Cuento de Ponies Cap. 17 - Botas y meadas
Botas y meadas
ADVERTENCIA
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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.
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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/
Traducido por GGG, noviembre 2000
Un cuento de Ponies - Capítulo 17 - Botas y meadas
Lucinda se despertó con el sabor de café reciente cuando los labios de Peter reemplazaron la otra parte de su anatomía que había estado besando últimamente.
La besó.
'¡Vamos perezosa, hay cosas que hacer!' Le ordenó y le retiró el cobertor. Ella se dobló en posición fetal y se encogió. La fusta que él llevaba se estrelló una sola vez sobre una nalga desnuda y, sin rechistar, salió disparada de la cama y se puso en pie, atenta como un recluta al toque de diana.
Peter sonrió mientras golpeaba sus senos, luego pasó la fusta entre sus piernas.
'Muy impresionante. Espero que esto sea una señal de tu obediencia durante el resto del día.'
Lucinda asintió, con los ojos hacia abajo.
Peter la condujo fuera del dormitorio,
'¡Vamos!' dijo.
Lucinda sonrió a su espalda arrogante mientras él salía,
'Oh, sí Amo, ¡claro que tengo toda la intención de hacerlo!' murmuró en voz baja mientras seguía imitando sus andares.
Había colocado las botas nuevas en el suelo cerca de los otros artículos de pony ordenados en la mesa. A Lucinda le gustó ver una cesta con una cola rubia, un surtido de objetos fálicos, guantes de látex y la inevitable botella de gel. Desgraciadamente no había pinzas a la vista.
Trotó hasta el centro de la habitación y se puso orgullosamente sobre la sábana de plástico, con los brazos atrás y las piernas ligeramente separadas. Él no parecía preparado para una conformidad tan inmediata y le llevó un tiempo pelearse con el ordenador y las cámaras. Finalmente apareció su imagen doble con un halo dorado debido al sol matinal que, cruzando la gran ventana panorámica, bañaba la habitación. Miró hacia fuera sobre el Támesis y Battersea. Se había agenciado sin duda un buen piso para su estancia en Europa y ella lo comparó con su agujero utilitario en Wimbledon. Era preocupante lo rápidamente que uno se acostumbra a una rutina aburrida y tenerlo por una vida, pensó con desagrado. Vale, iba de juerga y se lo pasaba bien con sus colegas de la agencia. Pero incluso las fiestas parecían prohibidas. Esto era debido, posiblemente, al número de clientes a los que se esperaba que convenciera para que la siguieran. A la realidad de la luz de la mañana quedaba claro que también se esperaba a menudo que hubiera cama y todo lo demás.
¿Era ella real y simplemente un putón corriente, disfrazada para parecer "profesional"?
Se sintió reflejada en la disponibilidad general implícita de los "esclavos" de la que había leído en las referencias que Peter le había dado para sus deberes de la semana anterior. Al menos ellos sabían que estaban disponibles y podían hacer esa elección. El rol de Pony llevaba su libertad de elección a un nivel nuevo y estaba enmarcado por reglas estrictas sobre el comportamiento como estaba comprobando ahora. Y hoy era el día en que sentía que llegaría a ser un verdadero pony. Tras la espalda de Peter movió los brazos animando en silencio a sus hermanas virtuales de la pantalla, mientras realizaban sus últimos actos como hembras humanas en lo que quedaba de día.
La atención de Peter tropezó con la pantalla. Refunfuñó desde la esquina.
'¿Qué estás haciendo?'
Ella sonrió dulcemente y, bañada por su halo dorado, formó con sus imágenes un tríptico de inocencia y vulnerabilidad desnudas. Todo lo que se necesitaba ahora era una larga cabellera rubia y una concha de peregrino, pensó ella. Cubrió su pubis e hizo un mohín recatado.
Él apagó el proyector y ella dejó escapar un pequeño ruido de disgusto.
'Podrás ver el resultado final' dijo él.
Por fin Peter estuvo preparado. Se acarició la barbilla como meditando la táctica.
'Primero las botas' declaró.
Habían encontrado dos tiendas que suministraban lo que Peter quería, la primera era una sorprendente de chorradas de artesanía en Covent Garden, que para sorpresa de Lucinda, no solo habían oído hablar del papel de Pony sino que incluso aceptaban encargos para hacer botas.
Sin embargo para salir del paso Peter le compró un par adorable de sencillas botas cortas de piel marrón, con tacones moderados que se hacían para incrementar la altura de las mujeres "petites" y eran a la vez favorecedoras y bastante cómodas.
