Cuero negro

Un chico decide entrar en el mundo "leather", tras su experiencia con su primo, iniciado por un paracaidista compañero de su gimnasio.

CUERO NEGRO

Perdí mi virginidad siendo muy joven a manos de un primo mayor que yo y mucho más fuerte. Entrenaba en un equipo de rugby y tenía un cuerpo fuerte, grande y duro como la piedra. Cuando me abrazó por primera vez me dejé a su voluntad e hizo conmigo lo que quiso. Me trataba como a un perro y a mi eso me encantaba, me insultaba a veces y no me molestaba, al contrario, me excitaba que yo fuera de su dominio. Las circunstancias hicieron que nos separáramos. Desde entonces, tengo necesidad de polla en mi culo. Hice de todo para darme placer en solitario y buscándolo donde podía, en parques, en cines, en centros comerciales...

Comencé a visitar páginas en internet y entré en el mundo del cuero y el sado-maso. Me fascinó. No paraba de entrar en ellas para ver semejantes cuerpos adornados de prendas que se les ajustaba al cuerpo o que exhibían con voluptuosidad toda la desnudez que querían, pero siempre con algún adorno de cuero negro, muñequeras, brazaletes, bridas que les marcaba el pecho, collares como de perro, gorras y botas militares de media caña. Siempre botas. Me excitaba de tal manera que comencé a meterme dildos de tamaño cada vez más grandes y me corría a lo bestia. Pero yo quería participar, ser uno de ellos.

Frecuentaba la entrada de los locales y veía entrar y salir a tíos imponentes, con unos cuerpos que quitaban el hipo, fuertes, velludos, con atuendos leather unos, con ropa normal otros, pero con bolsas de deporte o mochilas (debían llevan en ellas la ropa que se pondrían dentro del local). Los miraba con adoración. Yo quería ser uno de ellos. ¿Porqué no?...Porque físicamente era un mierdecilla...pero eso podía cambiar, podría ir a un gimnasio y aumentar mi musculatura. Me decidí y me matriculé en uno de mi barrio.

En el gimnasio coincidía casi todos los días con un chico ecuatoriano que se llama Nelson. Algo más bajo que yo pero muy fuerte y definido, con una piel color canela preciosa, el pelo, rapado pero espeso y negro que daba el aspecto del terciopelo, ojos negros, ni un solo pelo en todo su cuerpo (por lo que podía ver), unas venas le serpenteaban por los bíceps bajando por los antebrazos hasta llegar a las muñecas, otras le corrían por las pantorrillas que parecían culebrillas. Solía llevar camiseta banca de tirantes sin marca y unos pantalones de chandal desgastados y cortados por la rodilla de color caqui. Y siempre oliendo a colonia de baño.

Me pedía que le ayudara en sus ejercicios cuando cargaba demasiado peso y poco a poco fue surgiendo una cierta amistad, así me enteré de que era paracaidista, por eso había días que no venía porque estaba de guardia, vivía en el centro de Madrid, era soltero, etc...etc. Era abierto y simpático... y estaba como para mojar.

A veces coincidíamos en los vestuarios o en la ducha y así pude ver lo que ocultaba bajo la ropa de entrenamiento. El culo duro y prieto como un melocotón y la polla con forro, como si fuera un chipirón, más bien un calamar, de color avellana, lo mismo que el escroto, el vello que le rodeaba el sexo era negro y muy corto (no se lo recortaba,como supe después, era así de naturaleza).

La verdad es que era un tío encantador y gracias a sus enseñanzas en los entrenamientos y a sus consejos de alimentación y de sobrealimentación (batidos de proteínas, creatina, carnitina etc.) los entrenamientos fueron un éxito. Mi cuerpo reaccionaba como yo no podía ni imaginar, comencé a desarrollar músculo, a ensanchar espalda, a definir e incluso a crecer (ya se que es una tontería, pero eso me parecía a mi). Me sentía como nunca. Me miraba al espejo y me excitaba solo de mirarme (NARCISO) , es verdad, me estaba poniendo estupendo hasta el punto que tuve que comprarme ropa nueva. Aunque alguna me la quedé porque se me ajustaba a los brazos o al pecho y me encantaba que me vieran así.

