Cuernos en la cala secreta

- ¿Qué haces? - me increpó mi marido de repente, alarmado. Estaba sentada en la toalla, preparándome para tomar el sol. Acababa de desabrocharme la parte superior del bikini, y estaba deslizando los tirantes por los brazos para quitármelo.

  • ¿Qué haces? - me increpó mi marido de repente, alarmado. Estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la toalla, preparándome para tomar el sol. Acababa de desabrocharme la parte de arriba del bikini, y estaba deslizando los tirantes por los brazos para quitármelo. Me miró como quien mira a alguien que está a punto de encender un cigarrillo mientras echa gasolina al coche.

  • Tomar el sol- le dije doblando el bikini para guardarlo. No había hecho topless ese año aún, y tenía los pechos blancos como el mármol, lo que contrastaba aún más con el moreno mulato que había conseguido en los días de playa que llevaba ya tomando el sol. Mi marido miraba a todos lados como si estuviera robando en el supermercado.

  • Isa tápate, que estás con las tetas al aire aquí en medio.

  • David, no me seas antiguo ¿eh? - a mi marido nunca le había hecho gracia que hiciera topless. Sólo podía hacerlo cuando iba sola o con mis amigas-. Esta es una playa apartada y hay mucha gente haciendo topless- en las playas familiares donde solíamos ir me daba vergüenza a mí también, pero esta era una playa más apartada, de unos 100 metros y de difícil acceso. Estaba concurrida porque era medio famosa, pero tampoco a rebosar, y había muchas mujeres haciendo topless, por lo que me sentía cómoda haciéndolo yo también-. No soy la única.

  • A mí me da igual lo que hagan los demás- se me acercó y se me puso al lado como intentando taparme, sin dejar de mirar alrededor-. Ya sabes que no me gusta.

  • En serio…- suspiré exasperada, e hice el amago de tumbarme boca arriba en la toalla. - No es para tanto.

  • O te tapas o me voy- zanjó mi marido-. Te lo digo en serio. Si te vas a despelotar, conmigo no cuentes. Me voy al hotel.

  • Ay, qué pesado eres de verdad- me quejé volviendo a ponerme el bikini. Yo que me había echado crema factor 50, porque sabía que íbamos a esa playa y tenía pensado quitarme un poco las marcas. Ilusa de mí, me había echado también en el culo por si caía la breva y me lo podía quitar todo. Mi gozo en un pozo-. Eres peor que un crío.

  • A ver, tampoco me parece una locura ni una paranoia por mi parte no querer que todo el mundo le vea las tetas a mi mujer. No creo que eso me convierta en un machista controlador ni nada, vamos. Yo creo que es lógico.

  • Que vale, que sí- dije molesta, abrochándome el bikini en mi espalda- ¿Contento?

  • Ahora si- David miró una última vez a su alrededor, para ver si alguien estaba pendiente de la discusión. Luego volvió a su sitio en la hamaca-. Deberías darme las gracias, hay muchos mirones por aquí

Me fijé que miraba de reojo a un grupo de 3 hombres jóvenes, que estaban sentados un poco más delante que nosotros, y varios metros a la izquierda. Estaban a una distancia considerable, pero vi como uno de ellos miraba en nuestra dirección. Ya me había fijado en ellos cuando llegamos, eran bastante atractivos, sobre todo el que nos miraba disimuladamente por encima del hombro. No creía que fueran mirones, más bien la paranoia de mi marido, de que todos me miran. Más aún si los tíos son atractivos. Es bastante celoso.

Aunque bueno, tampoco puedo echárselo en cara, supongo que es normal no querer que otros me vean desnuda. Tampoco es que me diga como vestirme o cosas así, simplemente no le gustaba que hiciera topless. Es razonable. Aun así, estaba molesta. Estuve un rato con la cara larga, a ver si David hacía algo para compensarme, pero se había puesto con el móvil y me ignoraba. Suspiré. Yo venía con mi pensamiento de tomar el sol desnuda y lo iba a hacer.

  • Me voy- dije levantándome, y cogiendo de la bolsa las gafas de bucear y el tubo para respirar bajo el agua.

  • ¿A dónde?

  • A bucear. ¿Puedo? ¿O tampoco me dejas? - dije de manera sarcástica. David puso los ojos en blanco y no contestó.

Me fui al agua. La playa formaba una pequeña bahía, con unos 100 metros de arena, como una media luna, y con acantilados a ambos lados. Nosotros nos habíamos puesto en el lado derecho, junto a la pared de roca, que se elevaba unos 50 metros. En el agua en esa zona rocosa era donde se acumulaban los peces, estrellas de mar, erizos y demás cosas interesantes que ver. A mí me gustaba bucear, y siempre que vamos a una playa así, con el agua cristalina, me llevo las gafas. Entré en el agua y nadé un rato, siguiendo la línea de la costa, mirando las rocas bajo el agua y el escarpe hasta la arena del fondo, lleno de algas y demás. En la zona de la orilla había mucha gente, así me alejé todo lo que pude, hasta que sólo quedaron unos cuantos buzos como yo y dos o tres atrevidos que hacían el camino a pie por las rocas, junto a la pared del acantilado, donde no llegaba el agua. Esa mañana estaba el agua muy en calma, así que seguí alejándome de la playa, hasta que llegué al final del cabo. Allí doble el picó y continué a la derecha, perdiendo de vista la playa.

Por aquella zona ya solo quedaba un hombre buceando. La gente de pie ya había quedado atrás, porque llegaba un punto que el camino se cortaba, y sólo se podía seguir por el agua. Me puse de pie sobre una roca sumergida, sobre la que me llegaba el agua hasta el pecho. La playa ya no se veía desde allí. David no podía impedir lo que iba a hacer. Me llevé las manos a la espalda y me desabroché el bikini. Me lo deslicé por los brazos y me lo quité al completo, dejando mis generosos pechos talla 95c flotando en el agua. Bote un poco sobre la roca para que se menearan, y notar el roce del agua en mis pezones, duros por el frío. La sensación era muy agradable, sensual, erótica, casi excitante… Nadar desnuda siempre me ha resultado muy morboso. Me até el biquini a la parte de abajo, para asegurarme de que no se me perdiera, y seguí nadando, siguiendo la línea de la costa. Pude ver como el hombre que buceaba por allí, miraba en mi dirección. Eso me dio morbo. Quizá fuera algo exhibicionista, después de todo. O tal vez era por el hecho de estar haciendo algo “prohibido”.

  • Cariño… Hay un desconocido viéndole las tetas a tu mujer. ¿No vas a hacer nada? - dije para mí misma, porque el tubo me impedía hablar en voz alta. Me quedé un instante flotando en posición vertical, observando al hombre que nadaba por allí y que, aunque disimuladamente, no dejaba de mirarme las tetas. Le dejé disfrutar un instante de la vista, tomándome mi pequeña venganza personal con mi marido. Después me alejé riéndome.

Seguí nadando otro rato. La pared de roca era muy escarpada, con entrantes y salientes, dejando muchas rocas, pasadizos subacuáticos y otras maravillas que observar. Ya no quedaba ni rastro del submarinista de antes, me había alejado bastante. Supuse que, si seguía avanzando, tarde o temprano llegaría a otra playa similar a la que estábamos, pero no podía ver mucho en la distancia, porque el acantilado tenía muchos recovecos y cabos, y cada vez que sobrepasaba uno, aparecía otro que tapaba la vista. Me estaba alejando ya demasiado, y aunque podía descansar sin problemas en las rocas de vez en cuando, me empecé a agobiar un poco. Decidí pasar el último pico y ya volver.

Justo al cruzarlo, como era de esperar, vi que había otro un poco más alejado. Aquello no acababa. Sin embargo, entre el que acababa de cruzar y el siguiente, se formaba una entrada semicircular, como una ensenada, una pequeña cala, sin arena, pero tenía una pequeña plataforma de piedra al fondo. Estaba sobre el agua, aunque de vez en cuando llegaban algunas olas, que la tenían erosionada y lisa. Era un sitio bastante coqueto. Además, el sol acababa de sobrepasar el borde del acantilado, y daba de lleno en la calita, por lo que no hacía frío.

Me subí a las rocas, y caminé con cuidado pegada a la pared, luego salté un pequeño entrante de agua, y avancé por una pasarela de rocas puntiagudas hasta llegar por fin a la roca lisa. Miré a mi alrededor satisfecha. Era un sitio bastante encantador, totalmente vacío, y eso ya era difícil encontrar hoy día con tanto turismo. Lástima que a mi marido no le gustase bucear, podríamos haber estado allí los dos muy a gusto. Era bastante romántico. Pero, en fin. No se podía tener todo. Tenía que aprender a disfrutar de mi tiempo sola.

Puse las gafas y el tubo al fondo, en un sobresaliente de piedra hasta donde el agua no llegaba. Luego caminé por la roca, disfrutando de las vistas, y del airecillo que me acariciaba. Era agradable sentir el sol en los pechos, para variar. Entonces, pensé, ¿qué diablos? Miré bien a todos lados, y acto seguido, me quité la parte de abajo también. Lo arrugué todo junto en una mano, y disfruté de la sensación. La brisa me circulaba entre las piernas y acariciaba mi sexo, produciendo un particular cosquilleo. ¡Qué sensación de libertad! Tenía que hacer eso más a menudo. Me tumbé sobre la roca, coloqué el bikini a poca distancia encima de mi cabeza por si lo necesitaba de repente, y me puse a tomar el sol. Me sentía hasta excitada. Me apetecía mucho tocarme y correrme allí bajo el sol. Aunque también quería aprovechar para ponerme morena y eliminar un poco las marcas blancas, y no podía estar allí mucho tiempo, llegar ya me había tomado bastante tiempo y David seguro que estaba ya poniéndose nervioso. Cerré los ojos y disfruté.

Estuve allí ¿10 minutos? ¿20? No estoy segura, puede que incluso me durmiera un instante. Estaba pensando en darme la vuelta para que me diera el sol en la espalda, cuando escuché a alguien hablarme.

  • Hola, no sabía que había alguien aquí- me sobresalté y pegué un brinco, casi me da un infarto. Me incorporé y me tapé como pude con los brazos-. Ui perdona, no quería asustarte.

Miré al intruso. Era el tipo que estaba en la playa con dos amigos, el que estaba mirando cuando me quité el bikini. ¿Me habría seguido? Estaba caminando con dificultad por la pasarela de piedras junto a la pared de roca. Venía totalmente desnudo, con el bañador hecho una bola en la mano.

  • ¿Qué haces aquí? - pregunté algo molesta. Mira que me había alejado bastante a propósito para estar tranquila, y aun así siempre acababa viniendo gente.

  • Lo mismo que tú, supongo. Venía buscando un sitio tranquilo donde poder tumbarme y tomar el sol tranquilo. Llevo viniendo desde hace años a esta playa, y este es mi hueco favorito. A esta hora que empieza a dar el sol de lleno, es estupendo. Es la primera vez que me lo encuentro ya ocupado.

  • Pues ya ves- dije con tono de indirecta para que se fuera.

  • ¿Te importa que me quede? Hay espacio suficiente para estar los dos- era cierto que la plataforma de roca era larga, como unos 4 metros cuadrados, pero no era lo mismo que estar sola. Qué pegajosa es la gente. Supongo que vería lo que pensaba, porque en seguida dijo-. Bueno, sino no pasa nada. Nunca he ido más lejos, pero seguro que encuentro otro hueco más adelante. Perdona por molestarte.

Se giró y empezó a retroceder, para poder saltar al agua y seguir avanzando por mar. La verdad es que aquello ya estaba bastante alejado, y nadie aseguraba que más adelante hubiera algún sitio donde ponerse, o alguna playa por la que poder salir en caso de que empeorara la marea y empezaran a formarse olas violentas. No quería ser responsable de que se ahogase el pobre hombre. Aunque bueno, eso era cosa suya, nadie le mandaba que siguiera adelante. Que se volviera y punto. ¿Sería verdad que venía a ese sitio desde hace años? Me fijé que tenía todo el cuerpo bronceado, y en la playa llevaba el bañador, así que tenía que ir con frecuencia a algún sitio a hacer nudismo. Quizá fuera cierto y era yo la intrusa.

  • Espera- le dije finalmente, antes de que desapareciera tras la esquina-. Quédate si quieres, a mí no me importa. No creo que haya un sitio tan bueno más adelante.

  • Jaja, yo tampoco lo creo. Mejor que este no. Muchas gracias - y regresó sobre sus pasos. Yo me moví con cuidado, sin separar el culo de la roca ni dejar de taparme las tetas con las rodillas, hasta el extremo de la plataforma para dejarle hueco.

Mientras se acercaba, mirando al suelo vigilando donde pisaba, pude fijarme en su cuerpo tranquilamente. Estaba bastante bueno, las cosas como son. Totalmente bronceado, y depilado por todas partes. Abdominales marcados, pelo negro revuelto por el agua, barba cuidadosamente descuidada… Y el pene colgando descaradamente. No sé si era porque estaba depilado, pero parecía bastante grande. A pesar del frío y de estar flácido tenía un tamaño considerable… Caía hacia abajo por su peso hasta casi medio muslo.

  • Ya estoy - por fin consiguió llegar a la plataforma de rosa lisa, sonriendo. Como vio que me había alejado, tuvo la consideración de sentarse en el otro extremo. Yo lo miraba, aunque él ya no se fijaba en mí, miraba al horizonte. Se echó hacia atrás apoyándose sobre las palmas de las manos, y abriendo las piernas. Esta vez, su miembro caía hacia abajo y quedaba oculto detrás del muslo. Yo seguía tapada, aunque el hecho de que él estuviera también desnudo y fuera tan abierto con ello, me hizo coger confianza. Me volví a tumbar boca arriba, dejando expuestos mis pechos, y mirando de reojo por si me miraba, pero seguía a su bola.

  • Ya es difícil hacer nudismo hoy día- dijo de repente. Giré la cabeza hacia él, pero seguía mirando al frente-. Las playas están muy masificadas, ¿no te parece?

  • Pues no lo sé, la verdad, es la primera vez que vengo. Yo creo que soy una de esas turistas que masifican la playa que no te gustan.