'Para ejercitarte' explicó Peter cuando Lucinda le miró casi a la altura de sus ojos.
A Lucinda le gustaron tanto que le dejó llevarlas puestas en el camino de vuelta al piso y, por una vez en su vida, pudo ver por encima de los laterales en el supermercado.
Tras lo sublime, venía lo ridículo.
Peter insistió en que visitaran una tienda fetichista en el Soho, que era una verdadera cueva de Aladino, de "ropa de dormitorio" de tachuelas que cubría desde el extremo rosa esponjoso hasta el negro macarra.
Eligió unas botas ridículamente altas de algún tipo de vinilo elástico con tacones de aguja puntiagudos y un lío de lazos que se suponía que iban por la parte delantera. Para inmenso alivio de Lucinda incluso los melindres de Peter cesaron al intentar el dependiente, una persona de género dudoso que procedía del clan de los macarras con tachuelas y cuya piel estaba más tachonada que sus ropas, atarlas para que se las probara Lucinda. Se limitó a probarse la parte de los zapatos de talla "M". Lucinda no era precisamente de pie pequeño, de modo que ¿para quienes estaban destinadas las tallas L y XL? ¿Para jugadores de rugby y baloncesto relajándose tras un día de juego duro? Incluso Peter podría usar probablemente la XL.
'Aquí hay una variante interesante' pensó ella.
Fue este par el que seleccionó Peter para la sesión de entrenamiento. Él la sujetó mientras deslizaba los pies dentro de las botas.
Mientras se tambaleaba en los ridículos tacones, casi esperando poder ver las dunas del Sur, escuchó a Peter jurar y suspirar mientras ataba y ataba metros de cordones.
Él siguió trabajando bota arriba a unas pocas pulgadas cada vez. Cuando los costados se unieron Lucinda se sintió simultáneamente soportada y limitada y le resultó mucho más fácil estar en pie sin miedo a lanzarse de cabeza al Támesis.
Cuando acabó se sentó en los talones y la miró desde abajo. Por la expresión de su cara parecía muy satisfecho de su trabajo y Lucinda se dio cuenta de lo acostumbrada que había llegado a estar a las imágenes de la pantalla. Él se puso en pie y le tomó la mano izquierda.
'Levanta la pierna derecha,' le ordenó y se tambaleó de forma horrible durante un momento mientras levantaba la pierna. Las apretadas botas reducían considerablemente su flexibilidad y tras unas cuantas patadas débiles con el tacón, Peter le dijo que bajara la pierna y se agachara un poco.
Lo hizo de repente y los cordones y las botas crujieron alarmantemente pero finalmente se calmaron. Ahora cuando levantó la pierna se dobló graciosamente por la rodilla. Repitió la acción con la pierna izquierda y estuvo un rato haciendo una marcha exagerada de piernas levantadas por el escenario.
'¿Va bien?' preguntó Peter.
Lucinda asintió y le apretó la mano.
'¿No están demasiado prietas?'
Negó con la cabeza. Peter empezó a recoger los cordones sobrantes y enlazarlos en la parte baja y delantera de las botas. Se encaminó a la mesa y recogió otra de sus misteriosas y ruidosas bolsas de terciopelo. Con un ademán sacó un par de minúsculos candados que parecían más decorativos que útiles, pero colocó cada uno en la parte superior de una bota imposibilitando el deshacer los nudos sin las llaves que, para su inquietud, no podía ver.
Se levantó de nuevo y asintió, pareciendo aún más satisfecho esta vez. Lucinda miró hacia abajo y vio sus muslos desnudos emerger de dos esbeltos dardos de un negro brillante. Sus decrecientes piernas junto con la escala que formaban sus cordones realzaban la perspectiva y hacían que sus piernas parecieran en escena para siempre.
Le sonrió radiante. Tenían realmente muy buena pinta y, con gran cuidado, dio un par de pasos sin sujetarse. Su confianza aumentó, balanceándose un poco para hacer sonar los candados e impresionar a Peter.
Entonces él sacó un par de guantes largos que hacían juego con las botas. Ahora sabía porque había estado tan impaciente por acabar con las botas. Se los deslizó y los trenzó con la misma diligencia frustrante. Los bloqueó también y ella flexionó los dedos realizando una postura de Tai Chi como si estuviera acariciando una bola de energía imaginaria entre ellos. Sus miembros parecían serpientes negras y sinuosas.
