Cuentos para arrullar cazadores (wincest)
Es el primer encuentro íntimo entre los hermanos Winchester. Por favor, aquellos que no sean fanáticos de Supernatural, propiamente del Wincest, ni lo lean, perderán su tiempo, no van a poder apreciarlo como debe ser. Gracias por sus comentarios. Yo amo a este par y algún comienzo debían tener.
CUENTOS PARA ARRULLAR CAZADORES
-Por favor, Dean, léeme otro cuento! Dijo Sammy observando fijamente a su hermano mayor con sus expresivos ojos de cachorro extraviado. Sin duda, el mayor de los Winchester era su ídolo, su maestro, casi podría decirse que a veces lo veía como a su propio padre.
-Por hoy se acabó, campeón.- Contestó Dean cerrando el libro y alborotando los largos cabellos de su hermanito.-Es tarde ya y papá ordenó que te acostara a las 9 de la noche, recuerdas? -Sammy entornó los ojos y utilizó su arma más letal: el puchero, ese gracioso mohín con sus labios que siempre le conseguía lo que fuera.-Por favor? No tengo sueño! – Insistió.
Dean se sintió conmovido, amaba profundamente a ese niño, pero había que obedecer las reglas.
-Lo siento, son órdenes de papá. –Sammy comprendió que tal vez, sólo tal vez no se saldría con la suya en esta ocasión, pero obstinado como era, decidió tentar a la suerte.
-Pues no tengo sueño! –Y corrió a encender el viejo televisor del cuartucho de hotel que John había dejado pagado por toda una semana; tenía un trabajo por terminar, les dijo a sus muchachos y le habló especialmente fuerte a Dean, como era su costumbre, era su orgullo, su pequeño y obediente soldado, el guardián de su hermano. –Cuida a Sammy con tu vida, has entendido? –le decía siempre Jonh además de –Dispara primero y pregunta después- letanía que ya se sabía de memoria y culminaba cuando ponía el revólver en las manos de su hijo mayor quien solamente asentía y suspirando, guardaba el arma cargada debajo de su almohada. Eso era rutina para ellos.
-Sam, obedece! –Gritó Dean y ante aquel cambio de voz, Sammy comenzó a lloriquear –No tengo sueño! Quiero a papá! –Esto último sorprendió a Dean sobremanera, pues hacía varios meses que no tenía que lidiar con ese comportamiento-Tonto de mí-decía para sí mismo- quiero hacerlo ya un hombrecito, pobre pequeño.
Se acercó a Sam y lo alzó en brazos a pesar de que ya estaba algo crecido para eso, Sammy ya lloraba quedito como acostumbraba, para llamar la atención. Dean decidió suavizar su tono de voz.
-Ya, ya pequeño, todo estará bien, lo prometo –Es que, -le interrumpió Sam entre hipos-tengo miedo, Dean, no quiero dormir solo!-dijo Sammy, rodeando a su querido hermano por el cuello con los dos brazos.
-O.k. O.k. ya Sammy, esta noche dormiremos juntos, está bien? –Sammy asintió encantado, cómo admiraba a su hermano mayor! Y se dejó llevar en brazos a una de las destartaladas camas de la habitación.
-A ver, permite que te limpie la cara, estás hecho un asco! Así ni creas que dormirás conmigo Sam, escuchaste? –Reprendió cariñosamente Dean. Sammy por su parte, decidió molestar a su hermano que ya empezaba a dar señales de fastidio y eso era lo más divertido para él. Ya pasaban de las 10 de la noche y si John llegaba, que era bastante improbable, pero siempre cabía la probabilidad, lo haría de mal humor y tal vez hasta con aliento alcohólico, alguien pagaría y ciertamente no sería el pequeño.