Poco a poco, la amistad con Nelson hizo que fuéramos intimando y contándonos detalles, me enteré que había tenido relación con un compañero suyo en Ecuador, yo le confesé lo de mi primo y así nos fuimos contando intimidades y enterando que tanto el como yo eramos claramente gays. Eso hizo que nuestra amistad fuera más fuerte. Nos unimos mucho. Y seguimos muy unidos.

Un día, Nelson me invitó a salir con el y tomar unas copas en locales que conocía. Sinceramente yo era bastante paleto en la cuestión y le dije que encantado. Me apetecía que alguien me iniciara en el mundo gay. Me encontraba tan bien físicamente, tan guapo.

Me corté el pelo al estilo militar, rapado por la nuca y corto por la cabeza, me dejé la barba de tres días, no me toqué el resto del vello del cuerpo, me duché por fuera y por dentro (por si acaso). Y me entró la duda de que ropa ponerme. Al fin me decidí por algo que fuera donde fuera estaría bien. Suspensorios, pantalones de camuflaje con bolsillos, camiseta, botas militares (me había hecho adicto), y una muñequera, todo de color negro. Me miré y asentí.

Habíamos quedado en "El & El", en el barrio de Chueca. Cuando entré estaba en la barra. Camiseta azul clara pegada a su cuerpo, jeans muy usados y ajustados, y deportivas blancas. Estaba cañón. Me acerqué, le fui a dar la mano, pero el, en un gesto rápido, me besó en los labios. El contacto de sus labios, el calor de su cuerpo, su olor a colonia, y el roce con su bragueta me calentó.

Me preguntó dónde quería ir. Le dije que no tenía ni idea porque no conocía ningún sitio pero que a mi me apetecería ir a un local leather porque siempre me había atraído el tema - Con esta pinta yo no puedo ir a un leather - me contestó. - A no ser que vayamos a casa y me cambie. Vivo aquí al lado.

Fuimos.

  • Espérame mientras me cambio. Coge lo que quieras de la nevera.

Se fue a su cuarto y al cabo de un rato me llamó. -¡Carlos, ven!. Te quiero enseñar una cosa.

Me quedé en el quicio de la puerta al verle. Se había vestido "leather". Chaleco y pantalón de cuero, botas militares, brazalete en el bíceps y muñequera negra con tachuelas de metal.

Me quedé mirándole. Era una imagen real de lo que yo había soñado. Mi cuerpo comenzó a tomar temperatura y mi rabo dio un brinco.

  • Ven -, me tendió una mano y yo como hipnotizado fui hacia él.

  • Ven, ponte frente al espejo. Te voy a probar una cosa-. Me dejé llevar hasta el espejo de cuerpo entero, se puso detrás mío, me quitó la camiseta. Me dejé hacer mientras notaba el calor de su cuerpo en mi espalda excitándome a tope. Cogió un arnés de cuero negro y me lo ajustó al pecho. Al verme con el pecho adornado con ese objeto me mojé. Se apretó a mi. Me miraba a través del espejo, mientras me abrazaba el abdomen. - ¿Te gustas?- Me susurró al oído. Bajó su mano hasta la entrepierna y la apretó. - Ya veo que si. ¿Que llevas?.

  • Suspensorio negro - le contesté.

Me desabrochó el pantalón y lo bajó. Me miró. - Toma, cámbialo por este.

Me ofreció uno de cuero negro con una cremallera plateada en la bragueta. Me quité el pantalón y el suspensorio. El seguía mis movimientos desde atrás y sin dejar de acariciarme y de apoyar su cuerpo caliente en el mío. - Espera - dijo - yo te ayudo.

Fue subiendo la prenda por mis piernas, por los muslos, cuando llegó a los genitales, los acarició para dejar la polla de lado y ajustarla bien.

  • ¿Ahora te gustas más?- Dejé caer mi cabeza hacia atrás hasta tocar su hombro en un gesto de sumisión para dejar que el hiciera lo que quisiera conmigo en ese momento. Nelson lo interpretó acertadamente y me mordió el cuello hasta hacerme daño. Lo que me causó más excitación aún. Con ese detalle estaba claro quien iba a ser el dueño del baile.

