Cuento de Ponies Cap. 21 - La recompensa de Peter

La recompensa de Peter

ADVERTENCIA

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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.

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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/

Traducido por GGG, noviembre 2000

Un cuento de Ponies - Capítulo 21 - La recompensa de Peter


Pateó el suelo y empujó hacia el banco.

Peter sonrió,

'¿Qué quieres Lady? ¿Aquí encima, es eso?'

Asintió dos veces y luego pateó el suelo otra vez, señalando el banco y el punto central entre las dos cámaras, se puso detrás del banco e hizo inútiles intentos de empujarlo con la cadera.

Peter se rió,

'¡Maravilloso! Realmente le estás cogiendo el truco a esto. ¿Te gustaría que me tirara al suelo y colocara el banco encima de mí?'

Estaba siendo deliberadamente obtuso.

'No, me gustaría colocarte los huevos allí y apretar el torno del banco, gilipollas!' pensó ella.

Sonriendo, y dándole una palmada juguetona en su trasero que la hizo pegar un brinco de dolor, cedió y arrastró el banco al centro como le pedía, luego se quedó en pie junto a él.

'¿Ahora qué?'

Lucinda trotó lentamente alrededor de Peter con un movimiento exagerado de sus caderas y le daba, juguetona, un topetazo en las ingles cada vez que pasaba. Tras dos vueltas le dio la espalda y restregó su trasero sobre su bulto ya endureciéndose, luego, con un salto, dio otra vuelta y repitió la maniobra.

Otras dos vueltas más y sintió como presionaba su erección sobre su vulva cubierta y ella dio un paso hacia el banco, intentando mirarle hacia atrás sobre los hombros.

'Tengo que intentar quitarme estas malditas anteojeras,' pensó mientras inclinaba la cabeza a tirones como una urraca buscando insectos. Afortunadamente, él fue tras ella y le cogió los pechos con las manos, luego acarició suavemente las aureolas inflamadas justo por debajo de las abrazaderas. Esto tuvo como efecto aflojarle los miembros y se arrojó sobre él, ante lo cual él empezó a mordisquear su cuello y hombros. Deslizó su mano derecha sobre su estrecha cintura hasta su vientre desnudo y acarició suavemente y palmeó su pubis y su tirante raya de cuero. Esto se transmitió directamente a su clítoris con resultados inmediatos.

Gimió y empujó, luego se dejó caer en la parte superior acolchada del banco. Recuerdos recientes de su paliza se le presentaron ante la mente y sintió que sus nalgas y sus muslos empezaban a arder de nuevo. Cabalgando sobre esta sensación, metió sinuosamente sus caderas en la parte final del banco y levantó la cola todo lo que pudo. Una mirada rápida a la pantalla le mostró sus carrillos divididos y sus labios puestos al descubierto a cada balanceo. Mantuvo el ritmo, incrementando la amplitud de sus oscilaciones. De manera interesante la cámara también registraba la humedad brillante alrededor de la base del consolador.

'Si Peter fuera un garañón, tendría su nariz aquí en este momento,' valoró.

Peter no había pasado por alto la insinuación pero parecía tener alguna otra cosa en mente para aplicársela. Le vio mirar fijamente, extasiado, a su cola ondulante y bajarse la cremallera de los pantalones, antes de quitárselos a la vez que sus calzoncillos. Tenía un aspecto divino por los cuatro costados.

A menudo hacían chistes con que su polla tenía la longitud de la diferencia entre sus alturas y las vueltas de la vida iban a darle esta diferencia tantas veces como fuera posible. En este punto, seis pies cinco pulgadas (unos 193 cm) de hombre sólido con siete pulgadas (unos 18 cm) de sólida virilidad apuntaban en su dirección como un misil de crucero en su aproximación final.

Sin embargo, en vez de clavarse y detonar, se agachó y besó las señales de sus nalgas, moviendo su lengua a la parte superior de sus muslos y al creciente brillo de la humedad. Gimió de nuevo y apartó los muslos para facilitar exploraciones más profundas. La molesta correa central evitaba un acceso más directo y ella revolvió los pies con frustración.

Peter deslizo una mano bajo su vientre y ella se levantó ligeramente para permitirle desabrocharla con lo cual la retiró hacia abajo y desenganchó el extremo del anillo del perineo. El consolador grande y tembloroso empezó a deslizarse desde su interior y ella no hizo ningún intento de detenerlo. Peter lo pilló justo antes de que golpeara el suelo. Le vio restregar sus jugos sobre su glande y puso el, ahora cornudo, falo en su nariz.

'Mmmm? Comentó, 'esta potra está en celo.'

'¿Celo?' pensó ella, '¿Celo? ¡Tienes el Vesubio bajo tus ojos y dices que es simplemente celo!'

Él lanzó el consolador empapado sobre la mesa y se colocó junto a su vulva jadeante. Cogiendo las riendas con ambas manos, tensó la cuerda hasta que sus pezones empezaron a palpitar. Ella arqueó la espalda para liberar sus pechos y el recuperó la cuerda extra lo que provocó que las extrañas sensaciones de sus pechos se extendieran a su torso.

'¿Quiere esta potra ser servida?' preguntó dando un tirón a las riendas y colocando la punta de su pene entre sus desesperados labios.

'¡Oh Dios, y de qué manera! Gritó en silencio y con un débil gemido.

'¡Yi ja!' gritó él y, con una mano sujetando las riendas al estilo rodeo, la penetró hasta que sus huevos golpearon contra el exterior de sus labios.

'No está mal para un tipo de la Liga Universitaria de Westborough, graduado en Artes,' pensó y sonrió para sí, 'Dios bendiga a América y a mi bienamado Amo.'

Más tarde, cuando recordó la mañana, concluyó que debía haber estado en una situación de casi clímax desde la paliza. Simplemente la había tocado abajo y apenas había tocado su clítoris antes de que empezara a estremecerse entre espasmos y espasmos con los gritos de placer apenas amortiguados por el bocado. Afortunadamente además de ocuparse en devorar su clítoris y en torturar los pezones, agarró la banda de la cintura de su arnés y la folló como un martillo pilón hasta que también él se puso a gritar en su cénit y ella sintió su pulso en su interior.

Se dejó caer sobre ella, jadeando.

En un momento determinado, sin sacarla, se incorporó sobre los brazos y dijo sin aliento,

'Lucky Lady, ¡no hay duda de que eres un buen polvo!'

Ella se limitó a sonreír a su clon de la pantalla que, servida por completo y totalmente satisfecha, le devolvió la sonrisa.