De la sonrisa de su cara dedujo que era un momento oportuno para sacar a la luz un asunto que le había estado preocupando desde que él había estado a medio camino entre sus piernas.
'¿Puedo hablar, Amo, por favor?'
La miró severamente y se volvió a mirar la mordaza de bola que estaba en la mesa.
Ella adoptó la apariencia más suplicante y, tras unos momentos de espera, dijo él,
'Sí, ¿qué pasa?'
'Encuentro absolutamente adorables los guantes y las botas y todo el esfuerzo que estás empleando en ellos, se ven y se sienten maravillosamente, pero no pensaba que fuéramos a empezar tan pronto.'
Su divagación pareció fastidiarle más de lo que se había temido.
'¿Y...?' preguntó.
Lo soltó de repente,
'Necesito ir al baño y no estaba segura de cuál era el protocolo si se supone que debo estar callada.'
Le sonrió expectante y, con gran alivio por su parte, él se rió.
'¡Ah, era eso! Bueno, no hay problema en absoluto, debería habértelo dicho ayer pero estuvimos un poco ocupados. Pero haces bien en preguntarlo. Deja que te enseñe unas pocas señas sencillas.'
Después de temerse su cólera y la fusta, esto era mucho mejor de lo que había esperado.
'Gracias cariño' sonrió.
De repente le envió una mirada fiera.
'Oh, ¡lo siento! Gracias Amo.'
No había error en los límites que le estaba marcando.
'Recuerda que eres un pony desde que empezamos hasta que yo diga que hemos acabado. Los ponies no hablan.'
Ella se encogió de hombros y asintió.
'Sin embargo, como has apuntado correctamente, hay algunas ocasiones en que es necesario hacer algunas preguntas sencillas. Ahora bien, cada Entrenador tiene sus propias señas, pero las mías son todas las que tienen que importarte por el momento.'
'¿Cursos para caballos?' pensó en silencio Lucinda, 'o ¡diferentes golpes para diferentes personas!' Apenas puso evitar una risilla, lo que no la ayudó un pelo a impedir su incontinencia.
Peter siguió,
'Hay solo un par de señales básicas...'
Lucinda suspiró aliviada de que no fuera otro seminario.
'En primer lugar, si quieres atraer mi atención, patea el suelo como lo haría un caballo. Inténtalo ahora.'
Lucinda levantó su pie derecho y golpeó dos veces con él en el suelo.
'Humm, poco elegante, pero lo conseguiré,' comentó, '¿crees que un poco más de práctica ayudaría?.'
'¡No, por favor! ¡Ahora no!' gritó en silencio.
'Una vez que notes que tienes mi atención, para la mayoría de los casos basta con que muevas la cabeza en la dirección del objeto o en sentido general. Por ejemplo, un trago de agua, comida, algo desagradable en el lecho, abrir la puerta, y así sucesivamente.'
Mientras recitaba la lista, Lucinda se preguntaba cómo demonios iba a 'mover simplemente' la cabeza hacia su vejiga.
'Sin embargo en general, haz justo lo que harían un pony o un caballo. Piensa en el "lenguaje corporal de un pony".'
Lucinda rememoró la exhibición asombrosamente erótica de este que habían hecho Princesa y El. Peter continuó,
'Cuando un pony intenta orinar o defecar y está parado, levanta la cola, separa ligeramente las patas y se estremece antes de soltarlo.'
Como colofón añadió,
'Desde luego si están en movimiento es completamente diferente, ¡simplemente lo hacen!' se rió entre dientes, 'pero continuaremos con esto en otra ocasión.'
Si no hubiera sido por las malditas botas Lucinda habría cruzado las piernas pero al final él cayó en la cuenta.
'Bueno, ¿dónde estábamos?'
'El muy cabrón' pensó ella y de repente se dio cuenta de que él había planeado todo esto y estaba saboreando su angustia.
Pateó obedientemente el suelo con el pie y le miró.
Él la miró a su vez, indiferente y le devolvió una mirada interrogante.
Entonces ella arqueó la espalda ligeramente, balanceó el trasero e hizo una demostración de dejar caer los pies separados y adelantó su entrepierna groseramente. Para aumentar el efecto, dobló la cabeza hacia abajo y se miró al coño y luego a la puerta unas cuantas veces.
Él soltó una carcajada.
'¡Fabuloso!' gritó.
