tía chocando contra los suyos y a pesar del susto inicial, no dudó en corresponder a ello como se merecía. Se besaron y chuparon durante un minúsculo instante, sintiendo la cálida humedad que invadía a las dos. Alex volvió a separarse y la que se quedó mirándola ahora incrédula fue su sobrina.

—Tita, ¿qué te ocurre? —preguntó la chica al notar el pánico que envolvía a la mujer.

—No lo sé, mi niña —contestó—. No puedo creer que estemos haciendo esto, simplemente no puedo concebirlo.

La confusión la estaba volviendo loca. Quería detenerse, no seguir con esto. Sin embargo, otra parte la impulsaba a querer seguir, a desearlo con todas sus fuerzas. Se hallaba en una encrucijada que no la dejaba actuar, que la tenía frenada en una convulsa batalla difícil de solucionar. Por eso, Inma volvió a besarla.

Esta vez, no la rehuyó, sino que la correspondió con todo su deseo. Ambas mujeres abrieron sus bocas y dejaron que sus lenguas se encontrasen para unirse en un viscoso abrazo. Las dos gemían, resonando sus respiraciones en el interior. Ya nada podía controlar el incestuoso caos en el que las dos se hallaban y, aunque sabían que lo que estaban haciendo era algo terrible, les daba por completo igual. Seguían lo que sus corazones les dictaban y lo iban a hacer sin miramientos. Inma se colocó de nuevo en horcajadas sobre su tita y esta, la abrazó por la espalda para pegarla más. Pudo sentir como sus juveniles pechitos se estrujaban contra los suyos y eso hizo que su pene se pusiera más duro de lo que ya estaba. Siguieron así por un rato más hasta que la mujer decidió apartarla un poco.

—¿Qué pasa? —preguntó la chica algo nerviosa.

Entonces, sin previo aviso, Alex hizo levantar a su sobrina y luego, se incorporó. Agarrando a la joven de su mano, la llevó a su habitación y la tiró sobre la cama. Inma era incapaz de entender que ocurría y miró con cierto temor a su tía, quien se colocó en el centro de la estancia.

—Tita, ¿qué vas a hacer? —volvió a preguntar la chica con cierto temor.

—No aguanto más querida. Por más que lo intente, simplemente no puedo resistirlo —expresó llena de frustración Alex.

Ante los atónitos ojos de su sobrina, se desnudó. Primero se quitó la camiseta, dejando al descubierto unos redondos y grandes pechos de pezones rosados que ya estaban bien duros. Acto seguido, se bajó los pantalones, dejando al descubierto su erecta polla, la cual apuntaba bien estirada hacia delante. Cuando la vio así, Inma quedó boquiabierta.

—¿Qué te parezco, mi niña? —preguntó llena de necesidad.

La joven quedó en silencio por un momento, con los ojos bien abiertos mientras miraba a su desnuda tía. Luego, posó sus avellanados ojos en los de ella y le respondió:

—Preciosa y sexi, tita —dijo bien claro—. Me pareces la mujer más hermosa del mundo.

—¿Incluso a pesar de tener polla?

—Hasta con polla resultas mejor.

Ya no pudo aguantarlo más y fue rumbo a la cama.

Habían sido tantos años de rechazo y soledad, de tanta tristeza y decepción acumulada, que no podía creer que la persona que la desease fuera su propia sobrina. Sabía que estaba mal, que algo así no podía darse. Pero cuando percibía el deseo en sus ojos y esas ansias que la invadían, se decía que poco importaba. Recostada de lado, pudo notar la fascinación con la que la chica la miraba.

—Me deseas, ¿verdad? —comentó provocativa—. No seas tímida, puedes tocarme.

Cogiendo sus manos, las llevó hasta su cuerpo y dejó que Inma explorara todo por su propio pie. Empezó a acariciar su suave piel y aquellos leves roces la hicieron estremecer. Cuando las manos llegaron hasta los pechos, no pudo evitar dejar escapar un intenso suspiro.

—Tita, ¡tienes unas tetas preciosas! —exclamó la chica muy impresionada.

—Ya veo que te gustan —dijo ella mientras sentía como los dedos se apretaban contra sus senos.

—¿Son operadas?

—Sí, los pechos me crecieron poquito con los procesos hormonales a los que me sometí, así que me operé.

—Pues hicieron un buen trabajo.

No pudo evitar sonreír ante semejante ocurrencia y sin dudarlo, la besó.

La excitación envolvía a las dos féminas. Alex pudo sentir su enhiesta polla aplastándose contra el vientre de su sobrina, quien no dejaba de besarla mientras apretaba su par de tetas con un deleite inconmensurable. Cuando se apartó, cogió su cabecita y la llevó a sus pechos para que le chupase los pezones. La chica lo hizo con sumo gusto. Engulló uno de aquellos endurecidos botones y Alex sintió su polla palpitar al notar la fuerte succión. Gimió llena de placer mientras notaba los dientes mordisqueándolo y como la otra mano pellizcaba el otro pezón. Inma fue de un pecho a otro, lamiendo y succionándolo sin piedad, dándole tanto glorioso deleite a su amada tía.

—Tócame la polla, sobrina —le pidió Alex desesperada.

La chica deslizó su mano con cierta timidez hasta el erecto miembro y lo acarició de arriba a abajo. Podía notar lo caliente y dura que estaba. Se sentía totalmente fascinada, no podía creer que su tía pudiera ocultar algo así entre sus piernas y fue palpando aquella maravilla. Surcaba su suave piel, sintió las venas marcadas en el tronco y se empapó de líquido preseminal en la punta. Al final, llegó a su par de huevos, bien depilados, y los acarició con sumo gusto.

—Um, mi niña —expresó muy excitada Alex—. ¡Me haces cosquillitas!

Inma bajó su mirada para ver el enorme pene. Se quedó sin palabras ante la tan imponente barra de carne que aferraba. Enroscó su mano alrededor del tronco y desplazó hacia abajo la piel, descubriendo la amoratada punta al retirarse el glande. Vio lo brillante que se hallaba. La dejó fascinada por completo. Eso hizo, que bajase su cabeza hasta allí y la engullese.

Alex apretó los dientes cuando notó como su sobrina engullía el capullo de su pene. Pudo sentir la calidez del interior, la lengua paladeando discretamente y los esponjosos labios envolviéndolo. Se quedó catatónica ante tan inesperado acto.

—Cariño, ¿qué haces? —preguntó extrañada.

—Quiero conocer su sabor —fue lo que dijo muchacha antes de engullir de nuevo el miembro.

La mujer cerró sus ojos, dejándose llevar por el placer que le causaba esa boquita. Llevó su mano hasta el pelo de la chica, acariciándolo con suavidad, mientras sentía como la cálida humedad envolvía el principio de su miembro. Inma solo se había tragado más que la punta, ya que el pene era grande, así que se limitó a chuparlo y lamerlo. Por los gemidos que su tía emitía, parecía estar disfrutando.

—¿Te gusta? —le preguntó con ilusión.

—Si sobrinita —respondió entrecortada—. No te detengas.

Animada por estas palabras, se metió el miembro más dentro y cuando ya estaba cerca de la mitad, empezó a notar que se atragantaba. Era demasiado grande y ancho para engullirlo por completo. Al percatarse de esto, Alex hizo que se la sacase.

—Inma, ¡estás loca! —exclamó la mujer alarmada—. No ves que podías haberte ahogado.

Tosió un poco mientras notaba la preocupada mirada de su tía. Se sintió avergonzada por lo que había hecho, pero al notar la comprensión en el rostro de la mujer, se le pasó.

—Anda, déjame que te enseñe.

Su tía le indicó como tenía que hacerle la mamada. Pese a no tener experiencia, la chica le ponía un empeño encomiable. Su lengua pasó por todo el glande, recogiendo el fuerte sabor salado del miembro para luego descender a lo largo del tronco. Allá por donde pasaba, dejaba brillantes estelas de saliva. Inma imaginó que estaba tomándose un rico helado, que no paraba de lamerlo bajo ningún concepto. Y Alex, gozaba satisfecha de todo ello.

A cada lamida que daba, acompañaba con un suave movimiento de su mano para dar más placer. La mujer le enseñó como tenía que apretar y moverse para ir haciendo la paja, siempre lenta, sin prisas, dejando que el placer fluyese con calma. Mientras masturbaba a su tía, la sobrina bajó su boquita hasta el par de huevos que allí tenía. Grandes y redondos como dos frutos maduros, estaban desprovistos de pelo. Sin dudarlo, comenzó a lamerlos y no tardó en engullir uno, mordisqueándolo. Desatada, comenzó a pasárselos por la cara, impregnándose de su fragancia.

—Inma, ¡joder! —gritó desesperada Alex—. ¡Me estás volviendo loca!

Incitada por lo que oía, la muchacha volvió a chupar la punta de la polla, engullendo todo el cabezón sin dudarlo. Succionaba con ganas y relamía cada centímetro. Su tía respiraba entrecortada a causa del gozo producido. También movió su mano, intensificando la masturbación. Alejandra se encontraba en el cielo.

—¡Por Dios! —gimió la mujer—. Como sigas así, ¡me voy a correr!

