Cuentos Inmorales (Cuento II)
Solo le pedí que se acostara y que ...
Apague las luces de la sala, del comedor sólo la de la cocina y una pequeña luz junto a la escalera permanecía encendida, todavía no terminaba de la vajilla de ese día, un rubor extraño se trepaba desde mi entrepierna y un sanguíneo movimiento en mis pechos me inquietaba a la par al calor que la noche pronunciaba, mi sobrino con temperatura elevada, mi marido llegaría tarde esa noche, por fin acabe con el agua y el jabón, mojada de sudor mojada desde la muslos, espalda y mentón.
Sólo basto con pisar el primer escalo de la obscura escalera cuando comenzó a llover, habría más humedad esa noche, pensé. Subí con jarra de agua de limón en mano unos limones en la bolsa del vestidillo. Llegando arriba verifique que el chiquillo estuviera bañándose, le percate de mi presencia para que no hubiera sorpresa ni extrañeza, dejando las cosas y entrando a donde esta la tina, ví a un chiquillo blanquecino tímido y medio escondido, lo tome de los hombros salimos del baño apagué una de las luces, para que no le diera pena.
Solo le pedí que se acostara y que me diera oportunidad de refrescarme también, que mañana sería un día muy difícil y que debíamos de descansar. La habitación casi quedo en penumbras, la puerta del baño la deje abierta por si me necesitaba algo Iván no tarde mucho de y se sentía más sofocante el ambiente, me asome un poco pero realmente me sorprendió, aquel hombrecillo que hace algunos minutos permanecía acostado y tapado con la sabana de mi cama, estaba haciendo labor insipiente, egoístamente se restregaba entre las almohadas de mi cama, aquellas nalgas desoladas de vellos y blanquecina apariencia, circulaban y se contraían entre pequeños suspiros del alegre en acción. Embaucada me negaba a abandonar aquella vista de tierno manjar.
Dudándolo apagué la luz, Iván se percata que pronto saldré del baño y se deja de restregar en la cama, es un jueguito que me pone la mente a arder con ganas de girar, me cambio dentro del baño, me acerco a la ventana y únicamente la abrí para que entrara un poco de viento en tan seco y misterioso ambiente, me acerco a la cama me subí a ella, recostándome boca arriba, veo perfectamente aquel cuerpecillo inmóvil e intranquilo así en silencio nos quedamos uso cortos segundos, segundos que en la vida de los dos serian horas de fascinantes recuerdos y de crónicas de sublimación.
Dejando que mi vientre respirase y que mis muslos gozaran de la vista de un chiquillo hermoso, mi mano izquierda bajo trasgrediendo la vulnerabilidad de mi sexualidad y moral, dándole carbón al desorden de mis calores y mis mejillas, infamándome en las pasiones enloquecí cuando de segundo a segundo Iván despojado de cualquier miedo dio motor a su cadera y a su gusto, meneando lento y certero, logró conquístame la mirada y el deseo ínfimo.
Que delicia verlo llenar de círculos y remedos de envestidas a la cama donde se había librado mil orgasmo en batalla salpicado sales de delicias y suspiros arrancados. Destrozo al rasgar el silencio.
¿Es lindo lo qué ves? ¿lo hago bien?
Trague saliva, me dio miedo, pensé que estaba hablando dormido, ¡era demasiado!, ¿Dónde era el limite? Me pregunte.
Te ves divino mi amor.
Titubeé por un segundo, mi mano sujeto mi zona querida.
Pero no te detengas, lo haces bien.
Fue como presionar un botón o abrir una escotilla y dejar que entrara aire, mas aire, mas descaro por parte de los dos, que cada quien manejaba sus asuntos a la perfección.
Me gustaría sentir tus pompis
Una maliciosa sonrisa se postro en mi rostro, pero debía mostrar autoridad aun que la flaqueza de mis palabras solo lo sabia yo.
No nene eso estaría mal, no debemos cariño.
Dejo de moverse caprichoso como habarle negado un helado de coco.
Mejor debemos de dormir, mañana será otro día.
Tapándolo con la sábana, me gire con la cara hacia fuera de la cama y me dispuse a intentar dormir, que enterada que seria tarea difícil. Súbitamente no había pasado mucho, tal vez unos cincuenta minutos desde la extra hazaña, en automático Iván se voltio hacia mi, quedando a espaldas a mi, sabiendo que o traía nada de ropa, así que dude hacer un poco más, lentamente me baje la prenda que cubría mi nenita el silencio empuje un poco hacia tras quería propicias un poco rozar con él. Luego un poco más no seria difícil llegar, nos aproximaba una cama y algo más hasta que ¡llegué! Unos lentos movimientos y presumiendo de mis encantos, solo que dudaba que Iván había despertado.
Una calida manita levanto mi bata de dormir, y se postro en mi redonda presencia, sentía su aliento en mi cuello, y el vaivén de su talento, mojando cavidad, seño y movimiento. Intente ver por arriba del hombro.
¿Estas bien cariño?
¡Si,,, si, si estoy bien!
Entre cortado me respondió con la respiración fuera de tiempo, eche mano a tras fue el primer contacto de mi mano en aquellas nalgas blancas y duras.
Lo haces muy bien te falta aprender muchas cosas más.
Y tu me vas a enseñar ¿verdad?
Si, si yo te voy a ensañar todo lo que sé.
Comencé a acariciarme mi culo, de nueva cuenta mi mano indómita se perdió entre mi cuerpo y el de él, para encontrarse con un vestigio rígido y tibio que mi boca quería saborear. Basto un poco de calida hospitalidad para que manera abrupta, aparto mi mano con fuerza, junto su pecho en mi espalda restregando su caballerosidad en mi redonda comodidad, brotó en borbotón la húmeda del regocijo, del festín mojado de sudor y empapado de mieles saldas y eróticos chillidos.
Se quedo abrazándome fuerte, respirando como haber corrido millas de placeres, estridente mi cuerpo y mente de ser la primera mancha derramada en piel de mujer felina, de mujer que aún no está abatida, hilos de caliente derrame recorrían mis nalgas y la delicia de la espalda baja, entre la comisura de mis cachitas un palpitante hombrecillo recuperaba fuerza y destreza entre carnes ajenas, palpitando e hinchándose sentía como su miembro se reponía de la primera agotada, sin pensar ni titubeando me separe de él, me levante un poco, tomando los restos de la cama, limpiándome un poco, viendo un chiquillo sudoroso y mojado, un viento fresco recorría la habitación.
¿Te ha gustado mi vida?
Sí mucho, eres muy bonita
Ahora me toca a mí, ponte boca abajo, como estabas cuando me bañaba
Obediente se posó ante mí como le pedí, sin miramientos, me subí a él, descansando mi cavidad y estando demasiado húmeda salio de mis boca un alivio unos murmullos que me dispensaban de toda culpa diciéndome que estaba bien, baje la bata de dormir hasta la cintura, después de un tirante y luego el otro, mis caderas se apoderaron de aquellas fuertes cachitas de hombre, coloque mis pechos en su espaldita, un frenesí, alocada y perdida me abandone a mis sensaciones sin percatarme que solo no estábamos, que la madrugada marcaba la llegada a casa de Fernando, mi marido.