Cuernos a mi marido con un hombre casado

Dicen que más vale tarde que nunca. Me encuentro con una historia del pasado, una historia a medias, que voy a tener que decidir si completar.

Era lunes, fui temprano al starbucks por mi Té Chai y mientras esperaba a que me lo prepararan escuché una tímida voz diciendo mi nombre

  • ¿Camila?

Y al voltear vi a Javier, un compañero de la universidad, que no veía desde entonces.

  • ¡Javier! wow, qué sorpresa ¿cómo estás?

Beso, abrazo, sonrisa y bla bla bla. Yo estaba más interesada en que me despacharan mi té y regresar a la oficina a seguir rompiéndome la cabeza para optimizar la ya optimizada hasta la náusea estrategia de costos.

  • Bien, bien gracias, ¿y tu qué tal? yo trabajo en el edificio de enfrente, soy analista de riesgo

  • ¿de verdad? ¿cómo crees? yo llevo trabajando cinco años en la calle de atrás y no te había visto

  • Bueno, es que casi acabo de entrar, antes estaba en otro lado

En ese momento mi té estuvo listo y agradecí que fueran tan rápidos, de verdad me urgía regresar.

  • Me da mucha pena de verdad Javier, pero me tengo que ir, a ver que otro día coincidimos y seguimos platicando

  • Te invito a mi cumpleaños, va a ser el sábado, me gustaría muchísimo que fueras - Dijo acompáñandome a la salida

  • Ah Ok, muchas gracias, pues si con mucho gusto, apunta mi número y me mandas la dirección por whatsapp ¿va? perdóname que me vaya pero es que si llevo mucha prisa. - De nuevo beso, abrazo y bla bla bla

Mientras caminaba de regreso a la oficina recordé las circunstancias en las que conocí a Javier.

Estudié con él en la universidad, era el típico personaje low-profile que no era ni brillante ni inepto, simplemente mediocre.

No éramos amigos, de hecho él casi no tenía amigos, salvo por un par de chicos raros que tampoco socializaban mucho.

Pero siempre supe que yo le gustaba, sentía sus miradas en clase, cuando iba por el campus, en la biblioteca y en las fiestas en las que llegamos a coincidir.

Y entonces recordé una fiesta en especial, una a la que fui con mis dos mejores amigas, en la camioneta de una de ellas.

La fiesta era muy lejos, casi fuera de la ciudad, pero nos animamos a ir porque iban a ir los guapos de la escuela, en particular dos chicos con los que mis amigas ya estaban en trámites de algo más que una amistad.

En aquel entonces yo tenía una figura de infarto, delgada, cintura diminuta, caderas anchas, piernas bien torneadas porque practicaba patinaje y por supuesto mis senos eran firmes y turgentes. Pero sin novio. Creo que en aquel entonces no estaba de moda el término "forever alone", pero yo era la definición. Guapa e inteligente pero sola.

Mis amigas me advirtieron que la fiesta era la oportunidad para cazar un partido digno de mis virtudes.

Así que me permití usar para la ocasión una minifalda de cuadritos azul con blanco, muy ajustada que resaltaba mis curvas y me hacía lucir mis bonitas piernas.

Arriba un crop top holgado blanco que sin mostrar mucho daba la idea de la cantidad y la calidad de lo que había debajo.

Peinado sexy y perfume seductor.

Javier hizo intentos a medias y fallidos de acercarse a mí durante toda la fiesta, ya que yo siempre estaba bailando o conversando con algún otro chico de los muchos que conocí ahí. Que al final ninguno me convenció porque ni siquiera se molestaban en ocultar el hecho de que solo me querían meter mano por esa noche.

Cuando la fiesta terminó, mis amigas salieron con sus nuevos novios.

Yo salí sola, o al menos eso pensé.

  • Hola Camila, ¿te puedo acompañar?

  • Hola... Javier - No se como hice para recordar su nombre

  • ¿Vas muy lejos? Si quieres te encamino

  • Ah no te preocupes, vengo con mis amigas y traemos coche, si quieres te damos raid

Hasta ahí iba todo bien, pero entonces noté que lo que me pareció una camioneta muy grande y cómoda de ida, no iba a ser suficiente para tres chicas y tres chicos ya de regreso.

Cuando le dejé saber a mi amiga el problema, pronto me dí cuenta de la magnitud de mi ingenuidad.

  • Pues te sientas en sus piernas - Y me cerró el ojo con complicidad asumiendo que yo también había encontrado con quien darme de besos esa noche.

Tímidamente le comuniqué el plan a Javier, y noté que se apenó mucho.

