Cuento de una noche de invierno

Un semáforo, una muchacha y unas horas de sensual viaje...

Un día como otro cualquiera… por una vez, en el último mes, no llueve y tampoco hace mucho frío. Me siento derrotada por lo que me rodea. Mis fuerzas flaquean y mis músculos ya no son míos. Y, encima, tengo que gastarme el dinero en pasarle la inspección al coche… esta vez si que no llego a fin de mes. Pero tampoco quiero multas por no tener mi medio de vida al día. Puta crisis.

Me subo al coche y arranco, acaricio el volante y ruego por que aguante, al menos, otros ocho añitos en pie. Me incorporo a la circulación y el sol me refleja, pero no me pongo las gafas para dejar que mi cara sienta los saludables rayos. Paro en el primer semáforo y veo a una muchacha con una mochila que se acerca a la ventanilla del copiloto y me mira.

“Hola… ¿Me puedes llevar?”

“¿A dónde vas?”

“A Lalín…”

“Vaya, yo también. Sube.”

El semáforo se puso en verde y comencé a conducir. No me importaba llevar acompañante, aunque tenía un día un poco raro y más bien prefería estar sola. Una chica guapa es una chica guapa y yo no se decir que no. Hace tanto tiempo que no tengo una conversación que no sea sobre trabajo que no se que decirle.

Ella también está en silencio con una bella sonrisa en su boca. Sube el volumen de la música y me mira buscando mi aprobación. Sonrío… y noto como se graban esos ojos en mi cabeza. Me pongo colorada… me gusta y creo que se me está notando mucho. Me sube un poco la temperatura… menos mal que voy conduciendo.

Se que está sonriendo, lo siento, y también siento que me mira divertida aunque yo estoy concentrada en la carretera y no desvío la vista para no quedarme más prendada de su belleza.

“¿A qué vas a Lalín?” – me sorprende su pregunta.

“A pasar la revisión al coche… ¿Y tú?”

“A nada… no me apetecía estar en el pueblo hoy.” – la miro extrañada y sorprendida. – “Nunca le he pasado la revisión a un coche… ¿te puedo acompañar?”

“Si… supongo.”

“¡Vale!”

Me fijo un poco en ella aprovechando que cruzamos una zona limitada a baja velocidad y sonrío al notar lo joven que es. Cuantas veces habré hecho yo eso con esa edad. Me relajo inconscientemente y dejo que se apodere del aparato de música del coche.

“Es genial que tengas un USB para la música… seguro que tienes cientos de canciones ahí metidas. A mi me gusta toda la música… ¿Sabes una cosa? Cuando estoy nerviosa hablo mucho…”

“¿Por qué estás nerviosa?”

“Por ti, supongo.”

“¿Por mí?”

“Si… hablas poco. Y no se si te estoy molestando yendo contigo.”

“¿Te he dicho algo que te haga pensar eso?”

“No… no has dicho nada…”

“No me molestas.”

“Después de pasar la revisión… ¿qué vas a hacer?”

“No tengo ningún plan.”

“Yo tampoco…”

Llegamos a la nave y me bajo del coche para llevar la documentación. Respiro profundamente aire fresco y siento el frío en mi cara. Pienso qué hacer con aquella chica y sonrío al tener, después de mucho tiempo, la oportunidad de desconectar con alguien que me gusta. Tengo muchas ganas de pasear, de recorrer los preciosos rincones de mi bella Galicia. Pago la tasa y vuelvo cargada de papeles. Está mirando despistada por la ventanilla tocándose el pelo, un escalofrío me recorre por el cuerpo al imaginarla sin aquella holgada ropa…

Subo con más calor del que tenía cuando bajé y arranco para que unos hombretones miren que mi vehículo sea apto para la circulación. Primera prueba, luces, cinturones, vistazo rápido al interior…

“Yo me pondría nerviosa con una persona inspeccionándome tan detenidamente… se me calaría el coche seguro.”

“Jajaja, solo tienes que hacer lo que te mandan.”

“Acelere, por favor.”

Piso el pedal del acelerador y ella me acaricia la mano que tengo sobre la palanca de cambio. La miro y me sonríe un poco colorada. Intento concentrarme de nuevo en lo que estoy haciendo y el joven inspector sonríe al observarnos.

