Cuento de Ponies Cap. 22 - Adiestramiento básico

Empieza el adiestramiento básico

ADVERTENCIA

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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.

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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/

Traducido por GGG, noviembre 2000

Un cuento de Ponies - Capítulo 22 - Empieza el adiestramiento básico.


En su deportivo Sports Z3, Peter recorrió las pocas millas que había hasta el piso de Lucinda, en Wimbledon, en un tiempo récord.

'Un día te van a pillar,' le reprendió mientras sentía el aire primaveral alborotándole el pelo.

'Tendrán que alcanzarme primero y luego suplicaré como un yankee ingenuo' sonrió él.

'¡Ja!' Ingenuo es la última palabra que utilizaría para describirte, querido' ronroneó mientras le daba masaje en su musculosa pierna. Habían decidido incluir en la excursión una carrerita en los Comunes y Peter llevaba los pantalones cortos y una cazadora de los bomberos voluntarios.

En su piso Lucinda preparó su bolsa de viaje antes de cambiarse a su atuendo de corredora y, mientras Peter le ayudaba a cargarlo en el coche, susurró,

'Adiós, adiós, pisito, ¡la próxima vez que te vea seré un pony adiestrado!'

Él corrió, ella le tomó el pelo.

Incluso la ventaja de 13 años que le llevaba fracasaba a la hora de disimular su resistencia superior.

Cuando ella se recostó en el coche sorbiendo la bebida energizante, le comentó,

'Pronto te pondré en forma, entonces echaremos una carrera de verdad.'

Sin pararse a respirar, le mandó callarse, luego terminó su bebida.

'Tendría que decirte que mañana juego al squash' añadió.

'¿Seguro que estarás levantada para ello?' sonrió.

Esta vez ella mantuvo la botella en el aire.

Peter sugirió parar a tomar una hamburguesa en el camino de vuelta.

Incrédula, dijo,

'Un día, querido, no estarás tan en forma y una vida de comida grasienta se tomará su venganza. Me comeré una ensalada y utilizaré ese exprimidor que parece que no sabes que tienes. ¿Vale?'

Cuando se hablaba de comida, no había duda de quien mandaba, Peter se encogió de hombros y asintió en silencio.

De nuevo ducharse parecía estar fuera de lugar y le dijo que se desnudara simplemente, explicándole que necesitaba acostumbrarse a estar desnuda. Afortunadamente se trataba solamente de preparar una ensalada y no de freír nada. Había cometido esa equivocación algunas veces al prepararse la comida en vacaciones y, aunque la grasa salpicando sus pechos parecía cosa de poco comparada con lo que le había pasado recientemente, no le apetecía repetir la experiencia.

Durante la comida Peter trató de muchas de las rutinas que habían visto en la demostración de la semana anterior. Luego preparó un plan de adiestramiento para ella para la semana entrante. Mientras repasaban el diario se sintió un poco molesta cuando notó la ausencia total de comentarios sobre su próximo cumpleaños. Parecía centrado exclusivamente en su adiestramiento.

'Mientras nos baja la comida, revisaremos un par de vídeos sobre adiestramiento de chicas pony,' declaró cuando terminó.

Lucinda admiraba su seriedad pero era también su fin de semana y tanto rigor le estaba empezando a poner de mal humor. Él notó su expresión,

'Solo tenemos 12 días de adiestramiento antes de las Pruebas de Berkshire' le recordó, 'quiero causar una buena impresión allí.'

Ella sonrió y se inclinó para besarle,

'De acuerdo, cariño.'

'A la mierda mi cumpleaños' pensó compungida.

Le mandó que se sentara a sus pies mientras veían los vídeos. Uno estaba rodado en California y mostraba actrices de las estereotípicamente bien dotadas, de las películas porno suave de Hollywood, en plena marcha. La otra era francesa y de pretensiones más artísticas pero a Lucinda se le escapó completamente el argumento, si es que lo había. Se limitaba a reírse tontamente cuando leía, de vez en cuando, en los labios lo que realmente estaban diciendo. Mientras tanto él le acariciaba distraídamente la cabeza como si fuera un perro mascota. Ella lo encontró bastante agradable y le restregaba la nariz contra la mano de vez en cuando.

Luego él la vistió de nuevo pero esta vez con las botas sensibles y utilizó el arnés con el injerto anal pequeño y la cola, pero le dejó la vagina vacía y el sexo al aire. En su lugar utilizando las viciosas pinzas con dientes - todavía llevaba las señales de donde las había arrancado de los pezones en medio de su éxtasis anterior - enganchó pequeñas pero pesadas campanas a sus labios exteriores, pezones y orejas. Mediante correas de velcro le sujetó las muñecas esta vez a los laterales del arnés y ella meneó los brazos mientras cloqueaba y se contoneaba como un pollo enloquecido en un carillón.

'¡Incluso sé ahora cómo preparar un huevo enorme!' se rió mientras se agachaba y pretendía expulsar su injerto anal. Peter la hizo callar con un golpe seco y la brida y el bocado. Afortunadamente esta vez no hubo anteojeras.

Le dijo que hiciera algunas de las rutinas, especialmente las marchas lentas elevando los pies, frente a la gran pantalla donde podía observarse y Peter le mostró como hacer funcionar la reproducción en el ordenador. Para las rutinas más enérgicas utilizaba el largo pasillo del piso.

