Cuestión de sexualidad. parte 1

Mi vida era perfecta, hasta que una vieja amistad del pasado entró en mi vida dispuesta a arrasar con todo.

Estaba a punto de irme a casa cuando mi móvil sonó, el número era desconocido y eso me extrañó pues muy pocas personas tenían mi número particular.

-          ¿sí?

-          Emma, hola.

La voz me sonaba pero no lograba ubicar de quien se trataba.

-          ¿Quién eres?

-          ¿no reconoces mi voz? – preguntó una voz femenina claramente indignada.

-          ¿mamá? – pregunté sintiéndome ridícula y la persona al otro lado soltó una carcajada.

-          Ni mucho menos, soy Mónica.

Al principio seguí sin vislumbrar de quien se trataba, hasta que un flash me vino a la mente. Mónica había sido mi compañera de residencia en la universidad, pero después se marchó a Londres y no había vuelto a verla.

-          ¡dios santo, Mónica! ¿estás en España? ¡qué alegría que me hayas llamado!

-          Sí, sí, estoy en España. Apenas llegué hace unas horas, llamé al número que tenía tuyo pero no estaba disponible, así que llamé a tu casa y tu madre me dio tu nuevo número.

-          Lo cambié hace  un par de años porque perdí el móvil, y ¿cómo es que estás aquí? ¿has dejado el trabajo en Londres?

-          Que va, me he tomado un par de semanas de vacaciones, quería visitar a mi familia y a ti, tengo una noticia que darte.

-          Espero que buena.

-          Claro. ¿qué haces esta noche?

-          Dormir principalmente, mañana tengo que trabajar.

-          Ah, qué pena.

-          Una cosa, ¿por qué no te vienes a cenar a mi casa?

-          Vale, así conoces a mi pareja.

-          Ah, ¿tienes novio? Pues entonces invitaré también al mío para que lo conozcas.

-          Ok, pero resérvame la noche de mañana, me apetece una salida de chicas.

-          Vale, pero te advierto que estoy hecha una vieja, hace siglos que no piso una discoteca.

-          Gracias a dios que he regresado para enmendarte – ambas reímos – anda, dame tu dirección.

Tras colgar, apagué el ordenador y cerré la puerta de la oficina. Mientras conducía a casa, llamé a Carlos para informarle del plan, aceptó rápidamente y cuando llegué a mi casa, su coche ya estaba aparcado en la acera. No vivíamos juntos porque ambos poseíamos una casa y no nos poníamos de acuerdo en quien debía trasladarse, así que hasta que lo solucionáramos, vivíamos separados.

Me lo encontré sentado en el sofá comiéndose una bolsa de patatas y mirando la tele.

-          Ya que te comes mi comida, podrías tener la decencia de recoger el salón – le dije a modo de saludo.

-          Te quiero, cielo – me respondió sin dejar de mirar la tele.

Lo primero que hice fue dirigirme a la cocina para preparar la cena, noté que Carlos se acercaba intentando ser sigiloso.

-          Sé que estás detrás.

-          Me ofrezco voluntariamente y sin ningún tipo de ánimo de recompensación a hacer la cena. – esbozó una sonrisa burlona y no pude evitar reírme.

-          Ahora recuerdo por qué me gustas tanto. – le di un beso y me puse a recoger la casa mientras él hacia la cena.

Aun quedaba media hora para que Mónica llegara, así que aproveché para darme una ducha, maquillarme y ponerme un vestido de lana cómodo pero coqueto.

Fui a la cocina, donde Carlos preparaba la ensalada, me echó un vistazo de arriba abajo y sonrió satisfecho, entonces le di la espalda, me subí el vestido hasta la cintura dejando mi culote de encaje al aire y volví a colocarme el vestido.

-          Eres mala – me dijo mientras se limpiaba las manos – eso no se hace.

