Cuento Ordinario II.5: Torreón de Hechicería

No parece tener que ver con lo visto antes, no tiene sexo, y es un texto corto... pero sienta las bases para lo que está por llegar. ¿qué será lo que llegue? Intenta adivinarlo ;)

Un hermoso estanque, de aguas cristalinas con nenúfares en flor. Sobre uno de los nenúfares estaban una hermosa hada, de veinte centímetros de altura, silueta voluptuosa, piel verde aguamarina, largos cabellos verde musgo y alas semi transparentes iridiscentes en la espalda. Estaba tendida boca arriba mientras un sapo de colores chillones se movía arriba y abajo, teniendo sexo con la hermosa criatura.

Se vino en su interior, se apartó de un salto y regresó al agua. El hada, tras refrescarse la cara, alzó el vuelo, sonriente y despreocupada. Sobrevoló una pequeña aldea de casas de madera con cimientos de piedra, pasó por una granja de vacas, se entretuvo contemplando a dos hombretones de piel oscura, totalmente desnudos en medio de una pradera, uno penetraba por el culo a un toro y el otro le metía el camote por el orto al primero.

Pasó por una zona de manantiales de los que nacían numerosos arroyos, riéndose con un sonido tintineante mientras pensaba en las ocurrencias campesinas, siguió recto a donde las aguas confluyen en un riachuelo, y se adentró en un frondoso bosque, en cuyas copas de sus árboles había una gran cantidad de hadas, duendes y gnomos. Estaban de orgía en orgía, pero esta hada ya iba bien satisfecha, con lo que siguió adelante, dejó atrás a dos hombres que iban en una carreta tirada por un caballo, quien sujetaba las riendas era un elfo con ridículas ropas verdes, y llegó hasta el final del bosque. El río aquí era muy caudaloso, con rápidos y piedras puntiagudas. También había los restos de algunas construcciones de piedra semi enterradas o sumergidas en el agua, prueba que en el pasado el agua no corría por esos lares.

Otros dos ríos confluían en una suerte de laguna, que por las corrientes de agua que recibía tenía un gran remolino, y emergiendo de este lo que parecían las ruinas de un castillo muy antiguo, cuyas partes emergidas estaban cubiertas de vegetación, como árboles de manglar y arbustos musgosos. Pero para el hada esto tampoco era su punto de destino. Unos pocos kilómetros después estaba la Gran Catarata, el punto donde el agua se despeñaba varios cientos de metros abajo hacia el mar. En ambas orillas del río, llegando hasta el mismo borde del acantilado, se extendía una enorme ciudad gótica. Sus edificios, pese a ser de piedra, eran un prodigio de la ingeniería. Y el más espectacular era un palacio, situado en el punto medio de un puente entre las dos orillas, y ubicado en medio de las aguas. Viejas turbinas hidráulicas de otro tiempo generaban energía con la que la ciudad se iluminaba por las noches, aunque el cómo funcionaba esto era algo reservado a los sabios y los hechiceros, pues el común de los ciudadanos sabía que esta magia era peligrosa si no se tenía cuidado.

Una ciudad netamente humana, aunque de cuando en cuando alguna criatura la visitara, como era el caso de esta hermosa hada. Fue directa a la orilla este de la ciudad, a una torre decorada con vidrieras de colores verdes con motivos vegetales. Desde el interior se veían luces parpadeando. Se dirigió a una terraza en la azotea, se sentó en una mesa, junto a un tiesto con unas pequeñas setas rojas, y se dispuso a descansar hasta que llegara su contacto. A segundos se fue sintiendo más y más cansada, lo que atribuyó al largo viaje, y terminó durmiendo, aunque de haber prestado atención se habría dado cuenta de la bruma gris claro que salía desde las propias setas del tiesto.

Un sujeto, cubierto con una capa marrón larga y con la cabeza oculta bajo una capucha, abrió una puerta que daba a la terraza de la azotea, puso una campana de cristal encima del tiesto y agarró al inconsciente hada. Regresó al interior al tiempo que murmuraba, apenas audible.

-Al fin… ahora podremos hacer más tónico arcoíris… ¡¡que suerte la mía!!