Pasó las siguientes dos horas haciendo sonar las campanillas (N. del T.: en el original se hace una referencia al texto de la canción navideña) todo el tiempo con Peter dando una palmada ocasional con la fusta en sus pechos o nalgas.

Hacia el final empezó a notar como perdía la paciencia mientras ella se iba cansando y toleraba cada vez menos sus errores, prefiriendo usar la punta de la fusta en sus pechos, en lo que parecía más un escape a su frustración que para corregirla a ella.

'No creo que pueda soportar 12 días de esto,' pensó abatida.

Su depresión se incrementó cuando, después de declarar que se había terminado su sesión, la llevó a la habitación de invitados y volcó otra pila de periódicos sobre otra protección plástica del suelo. Liberándole los brazos, le dijo que arrugara las hojas haciendo muchas bolas estrujadas.

'Tu lecho.' Explicó.

Ella pateó el suelo disgustada.

'Te llamaré con tiempo para hacer un par de circuitos más y luego te dejaré mucho tiempo para que te prepares para el trabajo.'

Ella se quedó en pie y le miró, sin habla tanto física como emocionalmente.

'¿Supone algún problema?' preguntó él amenazadoramente.

Miró al suelo y dejó caer la cabeza.

Él asintió.

'Bueno. Un par de cosas más entonces, ¡Quédate!'

Lo hizo. Estaba demasiado desconsolada y cansada para moverse.

Volvió con una traba y un cadena. Después de trabar sus tobillos enganchó una cadena a su brida y la bloqueó con otro candado antes de enganchar el otro extremo a la parte superior de uno de los postes de la cama. Esto le daba unos 2 metros de autonomía.

Finalmente le quitó el bocado y ella flexionó su mandíbula dolorida y estaba a punto de hablar cuando captó su mirada y cerró la boca.

'Esto es en caso de emergencia durante la noche, los candados, aprovecho para decírtelo, saltarán si tiras con la suficiente fuerza.'

Revisó sus pinzas y, satisfecho, le acaricio su seno y dijo simplemente,

'Duerme bien, Lucky Lady.'

Tras esto apagó la luz y salió.

Ni un beso, ni una oportunidad de desearle buenas noches.

Ya no se sintió afortunada por más tiempo y sintió que las lágrimas empezaban a manar de sus ojos mientras se sentaba sola, bajo la cruel luz naranja emitida por una lámpara de la calle.

'No, ¡mierda!' pensó y se las enjugó. Estaba decidida a no dejar que esto se viniera abajo. Dobló sus piernas trabadas debajo de su cuerpo y empezó a hacer pelotas con los periódicos luego, con una sonrisa maligna, miró detenidamente el crucigrama y lo puso a un lado para mantener un hilo de su humanidad. Al final se había construido un nido gris y lleno de arrugas en un rincón y, como acto final de rebelión, se quitó las pinzas de los pezones y los labios y estaba a punto de acurrucarse cuando Peter irrumpió, desnudo y furioso.

'¡Vuélvetelas a poner!' gritó mientras golpeaba sus pechos con la fusta.

'¡Mierda!' pensó y revisó la habitación, '¡incluso ha escondido una puñetera cámara aquí!'

Iba a decir algo sobre la confianza, pero se dio cuenta de que era ella quien la había defraudado. En lugar de eso, revolvió en el nido buscando las pinzas e hizo una mueca mientras miraba en la penumbra entre sus piernas y se las volvió a enganchar y estaba a punto de ocuparse de sus pezones cuando el declaró.

'Estas manos son, obviamente, una tentación,' y salió a buscar algo.

'¡Ponte de pie y date la vuelta!' ordenó cuando volvió llevando las correas de velcro y el látigo corto con las cintas.

Obedeció y él le ató las manos tras la espalda.

'¡De rodillas, aquí!' dijo señalando un punto en el suelo directamente delante de él.

Cayó de rodillas y le ofreció los pechos.

Él se puso a un lado y la golpeó con el látigo.

Aunque estaba preparada para el golpe, él consiguió darlo justo en el extremo de sus pechos y de lleno en sus doloridos pezones. Ella hizo una mueca y sintió que las lágrimas se le escapaban inmediatamente.

'Mierda,' pensó y las dejó correr por sus mejillas y sus pechos palpitantes mientras él continuaba con el castigo.

Finalmente la lluvia de golpes cesó y ella le miró con sus ojos surcados de lágrimas, con la humedad reventando las luces de la calle en dardos naranjas oblicuos que rodeaban su forma oscura.

'¡Chúpala' le oyó decir.

Desconcertada parpadeó para quitarse la película y notó su erección rampante delante de su boca.

Tragó saliva y dócilmente abrió los labios y los colocó alrededor de su glande para empezar sus caricias orales.

Para su angustia, rechazó sus servicios y, agarrándole un puñado de pelo de la parte de atrás de la cabeza, se masturbó velozmente con su boca negándole incluso el derecho a tragarse su semilla cuando se retiró y la proyectó sobre su rostro y sus pechos aún palpitantes.

Limpiándose la mano en su pelo, salió, golpeando la puerta tras él.

Ella se quedó con la mirada fija, su boca todavía con la forma de la sección de la cabeza de su pene, mientras su semen se mezclaba con las lágrimas y goteaba en sus muslos.

Con un suspiro final, se plegó en una pelota pequeña y se puso a dormir sollozando suavemente.