Cuidado con la tasación.
Fantasía con una madura que tasó el apartamento en que resido.
Llegué quince minutos antes de lo que me había dicho mi compañero de piso. Quería poner un poco en orden la casa y sobre todo mi habitación por si venía el casero.
Cuando terminé me dejé caer sobre la cama en mi cuarto y mire al techo. Me quedé pensando en qué consistiría esto de tasar la casa exactamente. Imaginé mil situaciones chorras y preguntas como si me fuesen a hacer una encuesta o la opinión de un inquilino importara lo más mínimo. No sé cómo, entre idea e idea, se me cruzó uno de estas escenas porno donde una agente, normalmente madura, va a mostrar una casa o valorarla y acaba follando con el cliente/propietario. Me dejé llevar por la idea de que viniera una elegante madura con buenas curvas, que la situación se calentase y acabaramos haciéndolo salvajemente contra el sofá.
Cuando me quise dar cuenta tenía mi miembro hinchado y ardiendo bajo el pantalón que me apretaba, y me lo agarraba ya suavemente con la mano disponiéndome a masturbarme con aquella visión.
Entonces un ruido estridente me devolvió de un golpe a la realidad, era el timbre, había llegado. Descolgué el telefonillo y para mi sorpresa era una mujer, y por lo poco que intuí en la cámara del mismo, ¡sería de buen ver!
La espere en la entrada del piso hasta que subió. Con mi pene en un estado semi-erecto aún tras la fantasía, hinchado, abultado, lleno de sangre pero sin endurecerse, parecía saber lo que se venía... Cuando la vi me quedé alucinado, era una mujer que pasaba los cuarenta años, castaña con el pelo muy fino, una mirada marrón que te penetraba, te estudiaba como estudiaba cada detalle de las casas que evaluaba, eso me gustaba, siempre he pensado que denota inteligencia, y esta me atrae. Tenía unos labios gruesos pero sin dejar de ser delicados, apetecibles. Mordibles. De un vistazo rápido me fijé en su figura, no venía muy marcada por la holgura que concedía su vestido, que por otra parte dejaba libres dos remarcables pechos, no muy grandes pero de presencia firme, que intuía una caida casi perfecta, donde la edad no ha provocado cambio, y sus pezones amplios, anchos y grandes, prominentes, llamando la atención sin sujetador. Por lo demás se intuía que sería de cadera amplia, con buen culo donde agarrar. Y una piernas voluptuosas y estilizadas.
La recibí con una sonrisa, y tras presentarnos la hice pasar, me comentó que empezaría al fondo del pasillo y le indiqué con un gesto que tenía vía libre. Cuando pasó delante de mí me quedé mirándole el culo, esperaba que aquel vestido tan amplio transparentara algún tanga delicado, una pieza de lencería de encaje o algo así pero no, era totalmente opaco. Pero me fijé en cómo sus nalgas se marcaban al paso, eran voluminosas, no cabía duda, y por como atrapaban el vestido entre una y otra, dejaban clara su firmeza y su dureza. De sólo verlas botar me imaginé azotándolas a cuatro patas en mi cama, y noté cómo mi pene se endurecía, así que me eché el móvil al bolsillo para disimular un poco.
Pasaron los minutos y ella iba haciendo fotos y apuntes de todas las estancias. Lo mejor fue en la cocina. Se había fijado en unos desperfectos en el techo en torno al ventilador, así que se subió a una silla para acercarse y tomar nota del alcance que podía tener. Mientras ojeaba, una de las patas de la silla se abrió al saltar la soldadura, se desequilibró y cayó, en sí no habría pasado nada si la silla no se hubiera arrastrado varios centímetros resbalando, y ahí, al ver que perdía el equilibrio, la agarré por detrás, con tal mala (o no tan mala) suerte que su vestido, ancho en general, dejó a la vista uno de sus pechos. Bueno, me quedé completamente embelesado mirándolo. Todo terso y fino, con una forma tan redondeada y esa caida suave en punta, coronado con un poderoso pezón como un garbanzo, de un tono marrón por el sol y todo rodeado de una aureola ancha y coloreada pero muy suave y fina. Con todo esto, mi pelvis estaba justo pegada a su culo, mi pene se hinchó de sangre bajo el pantalón, cada vena se abrió como oleoducto y cada fibra se tensó en una dura, y gruesa erección que quedó encajada entre sus nalgas.
De manera totalmente instintiva y sin control de mi mismo, deslicé suavemente mi entrepierna abultada entre su cachetes, notando como entre tanto ella se estremecía agarrándome el brazo que la sostenía. En ese momento volví a la realidad y clavé mi mirada en sus ojos, que me miraban atónitos, rodeados de estupor y sonrojos, en ese momento fuí consciente del balanceo pervertido que mi pelvis y su culo estaban compartiendo. Y casi horrorizado me aparté temiendo la reacción a aquel comportamiento de animal salvaje.
+Nietzche: Te pido mil disculpas, no sé qué me ha pasado. No hay excusas. Si lo deseas puedo quedarme en otra estancia hasta que termines tu trabajo y no me volverás a ver.
-Tasadora: No, no tienes que disulparte, al contrario me has evitado una caída muy peligrosa, de no ser por ti me doy con la encimera y vete tú a saber.
Además no es culpa tuya que se me haya salido un pecho.
+Sí pero me he embelesado mirándolo... y luego... bueno, ya lo has visto.
-Sí jaja He podido notar que te gustaba lo que veías...
Aquí entendí que la conversación llevaba un cauce muy distinto al asumible, pasé de la vergüenza por mi actuación a tomar la inciativa.
