Cuentos - Prostitución
Hace muchos, muchos años, por casualidad conocí a una mujer cuya profesión era la prostitución.
Hace muchos, muchos años, por casualidad conocí a una mujer cuya profesión era la prostitución. No era una mujer joven, ya que era abuela, sin embargo tampoco era una mujer vieja. Estaba bien conservada, Yo la conocí como señora de su casa. Vivía con y trabajaba para mantener a una nieta. Me explicó que su hija, que también se dedicaba a la misma actividad, no había entendido que en su profesión, una mujer no puede perder el sentido de su realidad circundante y por ello no puede hacerse adicta al alcohol ni a las drogas, pero su hija no lo había entendido y por ello, dejó prácticamente abandonada a su nieta, la cual, cuando yo las conocí era prácticamente hija de la que en realidad era su abuela, joven aún, pero su abuela al fín. Soy asesor profesional en seguros y a esta mujer la conocí por referencia de otra persona. En México es extremadamente difícil hacer entender a un hombre la importancia que reviste tener un seguro sobre su vida a favor de su esposa. He tenido casos en que me han respondido: - Cuando yo muera, que "sancho" se encargue. Insulto ignominioso que lleva a considerar a su esposa, una mujer infiel. En otras ocasiones, cuando tienen algún negocio, que ellos personalmente manejan, y en el cual no interviene la esposa, me dicen que no importa si ellos mueren primero, ya que su negocio deja para mantener a la familia; y cuando les hago ver que su esposa no entiende el negocio, argumentan que ellos tampoco conocían su manejo cuando empezaron. Son incapaces de entender que si ellos fallecen, sus esposas, además de tener el sufrimiento de su pérdida, tienen hijos, muchas veces pequeños, a los cuales atender, y que empezar a entender de un negocio del cual no sabe nada, puede hacerles la vida miserable. Otros me dicen que mejor el costo anual del seguro sobre su vida a favor de su esposa e hijos, lo emplean en un viaje a la playa cada año. En fin . . . Pero, nuestra amiga, de la cual os estoy hablando, no obstante que me confesó no tener casi estudios, cuando le expliqué la importancia de una póliza de seguro sobre su vida que amparara la continuidad de manutención y estudios de su nieta_hija hasta que fuera capaz de mantenerse por si misma, lo entendió perfectamente y adquirió una póliza suficiente para cumplir ese fin, en caso de fallecimiento prematuro de ella. La traté por muchos años. La visitaba en su departamento por las mañanas periódicamente para realizar el cobro de la prima. Siempre fue extraordinariamente amable, se mostró interesada en las pláticas que sosteníamos por veinte o treinta minutos, sobre diversos temas, nos despedíamos afectuosamente hasta la nueva visita. Por muchos años mantuvo su póliza en vigor. La Ciudad de México, en la que nací y que era una ciudad excepcionalmente hermosa allá por los años 1940, con un millón de habitantes, cielo azul y claro, viento fresco, lluvias veraniegas, de pronto se torno en una ciudad propia para locos, hacinada, sin cielo azul, sin claridad, llena de humos tóxicos, llena de basura, con calles además de sucias inseguras, que en la temporada de lluvias se anegaba por falta de drenaje adecuado, en fin no apta para la vida; y un día harto de ella, decidí emigrar a otra población donde la vida se pueda realizar con sencillez y sin basura_contaminación. Por ello tuve que despedirme de esta buena amiga, dándole las indicaciones precisas para que pudiera continuar con su póliza aún cuando yo no estuviera presente. Espero que haya visto crecer a su nieta_hija y la haya visto convertirse en una mujer como ella siempre me dijo que esperaba fuera con la educación que día a día le impartía con esmero. Nunca perdáis de vista que la prostitución es una profesión indigna, pero no para la mujer que la realiza, sino, como todas las demás acciones que la humanidad realiza en contra de sí misma, es indigna para aquel que considera que con un billete puede hacer uso del cuerpo de otra persona para sentirse bien. Ese hombre es el que ha perdido la dignidad, ya que si fuera consciente de su función daría su esfuerzo para que esa mujer diera su cuerpo por amor y no por la necesidad de sobrevivir; daría a esa mujer su amor, para que ella le retribuyera con hijos a los cuales educar y convertir en hombres y mujeres dignos; daría su vida por tener, con esa mujer, una familia en cuyo seno morir. Sin embargo, tal parece que el hombre hoy en día sólo sabe pensar en placer desmedido y dinero a mansalva. ¿Qué no es la vida, esta única vida que nos ha tocado en suerte, lo bastante hermosa como para vivirla con felicidad y no rodeada de tanta ignominia?