Escuchar esas palabras, hizo que Inma intensificase el movimiento de su mano y que chupase la polla con mayor urgencia. Se la llegó incluso a meter un poco más, no demasiado, pero si lo suficiente para que el miembro fluyese dentro de ella. Su tía emitió un fuerte alarido, señal inequívoca de que se iba a venir.

—¡No aguanto más! —dijo desbocada—. ¡Me corro!

Inma siguió con el falo metido en su boca, cuando su tía eyaculó sin más remedio. Notó como la polla sufría varios espasmos y entonces, un chorro de espeso y caliente semen impactó contra su paladar. La joven se asustó y se la sacó. Justo entonces, un segundo chorro impacto en su cuello. Al notar toda la ardiente lefa manchando en su piel, bajó la cara y el tercero le dio de lleno entre la nariz y la boca. Bajó la mano, haciendo que el cuarto y quinto acertasen en el pecho y los últimos ya salieron con menos potencia, cayendo entre su brazo y las piernas de la mujer.

Alex estaba totalmente ida. El orgasmo que acababa de tener era uno de los más fuertes que jamás había experimentado. Aún seguía aturdida y notaba el cuerpo algo débil. Se había corrido como no había hecho en mucho tiempo y se sentía cansada. Cuando abrió sus ojos, para colmo, se topó con el estropicio que le había dejado a su sobrina.

—Mi niña, ¡mira cómo te he puesto! —exclamó impactada—. Dios, te he dejado bien llenita.

Sin embargo, Inma no estaba enfadada. Una hermosa sonrisa se iluminó en su rostro bañado de semen.

—No pasa nada tita. A mí me ha gustado mucho —le dijo tan tranquila—. Deseaba experimentar algo así.

La mujer observó impresionada como había dejado a la muchacha. Aunque lo que le sorprendía de verdad, era su actitud. Parecía fascinada por completo con lo que le había sucedido. Pudo ver como varias gotas de semen caían por su rostro y descendían por su cuello. Se quedó contemplándola hipnotizada, diciéndose que se trataba de la imagen más morbosa que podía existir.

—Mejor será que te lo limpie —comentó.

Pensó en ir al baño por papel higiénico, pero en vez de eso, decidió quitarle la camiseta. Ya estaba manchada de semen, así que daba lo mismo usarla para limpiar la cara de la chica. Se lo dijo y esta alzó sus brazos en clara señal para que se la retirase. Tiró de la prenda y tras desprenderse de ella, la usó para limpiar el rostro de la joven por la zona que estaba limpia. Cuando se dio cuenta de que había dejado a su sobrina desnuda de cintura para arriba, supo que las cosas se estaban caldeando más de la cuenta.

Limpió el cuello de la joven y en un momento dado, sus ojos se posaron en sus pechos. Eran de tamaño mediano, redondos y algo caídos, pero con todo, se notaban turgentes y bonitos. Cuando la mirada de Alex, volvió a cruzarse con la de su sobrina, tuvo bien claro que iba a suceder.

A la vez que tiraba la camiseta por ahí, sus labios volvieron a sellarse con los de Inma. Se besaron con tranquilidad, pero no tardaron en aumentar el ritmo. Al introducir su lengua en la boca de la joven, pudo degustar un poco de su semen, pero no le disgustó para nada. Al mismo tiempo, llevó sus manos a los senos, envolviéndolos con facilidad. Parecían hechos a medida para caberles en las palmas. Notó como los duros pezones arañaban su piel y masajeó aquellas carnosidades con mucho deseo.

—¿Te encantan mis tetas? —le preguntó su sobrina con ansia.

—Sí, son preciosas —contestó ella mientras besaba su cuello.

La lengua recorrió aquella zona, degustando el salado sabor de su propia corrida, aunque de nuevo, poco le importó. Siguió su descenso hasta llegar a las tetas de la chica, las cuales engulló con ganas. Recorría todo el perímetro, dejándolo bien lleno de saliva, para luego, chupar y succionar los oscuros pezones. Inma gemía con dulzura ante estos estímulos y Alex estaba encantada con ello. A la vez, sus manos se posaron en el pantalón corto y comenzaron a tirar de este con intención de quitárselo.

—A ver, échate a un lado —le pidió la mujer.

La joven se inclinó y pudo deslizar la prenda por sus piernas. Así, su sobrina quedó desnuda por completo. Volvió a besarla y no tardó en engullir de nuevo sus medianos pechos. Sus manos volvieron a la zona de las piernas, las cuales, Alejandra acarició con fruición, sintiendo la tibia suavidad de la piel.  Las recorrió de arriba a abajo hasta que al fin, acabó en las redondas nalgas. Las apretó con ganas y no tardó en presionar con fuerza desde ahí para atraer a Inma hasta ella. Cuando se dio cuenta de cómo la acariciaba su tita, se la quedó mirando alucinada.

—¿Te gusto? —le preguntó con amorosa voz.

Alejandra la miró de la cabeza a los pies. Desnuda por completo, pudo admirar la juvenil belleza que emanaba de su preciosa figura. Su piel morena, su pelo castaño suelto, sus brillantes ojitos grises, sus finos labios, el suave talle de sus piernas, la redondez de sus senos. Su sobrina poseía una hermosa elegancia que la hacía frágil y explosiva a partes iguales. No podía contener su desesperado deseo de poseerla y por ello, la abrazó con fuerza y la besó como si no hubiera un mañana.

—Me vuelves loca —le dijo muy cerca de su rostro—. Eres toda una preciosidad y me siento muy afortunada de tenerte en mi cama.

Aquellas palabras dejaron sin aliento a la joven. De repente, su tía la hizo recostar bocarriba sobre la cama y ella se situó a su lado.

Las manos de la mujer recorrieron aquel bendito cuerpo. La tersura de su piel y las curvilíneas formas dejaban a Alex maravillada. Cuando acarició su plano vientre, se divirtió al ver como la chica se estremecía por la cosquillas. Y más lo hizo cuando empezó a tocar sus caderas. Ambas se miraron en ese mismo instante. Sabían que había llegado la hora.

Inma abrió sus piernas y Alex introdujo su mano entre estas. Lo primero que tocó fue el peludo pubis de la muchacha, el cual le gustaba. Pero no tardó en descender y dar con su húmedo sexo. Aquella rajita no dejaba de derramar fluidos y cuando pasó su dedo por esta, se quedó petrificada.

—Cariño, ¡estás muy mojada! —exclamó impresionada Alex.

—Tita, ¡no aguanto más! —le dijo desatada su sobrina.

Supo que la joven no se podría contener por más tiempo. Con suma presteza, abrió los labios del coño e introdujo sus dedos en el interior. Recorrió cada pliegue de aquel mojado lugar, deleitándose con el calor que emanaba. Mientras, Inma gemía descontrolada. Trataba de resistir cuanto podía, pero se estaba volviendo loca. Su tía lo sabía y se lo susurró al oído.

—No te contengas —hablaba con dulce voz—. Déjate llevar. Vas a disfrutar un montón.

Cuando comenzó a masajear con dos dedos el abultado clítoris, Inma no pudo resistirse más. Cerrando sus ojos y dejando escapar un fuerte grito, Inma se corrió. Alex fue testigo silencioso del orgasmo que arrollaba a su sobrina. Todo su cuerpo tenso, la boca abierta dejando escapar ese gran alarido, un gesto de crispación recorriendo su rostro. Contra su mano, notó los fuertes espasmos del coño y los flujos vaginales derramándose. Al final, la joven se relajó y ella la besó con ternura en el cuello.

—¿Qué tal estás? —preguntó su tía mientras retiraba la mano de su entrepierna.

Ella respiró de forma profunda, buscando recuperar fuerzas. Alex siguió besándola por el cuello, dejando que sus labios marcasen su piel.

—Ha sido increíble —dijo ya al fin—. Tenía tantas ganas de que esto pasara.

Posó su rostro frente al de Alex. La mujer quedó extasiada al notar la expresión de serenidad que se dibujaba. Era tan hermosa. Le dio un beso en su boca y tras apartarse, volvió a hablarle:

—Pues vete preparando, porque esto no es más que un pequeño aperitivo.

La chica se quedó alucinada. De repente, vio cómo su tía se colocaba encima y empezaba a descender en dirección hacia sus piernas. En un abrir y cerrar de ojos, la tenía en su zona más íntima.

—Prepárate, cariño —comentó ansiosa Alejandra—. Hoy vas a descubrir el placer de verdad.

—Tita —fue lo único que alcanzó a decir la muchacha.

De repente, notó como una lengua recorría todo su sexo. Se estremeció y no tardó en emitir varios gemidos, señal clara del estímulo que experimentaba. Las lamidas no cesaban y la joven se retorcía envuelta en un gozo inimaginable. Esto era algo nuevo para ella.

Su tía no le quitaba ojo de encima. Con dos dedos, abrió la vagina y recorrió el interior con su lengua, degustando el amargo sabor que emanaba, y le encantaba. Fue recorriendo cada pliegue del interior rosado mientras escuchaba los sonoros gritos de la chica, evidenciando que otro orgasmo estaba por venir. Llevó un dedo hasta el clítoris, acariciándolo con suavidad y no tardó en llevar su lengüecita hasta allí. Con la punta, golpeó la abultada carnosidad, llevando a su sobrina al borde del paroxismo.

