Cuestión de morbo...

Y es que ¡vaya subidón! Se acababa de cumplir una de mis mayores fantasías: un desconocido me había echado un polvo así, sin pedir permiso y sin dejarme ni reaccionar.

Es curioso que al enterarse de que escribo relatos eróticos, la gente que me rodea me ha convertido en una especie de sexóloga particular. Estoy tan saturada de sexo, que estas vacaciones, por primera vez, no me ha apetecido ir más allá del coqueteo con nadie, pero el sexo me persigue. Aparece en cada conversación, en cada comentario. Cada vez que quedo con alguien, éste me dice algo así como:

-Oye, pues conmigo tienes tema para dar y regalar, no sé por qué no te planteas hacer un relato sobre mi.- me dicen, dejándolo caer con expresión de estudiada indiferencia.

A lo que suelo responder:

-Ya, pero es que no es sólo explicar un polvo, es que además tiene que tener su morbo.- explico.

Uno de mis amigos gays me dice:

-Chica, si será por morbo, yo te puedo contar las mil y una, los gays somos unos morbosos.-

La verdad es que me lo pienso durante un rato, intento plantearme el inicio del relato, pero no

-Es que no se, no creo que supiera darle yo ese toque… Por lo menos de momento.- digo cautamente. Él se ríe.

-Claro que sí, a mi me gusta cómo escribes, no veo por qué no puedes contar uno de mis polvos. Mira, sin ir más lejos el que eché este fin de semana en el cuarto oscuro de la discoteca, ¡Madre mía qué morbazo, qué pedazo de verga! Y ni si quiera le vi la cara.- dice orgulloso.

-Ay, es que no se…- digo, algo reticente. -Yo lo que no quiero es no resultar creíble, no se trata de escribir por escribir.-

-Si quieres, te doy detalles para que lo escribas- dice ilusionado.

-Ya, bueno, es que ahora no tengo nada para apuntar y seguro que luego se me olvida, la próxima vez seguimos hablando y a ver si concretamos algo, ¿vale?- digo, dejando de comer mi cucurucho de helado.


Otra de mis amigas anda loca por ser protagonista de algún relato mío, algo celosilla porque ya otra lo ha sido.

-Nena, yo no cobro, pero qué quieres que te diga, ¡los demás también follamos!- dice cuando llevamos un rato hablando del tema.

-Ya se que todos follamos, pero por muy amigas que seamos, yo no se casi nada de tu vida sexual, Mari.- le contesto.

-¡Pues será porque no preguntas! Pero tú sabes que últimamente he tenido mis escarceos.-

-Sí, claro, pero eso es lo que digo, como todo el mundo, pero tiene que ser algo con morbo.- digo cortante.

-Joder, qué complicada eres tía, ¿no te puedes dejar de historias y explicar un polvo sin más? Aunque si quieres morbo, está aquel chico con el que estuve hace tiempo, que era algo bocazas. – nuestra otra amiga Maite, y yo nos miramos sin recordar exactamente. -Sí, aquel que le llamaban "Man"- y ante mi cara de "ah, sí, ese", continuó- Pues ese insistió durante meses para que fuéramos a un local liberal. Cada vez que quedábamos, lo soltaba, y yo… bueno, que no me veía.- sorbito de cerveza.- Total, que un día insistió tanto, que ya hasta las narices, le dije "venga va, vamos de una puñetera vez, pero ya verás que al final te vas a rajar.-

-¿Y fuiste?- preguntamos las otras dos al unísono.

-Claro.-y sonríe ante nuestras caras de "¡eso no nos lo habías dicho!".

-¿Así cómo quieres que escriba sobre ti, si todo te lo callas?-digo, riéndome.

-Bueno, es que al final no pasó casi nada: entramos allí, y había una cama enorme llena de parejas desnudas, pero casi no se veía nada porque la luz era muy tenue. Nos desnudamos, nos ponemos allí en un rincón, los dos como pez fuera del agua, ¡un corte! Y bueno, nos enrollamos, eso sí, y yo cada vez más cómoda porque allí nadie se fija en ti, pero mira tú por dónde que una pareja se nos acerca y nos roza. Eso significa que quieren algo. –Explica.- Eran una pareja algo mayor, y en realidad no estaban mal, pero el Man puso una cara de agobio… Dijimos que no, claro. Y además, nos tuvimos que ir, porque aquello se le bajó de golpe y no hubo manera humana de hacer que volviera a subir.- concluye.