  • Jajaja- se río mirándome a la cara, sin bajar por debajo del cuello. Tenía una bonita sonrisa, con unos dientes perfectos-. Pero bueno, tú vienes a hacer nudismo también, ese tipo de personas si son bienvenidas. Yo me quejo de la gente que viene con la familia, los niños, la abuela… Y te miran mal si te desnudas. A mí, que llevo viniendo aquí desde hace años, muchos antes de que ellos conocieran este sitio por Instagram.

  • Eso sí que no me parece bien. Cada uno que haga lo que quiera, ni que estuvieras haciéndote una paja delante de ellos… Todo el mundo tiene tetas, y polla, no es algo obsceno desnudarse.

  • Exacto.

  • Al menos tú lo tienes más fácil, sólo tienes que llevar parte de abajo. A las mujeres ni topless nos dejan hacer.

  • Bueno, yo creo que ya no está tan mal visto, al menos en estas playas más apartadas. Lo que está feo es quitarse lo de abajo, pero las tetas no hay problema. En esta playa de hecho había muchas mujeres haciendo topless.

  • Bueno, no todo el mundo lo ve bien.

  • ¿Lo dices por el que estaba contigo? Si, ya me di cuenta de que se ponía algo nervioso. Le faltó tirarte una toalla encima- me reí-. ¿Qué es, tu novio?

  • Mi marido- levanté la mano y le enseñé la alianza.

  • ¿Y no le hace gracia que hagas topless?

  • No, la verdad es que es un poco tradicional para eso.

  • ¿Y siempre le obedeces en todo? - me picó sonriendo. Lo miré con cara de pocos amigos.

  • No es que me mande, yo hago lo que quiera, está claro. Pero en una relación a veces hay que ceder un poco. Hacer topless no es una necesidad vital, me da igual no hacerlo si le molesta. Él también hace cosas por mí que no le hacen gracia.

  • Entiendo. Aunque bueno, al final has encontrado la manera de hacer lo que querías.

  • Ya, cuando estoy sola no le importa. No le gusta cuando hay más gente mirando.

  • Como yo, por ejemplo- alcé las cejas sonriendo.

  • Como tú, sí.

  • ¿Que diría si nos viera aquí, los dos desnudos? - me reí. Menuda escena montaría.

  • No le haría mucha gracia, desde luego.

  • Jajaja, eso había pensado. Pues si quieres que me vaya dímelo sin cortarte, ¿eh? Yo me busco otro sitio y ya está. No quisiera causarte problemas con tu marido.

  • No te preocupes, no se va a enterar. No le gusta meterse muy profundo, ni bucear. Le dan ansiedad las rocas. Además, yo soy la nueva aquí. Estaría muy feo por mi parte echarte de tu cala secreta.

  • Eso es cierto. ¿Dónde soléis ir normalmente?

  • Pues lo típico, las playas populares y tal, que están a una hora o dos de casa. Pero este año me apetecía hacer algo diferente y viajar más lejos.

  • ¿Y por qué aquí? ¿Te lo recomendaron?

  • Algo así. Lo vi por internet y me gustó.

  • ¿En dónde?

  • … En Instagram- me sonrojé.

  • Jajaja, estaba claro. Cuánto daño ha hecho las redes sociales.

  • Qué pasa, ¿no puede uno visitar cosas que conoce en Instagram?

  • Si claro, cada uno puede ir donde quiera. El problema es la masificación que provocan ciertos influencers. Además, son los típicos que vienen, se echan una foto y se van para no volver. Al año siguiente, viene un 600% más de gente, y ellos se van a joder otra playa virgen.

  • Bueno, si no fuera por ellos, yo no habría venido, y no me habrías conocido- el chico me miró con una sonrisa extraña. Por primera vez me dio un repaso con la mirada, de arriba a abajo.

  • Bueno...- dijo riendo-. Verás, me gusta hablar contigo y es cierto que eres muy simpática y atractiva…- se me encendieron las mejillas, como a una quinceañera-. Pero no merece la pena, prefiero la playa como estaba antes. Podía conocer a gente interesante también sin necesidad de esconderme entre las rocas.

No supe muy bien cómo tomarme ese comentario. Mi inseguridad siempre buscándole dobles sentidos a todo. Está claro que antes debía ser aquello una playa paradisíaca, con todas las chicas que fueran en pelotas y en la playa principal. Cualquiera preferiría eso, no había querido decir que yo no estaba buena. Pero bueno, tampoco hacía falta comentarlo ¿no? Me reí un poco por compromiso y volví a cerrar los ojos para tomar el sol. Él hizo lo mismo, y estuvimos un rato en silencio.

En una de las veces que llegó la ola hasta nosotros, giré la cabeza a un lado para evitar el salpicón en la cara, y no pude evitar ver que el miembro de mi nuevo amigo estaba más bien morcillón. Aparté la vista enseguida, pero la curiosidad me podía, y miré de reojo. Como estaba mirando al cielo con los ojos cerrados, aproveché para girar la cabeza y fijarme bien. Efectivamente, estaba teniendo una erección. No estaba completamente tiesa, seguía doblada hacia un lado, pero se había inflado por lo menos al doble de su tamaño anterior. Y seguía creciendo, palpitando. Me entró la curiosidad ¿Cuánto más podría crecer? Ya flácida me sorprendió por el tamaño, y así a medio erguir ya había alcanzado el tamaño de la de mi marido. Quería que siguiera creciendo y así salir de dudas, pero parecía que había parado, y volvía a decrecer. Aparté la mirada, no quería que pensase que era una mirona, pero entonces se me ocurrió una manera de incomodarlo, en venganza por su comentario de antes.

  • Vaya, parece que alguien está contento ¿no?

  • ¿Hm? - dijo girando la cabeza y mirándome, usando la mano para taparse el sol. Le señalé con la cabeza su entrepierna. Inclinó la cabeza y se miró a sí mismo-. Ah- se la agarró por la base y la meneó un poco. Así separada del cuerpo parecía aún más grande-. Sí, un poco. Espero que no te incomode.

  • ¿A mí? Para nada, ya ves tú. Lo digo más bien por ti… Con tu experiencia, creí que ya estarías acostumbrado a ver mujeres desnudas en la playa. A ver si no vas a venir tanto como dices… - tan pronto como terminé la frase me arrepentí. Mi idea era hacerle sentir incómodo, pero estaba claro que no le avergonzaba lo más mínimo el haber tenido una erección espontánea delante de mí.  Más bien al revés, él podía haberme tachado de engreía por insinuar que se empalmaba por mí. Y estaba claro que hacía nudismo a menudo, estaba bronceado de cuerpo entero y no tenía la más mínima marca de bañador. Sin embargo, obvió esos detalles y me respondió con normalidad.

  • Son cosas que pasan, nunca llegas a acostumbrarte. Yo hago nudismo desde siempre, y, aun así, a veces se me empalma un poco- ¿un poco sólo? -. Ya sabes, el calorcito, la brisa, el agua del mar… la buena compañía- y me miró picaronamente. Yo sonreí-. Bueno, voy a aprovechar para bañarme y refrescarme un poco, a ver si se me baja con el agua...

Se levantó y caminó por la roca con cuidado adentrándose en el agua. Por primera vez pude verlo de espaldas. Tenía un culo delicioso, redondo y bien puesto, liso como el de un bebé. Unas buenas piernas, y una espalda musculosa. ¿De dónde había salido ese tío? Perfectamente podría ser modelo de revista. Me dieron ganas de pegarle un buen muerdo en ese culo tan perfecto. Justo en ese instante llegó al límite de la roca y se tiró al agua, desapareciendo de mi vista.

¿Qué me estaba pasando? Tenía unos calores por dentro que no eran normal. No era por el sol, el agua llegaba continuamente hasta mí y me refrescaba… Estaba cachonda, claramente. También era normal, menudo macho se me había plantado al lado. Mi principal preocupación desde que me puse allí era que se me acercaran los típicos niñatos, que te observan desde lejos y se pajean... o incluso algún baboso que se me acercara e hiciera algún comentario soez. Quién me iba a decir que se me acercaría semejante tío bueno. Estábamos los dos desnudos, en un lugar apartado… era normal excitarse, ¿no?

Pero era más que eso, no era excitación general por la situación, de querer masturbarme tranquilamente, o volver a casa lo antes posible para hacer el amor con mi marido. Era más bien excitación por algo concreto. Por alguien. Era atracción por ese hombre. Naturalmente, estaba buenísimo, y a cualquier mujer le gustaría, pero yo estaba allí con él en ese momento, y desde que lo había visto no podía dejar de pensar en una sola cosa. Una cosa que al principio sólo era una fantasía lejana, pero que en ese momento me lo planteaba y no me parecía imposible. La idea de… ¿tirármelo? El verbalizarlo en mi cabeza me hizo darme cuenta de la seriedad del asunto. El hecho de estar pensándolo en serio me hizo darme cuenta de la locura que era. Cómo me iba a liar con ese tío. Si no lo conocía de nada, y además allí en medio, a la vista de todos. No tenía condones ni nada, era absurdo. Una tontería producto del calentón.

¿O no era tan absurdo? Al fin y al cabo, estábamos allí los dos solos, yo me había asegurado de alejarme bastante, dejando bien atrás al último de los buceadores más atrevidos. Y luego por la roca había andado un rato, pasado varias esquinas y recovecos, era poco probable que nadie llegara hasta allí.

¿Pero eso qué tenía que ver? Aunque estuviéramos solos, estaba casada, y encima mi marido estaba allí, a apenas 100 metros, en la playa… Aunque no nos veía y desde luego jamás se adentraría tanto en el agua. ¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Me echaría de menos ya? Aun así, antes de nada, hasta allí, conseguiría que los guardacostas enviaran un helicóptero. Podría liarme con ese tío, desfogarme a gusto y volver como si nada, nunca nadie lo sabría. Sería un pequeño rollo de verano, esas cosas pasan continuamente.

También es verdad que no estaba tan claro que mi marido no fuera a enterarse. El tío estaba al lado de nosotros en la playa, al volver podría decirle cualquier impertinencia al pasar por su lado. Aunque no parecía el típico bocachancla, dudaba mucho que quisiera fastidiar por fastidiar.

De todas formas, aunque eso se quedara entre nosotros dos, yo sí lo sabría, y pasado el calentón seguro que me sentía culpable. Nunca le había sido infiel a mi marido. Cuando éramos novios, sí que tuve un par de líos, pero bueno, el noviazgo es diferente, no lo considero tan vinculante. No le veo sentido a esas parejas que desde el primer día se comportan como si estuvieran ya casados. ¿Qué sentido tiene entonces el matrimonio? Aun así, me controlé bastante. Y bueno, en la despedida de soltera también me enrollé con el stripper, algo que para mí y mis amigas se queda. Pero joder, para eso es la despedida de soltera ¿no? Desde entonces, en los 5 años que habían pasado desde la boda, había sido totalmente fiel. El matrimonio ya era un asunto serio para mí, y seguro que me sentiría culpable después.

Por otro lado, ¿cuándo iba a tener una oportunidad con un tío así? ¿De los que sólo se ven en las películas de adolescentes? Nunca. Y menos tan a huevo, en una situación tan perfecta. Más de una amiga mía me mataría si se enteraba de que dejaba pasar una ocasión así.

Estaba hecha un lío. Tenía claro que no iba a hacer nada, pero no dejaba de preguntarme cosas como ¿follaría bien? Sería una putada cometer adulterio para que luego encima fuera decepcionante, y el tío se corriera en un minuto, o no supiera manejarse. Pero no sé por qué, tenía pinta de hacerlo bien, sería un chiste que la naturaleza hubiera creado un tío tan bien hecho y tan bien dotado para luego convertirlo en eyaculador precoz. No podía ser.

De todas formas, era tontería pensar si lo hacía bien o no, porque yo no pensaba hacer nada con él. Además, ¿quién decía que quería algo conmigo? Ya había dicho antes o había dejado ver, que yo no era para tanto, prefería tener la playa vacía. Puede que no le gustara. O que tuviera novia o incluso esposa, como yo, y ser mucho más decente de lo que estaba demostrando ser yo en ese momento. Imagínate lanzarme a besarlo y que me rechazara, eso sería demasiado humillante. Estando soltera pues mira, un tío que pasa de ti, él se lo pierde. ¿Pero qué te rechacen estando casada? Eso es de desesperada máxima, lo peor del mundo, me moriría de la vergüenza. Peor que ser infiel, porque además de que me sentiría igual de mal, me quedaría frustrada.

Nada, nada, era mejor dejar de pensar en eso. Tenía un calentón y ya está, lo que se hace en estos casos es tocarse un poco, correrse y se te pasa, ya puedes volver a pensar con claridad. ¿Sería muy descarado tocarse allí? ¿Me daría tiempo antes de que volviera? Miré a mi alrededor, ya por costumbre más que porque pensara que fuera a haber alguien, y luego me senté para poder mirar el agua. No lo veía. Sin apartar la mirada de las rocas, me apoyé con una mano en el suelo a mi espalda, y me llevé la otra a la entrepierna. Dios, ¡estaba empapada! Bajé la mirada para verme bien. Tenía los labios vaginales hinchados. Pasé los dedos a lo largo de toda la raja, y los observé. Se mancharon enseguida, de un flujo blanquecino y espeso, que me salía a veces cuando estaba especialmente cachonda.

Madre mía, qué vergüenza. Miré de nuevo al mar. ¿Y si volvía y me veía así? A él no le importaba que se le pusiera dura, pero a mí sí. Aunque bueno, en él es normal, no tiene nada de qué avergonzarse, más bien al revés… Yo tampoco estaba nada mal, no tengo ningún complejo con mi cuerpo, de hecho, me parece que estoy bastante buena, pero, aun así, hay cosas que me dan vergüenza… Lo típico, que se te marquen los pezones en la calle, darte cuenta de que se transparenta el tanga bajo la falda, o mojarte justo cuando estoy desnuda en presencia de un desconocido. Si se daba cuenta que estaba cachonda… Tenía los pezones duros, pero eso podía ser por el frío. En cambio, el coño… Mientras estuviera tumbada y con las piernas cerradas, no iba a darse cuenta. ¿Pero cuando me levantara? Capaz que me chorreaba algo por el muso. Además, en ese momento estaba tan paranoica que ya empezaba a darme la sensación que toda la cala olía a coño caliente. ¿Debería bañarme como él? Quizá así se me pasase. Aproveché una ola que sobrepasó la plataforma para echarme agua y limpiarme un poco la entrepierna.

