Cuento de Ponies Cap. 25 - Fin de semana campestre

Un fin de semana en el campo. Es el último capítulo escrito por la autora. Creo que tenía intención de continuar pero perdí el contacto con ella hace mucho tiempo.

ADVERTENCIA

===========

El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.

=============================================================================

Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/

Traducida por GGG, noviembre 2000

Un cuento de Ponies - Capítulo 25 - Un fin de semana en el campo


Lucinda se tumbó lánguidamente en el coche de Peter cuando se reunieron al final del fin de semana para escaparse fuera de Londres, y entre sueños le oyó mientras insistía en comentarle sobre su semana de trabajo y lo gilipollas que había sido. Se sintió privilegiada porque rara vez hablaba sobre su trabajo pero parecía haberse lanzado a ello tanto como ella lo había hecho durante su separación, hasta el punto de trabajar toda la noche del miércoles y acostarse tarde el jueves. Lucinda bromeó sobre si tendría suficiente energía para el fin de semana. Le guió con el mapa a un pequeño pueblo entre Cambridge y Newmarket y finalmente vio las señales indicadoras del hotel.

El hotel consistía en un núcleo de la época Tudor con estructura de madera, con añadidos victorianos. La hiedra y la glicina hacían mucho para esconder las uniones y daban la impresión de que el edificio se asomaba desde su escondite, como si diera la bienvenida a los viajeros.

La hospitalidad del personal incrementaba la sensación de bienvenida. Era como si ya conocieran a Peter y a Lucinda.

'¿Dónde te enteraste de este sitio?' le susurró mientras el mozo les dejaba solos en la habitación. Acababa de ver una ventana abierta a lo lejos, pasada la cama con dosel y acres de suelo encerado y alfombras.

'Algunos amigos de la zona,' dijo. 'Creí que te había comentado que les llamé para verlos la semana pasada.'

'Oh, sí cariño, no lo había asociado. Tienen un gusto excelente,' sonrió mientras dejaba que los dedos se pasearan por el suntuoso mobiliario, luego se asomaran a la ventana. Se volvió hacia él, 'dales las gracias de mi parte cuando vuelvas a verles.'

Peter le lanzó una mirada a través de la habitación como de niño travieso con un secreto que está loco por compartir.

'¿Qué?' preguntó ella sonriente.

'Nos han invitado a comer el domingo, puedes darles las gracias en persona.'

'¡Uau! Es muy amable por su parte. ¿Me hablas de ellos?' le apremió mientras volvía hacia él. Peter la abrazó estrechamente y, levantándola del suelo, le dio una vuelta y le susurró al oído mientras repetía el truco de levantarle la falda de la estación de King's Cross.

'Luego. Tengo que cumplir la penitencia.'

Se colgó de su cuello y le besó mientras él le bajaba la cremallera. Luego levantó los brazos para dejarle que le quitará el vestido por arriba y dejara al descubierto las compras recientes.

'¡Caray!' soltó mientras la miraba.

Sus manos y sus poderosos dedos acariciaron sus pechos a través de la blusa y exploraron su cuerpo, hasta que, con gemidos, levantó sus piernas enfundadas en medias y le rodeó con ellas tan estrechamente como la hiedra del exterior de la ventana hacía con la propia construcción del hotel.

La llevó a la cama y la depositó suavemente con la parte final de las piernas colgando a los pies de la cama.

Lucinda le miró, enmarcado por los robustos postes de la cama.

Levantó las piernas y, flexionando las rodillas, las dejó caer lentamente hasta que sintió la brisa fresca de la noche lamer la humedad de su vulva. Mientras miraba como se desnudaba precipitadamente, con los ojos sin dejar de mirar a su cuerpo licencioso, se estremeció sensualmente y se preguntó cuántas mujeres habrían sido amadas en esta cama a través de los siglos anteriores. Cuando la última de las prendas de él cayó al suelo y desapareció de su vista, la habitación y su inminente acoplamiento se hicieron intemporales y levantó las caderas para abrazarle en el eterno acto.

Para su inmenso placer se arrodilló para lamer el interior de sus muslos y empezó a pasar su lengua hacia arriba, hacia su expectante sexo. El cunnilingus era algo que él parecía hacer de mala gana y aparentemente solo como medio para aumentar la lubrificación para su penetración, más que para satisfacer sus necesidades. Le sonrió considerando que la lubrificación adicional era un poco innecesaria.

Gemía y sus manos revoloteaban sobre su cabeza comedora, dudando entre empujarle o no más profundamente en su seno y quizás ahuyentarle y posiblemente perder el momento. Incapaz de resistir la tortura insoportable de su lengua y su cara áspera, se encontró levantando las caderas y empezando a encabritarse mientras echaba las manos atrás y llenaba sus puños con puñados de ropa de cama.

'Oh dios, Peter, amor mío,' jadeó, '¡es tan bueno!'