En la mesa se hace el silencio, pero al mirarnos a los ojos estallamos en risotadas.

-¡Con lo chulo que era el tío!- dice Maite.

-¿Y cómo quieres que escriba un relato de esto? Nena, sabes que esto no me sirve.- digo, volviendo al tema.

-Bueno, te lo puedes inventar. -sugiere sonriendo.- Para eso eres escritora, ¡imaginación al poder! -dice, y razón no le falta. Pero es que cada uno me dice la suya, y claro, al final la cabeza de una se satura.

-Pues yo no se si te acuerdas de mi último novio, pero lo más morboso que he hecho últimamente es echar un polvo en los lavabos del aeropuerto, justo los que están al lado de la garita de la policía.- dice Maite. Yo pongo los ojos en blanco y pienso "¡otra historieta más!". Ella interpreta mal el gesto.

-¡Oye, que es verdad! Fue esperando el vuelo de vuelta de Ibiza. ¿Recuerdas que te dije que se retrasó el vuelo una hora? Pues esperando se puso tontito, y que si besito por aquí, que si "te hacía" por allá, y vi los lavabos y le hice una seña. "No te atreves", me suelta.- y se ríe al decirlo.- Y ya me conoces… ¡A mi no me reta nadie! Me levanté y allí que me fui. ¡Al de hombres!- suelta triunfante.

-Pero serás cochina- dice Mari riéndose.

-Sí, pues él me siguió, y míralo como quieras, pero a mi me dio un morbazo que tela. ¡Vaya polvo!- y se queda callada, metida en su ensoñación.- Nena, sé que tú sabrías darle morbo a la historia, aún me acuerdo del primer relato de "mi amiga scort", ¡y joder, estaba muy bien, conseguiste ponerme cachonda!- Me río y ella sigue- no te rías, que llevaba un par de semanas sin hacer nada, y me quedé con unas ganas…- lanza un suspiro entre dolido y agónico que nos hace reír a Mari y a mi.

-Pues nena, eso tiene fácil solución… Quiérete a ti misma.- digo yo. Ella se queda en silencio y pregunta en voz muy bajita, mirando a todas partes:- ¿Tu te masturbas?- y se pone colorada. Yo me echo a reír por su vergüenza.

-Bueno, sí, ¿tú no?- Y ambas niegan con la cabeza.

-Nunca me he atrevido, me da como aburrimiento.- dice Mari.

-A mi es que no se, que no me acabo yo de ver en ese plan cochino. ¿Tú cómo lo haces?- y me echo a reír.

-No, si al final voy a empezar a cobrar por consulta- digo, aún riéndome.

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Laura, otra de mis chicas, con la que tengo menos confianza y que además se presentó a cenar con su novio, rompe el hielo ayer soltando sin venir a cuento:

-¡Pues yo tengo una historia perfecta!- la miré sin saber a qué se refería, porque hasta ese momento estábamos hablando de lo que íbamos a cenar. – Sí, un relato para que lo escribas. ¿Tú sabes lo que es el club de las alturas? –le contesté que no de mala gana… Para una persona con la que no suelo hablar de sexo, ¡y mira tú por dónde!

-Oye, de verdad que esta noche casi que mejor no hablemos de sexo, anda, que me está entrando complejo de doctora Ochoa. Si hace semanas que no escribo nada, estoy saturada, si supieras cómo me tenéis entre todos...- digo cortando el tema.

Pero la cena fue amena, el vino hizo bien su trabajo, y a mi ya me había picado la curiosidad, así que en el segundo plato fui yo misma la que la induje a que me contara.

-¡Ah, pillina, al final te ha picado la curiosidad!- y sonrió de oreja a oreja mirando pícaramente a su novio, que le devolvió el gesto. – Al club de las alturas pertenece todo aquel que ha echado un polvo en un avión.- explicó.

-Aps, no sabía que eso tuviera un nombre.- y me interesó el tema.- ¿Pero no es un tema muy trillado ya?- pregunté tras reflexionar.

-Bueno, supongo que hay muchos miembros del club rondando por el mundo, claro, pero tú ahora estás hablando con dos de ellos.- me miraron sonrientes. ¡Hay que ver lo que sonríe la gente cuando habla de su vida sexual!

-Si quieres, te lo contamos y escribes un relato sobre nosotros, no nos importaría.- dijo Miguel, su novio.