Lo mejor sería irse de allí. Estaba jugando con fuego. Yo no iba a empezar nada, eso lo tenía claro. Soy bastante insegura, y el miedo al rechazo es más fuerte que cualquier excitación que pueda sentir. Sobria al menos. Pero si el tío movía ficha… no podía asegurar que fuera a ser capaz de resistirme. Y no quería engañar a mi marido. Lo mejor era irse ya, además, hacía tiempo que no me echaba crema y me iba a quemar. Esa sería una buena excusa.

Miré hacia atrás para alcanzar mi bikini. Le estaba dando la vuelta para ponérmelo, cuando escuché ruido en el agua. Alcé la vista, y vi cómo el muchacho salía del agua, trepando por la roca. Se encaramó, se puso de pie y empezó a andar hacia la orilla. Cerré las piernas inmediatamente, y pegué los muslos a la roca. Por un instante, en la distancia, como no veía ningún bulto, creí que había funcionado y se le había encogido por el frío. Pero cuando se puso de perfil para esquivar un agujero, comprendí lo que ocurría. La tenía aún más empalmada que antes, tanto que estaba levantada y tiesa, y de frente no se veía. No pude apartar la vista hasta que se me plantó enfrente. Había vuelto a doblar su tamaño, esta vez sí que estaba completamente tiesa, majestuosa… No miraba al cielo, sino que estaba un poco inclinada, porque debía de pesar. Miraba al frente, tenía una forma perfecta, más gruesa en el centro y la base.

  • Pues no ha funcionado- dijo riendo viendo cómo se la miraba.

  • Ya veo, ya…- esta vez se me sentó justo al lado, reclinándose sobre el brazo, que colocó justo a mi espalda, con las piernas abiertas, y la polla apuntando al mar. Ahora podía verla bien cerca de perfil, y apreciar su longitud. No solo era larga, sino gorda… Nunca había visto una tan grande, así de cerca, solo en las películas. Qué gusto debía dar sentarse encima y cabalgar eso… ¿Me cabría? Seguro que dolería al principio, nunca me había metido algo así, ni siquiera de plástico.

  • ¿Te vas ya? - me preguntó viendo que tenía el bikini en las manos. Eso me devolvió a la realidad, y me recordó la decisión que había tomado hacía un momento, y de la que ya me arrepentía. No me apetecía nada irme, prefería quedarme allí disfrutando de la vista.

  • Si… debería irme ya. Me voy a acabar quemando.

  • Si llevas un ratito nada más.

  • Ya, pero, aun así. Además, mi marido se preguntará que dónde estoy.

  • Mm… ¿seguro?

  • ¿Cómo?

  • ¿Seguro que te vas por eso? Yo creo que en realidad estás incómoda aquí conmigo.

  • ¿Por qué iba a estar incómoda?

  • Bueno, ya sabes, yo aquí todo empalmado, no es lo más apropiado.

  • Jaja, no pasa nada.

  • Sí que pasa, te pido disculpas. Tienes razón, debería estar acostumbrado ya, y no ir por ahí teniendo erecciones incontroladas delante de desconocidas. Es muy maleducado por mi parte. No he sabido estar a la altura.

  • No seas tonto, no me molesta.

  • ¿Seguro?

  • Qué sí. Es lo que tú dices, es algo natural...- dudé un segundo. Me dio confianza que en el fondo se sintiera mal y decidí sincerarme- De hecho, a mí me pasa también, a veces… El mar, la brisa, ya sabes.

  • ¿Tú también estás excitada?

  • Bueno, no me refiero a ahora, digo en general, en situacio-

  • Ya, ya sé a qué te refieres. ¿Pero es esta una de esas ocasiones? - no me dejaba irme por las ramas.

  • Pues…- ¿se daría cuenta si mentía? - Sí, un poco. Hacía tiempo que no me desnudaba al aire libre y claro… la novedad.

  • Entiendo. Bueno, al menos vosotras podéis ocultarlo. Nosotros tenemos que ir por ahí con esto apuntando- se señaló el miembro, y eso me dio ocasión para volver a mirarlo. Seguía bien tieso. Me preocupaba que en el tiempo que había pasado hablando sin mirarla, hubiera empezado a bajar. Sentía como una urgencia, una impaciencia descontrolada mientras hablaba con él, como cuando el carrito de los helados está terminando su venta, justo enfrente, y está a punto de irse. Tenía ahí esa poderosa erección justo enfrente mía, y tenía miedo de que en cualquier momento me distrajera, apartara la vista, y para cuando tuviera ocasión de disfrutar de su vista de nuevo, ya estuviera bajando y se perdería. Menudo desperdicio. Por mi experiencia, esas erecciones tan… vigorosas no suceden a menudo así porque así, y hay que aprovecharlas cuando vienen. Pero esa seguía ahí inmutable… A lo mejor es que no estaba totalmente tiesa, y por eso aguantaba tanto tiempo. ¿Sería posible que pudiera crecer más aún? - ¿Seguro que no te molesta?

  • No, de verdad.

  • Entonces, ¿por qué no dejas de mirarla?

  • ¿Qué? ¿Cómo? - levanté la vista de inmediato. ¿Me había quedado embobada mucho tiempo?

  • Te has quedado un rato mirándola, como pensando en algo.

  • Ah ¿sí? Perdona, es que como estábamos hablado de ello y tal pues…

  • No te preocupes, no me importa que me la mires. ¿En qué pensabas?

  • ¿Cuándo?

  • Antes, que te has quedado un rato mirando.

  • Pues, si te digo la verdad... estaba pensando si estaba al máximo o si aún puede crecer más.

  • Jaja. ¿De verdad? ¿Y tú qué crees?

  • Pues…- le eché otro vistazo-. No estoy segura. Está un poco caída, por la posición diría que aún puede empalmarse más… Pero también es verdad que es grande, así que por su propio peso es normal que se doble un poco.

  • Oye, pues está bien pensado, sí. ¿Y por qué no sales de dudas?

  • Venga, sácame de dudas. ¿Está al máximo ya?

  • ¿Yo? Yo no puedo, eso lo tienes que averiguar tú misma.

  • ¿Yo?

  • Claro. Porque de mí no te vas a fiar. Lo normal sería que yo dijera que sólo está algo morcillona y que aún puede crecer mucho más, para hacerme el machote. Ya me he dado cuenta de que eres un poco escéptica…

  • Ya bueno… Pero tendré que creerte ¿no? Yo no puedo saberlo.

  • Claro que sí, es muy fácil. Si la tocas.

  • ¿Que la toque?

  • Claro. Y en función de lo dura que esté, podrás saberlo.

  • Jaja, pero como te voy a tocar la polla aquí en medio hombre.

  • Ni que estuviéramos en mitad de un parque. ¿Qué más da? Si no hay nadie.

  • Ya, bueno, no es por la gente. Me refería a que… No sé, es un poco inapropiado. Mi marido está literalmente a 100 metros en esa dirección - dije señalando a mi espalda, hacia la pared del precipicio

  • ¿Qué tiene eso que ver? Ni que fuéramos a follar. Es solo tocar una parte del cuerpo. Como darse la mano.

  • Hombre, lo mismo no es una mano que una polla.

  • En una playa nudista, es lo mismo, prácticamente. Está al aire, le da el agua, le da el sol… como cualquier otra parte - me reí negando con la cabeza, y mirando hacia otro lado-. Bueno, como quieras. Pero te quedarás con la duda- y se reclinó hacia atrás, apoyándose en los codos y estirando las piernas. Su polla se movió con el cambio de postura y quedó apoyada en su vientre. La verdad es que me moría de ganas por tocársela… Ver lo dura que estaba, notar el calor… No es para tanto ¿no? ¿Un pequeño apretón? No pensaba hacerle una paja, ni mucho menos. Así que, si era eso lo que esperaba, se iba a quedar con las ganas.

  • Bueno, está bien- dije volviéndome hacia él. Él me miró, y se quedó ahí sin decir nada, como esperando. Supongo que no necesitaba darme permiso otra vez. Miré de nuevo a su polla, que seguía en la misma posición. Dio un pequeño respingo, se levantó un momento, y luego volvió a caer tras un par de segundos.

  • Está esperando -me dijo riendo.

  • Ya bueno. Que no se ilusione tanto- acerqué la mano temblorosa. Miré una última vez a mi alrededor, y luego rodeé la polla con mi mano. No me tocaban los dedos al otro lado. Di un pequeño apretón, y como si me hubiera dado un calambrazo, aparté la mano de repente.

  • Mujer, parece que te has quemado.

  • Chiquillo, échate agua o algo, que te va a explotar- ¡estaba durísima! Si no hubiera tenido los ojos abiertos, bien podría haber pensado que era un trozo de madera.

  • Jaja. ¿Qué piensas entonces? ¿Está al máximo?

  • Eso espero, porque como crezca un poco más, estalla.

  • Entiendo. Entonces será que pesa- me reí.

  • ¿Y no te duele tenerla así?

  • Nah, en un rato se pasa. Normalmente sólo se me empalma un poco, pero viéndote aquí y tal… Pues se ha animado demasiado.

  • Pues ten cuidado, a ver si vas a tener un accidente.... Estando tan a punto, una ola puede jugarte una mala pasada.

  • Jaja, no te preocupes por eso. Parece que estoy a punto, pero es normal. Ya se me pasará.

  • Me alegro.

  • Bueno, me toca a mí ahora ¿no?

  • Como que te toca a ti.

  • Comprobar lo excitada que estás- me sonrió, y lo miré incrédula.

  • Sí claro. No te lo crees ni tú.

  • Jaja. ¿Por qué no? No es justo, que esté yo aquí totalmente expuesto, y no sepa nada de lo que pasa ahí dentro.

  • ¿Qué te hace pensar que yo estoy cachonda?

  • Bueno, me lo dijiste tú misma antes ¿no?

  • Ya, pero eso fue antes un momento. Ya se me pasó.

  • Ahora soy yo el escéptico.

  • ¿De verdad crees que estoy cachonda?

  • Tengo mis sospechas.

  • Por qué, ¿por tocártela?

  • Entre otras cosas.

  • Pues te equivocas. Al contrario que tú, yo sé controlarme en público

  • ¡Eh! Eso es un golpe bajo… Ya me disculpé por eso. Está bien. Apostemos algo.

  • Tú no quieres apostar nada. Lo único que quieres es que hagamos la apuesta para luego poder comprobar si lo estoy, y así tocarme el coño. ¿Me equivoco?

  • Hombre, es cierto que tendría que comprobarlo por mí mismo. Y la apuesta también me da un poco igual, era sólo por darle algo de emoción. Pero sí que es cierto que tengo interés en ver si estás mojada o no.

  • Aquí sentada en el agua, seguro que estoy mojada.

  • Sé distinguir entre el agua y los flujos vaginales perfectamente.

  • Pues te vas a quedar con la duda.

  • Vaya. Qué cruel eres.

  • Verás, es que mi coño no es como una mano, definitivamente.

  • No, ahí tienes razón, es más íntimo. Pero vamos, tampoco es para tanto, es sólo una caricia. Prometo no propasarme más de lo necesario para comprobarlo.

  • Qué morro tienes…

  • Seré breve, lo juro- lo eché una mirada reprobatoria. Me miraba expectante. Si le decía que no una vez más desistiría. ¿Pero quería que desistiera? Desde luego que no. Deseaba que me tocara, pero era ése un juego peligroso… ¿Seguiría mojada? ¿O el agua me habría limpiado? Era cierto que estaba excitada pero no tenía ni idea de cómo tendría el coño. ¿Le dejaba averiguarlo? Me daba vergüenza que me tocara y se encontrara con eso tan empapado como estaba antes. ¿Con qué cara le acusaba de estar empalmadísimo si yo estaba peor?

  • Está bien. Pero sólo un momento- desistí finalmente. Él sonrió y se me acercó, poniendo su mano de nuevo detrás de mi espalda. Yo suspiré profundamente y miré al cielo. Después, me abrí un poco de piernas para dejarle acceso.

Él delicadamente acercó su mano izquierda, la mojó en el agua para asegurarse de que no tenía arena, y la puso sobre mi muslo.

  • Un poquito más…- dijo mientras me separaba aún más las piernas, primero una, y luego la otra, hasta dejarme totalmente abierta de patas, expuesta al mar-. Eso es. Veamos…

Se acercó aún más a mí, poniendo su cara a escasos centímetros de la mía, y mirándome a los ojos. Yo evité el contacto visual y miré al frente. Puso su mano con suavidad sobre mi pubis y fue bajando. Apenas sentí su dedo abriéndose paso entre mis labios, cerré los ojos con fuerza asumiendo mi derrota, para esquivar la mirada y la sonrisa acusatoria que seguro me estaba lanzando. Sus dedos se deslizaron entre mis labios como si estuviera embadurnada de aceite.

  • Vaya…

  • Sólo es agua- dije débilmente abriendo los ojos, pero sin atreverme a mirarlo.

  • ¿Agua? A mí no me lo parece… - siguió acariciándome en círculos, alrededor del agujero de mi vagina, sobre los labios menores, sin llegar a rozarme el clítoris-. Pero si tú lo dices, tendré que continuar con la comprobación hasta estar seguros.

Y después de empaparse bien el dedo corazón con mis flujos, lo introdujo suavemente en mi coño hasta que la mano hizo de tope. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y tuve que agarrarme a algo. Lo primero que encontré fue su brazo musculoso, cuyo dedo estaba dentro de mí. No tiré de él para sacarlo, simplemente lo agarré con fuerza. Noté que mi vagina se contraía, pero el dedo no era lo suficientemente grueso como para poder apretarlo bien, sino fácilmente me habría corrido. Abrí los ojos intentando recuperar el control de mi cuerpo, mientras él no apartaba la mirada de mí, sacando el dedo un poco para volver a meterlo, acariciando con fuerza la pared interna de mi pubis.

  • Pues si esto es agua de mar, nunca más volveré a comprar lubricante, eso seguro...

Respiré hondo para poder hablar sin que se me escapara un gemido.

  • Vale, parece que estoy algo mojada.

  • Eso me parecía- dijo él, y sacó el dedo. Pero en vez de retirar la mano, con el dedo que acababa de sacar empezó a acariciarme el clítoris. En círculos y muy suave, pero de manera constante.