—Tita, ¡¡me corro!! —gritó desesperada.

De repente, su boca se inundó con los fluidos expulsados del interior a la vez que notaba las fuertes contracciones. Todo el cuerpo de su sobrina se estremeció ante el arrollador orgasmo y notó como temblaba por el éxtasis causado. Era un espectáculo verla tener ese pequeño ataque. Dejó que la joven reposase un poco, recuperando el sentido tras tan increíble venida y cuando la vio mejor, retomó su cometido. Siguió devorando aquel preciado manjar que se le ofrecía. A su nariz llegaba la fuerte fragancia a coño mojado y su lengua se adentró en el húmedo conducto, arrancando otro sonoro grito a su sobrina.

Inma se notaba ya al borde del colapso. Jamás en su vida había degustado nada parecido. Se había masturbado, a veces, por bastante tiempo, pero esto era completamente diferente. Su tía la hacía gozar de un modo increíble, llevándola a un límite que ya no podía soportar. Apretó sus dientes cuando sintió la súbita llegada de otro orgasmo.

El alarido que soltó mientras se corría asustó a Alex, quien frenó su trabajo, preocupada por si le ocurría algo a la muchacha. Para cuando vio cómo se relajaba poco a poco, se sintió aliviada. Sin dudarlo, se incorporó para volver a su lado. Acunada entre sus brazos, volvió a besarla con todo el deseo que la embargaba. Gracias a esto, Inma se sentía más tranquila, bien satisfecha del increíble cunnilingus que su tía acababa de hacerle.

—¿Estás mejor? —preguntó Alex.

La joven la miró con una amplia sonrisa dibujada en su cara. Era evidente que sí.

—Ha sido genial —respondió encantada—. Nunca en mi vida me había corrido tanto. ¿Cómo sabes tú de estas cosas, tita?

Esa pregunta dejó algo descolocada a la mujer. No tanto porque se la hiciese, sino más bien por la respuesta que le tendría que dar. Una, que destaparía un recuerdo todavía doloroso para ella. Sin embargo, pensó que era momento de revelarlo.

—¿Te acuerdas de la chica con la que compartí piso durante mi época de la universidad?

Su sobrina abrió los ojos de sorpresa al oír esto.

—¿Os liasteis? —expresó impresionada.

—Así es —le aseguró Alex—. Begoña fue la primera mujer con la que tuve sexo.

—¿Cómo pasó? —preguntó algo cortada la muchacha.

—Bueno, ella descubrió quien era yo realmente. Nunca le dije que me trataba de una transexual, pues tenía miedo de que no le gustase y decidiera no querer vivir conmigo. Así estuvimos al principio, y fue genial. —La mujer sonaba nostálgica en todo lo que contaba—. Pero un día, me pilló saliendo del baño desnuda y bueno, se acabó la mentira.

—¿Y qué hizo?

—Para mi sorpresa, no se lo tomó mal, ni siquiera le dio importancia. Ella me continuó tratando como a una chica normal y eso, me reconfortó bastante —Una sonrisa se dibujó en el rostro de Alejandra—. Todo iba muy bien entre nosotras, hasta esa bendita noche. Ahí fue cuando cambió todo.

Inma la miró, deseosa de que continuase. Se la notaba muy fascinada con el relato y eso, divirtió a la mujer. Así que decidió no demorarse y le contó la parte más importante.

—Una noche, Bego y yo veíamos tranquilamente la tele y me hizo una pregunta: ¿Me puedes volver a enseñar tu polla? —Notó la intensa mirada de su sobrina, expectante a todo lo que le fuera narrando—. Yo, al principio, quedé petrificada. No sabía qué hacer. Sabía que ella era hetero y estaba sorprendida por la cuestión, pero al notar su enorme interés en mí, no lo dudé. Jamás había tenido una oportunidad como esa y decidí aprovecharla.

—¿Follasteis esa noche? —preguntó asombrada la chica.

—No, solo me la chupó —contestó ella—. Pero me lo hizo tan bien. Um, tenía unos labios tan bonitos. Rosados y carnosos. Dios, te daban ganas de besarlos sin cesar. —Alex rememoraba todo con mucho deleite—. Fue gloria bendita esa mamada. Me corrí como nunca antes había hecho.

—¿Y después de eso?

—Vinieron muchos días de placer —contestó de forma rápida—. Nos tirábamos muchas tardes y noches enteras sin parar de follar. Joder, hasta perdíamos días enteros de clase por no querer salirnos de la cama.

—Madre mía, sí que era esa Begoña tan insaciable —comentó atónita Inma.

—Ya lo creo. Tenía una libido esa chica, buf —Se quedó pensativa por un momento—. Me hizo unas cosas. Y me enseñó otras. Era impresionante.

Se quedó en silencio. Su sobrina la miraba con atención, esperando que continuase, pero ella tenía su cabeza en otro sitio. En el lejano y doloroso pasado. Uno que no deseaba recordar, pese a que volvía con mayor fuerza que nunca.

—¿Que ocurrió al final?

Con esa pregunta, dedujo que Inmaculada ya sospechaba sobre la cruel resolución de aquella relación. No había sido una narración demasiado profusa y llena de detalles, aunque la chica parecía fascinada y deseaba saberlo todo. Por ello, decidió contarle lo que quedaba.

—Me dejó —contó con brusquedad—. Un año y pico después de que empezásemos con todo aquello, me dijo que no le veía futuro a esto y se largó con un tío.

Una solitaria lágrima cayó de uno de sus ojos. Al verlo, Inma se preocupó y decidió abrazarla. Ella aceptó dejarse estrechar por su sobrina y cuando sintió su cuerpo pegarse al suyo, se sintió mucho mejor. Tenerla cerca era lo que más necesitaba en esos momentos.

—Yo la quería, ¡joder! —comentó angustiada—. Sé que tenía que habérselo dicho mucho antes y cuando al final me atreví, no sirvió de nada.

Su rabia surgía de manera intensa. Inma la estrechaba contra su cuerpo y percibía lo agitada que se hallaba su tía. Era evidente el dolor que había en ella. Esa Begoña la dejó destrozada.

—Le dije que la amaba, ¡se lo dije muchas veces! —gimió impotente—. Pero ella solo decía que no fue más que un juego. Que nunca estaría con alguien como yo.

La tristeza embargaba a Alex. Su sobrina se dio cuenta de lo dolida que se encontraba su tía. Toda su vida había estado sola, falta de cariño y amor, sin nadie que se lo diese. Eso la apenó bastante, tanto, que la abrazó con mayor fuerza, buscando darle el consuelo que tanto necesitaba.

Inma dejó que su tía se fuese calmando. La miró con dulzura y no pudo evitar darle un suave beso en la frente a la mujer. Eso le gustó.

—Tú sabes que yo siempre estaré aquí para ti.

Aquellas palabras emocionaron a Alex. Siempre había estado sola, sin nadie que la quisiera y ahora, su linda sobrina estaba allí, dispuesta a darle todo el amor posible. Deseaba tanto tener alguien a su lado que la apreciase y quisiera tal como era. Hasta ahora, no había encontrado a nadie así, pero al fin, ya lo había hecho. Sin pensárselo más, no dudó en besar a la joven chica.

Ambas mujeres mantenían unidas sus bocas en lujuriosa desesperación. No paraban de tocarse y lamerse. Se percibía un deseo cada vez más incesante en las dos. Alex deslizó su mano entre las piernas de la joven y no tardó en constatar que su coñito estaba otra vez mojado.

—Mi niña, vuelves a estar otra vez cachonda —musitó a la vez que pasaba un dedo sobre la cálida rajita.

Inma no pudo evitar gritar ante aquella caricia, y más lo hizo cuando Alex abrió los labios de la vagina y volvió a masajear su clítoris. La mujer describía círculos alrededor del nódulo carnoso, haciendo que la muchacha se estremeciese de placer. Era una delicia verla con sus ojitos cerrados y gritando con fuerza.

Tras masajearla un poquito, retiró su mano y volvió a besarla, enlazando sus lenguas y dejando que la saliva pasase de la boca de una a la de otra. Fue una unión ardiente y necesitada por las dos. Cuando se retiró, pudo notar que Inma la miraba muy dulce.

—Tita, sé que igual esto es pedirte demasiado, pero me gustaría decirte algo.

La mujer quedó muy extrañada al escuchar esto.

—¿Qué pasa?

Su sobrina se acercó un poco más, dejando su cara a escasos centímetros de la suya. La miró con gran determinación, preparándose para lo que tenía que decirle.

—Verás, quiero que me folles.

Cuando dijo eso, el corazón se le detuvo a Alex. No era lo que deseaba oír, aunque por otra parte, tampoco le extrañaba. Ya habían llegado a un punto donde era inevitable que pasaran al siguiente nivel. Sin embargo, no esperaba dar ese paso. Se suponía que no debía hacerlo. Por ello, tenía que pararle los pies a la chica antes de que las cosas se desmadrasen.

—Cariño, soy tu tía y sabes que esto…

—¡No empieces con esas mierdas de que somos familia! —le interrumpió Inma—. No quiero oírte decir nada de eso.