+Pues sí, me ha gustado. ¿Y a ti? ¿Te gustaba lo que sentías?
Se me acercó despacio y me cogió una mano que llevó hacia ella, mientras con la otra me acariciaba bulto de mi miembro en el pantalón.
Me llevó la mano a su entrepierna, la colocó sobre su pubis y después me la estrechó para que le apretara sobre la ropa, con solo el roce de mis manos y apretar un poco pude empezar a sentir la humedad de su vagina. Apreté un poco más, mientras mi pene volvía a endurecerse, cuando la presión me molestó bajo el pantalón de traje, la acerqué a mí con las dos manos, la agarré fuerte por el culo y comencé a restregarle mi miembro hinchado y duro, muy duro contra su pelvis. Ella se apoyó con los dos brazos en la encimera para poder abrirse de piernas y sentirlo mejor. Cuando estuvimos muy cachondos me empezó a desabrochar los pantalones, y metió una mano en mi entrepierna para acariciarme el pene. Yo le quité el vestido, lo dejé caer al suelo y me lancé a por sus pechos, los besé, los mordí, los lamí y los volví a besar. Pasaba de uno a otro como si mi lengua tuviera que aprenderse la anatomía de aquellos pezones, duros, tersos, no me cansaba de su presencia en mis labios y su tacto en mi lengua. Ella me separó un poco para poder arrodillarse entre mí. Me desnudó de cintura para abajo y se puso mi pene en la boca, sus labios lo recorrían entero, hasta la base de los huevos, y hasta el grande, besando la punta, conociéndola con la lengua, cada vena, cada recoveco lo recorrió con dulzura y pasión, absorbiendo el flujo que emanaba como si fuera néctar, pero sin perder esa mirada de elegancia, de presencia intachable, que me seguía penetrando cuando me miraba a los ojos, pero ahora notaba que imaginaba cómo me la iba a follar en la cocina.
Cuando casi me corrí con su mamada la levanté, le bajé la bragas y la cogí por la mano para llevarla a una mesa más baja, dónde me la follaría mejor. La acosté de espaldas sobre ella y le abrí despacio las piernas. Me deslice besando su cuerpo hasta la entrada de su intimidad. Chorreaba de ganas de ser follada, pero antes me la iba a comer, empecé a besar muy suavemente sus labio carnosos, chorreantes, me llené la boca de su flujo, introduje la lengua con delicadeza mientras mi pulgar buscaba su clítoris en círculos, lo fuí localizando hasta que lo tuve fijo, entonces cogí un poco de chocolate en tableta que había sobre la mesa y deslicé muy lentamente una onza en su clítoris, estaba tan caliente que se empezó a derretir, las piernas le temblaban de gusto y se agarraba a la mesa como si fuera a salir volando. Cuando estuvo cubierto empecé a lamerlo y sorberlo con ganas, con pasión por limpiar caga gota de aquel chocolate mezclado con dos leches distintas, entretanto la masturbaba con dos dedos introducidos hasta el fondo de su caverna más placentera, delicadamente la acariciaba por dentro sabiendo donde había muchos nervios. Ella iba gimiendo más y más mientras mi masaje seguía, yo subía la intensidad de mi lengua y de mis dedos. Chupaba más fuerte y apretaba más fuerte, y pasada de la lengua y otra vez que mis dedos tocaban su fondo, y su cuerpo se arqueba, se tensaba, se relajaba, y gritaba, y yo seguía, y gritaba más y me pedía más cogiéndome del pelo yo se lo daba y así poco después tuvo su primer orgasmo. Me incorporé. Mi pene grueso estaba enchido en sangre, se la metí sin esfuerzo húmedos como estábamos los dos, pero eso no restó placer. Su cavidad apretaba y me envolvía el pene con ansía, sus muslos me rodeaban para que no me fuera sin terminarle otra vez. Mi cintura ociosa empezó a bombear en su vagina húmeda y tierna con brusquedad, pero no importaba, ya no razonábamos éramos bestias y ahora mandaban nuestros instintos. Cada vez más duro, me pedía, y yo le daba, ahora con las piernas en mis hombros para poder agarrar bien y penetrarla hasta los testículos, no podía dejar de sentir cada rincón de su chochito y ella no podía quedarse hambrienta de un centímetro de miembro duro. Le azotaba el culo desde abajo y me gritaba, le arremetía y me gemía, azote, golpes de pelvis, azote, golpes de pelvis, no tenía el contro de la fuerza con que la empotraba y no medía, sólo quería volver a sentirme envuelto de su sexualidad con cada arremetida, y azoté y metí y azoté y metí mientras su piernas perdían la fuerza de nuevo y se abrían, y todo su cuerpo se agitaba, sus uñas clavadas en la mesa casi iban a dejar las marcas de aquella pasión carnal que nos había poseído todo su cuerpo se estremeció desde la espalda a la cintura y la pelvis, y así con el estremecer de su vagina corriéndose no pude más y me empecé a venir así que llevé la intensidad de mis embestidas hasta sentir dolor en el abdomen y cuando sentí como me recorría el orgasmo saqué mi pene envuelto en jugos y lo acerqué a su boca, que agarró con ansía y masturbó para rematar el orgasmo dejando caer toda mi leche caliente en su boca, cuando vió que había exprimido hasta la última gota. Cerró despació y lo trago. Nos sentamos a recuperarnos y cuando recobramos el aliento nos vestimos.
Ella terminó su trabajo, nos despedimos con un apasionado beso, y se marchó.