Cuento de Ponies Cap. 8 - Ponies de circo

Exhibición circense de ponies

ADVERTENCIA

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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.

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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind

permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/

Traducido por GGG, octubre 2000

Un cuento de Ponies - Capítulo 8 - Ponies de circo


Lucinda se alarmó al encontrarse que las actuaciones ya habían recomenzado.

No dejaron en la sala a ninguno de los ponies y habían quitado los dos puestos de castigo. En su lugar había un conjunto de pequeños saltos y lo que parecía como conos de tráfico colocados según un patrón.

Charles notó la entrada de Lucinda y detuvo su discurso.

'Un momento, señoras y caballeros, estaremos preparados para empezar en un minuto.'

Cruzó los brazos y la miró.

'¡Bastardo!' pensó Lucinda. 'Te enseñaré'

Envió las gracias a donde quiera que estuviera hoy su instructora deportiva, la Srta. Reid y recordó el mantra que hubiera tamborileado en todos sus 'gels'.

'Hombros atrás, cintura dentro, cabeza arriba, ojos mirando al frente, un pie frente al otro y andar, andar, andar' con el golpe de su caña en el suelo.

Lucinda añadió, 'y menea tu bonito culito de pony.'

Se echó el bolso al hombro, fijó sus ojos en Peter y salvó todo el largo de la sala entre Charles y la fila de mesas delante de él. El pensar en todos estos ojos observándola y el saber que su desnudez estaba cubierta por la más escasa de las faldas la hizo estremecerse de excitación.

Mientras se acercaba a Peter, Charles volvió a comenzar sus anuncios y se le ocurrió un último pensamiento malvado. Rebuscó en su bolso y sacó las bragas, luego las dejó deslizarse lentamente a través de sus dedos sobre la mesa delante de su hipnotizado amante mientras ejecutaba una bonito giro, se sentaba y cruzaba las piernas. Sonrió dulcemente a las docenas de caras que la miraban y medio asintió a Charles con una mirada 'Continúe por favor'.

'Gracias' dijo él antes de que pudiera cazarla, y continuó anunciando algunos arreglos domésticos y detalles sobre futuras reuniones.

Peter deslizó subrepticiamente las bragas fuera de la mesa.

'¿Qué te pasa?' susurró, '¿Estás bien?'

'Estoy divinamente, gracias. ¿Hay algún problema?' movió las pestañas inocentemente.

'E... no, en absoluto. Pareces algo diferente. Fue una entrada muy excitante, debo decir que has causado una gran impresión.'

Lucinda sonrió y frotó su cara con su mejilla.

'Estoy practicando'

Peter la besó.

'Entonces ¿estás segura?'

'Absolutamente. Al cien por cien.' Añadió, 'Una cosa dulce y joven me ha hecho también proposiciones en el retrete.'

'¿Estás bromeando?'

Lucinda sacó de su bolso de mano y le mostró la tarjeta de la chica,

'Se llama Catherine.'

'¡Mierda!' murmuró.

Peter jugaba con sus bragas.

'¿Y ésto?'

Lucinda se encogió de hombros, descruzó las piernas y separó los muslos.

'Me olvidé de ponérmelas de nuevo.'

Miró a la tarjeta y luego a ella,

¿No lo hicisteis?'

Se preguntó en que pensaría él y luego se rió.

'¡No!'

Le cogió la muñeca, colocó su mano sobre su falda y le susurró,

'Esta noche, precioso mío, esto es todo tuyo.'

Él tragó saliva y empezó a acariciarla pero ella retiró con firmeza su mano,

'Luego, luego muchacho. Tenemos que ver un espectáculo'

Tras eso ella volvió la atención a la arena.

Era el turno de los ponies de circo.

Saltaron de lado a lado y dieron vueltas por la arena en sentidos contrarios antes de ir a descansar al lado de Charles.

'Los saltos y obstáculos forman un circuito que los ponies tienen que completar. Como sus contrapuntos equinos lo harán contrarreloj y se les penalizará en tiempo por las faltas. Se adjudican o deducen puntos adicionales por aplomo, estilo y conducta general.'

Los dos ponies contonearon sus rellenos y saltaron sobre postes y vallas y se entrecruzaron y giraron en el reducido espacio. Mientras saltaban sobre la valla más cercana a ella, sus minúsculas faldas se les subían y Lucinda notó que, como ella, no llevaban ropa interior pero no consiguió identificar con precisión donde llevaban enganchadas las cadenas.

Después de un murmullo de aplausos, trajeron al jadeante pony cruzado y le colocaron anteojeras sujetas a la brida de su compañero. Los mozos retiraron los saltos y dejaron los conos haciendo un zigzag en el centro de la sala.

Charles explicó,

'Estas anteojeras especiales ciegan por completo al pony.

Notarán que tiene las riendas enganchadas en ella y será solamente a través de ellas que sepa adonde ir. Su entrenador la guiará a través del circuito y, en una sesión normal, la recompensará o castigará apropiadamente.'

El mozo trabó juntas sus muñecas a la espalda en la pose de brazos doblados que Lucinda había visto antes. La muchacha situó el bocado en su boca hasta que estuvo satisfecha, luego asintió con la cabeza un par de veces y golpeó el suelo con los pies, o debería decirse que "pateó".

Uno de los mozos tensó las riendas y chasqueó la lengua.

La guiaron a través de los conos ida y vuelta hasta que la audiencia aplaudió cuando completó el circuito. Fue recompensada con palabras de elogio y palmeada afectuosamente en sus cuartos traseros.