Cuento de Ponies Cap. 12 - Adiestramiento
Comienza el adiestramiento
ADVERTENCIA
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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.
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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind
permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/
Traducido por GGG, noviembre 2000
Un cuento de Ponies - Capítulo 12 - Peter empieza a entrenar a Lucinda
Lucinda se quitó los zapatos y caminó por el suelo plástico hasta el centro de la habitación, donde empezó a tirar de la blusa para sacarla de la falda. Un día de reuniones de revisión con clientes significaba que tenía que vestir de 'traje' pero estaba, como siempre, contenta de quitarse el uniforme. Todavía le molestaba no poder darse una ducha primero, como en su sencillo ritual diario que siempre señalaba la transición del trabajo al ocio para ella. Mientras tanto Peter estaba ocupado con el ordenador en la mesa de la esquina. De repente su imagen apareció en la gran pantalla. Se encaró con la cámara de la izquierda y gesticuló un 'Hola mami'. Parecía extraño verse a sí misma invertida y le llevó algún tiempo y más gestos tontos acostumbrarse a que no era un espejo. Mirando hacia el centro de la pantalla con una mirada casual para comprobar la imagen, empezó un striptease exagerado mientras canturreaba 'La Bailarina de Striptease'.
Peter se rió.
'Oh, muy impresionante' comentó mientras jugaba con el aparato.
Hizo una pirueta, se quitó el sostén, soltó una risita y dijo,
'¡Deberías ver lo que hago por una propina!'
Su jocosidad indicaba que su nerviosismo estaba sacando lo mejor de ella y añadió el ofrecimiento de sus pechos,
'¿Puede ser una sesión de látigo?'
Peter suspiró y entornó los ojos antes de añadir en tono serio,
'Puede ser. Puede ser mucho, mucho más.'
Chasqueó los dedos,
'¡Basta de frivolidades. Fuera la ropa!'
Obedeció rápidamente y, después de quitarse las bragas, colocó la ropa doblada en una de las sillas antes de volver a su sitio. Ahora había dos imágenes de ella, una a cada lado de la pantalla. La imagen de la izquierda era como antes, pero la de la derecha, para horror suyo, mostraba su parte posterior.
Tensó las nalgas e intentó que las aparentes montañas, bueno, colinas de celulitis, desaparecieran. Ellas, tercamente, rehusaban moverse, manteniéndose tan inertes como dos sacos de tocino. Se giró y miró atentamente por encima del hombro a las partes que la ofendían.
Estaba avergonzada,
'No vas a enseñarle esto a nadie, ¿verdad?'
'¡No puedo creerlo!' exclamó, 'Estoy a punto de grabar todo tipo de actividades íntimas y potencialmente de porno duro y ¡estás preocupada por si tu culo parece grande!'
Lucinda volvió a mirar la imagen de su trasero mientras pellizcaba los, francamente perfectos, globos.
'¡Bueno, no me esperaba esto! Y, bueno, quiero decir, a la mierda. Este tipo de cosas son importantes para una mujer. Establezcamos nuestras prioridades justo en este punto' añadió una sonrisa.
'¡Pequeña descarada' se rió él, 'pronto estaré ajustándote tus "prioridades"!'
Como recapacitando, ella preguntó,
'¿De verdad estás grabando esto?'
Peter asintió,
'Solo en el ordenador, puedo editar y juntar algunas secuencias seleccionadas para que las veamos más tarde cuando revisemos tu entrenamiento.'
'Ya, y cuando yo no estoy y el señor Wobbly ("Tambaleante") quiere jugar' pensó para sí misma. Era bastante curioso que él pudiera preferir dedicarse a sus películas que los otros vídeos porno que había visto en su estantería, algunos de los cuales habían visto juntos, mientras se revolcaban en el sofá en este mismo sitio.
Lucinda le hizo una reverencia exagerada.
'Su indigna discípula espera, Oh Amo, ¿qué me tendrá preparado?'
Peter la ignoró hasta que pareció satisfecho con la configuración del vídeo y se dirigió a la mesa de café. Se colocó cuidadosamente un par de guantes suaves de piel marrón, cogió una fusta que golpeó en su mano enguantada y paseó a su alrededor, golpeándose de vez en cuando en la pierna mientras la inspeccionaba.