  • ¿Qué haces? - ya me volví y lo miré a los ojos desafiante.

  • Masturbarte.

  • Creí que ibas sólo a comprobar si estaba mojada.

  • Así era.

  • Pues ya lo comprobaste.

  • Si.

  • Pero ahí sigues.

  • Pensé, que ya que estaba ahí abajo...

  • Claro. Pensaste- mientras hablábamos, no paraba con el dedito, y yo me estaba ya poniendo mala. A duras penas conseguía mantener la compostura-. Me mentiste. Me prometiste que estarías sólo un momento.

  • Si. Lo siento.

  • Lo sientes, pero no paras.

  • No me da la impresión de que quieras que pare- me mordí el labio, y volví a mirar al frente. Me tenía en sus manos.

  • Con que no, ¿eh?

  • No. Puedes apartarme la mano si quieres, o cerrar las piernas. Pero te veo muy a gusto.

  • No es verdad…- no sonaba nada convincente. No me lo creía ni yo. Si apenas podía controlar la respiración para evitar que se me escapara un gemido al hablar.

  • ¿Quieres que pare? - puse los ojos en blanco. No podía decirle que sí, no podía.

  • No es cuestión de…- respiré hondo- querer o no querer- él sonrió.

  • Está bien- y noté como paraba de girar el dedo, y acto seguido, apartar la mano. Pero automáticamente le agarré con fuerza el brazo, clavándole las uñas, y lo miré con ojos asesinos.

  • Ya termina- asintió despacio, aunque sonriendo de manera triunfal. Volvió a acercar la mano, y siguió con el dedo. Yo cerré los ojos y me rendí al placer. Si era capaz de hacerme gozar así con un solo dedo....

  • ¿Te gusta?

  • M…

  • Contesta- paró de mover el dedo.

  • No…- me quejé, dándole golpecitos en el brazo- No pares.

  • Mírame- abrí los ojos y lo miré-. ¿Te gusta? - no iba a seguir a menos que le contestara. Iba a tener que darle lo que quería.

  • Si.

  • ¿Quieres que siga?

  • Si…

  • Bien- y continuó moviendo el dedo en círculos. Se me cerraron los ojos del gusto, pero entonces volvió a parar-. No dejes de mirarme. Quiero que me mires fijamente a los ojos, mientras te toco- suspiré profundamente y tragué saliva. Luego abrí los ojos y le mantuve la mirada. Sólo entonces continuó - bien, así me gusta. Ahora quiero que me digas lo cachonda que estás- como vio que me demoraba un poco en contestar, volvió a parar, así que le respondí rápido como quería para que siguiera.

  • Sí que lo estoy- continuo con el dedo

  • Estás qué.

  • Estoy... cachonda

  • ¿Cuánto?

  • Mucho. Estoy muy cachonda.

  • ¿Quieres tocarme la polla de nuevo? ¿Quiere sentir lo dura que está?

  • Si…

  • Te gustaría agarrara y apretarla ¿verdad? -

  • Sí- dije suspirando. Ya apenas podía contener mis gemidos.

  • Adelante, agárrala.

Tanteé con la mano libre hasta encontrar su polla, la agarré y le di un buen apretón. Apenas cedió entre mis dedos. Seguía igual de dura que antes. La meneé un poco despacio arriba y abajo, sin dejar de apretar con todas mis fuerzas, pensando lo que sería tenerla dentro de mí y en vez de la mano usar mi vagina, para apretarla y sentir todas sus venas, músculos y tendones en mi interior. Ojalá parara con el dedo, me pusiera a cuatro patas y me la metiera. Seguro que con lo hinchado y mojado que tenía el coño, me entraba sin problemas. Seguíamos mirándonos, a escasos centímetros, pero a mí me costaba mantener los ojos abiertos del gusto que sentía. Tenía la boca abierta para poder respirar sin que se me escapara los gemidos. Entonces, él aprovechó para acercarse y besarme, metiéndome la lengua dentro de la boca y lamiéndome por dentro.

Debo confesar que ni hice el amago de apartarme, ya me había dejado llevar por completo. Cuando noté su lengua, incluso le respondí con la mía, y dejé que me lamiera, me mordisqueara los labios y literalmente bebiera de mi boca. No tardé mucho más en correrme, el movimiento suave pero continuo e imparable de su mano no me daba descanso, y tener ese manubrio entre mis dedos bien apretado fue demasiado para mí. Corté el beso y me refugié en su cuello, gimiendo de forma incontrolable, a la vez que me daban convulsiones por toda la pelvis. Fue un orgasmo bastante intenso, aunque pequeñito, con una buena penetración habría sido mucho mejor, sin duda. Cuando terminó, le hice un pequeño gesto en el brazo, que él en seguida comprendió y dejó en paz mi clítoris super sensible en ese momento, para meterme el dedo de nuevo dentro, dándome escalofríos de placer que intensificaron los ecos que aún quedaban del anterior orgasmo. Pude escuchar hasta el chof, chof cuando entraba y salía.

  • ¿Ya terminaste? - asentí, con la cabeza aun apoyada en su hombro-. Vaya, al final has sido tú la que se corre pronto- me reí.

  • A ver, en nuestro caso no importa terminar rápido, porque podemos hacerlo varias veces. Sois vosotros los que en cuando os corréis, se desinfla todo.

  • Bueno, no todos ¿eh? Y algunas tías también son de correrse una vez, y ya están: no me toques, que me visto.

  • No, yo soy de varias veces.

  • Ah bueno. Me alegro, no querría que esto fuera todo…- me separé por fin y lo miré. Tenía una sonrisa de pillo que me encantaba. Me analicé a mí misma. Es cierto que me había corrido, pero eso sólo había servido para que me calentara aún más. Cuando me toco yo sola, al menos suelo terminar un par de veces para quedarme satisfecha. Y estando con alguien, el cuerpo me pedía penetración… Aún estaba a tiempo de irme sin haber hecho demasiado daño. Nos habíamos besado apasionadamente sí, pero aparte de eso, sólo me había metido un dedo. No podían llamarse cuernos a eso. Pero cualquier cosa de las que podían pasar a continuación, seguro que sí. Podía levantarme e irme y no tendría mucho por lo que arrepentirme después. Sin embargo, me apetecía quedarme. Me atraía mucho ese tío y quería quedarme y ver todo lo tuviera que ofrecerme. En ese momento no me preocupaba mi marido.

  • Ni yo- le respondí finalmente, sonriendo.

  • Bien… ¿Entonces por qué no empiezas a mover esa mano que tienes por ahí abajo? Deja de agarrarla que no te vas a caer- es cierto que, salvo un par de movimientos, únicamente se la había tenido agarrada con fuerza como si fuera la barra del metro. Me gustaba sentir su dureza. Ahora empecé a deslizar la piel arriba y abajo- Mmm… sí- gimió él, sacando por fin su dedo y reclinándose hacia atrás, dejándome a mí el trabajo. Me gustó verlo gemir. Apenas le estaba haciendo nada, pero demostraba que le gustaba. Siempre me ha parecido muy erótico ver a un tío gemir mientras folla, no sólo al correrse.

Estuve unos minutos sentada a su lado meneándosela. No podía dejar de mirársela, la verdad es que impresionaba. Podía agarrarla con las dos manos y aún sobresaldría un trozo. Me gustaban sus gemidos, y quería darle aún más placer. Yo no soy muy de chupar, pero en ese momento me apetecía llevarme ese falo a la boca, babearlo y jugar con él, así que sin pensarlo me recliné y me lo metí en la boca.

  • ¡Diooos! - exclamó indicando que le gustaba. Que fuera tan agradecido hacía que me apeteciese ser aún más complaciente, así que me puse cómoda delante de él, entre sus piernas, con el culo en pompa mirando al mar, y me concentré en darle la mejor mamada de su vida.

Se la chupé bien al principio, para babearla bien, y luego como era suficientemente grande, la agarré con los dos manos, y el resto me lo metí en la boca. Con las manos había movimientos arriba y abajo, a la vez que circulares, y con la boca lo mismo, la metía y la sacaba apretando con los labios, rozando el frenillo con la lengua al entrar, e intentando hacer movimientos circulares a la vez que dejaba salir saliva para lubricar.

  • Oh dios, joder… joder… qué bien lo haces- era bastante efusivo, pero en este caso, debo decir que tenía razón. Siempre se me ha dado bastante bien el sexo oral (de tanto ver porno de pequeña, supongo), aunque me canso pronto. Hacía tiempo que no lo hacía, desde un par de años atrás, el sexo con mi marido se había convertido en algo más convencional, producto de la costumbre y la monotonía. Sin embargo, me alegraba saber que no había perdido la práctica.

Seguí así un rato, pero la postura me obligaba a clavar rodillas y codos y era muy incómoda. En seguida me empezaron a doler por la roca dura y tuve que parar.

  • No…- se quejó él-. No pares, por favor.

  • Es que me estoy haciendo daño - le dije, señalándome los codos, que estaban rojos.

  • Ven- dijo levantándose y cogiéndome de la mano. Recogió mi bikini y su bañador y se sentó en una roca al fondo. Colocó los bañadores en el suelo para que yo apoyase las rodillas encima y no me hiciese daño- Prueba ahora.

Me puse en las marcas, y la verdad es que un poco mejor. Continué con mi tarea, disfrutando de ello. Me encantaba esa polla, no me pasaba como otras veces, que enseguida me hartaba. Me apetecía seguir chupándosela y babeándole. Además, me gustaba escucharle gemir y no quería que parara. Lo que sí me preocupaba es que estaba tan emocionado, que parecía que fuera a correrse en cualquier momento. No tanto por que se corriera en mi boca, sino porque se acabara la diversión. Ya había llegado un punto en que me daba igual todo, y no pensaba irme de allí sin sentir esa polla dentro de mí.

  • ¿Vas a correrte? - le dije, sacándome el glande de la boca un segundo.

  • Uf, desde luego, si sigues así….

  • Espérate un poco ¿no?

  • ¿Por qué? Tú sí que pudiste acabar.

  • Ya, pero yo puedo seguir después.

  • Yo también puedo correrme más veces, no te preocupes- lo miré, sin sacarme la polla de la boca y sin parar, aunque pudo perfectamente notar mi escepticismo en los ojos-.  De verdad.

  • ¿En serio lo dices? - me costaba creerlo. Estaba tan acostumbrada a mi marido, que después de correrse se le encogía y no había manera de levantar aquello hasta el día siguiente que me costaba creerlo. Es verdad que David ya no era un chaval, pero ese tío debía tener más o menos la misma edad. Aunque bueno, como él dijo, también hay mujeres que sólo se corren una vez. Supongo que también habrá diferentes tipos de hombres.

  • Que sí.

  • Mm… No sé si quiero arriesgarme. Que luego no es verdad y se acabó la diversión.

  • Jajaja. Es decir, que como tú no me crees, ¿yo sólo voy a poder correrme una vez?

  • Básicamente.

  • Pues vaya estafa.

  • Al menos hasta que esté satisfecha, ¿vale? Luego ya puedes acabar si quieres, y si lo que dices es verdad, seguimos- él meditó por unos segundos.

  • Está bien. Y dime, que hace falta hacer para que estés satisfecha. Qué es eso que no quieres quedarte sin hacer.

Medité unos segundos, sin parar de masturbarlo, mirando fijamente esa imponente polla.

  • Quiero cabalgarte.

  • ¿En serio?

  • Sí, qué pasa.

  • No nada. Parece más bien una petición mía que tuya.

  • Ya bueno. Pero quiero hacerlo a mi manera, y tomarme mi tiempo.

  • No hay problema. Chúpamela un poco más, y te dejaré usar mi polla a tu antojo.

Sonreí. Eso sonaba bien. Me volví a concentrar en él, mamándosela despacio, durante unos minutos más, hasta que al final, me separó y se levantó.

  • Está bien, me he quedado con las ganas de correrme, pero ha estado bien- se agachó para besarme, y lamerme la boca, recogiendo todas las babas que había soltado durante la felación. A la vez, me acarició las tetas y me dio un buen apretón en cada una-. Menuda boquita tienes…- dijo acariciándome los labios. Luego se puso delante, me agarró la cabeza y me la metió de nuevo en la boca. Yo me quedé de rodillas y me dejé hacer-. Me muero de ganas de probar el resto de tus agujeros… Lámeme los huevos, vamos- se agarró la polla para apartarla hacia arriba y me mostró los huevos, para que los lamiera y me los metiera en la boca, a la vez que se pajeaba-. Uff… si, me encanta tu boquita, sigue joder...

Estuve un minuto lamiendo sus huevos, suaves y lisos. Luego se dio la vuelta, dándome la espalda y poniéndome en culo enfrente de la cara. Un culo también perfectamente depilado y duro. Entonces, sin previo aviso, levantó una pierna, apoyando el pie donde estaba sentado antes, para que se le abrieran las nalgas un poco. Después con la mano me agarró del pelo, y me metió la cara en todo su culo, apretando mis labios contra su ano. Lo hizo tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Nunca le había hecho un beso negro a nadie, ni me lo había planteado. Todo el tema anal incluso el mío me daba bastante respeto, no hablemos ya de lamerle el culo a un tío. Pero hacerlo en ese momento no me desagradó. No es que me estuviera forzando, habría podido quitar la cabeza sin dificultad, pero no me dio asco. Tenía un culo muy bonito, y además estaba depilado hasta en lo más profundo. Me di cuenta que era mucho peor la idea de hacerlo, que hacerlo en sí mismo.

  • Vamos, lámeme el culo… eso es- dijo moviendo la pelvis para restregarse contra mi cara-. Saca la lengua y chúpamelo entero. Si quieres cabalgar mi polla, vas a tener que currártelo ahí atrás…

Hice como me pidió y saqué la lengua, lamiéndole el ano. No sabía a nada realmente, de hecho, estaba salado del agua del mar. Le di lametones y empujé con la lengua la entrada de su ano, mientras él gemía de gusto. Después empezó a moverse arriba y abajo, restregando la raja de su culo de arriba a abajo por mi cara, mi lengua y mi nariz.