Me reí mientras se acercaba y rodeaba mi cintura para besarme, sus manos se volvieron ambiciosas a medida que nuestras lenguas se entrecruzaban y comenzó a subir el vestido hasta poder acariciar mis nalgas, las apretaba y masajeaba mientras yo acariciaba su pecho por debajo de su camiseta. El clímax lo rompió el sonido del timbre que hizo eco en toda la casa.

-          Podemos fingir que no estamos – susurró mientras acariciaba mi cuello con sus labios.

-          Mmm…tentador pero…

-          Un minuto más y te convenzo del todo – empezó a bajar el culote de encaje pero en ese momento el timbre volvió a sonar devolviéndome a la realidad.

-          Tengo ganas de verla, podemos dejar esto para cuando se vayan.

-          Eso no lo dudes.

Fuimos hasta la puerta dados de la mano aunque su mano se escapaba cada dos por tres a mi trasero.

Mónica estaba tal y como la recordaba, con el pelo negro y corto, a lo cleopatra, estaba visiblemente más delgada que la última vez pero le sentaba bien, parecía una actriz de Hollywood. A su lado no había un chico, sino una chica, era bajita, con el pelo rubio que le llegaba por los hombros, los ojos verdes y  unos labios rosas carnosos, la verdad es que me dio envidia verla.

Di un abrazo a Mónica en señal de bienvenida, le presenté a Carlos y esperé que me presentara a su acompañante.

-          Esta es Lucy, es mi novia.

Estaba sorprendida y se reflejó en mi cara, en la universidad Mónica y yo nos repartíamos a los tíos, seleccionando a los guapos y desechando a los pardillos, incluso teníamos un ranking con los mejores polvos junto al  nombre del tío, lugar y fecha.

-          Debería haberte dicho que ahora soy lesbiana.

-          ¿ahora? – pregunté sonriendo – suena como hacerse de un club.

-          Lo que quiero decir, es que lo descubrí recientemente.

-          Y yo que me había leído el Marca para tener algo de que hablar – se lamentó Carlos.

Las tres reímos y pasamos al comedor, ayudé a Carlos a poner la mesa y durante la comida, Mónica nos estuvo relatando como había conocido a Lucy, que era londinense y cómo se había enamorado de ella.

-          Nunca me hubiera esperado que fueras lesbiana – le dije sin poder contenerme – si estuviste con más tíos que yo.

-          Y decepción tras decepción me hizo pasarme a la otra acera – respondió entre risas.

-          Yo la entiendo – dijo Carlos – es perfectamente comprensible que cualquier ser humano prefiera a una mujer, con vuestras curvas, vuestra sensualidad, vuestras caras de ángel…en fin, cariño no sé como te gustan los hombres; con lo feo que es un pene, parece un trozo de carne que sobraba y no sabían como colocarla y dijeron: pues aquí mismo, que molesta menos.

En ese momento supe que Carlos se había ganado a Mónica y Lucy. Tras la cena, recogimos la mesa y servimos unas copas, ya era poco más de la una cuando las invitadas se fueron y Carlos se quedó para cobrarse la deuda pendiente.

Me quedé atrapada cuando colocó sus brazos apoyados en la puerta a cada lado de mi cuerpo, dejándome de espaldas a él. Apartó mi pelo para que pudiera sentir su respiración en mi nuca, sabía que eso me gustaba. Fue subiendo el vestido hasta tirarlo al suelo, bajó la copa de mi sostén para acariciar mis pezones y su respiración se aceleró junto a la mía.

El calor empezó a apoderarse de mí, naciendo desde mis entrañas y expandiéndose por cada poro de mi piel. Carlos desabrochó mi sujetador para poder acariciar mis senos con total libertad. Me sentía muy cachonda así que bajé mis dedos hasta mi clítoris para empezar a acariciarlo, pero él adivinando mis intenciones, sujetó mis muñecas y las ató con mi sujetador detrás de mi espalda. No era la primera vez que jugaba a esas cosas y a mí la verdad es que la dominación me ponía más a tono.