-Sólo si me atrapas primero! –Gritaba Sammy alegremente, saltando de una cama a otra hasta que logró colmar la paciencia de Dean y éste lo sujetó fuertemente por los hombros –Compórtate ya, Sam. Ya no eres un bebé! – Remató sujetando la carita de su hermano con las dos manos, obligándolo a mirarlo a los ojos. –Qué hermoso es-pensó Dean mientras aseaba la carita de Sammy con sumo cuidado y observando los bellos ojos multicolor del muchachito se sintió prácticamente hechizado, absorto contemplando tanta ingenuidad, tanta pureza y sobre todo tanto cariño, qué lejos estaban sus experiencias tan fugaces como insatisfactorias, con sendas jovencitas; todas y cada una de ellas compartían algo en común, eran olvidables por ser igualmente tontas y vacías. Espantado por el rumbo que tomaba su pensamiento, Dean se reprendió a sí mismo. –Qué tontería-masculló para sí el joven cazador-Cómo podría siquiera comparar aquellas relaciones de índole puramente sexual con este cálido contacto, su tierno y pequeño Sammy confiado entre sus brazos. –Por Dios- pensó y sintió deseos de vomitar, de improviso soltó a Sam y se alejó del dormitorio a grandes zancadas.
-Esto no está bien, cómo podría? –se decía una y otra vez mientras se encaminaba al baño, tenía la imperiosa necesidad de extinguir la vergonzosa erección que ya empezaba a dolerle y que evidenciaba la atracción que sentía por Sam, su pequeño Sammy. –Es mi hermano pequeño! Mi pequeño y dulce Sammy! Soy un monstruo!
Pero no contaba con que Sammy lo había seguido y sin hacer ruido, se quedó pegado a la desvencijada puerta del baño, escuchando el extraño monólogo de su hermano mayor con bastante curiosidad. Ya había tenido oportunidad de escuchar a Dean masturbándose en otras ocasiones, a veces lo hacía en la cama, creyendo que él dormía. Pero también sabía que “hacía eso” en el baño, por lo que decidió enmendar su anterior acto de insubordinación, ayudando gentilmente a su hermano.
-Oye Dean, necesitas esto? –Dijo Sam tocando discretamente la puerta y pasándole por debajo una revista pornográfica. Una de tantas que Dean guardaba para su uso personal, así lo entendía él. Dean enrojeció de vergüenza y abrió la puerta de golpe, asustando a Sam quien retrocedió ante la furia de su hermano mayor. –Y tú qué carajos haces con esto- Dijo sin tocar siquiera la revista del suelo. Sammy se encogió de hombros y respondió-Como quieras! Yo ya sé lo que haces por las noches, si hoy también lo necesitas, yo me haré el dormido, pero por favor, ya no te enojes conmigo, si? –Terminó de decir el pequeño con tal ternura que Dean quiso que la tierra se lo tragara.
Simplemente no daba crédito a lo que escuchaba, el niño sabía que él se masturbaba? Peor aún, entendía el significado de aquello? –Dios mío, qué he hecho- pensó Dean. Sammy, inocentemente se limitó a recoger la revista del suelo y se puso a hojearla ante la atónita mirada de su hermano.
-Aunque no entiendo qué chiste le encuentras a estas fotos –dijo Sammy con una expresión tan neutral que Dean no daba crédito a lo que estaba presenciando.
-Sammy, yo… -Un cúmulo de pensamientos inundaron la mente de Dean, el más poderoso era la posible reacción de su padre si Sammy abría la boca, qué ejemplos le das al niño, sería una de las cosas más gratas que escucharía de John Winchester. Mejor enfrentaría la realidad, de cualquier manera el niño tendría que aprender tarde o temprano, no es así? Sammy soltó la revista y lo miró fijamente a los ojos.
-Tú me quieres mucho, Dean?
-Por supuesto que sí, por qué haces preguntas tontas?
-Es que a veces me gritas y parece como que te estorbo, tú quisieras estar con papá, ayudándolo en su trabajo, verdad? Pero papá te obliga a ser mi niñera y por eso, por eso – decía enjugándose el nuevo torrente de lágrimas con sus manitas- tú ya no me quieres, Dean…
-Nunca jamás vuelvas a decir eso, entiendes? Tú eres lo más valioso que tengo en esta vida y si algo malo te ocurriera, yo…-la voz se le quebró de emoción- yo no sé lo que haría, te lo juro…
-Pero prefieres leer tus revistas feas toda la noche en lugar de leerme cuentos! – Protestó Sammy con esa vocecita suya tan infantil, pero cargada de reproche-.