“Listo. Ahora vaya hacia delante… muy bien. Justo ahí.”

Coloco las ruedas delanteras sobre unas planchas metálicas y el coche comienza a moverse y a vibrar. Me toma la mano de nuevo y la aprieta. Sonríe y hace que dirija mi mirada a su jersey. Sus pechos vibran al compás del coche y, discretamente, acerca mi mano a uno de ellos para que note la sensación. El fuego está encendido… buena la ha hecho la jovencita.

Volvemos a mover el coche hacía delante, ahora les toca a las ruedas traseras del vehículo. El chico está alejado, revisando el siguiente coche. Ella me mira, acaricia mi cara y acerca sus labios a los míos. Me besa y yo siento que pierdo el aire…

“Bien, ahora acerque el coche al foso… más deprisa. Muy bien, en un par de minutos otro operario le revisará los bajos y daremos por finalizada la inspección.”

Pero estoy segura de que la inspección no ha hecho nada más que empezar. Un hombre mayor se acerca a nosotras y nos dice que ya casi está listo. Al alejarse aquel hombre, apoya su cabeza en mi hombro y besa suavemente mi cuello, giro un poco mi cara y busco su boca de nuevo. Me gusta la sensación que experimenta mi cuerpo cuando siento sus labios.

“Mueva la dirección.”

El megáfono nos asusta y nos separamos de nuevo. Sigo las órdenes de la voz que nos habla desde el fondo del foso y, en unos pocos minutos, estamos saliendo por la puerta para alejarnos de allí.

Detengo el coche para que pueda colocar la pegatina de la revisión y para pensar qué hacer con aquella muchacha…

“¿A dónde me vas a llevar, morena?”

“Pues… no lo he pensado.”

“Me gusta la provincia de Ourense… aunque no conozco mucho esa zona.”

“Hay un pueblo a veinte minutos de aquí que se llama O Carballiño… conozco un sitio para comer estupendo.”

“Conoces muchos sitios, ¿verdad? Tienes pinta de viajera.”

“Si, me gusta viajar.”

Acaricia mi pelo y me acerca de nuevo a sus carnosos labios. Arranco de nuevo el motor y comienzo a conducir. Me dejo guiar por las ganas, por querer desconectar de la estresante vida que llevo, porque me merezco un día libre con alguien libre que me quiera guiar. Lo mejor es que no es necesario hablar para poder hacer algo. A las dos nos da igual mientras haya combustible y ganas. Y nos sobran las dos cosas.

Llegamos a la capital de las cañas fritas y el pulpo á feira. A mi memoria acuden recuerdos de años atrás de mi misma paseando por aquellas mismas calles agarrando la mano de otra muchacha. Le cuento mis recuerdos y ella sonríe sin parar. Compramos unas cañas de crema y nos vamos en busca del restaurante mexicano de mis recuerdos. Tengo ganas de mostrarme tal como soy ante alguien a quien quiero conquistar… es lo que es, si lo quieres hoy podrás tomarme.

“Nunca he estado en un restaurante mexicano… lo más cerca que he estado de la comida ha sido preparando fajitas de esas que hay en el súper.”

“Aquí se come muy bien. ¿Comes de todo?”

“Si…”

Clava sus ojos en los míos y me sujeta la mano. Acerca mi dedo índice a sus labios y lo lame delicadamente. No se si es invierno, otoño, verano o primavera… solo se que me gustaría estar a solas con ella en cualquier lugar para dar rienda suelta a los impulsos más primitivos que me empujan a estar sobre ella. Su sonrisa pícara me hace tartamudear ante el camarero que nos mira divertido mientras nos explica en que consisten los platos de la carta.

Pedimos, comemos entre miradas y alguna que otra carcajada por lo picante de alguna de las salsas. Entre taco y taco sus labios rozan mi oreja mientras me dice cosas que me hacen sonrojar y desearla cada vez más. Sin café después de comer y con un trago de tequila que me sienta mejor que cualquier otra cosa, nos dirigimos de nuevo al coche con calores renovados.

“Ya se que no estás borracha, pero debería llevar yo el coche ahora… yo no he tomado tequila.”

“Tienes razón… ¿a dónde me vas a llevar?”

“Conozco un sitio… está a media hora de aquí…”

“¿Qué sitio es?”