De repente se dobló como un arco mientras sentía penetrar el calor de su lengua, mientras la clavaba directamente en su vulva y la mantenía, estremeciéndose como si fuera a quebrarse. Mientras su lengua la follaba con pequeños empujones sintió que los músculos de sus muslos empezaban a contraerse al unísono.

En el punto en que sentía que iba a venirse abajo, sus brazos poderosos se curvaron bajos sus nalgas y elevaron el rebosante cáliz de su sexo hacia él.

Colocó los talones en sus hombros y se abrió aún más para ofrecerle su rubí. Él se movió suavemente para colocar su clítoris entre sus labios y chuparla hasta dejarla exhausta de satisfacción.

Gritó de éxtasis, acompañado de los ecos de las mujeres que se habían corrido antes que ella. Lucinda quedó de espaldas, con los ojos cerrados hasta que la habitación dejó de girar y desapareció el zumbido de sus oídos. Sintió como se deslizaba sobre ella, con su erección apuntando a su vientre y su cara mojada llevando el sabor de sus jugos.

Le susurró,

'Feliz cumpleaños, querida.'

'Mmmm' murmuró ella.

'¿Te gustó?'

'Mmmm'.

'Gracias por volver a mí.'

'Mmmm'

Tras unos instantes de meditación dijo,

'Me gustaría satisfacer un deseo de cumpleaños.'

Le sintió deslizar la cinta de su blusa y jugar con su pezón.

'Dilo.'

'¡Me gustaría soplar tu vela!' sonrió y se escurrió de debajo de él.

'Tu turno, te paso la baraja un rato.'

Sonrió satisfecho y se colocó en el centro de la cama, con los miembros estirados y una erección de palo de bandera.

Lucinda se arrodilló entre sus piernas y le agarró el escroto con la mano izquierda mientras su índice acariciaba la suave y aterciopelada piel junto a su ano. Le gustó ver que su pene se endurecía aún más.

Levantando sus testículos, besó su rugosa cubierta protectora y, deslizando las piernas hasta que estuvo estirada entre las suyas, empujó suavemente su pene hacia el vientre y tomó el saco entero en su boca.

'¡Jesús!' dijo él entrecortadamente.

Mientras succionaba la carne suelta en su boca recorrió con su lengua el núcleo duro de sus huevos y mordisqueó suavemente la misma raíz con sus dientes hasta que la piel se estiró tensa en su lengua y empezó a temblar.

Un perverso pensamiento de castrarle allí mismo le cruzó la mente pero rápidamente recordó su propósito de comer menos carne y continuó con su baño de lengua.

'Si supieras lo cerca que has estado, cariño' pensó para sí misma.

Sin abandonar el enganche de lapa de su boca, agarró el dardo de su pene con la mano derecha y lentamente le masturbó, dando un chupetón extra a cada golpe de bajada.

Para su placer él empezó a sujetarle el puño pero ella relajó su sujeción cada vez que él lo intentaba. En vez de eso se giró a un lado y se introdujo dos dedos en la vagina. Luego, convenciéndole para levantarse tirando de su polla, colocó uno de sus dedos untados en el ano de él y apretó suavemente. A continuación acompasó cada tirón hacia arriba de él con otro de su dedo sonda hasta que todo su cuerpo pareció rechinar con la tensión.

'¡Dios, cariño!' gritó casi sollozando.

Después de un minuto en este plan, Lucinda disminuyó el ritmo y, sin apartarse de su dardo, se movió para arrodillarse a su lado. Se apartó el pelo para que él pudiera verle la cara y suavemente introdujo la punta de su lengua en su hendidura para lamer las gotitas saladas. Él la agarró los pechos y ella se retiró.

'¡Ugh!' gimió mientras la punta de su lengua describía círculos más grandes.

Finalmente su órbita alcanzó el borde de su glande y tomó la brillante cabeza púrpura en su boca y siguió bordeándola con la totalidad de su lengua.

Su follada empezó en serio dentro de su boca y le sujetó estrechamente y levantó la cabeza.

'Humm.' dudó, 'Este garañón tiene un problema.'

Él la miró y se estremeció.

'Parece fiebre' se rió ella y levantó su pierna sobre sus muslos hasta que se arrodilló sobre ellos, su vulva todavía húmeda apenas fuera de su alcance.

Removió la cama e invirtió su agarre en su dardo hasta que pudo restregar su glande en el residuo triangular de su pubis.

Las manos de él intentaron tocarla implorantes pero ella se echó hacia atrás.

'Caballito travieso, ¡compórtate!'

Dejó caer las manos sobre la cama e intentó arquearse hacia ella.

Le besó la punta de su polla con sus labios internos y restregó su cabeza arriba y abajo por su raja empapada sintiendo como florecía para recibirle.

Gradualmente, enganchándole tan estrechamente que podía sentir su pulso, insertó su pene, un poco cada vez y dejó que su peso descansara sobre él.

Finalmente se dejó ir y jadeó mientras él se arqueaba en su interior, machacando sus labios con el hueso púbico.