Muy aliviada, se enderezó y mantuvo la mano en solicitud de ayuda para tambalearse hasta el baño. Si sería capaz de sentarse una vez allí era otra historia, pero "tacita a tacita".
Peter la ignoró por completo.
Se paseó hasta la pared adonde había apartado la mayoría de los muebles y recogió una pila de periódicos viejos. Lucinda tuvo una sensación de hundimiento repentino que se confirmó momentos más tarde cuando desdobló entre sus piernas una copia del Financial Times. Ella miró hacia abajo, avergonzada. Ahora, aunque pudiera ser atrayente, mear sobre el Stock de Cambio de Londres no era lo que hubiera pensado en ningún caso.
'¡No puedes pretenderlo en serio!' gritó, para obtener como recompensa un punzante golpe de la fusta.
'¿Quieres mear? ¡Pues mea!' le ordenó y golpeó levemente el papel.
Sus ojos se llenaron de lágrimas de frustración y desesperación más que de dolor.
'Pero...' empezó.
Un nuevo golpe. Este le dolió - mucho, y las lágrimas comenzaron a fluir.
Peter se alejó y se sentó en un sillón y le miró a la entrepierna.
Tragó saliva y se sorbió las lágrimas.
'Lo hago o lo dejo, supongo' consideró ella, luego empezó a agacharse todo lo que le permitían las botas. Bajó la mano para apartarse los labios con los dedos como había oído que hacían sus amigas cuando participaban en competiciones de meadas contra los chicos en la escuela. En su momento no habían influido grandemente en su plan de desarrollo personal pero ahora deseaba haber estado más atenta. Peter disparó como una serpiente y sus dedos retrocedieron instintivamente incluso antes de sentir el golpe.
'¡Nada de manos, mujer! ¿Quieres o no ser un pony?'
¿Le había leído el pensamiento?
Temblando, Lucinda se puso las manos enguantadas tras la espalda y se frotó sus dedos doloridos mientras intentaba orinar.
¡Para horror suyo, no podía!
Era como esas situaciones embarazosas en que estaba en un baño público desierto en un lugar extraño. Justo cuando estaba a punto de hacerlo alguien entraba en el cubículo a su lado y depositaba sonoramente su Niágara particular, y su uretra actuaba como cuando estaba tomando zumo de limón.
Peter, dándose golpecitos en el pie con la mierda del bastoncito, no ayudaba en absoluto.
En un momento de inspiración clavó la vista en una barcaza que surcaba el Támesis y en toda el agua a su alrededor y, afortunadamente, el dique se vino abajo. No se atrevía a mirar hacia abajo por temor a cortarlo, pero escuchaba la cascada salpicar todo el papel...
...y salpicar...
...y salpicar...
Cuando cayó la gota final miró hacia abajo.
'¡Cris...!' empezó a exclamar cuando vio el charco sobre el que ella, como un Coloso, estaba extendida. Afortunadamente se cortó como una tos.
Lucinda pensaba que Peter estaba tan sorprendido como ella, era como un niño con un juguete nuevo, se maravilló del follón y se inclinó para plegar el puñetero papel hasta que consiguió un manojo de papel empapado en la mano. Lo envolvió en más papel y se encaminó a la puerta.
'Recuerda. Nada de manos.' Le advirtió. 'Puedo revisar la grabación.'
Lucinda cambió su anterior calificación por la de "cabronazo baboso y traicionero" y se puso en pie temblando del deseo de limpiar el spray de su sexo y muslos. Momentos más tarde el "medidor de balanceo" osciló hasta simplemente "cabronazo traicionero" cuando regresó con un puñado de toallas de cocina que utilizó para secar cuidadosamente y limpiar sus botas, pero finalizando solamente con un restregón de pasada muy rudo y superficial entre sus piernas.
Consideración actual de Peter: añadir "sin sensibilidad".
'Puedes cerrar las piernas ahora,' dijo suavemente y secó gentilmente las lágrimas de sus mejillas y ojos antes de cogerle un seno en sus manos mientras la besaba ligeramente en los labios. 'Bien hecho, mi Lucky Lady'
Consideración actual de Peter: perdonado.
Situación actual de Lucinda: charco emocional.
Se sintió como si llorara.
Sonriendo, pateó el suelo.
'¿Sí?' preguntó él.
Dio la vuelta a la cabeza, cerró parcialmente los ojos y con un mohín le dio un beso de "Gracias".
'Por eso, preciosa mía. ¡Un premio!' se rió y ella se llenó de felicidad.