“¿Tienes bikini?”

“No…”

“No es problema, yo llevo dos en la mochila.”

“No se si preguntar a donde me llevas o dejar que me sorprendas.”

“Me toca sorprenderte… así que, relájate y disfruta guapa.”

“Lo estoy haciendo, créeme.”

Apoyo la cabeza contra el frío cristal de la ventanilla del pasajero y dejo que el paisaje avance limitándome a observarlo sin más. Se desvía unas cuantas veces para descubrirnos lugares en los que nunca antes hemos estado ninguna de las dos y me gusta que así sea, que, instante tras instante, seamos capaces de crear una historia para las dos.

Nos perdemos una y otra vez hasta que, sin a penas enterarnos, entramos en Ourense ciudad. Comienza a callejear y mete el coche por una estrecha pista que nos lleva a un aparcamiento de tierra donde no hay demasiados coches. Aparca y me besa con pasión.

“¿Te apetece un baño relajante en aguas termales?”

“Suena delicioso…”

“Tú has elegido la comida… yo elijo el postre…”

Muerde mis labios de nuevo y abre la puerta antes de que mis impulsos se hagan realidad y me ponga sobre ella aprovechando la intimidad fingida de aquel parking. Bajamos del vehículo, agarra su mochila y mi mano y me lleva por el precioso e inundado paseo. Saca su móvil y hace varias fotos… incluyéndome a mí. Me hago la indignada y me sonríe… no se lo que está pensando, pero me encantaría estar ahora mismo en su cabeza… y entre sus piernas.

Entramos en un complejo termal un poco pijo y nos acercamos a la recepción. Me guía hacia los vestuarios y saca de su mochila dos bikinis y dos toallas. Casi me deshago cuando se quita la ropa y se pasea ante mí sin nada que esconder. Nuestras manos se rozan, nuestros colores suben, y nuestro libido. Aunque la temperatura exterior no supera los ocho grados, no me hace falta cubrirme con la toalla para bajar a las pozas. Dejo que vaya delante para dejarme seducir por sus contoneos dedicados a mis ojos. Nos acercamos a las duchas y hago que no la miro mientras intento sujetarme para no lanzarme a sus pechos. Menos mal que los vapores de las aguas termales hacen normal mi azoramiento. Nos acercamos a la primera piscina, me gusta la sensación de tener frío y entrar en el agua caliente. La observo mientras entra poco a poco, sus pezones están erectos y su piel se eriza. Se muerde el labio mientras me ve dejada, flotando en el agua totalmente relajada… la veo sin mirar.

Siento como agarra mi pie y me desliza hacia ella. Me sienta en su regazo y me abraza acariciando mi piel bajo el amparo del agua. Sus labios rozan mi cuello y deseo más que nada en el mundo que todos los que están allí desaparezcan y nos dejen la intimidad que llevamos anhelando todo el día.

“Ven, vayamos a otro lado. Todavía nos queda mucho circuito por recorrer. Sabes, tienes un cuerpo precioso…”

Me dejo guiar por la que deseo que se apodere de mis curvas. Me cubre con su toalla para que el frío del invierno de Ourense no me acatarre… lo que no sabe es que hace unas cuantas horas que la leña en mi interior arde sin control. Ahora nos metemos en una calda diferente, el agua está más templada y tiene un par de chorros que manan de las piedras, uno con más caída que el otro. Cada una nos ponemos bajo uno de ellos y nos dedicamos miradas y guiños varios. A pesar de estar rodeadas de gente, nos sentimos solas. Me llama, me acerco y sumerge su cabeza bajo el agua para besar mi ombligo y hacer que mi calor aumente más de lo que desearía.

Me alejo de ella para investigar el lugar y encuentro una gran cueva completamente vacía. Tiene un pequeño surtidor de agua muy caliente y me siento bajo el caño de madera para dejar que el agua siga relajando mis músculos. Cierro mis ojos y siento una mano acariciando mi pierna. Asciende con cuidado y noto un seno apretando el mío y una boca en mi cuello. Su pelo me hace cosquillas y busco su boca dejándome llevar por el momento.