Me agarró por el arnés y me tumbó en la cama boca arriba y se sentó a horcajadas sobre mi. - Niño, ¿sabes donde de quieres meter?.

Le miré a los ojos, tenía mirada de preocupación. - No...pero quiero que me lo enseñes...tu pareces saberlo.

Se tumbó a mi lado y me dijo: - Lo se bien, créeme -. Te voy a contar una cosa. No te preocupes, tenemos tiempo de sobra para luego ir a donde quieras.

Se levantó y salió de la habitación. Volvió al cabo de unos minutos con dos botes de cerveza. Se sentó en la cama a poyándose en la cabecera. - Ven, acércate a mi. Puso su brazo tras mi cabeza, yo la apoyé en su pecho, me abrazó.

NELSON

A mi los hombres me han gustado de siempre. Cuando veía por la ciudad a los militares me los quedaba mirando. Admiraba a esos hombres jóvenes vestidos de uniforme subidos a los jeeps sujetando las metralletas con las mangas arremangadas y enseñando los bíceps. Veía como se movían sus culos en sus pantalones de campaña o como se ajustaban sus paquetes bajo sus braguetas. Observaba como las camisas desabrochadas dejaban ver su pecho desnudo o descubriendo una camiseta sudada. Todo eso me excitaba desde muy pequeño. Yo sabía que me gustaban los hombres y que no estaba bien visto.

Cuando tuve 18 años, vinieron unos paracaidistas para dar charlas a los jóvenes y animarnos a entrar en su compañía. No lo pensé dos veces, mi familia necesitaba dinero y allí no había futuro y....además...me ponían los militares. Acepté.

El entrenamiento era muy duro y nos ayudó a formarnos físicamente. Mi cuerpo cambió (por eso te entendí tan bien desde el principio), mi mentalidad también, compañerismo etc. Mi vida en el cuartel me gustaba, menos por el capitán que era un cabrón. Nunca tenía suficiente, nos machacaba hasta el límite, era insaciable.

Era un hombre delgado, con un cuerpo fibrado y precioso, no dudaba en quitarse la camisa en cuanto podía, muy moreno, con el pelo rapado y un bigote negro. Los ojos te taladraban y la fuerza física que emitía te fulminaba haciéndote parecer una mierda a su lado.

Así pasó un año. Y un día por la noche vino el cabo para decirme que el capitán me llamaba, que fuera al comedor. Me iba a vestir pero el cabo me dijo que fuera como estaba. Así fui, con los boxer blancos de tela y la camiseta caqui de tirantes.

Allí estaba el capitán y dos soldados. Me puse firmes frente a él y le saludé.

  • Vas a formar parte de mi guardia personal. Te he observado durante este año y creo que vas a servir. Pero antes tengo que hacerte unas pruebas de resistencia. ¿Aceptas?.

Que iba a decir?. Si me negaba, estaba muerto. Dije que sí.

A una indicación suya, los soldados me sujetaron. El capitán se quitó la camisa dejando al aire ese cuerpo fuerte y hermoso, se acercó y me dio un puñetazo en el pecho que hizo que me quedara sin aire y me doblara de dolor.

Se dio la vuelta y susurró: - No creo que me vaya a servir este niñato.

Respirando aún con dificultad, me incorporé y le respondí: Mi capitán...me ha pillado en descuido. Inténtelo de nuevo. No soy un niñato. Soy un paraca.

Se dio la vuelta de repente y me volvió a dar un puñetazo en el vientre, pero yo estaba preparado, tenía el cuerpo tenso, los músculos duros y aguanté el envite. Me dolió, pero aguanté. Volvió a pegar y a pegar y yo aguantaba. Mi vista turbia se fijó en que el capitán se estaba empinando y esa imagen de su entrepierna hinchada unida al erotismo que me transmitía su cuerpo, hizo que me excitara, quería que me siguiera machacando mientras su entrepierna creciera y la mía también. Creo que nos dimos cuenta los dos del deseo que demostrábamos.

Despidió a los soldados y me derrumbé en el suelo. Me faltaba el aire y estaba dolorido y agotado.