-Tienes toda la razón, campeón, prometo hacerte más caso a ti, pero por ahora ya duérmete, si? Ya es bastante tarde.
-Entonces dormiremos juntos? No me importa que lo hagas desnudo-dijo el menor ante la mirada de asombro de Dean- Ya sé que tú así duermes, yo también quiero hacerlo!- Y Sam procedió a despojarse de sus ropas ante un atónito Dean que no atinaba a responder ni mucho menos a moverse, qué decir ante tanta inocencia e ingenuidad?-Te gano el lado derecho de la cama!-gritó alegremente Sammy y corrió para apropiarse de dicho lugar a sabiendas que era el favorito de Dean, por la forma en la que acomodaba la pistola de su padre, bajo las almohadas.
Estando ya perfectamente instalado y tapado hasta el cuello, Sam llamó a su hermano-Dean qué esperas? Ya quítate la ropa y ven a dormir, no que tenías tanto sueño? Mentiroso! –lo acusaba de lo más divertido el pequeño.
-Yo, prefiero dormir vestido.
-Gallina! –Gritó Sam, cacareando como el ave mencionada.
-Me retas? Ya verás mocoso! -Y Dean se quitó la ajustada camiseta mostrando sus incipientes pectorales y sus marcados abdominales, Sam no perdía detalle lo que hizo que el rubio se ruborizara hasta el cuero cabelludo. Por qué? Se preguntaba nuevamente, él era ya todo un adolescente y Sam apenas un chiquillo con rostro de ángel que contrastaba bastante con su carácter a menudo caprichoso e impredecible, como ya lo notaba Dean muy a su pesar, ese niño era un auténtico dolor de cabeza, pero también era dulce y lo adoraba.
-Los calzones también! –Apuntó Sam, como si de un juego se tratase.
-Sammy, te lo estás buscando en verdad- dijo Dean temiendo que la erección le doblara el pene por tanta presión contra la tela de sus calzoncillos.
-Ok. Si te apena tanto, no te veré- Dijo Sam, riendo y tapándose los ojos con las manos,- contaré hasta 5, apagas la luz y ya está, cobarde!
Dean comenzó a enfurecer de verdad, pero un reto era un reto. Se arrancó los calzones de un jalón y los arrojó al buró que separaba las camas gemelas, pero lo pensó mejor y apagando la luz de un manotazo, decidió acostarse en la cama contigua, esperando que Sammy por fin se durmiera y lo dejara en paz y también que por Dios! Ya se le bajara la tremenda erección de una vez. –Tremendo dolor de huevos-pensó resignado.
-Dean, Deeeeeeeean! –Llamaba Sam desde la otra cama –no es justo!- dijiste que dormiríamos juntos, mentiroso! Dean, Dean! No te hagas el dormido!-protestaba Sam a voz en cuello. Dean se tapó hasta la cabeza fingiendo no escucharlo-maldito mocoso, ya se cansará- Pero afuera ya empezaba a llover a cántaros y perfectamente sabía lo mucho que aterrorizaban a Sam los truenos y riendo para sus adentros, Dean pensaba que bien merecido se lo tenía el cabroncito,- ojalá y se caiga a pedazos el cielo, pero no le haré caso al latoso malcriado, mira qué jugar así conmigo?-.
En esas estaba cuando sintió el peso extraño que subía de pronto a su cama.-Qué carajos?-gritó Dean, porque el pequeño Sam ya se había escurrido bajo su cobija, frente a él, dándole la espalda pegado a su cuerpo, obligándolo a estrechar la cadera contra su pequeño y bien formado traserito.
-Qué demonios te pasa, Sam? Sal de mi cama ahora mismo o le diré a papá!- Bramó Dean, desesperado, deseaba estrechar a su hermanito con todas sus fuerzas, llenarlo de besos y acariciarlo, pero se resistía puesto que aquello era anti natural, al menos eso se decía una y otra vez, mientras su pelvis traidora ya estaba en piloto automático y su juvenil verga ya reaccionaba ante la cercanía del culito virgen de su Sammy.