Alex quedó noqueada por las bruscas palabras de su sobrina. Al mirarla, notó en ella una clara decisión respecto a todo aquello y, aunque por un momento la razón dictaba que se debían detener, la chica estaba en lo cierto. ¿De que servían las excusas cuando ya habían atravesado todos los límites que la recta moral y la sociedad dictaban? Ya no había marcha atrás.

—¿En serio quieres hacerlo? —La cuestión parecía sonar hecha para la muchacha, pero en realidad, se la estaba haciendo a sí misma.

—Sí, no hay otra persona con la que desearía compartir este momento que no fueras tú.

Sus ojos se encontraron en los de ella mientras le decía esto. No había vuelta de hoja para lo que iban a hacer, así que simplemente, dejaron que todo sucediese. Inma se recostó bocarriba y Alex se puso encima. La joven temblaba de la emoción y su tía estaba excitándose cada vez más. Su polla ya estaba dura, pero se puso mucho más en ese momento. Se miraron de nuevo, deseosas de que aquello pasase.

—¿Lista? —le preguntó.

—Espera —le dijo en ese instante la chica.

—¿Qué ocurre?

—Soy virgen.

Quedó impactada al escuchar la confidencia que su sobrina le acababa de hacer.

—Vaya, no sé qué decir —fue lo único que logró articular.

Inmaculada se notaba un poco incomoda con todo el asunto. Alex comenzó a sopesar la posibilidad de dejarlo aquí, pues a lo mejor la chica se sentiría muy intimidada con todo.

—No quise hacerlo con nadie, porque deseaba que tú fueses la primera —le confesó de forma repentina.

Al escuchar eso último, la tía se lanzó a besar a su sobrina. Que adorable y tierna criatura con la que se había encontrado. No la dejaría escapar por nada del mundo.

—Mi niña, ¿así que quieres que sea tu tita quien te estrene? —le preguntó muy traviesa.

—Sí, solo puedes ser tú —respondió ella de forma juguetona—. Porfi, no lo aguanto más. ¡Fóllame de una vez!

La forma tan incitante en la que se lo pedía rompió todo su ser. Sin pensárselo, agarró su duro pene y lo colocó a la entrada del coñito.

—¿Quieres que tu tita te desvirgue? —le preguntó de nuevo.

—Sí, sí, lo quiero —le decía la muchacha, cada vez más excitada.

Alex comenzó a mover su polla de arriba a abajo sobre la vagina, restregándola con el glande. Notaba el calor tan húmedo que emanaba de dentro. Con sus roces, estaba volviendo loca a su sobrina.

—¿Tienes unas ganas tremendas de que meta toda la polla dentro de ti? —volvió a preguntar muy alterada, llena de mucho deseo—. ¿Deseas sentirla llenándote enterita?

—¡Si, por favor! —le suplicaba la joven—. ¡Ya no aguanto más!

Sin perder más tiempo, comenzó a introducir su miembro dentro de la chica.

Inma emitió un fuerte gemido cuando sintió la inesperada invasión en su interior. Percibía aquella dura barra de carne abriéndose camino por dentro de su coño, inundando cada centímetro. Su tía iba poco a poco y cuando tuvo la punta dentro de ella, sintió como algo cedía. Supo de qué se trataba: el himen de la joven. Con sumo cuidado, empujó levemente para adentrarse más y romper aquella elástica barrera. La chica seguía emitiendo sonoros gritos y la abrazó con fuerza. En un momento dado, mientras entraba más, notó el cuerpo de la joven temblando. Cuando ya estaba toda dentro, escuchó un fuerte resoplido y una inesperada convulsión. Se detuvo y la miró.

—¿Estás bien? —preguntó muy preocupada.

Inma permaneció en silencio por un momento, lo cual, hizo preocupar a su tía, pero no tardó en contestar para su alivio.

—Me duele un poco, pero no es grave.

Más tranquila ante la respuesta, le dio un suave beso.

—Bueno, pues ya te he hecho mujer —concluyó—. Ahora vamos a follar.

Con suavidad, empezó a mecer sus caderas, deslizando su polla por dentro del estrecho conducto. Enseguida, el placer hizo acto de presencia en las dos mujeres, quienes comenzaron a disfrutar con el suave bombeo que Alex ejercía.

—Que apretadita y caliente que estas —dijo muy encantada Alex.

—Ag, tita. Me llenas por completo —gimió Inma.

La mujer seguía moviéndose. Aunque al principio le costaba un poco penetrarla, el continuo vaivén y la excitación de la chica fueron lubricando el interior, haciendo que el polvo fuera más fluido. Gracias esto, Alex notó que Inma ya no se quejaba tanto como antes.

Se pegaron más. Los pechos medianos de la chica se aplastaron contra los enormes senos de la mujer. Sus bocas se unieron en un lujurioso beso, enlazando sus lenguas. Alex no dejó de moverse, bombeando su polla, clavándola sin piedad hasta lo más profundo de su sobrina. Disfrutaba con todo aquello. En un momento dado, notó como la joven comenzó a agitarse. Sabía que iba a pasarle: estaba a punto de tener un orgasmo.

—Cariño, ¿te vas a correr? —le preguntó emocionada.

—Sí, ¡no me aguanto más! —gritó la pobre desesperada.

Alex clavó su polla una última vez en su sobrina y eso fue suficiente para ella. Inma se corrió entre fuertes estertores. Cerró sus ojos y gritó descontrolada. Todo su cuerpo se tensó mientras el estallido de placer la atravesaba de arriba a abajo. Su tía quedó impresionada al notar las fuertes contracciones de su coño. Parecía querer absorber su polla.

Detuvo su cadencioso ataque para dejar que su sobrina se recuperase del intenso orgasmo. La chica fue relajándose poco a poco, respirando de manera profunda para aspirar todo el aire que había dejado escapar mientras se corría. Alex la observó con detenimiento, recreándose en la serenidad que emanaba de ella. Ya más tranquila, Inma abrió sus ojos.

—¿Te ha gustado? —le preguntó su tía.

—Sí —contestó ella con una sonrisita en la boca—. Y quiero más.

Su petición no podía sonar más clara, así que reanudó su ataque. Su polla volvió a clavarse bien dentro del coño. Inma volvió a gemir con fuerza al notar las fuertes estocadas en su interior. Esta vez, Alex no fue tan suave. Ya con su vagina más habituada, la chica podía aguantar mejor, aunque su tía no intensificaba demasiado el ritmo para no lastimarla.

—¿Te gusta cómo te folla tu tita? —preguntó la mujer mientras embestía con ganas.

—¡Me encanta! —decía entre fuertes gritos la joven—. ¡No pares por favor, no pares!

Sus suplicas no hicieron más que aumentar el deseo. Alex se follaba a su sobrina sin cesar, descontrolada por una pasión que envolvía a ambas. Escuchaba sus gemidos, veía su rostro crispado por el placer y su cuerpo revolviéndose bajo ella. Su polla se refregaba entre las apretadas paredes de aquel dulce coñito recién desvirgado. El roce y el calor resultaban tan placenteros que la estaban llevado al borde de la excitación. Continuó hasta que notó que se iba a correr.

—¡Agh, cariño! ¡Ya no aguanto más! —exclamó mientras gruñía descontrolada—. ¡Me voy a venir!

Inma ni llegó a escucharla, pues gozaba con las fuertes acometidas del enhiesto pene de Alex. Ella, por su parte, trató de salirse, pero le resultó imposible. Estar dentro de aquel cálido lugar, como si se hallase en el paraíso terrenal, resultaba adictivo. Cuando notó los primeros espasmos, supo que ya no había nada que hacer, excepto dejarse llevar.

—¡Me corro! —anunció la mujer.

Su sobrina también la acompañó con un sonoro alarido para anunciar el simultáneo orgasmo.

Chorros y chorros de semen salieron disparados de su polla, inundando el cálido y recogido sexo de la chica. Alex sintió todas sus fuerzas irse con cada corrida y disfrutó del dulce deleite sexual causado. Inma, por su parte, también se vino sin remedio. Las fuertes contracciones de las paredes vaginales señalaban el gran orgasmo que acababa de tener, tan solo aumentado por la ardiente riada que recorría su interior. Cuando ya las dos habían terminado de disfrutar, la mujer se desplomó sobre la muchacha como un peso muerto.

Alex se sentía eufórica, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Al ver que aplastaba un poco a su sobrina, se retiró a un lado. Sacó su polla de dentro, haciendo que restos de sangre, fluido vaginal y semen manchasen las sabanas. Poco le importó. Atrajo a su sobrina para abrazarla. Ella abrió los ojos y pudo notar lo alegre que estaba.

—¿Estas bien? —le preguntó la mujer.

—Mucho —contestó—. Lo que ha pasado es un sueño hecho realidad. Te quiero, tita.

Las lágrimas estaban a punto de brotar. Inma se notaba muy conmovida por todo lo ocurrido. Alex también. Le dio un suave beso en los labios y luego, uno más casto en la frente.

—Venga, vamos a dormir.

Apagaron las luces y, abrazadas como estaban, se dejaron llevar por el sueño hasta quedar dormidas. Descansaban felices por lo que había sucedido, sin arrepentirse por nada del mundo de lo que habían hecho.