  • Uf, sí señor- dijo finalmente soltándome la cabeza y dándose la vuelta de nuevo. Se agachó y me besó-. Eres increíble. Increíble. Venga, te toca. Te lo has ganado- Se fue andando hasta mitad de la plataforma, mientras yo me levantaba. Luego se tumbó bocarriba, y se puso cómodo con las manos detrás de la cabeza-. Toda tuya.

Sonreí y me acerqué, sin apartar la vista de esa enorme polla que me esperaba. Me lo iba a pasar bien. Llevaba tiempo sin poder cabalgar una buena polla a gusto, y me iba a recrear. Me acerqué, pasé una pierna por encima y me situé justo encima. Luego me agaché y me puse en cuclillas. Tenía el coño ya bastante mojado, no hacía falta lubricarlo más. Coloqué el coño justo encima de su polla, y lo acaricié, moviéndome hacia delante y atrás. Me restregué a lo largo de toda su polla, sintiendo el roce entre mis labios y mi clítoris. En ese instante, tuve un último pensamiento de mi marido. Aún estaba a tiempo de parar… Ese era el punto de no retorno. Ni pensarlo. Por nada del mundo me habría ido de allí.

Apoyé una mano en su pecho para mantener el equilibrio y con la otra cogí su verga, y la puse recta, mirando al cielo. La coloqué en la entrada de mi coño, acariciando con su glande mi vulva, para comprobar que efectivamente deslizaba bien y esta suave y lubricado. Luego fui bajando y dejé que mi peso hiciera el resto. El glande entró bien, y a medida que iba bajando, notaba como esa polla me llenaba más y más, sintiendo su calor invadirme por dentro. Ambos nos fusionamos en un solo y brutal gemido que rebotó por las paredes de la cala conforme se iba deslizando dentro de mí, hasta el fondo. Tuve que parar un poco a mitad de camino, antes de llegar el punto de grosor máximo, porque me dolía. Sentía tirante la vagina, y esperé unos segundos para dar el último empujó hasta el final. En ese punto todo dolor se olvidó y sólo sentía placer. Me sentía llena, como nunca me había sentido. Y esa polla dura dentro de mí no cedía ni un milímetro a mis apretones. Empecé a bajar y subir, lentamente para ir calentando. Él disfrutaba tanto como yo.

  • Ufff, joder si… que estrechita estás, que gusto… jodeeeer- se quedaba quieto y me dejaba hacer a mí, como le había pedido. Tan sólo levantaba los brazos para agarrarme las tetas de vez en cuando. Pero nuevamente le vi disfrutar más de la cuenta y me preocupé.

  • No vayas a correrte dentro ¿eh? No estoy tomando ningún anticonceptivo- dije entre gemidos.

  • No te preocupes, tengo un buen control.

  • Ya… ahh… eso decís todos.

  • Lo digo de verdad. Tú dime dónde y cuándo, y allí me correré.

  • Jajaja… vaya, no te tenía por un fantasmita.

  • Eso se hace cuando estás ligando. ¿Sería un poco tonto mentir ahora, que ya te tengo empalada ¿no?

  • Mm…. sí, supongo.

  • Puedes comprobar si miento en cualquier momento.

  • Eso haré. Pero ahora desde luego que no, ni se te ocurra terminar ya… Me apetece estar empalada un rato más.

  • Como tú digas. Puedes usarme y disfrutar tanto como quieras- eso sonaba muy bien. Seguí moviéndome lentamente arriba y abajo, disfrutando de cada centímetro.

Sé que está feo decirlo… pero menuda diferencia a cuando lo hacía con mi marido. David había perdido potencia con los años, eso se notaba. Ya sólo estaba totalmente tieso y duro cuando se corría, y si conseguía sincronizar mi orgasmo con él, podía disfrutar de unos segundos de máxima plenitud para poder contraer mi vagina con todas mis fuerzas, abrazando su polla sin que esta se arrugara, notando su dureza. Sin embargo, eso era difícil, tenía que ajustarme a ese margen de 10 segundos, en los que ocurría todo, y si no calculaba bien, después de correrse se desinflaba rápidamente y ahí ya sí que no había nada que hacer. Por eso para evitar quedarme con las ganas, solía correrme antes que él. El problema es que cuando me corría apretaba con fuerza los músculos de la vagina, y si él no la tenía bastante dura, a veces de hacer tanta fuerza se aplastaba, y la echaba fuera. Eso sí que era un bajón tremendo y me cortaba el orgasmo de golpe.

Aparte de cuando se corría, sólo conseguía una erección bien potente de vez en cuando, de manera totalmente impredecible y cuando ocurría, le sacábamos buen partido. Pero generalmente estaba a media asta, oscilando entre medio dura y morcillona. A veces tenía que parar y meneársela un poco para ponerla de nuevo en forma, sobre todo cuando llevaba yo las riendas. Cuando me ponía encima, por ejemplo, duraba poco, se salía continuamente y había que cambiar. Y mira que era mi postura favorita, pero no podía practicarla muy a menudo.

Por eso llevaba tanto tiempo con ganas de pegarme una buena cabalgada, y esa era mi ocasión y no la iba a dejar pasar. Me iba a recrear bien, hasta hartarme, a ver si era verdad que podía estar todo el tiempo que quisiera, y tenía tanto control como decía.

Después de un rato de mete-saca para calentar, pasé a disfrutar de verdad, a mi postura favorita. En vez de en cuclillas apoye las piernas en la roca y me senté encima de su pubis despacio, dejando que su polla entrara hasta el fondo. Y ahí me quedaba. No la metía y la sacaba, simplemente la dejaba entera dentro. En esa posición, apretaba con todas mis fuerzas, e intentaba aplastar inútilmente esa verga, dura como el acero. Cuando la tenía bien agarrada, movía la pelvis, para removerla en mi interior, rozando por toda la pared interior de mi vagina, aplastando mi punto G. Al mismo tiempo me rozaba el clítoris con fuerza con la mano, corriéndome una y otra vez, hasta que se me irritaba, y paraba. Pero seguía moviéndome, enlazando un orgasmo con otro. De tanto apretar, se iban a dar de sí los músculos y se me iba a quedar el chocho colgón después, pero me daba igual. Esa posición no era tan placentera para él, porque no había mucho roce, pero yo veía las estrellas. Por eso a David se le desinflaba pronto, al no sentir ningún roce, pero esta polla no, ésta seguía dura como al principio y me permitía seguir apretando sin perder intensidad.

Perdí la cuenta de los orgasmos y del tiempo. No sé cuánto tiempo estuve así, sólo sé que llegó un punto en que empecé a marearme y tuve que parar. El corazón se me iba a salir por la boca y me faltaba el aire. Me quedé por fin quieta, intentando recuperarme. Abrí los ojos y vi como él me seguía mirando, entre divertido y excitado.

  • Te lo has pasado bien ¿eh? - se me escapó la risa floja. Me temblaba todo el cuerpo-. Te has corrido y todo.

  • Claro que me he corrido. Varias veces de hecho.

  • No, me refiero que has eyaculado. Con squirt.

  • ¿Qué dices? - nunca me había pasado eso-. Sería una ola

  • Qué va a ser una ola. Si lo he visto, mientras te corrías, cada vez que te movías hacia atrás, salía un chorrito.

  • Anda ya. Haberme avisado, eso me hubiera gustado verlo.

  • ¿Nunca habías eyaculado? ¿Ni haciéndotelo con la mano?

  • Qué va. Si no sabía ni que yo pudiera. Creí que eso sólo podían hacerlo algunas.

  • Para nada, eso lo pueden hacer todas. A unas les cuesta más que otras, y follando más, pero con la mano es bien fácil.

  • ¿Sí? ¿Tú sabes cómo?

  • Claro

  • ¿Me lo haces?

  • Jaja, si quieres. Pero luego. Ahora me toca a mí un poco ¿no? Ya has tenido bastante.

  • Vale…- dije suspirando al sacarla y sentándome a su lado-. Qué quieres hacer.

  • Bueno, lo que hablamos ¿no? Ya has quedado satisfecha, me gustaría que me la chuparas hasta correrme.

  • ¿Ya quieres terminar?

  • Quiero correrme. No he hablado de terminar- yo ya había quedado bastante satisfecha, aunque aún me apetecía un poco más. Pero es cierto que llevaba allí muchísimo tiempo, y debía pensar en ir volviendo. Además, a lo mejor era verdad lo que decía, y después de correrme podía pegarme otra cabalgada. Esa sí que sería una novedad.

  • Está bien, venga.

Volvimos a donde nos pusimos antes, se sentó en la roca y yo me puse de rodillas entre sus piernas. Se la agarré y me di cuenta que tenía la polla empapada de mis flujos. Nunca los había probado, no había chupado una polla después de follármela. Aunque después de haberle lamido el culo me parecía un poco ridículo pedirle que se fuera al agua a limpiarse. Así que, sin pensármelo mucho, me la metí en la boca, y volví a mi técnica. No tardó mucho en avisarme de que estaba a punto.

  • ¿Puedo correrme en tu boca? - cualquier otro día ante esa petición habría contestado que ni de coña. La última vez que se me corrieron en la boca, fue un noviete mío del instituto que lo hizo a traición. Me atraganté y me salió hasta por la nariz.  Desde entonces le cogí asco y no lo había vuelto a repetir. Pero qué demonios.

  • Si- madre mía, ¿qué me pasaba? Estaba descontrolada. Me sorprendía de mí misma, pero realmente quería saborear la corrida de ese tío, debía de estar deliciosa, como todo en él. Hasta me apetecía embadurnarme de su corrida y restregármela por el cuerpo. Cuando se lo contara a mis amigas iban a flipar.

  • Uf joder, si… más rápido y llego, un poco más ¡ahhhh! - noté como palpitaba la polla y se ponía aún más dura si cabe. Empezó a gemir casi gritando. Seguí moviendo las manos, pero mantuve el glande en la boca, tapando la punta con la lengua, para evitar atragantarme. Empezaron a salir chorreones con un segundo de diferencia. Uno, dos…. tres. Se me llenó la boca y tuve que tragar, pero sin poder cerrarla, porque tenía aún el glande dentro, así que la mitad se me salió fuera por la comisura de los labios, y me acabó en las tetas y en el suelo. Cuatro… cinco… Dios, ¿no acababa nunca? Ya el sexto fue menor, y después sólo salieron gotas. Tragué de nuevo, y seguí meneándosela despacito para sacar los últimos restos, hasta que me paró con la mano- Puf, madre mía. Increíble...

Me levanté y me miré. Tenía algunos restos en las tetas y las manos, y la boca pastosa, pero no me desagradaba. Fui hasta el agua para limpiarme un poco.

  • Bueno… Te toca a ti ahora. Qué te apetece- me dijo levantándose.

  • ¿Aún quieres más?

  • Claro, ya te dije que me corría varias veces. ¿No me digas que tú ya te quieres ir?

  • A ver, no es que quiera. Pero es que llevamos ya mucho tiempo aquí, mi marido andará preocupado ya.

  • Me dijiste que después si podía seguir, seguiríamos

  • Ya, pero… no sé. ¿De verdad tienes más ganas? - se encogió de hombros mirándose la polla. Había bajado un poco, pero seguía dura. Sonreí. Ya de perdidos al río-. Bueno, y qué te apetece ahora.

  • Muchas cosas. Pero te tocaba a ti elegir ¿no? ¿Quieres cabalgar otro poco?

  • Pues la verdad es que me gustaría, pero aún estoy reventada. Todavía me late el pulso a mil.

  • Bueno, te hago lo del squirt si quieres, que no tienes que hacer nada- eso me animó.

  • Mira, a eso si me apunto. Tengo curiosidad.

  • Bien. No es para tanto. Ven, túmbate aquí.

Me puse donde me dijo, en la plataforma. Se puso de rodillas a mi lado y me levantó las piernas para juntar las rodillas con el pecho. Después me abrió bien las piernas, manteniéndolas en alto. Después empezó a acariciarme el clítoris, y me besó. Aun me sabría la boca a semen, pero le dio igual. Estuvo acariciándome un poco y después me metió dos dedos dentro hasta la segunda falange más o menos. Apretó con las llamas en la pared interna de mi pubis, localizando mi punto G, y empezó a presionarlo con fuerza, de forma intermitente

  • ¿Lista? - me dijo, separándose un poco y apoyando la mano junto a mi cabeza. ¿Lista para qué? ¿Tendría que empezar primero no? De momento no estaba haciendo nada.

Pero de repente, y sin previo aviso, empezó a mover el brazo a toda velocidad, arriba y abajo, presionando contra la pared interna de mi pubis. Tan rápido que se le desdibujaba el brazo y con una violencia que casi me levantaba el culo de la roca. Y toda la fuerza y la presión la ejercía con la punta de los dos dedos que tenía en mi interior, desde donde se expandió inmediatamente un cosquilleo placentero. El vientre se me contrajo, los músculos se me tensaron de manera involuntaria, sentí una presión en la barriga y una extraña sensación, como cuando tienes unas ganas tremendas de hacer pis. Todo pasó en unos segundos, el cosquilleo placentero creció y creció, expandiéndose por todo el cuerpo, y cuando me vine a dar cuenta me invadió un orgasmo repentino, y largo, que se mantenía en el tiempo mientras él seguía moviendo la mano con rapidez. Me agarré a lo que pude y apreté todos los músculos del cuerpo, rindiéndome a esa sensación, como un calambre, una corriente eléctrica que entra por un punto, te invade el cuerpo entero y te bloquea. No podía reaccionar, simplemente dejarme llevar y esperar que parase.

  • No cierres los ojos, ¿no dijiste que querías verlo? - me dijo, parando por fin con la mano, pero dejando los dedos dentro. El orgasmo fue descendiendo en intensidad desde que se detuvo, y fue desapareciendo lentamente, aunque aún lo sentía en mí, como cuando estaba acabando un terremoto. Poco a poco volví en mí. Sin darme cuenta había cerrado los ojos y echado la cabeza hacia atrás, apoyándola en la roca. Relajé el cuerpo al fin, y me vino el típico dolor que sientes después de haber estado apretando mucho un músculo durante un rato seguido, especialmente en la tripa, que sentía como si hubiera hecho 100 abdominales. Respiraba con dificultad y me latía el corazón muy rápido-. ¿Qué tal?