-En realidad no hace falta, ya le echaré imaginación.- dije, y escuché al camarero soltar una risita. Entonces me di cuenta de que había escuchado la conversación porque estábamos cerca de la barra y no es que habláramos muy bajo.

-Que no mujer, ya que escribes algo sobre nosotros, que sea la verdad, ¿no?- dijo Laura. Le eché un vistazo al camarero (que no estaba nada mal, alto y moreno), asegurándome de bajar la voz para que no me oyera.

-Pero es que esto no tiene mucho secreto tampoco, un polvo es un polvo donde sea, la cuestión es cómo lo cuentas.- susurré, pero el maldito camarero estaba con la oreja puesta y seguro que me oyó. La cara de Laura se entristeció un poco al oír esto y me ablandé.- Está bien, contádmelo…- dije suspirando mientras creí oír de nuevo una risita desde la barra. Laura sonrió de nuevo y empezó a contar con ojos brillantes.

-¡Genial! Fue en el vuelo de vuelta de Amsterdam.- empezó.

-El de ida.- puntualizó Miguel.

-¿Sí? Bueno, da igual, en el de ida. Estábamos en la segunda fila, muy cerca del lavabo, y éste que es un guarro, empezó a meterme mano- dijo mientras se sonreían tontamente.- Yo me puse la chaqueta por encima para taparme, porque la azafata iba y venía todo el rato, y además al otro lado del pasillo había gente, no era plan de que vieran cómo me metía la mano por dentro del pantalón. Yo no se lo que tienen las alturas, ni se si es por el riesgo de que te vean, porque yo no suelo hacer estas cosas, pero la cuestión es que me puse como pocas veces, ¡estaba mojadísima!- estaba diciendo ella mientras el camarero se apoyaba sobre la barra a escuchar. A mi ya empezaba a hacerme gracia aquello, y no le dije nada.

  • Yo corroboro lo de que pocas veces te has puesto así. Si la hubieras visto, Jess, ¡parecía una catarata! Dijo Miguel orgulloso. Le sonreí sin saber muy bien qué decir, así que opté por no decir nada.

-Sí, y tú también estabas que te salías cuando te metí la mano en los calzoncillos, que casi nos pillan porque se te escapó un gemido cuando pasaba la azafata a nuestro lado. No se lo que me pasó por la cabeza, pero aquello me sabía a poco. Se me nubló la mente, o yo qué se, pero le saqué la mano del pantalón, me compuse un poco, me levanté y le dije que le esperaba en el lavabo.- dijo ella.

-¿Os dais cuenta de que soy soltera? ¿Y de que hace semanas que no echo un polvo?- dije notando un leve cosquilleo en mi entrepierna. Ellos rieron, pero se que también les pasaba lo mismo. Laura hizo un ademán con la mano para callarme y continuó.

-Entré en ese cubículo de un metro cuadrado y me aflojé la ropa mientras pensaba en cómo narices se las apaña la gente para hacerlo en ese espacio tan pequeño, y al minuto ya estaba él dentro conmigo, los dos pegados porque casi no nos podíamos mover.- dijo.

-Si no hacía falta espacio, cuando entré allí lo vi claro, me senté en el inodoro y la puse encima de mí. Aquello iba como la seda, porque lubricación precisamente no faltaba. Claro que a mi me gusta darle preliminares a mi chica, y aparte de lo que es el polvo en sí, me encanta lamerle los pezones y las orejas.- Miguel es que no se cortó un pelo, y eso que casi ni nos conocíamos. Yo sonreía, pero por dentro me sentía bastante fuera de lugar y algo avergonzada, y más cuando descubrí que su mano había desaparecido bajo la mesa y Laura tenía cara de circunstancias. ¡Joder, pero quién me mandaría a mi! La cuestión era que me daba corte decirles que me había dado cuenta.

Intentando que no se me notara nada raro corté la conversación y me fui al lavabo a recuperar un poco el aire y ver si se les pasaba la tontería, y entonces se abrió la puerta de golpe y entró el camarero, cerrando con pestillo.

-¡Oye! ¿Pero qué no ves que está ocupado?- exclamé mientras me acorralaba contra la pared.