Unos rayos de Sol se filtraban por la bajada persiana que ocultaba la ventana del dormitorio. La escasa luz iluminaba la estancia y fue suficiente para que Inma se despertase. Al principio, la joven estaba algo confusa, sin saber dónde se encontraba, pero los recuerdos no tardaron en aparecer. La noche de pasión que ella y su tía Alejandra habían vivido era lo que más había deseado. Pese a lo distanciadas que habían estado en los últimos años, siempre la quiso y esa inesperada atracción que había comenzado a desarrollar hacia ella complicaba las cosas, pero poco le importaba. Esto era lo que quería y por fin, lo había conseguido.

Su tía Alex estaba detrás de ella y la envolvía con sus brazos, aferrándola en un fuerte abrazo del cual no deseaba separarse. Sentía su cálido cuerpo pegado al suyo. Sus grandes tetas contra su espalda. Su dura polla contra su culito. Notar todo aquello estaba excitándola de nuevo. Y eso le llevaba a desear más. Por ello, comenzó a restregar su trasero contra el miembro, que comenzó a ponerse duro ante el inesperado roce.

Alejandra no tardó en espabilarse y cuando vio lo que ocurría, no pudo sentirse más complacida.

—Buenos días, sobrina —le pregunto mientras empezaba a acariciar su cuerpo—. ¿Has dormido bien?

—Sí, tita —respondió ella muy melosa—. He descansado muy bien tras lo de anoche.

La risita que emitió después encantó a Alex. No pudo evitar atraerla hacia ella con sus brazos como tampoco hacerle cosquillas en su barriguita. Le encantaba esa chica más de lo que pudiera imaginar. Y esto, no era más que el principio.

Un súbito escalofrío recorrió el cuerpo de Inmaculada cuando su tía le besó el hombro. Sentir aquellos labios en su fina piel le erizó todo el vello, dándole a entender que no era más que el principio. La mujer continuó besando su hombro, subiendo por su cuello y su sobrina no pudo evitar respirar agitada. Al mismo tiempo, el brazo derecho se pasó por detrás de su cuello para colarse por el hombro y acariciar sus dos tetas. Notar como atrapaba cada seno con la mano y pellizcaba sus pezones resultaba delicioso. Mientras, la izquierda se infiltraba entre sus piernas.

—Vaya, pero que húmeda andas por aquí —comentó Alejandra muy sorprendida—. Se ve que te has levantado con ganas de marcha esta mañana, ¿eh?

—Aggg, si tita —contestó la joven mientras sentía como los dedos abrían su vagina—. Quiero más. Dame más, porfi.

La volvía loca escucharla de esa manera. Sin dudarlo, besó su cuello de nuevo y no dudó en pasar su lengua por la piel, dejándola bien húmeda. Inma solo podía gemir al notar todo aquello y volvió su cabeza para que la besase en la boca. La unión no se hizo de esperar y ambas mujeres intercambiaron saliva a través de la lujuriosa unión de sus lenguas. Mientras tanto, Alex masturbaba a su sobrina con pasión, frotando su clítoris con dos dedos. Ella, para corresponderle como era debido, apretó su culo contra la prominente polla y empezó a restregarse con fruición, volviendo loca a la mujer.

—Que pervertidilla que eres, Inma —dijo Alejandra al sentir tan provocativo frotamiento.

—Tú tienes la culpa —le encaró su sobrina—. Me estás convirtiendo en una putilla de campeonato. Tu putilla, claro.

Le divirtió lo que acababa de decir y la besó como respuesta. Lo cierto que le sorprendía mucho el cambio de actitud que Inmaculada estaba teniendo, pasando de ser una chica tímida y reservada en el tema sexual a volverse más osada y dispuesta. Suponía que debía ser algo que llevaba guardando en su interior desde mucho tiempo y que ahora, en el momento indicado, había liberado, desatando a un joven repleta de pasión. Y le encantaba.

Siguieron besándose y acariciándose por un poco más hasta que Alex decidió que era hora de volver a tener sexo. Lo necesitaba de forma desesperada. Así, deslizó su polla por las nalgas de la chica hasta quedar debajo de su entrepierna. Fue moviéndose hasta que logró pegar su miembro contra el caliente y mojado sexo. Inma se estremeció al sentir tal gran dureza rozándola allí abajo.

—Agh, tita, ¿qué quieres hacerme? —preguntó temblorosa.

—Follarte cariño —le susurró en la oreja—. Eso es lo que quiero.

Sin dudarlo, penetró a la joven. Esta emitió un agónico gemido al sentir aquel endurecido y vigoroso pene abriéndose paso por su estrecho conducto. Alex creyó que podría lastimarla, así que fue con cuidado. Pese a todo, con lo húmedo que estaba el coño, parecía que podía entrar con suma facilidad. Cuando tuvo toda por fin dentro, no pudo evitar gruñir al sentirse tan apretada.

—¡Oh, esto es maravilloso! —exclamaba la joven al notarse atravesada.

La mujer comenzó a moverse con buen ritmo, iniciando la follada. La chica alzó su pierna izquierda, pero Alex prefirió no agarrársela. Supuso que pensaba que así era como lo hacían en las pelis porno, pero ella pasaba de ideas tan absurdas. En vez de eso, llevó su mano izquierda hasta la entrepierna y buscó a tientas el clítoris. Nada más hallarlo, volvió a masajearlo con ganas, haciendo que Inma estallase en gritos. Al mismo tiempo, le acariciaba las tetas con la derecha y la volvió a besar, acallando todos esos fuertes alaridos que emitía. A este paso, despertaba al vecindario por completo.

No cesaron en su pasional encuentro. Inma tuvo un inesperado orgasmo que la hizo sacudirse como el demonio la estuviera poseyendo y Alex no cesaba de empujar. Estaba a punto de correrse. Una cuantas estocadas más y supo que el momento estaba cerca.

—Mi niña, estoy a punto de correrme —le anunció.

—¡Hazlo en mí! —le pidió la chica—. Lléname otra vez, como hiciste ayer.

La agónica petición no hizo más que provocar aún más a la mujer. Incapaz de controlarse, continuó follándosela hasta que no pudo aguantar más.

Los gritos de las dos féminas resonaron por todo el piso cuando se corrieron a la vez. Fue algo espectacular. Sus cuerpos temblaban, sus ojos quedaron entrecerrados y sus respiraciones se tornaron agitadas. Fue una perfecta sincronización, como si lo hubieran ensayado para llegar al mismo tiempo. De forma lenta, se calmaron, quedando exhaustas tras la intensa actividad sexual que acababan de vivir.

Alex rodeó con sus brazos a su sobrina y ella se abrazó a ellos. Permanecieron así por un pequeño rato, recuperando fuerzas y disfrutando de la preciada calma en la que se hallaban. Siguieron así por un pequeño rato hasta la mujer decidió que ya era hora de levantarse.

—Venga, en pie —le dijo a la chica—. No vamos a tirarnos todo el día en la cama.

—Pues por mí, perfecto. No me movería de aquí hasta la noche —dijo ella muy divertida.

Le dio un beso en la mejilla a Inma y se puso en pie. La joven también la imitó y cuando se levantó, miró hacia la cama. Sobre las sabanas, vio una mancha roja que supo enseguida de que se trataba. Solo de pensar en lo que hicieron la noche anterior, se puso a temblar.

Juntas, fueron hasta el baño y se metieron en la ducha para limpiarse. Entre risas, se dieron jabón la una a la otra. A Alex le encantó pasar sus manos sobre el delicioso cuerpo de su sobrina. Su piel estaba tan húmeda que resultaba maravillosa recorrerla con sus manos. Una vez que terminaron, se secaron con las toallas, deleitándose con la desnudez de ambas. Hasta tal punto, que a la mujer se le puso bien dura. Por supuesto, Inma se fijó en ella.

—Tita, la vuelves a tener dura —le indicó.

No sabía porque, pero aquello de “tita” le estaba empezando a encantar. Era algo sintomático, le ponía muy cachonda. Y cada vez se lo decía más y más. Estaba claro que la chavala lo hacía de forma intencionada.

—Pues sí, y eres tu quien me la pone de esa manera.

—Entonces, habrá que hacer algo con ella.

Con una sonrisa pícara, Inmaculada se lanzó sobre su tía y comenzó a besarla. Una mano acabó agarrando el miembro y comenzó a hacerle una paja. Alex se sentía derretir en ese preciso momento. Su sobrina estaba resultando ser una hembra más desatada de lo que aparentaba. Poco a poco, estaba saliendo del cascarón para revelar a alguien muy caliente.

Después de acariciarse y besarse por un pequeño rato, vio como la chica se arrodillaba en el suelo, colocando bien una de las toallas para no lastimarse. De esa manera, quedó frente al empalmado pene de su tía. La miró con sus ojitos grises, repletos de deseo. La mujer suspiraba nervioso, incapaz de poder creer que estuviera sucediendo algo así.

—Enséñame a chuparte la polla, por favor.

Si fuera de cristal, se hubiera resquebrajado en mil pedazos. Inmaculada, la chica que había visto crecer desde que era una niña y a la que cuidó con toda su alma, la hija de su hermana, estaba ahora de rodillas, pidiéndole que le enseñara a practicarle sexo oral. En ese mismo instante, recordó el primer video porno que vio en el ordenador de la muchacha. Era la misma situación, solo que ahora, eran ellas dos las protagonistas.