Le siguió con los ojos mientras se alzaba sobre ella.
De repente la fusta golpeó cruzando su nalga derecha.
'¡Mierda!' exclamó y saltó hacia delante, '¿Por qué coño hiciste eso?'
Se restregó su carrillo punzante y le miró desafiante.
'Vaya,' suspiró él, 'Verdaderamente tienes mucho que aprender.'
La volvió a colocar en el punto exacto y añadió, mientras restregaba la punta de la fusta sobre el cardenal en formación,
'En primer lugar, no contestes. No digas una palabra sin permiso y, por supuesto, no me sueltes maldiciones.'
Estaba avergonzada por su arranque, era poco habitual, pero el impacto del golpe inesperado la había hecho saltar.
'Lo siento amor, pero yo...'
Él levantó una mano.
'¿Qué acabo de decir?'
'Lo sé pero...?
Simplemente chasqueó la muñeca y otro golpe aguijoneó su nalga izquierda, esta vez mantuvo la posición y la lengua.
'¡Silencio! Esto no es una discusión, te estoy diciendo como debes comportarte.'
Ella tragó saliva y le miró con lágrimas en los ojos, pero se quedó callada.
'Eso está mejor, ahora la segunda cosa. No mires a los ojos, ni a mí, ni a ningún otro Amo, Ama, entrenador, propietario, etc. Solamente cuando estés entrenada como pony y se quiera que los uses para comunicarte. De momento eso parece muy lejano.'
Cabizbaja, su mirada se alejó de él y se estudió a sí misma en la gran pantalla. Notó que una larga señal roja era visible claramente en cada nalga. Su precisión la impresionó pero la sensación no consiguió llenarla.
'Eso está mucho mejor, lo estás haciendo muy bien.'
Le acarició el carrillo con la parte trasera de su mano y suavemente le enjugó una lágrima. Las emociones de Lucinda variaban, dentro de una gama completa de sentimientos, desde el enfado hasta el amor, pasando por la confusión. Privada de la posibilidad de comunicarse, incluso de la forma más básica, se sentía perdida y torpe pero, sintiendo el contraste del menguante aguijón en sus nalgas y el calor en el toque en su mejilla, empezó a entender los simples límites que él estaba estableciendo.
Él sintió su incomodidad.
'Abordaremos algunas reglas básicas por ahora, luego acabaremos la parte formal y podrás preguntarme lo que quieras. Pero, y esto es muy importante, si hay cualquier cosa, quiero decir cualquier cosa que sientas que no puedes con ella, usa la palabra clave.'
Lucinda inclinó un poco la cabeza.
'Puedes usar "amarillo" para lo que te asuste y quieras frenar o "rojo" para una negativa absoluta y me pararé de inmediato. Asiente si has entendido.'
Lucinda lo hizo así, esperando en principio no recurrir al rojo, luego, más profundamente, saboreando el pensamiento de poder comprobar sus límites. Después de todo, ¿por qué había estado de acuerdo en hacer esto?
'Estarás amordazada o llevando un bocado más tarde, en esas situaciones te daré una pelotita para que la dejes caer si llega el caso.'
Lucinda asintió de nuevo, decidida a colgarse obedientemente de cualquier pelota que se le presentara.
Peter continuó,
'Con el tiempo prescindiremos de mi necesidad de decirte explícitamente que hacer, aprenderás a interpretar mis intenciones justo como un pony real. Pero, por ahora, te daré cuidadosas instrucciones y espero obediencia absoluta e inmediata. ¿Está claro?'
Otro asentimiento.
Peter pareció satisfecho y continuó la inspección.
'Ponte recta, hombros atrás, nalgas apretadas.' Ordenó.
Lucinda inspiró, se concentró y respiró lentamente adoptando fácilmente el "tasadana", la postura en "árbol" del Yoga. Se sintió tranquila mientras se deslizaba cómodamente en el espacio mental familiar que había salvado su cordura muchas veces desde que empezó a aprender Yoga con su tía un verano durante una época particularmente tensa, en la escuela, cuando tenía quince años. Coincidiendo, y posiblemente relacionado dadas las circunstancias, también fueron las vacaciones de verano en que dejó a un chico deslizar un dedo dentro. Para ella esto marcó una transición clara entre la adolescencia y la juventud, habiendo ayudado también considerablemente a salvar su cordura, la inocencia de su pretendiente.
