Cuestión de Negocios
Todo tiene un precio en esta vida. ¿Estaremos todos dispuestos a pagar el precio por lo que queremos conseguir?
¿Por qué tenía que ser yo el que se hiciera cargo de esa negociación? No era mi cliente ni me llevaría yo comisión alguna por los resultados de la misma, pensaba yo mientras veía ociosamente las nubecillas que mi cigarrillo iba dejando en el ambiente del café donde esperaba a los representantes de la empresa contraparte. El ejecutivo que atendía a ese cliente no fue asignado a estar en dicha reunión, quizá porque por la otra empresa vendría justamente su dirección general o porque a nuestro hombre asignado ya le habían tomado la medida. El caso es que yo ahí estaba, con el stress y el apetito por entrar cuanto antes a la mesa de negociaciones.
-Cuatro contra uno- me dije en cuanto los vi llegar con sus expresiones duras y autosuficientes. La Directora General, el Gerente de Control de Calidad, un fulano cara de yuppie que seguro sería de Tesorería y una desconocida de mirada penetrante y elegantes movimientos, misma que se presentó como Sofía. La presencia de Gisela, era especialmente incómoda; ella no era solo la directora general de la empresa, sino accionista de la misma y sobrina del dueño de esa productora de alimento para animales de granja. Haciendo honor a su reputación, defendió ella rabiosamente cada peso, cada cláusula de los convenios, asistiéndose siempre de la servil ayuda del gerente de calidad. Sofía en cambio, hablaba poco, casi no se metía en la conversación, pero ayudaba mucho a su patrona distrayéndome lo suficiente con sus ojos misteriosos, su cuerpo apetecible, y sus elegantes modales que contrastaban con la rudeza desfachatada de la gente del campo de los otros tres.
En cierto momento, Gisela se levantó a consultar unos datos en su empresa, y los otros dos se levantaron oportunamente- para ir al wc. Solo ahí fue cuando Sofía comenzó a hablar algo. Me contó que era la nueva asistente de Gisela, que tenía una semana de haber llegado a la empresa y que en su currículum había varias empresas de primer nivel en el mercado agropecuario latinoamericano. Le pregunté por un conocido mió que estaba en una de dichas empresas, y tras esbozar una breve sonrisa me dio referencias sobre él, las cuales coincidieron totalmente con la forma de ser de mi amigo. Intercambiamos tarjetas de presentación y se mostró especialmente interesada en mi número de celular (portátil) y por saber hasta qué hora era posible que ella pudiera llamarme ahí y sin que su llamada a deshoras me ocasionara problemas familiares.
Con cada palabra, Sofía emanaba sensualidad y elegancia; su sonrisa y mirada eran insinuantes con tintes definitivamente cachondos y seductores. Hablamos un poco sobre su bebida, sobre la mía, mientras la observaba sonreírme a la vez que jugueteaba con su dedo circundando el borde de su copa. Sus piernas se abrían y cerraban acompasadamente mientras ella succionaba alevosamente del popote de su copa a la vez que mostraba una sonrisa que hacía imaginar cosas, lo cual seguramente ella pretendía.
Con el regreso de los Jefes, la negociación se encaminó al punto mas álgido, a la parte donde un Sí o un No significaría bastantes ceros en transferencias bancarias, por lo que era el momento mas importante. Gisela mostraba una seguridad cada vez mayor; se le sentía con la actitud de tener acorralada a su presa, lo cual no me estaba gustando en absoluto. Un parámetro de calidad que se convertía en importante para determinar precios y penalizaciones fue mi pretexto para levantarme de la mesa "a consultar con mi empresa". En realidad todo estaba muy claro, solo faltaba que ellos decidieran que no podían estirar demasiado, aunque yo sabía ya que la situación de su empresa tampoco les podía dar mucha amplitud para aceptar mis condiciones y entonces necesitaban presionarme al máximo para que yo cediera. La llamada que hice no fue a mi empresa, sino al conocido común entre Sofía y yo. De inmediato me dijo que una chica como ella jamás había trabajado en esa empresa, pero cuando yo mencioné que ella lo recordaba sobre todo por los "rulitos" que se le hacían a él en la frente cuando se dejaba crecer el cabello un poco lo hizo estallar en carcajadas.