—¿De…de veras quieres? —le preguntó muy impresionada.

—Sí, quiero darte todo el placer posible y hacerte muy feliz.

Tragó saliva al ver lo dispuesta que se veía a la joven. Llevó una mano a su cabeza y la fue atrayendo hasta colocarla justo delante de su polla. Se miraron y en ese instante, supieron lo que iba a pasar.

Inma besó la punta de aquella poderosa barra y no tardó en darle pequeñas chupadas y lametones. Alex gimió mientras su sobrina degustaba el fuerte sabor salado que recogía en cada pasada. Su lengua no tardó en descender por todo el tronco, envolviendo en su jugosa calidez todo el miembro, algo que volvía loca a la mujer. Su descenso llegó hasta sus huevos, los cuales también fueron lamidos y engullidos.

—Oh, ¡Inma! —dijo Alejandra, envuelta en un placer que nunca pudo imaginar que viviría.

La joven pasó el duro miembro por su rostro, dejando que estelas de líquido preseminal  bañasen su piel. Notaba el fuerte olor, como la envolvía, y le encantaba. Su tía estaba gozando como nunca antes y fijándose en sus expresiones, además de lo que le decía, fue haciendo que disfrutase más. En un momento dado, se introdujo el pene en su boca, hasta llegar a la mitad. Era lo máximo que podía, pues ya la anterior vez trató de engullirla entera y casi se ahogaba. Cuando la tenía dentro, la sentía fuerte y vigorosa. La mujer se estremeció ante esto.

—Cariño, ¡voy a correrme como sigas así!

Aquella advertencia no hizo más que animarla a continuar.

Comenzó a mover la cabeza de adelante a atrás, causando un suave roce que volvió loca a su tía. Ella llevó sus manos a la cabeza de la joven, acariciando su pelo al tiempo que meneaba un poco sus caderas para acompañar el movimiento. De ese eso modo, fue disfrutando con la maravillosa mamada que su sobrina le estaba dando. Los labios succionaban la polla y la lengua se enrolló a su alrededor. Puede que no fuese la mejor mamada de su vida, pero para Alex, estaba siendo maravillosa.

Entonces, sus piernas comenzaron a temblar. Ya era incapaz de poder aguantar. Su sobrina se dio cuenta y siguió chupando con insistencia. La mujer cerró sus ojos y apretó sus manos. Comenzó a correrse sin parar. Chorros de semen salieron disparados de su polla. La chica sintió su boca inundarse con el caliente y espeso líquido. Esta vez, decidió tragárselo sin vacilar. Alex contenía la respiración mientras se venía, aferrando la cabeza de la muchacha.

Cuando todo terminó, la mujer dejó salir todo el aire que había aguantado. Ya más relajada, abrió sus ojos y vio como Inmaculada se sacaba la polla del interior de su boca. Pequeños hilillos de semen se derramaban tanto de su miembro como de la boca de la joven. Con sumo cuidado, ella fue recogiéndolos con su mano para tragárselos y luego pasó la lengua por la punta del miembro para dejarlo limpio.

—¿Te gusta el sabor? —preguntó la mujer mientras contemplaba todo lo que hacía.

La muchacha asintió con dulzura y tras esto, la hizo levantarse. Ambas se besaron, degustando el sabor de la corrida de Alex. Luego se separaron y su tía le habló muy emocionada

—Inma, ve y vístete. Hoy vamos a salir por ahí.

—¿Adonde?

—Eso no importa. Venga, ponte guapa y nos vamos.

Así hizo. Al salir, Inma llevaba un precioso vestido gris de tirantes. También se puso una chaqueta azul vaquera y unos zapatos rosas. Además, se había recogido el pelo en una larga cola de caballo trenzada. No llevaba maquillaje ni falta que le hacía. Con lo joven que era, irradiaba una belleza tan cándida que dejaba boquiabierto a cualquiera. Estaba preciosa, pero cuando vio a su tía, quedó claro que ella no sería la ganadora.

Alejandra se había puesto una camisa a cuadros azul oscura que realzaba muy bien su busto, una falda corta en forma de tubo verde y unas sandalias negras. El pelo largo y rubio lo llevaba suelto y se había puesto algo de maquillaje, pero no demasiado. Tan solo para resaltar el color de su piel y los ojos.

—Tita, estás increíble —comentó la chica maravillada.

—Gracias —respondió ella complacida.

Inma se le acercó, mirándola de arriba a abajo. Le incomodó un poco que la evaluase de ese modo, pero tampoco se notaba molesta.

—¿No sabía que usases faldas? —dijo cuándo le señaló la que llevaba.

—Tengo varias, pero no suelo ponérmelas —contestó Alex—. Hay a que plancharlas y no tengo tiempo cuando me voy a trabajar.

—Pues te queda bien.

No pudo ni quiso evitar acercarse a ella y darle un beso. Su sobrina era maravillosa, pese a tener sus momentos, y la adoraba de una manera ya inconfesable.

—Venga, vamos a desayunar que tengo un hambre impresionante —habló a escasos centímetros.

—Yo también, aunque aquí hay algo que me comería sin problemas —Notó la mano de su sobrina acariciando su entrepierna.

La tuvo que apartar, porque si no, sabía que terminaría por calentarse y eso no era bueno. No porque lo volviesen a hacer, más bien era porque no saldrían de la casa en todo el día.

Ya fuera, se dirigieron a un bar que había cerca del centro y desayunaron allí. Mientras esperaban a que el camarero les trajese los cafés y las tostadas que habían pedido, Alejandra vio que no muy lejos había una farmacia.

—Espérame aquí —le comentó a su sobrina—. Voy a la farmacia en un momento.

No tardó en regresar y ya les habían servido todo. Una vez se sentó, Inma le preguntó que había comprado en la farmacia. Como respuesta, Alex puso una pastilla blanca sobre la mesa. La chica se la quedó mirando extrañada.

—¿Qué es eso?

—Tu qué crees, bonita —dijo la mujer—. Una píldora del día después.

La expresión de Inmaculada seguía siendo de extrañeza total. Alex se le acercó un poco más para hablarle.

—Oye, me he corrido dentro de ti dos veces, así que no podemos correr riesgos —habló con firmeza—. Tómatela ahora con el café.

Una vez dicho esto, desayunaron con tranquilidad e Inma se tomó el anticonceptivo.

Una vez terminaron de comer, fueron al parque que había en el centro. Ya habían estado allí en muchas ocasiones, cuando Inmaculada era pequeña. Una vez allí, se dedicaron a pasear, disfrutando del apacible ambiente y de la sombra de los grandes árboles. Dieron de comer a los patos que había en los estanques y vieron a algunos de los artistas que actuaban por allí, como mimos o músicos. En un momento dado, la sobrina agarró la mano de su tía. Tan solo la mantuvo por un instante, pero al sentirla, un inesperado hormigueo recorrió el cuerpo de Alex. La miró y ella le obsequió una hermosa sonrisa. Siguieron por allí hasta el mediodía, cuando fueron a un restaurante cercano para almorzar. Ambas se comieron un delicioso chuletón de cerdo con patatas bañadas en mayonesa que les cayó de miedo.

Para la tarde, decidieron ir al cine para ver una peli. Eligieron una comedia muy divertida que Inma llevaba deseando ver desde hacía tiempo. Tras comprar palomitas y refrescos, entraron en la sala y disfrutaron del largometraje. Mientras lo veían, Alex notó que su sobrina no cesó de acariciarle el muslo. Al principio, tan solo lo dejaba ahí, pero en un momento dado, la mano se coló por debajo de la falda y le rozó la piel. La mujer temblaba, tanto de miedo como de excitación, cuando sintió como subía en dirección hacia su entrepierna. Justo cuando ya estaba a la altura de su ingle, la detuvo. Miró a los brillantes ojos de su sobrina. Sabía cuáles eran sus intenciones y lo dispuesta que estaba para ello, pero no era el mejor sitio. Siguieron viendo el film tranquilas y cogidas de la mano.

Una vez la película acabó, salieron fuera y vieron que ya se había hecho de noche, así que decidieron regresar al piso. Una vez allí, nada más entrar, Inmaculada se abalanzó sobre su tía y comenzó a besarla como si necesitara sentir su aliento con desesperación. Alex trató de frenarla un poco, pero aquella boquita tan dulce besándola por todo su rostro le pudo. Se abrazaron con fuerza y sus manos no tardaron en meterse por debajo de las faldas. Sintió como la chica le magreaba el culo y ella hizo lo mismo. Luego, notó como estas viajaban hasta su entrepierna y acariciaban su ya duro pene por encima de las bragas que portaba.

—Cariño vamos a cenar antes, ¿vale? —intentó decirle, aunque resultaba una misión imposible.

—Tita, ¡no aguanto más! —exclamó ella jadeante—. Necesito sentirte dentro de mí ya.

No pudo resistir por más que lo desease.

Las dos fueron al dormitorio de Alex y se desnudaron sin contemplaciones la una a la otra. Ya despojadas de ropa, se tiraron sobre la cama. Alejandra bocarriba y su sobrina recostada encima. Siguieron besándose y tocándose hasta que la mujer percibió como la chica rozaba su sexo contra el suyo. El coñito se restregaba contra la dura polla, empapándola de sus fluidos.