Sus dedos se cuelan por debajo de mi braga y mi clítoris recibe gustoso sus caricias. Me siento hinchada, húmeda y caliente por estar siendo acariciada por una casi desconocida en un lugar público donde cualquiera nos puede ver, pero nadie nos mira. Me dejo hacer entregada a ese momento de relajación, siendo esclava de sus sorprendentemente sabias y suaves manos. Siento como si aquella muchacha me conociera mejor que yo misma y, antes de poder si quiera darme cuenta, un poderoso orgasmo me hace clavar mis dientes en su hombro. Los vapores me marean y le pido un poco de aire que me haga volver en mí.

Me sonríe y se coloca donde estaba yo mientras busco fuera de la cueva un pequeño respiro. Me siento bien y deseo seguir así…

“Ven, vamos a otro lugar… mira, ahí hay un jacuzzi…”

Me sonríe de nuevo y nos metemos en una piscina un poco más profunda, donde podemos nadar un rato y jugar a alejarnos sin perdernos de vista. Jugamos y me regala un montón de gestos que me hacen sonrojar y consiguen que mi corazón siga latiendo donde estaban hace unos minutos sus dedos.

Se acerca de nuevo y me abraza pegando su cadera a la mía. Baja su mano hacia su vulva haciéndome notar sus nudillos en la mía…

“Yo también estoy empapada… me gustaría que esta mano fuese la tuya morena guapa…”

Salimos de aquella cálida piscina y nos dirigimos a una poza solitaria y un poco escondida. Ahora es ella la que flota y la que es atraída hacia mí por mis manos.

Miramos alredor abrazadas, nadie nos mira, nadie nos ve, estamos solas… ella, yo y el tibio manantial. Sus manos me acarician y su boca me dice lo suave que me siente, la humedad de mi piel no deja que sus manos se aferren a ella, se deja ir entre mis manos sin a penas darse cuenta. La sujeto para que no se me escurra poniendo mi diestra en su nuca y mi siniestra entre sus piernas acariciándolas desde los tobillos hasta la ingle. La escucho suspirar en mi oído y la acaricio sobre la ropa. Clava sus uñas en mi espalda y mueve su cadera accediendo a mis intenciones. Cuelo mi mano bajo la tela y siento el calor de su humedad, sus suaves e inconscientes movimientos me indican que las ganas pueden más que la discreción. Muy lentamente, casi desesperándonos, acaricio su hinchado clítoris.

“Me estás poniendo fatal…”

“Lo noto…”

La penetré cuidadosa mientras ella suspiraba profundamente. Trataba mirar a nuestro alrededor intentando controlar si alguien nos vería… pero no podía mantener los ojos abiertos. Sus caderas se movían intentando buscar la profundidad de mis dedos pero la quería hacer sufrir un poco más de la cuenta por haberme hecho temblar unos minutos antes. Me acariciaba los pechos, la espalda, disfrutaba de mi deslizante tacto tanto como de mis dedos en su interior. Sus ojos estaban cerrados y apretados igual que su boca en mi cuello apagando el quejido que trataba de escapar de su garganta. Sujetó con firmeza mi muñeca y cerró las piernas entorno a ella… se estaba deshaciendo mientras yo besaba su cara y su frente disfrutando de ese lapso de soledad que nos brindaron los demás.

Después de una hora y muchos suspiros a remojo, decidimos que es un buen momento para marcharnos de aquí, no sin antes dedicarnos un penúltimo calentón en las duchas. Hace tiempo que no me hacen sentir así, como si tuviera diez años menos y estuviese en los vestuarios del campo de fútbol con mis compañeras de juego. Miradas traviesas, algún roce casual y muchos suspiros de anhelo.

Salgo del vestuario. Necesito unos minutos para mí. Me acerco a la barra mientras la espero y pido dos cafés fríos. Me fijo en los tatuajes de la camarera y entablo una absurda conversación con ella… es muy guapa y atractiva… pero solo eso, creo yo. Además, aunque me hace sentir bien saber que sigo teniendo mi toque, estoy demasiado absorbida por el monumento que hace unas cuantas horas se subió a mi coche en aquel bendito semáforo.

“¿Estás ligando con la camarera?”

“Si... tiene un montón de tatuajes bonitos.”

“Debería montarte una escenita de celos…”

“¿En serio?”

“No…” – sonríe y me besa en los labios. – “¿A dónde me vas a llevar ahora?”

“¿Quieres seguir lejos del pueblo?”