-Te dije que tengo miedo, abrázame fuerte o le diré a mi papá que me dejaste solo hoy por la mañana, no creas que no me dí cuenta, te irá muy mal, Dean, ya conoces a papá-dijo Sam, volteándose de improviso hasta quedar frente a frente con su hermano mayor. Ese olor a limpio, a pureza que emanaba de Sam tenía a Dean completamente idiotizado, incluso su aliento a pasta dental sabor yerbabuena le estaba embotando los sentidos al hasta entonces azote de las jovencitas.
Dean se rindió ante tal acoso y besó aquellos labios tan pequeños y tan dulces que lo volvían loco de deseo cada vez que se curvaban en un seductor puchero. Preso de irracional frenesí, desconocido para él pero igualmente feroz, abrazó fuertemente a su hermanito hasta casi fundirse con él. Sammy forcejeaba, pero no demasiado, Dean se apartó un poco de él y jadeando le preguntó si le había hecho daño. –Estás bien pequeño mío? –A lo que Sammy, también jadeante respondió apenas con un murmullo que no y ante la sorpresa de Dean, con sus manos atrajo su nuca y prosiguió besándolo tiernamente, apenas utilizando su inexperta lengua, llenando a Dean de besos tan dulces como pegajosos, cómo podría alguien resistir ante tal invitación? Así se justificaba finalmente Dean.
-Mi niño- decía Dean ardorosamente- mi dulce y hermoso Sammy, mi bebito, no dejaré que nadie jamás te haga daño, me oyes? Te amo con todo el corazón- Sam no contestaba, solamente gemía quedito excitando aún más a su hermano mayor.
Ambos probaron sus labios, sus lenguas incluso su paladar y las manos de ambos recorrieron palmo a palmo sus jóvenes cuerpos, reconociéndose, saboreándose. Las manitas de Sam acariciaban la fuerte espalda de su hermano mayor mientras Dean hacía lo mismo con el pequeño trasero de Sammy, tan suave y tan firme y ahí a su entera disposición.
Dean fue más audaz cada vez y empezó a palpar el orificio trasero de su hermanito, tanteándolo primero por los bordes para no espantar a Sam. Al ver que el niño reaccionaba meneando su colita, Dean hizo que le chupara uno de sus dedos lo que el niño hizo golosamente como si de una paleta se tratase, ciertamente su pequeño era bastante precoz. Luego, muy despacio, Dean introdujo su dedo empapado de saliva de su hermanito en el cerrado agujerito de Sammy y éste profirió un quejido de disgusto.
-Qué me haces, Dean? Eso, no me gusta, no lo hagas más, dijo sin soltar a su hermano del cuello, descansando la cabeza en el fuerte pecho de Dean.
-Está bien, campeón, no haremos nada que tú no quieras, está bien? –Terció Dean mordisqueándole una oreja al niño, sin dejar de acariciarlo, estaba feliz tan solo por tenerlo así, desnudo y tan cerca, los dos solos.
Sí, solamente dos muchachos enfrentando su soledad, aprendiendo a crecer, aferrándose el uno al otro, sólo eso, repetía Dean tratando de contener sus emociones,-papá nunca está cuando le necesitamos pero yo siempre estaré aquí por ti, entiendes, Sam?- y acunaba al pequeño Sammy entre sus brazos que ya empezaba a quedarse dormido. Liberó una de sus manos y por fin logró liberar toda la leche que había estado conteniendo desde temprano y la vació en la espalda de su hermanito. Una vez liberada su pasión, con infinito cuidado para no despertar a su niño, lo limpió diligentemente con los kleenex que descansaban sobre el buró.
-Duerme mi pequeño, descansa-susurró Dean al oído de Sam, besándolo con toda la ternura de la que era capaz el cazador, Sammy respondió con un leve ronroneo –Te amo, Dean.-Y yo a ti, mi dulce Sam.
Muchas noches de descubrimiento y placer les aguardaban, ésta solamente fue la primera experiencia y la más grata. La que les llevaría a descubrir que ambos eran más que solamente hermanos, almas gemelas y ay de aquél que intentara siquiera separarlos. Este lazo tan fuertemente unido desde muy temprana edad es el que los mantiene unidos hasta la fecha y no por nada son los mejores cazadores que hayan existido. En cuanto a todo lo que han pasado juntos, como pareja, eso ya se los contaré en otra ocasión. Es demasiado para contar en una sola historia.