Bajó mis culotes, escuché como los olía aunque no podía verle, pasó la palma de su mano por mi entrepierna, probablemente para quitar el exceso de fluido. Entonces hizo que me pusiera en pompa y me abriera de piernas.

Sentí su lengua acariciando mi clítoris suavemente pero mi cuerpo pedía algo más intenso.

-          Más rápido – dije en un gemido.

Escuché como se reía, y apretó su lengua contra mí pero no aumentó la velocidad lo que provocó que me volviera loca, en ese momento deseé que me hiciera cualquier cosa para calmar mi ansiedad, sentía que me dolían las entrañas.

Metió un dedo en mi vagina y grité de placer, después metió dos dedos más y empezó a masturbarme, movía mis caderas rápidamente contra su mano ya que su velocidad me estaba desesperando, empecé a gemir cada vez más rápido y deseé tener las manos libres para masturbarme también.

Hizo que me diera la vuelta para tenerme frente a él, aun seguía con los pantalones puestos, no sabía como podía soportarlo, siguió con sus dedos dentro de mi vagina y con su lengua siguió lamiendo mi clítoris, aumentó la velocidad y me corrí en un gritó que debió despertar a todos los vecinos. Él se convulsionó y supe que se había corrido por el simple hecho de masturbarme.

Se puso en pie y me dio un beso muy largo.

-          No he podido hacerte nada – me quejé.

-          Uy créeme, has hecho mucho, me he ido con solo escucharte gemir. Sabes que me pones un montón. – eso ultimo lo susurró a mi oído provocando que se me pusieran el vello de punta. – voy a darme una ducha.

Como me sentía un poco culpable, me metí con él en la ducha y le hice una felación que le dejó con las piernas temblando. Después nos fuimos a la cama para dormir.

Al día siguiente, Mónica me llamó para concretar la salida de chicas, iríamos a una discoteca de ambiente para evitar a los moscardones, según ella. Carlos vino a mi casa para cenar conmigo, después de la cena me duché y me puse un vestido rojo de palabra de honor ceñido hasta la altura de los muslos.

Carlos se quedó mirándome cuando me vio aparecer con el vestido.

-          ¿no vas muy destapada?

-          Voy a una discoteca de lesbianas y gays, que más te da.

-          Por eso mismo, tus amigas son lesbianas y tú estás que te cagas.

Me reí al escuchar el tono de su voz.

-          Si no te has dado cuenta, no me van las tías y Mónica es una buena amiga que está enamorada de otra persona.

-          Te esperaré aquí – sonó más como una advertencia.

Mónica pitó en el coche y yo salí para encontrarme con ella, me di cuenta de que venía sola así que le pregunté donde estaba Lucy, me respondió que no se encontraba bien y había preferido quedarse en el hotel.

La discoteca me gustó, la música era alegre y nadie te sobaba mientras pasaba por la pista de baile, tras un rato bailando pedimos un par de copas y nos sentamos en unos reservados.

-          ¿sabes cuando empecé a sospechar que me molaban las tías?

-          Cuando conociste a Lucy, ¿no?

-          No, mucho antes. Cuando te vi por primera vez en pijama, el primer año de carrera.

-          Venga ya, si te tirabas a más tíos que yo.

-          Era porque quería convencerme de que no era lesbiana, de que me molaban los tíos pero por eso no duré con ninguno,  la mitad de las veces pensaba en ti y la otra mitad intentaba no pensar en ti.

-          Vaya… - no sabía que decir – pues no tenía ni idea.

-          Lo sé, era lo que más me gustaba de ti, lo inocente que eras.

-          Sigo siéndolo la verdad, Carlos no para de repetírmelo.

-          ¿estás enamorada de él?

-          Sí, creo que sí, me trata muy bien.