  • ¿Qué me has hecho? - dije incorporando la cabeza, y mirándome. Seguía con la mano en mi coño. Me fije que me había agarrado a su tobillo. Tenía la barriga mojada, el ombligo inundado y diversas gotas le empapaban el brazo.

  • Lo que te dije, para que eyacularas. ¿Te ha gustado?

  • Dios, no sé… es raro. Me ha gustado, es como un orgasmo. No muy intenso, pero sí que da gustito. Pero cansa muchísimo. Ha sido un momento y es como si hubiera corrido 100 metros.

  • Si, algo así. A algunas les molesta o les duele un poco.

  • No a ver... Doler no. Es… incómodo, es una sensación rara. Pero me ha gustado mucho. ¿Ha salido algo?

  • Claro, mírate- dijo señalando me la barriga y el brazo. Sacó los dedos y movió el brazo para sacudirse las gotas, que cayeron por todas partes y me dieron en la cara. Agua no era desde luego, olía diferente.

  • Vaya. No me he dado cuenta

  • No pasa nada, lo hago otra vez- dijo metiendo los dedos de nuevo dentro.

  • ¿Otra vez? ¿Se puede?

  • Claro- me puso la otra mano detrás de la cabeza, para levantármela y que pudiera mirar lo que me hacía en primer plano.

  • Pero como me voy a correr otra vez tan…- no pude seguir, porque empezó de nuevo a mover la mano a la velocidad de la luz, y esa sensación me invadió de nuevo, como que me moría de ganas de hacer pipí. Y entonces me corrí de nuevo. Esta vez me mantuvo la cabeza levantada, y pude ver cómo tras un par de segundos dándome, un chorrito empezó a salir de mi vagina sobre la palma de su mano, que, a su vez, el rápido movimiento de su brazo lo lanzaba disparado hacia todas partes convertido en forma de gordos goterones y algún que otro chorro. Esta vez estuvo más tiempo, y cada vez salía más y más líquido, como si ya estuviera el conducto totalmente abierto. Ahora ya entendía por qué tenía esas ganas de hacer pipí. Estaba haciendo que me meara, literalmente. La presión de los dedos en el interior junto a esos movimientos tan fuertes, no sé cómo, pero era como si le estuviera dando golpes a mi vejiga, y mi cuerpo no fuera capaz de mantener la uretra cerrada, con lo que iba saliendo todo. Acompañado eso sí, por un orgasmo prolongado.

  • ¡Diooooos! - exclamé totalmente exhausta, al ver que aquello no paraba y el orgasmo no cesaba. Me daba la impresión que me fuera a dar un tirón en los abdominales en cualquier momento de tensarlos.

  • ¿Lo viste ya? - dijo, por fin parando. Exhalé todo el aire de mis pulmones, dándome cuenta que había estado conteniendo la respiración a la vez que contraría los músculos. El abdomen me dio varios pinchazos hasta que por fin pude relajarlo. El corazón se me iba a salir por la boca.

  • Pero…- dije con dificultad. Jadeaba como loca-. Lo que estás haciendo… es hacer que me mee, ¿no?

  • Si, bueno. Sale por el mismo sitio, desde luego. Pero no es exactamente pis, huele y sabe diferente. Es agua que se acumula en la vejiga cuando te excitas, mezclado con pis y alguna otra sustancia. No tengo ni idea la verdad. Aunque si te lo hiciera cuando tienes muchas ganas de mear, sí que sale 100% pis. Ya lo he comprobado.

  • Puf. Bueno, mejor, conmigo no hace falta que lo intentes.

  • ¿Otra vez?

  • ¿¿Otra?? Qué dices, estoy agotada. Creo que me estoy mareando y- no, no, ¡noooo! - empezó a mover la mano otra vez. De nuevo la sensación de querer hacer pis, de nuevo el orgasmo que aparecía de repente, otra vez todos los músculos tensos… Esa vez pude notar claramente como mi cuerpo no opuso ninguna resistencia, y me meaba encima de forma descontrolada. Salían chorreones en todas direcciones, que nos empaparon a los dos. Era increíble. ¿Cuánta agua podía tener dentro? Esta vez el orgasmo fue mucho más intenso, pero también más agotador. En cuando dejara de contraer los músculos me iba a doler, eso lo sabía seguro. Los chorros me llegaban ya hasta la cara. Cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y me rendí, impotente, esperando hasta que él decidiera acabar. No podía hacer nada, estaba bloqueada corriéndome de manera descontrolada, y meándome literalmente de gusto. Empecé a ver lucecitas en la oscuridad de mis párpados, y sentí que me iba a desmayar.

Cuando por fin paró, tardé unos segundos en poder retomar el control. Tuve que pestañear varias veces para recuperar la visión completa que se me había ennegrecido. Al día siguiente iba a tener unas agujetas curiosas. En cuanto pude recuperar el control de mi cuerpo, rápidamente le cogí la mano y la empujé fuera de mi coño.

  • Ya está, de verdad… No puedo más.

  • Bueno, no está mal para ser la primera vez- dijo sacando los dedos y sentándose a mi lado-. Te vas acostumbrando. Ahora cuando descanses seguimos.

  • Ui, no, no, quita, ya he tenido bastante. Estoy que me muero vamos...

  • Jaja, vamos, no será para tanto- dijo poniéndose encima mía. Se las ingenió para abrirme las piernas con las rodillas y colarse en medio. Pude notar su peso, y el bulto que me aplastaba la barriga.

Empezó a besarme los pechos, y los pezones, limpiando y bebiendo los restos de fluidos que había echado y con los que nos había empapado a ambos. Al mismo tiempo, movía la pelvis, para restregarse contra mi barriga y volver a recuperar todo el vigor. Sabía lo que venía después de eso.

  • Ay señor… vas a acabar conmigo…- me quejé, pero a la vez abrí bien las piernas, para darle mejor acceso.

  • No me conoces tú bien…- dijo sin parar de lamerme los pezones, el cuello, y luego empezó a besarme, sin parar de restregarse. Después, bajó un poco para poder poner la punta de su polla justo en la entrada de mi coño. Empujó hacia adelante, pero en vez de metérmela, acarició con el glande y toda la longitud de su rabo mi vulva y mi clítoris, arrancándome un suspiro de placer. Repitió la operación varias veces. Ponía la punta en mi coño, pero en vez de hacia delante, empujaba ligeramente hacia arriba. Así el glande chocaba contra el hueso del pubis y se desviaba hacia arriba, dejando mi coño palpitante y frustrado. Intenté mover la pelvis, cambiando el ángulo para ver si en una de esos empujones me la metía, pero tenía cuidado y esquivaba la trampa.

  • ¿No la vas a meter? -me quejé al fin.

  • Pídemelo.

  • ¿Tengo que pedirlo?

  • Si.

  • ¿Y si no lo pido?

  • Si no, seguiré restregándose, me correré encima tuyo y te dejaré con las ganas.

  • No te creas, ya he tenido bastante…

  • Si, pero seguro que quieres sentirla de nuevo. Y que sea yo el que te folle, y ver cómo de fuerte puedo embestirme, y a qué velocidad, para que te corras una y otra vez- pues tenía razón, quería comprobarlo. A esas alturas ya tenía claro que ese hombre no podía hacer nada mal, y que todo se le daba bien. Tenía muchas ganas de ver qué nuevas maravillas era capaz de hacerme en esa postura, cómo se movía, qué potencia tenía...

  • Está bien. Métela.

  • La meto y qué.

  • Métemela y fóllame.

  • ¿Quieres que te folle?

  • Si, quiero que me folles- dije calentándome y empezando a mover la pelvis yo también para rozarle la polla. Le agarré las nalgas y lo apreté contra mi clavándole las uñas.

  • Dilo otra vez.

  • Quiero que me folles.

  • Otra vez.

  • Quiero que me folles, joder, fóllame, vamos, fóllame, fo- ahh…- exclamé cuando en uno de esos movimientos aprovechó para clavármela lentamente, hasta el fondo. Tuve un pequeño orgasmo totalmente inesperado que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Me escocía ya un poco el coño de la penetración. Ese dolorcillo combinado con el gusto fue lo que me provocó ese orgasmo tan gratuito. En seguida el dolor se me pasó, camuflado entre el tremendo placer que sentía. Yo lubricaba bastante, pero entre el agua del mar que venía de vez en cuando con una ola y nos mojaba hacía que no estuviera bastante mojada, y el roce era más agresivo de lo normal. Me estaría haciendo daño, pero me daba igual, ya me dolería mañana.

Me sujetó los brazos por encima de la cabeza, y empezó suavemente, mientras me besaba. Me metía sólo la punta, para calentarme y provocarme, estaba así un ratito, y sin previo aviso, hacia una penetración profunda, que me hacía estremecer. Se quedaba un momento dentro y volvía a empezar. Al mismo tiempo, no paraba de besarme, me sujetaba los brazos con una mano y con la otra me tocaba los pechos o el pelo. Estaba consiguiendo calentarme muchísimo, pero no era suficiente para correrme, y cuando intentaba moverme para acelerar el roce, él me esquivaba, o se alejaba, para que no consiguiera obtener nada que él no quisiera darme. Me di por vencido, y me dejé hacer, sufriendo los lentos y frustrantes ciclos de penetraciones que me hacían estallar por dentro.

  • ¿Cuánto más vas a torturarme?

  • Lo que me apetezca. Ahora eres totalmente mía, y haré contigo lo que quiera…- la verdad es que me tenía totalmente atrapada por su peso. Estaba pegado a mí, aplastándome e inmovilizándome por completo. No podía mover los brazos, ni el cuerpo, ni cerrar las piernas. Tenía razón, en ese momento estaba totalmente sometida, y no podía hacer nada para salir de allí abajo o conseguir que me la sacara. Eso me gustaba.

Siguió con sus ciclos, torturándome, mientras yo me mordía los labios y aguantaba. Por fin, en una de las penetraciones profundas, al sacarla, volvió a meterla entera. Y otra vez. Y otra, y otra, cada vez más rápido. La sacaba casi entera y la metía de golpe hasta el fondo, golpeando mi culo con sus huevos. Y aceleraba cada vez más y más. El sonido de choque de su cuerpo contra el mío parecía una metralleta. Y justo en ese instante, el placer que había ido creciendo poco a poco en mi interior acumulándose como un globo que se hincha de aire, estalló de golpe en un brutal e intensísimo orgasmo.

  • ¿Te ha gustado?

  • Joder, si… dios, no pares, sigue…

  • Desde luego que voy a seguir… No te preocupes que aún no he acabado contigo.

Y volvió a empezar con penetraciones cortas, en ciclos de 10, combinada con una penetración profunda. Esta vez estuvo menos tiempo haciéndolo antes de empezar a embestirme con todas sus fuerzas de nuevo. Pero dio igual, tras unos segundos dándome a la máxima velocidad, empecé a correrme de nuevo. Tensé los músculos, haciendo fuerza para zafarme, mientras me follaba como un toro salvaje. Usé todas las fuerzas de mis brazos para soltarme, pero él me tenía bien sujeto. Cerré las piernas con todas mis fuerzas a su alrededor, pero no era capaz de pararlo. Y también hacía fuerza con el cuerpo para intentar levantarlo un poco y zafarme, pero pesaba demasiado. Era inútil intentar moverlo, yo lo sabía y por eso lo hacía. Apretar con fuerza todos mis músculos hacía que se incrementara el orgasmo mucho más. Si hubiera conseguido zafarme me habría cortado todo el rollo, pero sabía que podía emplear todas mis fuerzas y no lo conseguiría, así que podía apretar todo lo fuerte que quisiera sin miedo, a la vez que gemía como una loca.

Creo que incluso perdí la consciencia un par de segundos. Cuando me di cuenta ya estaba de nuevo con el ritmo lento. Dios, había sido tan intenso que se me había dormido media cara y me hormigueaban las manos. Notaba ya que me empezaba a escocer el interior de la vagina del roce. Esta vez estuvo muy poco tiempo con el ritmo lento o a mí se me pasó muy rápido, pero aún no había recuperado la respiración y todavía me duraba un poco del orgasmo anterior, cuando empezó de nuevo a embestirme. Se me juntó el orgasmo anterior con el siguiente además intensificado por el dolor. Esta vez no pude hacer mucha fuerza, estaba tan cansada que me abandoné al placer y aguanté como pude.

Después de esa última ronda, cuando yo estaba intentando ganar aliento para la siguiente, de repente paró, la sacó y se separó.

  • ¿Ya no puedes más? - dije riendo. Debía estar reventado, por fin daba muestras de cansancio. Menos mal, porque yo estaba agotada también.

  • ¿Que? Ah, no- dijo levantándose con trabajo, apoyándose en el muslo-. Es que me estoy haciendo polvo las rodillas…- miró hacia abajo. En la postura del misionero, la mayor parte del apoyo y la fuerza del movimiento se ejercía con las rodillas, apoyadas en ese caso sobre la dura roca. Tenía toda la zona roja, y en la derecha se había hecho un pequeño arañazo y sangraba

  • Ostras…- dije haciendo un amago de acercarme para examinarlo, pero me cogió de la mano y me levantó del suelo.

  • Nah, olvídalo. Sigamos- me llevó hasta el fondo, me apoyó contra la pared, para que me agarrara a un saliente de la cueva, y después me la volvió a meter desde atrás. Era un auténtico semental, no se cansaba nunca...

Yo me agarré con fuerza a la roca, y le dejé hacer. Me agarraba de las caderas, para embestirme con fuerza, o me rodeaba con sus brazos, manoseando mis tetas, mis pezones, me metía la cabeza entre el pelo, el cuello… Me giró la cabeza para besarme, y meterme la lengua en la boca, sin parar de embestirme. En un momento dado, me separó bien las piernas, me metió los dedos en la boca, para coger gran parte de mi saliva, y después se los llevó a mi coño para acariciar mi clítoris, con un dedo como hizo al principio.

A pesar de que me había corrido muchísimas veces, la mayoría no habían sido orgasmos de clítoris, y éste estaba relativamente descansado. Por eso me sorprendió mucho cuando me lo tocó y lo noté tan fresco. Cuando llego a esos niveles de cansancio y agotamiento, suelo tener el clítoris en carne viva. Pero en esa ocasión lo sentí como nuevo, y cuando empezó a acariciármelo, noté que me llegaba un nuevo tipo de placer, fresco y delicioso. Ya no me importaba hacer ruido, no me cortaba lo más mínimo, y gemía sin parar, con cada embestida. No tardó en hacer que me corriera de nuevo, un poderoso e intenso orgasmo fruto de la penetración y de acariciarme el clítoris, que hizo que se me aflojaran las piernas hasta el punto que hubiera caído al suelo si él no me hubiera sujetado.