-¡No mames, cabrón, ella no trabajó en la empresa, pero una noche sí trabajó conmigo! Esa chava es una escort, una prostituta de esas que se contratan en Internet, y de las mas caras, por cierto- y reía como loco de saber en qué estaba yo metido. Comprendí todo; la muy perra de Gisela pretendía hacerme ceder con el recurso mas antiguo del mundo en cuanto a negociaciones. Siempre supe que su falta de escrúpulos era más que conocido, y que recurriría a lo que fuera para ganar la negociación. Su empresa debía estar desesperada para recurrir a cosas así. Comprendí la seguridad con la que Gisela se mostraba y el descaro con que nos dejaron a Sofía y a mí a solas, lo cual volvería a suceder en el transcurso de la mañana. Jamás cedería yo por un par de piernas, pero no estaba mal la idea de almorzar ese dulce cuerpecito antes de regresar a la oficina haciendo ondear triunfante el contrato por encima de mi cabeza. Me desagradaba sin embargo que ella intentara jugar conmigo de esa manera tan predecible. Los que me conocen saben que si hay algo que me incomoda es justamente eso. No sería yo la presa ese día, me lo propuse, y decidí actuar de inmediato.
Minuto a minuto los argumentos y los números se siguieron contraponiendo. Quedaron cerradas varias cláusulas menores, pero Gisela concedía que las decisiones más importantes podrían dejarse para más tarde. Por dentro yo sonreía sabiendo el por qué lo proponía de esa manera. Sofía no dejaba de coquetearme sin intervenir directamente en las negociaciones. Me divertí dirigiéndome a ella para solicitarle algún comentario de mercado, o acerca de los movimientos que podría tener su competencia o la mía en esos momentos y ver tanto su turbación como la de sus jefes en esos momentos en que ella no sabía como responder. Al llegar la hora de comer hubo un momento en que Gisela y yo quedamos solos, y ella notó mi mirada paseándose por la cadera de Sofía.
Hombres, hombres, se les van los ojos de inmediato.
¿Lo dices por Sofía? Claro, es muy guapa. Hiciste una gran contratación.
Me ha funcionado bien- dijo sonriendo malévolamente
No lo dudo ni un tantito- contesté con una sonrisa supongo igual de malévola-y tiré el anzuelo- no siempre encuentra uno mujeres tan atractivas en una mesa de negociaciones.
Bueno, una vez cerrados los acuerdos habrá bastante comunicación entre las empresas, y ella quedará a cargo de la cuenta de ustedes, así que
No lo decía por ella- dije manteniendo mi mirada fijamente en Gisela- Sofía es muy atractiva, pero no es "ella" precisamente el tipo de mujer que me haría perder la cabeza negociando o cometer alguna locura.
La sonrisa de Gisela desapareció de inmediato. No eran necesarias las palabras sino simplemente observar la intención de mi mirada para interpretarme. Se supo atrapada en su propia trampa; ella necesitaba urgentemente ganar ventajas con nuestra empresa y estaba dispuesta a obtenerlas aunque fuera con el sudor no solo de la frente de una mujer; ahora entendía que mi intención era que quien sudara así fuera la propia directora.
¿Qué pretendes?- me dijo ya sin esa actitud autosuficiente y con un esbozo de temor en el fondo de sus palabras.
Puess.. no se; Sofía se ve bastante competente, sobre todo cuando se trata de negociaciones tan importantes como esta, Gisela. Pero viendo cómo has dirigido tu posición toda la mañana pienso que podrías emplear los mejores "argumentos" tu misma sin necesitarla a ella. A veces los mismos jefes somos quienes tenemos que meternos a hacer el trabajo rudo ¿estás de acuerdo? Ambos sabemos de qué va todo esto, tú decides.
Durante el resto del tiempo que duró el almuerzo ella se mantuvo callada y con la furia encerrada detrás de sus ojos. Sofía dirigió la sobremesa en torno a cuestiones como la gastronomía, los diferentes tipos de uva para el vino, etc. El jefe de control de calidad se envolvió en ello cuando pudo decir algo acerca de cuestiones químicas o de procesos industriales vinícolas; el niño lindo de contabilidad nada mas abrió la boca para decir que para él el mejor whisky del mundo era el Jack Daniels.