'¡Ahhh!' suspiró y la agarró de las caderas mientras intentaba follársela.

Ella se relajó sonriente y todo su peso "aterrizó" sobre su zona pélvica, clavándole a la cama. Un relámpago de pánico cruzó por la cara de él y ella sintió su pene hincado forcejeando en su interior mientras buscaba el roce.

Restregó sus sedosas medias a lo largo de las caderas de él, luego le agarró más estrechamente con las rodillas mientras deslizaba su camisola fuertemente perfumada por encima de su cabeza y la tiraba en su boca y nariz.

Cerrando los ojos y enderezando la espalda se sentó sobre su amante mientras él la empalaba pasivamente y ella empezaba a acariciarse los pechos y oprimía su clítoris contra su hueso púbico. A través de la neblina de su propia excitación era vagamente consciente de sus gemidos y luchas.

Saboreando el momento balanceó su peso suavemente de lado a lado y se dejó correr lentamente, pareciendo la conjunción entre ella y su polla atrapada como si su vagina estuviera extrayéndole sus sensaciones. Cuando se acercaba el momento álgido y los bienvenidos espasmos empezaban a agitar su cuerpo, sintió que se enganchaba a él y se dobló hacia atrás y se balanceó mientras las contracciones se hacían más profundas.

'¡Sí! chilló finalmente y se dejó caer hacia delante en sus manos como garras.

Soportada por sus pechos y su vagina, se dejó ir a la deriva a impulsos de las olas de su orgasmo, mientras él empujaba frenéticamente hacia arriba, hacia su interior, y la sujetaba allí.

Lucinda abrió los ojos para ver su cara contraída por un rictus de placer mientras finalmente conseguía la liberación.

Ella sonrió y se apretó contra su cuello mientras él jadeaba, como un pez fuera del agua.

'Te quiero, Lucinda' musitó finalmente.

'Yo también te quiero,' murmuró ella, luego añadió 'Amo.'

La ironía se perdió mientras él roncaba profundamente.

Lucinda se libró cuidadosamente de Peter que se dio la vuelta sobre un costado.

Se recostó sobre un brazo y le observó.

'Pobrecito mío,' susurró y le besó suavemente en el carrillo.

Empezaba a pensar que quizá le había tratado con un poco de dureza y estaba contenta de tener todo el fin de semana juntos para reconstruir y fortalecer los puentes.

Comprobó la hora. Solo eran las 10:30, y todavía era su cumpleaños.

Decidió dejarle dormir y recuperarse de una semana de trabajo día y noche pero se sintió viva y cargada de energía. Era como si, a modo de súcubo, le hubiera extraído los últimos vestigios de su consciencia junto con su semen. Pero su semen con todo lo sabroso que era, no era alimento suficiente allí abajo y solo había tomado una manzana en el almuerzo.

Se deslizó fuera de la cama y, girando a Peter como si fuera un oso hibernado, se las apañó para meterlo bajo la ropa.

'Voy por algo para comer,' le murmuró cuando la miró con ojos nublados.

Él sonrió,

'Vale cariño,' y se volvió a dormir inmediatamente.

Lucinda llamó al conserje nocturno y le preguntó dónde podía comer a esta hora de la noche. De nuevo con perfectos modales, le dijo que el restaurante estaba cerrado, pero le prepararía cualquier cosa que le apeteciera tomar en la habitación. Consideró a Peter tumbado apaciblemente en la penumbra y ella todavía llevaba su libidinoso y adorable vestido nuevo.

'¿Cualquier cosa?' pensó ella, 'me pregunto si podrían atender a un equipo de rugby.'

Probablemente también podrían.

'Cualquier sándwich del bar,' pidió en vez de lo otro. El conserje dijo que estaría encantado de servirle en cualquier sitio y que lo notificaría al bar. Pidió un sándwich de ensaladilla de atún, y como trato de cumpleaños para sí misma, un plato de patatas fritas.

'Bueno, es casi un equipo de rugby' se rió y se encaminó hacia el baño.

Después de una rápida meada y un enjuague, recuperó su camisón pero, pensando en las finas alfombras del hotel, también unas bragas y un forro.

Minutos más tarde se encontró que le habían preparado un pequeña mesa discretamente acurrucada en la esquina del acogedor bar. Un vaso de Kir Royale la estaba esperando.

'Obsequio de la casa en su cumpleaños, señorita,' dijo el barman mientras le arrimaba la silla.

'Perfecto, gracias,' resplandecía mientras levantaba el vaso para brindar por Peter por mencionarles a ellos que era un día especial para ella.

'Feliz cumpleaños, señorita,' sonrió el barman.

Mientras se alejaba observó su culo pequeño y prieto asomando por debajo de su corta chaqueta y, recordando los hoyuelos de El cuando atendía a Princesa, reconsideró la idea del equipo de rugby.

'¡Detente chica!' se reprendió a sí misma y miró alrededor de la sala mientras sorbía la bebida.