  • ¿Estás bien? - dijo ayudándome a ponerme en pie de nuevo

  • Si, sí. Que se me han quedado las piernas blandas, jaja.

  • Ya veo. Bueno, qué te apetece ahora.

  • Puf, yo no puedo más ya.

  • Qué dices, si la noche es joven.

  • Qué va tío, además que me tengo que ir ya, mi marido se estará volviendo loco.

  • Vamos, ¿una última cabalgada?

  • Jaja, no podría por mucho que quisiera… - se puso a girar las caderas, para que la polla se moviera de un lado a otro, dura y brillante de mis flujos. Me reí-. No, no, de verdad. Lo que sí es que me gustaría que te corrieras otra vez.

  • ¿Aún no te crees que pueda hacerlo?

  • No, ya he aprendido a confiar en ti. Es porque me gusta ver cómo te corres. Me da mucho morbo ver disfrutar a un tío y ver cómo se corre.

  • Entiendo. Bueno, venga. Pero con una condición.

  • A ver…

  • Quiero correrme mientras te follo.

  • No puedo, ya te he dicho que no me tomo la píldora.

  • No pasa nada, hay una manera de correrme dentro sin peligro ninguno de embarazo…- lo miré incrédula. Me sonrió. Ya sabía a qué se refería.

  • Jaja, no, no, de eso ni hablar.

  • ¿Qué? ¿Por qué?

  • Por que no. Por el culo no. Me da cosa.

  • Oh vamos. ¿Ahora te vas a poner escrupulosa? No me lo creo…

  • No es por eso, sino que… Bueno, no lo he hecho nunca. Y si algún día decidiera hacerlo, sería… poco a poco. Con alguien un poco más… bueno - hice un gesto con la mano, indicando un pequeño tamaño.

  • Vaya, así que me discriminas por mi tamaño. Me parece muy fuerte.

  • A ver, es que tampoco quiero que me quede trauma. Y la tuya me duele hasta en el coño…

  • El culo es muy elástico. Seguro que cagas mojones más gordos.

  • No, créeme que no… Además, que no se si estoy limpia ni nada… Me da cosa mancharte o algo así.

  • Que tontería. Si me diera asco mancharme no la iría metiendo en sitios así ¿no? Sé perfectamente lo que me puedo encontrar, créeme, y me da igual. Además, será por agua para limpiarse - dijo señalando a su alrededor

  • Si es que no me va a entrar.

  • Bueno, pero podemos probar al menos ¿no? Si ves que te duele o no te gusta, paramos- suspiré. Total, ya que más daba. Por probar.

  • Está bien. Pero ten mucho cuidado ¿eh?

  • No te preocupes. Ven aquí- me indicó que me pusiera a cuatro patas, y empinara todo lo posible el culo. Luego se puso detrás, y empezó a besarme y lamerme, primero las nalgas y luego el ano y la vagina, con largos lametones de arriba y abajo.

Estuvo babeándolo un buen rato, mientras que con la lengua empujaba mi esfínter, y con una mano me acariciaba el clítoris.

  • Relájate y respira hondo - me dijo. Después puso un dedo en la entrada de mi ano, y empujó suavemente- ¿te duele?

  • No, estoy bien- la verdad es que no me había molestado nada, había entrado suave. Se había encargado de echar bastante saliva y no noté ningún roce áspero. Era una sensación extraña, conectada directamente con mis tripas… Se notaba extraño el dedo en mi interior, frío, y mi reacción natural fue de intentar expulsarlo. Me dieron ganas de cagar. Qué vergüenza como me entrara un apretón allí mismo, me moría-. Aunque me siento rara… Mejor que pares.

  • ¿Por qué? ¿Si no te duele?

  • No es dolor, pero me molesta- mentí. No sabía cómo decirle que me estaba cagando.

  • Es porque tienes ganas de hacer caca? - dijo, adivinando mis pensamientos. Menos mal que tenía la cara escondida entre los brazos, porque me puse colorada. Contesté con un “hm” inaudible-. Eso es normal, es un acto reflejo ante un objeto extraño. Pero no te preocupes, está limpio

  • ¿Cómo lo sabes?

  • ¿Porque tengo un dedo metido hasta el fondo de tu culo? Si hubiera algo, lo notaría- ay Dios, qué vergüenza, que pudiera tocar la mierda que tuviera ahí dentro…-. Pero no te preocupes, no hay nada por aquí, está perfecto. Intenta relajarte y disfrutar, concéntrate en mi mano acariciándote el clítoris- hice lo que me pidió. Era una sensación incómoda, pero extrañamente me daba mucho morbo. Sería por lo prohibido, lo guarro que era, lo animal… Pero me estaba encendiendo mucho. Meneé un poco el culo, pero me dio una cachetada-. Quieta golfa, no tengas prisa.

Que me insultara me puso a mil. Me llevé las manos a las tetas y empecé a apretarlas, pellizcando los pezones. Nunca habría imaginado que los insultos me pusieran cachonda. Alguna vez lo había visto en las películas y siempre me había parecido algo ridículo, pero en ese momento entendí su significado. Me sentía sucia, una guarra y me gustaba. Y la manera en la que él me lo decía me hacía sentirlo más aún. Intenté menear el culo de nuevo para provocarle y que me dijera más cosas, pero ahora estaba concentrado en otra cosa.

  • Veamos algo más grande- sacó el dedo, lo volvió a mojar bien en saliva, junto al corazón y empezó a meter los dos, bien apretados el uno con el otro para que ocuparan menos espacio. Empujó al interior. Note un pequeño pinchacito en el esfínter, pero se pasó enseguida. Mi culo estaba respondiendo bastante bien, estaba orgullosa de mí misma-. ¿Te molesta? - negué con la cabeza-. Dios, que culo más tragón tienes. Se abre perfectamente, sin problemas- introdujo los dedos hasta el fondo, y los separó, para irme dilatando. Los removió lentamente-. No me puedo creer que nunca lo hayas usado, qué desperdicio. Si es perfecto, limpio y elástico, está hecho para follárselo… Al final parece que sí que te vas a tragar toda mi polla.

Me dio un pinchazo en el estómago de los nervios. Notaba mariposas en la barriga, en parte excitación y en parte miedo. Seguía siendo bastante reticente a que me desvirgara el culo. Su polla era mucho más grande que los dedos y aun me daba bastante respeto. Pero por otro lado estaba deseando probarlo, que pudiera entrar y sentirme empalada, con ese pedazo de polla dentro de mi culo.

  • Estás más que lista, vente- dijo levantándome y yendo hasta la roca. Se sentó allí y empezó a empaparse la polla con saliva-. Podría metértela yo, pero es mejor que la primera vez, lo hagas tú. Te vas sentando poco a poco, y controlas la penetración. Muy despacio y sin prisa, a tu ritmo. Si ves que te duele paras sacas un poco y vuelves a empujar.

Me cogió de las caderas y me dio la vuelta. Después tiró de mí, para sentarme encima. Bajé un poco y puse la polla justo en la punta del ano. Suspiré profundamente y me dejé caer. Noté la polla dura empujando. Me abrí las nalgas para darle mejor acceso, mientras él se la agarraba para que no se desviara. Costaba que entrara y me daba miedo empujar muy fuerte, no fuera a entrarme de golpe y rajarme. Lo hice poco a poco, estuve un minuto dando pequeños empujoncitos, hasta que en uno más fuerte que hice, noté como iba entrando un pelín, cediendo bajo mi peso, cuando de pronto cruzó el esfínter y la cabeza entró de golpe. Sentí un pinchazo, y se escapó un grito.

  • Ya ha pasado lo peor- dijo tranquilizándome-. Espera un poco que se dilate y luego sigue. Despacio, no tengas prisa. Tómate tu tiempo.

Respire unos segundos, y me quedé quieta un rato, esperando que se me pasase el dolor. Después la introduje un poco más, y retrocedí, esperando otro ratito. Fui muy despacio como él me indicó, sin prisas. Iba metiendo cada vez más, y luego retrocediendo. Poco a poco me iba dejando caer, empalándome por aquella verga. Me llevé la mano a la entrepierna y empecé a tocarme. Dios, estaba entrando, estaba entrando de verdad. Y no me estaba doliendo apenas… Tantos años con miedo al sexo anal, y no era para tanto. La volví a sacar casi entera y la metí esta vez más profundamente. Ya se me había acostumbrado el culo y empecé a subir y bajar.

  • Eso es… fóllatela, sigue así- él se quedó quieto y me dejó hacer a mí, a mi ritmo. Iba despacito por miedo a hacerme daño, pero no me dolía.

No sentía placer del roce en el culo, pero al entrar sí que presionaba las paredes de la vagina, y el punto G al empujar hacia delante y me gustaba. Aunque sobre todo era morbo lo que sentía, excitación producto de la situación y de lo que estaba haciendo. Me sentía la mujer más guarra del mundo y me encantaba. Ojalá me volviera a llamar golfa… Entonces me di cuenta, que ya no sentía ningún tipo de vergüenza por nada con él, que podía pedirle lo que me apeteciera sin problema.

  • Dime cosas…- le supliqué, entre gemidos.

  • ¿Cosas? - dijo como sorprendido-. ¿Qué quieres que te diga? ¿Lo guarra que eres? Eso ya lo sabes…- eso me puso cachonda como nunca en mi vida. No me podía creer que me gustase que me insultara. Pero me sentía totalmente desinhibida, haría cualquier cosa que me pidiese...- ¿Verdad que sí? ¿Verdad que eres una guarra?

  • Si…

  • Vamos, dilo que te oiga

  • ¡Soy una guarra!

  • Estás con toda mi polla en tu culo y te encanta, ¿verdad?

  • Si, me encanta.

  • Tu marido está a 100 metros, y tú aquí, follándote mi polla y corriéndote de gusto como una zorra.

  • ¡Si! - yo seguía subiendo y bajando, metiéndola entera ya sin problemas.

  • Hay que ser muy guarra para dejarte follar por el culo… ¿Sabes quienes follan por el culo? Las putas. Si, eso es lo que eres, ¡una puta!

  • Si joder, soy una puta.

  • Eres mi puta.

  • Si, ¡soy tu puta!

  • Te encanta que te folle el culo ¿verdad? ¿Verdad? - no pude contestar porque me estaba corriendo ya. Me dejé caer y me senté encima suya, mientras seguía tocándome el clítoris, casi arañándomelo con todas mis fuerzas, teniendo un orgasmo super intenso y largo. Él esperó pacientemente a que hubiera acabado. Me duró casi un minuto, con los últimos restos todavía por el cuerpo cuando por fin pare de restregarme. Temblaba. Entonces me cogió de pelo y me hecho hacia atrás, para hablarme al oído- Te has corrido ¿eh? - asentí, aún demasiado exhausta como para poder hablar- Te ha gustado, ya lo veo. ¿Quieres más aún? - estaba que no me aguantaba en pie, y el culo empezaba a dolerme, pero aun así asentí. Estaba totalmente desbocada-. Bien.

Se puso de pie, sin llegar a sacármela, y me colocó los brazos doblados por detrás de la espalda. Con una mano me agarraba las muñecas, y con la otra me tiraba del pelo. Entonces empezó a metérmela con fuerza. El dolor se transformó rápidamente en placer.

  • Ahora quiero que te corras así, sólo follándote el culo. Sólo con esto. Si eres capaz de correrte sólo por el culo, te convertirás en una auténtica puta.

En un primer momento me pareció imposible. Estaba ya muy cansada, y el placer que sentía de su polla rozando mi interior no parecían suficiente. Pero sorprendentemente, con las guarradas que no paraba de decirme, y que me hacía decir a mí, sin darme cuenta conseguí llegar casi al punto en un momento. Lo tenía en la punta de los dedos, sólo me faltaba un pequeño empujón.

  • Córrete- le pedí-. Córrete dentro de mí.

  • ¿Quieres que me corra en tu culo?

  • ¡Si!… ¡Si joder! Fóllame el culo hasta que te corras. Córrete conmigo.

  • Dime cuanto estés lista.

  • Un poquito más, un poquito más… sí, ahí, ahí…- me concentré y contuve la respiración-. Ya... ¡ya!

Dicho y hecho. Tal como me prometió, tal cual le di la señal, aumentó un poco la velocidad, me agarró aplastándome entre sus brazos y empezó a correrse. Sentir que su polla engordaba aún más mientras se corría y sus gemidos mientras me embestía con todas sus fuerzas hasta el fondo, fue lo que me faltaba para conseguir correrme. Mi primer orgasmo únicamente anal… qué gusto daba. Sentí un líquido caliente resbalándome por el muslo. Su polla golpeando por dentro, provocó que mientras me corriera me volviera a mear encima de gusto. Los dos nos fusionamos en un solo cuerpo, y un solo gemido, que se me hizo deliciosamente eterno.

No sé cuánto tiempo pasó, cuando volví en mí, como al despertarme de un sueño, seguía entre sus brazos, con la polla en el culo, pero ya no se movía. Respiraba pesadamente a mi espalda, entre mi pelo. Sentía su cuerpo temblar. Estaría aun disfrutando de los últimos coletazos de su orgasmo. Me pareció súper dulce. Lo dejé terminar tranquilo. Cogí la mano que tenía agarrándome los pechos, y empecé a chuparle los dedos, metiéndomelos en la boca y lamiéndolos.

Al cabo de un minuto, por fin aflojó los brazos y me dejó moverme. Sacó la polla poco a poco del culo, hasta que sonó un ¡plop! y se sentó en la roca a descansar. Yo me quedé de pie, mirándole, los dos recuperando el aliento.

  • Bueno- dijo tragando saliva y jadeando-. Ahora ¿qué te apetece? - ya me estaba esperando eso en realidad. Ese hombre era totalmente insaciable. Pero esta vez tenía ya la respuesta preparada.