Tras el postre Gisela comentó que consideraba que había sido suficiente por ese día y que mejor continuáramos en otra ocasión. Sofía fue la más sorprendida por ello a pesar de que en cierto momento Gisela deslizó un sobre furtivamente hasta ella terminando de pagarle por sus servicios contratados. En la entrada del restaurante, uno a uno fueron despidiéndose y abordando su vehículo; Gisela dijo al chofer que podía retirarse y que ella lo llamaría mas tarde. Subió a mi vehículo y tras un par de calles nos metimos a un hotel; no al mejor que hubiera, sino a uno de esos baratos donde cada cochera se cierra con cortinas de plástico. Al entrar a la habitación me acerqué a su oído desde atrás, y dejándole sentir mis manos en la cintura le dije: - Vayamos cláusula por cláusula, Gisela- pudiendo oír casi el rechinido de sus dientes.
No la dejé desnudarse, sino que mis manos la recorrieron por encima de la ropa impune y vulgarmente. Sería tonto pensar que ella me llenaría de besos y caricias; mas bien era obvio lo que tendría que hacer, por lo que, tras dejarse manosear un poco, fue quitando mi cinturón y quitándome la ropa con cierta torpeza causada por el enojo que la embargaba. A los pocos segundos, la orgullosa y déspota directora estaba arrodillada ante mi, mordisqueando mi falo y apretándolo con su mano. De haber podido ella me lo hubiera arrancado de tajo con sus manos o sus dientes, pero no creo eso le favoreciera en la negociación, que es lo único que le importaba, así que me dediqué a disfrutar.
La boca de Gisela supo hacer realmente maravillas. Las sensaciones de placer me llegaban desde mi falo una y otra vez conforme ella lamía mi glande o se metía completamente mi verga en la boca para succionarla con maestría. Verla así me causaba un triple placer; tanto por sentir esa deliciosa felación que me propinaba, como por tener así a esa mujer tan gustosa por humillar al resto de la gente, y también por el ver el apetitoso par de piernas que se asomaban tras la falda sastre levantada hasta arriba de sus muslos. Si yo no hubiera sabido el por qué estaba ella ahí, hasta podría haber pensado que me la estaba mamando por gusto y placer, pues con cada succión, mi palo se estremecía y oleadas de placer me llegaban hasta cada rincón de mi cuerpo. Gisela aceleró su mamada, como queriendo acabar rápido con ese momento, pero fue entonces que la hice levantarse y acostarse en la cama. Subí lentamente su falda con mis manos, sobando sus piernas con deleite. Ella cerró sus ojos, apretó sus dientes como para no estar presente en lo que seguiría. De pronto yo me sentía casi como un violador y como un justiciero a la vez, pero finalmente ella era la que había iniciado ese perverso juego; además ella podía mandar al demonio la negociación también.
¿Por qué no hacerle sentir placer también a ella? Mis manos quitaron con teatralidad su ropa interior y mis sentidos se pusieron alerta ante el hermoso espectáculo que ofrecía su cadera desnuda, ostentando orgullosamente un pequeño triángulo de pelo en la hermosa cumbre de su monte. La resistencia de sus piernas para abrirse fue notoria, hasta que clavando en mí una mirada de odio fue abriéndose para dejarme hacer. Ahora fui yo el que fue descendiendo para llenar sus piernas con pequeños mordiscos y luego ir subiendo hasta su coño resistente. Mi lengua no hizo preámbulos y comenzó a lamer los labios que forzosamente se ofrecían ante mí. El aroma y el sabor a limpio eran lo que prevalecía entre las piernas de esa mujer. No era el sexo de una mujer que jamás se entregara a otros, pues bien sabía yo de un par de ligues que ella había tenido en algunos viajes de trabajo donde llegamos a coincidir. El que ella fuera una mujer casada con el tarado que controla los transportes de su grupo industrial no le impidió jamás refocilarse con cuanto ejecutivo se le antojó, y comprar voluntades en las empresas a costa del culo de cuanta mujer decidió ella contratar para tal efecto. Ese día, era ella la que estaba abierta de piernas ante mí, consiguiendo lo que anhelaba, pero siendo ahora su cuerpo el que fuera la moneda necesaria para eso. Si estaba ella ahí era porque decidió que con sexo podría comprar mis decisiones y mi lealtad para con mi empresa.