Peter puso el extremo de la fusta bajo su barbilla y le levantó la cara.
'Mira a lo lejos, si te resulta más fácil intenta enfocar un objeto distante imaginario.'
Recordando su anterior reprimenda, dejó que sus ojos vagaran por la habitación para fijarlos finalmente en sus propios ojos proyectados en la pantalla. Verse a sí misma como si no fuera ella misma, es una forma de hablar, le permitió una especie de perspectiva sobre los acontecimientos, como si se estuviera observando en un sueño.
'Bien, muy bien.' comentó él.
Lucinda sintió el pequeño cordón de la punta de la fusta recorrer de arriba abajo su espalda, como si estuviera contando sus vértebras.
'Hombros erguidos' dijo. 'Quiero ver esos pechos levantados.'
No era así como lo había hecho en sus clases de Yoga pero Lucinda forzó y adelantó el pecho y su copia respondió de acuerdo con ello. Aunque había odiado sus pequeñas tetitas en la escuela, estaba ahora mucho más conforme de cómo hacían más compacto y proporcionado su aspecto cuando estaba desnuda. Resultaba una visión mucho mejor que la anterior. Para su deleite, Peter dio la vuelta a su alrededor y recorrió su vientre con las puntas de sus dedos enguantados, luego sopesó su pecho izquierdo en la palma de su mano.
'Humm, un poquito decepcionante. Estoy seguro de que puedes hacerlo mejor.'
'¡Bobadas!' pensó ella, 'Son exquisitas.'
Lucinda arqueó la espalda cuando Peter pellizcó ligeramente su pezón. Lentamente la presión se incrementó e intentó controlar sus gritos cuando su delicada carne protestó. Hizo alguna mueca y el repitió sus atenciones con el pezón derecho.
Con un golpecito final dejó sus pechos rebotar libremente y pareció moderadamente satisfecho de su aspecto excitado. Lo mismo le ocurrió a Lucinda cuando el retorno de la sangre les hizo estremecerse y enrojeció las aureolas. Tuvo que admitir que tenían aún mejor aspecto ahora y los sentía maravillosamente.
La fusta continuó su viaje por la espina abajo hasta que sintió que empezaba a explorar el pliegue de sus nalgas y su ano. Apretó involuntariamente y él hizo un pequeño ruido de fastidio y la retiró.
Empujó un pequeño escabel y, comprobando la imagen detrás de él, se sentó como a medio metro frente a ella.
'Piernas separadas' ordenó. La insidiosa fusta golpeó el interior del tobillo derecho y ella separó los pies una distancia equivalente a un hombro.
'¡Separa los pies!' chasqueó y golpeó justo encima de su rodilla.
Lo hizo y él dejó la fusta en el suelo y activó un pequeño mando a distancia que Lucinda no había visto antes. Cuando lo apuntó a la cámara "frontal" Lucinda escuchó un ligero zumbido y quedó impresionada al ver la imagen de sus caderas y muslos ampliada en la pantalla.
'Cómo le gustan sus juguetes,' pensó.
Satisfecho con la imagen, Peter se dobló hacia delante y pasó sus manos abajo, por el exterior de los muslos, mientras dejaba que las puntas de sus dedos jugaran con sus nalgas aún doloridas. Pareció complacido con la firmeza de su músculos tensos y pudo sentir su aliento sobre el pubis y los sensibles pliegues, mientras la acariciaba y la sujetaba con firmeza de las caderas. Aventuró una rápida mirada y le vio mirando intensamente a su sexo que sintió que respondía por su propia cuenta.
Él asintió y colocó los pulgares sobre sus labios externos. Ella se balanceó un poco.
'¡Quieta muchacha! Solo estoy mirando. Tienes que estar acostumbrada a esto para cuando otros quieran inspeccionar tus condiciones por aquí abajo.'