  • Al menos es una buena señal, no se va a aprovechar de la situación - Pensé

Nos detuvimos junto a un parque por donde a esa hora no pasaba ni un alma, porque obviamente mis amigas querían entregarse a la pasión con sus ligues. De hecho en el camino ya venian toqueteándose y besándose. Manos se deslizaban por abajo de las faldas o por enmedio de un escote. Susurros y risillas. A mi amiga que venía manejando le venían sobando las piernas. Yo solo veía y escuchaba y me empezó a dar un calorcillo en el vientre bajo.

Las dos se bajaron de la camioneta con sus novios para perderse en la oscuridad del parque y nos dejaron solos a Javier y a mí.

Una de mis amigas me dijo al oído antes de bajar del auto: No seas apretada, dale una probadita - Y noté que Javier lo escuchó.

Yo había viajado todo el trayecto sentada prácticamente en las rodillas de Javier, dándole espectáculo de cómo se veía mi trasero en la minifalda ajustada, lo cual había despertado su virilidad, me di cuenta cuando me senté junto a el. Había un bultote en su pantalón.

Yo por mi parte me había excitado un poco con el cachondeo de mis amigas y fue entonces que consideré que darle una probadita a Javier podría ser divertido como travesura.

  • ¿qué es eso? - pregunté con malicia pero fingiendo inocencia, mientras señalaba el bulto en su pantalón

  • eeehhh... ¿esto? es... eh, bueno... es que así se hace el pantalón - dijo notablemente apenado

  • No es el pantalón, se te paró el pito, ¿te excitó que me sentara en tus piernas?

Javier no sabía que contestar

  • Oye, ¿me puedo sentar en él tantito? es solo curiosidad - Obtuve un sí apenas audible, incrédulo

Así que me acomodé para depositarle mi redondo trasero encima de su entrepierna y pude sentir su erección.

Dejó escapar un - ahhh - de satisfacción cuando dejé caer todo mi peso en él, pero seguía paralizado

  • ¿cómo es posible que sea tan tímido? ¿será que aún es virgen? - Pensé verdaderamente sorprendida

Y entonces comencé a frotar mi trasero en su pene pero todo lo que logré conseguir es que empujara su cadera para encontrarse con la mía. Fui yo la que tuvo que tomar sus manos y llevarlas a mis carnosas copas por debajo del crop top.

  • Se siente rico, está duro ¿a ti te gusta?

  • Ajá, mucho, me gusta mucho - en tono como de quien estuviera aguantando dolor

  • Oye, me gustaría que lo frotaras en mi vagina, por arriba de mi ropa interior ¿quieres?

  • Ssssi, si quiero

  • Espera, vamos a acomodarnos mejor - le dije mientras me inclinaba contra el asiento trasero.

  • Creo que es mejor si te bajas el pantalón - tuve que indicar, porque él seguía atónito

Levanté mi minifalda que me quedó como cinturón, Tomé su pulsante erección y la puse en medio de mis piernas para que frotara mi clítoris por encima de la delgada panty.

Javier al fin pareció tomar control de sí mismo y sujetándome por las caderas comenzó a moverse como si me estuviera penetrando. Luego de algunos minutos de apretujar mis voluminosas, jóvenes y firmes nalgas, eyaculó embarrándome las piernas y los asientos de piel de la camioneta.

Esa noche fue la única vez que hicimos travesuras. Luego de eso todo regresó a lo de siempre, ambos a nuestros estudios y él con sus amigos raros.

No pasó mucho tiempo para que yo recibiera en mi whatsapp la dirección de la casa de Javier.

Durante la semana chateamos para ponernos al tanto y nos contamos lo que hacíamos, que estábamos casados, ambos sin hijos aún, etc., etc.

Yo estuve todos esos días acariciando la idea en mi mente de que Javier podría ser el corneador que mi esposo y yo estábamos buscando.

Serio, controlado, estable, con un matrimonio que cuidad por lo que habría pocas probabilidades de dramas o celos.

Pero ¿cómo estar segura? ¿sería buena idea consultarlo con mi marido? ¿o consultarlo con Javier primero?

Y al final decidí que su fiesta de cumpleaños sería el momento y el lugar para hacer la prueba y sondear a Javier.

Así que consideré desde un coqueteo leve hasta seducción total, a ver cómo se daban las cosas.

El día de la fiesta llegó y mi marido y yo salimos temprano para estar puntuales.

Yo llevaba un mini tight dress no muy corto, pero sí muy ajustado. Definitivamente no era lo mismo que la minifalda de hace 20 años pero seguramente a Javier le iba a encantar. Al menos a mi marido se le hizo agua la boca.