Tomé un trago largo de mi copa, de pronto me empecé a sentir mal, las luces de la discoteca empezaron a distorsionarse y la gente empezó volverse una masa difusa. Me habían echado algo en la bebida.

-          Creo que me encuentro mal.

-          ¿qué te pasa?

Mónica tocó mi cara y noté como descendía su mano hasta mi pecho para sobarlo, intenté separarme pero no era capaz de coordinarme.

-          ¿recuerdas cuando me contabas que te ponía que te mordisquearan la oreja? – susurró en mi oído y seguidamente empezó a mordisquearme la oreja, noté como subía la falda de mi vestido y acariciaba el interior de mis muslos.

-          Mónica, déjame – dije sin muchas fuerzas.

Pensé que me hizo caso porque se separó de mí y se levantó del mini sofá en el que nos encontrábamos, pero lo que hizo fue extender la cortina del reservado para dejarnos aisladas. Miré a Mónica pero no podía distinguir bien su rostro, algo le pasaba a mi vista que distorsionaba su rostro.

Pude distinguir como se quitaba la camiseta, no llevaba nada debajo. Después bajó mi vestido hasta mi cintura y bajó mi sujetador hasta dejar mis senos al aire. Una parte de mí intentaba pararla, otra se estaba poniendo cachonda y otra intentaba recuperar el control de mi cuerpo.

Mónica empezó a mordisquear mis pezones con gran habilidad y dulzura, tanto que empecé a gemir, después empezó a rozar sus pezones con los míos, provocando que su textura me encendiera aún más y agarré su rostro para besarla.

Mientras me besaba su mano descendía por mi cuerpo acariciando cada centímetro, se separó de mí bruscamente y protesté pues deseaba seguir besándola, era muy suave y besaba bien. Me quitó el tanga y se bajó los pantalones, tampoco llevaba nada debajo.

Empezó a refregarse el tanga por su raja, su respiración empezó a acelerarse mientras se masturbaba, me quedé mirándola o intentando mirarla porque seguía distorsionándose aunque podía oler sus fluidos que salían de su cuerpo.

Mónica paró de tocarse, me lanzó el tanga a la cara y yo lo olí, olía a su fluido. Cogió un consolador del bolso, escupió en mi clítoris y comenzó a mover el consolador contra mi entrepierna. El deseo resurgió de nuevo.

-          Metérmelo – le pedí – ahora.

-          ¿te está gustando?

-          Sí, mucho.

-          ¿quieres que te lo meta hasta el fondo o poco a poco?

-          Como quieras.

-          Voy a hacer que veas las estrellas.

Con la punta del consolador dibujo líneas invisibles en mis labios inferiores, empezó a introducirlo y sacarlo poco a poco, yo comencé a acariciar uno de mis senos y mi clítoris con la otra mano.

Empecé a jadear cuando Mónica metió el consolador de golpe y comenzó a moverlo dentro de mí casi con violencia.  Minutos después me corrí y Mónica paró.

-          Joder tía, cuanto sueltas. ¿has chupado algún coño?

-          No. – ahora me moría de ganas por comérselo.

-          Enhorabuena, vas a empezar hoy.

Me levantó como si fuera una muñeca, se sentó y condujo mi rostro hasta su vagina. Empecé a lamerle intentando imitar los movimientos que hacía cuando lamía los testículos de mi novio. Cuando sus fluidos inundaron mi boca, cogí el consolador y lo introduje con brusquedad, el cuerpo de Mónica se arqueó de placer y me pidió que siguiera.

No tardó mucho en correrse, después volvió a besarme y me ayudó a vestirme. Le hice jurar que no contara a nadie lo que había pasado y me llevó a casa.

Carlos se había quedado dormido durmiendo en el sofá, me di una ducha antes para que no oliera nada raro y lo llevé a la cama.

-          ¿te lo has pasado bien? – me preguntó medio dormido.

-          Ni te lo imaginas.

CONTINUARÁ...