Cogió una jarra de agua y me le tiró encima. Me ofreció un vaso de agua que bebí con ansia. - Quítate la camiseta - me ordenó, y lo hice. La escurrió y la dejó en el respaldo de una silla. Se acercó a mi y me agarró los huevos. -Veo que te gusta que te peguen, porqué ahora no estás tan gallito - . Solo con apretarme los huevos, mi polla respondió irguiéndose. -Así me gusta - me dijo con un tono de superioridad que me desarmó. El era el capitán, el mandaba y el sabía lo que yo tenía que hacer y lo acepté. -Si mi capitán, me gusta el dolor...me hace bien...

  • Bieeeeen.... bieeeen...-decía - me gustas, así nos vamos a entender.

Me levantó del suelo con fuerza y me tumbó boca abajo sobre una mesa del comedor dejando mi cuerpo a su merced y, de repente, me fustigó la espalda con su cinto. Me estremecí de dolor, pero una imagen del capitán empalmado me ayudó a superarlo. Así me azotó entre la espalda y en el culo diez veces. Me derrumbé llorando. Y entonces el capitán se acercó a mi y acariciándome me decía: - Lo has superado...no llores...lo has superado...vas a ser mío...todo va a ir bien - y lo decía mientras me acariciaba el cuerpo, metía la mano por el boxer para tocarme los huevos y la polla, su cuerpo se rebozaba con el mío y yo podía sentir su miembro endurecido en mi culo.

Se bajó el pantalón, me bajó el calzoncillo de un tirón, me escupió en el ano y soltó un chorro de saliva en su tranca. Sabía lo que me esperaba y lo acepté...y lo quise...emitía tal poder que yo no podía contradecirle, sino todo lo contrario, desearlo.

Fue mi primera penetración. Fue tan dolorosa que prefiero olvidar ese momento. Lo hizo a lo bestia y de una estocada me ensartó mientras me tapaba la boca con la mano. Se irguió como una cobra y se quedó inmóvil. El dolor fue disminuyendo y el capitán comenzó a moverse adelante, atrás...adelante...atrás...una y otra vez hasta que las embestidas se hacía mas rápidas y salvajes. Mientras me penetraba, me daba fuertes palmadas en los cachetes: - Eres mi potro....¡Mi potro! y lo cabalgo ...cabalgo a mi potro - y me azotaba y me montaba y e follaba, y aunque parezca mentira, yo disfrutaba que un hombre con ese poder me estuviera dando placer. Cuando estuvo a punto, me sacó su polla de un golpe, me giró la cabeza para ponerme su capullo en mis labios y se corrió en mi boca lanzando bramidos y con tales espasmos que parecía que las venas de su cuerpo iban a estallar.

Mi mente y mi cuerpo estaban desatados ante todas las sensaciones que había experimentado y acabé en una corrida bestial.

El capitán me abrazó - Te has portado como un soldado. Vete y dúchate. Mañana te quiero a mis órdenes - y se marchó.

Así pasaron dos años en los que me convertí en su puto. La sensación de sumisión fue disminuyendo hasta que lo llegué a odiar. Cuando finalizó mi contrato de tres años decidí poner tierra de por medio y me vine a España, entré en el cuerpo de paracas y aquí estoy. Esta es una parte de mi historia, pero, creo, que es la más interesante.

AQUÍ ACABA LA CONFESIÓN DE NELSON

Ante tal historia, mi excitación había llegado al máximo. Nelson encendió un pitillo y se fue a por otra cerveza. Volvió con una para mi. Todo lo que que había contado junto con su uniforme leather me descolocó hasta el punto de que yo quería ser el y que me fustigaran igual. Se tumbó a mi lado bebimos y me besó en la boca intercambiando nuestros sabores.

  • ¿Y ahora qué?- me preguntó. - ¿Quieres seguir con tu experiencia?.

  • Iníciame - le respondí.

  • Te voy a hacer daño, pero puedes llegar sentir placer puedes hacerte adicto yo te puedo iniciar pero no es lo mío, lo conozco y alguna vez lo práctico, luego será tu decisión pero no estaré a tu lado. Eso depende de ti.

  • Tienes que sentir dolor o humillación para que luego el placer que obtengas te compense lo que has sentido. ¿Entiendes?.

Asentí.

  • Bien, vamos.

Continuará.