Al llegar ya había muchísima gente, supongo que la mayoría compañeros de su trabajo. La casa era muy grande, y tenía un patio enorme donde habían puesto mesas para los invitados y un espacio en el centro como pista de baile.

  • Wow, eso de analizar riesgos si que paga muy bien - Pensé

Cuando nos recibieron, Javier nos presentó con su esposa.

Una mujer de nuestra edad, muy guapa, rubia, muy delgada y bajita con ojos color entre azul y gris.

Muy seria pero amable.

Javier ya me había anticipado que era muy conservadora, y pensé: tal para cual...

Comimos, bebimos, charlamos y bailamos.

Mi marido que es muy sociable inmediatamente acaparó la plática de los caballeros con sus historias, unas reales y otras inventadas.

Por la cara que tenían todos se podría haber pensado que estaban a punto de ser convencidos de algo y pensé: mi marido y su alma de vendedor hasta cuando no está trabajando.

De hecho creo que hasta estaba haciendo contactos para negocios, lo cual iba a ser muy bueno para mí porque así iba a tener más margen de acción con el cumpleañero.

Que por cierto, el cumpleañero no perdía oportunidad de mirarme las piernas, que ya sentada y gracias al vestidito que se me subía demasiado, eran el deleite visual de muchos en la fiesta.

  • ¿es mi imaginación o trae una erección? - Pensé cuando lo ví pasar por enésima vez por enfrente de mi mesa para verme las piernas.

Estuve atenta y cuando noté que la esposa de Javier se entretuvo con unos invitados, vi mi oportunidad y me acerqué a él para preguntarle dónde estaba el sanitario

  • Hay uno arriba, al final del pasillo luego de las escaleras, dando la vuelta por.....

  • ¿me acompañas? - interrumpí con una sonrisita coqueta

Extrañado por la solicitud aceptó y subimos.

Ya estando a solas le revelé mi plan

  • No quiero ir al sanitario, quiero darte tu regalo, pero no hay que perder tiempo, tú dime donde

  • ¿mi... regalo? - Preguntó mientras el muy torpe me veía las manos vacías

  • Si, tu regalo, algo que quedó pendiente hace como veinte años

Y entonces vino la epifanía, recordó aquello y supo a lo que yo me refería.

  • ¿entonces cumpleañero? ¿dónde? - Insistí

Titubeó demasiado, como si no conociera su propia casa, y entonces sugerí que en su recámara.... si, justo ahí donde duerme con su abnegada esposa

A falta de imaginación y con la premura encima, aceptó.

Tan pronto estuvimos ahí, nos lanzamos el uno al otro para darnos un faje furioso, en el que recorrió mis curveadas formas estrujando con fuerza ahí donde había más carne, carne firme, bien formada y abundante, en contraste con su delgada y grácil esposa que apenas y tenía atributos.

Nuestras lenguas se enredaron en una danza erótica donde la suya entraba y salía de mi boca simulando lo que Javier seguramente ya estaba queriendo consumar.

Creo que sería buena idea que cerraras la puerta - sugerí

Cerró la puerta y puso el seguro, no sin antes asomarse para asegurarse de que nadie estuviera por ahí.

Al voltear yo ya estaba puesta en cuatro en su cama, con el vestido levantado hasta la cintura

  • Feliz cumpleaños - dije y pase mi lengua por mis labios

Javier se acercó, se bajó el pantalon y liberó la erección que yo ya había visto y que clamaba por alivio

Yo hice a un lado mi cachetero de encaje y me empiné totalmente, con los brazos extendidos para poder afianzarme a la cama y resistir el embate que estaba por venir.

Sentí su pene abriéndose paso en mi vagina, y como si la experiencia que vivimos en la universidad siguiera fresca en su mente, comenzó a estrujarme las nalgas igual que aquel día, con la sustancial diferencia de que su pene ahora gozaba adentro de mi, y no entre mis piernas.

Javier alcanzó mi largo cabello y lo jalaba con cada estocada que me daba.

Yo hubiera querido gemir y gritarle que me partiera por la mitad, pero la verdad es que no quería arruinarles la fiesta a los demás.

  • ¿te gusta tu regalo? Te regalo mis nalgas, úsalas cuando quieras - dije bajito

  • Si, me gusta mi regalo, me gusta mucho, estás bien rica

  • No te reprimas.... dime lo que quieras - dije sin imaginar lo que esa sugerencia iba a provocar

  • Que delicia de culo tienes mami, me encanta tu culote gordo, ¿te gusta cómo te la meto? ¿le vas a decir a tu maridito que te partieron el culo y te gustó?