“El pueblo ahora mismo me da igual, aunque he quedado para salir esta noche…”

Salimos de las Termas y nos dirigimos al coche de nuevo. Comemos algo dulce y bebemos refrescos mientras mantenemos una insulsa conversación sobre la marcha nocturna de nuestra pequeña villa.

Nos ponemos nuevamente en carretera y se apodera de la radio del coche. No tarda mucho en poner banda sonora a nuestra ruta. Me gusta el soul, la música negra me parece una acertada elección, esa muchacha me sorprende una y otra vez y me hace sentirme como hace mucho tiempo que no me siento.

Si algo está caracterizando este día es el cómodo silencio que hay entre nosotras. Me gusta su silencio tanto como admirar su belleza, sus sutiles movimientos que, no se si por descuido o a propósito, consiguen cautivarme. Siento una feliz impotencia ante los sentimientos que me despierta…

“Let’s do it, common, let’s fall in love…”

Escucho su voz y veo como su mano pasea sobre su cuerpo mientras dirige las más intensas miradas hacia mi cuerpo. Me agito en mi asiento y le pido, en voz muy baja, casi murmurando, que no lo haga, que estoy conduciendo. No me hace ni caso y sigue a lo suyo, con los ojos cerrados, una mano acariciándose los pechos y con la otra desabotonando su pantalón vaquero.

Aminoro la velocidad porque temo despistarme con el panorama. Me sonríe y levanta un poco su jersey enseñándome un pecho desnudo que pronto es cubierto por su mano. Vuelvo mi vista a la carretera y le dejo un poco de intimidad en nuestra recién estrenada fantasía. Abro un poco la ventanilla porque los cristales se empañan y la miro para descubrir su mano moviéndose dentro de sus pantalones. Su cara refleja placer y siento la tentación de tirar del freno de mano y comérmela entera allí mismo. Pero quiero aguantar, saber hasta donde quiere llegar esta mujercita que me está volviendo loca.

Ante nosotras se presenta de nuevo Lalín, con sus rotondas interminables y sus callejuelas iluminadas artificialmente. Sin darme a penas cuenta, la noche ha caído en nuestro día a pesar de ser las siete de la tarde. Decido atravesar el pueblo para evitar una gran vuelta innecesaria y mi acompañante reclina un poco el asiento para que yo pueda seguir con mi momento Voyeur. Mi temperatura aumenta al ritmo que imponen sus suspiros…

Para de masturbarse e incorpora el asiento. Me mira divertida y chupa el dedo que hace a penas unos segundos estaba haciéndola gozar de aquella manera. Mi corazón late desbocado cuando siento en lo más profundo de mi cerebro el olor de esos dedos… y siento como mi interior se deshace y empapa mis bragas. Antes de poder darme cuenta estoy aparcando delante de mi casa.

“¿Hemos llegado?”

“Si, vivo aquí…”

“¿Quieres…?”

“Quiero…”

Y deseo que entre conmigo, que me ponga nerviosa mientras observa mi hogar, que me sonría pícaramente y que deje que me comporte como la anfitriona que debería ser. La invito a beber algo y accede haciéndose la dura. Está deseando tocarme, lo se, deseo lo mismo.

Me disculpo, me levanto y me encierro en el baño. Deseo su cuerpo, deseo su boca, deseo concederme este deseo… Salgo del baño y entro en mi dormitorio, me quito la chaqueta y los zapatos. Estoy de pie, nerviosa por lo que quiero hacer. Cierro los ojos.

“Búscame…”

“Te busco… ¿dónde estás?”

“Tienes que encontrarme.” – Me quito la camiseta y desabrocho mi sujetador mientras espero impaciente ver su silueta a contraluz bajo el marco de la puerta.

“Ya te he encontrado… ¿y ahora qué?” – la miro y me desabrocho el pantalón dejándolo caer a mis pies.

“Ahora soy tuya…”

Me desnudo para ella y me dejo caer sobre la cama mirándola expectante. Se desnuda para mi mientras le ofrezco la imagen de mi mano acariciando mi hinchado clítoris. Acaricia mi pierna y la besa ascendiendo por ella. Estoy muy excitada y me gusta ver la imagen de sus ojos risueños mostrando su ansia.