—Me…métemela —le pidió con balbuceante voz la muchacha.

No hizo falta decir más.

Alex colocó su polla en la entrada del coño de la chica y esta se dejó caer. En cuanto notó aquella invasión, se corrió sin más remedio, emitiendo pequeños chillidos y temblando de placer. La mujer notó las fuertes contracciones que tenía la vagina. Se notaba que Inma estaba muy excitada.

—Oh, cuanto necesitaba esto —suspiró la joven.

Sin dudarlo comenzó a cabalgar a su tía. A Alejandra le sorprendió lo bien que se movía su sobrinita, montándola con muchas ganas. Sería una inexperta en el sexo, pero le sobraba motivación para querer lanzarse a disfrutarlo.

Agarrándola de la cintura, fue guiando sus movimientos. Podía ver como la chica se meneaba con gracilidad, sintiendo como su polla exploraba cada rincón de su estrecho coñito. La joven gemía con fuerza, sintiendo cada estocada del duro miembro en su interior. Sus pechos medianos botaban al ritmo de aquel espectacular baile. La mujer llevó sus manos hasta ellos, pellizcando sus duritos pezones e Inma no se quedó atrás, haciendo lo mismo con los de su tía. La muchacha se siguió moviendo hasta que se corrió otra vez.

A esas alturas, Alex decidió llevar las riendas de la situación. Se incorporó, agarró de las caderas a Inmaculada y comenzó a follársela con intensidad. La chica gimió más fuerte al sentir la dura polla de su tía clavándose lo más dentro posible de ella. No dejó de moverse y la mujer guiaba cada acometida para que no la lastimase.

—¿Te gusta, Inma? —preguntó provocativa—. ¿Te gusta cómo te folla tu tita?

—Sí, me encantaaaa —contestó entre agónicos gritos.

La joven se volvió a correr de nuevo, pero Alex no paró. Continuaron con el polvo hasta que ya no pudo resistirse y se vino otra vez dentro de ella. La descarga fue de nuevo abundante. Sintió enormes latigazos de placer con cada disparo. Inmaculada no tuvo otro orgasmo. Simplemente se dejó follar para que su tía pudiera acabar. No quería que se quedase con las ganas.

—Mierda, te he vuelto a llenar de semen —se maldijo la mujer.

—Bueno, pues me tomo otra pastilla y listo —comentó graciosa su sobrina.

—Es mejor que no abuses de ellas.

Tras esto, Inma se bajó de su tía y se acostó a su lado. Alex la abrazó y de esa forma, se quedaron dormidas, satisfechas por el fantástico día que habían pasado.


El resto de la semana no fue fácil. El imprevisto sucedido el sábado había revuelto por completo la vida de Alejandra y pensándolo con frialdad, no podía creer que hubiera sido capaz de acostarse con su sobrina. Había resuelto tomárselo de la mejor forma posible, pero de nuevo, la realidad la golpeaba con dureza. Inmaculada era su sobrina y lo que había hecho, un error imperdonable.

Lo peor era que la chica no cesaba de buscarla. En los días siguientes, la joven no dejaba de provocarla, de tentarla para caer en sus redes. Con las hormonas revueltas aún a esa edad y recién descubierto el placer del sexo, Inmaculada deseaba gozar más y Alex también. El lunes, al mediodía, tras recogerla del instituto, follaron sobre la mesa de la cocina antes de comer. Y por la noche, en el mismo sofá donde comenzó todo, hicieron un dulce 69, bebiendo el néctar derramado de sus sexos, degustándolo con deleite. Luego, quedaron dormidas. A la mañana siguiente, Alejandra despertó con su sobrina haciéndole otra mamada. En la ducha, volvieron a calmar sus ansias follando pegada la joven contra la pared. La mujer no cesó de embestir hasta que descargó la última gota de semen en ella. Y el ciclo volvió a repetirse, ya programado para que ocurriese de nuevo.

Para cuando el miércoles llegó, Alex era un mar de nervios. Teresa, su hermana, le había llamado para decirle que ella y su marido volverían ese mismo día e incluso le pidió que viniera a recogerles a la estación. Por supuesto, ella se ofreció, pero no podía imaginar con qué cara miraría a su hermana cuando se encontrasen. Inmaculada era su hija. Una hija que se había follado. Así estuvo hasta llegar la tarde, cuando tendría que ir a buscarlos.

Ya en la estación, aparcó el coche y se quedó pensativa. Inma, quien estaba a su lado, se fijó en lo rara que estaba su tía.

—Oye, ¿qué te ocurre?

La miró al oír la pregunta. No sabía que decirle. Una parte de ella deseaba que todo lo que habían vivido en esos días siguiese, pero otra, le gritaba que tenía que pararlo. Era una batalla que no cesaba de librarse en su interior y como no terminara, se iba a volver loca. Al final, decidió cortar por lo sano, por mucho que le doliese.

—Inma, esto no puede continuar.

La muchacha quedó extrañada ante sus palabras.

—¿A qué te refieres? —preguntó.

—A lo que ha pasado entre nosotras dos —contestó tensa Alejandra—. Mira, no puede volver a ocurrir, entendido.

Notaba como el nerviosismo comenzaba a aparecer en su rostro. Se la veía tan tranquila, por ahora, se estaba alterando y eso, no le gustaba.

—Pe…pero si yo te quiero —dijo la joven afligida—. Pensé que esto era el inicio de una larga relación.

Cogió su mano, buscando tranquilizarla.

—Inma, yo también te quiero —expresó con cierta lastima—, pero somos tía y sobrina. ¿No te has parado a pensar en ese detalle?

—Creía que todo eso ya estaba hablado. —Volvió su cabeza hacia un lado. Se la notaba muy molesta por todo lo hablado—. Ya habíamos dejado claro que ser de la familia no era ningún problema.

—¡Eso no es verdad! —exclamó sorprendida ante lo que la chica acababa de decir—. Nunca dijimos algo así. Yo no, por lo menos.

—Pues yo si lo tenía claro.

—¿Ah, sí? Pues ve quitándotelo de la cabecita, porque esto no va a continuar.

Cuando dijo eso, pensó por un momento que la golpeada sería ella. Pero lo único que pasó fue que Inmaculada se mostró más triste y decepcionada. Le daba pena verla así. De hecho, deseaba abrazarla con todas sus fuerzas y decirle que todo seguiría igual. Sin embargo, no podía. Por más que no quisieran, había que acabar con esto por el bien de todos.

—Mira, esto no es el fin —dijo resolutiva—. Te quiero muchísimo y cuando quieras contar conmigo para lo que sea, sabes que ahí estaré. Nuestra relación no va a terminar, pero lo ocurrido estos días no puede suceder de nuevo. —Se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre cómo se inició— Yo soy quien debió de evitarlo desde el primer momento y no permitir que ocurriese.

Golpeó el volante. Se sentía llena de rabia, aunque no era por los motivos aparentes. No le dolía haber tenido esa aventura. En el fondo, no se arrepentía de nada de eso. El problema era que fuese su maldita sobrina. No dejaba de pensar en que ojalá Inmaculada fuera una completa desconocida, alguien con quien se hubiera cruzado por la calle. Pero no, era alguien de la familia, una persona con la que compartía su sangre y a quien conocía desde muchos años. Ahora, esa niña con la que jugaba y se divertía, era su amor imposible. Porque si, se había enamorado de ella. Como no hacerlo, por otra parte. Volvió a mirarla, pese a que se sentía incapaz de hacerlo.

—Esto es lo que hay —le dejó bien claro—. No tenemos otra alternativa, así que asúmelo y pasemos página.

Cuando notó los grises ojos de Inma clavados en ella, notó un súbito escalofrío subiéndole por la espalda. Tenía una mirada que por momentos resultaba bonita y aterradora. Le daba un aire de determinación que no podía resultar más intimidante.

—Tú podrás decir lo que quieras, pero de mí no te vas a librar tan fácilmente.

Tenía los pelos erizados como escarpias tras escuchar lo que la muchacha acababa de soltarle. No podía creer que su sobrina fuera capaz de soltarle algo así. De repente, se bajó del coche como si nada.

—Venga tita, vamos a por mis padres —le dijo tan risueña y simpática como estaba.

Todavía inquieta por lo ocurrido, le hizo caso y se bajó del vehículo. Juntas, entraron en la estación y fueron hasta el andén, donde ya se encontraba el tren en el que habían venido los padres de Inma. De hecho, ya estaban allí esperando.

La joven no dudó en abrazar a los dos progenitores y darle un buen beso a cada uno. Alex no dudó en hacer lo mismo y le dio el pésame a su cuñado. Este le dio las gracias y le dijo que se encontraba bien pese a todo lo ocurrido.

—¿Y esta chiquilla cómo se ha portado? —preguntó de repente el hombre.

Las tres mujeres sabían perfectamente que la estancia de Inma junto a su tía no había sido muy agradable en su inicio. Por lo visto, Teresa no le había contado a su marido que Alex le había cruzado la cara a su hija tras una fuerte discusión. Aunque esa no era la peor parte. Su sobrina y ella ahora ocultaban un secreto mucho peor, uno que las involucraba en una actividad más ilícita y pecaminosa. De saberse, sería el fin de la familia.