Estaba tan sorprendida y emocionada con el cambio de Javier, que no contesté nada pero eché las nalgas para atrás con más fuerza dejándole saber que todavía podía recibir más fuerte

Entonces me empezó a coger muy fuerte, el ruido de su cadera chocando con mi trasero ya sonaba muy alto y supliqué a las fuerzas que gobiernan todo lo erótico y sensual que nadie fuera a escuchar, que nadie fuera a subir, y que me fuera concedido sacar al verdadero hombre que Javier tenía dentro y que había estado encerrado en un cascarón de santurronería por tantos años.

Mi esposo quería un corneador para mí que me hiciera lo que me estaban haciendo en ese momento, y era una lástima que no estuviera ahí para ver lo que tantas veces habíamos imaginado mientras hacíamos el amor.

  • Volteate, ahora te quiero coger de misionero - dijo un Javier ya más seguro, con una incipiente autoridad

Obedecí y de inmediato lo tuve entre las piernas, su pene duro penetrándome con furia.

Javier intentó quitar dos botones en mi escote para llegar a mis tetas, pero solo eran de adorno, así que bajé los tirantes del vestido, mostrándole el bonito brassiere de encaje que hacía juego con el cachetero del cual seguro ya ni se acordaba.

  • ¿también éstas son mías? - y chupeteó tan fuerte que temí que me fuera a dejar una marca en las tetas

  • toda yo soy tuya - dije con voz entrecortada porque justo en ese momento me embistió fuertísimo

  • Estas tetotas son mías, y las voy a usar cuando me de la gana

  • Si mi vida, cuando te de la gana. Si tu esposa no se deja me hablas y yo te doy las nalgas, las tetas, lo que quieras

Y entonces penetró, beso, chupó, manoseó, estrujó, con fuerza, con deseo reprimido por años.

  • Móntame pero dándome la espalda - Dijo ahora sí ordenando

Entonces lo cabalgué segura de lo bien que se debió haber visto mi cabello negro largo cayendo por mi delgada espalda casi hasta llegar a mis generosas nalgas enfundadas en el cachetero negro de encaje.

Subí, bajé, me moví en círculos, me quedé quieta un instante, volví a subir y a bajar y sentía como me corneaba aún con furia, e imaginé que toda esa fuerza y energía estuvieron contenidas desde el día que lo dejé con las ganas de cogerme.

  • Cógeme, soy para ti, cógete estas nalgotas que son para ti

  • ay, me vengoooo - exclamó en voz alta y yo solo cerré los ojos segura de que ahora sí nos habían escuchado

Pero no, nadie escuchó porque nadie subió, el bullicio abajo seguía igual.

Me levanté y todo el semen salió de mi, bañando el regazo de Javier, que yacía en su cama sin fuerzas.

Me acomodé toda la ropa de nuevo y en su espejo tomé un cepillo de su esposa y me peiné.

Pensé: me acabo de coger a su marido, sería ridículo que me diera cargo de conciencia usar el cepillo de la señora.

  • Voy a bajar yo primero, tú quédate aquí un rato más. Si alguien pregunta yo vine al sanitario y tu a recostarte porque te duele la cabeza - Prescribí y salí de inmediato.

  • ¿dónde estabas mujer? - Preguntó mi marido tan pronto como me vio

  • Salí a fumar con Javier a la calle para poder platicar un rato, ¿no me viste salir?

  • No te vi ni salir ni entrar. ¿dónde está él?

  • No sé, dijo que le dolía la cabeza y se metió ¿me preparas algo de beber mi vida?

Todavía nos quedamos un rato en la casa platicando con otras parejas, de verdad qué bien que había tanta gente en la casa, perfecto para portarse mal a escondidas.

De regreso en el auto mi marido me contó de todo lo que platicó y de los negocios que aprovechó para hacer y bla bla bla.

Yo solo le daba por su lado con frases como:

  • ¿de verdad? que bien

  • ajá

  • ¡qué interesante!

Pero en realidad me urgía llegar a casa a asearme porque ya se me venía saliendo el poco semen que Javier me había dejado adentro. Además venía tratando de justificar lo que acababa de hacer.

  • ¿terminar lo que había empezado hace veinte años?

  • ¿prueba piloto para lo que mi esposo de todas maneras quería?

  • ¿pecado mortal? me cogí a un hombre casado en su tálamo nupcial. Ahí donde ha amado y deseado a su compañera.... ¿ahí donde quizá por lo menos una vez fantaseó con terminar lo que iniciamos hace veinte años?

Aparte de eso, una cosa era segura, para mi cumpleaños el regalo tendría que ser excepcional.