Dejé de sentir la resistencia de sus piernas a los lados de mi cara, y la carne de su entrepierna fue reduciendo su tensión. En mi lengua pude sentir la textura y el exquisito sabor salino de la humedad de su sexo, la cual fue recogida por mi lengua en un santiamén. Tal vez fue mi imaginación, pero como ruido de fondo creí percibir algún ligero jadeo de placer. Mi lengua hurgó bien dentro de su vagina, lamió su perineo a placer y se deleitó dando vueltas alrededor de su pequeño clítoris antes de que mis labios lo atraparan para oprimirlo suavemente y succionarlo.
Ostentosamente quité mi ropa ante ella, mientras nuestras miradas se cruzaban. Jamás obtuve una sonrisa de ella, pero la mirada había dejado de tener la gelidez y dureza de cuando entramos a ese cuchitril. Sus piernas no se cerraron cuando mientras me desnudaba miraba lascivamente su cuerpo, ni tampoco hizo nada para cubrir la desnudez de sus senos, la cual no recordaba yo haber realizado. Gisela contuvo por un segundo su respiración cuando mi glande hizo contacto con los labios de su sexo; seguramente esperaba una penetración inmediata y desbocada. En lugar de eso, froté mi glande contra sus labios, lo pasee por su entrepierna y dejé que la punta se besara gentilmente con su clítoris. En un par de veces mi glande se coló en el interior de su abertura, se removió dándome un placer formidable, pero sin que la penetrara. Saqué la verga de su cuerpo y la pasee por lo largo de sus piernas, la piel de su vientre y amenazántemente por los alrededores de su perineo.
Finalmente me dejé ir despacio hacia su interior, con un movimiento sin pausas hasta sentir como cada milímetro de mi pene estaba siendo acariciado por las paredes húmedas de su coño. Tomando a Gisela de las nalgas la atraje hacia mí, para moverme en su interior circularmente, y luego entrando y saliendo de manera muy suave. Mi verga bailaba gustosa en los interiores de Gisela, aumentando prodigiosamente las oleadas de placer que me llenaban desde hacía un buen rato.
De haber sabido yo que escribiría este relato, la habría puesto a ella en mas posiciones, hubiera dicho frases calientes o hubiera procurado hacer mas cosas de esas que a todos les gusta leer; pero en esa misma posición fue que la tomé todos esos veloces minutos, sin apartar ambos la mirada uno del otro, sin dejar saber al otro si había placer o dolor, deseo o repulsión, satisfacción o franca insensibilidad. Si llegó al orgasmo fue desconocido para mi; fuera de esporádicos jadeos, de su boca no salió sonido alguno. Mis expresiones de placer fueron contenidas a pesar de que en verdad que disfruté mucho eso. Cuando el orgasmo fue inevitable en mi, me retiré silenciosa y cuidadosamente de sus interiores, para mojar la cama fuera de su campo visual y no darle el gusto de ver la forma en que su resistencia había vencido a la mía. Había dejado de ser un acostón de negociación y se había convertido en un perverso juego donde ambos sabíamos que medíamos nuestras fuerzas. No ganaba ninguno de los dos un amante, ni un enemigo, sino simplemente un rival vitalicio con el cual habrá que encontrarse mas de una vez en muchos campos de batalla.
Mientras nos arreglamos antes de salir a la calle, me acerqué encendiendo un cigarrillo: - Tu empresa decidió ofrecerme sexo y lo acepté. ¿Te parece si ahora nos sentamos y tomamos decisiones profesionalmente para que sea una negociación gana-gana?- El odio se asomó nuevamente a sus ojos, pero agachando la cabeza momentáneamente asintió, y cada cláusula fue establecida esa misma noche en la mesa de un Vips, sin aspavientos, ni trucos. Ambas empresas nos beneficiaremos finalmente, y sé que algún día puedo esperar la venganza de esa impetuosa mujer en cualquier terreno. Pero si uno quiere evitar riesgos en la vida, pues que mejor se quede en casa y no se exponga jamás ¿no creen?
Desde hace una semana tengo la tentación de localizar a Sofía en Internet. Tal vez es lo único que quedó incompleto en esa mórbida experiencia. Sé que se sentirá descubierta en su intento de haberme engañado con eso de ser la nueva asistente de dirección general, pero finalmente, todo eso no fue personal, fue solo cuestión de negocios.