La mujer se sintió un poco nerviosa y miró a la chica, quien se limitó a guardar silencio. Luego volvió la vista a su hermana, quien no dudó en responder.

—Por lo que me ha contado bien. Un poco revoltosa al principio, como recordarás, pero al final, nuestra hija ha demostrado que ya es una adulta y ha hecho caso a todo lo que su tía le ha dicho.

Un enorme alivio inundó todo su cuerpo tras oir esto. De haber sido ella quien tuviera que contestar, se habría vuelto loca. Teresa le lanzó una severa mirada y, aunque le inquietó un poco, sabía que era buena señal. Tras esto, recogieron las maletas de los dos y pusieron rumbo al coche.

Tras cargar todo en el maletero, subieron al vehículo. Inmaculada se volvió a sentar en el asiento del copiloto y sus padres se pusieron atrás. Eso no le gustó demasiado a Alejandra, pero tampoco protestó por ello. Una vez montados, puso en marcha el coche y fue en dirección a casa de su sobrina.

El trayecto lo hicieron en silencio. Por lo menos, Alex y su sobrina, ya que Teresa y su marido no dejaron de hablar. Ella terció en algún momento, pero prefirió limitarse a escuchar. La chica, por su parte, se dedicó a admirar el cambiante paisaje urbano a través de la ventana. No dijo nada, ni siquiera a su tía, aunque de vez en cuando, notó alguna fugaz mirada.

Para cuando llegaron a casa, vinieron las despedidas. Para Alex resultaba un alivio. Así, se alejaría de Inma y quizás, eso calmaría las cosas entre las dos. Teresa, muy insistente, le dijo a su hermana si quería cenar con ellos, pero la mujer se excusó con que estaba muy cansada y solo quería volver a su piso para dormir. Entendiéndolo, aunque no muy conforme, Teresa cedió.

—Venga, despídete de tu tía que se tiene que ir —le dijo a su hija, quien todavía seguía en el coche.

—Si mami —contestó ella.

Se miraron. El momento determinante había llegado. Esta sería la despedida hasta que volvieran a verse, pero ya nada sería igual. Alex, al menos, confiaba en que todo se encauzase, olvidaran el desliz que habían tenido y tuvieran la relación previa. Sabía que sería complicado, pero tenían que hacer el esfuerzo. Ella estaba dispuesta, aunque desconocía si su sobrina estaría por la labor.

—Mama, ¿puedes venir? —llamó la chica.

Teresa, muy cansada, se acercó de nuevo al coche.

—¿Qué quieres? —preguntó desganada.

Notó la mirada de su sobrina. Esos ojillos grises observándola con alevosía. No hacía falta ser muy espabilado para darse cuenta de que la muchacha tramaba algo. Y no muy bueno.

—Es solo que quiero preguntarte si podría pasar más días en casa de la tita —dijo con un encanto irresistible—. Lo pasé muy bien con ella esta semana y me gustaría seguir viéndola.

—Pues lo que ella te diga —comentó Teresa—. Si puede, no creo que hubiera ningún problema.

Enseguida notó la atención sobre ella. Alex sentía la presión sobre su ser al notar la coyuntura en la que se encontraba metida. La dichosa niñita le había tendido una trampa y de una forma tan inocente que ni se había percatado.

—¿Tu que dices, tita? —preguntó la chica, como si estuviera metiéndole prisa para que respondiese—. ¿Crees que puedo quedarme contigo de vez en cuando?

Tenía unas ganas tremendas de darle una patada a la chica para que se saliese del coche y acelerar para desaparecer de allí lo más rápido posible. Pero eso solo pasó en su cabeza. En realidad, contestó, consciente de las terribles consecuencias que esto traería. No tenía otra alternativa.

—Claro, por mí no hay problema —respondió con una fingida sonrisa—. Si quiere venirse un fin de semana o en vacaciones no me molesta.

Teresa pareció quedar conforme. No se podía decir lo mismo de Alex, quien estaba a punto de volverse loca.

—Pues todo arreglado —dijo su hermana—. Tu vete despidiendo de tu tía y para casa.

Esperó a que su hermana se alejara lo suficiente para lanzarse a por su sobrina.

—¿Pero se puede saber de qué vas tú? —le dijo furiosa.

No podía creer que aquella chica algo rebelde, pero en el fondo, encantadora y tierna, fuera capaz de tenderle una emboscada tan traicionera. Lo peor, era que se había salido con la suya. Ahora, cada vez que quisiera, podría ir a casa de su querida tita a pasar el fin de semana. Ella tenía que haber puesto alguna excusa para evitarlo, pero sintió que no había servido de mucho. Sabía, que en verdad, era una lucha perdida.

—Te dije que de mi no te ibas a librar tan fácilmente —le comentó con sorprendente perspicacia—. Y tú misma me lo dijiste hace una semana.

Tenía razón. Por más que lo intentase, era imposible quitársela de encima. No solo porque ella tratase de seguir a su lado, Alex tampoco lo deseaba. Pero tenía que intentar hacer lo correcto.

—Ya, ¿y qué? ¿Te he dicho que lo nuestro es imposible? Por mucho que te empeñes…

La besó. Fue tan rápida que no le habría dado tiempo de hacerle una cobra. Estuvieron así por un instante hasta que la chica se separó. Alex miró nerviosa a la casa por si su hermana seguía allí. Para su suerte, no lo estaba. Iba a regañarle a su sobrina por esto, pero la interrumpió de nuevo.

—Tita, escúchame —le dijo bien resuelta—. Te quiero mucho. Puedes decir que lo nuestro no tiene ningún futuro, pero sabes en el fondo, que si lo hay. Tienes razón, no será fácil. Habrá que ocultárselo a todo el mundo, aunque estoy dispuesta a correr ese riesgo si a cambio estoy contigo.

Semejantes palabras la dejaron totalmente desarmada. Ahora sí que ya no sabía qué hacer. Y es que tenía toda la maldita razón. La amaba como no había amado a ninguna otra mujer. Ella había visto quien era realmente y no solo no le importaba, le gustaba. Con su sobrina se sentía feliz y plena, sin importarle lo que dirían otros. El incesto ya era grave, pero el rechazo por ser transexual desaparecía por completo.

—¿De veras es esto lo que quieres? —preguntó estupefacta—. ¿Y qué hay de tus padres? ¿Del resto de tu familia? ¿De tus amigas y la sociedad?

Lagrimas comenzaron a caer de sus ojos, incapaz ya de contenerse. Quería gritar, decirle al mundo lo que deseaba, lo que tanto quería tener. Quería a su sobrina, la quería para ella sola.

—Sí, no hay nadie con quien desee estar que no seas tú, Alex.

La besó. Ya eran suficientes esperas y tonterías. Esa chica era lo mejor que le podía haber pasado en su vida y haría todo lo posible por tenerla a su lado. Se estuvieron morreando por un pequeño instante hasta que Inma se separó.

—Será mejor que me vaya —comentó.

—Sí, mejor será —convino ella—. Como sigas aquí, te juro que no respondo de mis actos.

La chica sonrió. Resultaba tan adorable y seductora.

—Nos vemos este finde, ¿no?

—Te estaré esperando.

Se dieron un pico e Inma se bajó del coche. Ya iba a echar a andar, pero se volvió un momento.

—Te quiero, tita.

—Y yo a ti.

La vio entrar en la casa. Ella puso en marcha el coche y se dirigió a su hogar.

No dejó de pensar en lo que acababa de hacer, había prometido a su sobrina que iban a mantener una relación sexual y sentimental a espaldas de todo el mundo. Desde luego, era la mayor locura que jamás había cometido y merecía la pena. Inma era la chica más dulce, sexi e increíble que jamás hubiera conocido. Y lo más importante, la muchacha había visto en su tía a alguien con quien deseaba pasar el resto de su vida. Y a una mujer.

Tuvo que parar el coche por la emoción que le embargaba. No hacía ni cinco minutos que se habían separado y ya la echaba de menos. Estaba claro, la amaba hasta las trancas y, pese a que un poco de miedo le embargaba por el hecho de que esta relación podría no ser más que un mero capricho juvenil, la seguridad con la que la chica se había declarado le dejó bien claro que esto no era así. O al menos, esperaba que así fuera.

—Joder Alex —se lamentó—. En que locura te acabas de meter.

Puso el vehículo de nuevo en marcha y se hizo a la idea. De Inma no se iba a separar ya por nada del mundo. Era lo más preciado para ella y deseaba compartir cada minuto de sus vidas juntas. Además, no tendría que esperar demasiado para volver a verla. Seguro que el viernes de esa semana, por la tarde, ya estaría en la puerta llamando. Y entonces, volvería a besarla y amarla como ella solo podría hacer.


Ya que has llegado hasta aquí, me gustaría pedirte algo. No una rosa o dinero (aunque si de esto ultimo te sobra, un poquito no me vendría mal), tampoco un beso o tu número de teléfono. Lo unico que solicito de ti, querido lector, es un comentario. No hay mayor alegría para un escritor que descubrir si el relato que ha escrito le ha gustado a sus lectores, asi que escribe uno. Es gratis, no perjudica a la salud y le darás una alegría a este menda. Un saludo, un fuerte abrazo y mis mas sinceras gracias por llegar hasta aquí. Nos vemos en la siguiente historia.

Lord Tyrannus.