“Tu piel es muy suave… quiero saber a que sabes…”

Mis ojos se cierran al sentir la punta de su lengua sobre mi clítoris y sus manos aferradas a mis pechos. Aprieto los labios conteniendo un grito de placer. Esa bendita boca que me está haciendo ver las estrellas más brillantes de la galaxia más bella que pueda existir. Sus dedos juegan con mis pezones mientras presiona con las palmas presiona el resto del seno. Respiro profundamente para sentirla más cerca.

Aleja su boca de mi intimidad para surtir mi piel de sus besos y mis sabores. Se pone sobre mí y siento su empapado pubis en mi pierna. Su boca llega a mi boca y me saboreo en su saliva. Su mano llega a mi humedad y me penetra suavemente mientras me abraza.

“Me gusta ver tu cara de placer… estás preciosa.”

Me susurra al oído y clavo mis uñas en su espalda. No puedo hacer otra cosa que sentir el placer de sus dedos dentro de mí. Sabe como moverlos, como arrancarme jadeos profundos y gritos involuntarios. Me mira, sonríe, me besa, me mima y me hace gemir como hacía tiempo que no gemía. Mi mente se nubla y siento como manipula mi clítoris sin alejarse de mi interior, me voy a correr y no quiero evitarlo más…

Acaricia mi cara con ternura y me da ligeros besos en los labios. Intento abrir los ojos pero todavía es demasiado pronto. Se me eriza la piel cuando empieza a pasear su mano sobre mi postorgásmico cuerpo desnudo. Me acurruco entre sus brazos y dejo caer mi mano cerca de su pubis.

“Dame solo un minuto para recuperarme y te daré lo tuyo…”

“Jajaja, tranquila, disfruta.”

“Eso quiero…”

Muerdo el pezón que me he encontrado al girar la cabeza y ella se echa un poco hacia atrás. Lo lamo, lo succiono y acerco mi mano y acaricio su bello pecho. La empujo y ahora soy yo la que está sobre ella. Separo sus piernas y acerco nuestras fuentes de placer para que jueguen regalándonos el gran placer de ser mujeres. La lubricación hace que el roce sea más gustoso y siento como, antes de que pueda hacer nada, me estoy corriendo otra vez sobre ella.

Caigo sobre su pecho mientras me agarra la mano para dirigirla a su interior. Siento como mis dedos cobran vida propia y exploran su vagina sabiendo bien lo que tienen que buscar. Escucho sus gemidos y me incorporo para mirarla. Sus ojos reflejan lujuria, pasión, deseo… y quiero que tenga todo eso conmigo en este momento.

Entro, salgo, me muevo, la beso, juego, lamo, muerdo, hago todo lo que se hacer para que el ardor que muestran sus ojos se apacigüe con mis dedos. Sus uñas se clavan en mi espalda y sus piernas rodean mi cintura. Su boca se abre en torno a la mía buscando el aliento que le empieza a faltar. De lo más profundo de su interior se escapa el grito indicador de un largo final…

“Me has dejado sin fuerzas…”

“Ha sido un día largo…”

“E intenso.” – me sonríe y me besa en los labios. – “Tengo hambre… me apetece algo dulce.”

“Tengo unos pasteles de chocolate esperándonos en la cocina.”

Comemos entre juegos y guiños y siento como el cansancio se va apoderando de mí. Me siento bien de estar al lado de esta preciosa muchacha y en todo el día no he podido pensar en nada más que en mí y en mis deseos. No quiero que acabe la noche pero se que se tiene que ir…

“Bueno… me ha encantado pasar este día contigo… se me hace un poco duro tener que marcharme ahora.”

“No tienes por qué hacerlo, lo sabes.”

“Lo se, pero tengo una obligación que cumplir…” – me besa y me acaricia la cara por enésima vez. – “No te quedes triste…”

“No seas tan creída… estoy muy bien, créeme.”

“Lo se, ha sido culpa mía…”

“Eres mala…”

“Si, muy mala…”

“No te voy a acompañar a la puerta, que ahora estoy muy bien aquí en el sofá…”

“¿Te parece bonito despedirme así después de este día tan bello?” – la beso profundamente en la boca

“No me gustan las despedidas…”

“Entonces no nos despidamos y dejemos que este romance sea como el cuento de una noche de invierno.”