  • No, muchacho- dije riendo, y alejándome hasta el borde con el agua-. Conmigo no cuentes más. Me duele literalmente todo- me puse en cuclillas junto al agua, y me limpié el culo, haciendo fuerza para que fuera saliendo toda la corrida. Se me escapó algún pedo, pero me dio igual. Me sentía totalmente en confianza con él.

  • Jaja, vamos, no es para tanto. Estás desentrenada, eso es todo.

  • Puede ser. Pero tampoco quiero que me dé un infarto. Además, no sé cuántas horas llevo ya fuera, tengo que volver ya.

  • Vale, vale. Lo entiendo- no hubo tiempo ni para despedidas, ni para charla pos coital. No había traído ningún reloj, pero por la posición del sol, debía haber pasado bastante tiempo. David seguro que me la liaba, y con razón. Estaría muy preocupado. Cuanto antes volviera mejor. Cogí las gafas, me coloqué el bikini y me puse en camino.

  • ¿Vienes? - le pregunté.

  • No, voy a quedarme un rato aquí… terminando la faena- le miré riendo.

  • ¿Aun tienes ganas en serio? - se encogió de hombros.

  • También tengo que hacer algo de tiempo. No creo que sea buena idea que tu marido nos vea salir del agua a la vez ¿no?

  • Si, tienes razón- me acerqué y lo besé, con lengua durante un minuto. Él me dio un buen apretón en el culo-. Me voy pitando.

Anduve por las rocas un poco, hasta estar lo suficientemente cerca del agua para saltar. Me tiré de cabeza y empecé a nadar a toda velocidad. No descansé ni una sola vez en toda la vuelta. Aproveché el camino para hacer pis, y de vez en cuando me limpiaba la entrepierna con la mano, frotándomela con fuerza para que el agua me quitara cualquier rastro. También me enjuagué la boca varias veces. Ya sólo quedaba rezar…

Llegué por fin a la orilla y me quité las gafas. Salí del agua y fui camino a mi sombrilla, junto a mi marido, como quien avanza por un patíbulo. Me daba la impresión de que todos me miraban, y todos sabían lo que había hecho. Me tranquilicé recordando que eran todo imaginaciones mías. Cuando divisé mi sombrilla vi a mi marido que parecía impaciente, porque miraba constantemente al agua, y cuando me vio acercarme, hizo aspavientos con los brazos.

  • ¿Dónde te habías metido? - dijo exasperado cuando llegué-. Estaba preocupado.

  • Ay hijo tranquilo. Estaba buceando, y llevo un rato siguiendo a un banco de peces. No ha sido para tanto

  • Joder, llevas más de 3 horas por ahí- ¿tanto? Dios, se me había pasado el tiempo volando

  • Bueno, pues haberte venido conmigo. Ya sabes que aquí en la sombrilla me aburro- por suerte no insistió más. Suspiré aliviada.

Me sequé, y me puso a comer algo que habíamos traído. Estaba muerta de hambre del… ejercicio. Después me puse a tomar el sol. Por suerte, el muchacho tardó un buen rato en volver, cosa que le agradecí. Estaba tumbada boca abajo, mirando al mar, mientras David me echaba crema por la espalda y las piernas, cuando llegó hasta su grupo de amigos. Fue muy disimulado, y sólo me echó una mirada de reojo y una sonrisa en la distancia, que le devolví. Después se secó y él y sus amigos se fueron.

Nosotros nos quedamos un rato más tomando el sol. No paré de pensar sobre lo ocurrido en todo el día. Y cada vez que lo hacía, notaba un punzado en la barriga, y un calor se extendía por todo mi interior. Apretaba con fuerzas las piernas, rozando el interior de mis muslos, disfrutando de esa pequeña descarga de placer… Pero sólo me aliviaba un par de minutos.

De vuelta en el coche, seguía rememorando las escenas en mi cabeza, especialmente la parte final, cuando había perdido el control, todas las cosas que me había dicho, y las que había dicho yo… Me llevé la mano a la frente y cerré los ojos… Seguro que estaba roja, qué vergüenza. No me reconocía a mí misma. Quien me viera, gritando entre gemidos que era una puta y una guarra… madre mía. ¿Qué me había pasado? Y aunque me diera muchísimo corte pensarlo, no me arrepentía. Desconocía que tuviera ese lado obsceno dentro de mí y me alegraba que él hubiera podido sacármelo. Lo había gozado como nunca desde luego.

  • ¿Qué te pasa? - dijo mi marido de repente, sacándome del ensimismamiento-. Estás muy callada.

  • No, nada. Estoy cansada.

  • ¿Sigues enfadada porque no te dejara hacer topless?

  • No, me da igual- ya ni me acordaba de eso. Me parecía tan lejano como si fuera otra vida.

  • Ya sabes que me da cosa… Pero yo qué sé, si de verdad quieres, podemos intentarlo un día que no haya tanta gente. Mira, hacemos una cosa. El día que me dejes hacer sexo anal, te dejo hacer topless, ¿vale? - sonreí por dentro. No me parecía tan mala idea.

  • Pues mira, igual me lo pienso.

  • En serio- dijo David sorprendido mirándome con los ojos muy abiertos. La verdad es que llevaba desde siempre pidiéndome de probar el sexo anal y nunca le había dicho que sí, porque me daba miedo. Pero a esas alturas ya…

  • Si, por qué no.

  • Vaya -dijo David emocionado-. Tendría que haber pedido algo más… un trío mejor. Haces topless si primero hacemos un trío, ¿qué te parece?

  • Un trio ya sabes que podemos hacerlo cuando quieras - me miró con la boca desencajada-. Sí, cuando quieras llamas a un amigo tuyo y lo hacemos- hizo una mueca, comprendiendo.

  • ¡Venga ya! No me refiero a ese tipo de trío…

Nada más volver al hotel, le dije a mi marido que se adelantara a la piscina, que iría en seguida y fui rápidamente a la habitación. Por fin sola, cerré la puerta por dentro, y me desnudé al completo, como en aquella cala. Me miré en el espejo de cuerpo entero del armario. Las líneas blancas del bikini se empezaban a desdibujar un poco, e incluso me había quemado un poco los pechos, y las nalgas. Esa marca rojiza era la señal de lo prohibido, del pecado, y de lo que había ocurrido esa tarde… En seguida volví a notar ese característico ardor que me inundó por dentro. Comprobé el resto de mi cuerpo, por si tenía alguna otra marca que pudiera delatarme de la intensa jornada de sexo que acababa de tener. No vi chupetones, ni arañazos, ni mordiscos. Sólo tenía las rodillas un poco rojas del rato que pasé de rodillas, pero no llamaba demasiado la atención, así que no había ningún problema. El quemado delataba que había hecho nudismo, pero eso me daba igual. Podía haber hecho nudismo en algún lugar apartado, lo que le molestaba a mi marido es que lo hiciera delante de más gente. Recordar lo sucedido volvía a encenderme sin remedio. Me acaricié el cuerpo, desde el cuello, pasando por mis pechos hasta el pubis. Los pezones se me erizaron.

Aún estaba sucia de la playa, notaba la piel tirante de la sal y todavía tenía algo de arena en los pies y algún que otro recoveco, pero me dio igual. Fui a la cama y me tumbé sobre las sábanas blancas recién cambiadas. Estiré brazos y piernas, y me retorcí ocupando todo el espacio, dejando que las sábanas inmaculadas acariciaran toda mi piel. El tacto suave y fresco de la tela contrastaba con mi piel caliente, de todo el día al sol. Encorvé la espalda, para poder sentir también el roce entre mis nalgas y mi entrepierna, que se empapaba por momentos, mientras acariciaba mis pezones duros lentamente, poniéndome a tono. ¿Qué posibilidades habría de que ese muchacho se alojara en mi mismo hotel? No había muchos hoteles en la zona. Quizá estuviera alojado allí mismo, y no me había fijado. Debería estar más atenta en la piscina a partir de entonces… Aunque también existía la posibilidad de que se alojara en un camping o en casa de algún amigo. Podría incluso haber venido a esa playa de un pueblo más lejano, e incluso puede que hubiera venido desde su casa en otra ciudad a pasar sólo el día. Las probabilidades de que estuviera en mi hotel eran prácticamente nulas.

Sin embargo, fantaseé con la posibilidad de que él estuviera alojado allí, en una habitación de esa misma planta, mientras me acariciaba los pechos y restregaba los muslos apretando con fuerza. Aprovechando que mi marido bajaba a la piscina, yo me asomaba a la puerta, desnuda, y él me veía desde el fondo del pasillo, y sin pensarlo, echaba a andar hacia mí, totalmente desnudo, con su enorme miembro colgando y balanceándose mientras caminaba tranquilamente sin pudor, con puertas de habitaciones a ambos lados, que podrían abrirse en cualquier momento. Mientras yo no podía apartar la vista de ese cuerpo bronceado, musculoso y depilado, sus ojos verdes y su barba cuidadosamente descuidada, que acariciaba, pero sin llegar a pinchar. Y, sobre todo, no podía apartar la mirada de su miembro, esa enorme verga que me hacía gozar tanto, a la que adoraba y que no podía esperar tener dentro. Colgaba majestuosa al inicio de su paseo, y a pesar de que estaba flácida, era gorda, y de un palmo de larga; conforme iba acercándose a mí, se iba inflando, levitando en el aire, cada vez más tiesa, hasta que al llegar a mi habitación estaba totalmente dura apuntándome. Como saludo, en lugar de dos besos o estrechar la mano, acercaba mi mano y le agarraba la polla, y la apretaba para notar que estaba dura como el acero. Una gotita de líquido preseminal asomaba en la punta, como si babeara por verme. Acto seguido se me abalanzaba, empujándome al interior de la habitación, y cerrando la puerta tras de sí, con cerrojo, para asegurarse de que nadie nos molestara. Nada podría impedir que me hiciera suya y me usara todo el tiempo que quisiera. La llave de mi marido no funcionaría y si quisiera volver, no podría entrar. Tendría que esperar en el pasillo hasta que él hubiera terminado conmigo, y estuviera bien harto y satisfecho, escuchando mis gemidos desde el otro lado de la puerta, totalmente desconocidos para él.

Estaba ya ardiendo, los muslos empapados de flujos de tanto rozarme, y los pezones me dolían de lo duro que estaban. Tampoco tenía mucho tiempo, David me empezaría a echar de menos en breve, así que fui al grano. Abrí bien las piernas, y me acaricié los labios, mojando bien los dedos. Tenía la vulva hinchadísima y empapada, de mi interior emanaba flujos sin parar. Había hecho un buen calentamiento. Introduje un dedo dentro, y apenas noté nada, por lo mojada que estaba. Introduje dos, y también lo noté ancho. Aún estaba muy abierta de la follada de esa tarde. Maldije por no haberme traído mi consolador, que en ese instante descansaba en el primer cajón de mi mesita, junto a las bragas, en casa. ¿Sería suficiente o también me quedaría pequeño? Normalmente es bastante, aunque también suelen ser suficiente dos dedos cuando me masturbo… En cualquier caso, no lo tenía allí, de modo que me retorcí un poco para estirar más el brazo, e introduje el tercer dedo. Ahí ya sí pude empezar a sentirme llena por fin. Me escocía un todavía un poco del polvo, por el agua salada, algún resto de arena y por el inusual tamaño del visitante, al que no estoy acostumbrada. Pero me dio igual, no me dolía tanto como para cortarme el rollo, solo lo suficiente para incrementar el gusto, y retrotraerme mejor al encuentro en la calita.

Me empecé a acariciar el clítoris también, buscando correrme rápido, para así tener tiempo al menos para dos orgasmos. Sin embargo, no conseguía encontrar el punto, me fallaba la concentración. El subconsciente me jugaba una mala pasada. En el fondo, también me sentía culpable y algo intranquila. No por el polvo, había sido magnífico, y había disfrutado de manera increíble. Hacía mucho tiempo que no me calentaba tanto y follaba con tanta pasión. De hecho, no conseguía recordar la última vez que había tenido tantos orgasmos seguidos. Pero estando tan cachonda me había dejado llevar, había sido muy irresponsable y ahora me sentía algo incómoda en mi interior. Follar de esa manera tan salvaje, con un completo desconocido, sin ningún tipo de precaución había sido muy irresponsable… aunque verdaderamente delicioso. Mi conciencia me bombardeaba a sermones, y no conseguía callarla, haciéndome sentir culpable. Pero por más que me recordara lo mal que había estado serle infiel a mi marido, no sentía el más mínimo arrepentimiento. La verdad es que estaba sorprendida, había esperado sentirme muchísimo peor. Lo único que lamentaba era no haberle pedido el teléfono al chico. De hecho, con las prisas por irme no sabía ni su nombre… Y ahora ya era tarde. Eso sí, tenía claro que al día siguiente convencería a mi marido para venir a la misma playa, y nos pondríamos en el mismo sitio que hoy. Quizá habría suerte, y el muchacho también volvía…

Lo que me incomodaba en realidad era el tema de no haber tomado precauciones. Para callar por completo mi voz interior, me tranquilicé y medité con calma. Aún faltaba una semana para el inicio de mi ovulación, y no se había corrido dentro, por lo que era muy improbable que me hubiera quedado embarazada. No merecía la pena ir a buscar la píldora del día después, además de que sería imposible que mi marido no se diera cuenta. Por lo tanto, lo mejor sería acostarme con David lo antes posible, sin preservativo. No sería difícil, aunque siempre solíamos usar, había veces que jugábamos un poco sin él. Sabía cómo calentarlo para conseguirlo, lo conocía bien, y no me costaría trabajo convencerle para que me la metiera un poco en los preliminares, antes de ponérselo. Así, si en un par de meses nos llevábamos una sorpresa, las fechas cuadrarían sin problema. Esa noche no, porque aún estaba muy abierta, y sin condón seguro que David notaría el espacio muy grande para él. Pero a la mañana siguiente debía hacerlo sin falta.

Zanjado ese asunto, por fin pudo respirar profundamente y notar como la espina que tenía clavada, desaparecida. Volví a concentrarme en mi cuerpo e introdujo el 4º dedo, a la vez que introducía el índice de la otra mano en mi culo, abierto y dolorido. Eso me hizo volver inmediatamente a la playa, al sentir de nuevo esa mezcla de dolor y placer que me invadió cuando él me penetró por primera vez, corriéndome al instante, con un orgasmo tan intenso que me hizo estremecer todo el cuerpo y me nubló la vista...