-La próxima vez, cierra con el seguro.- y me agarró por las nalgas mientras me besaba el cuello.- Ahora te voy a dar yo argumento para una historia…- y me bajó las bragas hasta los tobillos sin dejarme hablar. Algo que tampoco me apetecía hacer ya, decidí dejarme llevar y disfrutar un poco, que también me lo merezco. Intenté abrirle los pantalones, pero no me dejó hacer nada, me agarró con su izquierda mis dos manos y las inutilizó por encima de mi cabeza, mientras me besaba por todas partes y mandaba mi vestido al suelo. Bruscamente, me dio la vuelta y me recorrió entera con su lengua antes de abrirme las piernas. Yo estaba tan sorprendida como excitada, y por eso aún me sorprendo de haber tenido la suficiente cordura como para preguntarle si tenía preservativo.

-Pues claro.- susurró en mi oído mientras me lo enseñaba con su mano libre. Pensé que tendría que soltarme para ponérselo, pero resultó ser un campeón y se lo puso sólo con una. Ni siquiera le vi el paquete. Yo sólo tenía que dejarme hacer, suspirando ante los apretones que daba a mis pechos o las caricias a mi mojada entrepierna mientras suavemente me penetraba. Me sorprendió un poco aquella suavidad, pero él me aclaró la duda diciéndome que si iba más rápido se correría en un segundo. No me importó, disfruté de cada embestida, notando cómo crecía la excitación ya de por sí enorme, y recordé vagamente que en la mesa aquellos dos me esperaban. En un momento dado, la atención de la mano libre de aquel artista polifacético capaz de hacer varias cosas a la vez se centró en mi clítoris, acariciando y pellizcando mientras su pene entraba y salía sin perder el ritmo, por lo que una sensación eléctrica me recorrió en el punto álgido, fue como una descarga violenta que hizo que mis paredes vaginales se contrajeran en enormes espasmos que estrujaron su miembro una y otra vez, haciendo que con un gemido ahogado se echara encima de mi espalda, tratando de recuperar el aliento.

Agotados los dos, nos vestimos pausadamente, yo algo avergonzada aún, él sonriendo.

-¿Me das tu teléfono? Así te puedo dar argumentos cuando tú quieras.- dijo con una sonrisa. Yo se la devolví y contesté en el mismo tono.

-Claro, pero no estoy segura de que me vayas a dar mejor argumento que hoy.- dije, calzándome un zapato.

-Déjame eso a mi, guapísima.- y tomando nota de mi número, salió del lavabo. Yo me quedé un momento más, tratando de componer mi aspecto, pero aunque quedé bien, tenía la sensación de que llevaba escrito en la frente lo que acababa de hacer. Y es que ¡vaya subidón! Se acababa de cumplir una de mis mayores fantasías: un desconocido me había echado un polvo así, sin pedir permiso y sin dejarme ni reaccionar. ¡Uff! Aún no me lo creo, ni viéndolo escrito.

Todo el mundo queriendo que escriba sobre ellos, ¡y al final resulta que la mejor historia es la mía!

Cuando salí del lavabo y fui a la mesa, aquellos dos habían dejado ya de meterse mano, pero también tenían ambos cara de felicidad.

-Oye, ¿qué estabas haciendo en el lavabo? ¿No será que de verdad te has puesto cachonda con lo que te hemos contado?- dijo Miguel con tono socarrón. Laura le dio un codazo y le llamó tonto mientras sonreía con los ojos brillantes. Yo me reí alegremente y contesté:

-No hombre, es que he tenido un pequeño problema técnico con el maquillaje, pero ya está solucionado.- me sonrojé porque el camarero me sonreía descaradamente.

-¡Ah! Por eso has salido tan roja del baño, te has pasado con el colorete mujer.- bromeó Miguel. Laura me miró fijamente y frunció el ceño.

-Jess, ¿qué has hecho en el baño? De verdad, parece que hayas…-

-Un chupito, invitación de la casa.- interrumpió el camarero, mirándome de aquella manera tan escandalosa, que me hizo sonrojar. Murmuré un "gracias", y cuando se alejó, Laura se echó a reír.

-¡Pero serás zorrilla! ¡Te has tirado al camarero!- dijo en voz baja y señalándome acusadora.

-¡Qué va, que no es lo que parece!-me defendí.

-Y una mierda que no.- Y mirando a su novio, le dijo- cariño, no te hagas ilusiones, que en el próximo relato no salimos.-

Pero sí que han salido, ale. No todos, pero sí algunos. Y es que si se cuenta algo, se cuenta bien; y a ver si así se les pasa la tontería a todos y me dejan tranquila.