'¿Otros? ¿Qué otros?' pensó.
La idea de él no solo permitiendo, sino animando a otra gente a verla tan íntimamente, la llenó del mismo sentimiento de excitación que en el vagón de metro, hacía una semana. Orgullosa, y un tanto obscenamente, adelantó las caderas y presionó su sexo contra sus pulgares entrometidos. Estaba encantada de sentir y ver su flor abierta ante él, ahora apreciaba la dimensión extra que la cámara proporcionaba y le vino a la memoria el eslogan de las primeras feministas "conoce tu vagina' sobre el que había leído algo. Las pobres habían tenido que hacerlo con espejos de mano en fríos centros comunales, no es de extrañar que parecieran tan malhumoradas. ¿Sería que la industria japonesa de estas porquerías estuviera controlada actualmente por post-feministas? Sin embargo su experiencia inmediata en la agencia desgraciadamente le indicaba otra cosa.
Él respondió a la exhibición de sus partes manteniendo sus labios abiertos con su pulgar e índice izquierdos, mientras se colocaba más cerca.
Lucinda respiró entrecortadamente cuando él avanzó de repente dos dedos directamente a su vulva. Tragó saliva e intentó alzarse sobre sus pies pero fue recompensada con un incremento de la presión hacia arriba, hasta que tuvo que aguantar la mayor parte de su peso sobre los dedos exploradores y las puntas de sus pies. Le pellizcó la caperuza de su clítoris de forma parecida a como había hecho con sus pezones, hasta que sintió que la sangre empezaba a palpitar en su pequeño brote, provocándole una mezcla de gusto y molestia. Manteniéndola de esta forma, intentó insertar otro dedo lo que la hizo jadear de forma audible.
Él movió la cabeza asintiendo y se retiró sentándose de nuevo.
Tras unos momentos de consideración, dijo.
'Bien. Como esperaba, tenemos algo que hacer aquí.'
Sonó como una especie de mecánico de coches ginecológico, pronunciando su veredicto sobre unos despojos. 'Es solo un cuidadoso propietario de mujeres,' pensó ella, y añadió en su ensueño, 'Vale, puede que tenga algunos desperfectos pero siempre está bien lubrificado.' Sonrió para sí ante las analogías potenciales.
Entretanto, Peter continuó su valoración verbal mientras Lucinda mantenía su pose, a pesar de las sensaciones interesantes que aún persistían allí abajo.
'Tu postura es muy buena.'
'Ya puede serlo después del yoga y el aeróbic' pensó ella.
'Sin embargo tu control de las zonas erógenas es típicamente humano.'
Lucinda frunció ligeramente el entrecejo. Estaba muy satisfecha de sus "zonas erógenas" y se había empeñado en ponerlas a punto para cualquier posible oportunidad, como bien sabía él. No había notado que se hubiera quejado la otra semana.
'Debes recordar un hecho simple. Perteneces a tu Amo, mente...' golpeó suavemente su cabeza con la fusta, '...y cuerpo.' Esta vez le golpeó los pechos y le agarró el sexo.
'La totalidad de tus acciones deben tener en cuenta este simple hecho. Nada de estas posturas tímidas.'
'¡Tímida! ¡Tímida!' pensó, 'En cueros delante de dos cámaras de vídeo, contigo metiéndome mano y ¡me llamas tímida!'
No obstante asintió dócilmente y él continuó,
'El camino más efectivo para llegar a la mente es a través del cuerpo, que es por lo que son tan importantes los extremos de la sensación física y el ritual...'
Él seguía con su mini discurso, mientras la mente de ella derivaba hacia los objetos que estaban en la mesa del café.
'Sí, sí, un bonito rollo de psicología popular, pero ¿cuándo me voy a vestir?' se preguntaba.
'Puedes hablar. ¿Alguna pregunta?' solicitó él.
'Supongo que todo va bien', pensó y sacudió la cabeza.
'No Amo'
Él miró al reloj y se levantó encaminándose hacia la mesa.
¿Sería el momento de disfrazarse?
'Bien, empezaremos con algo de entrenamiento básico en el sado para darte tiempo a pensar sobre lo que acabo de decir.'
'Sí Amo'
'¿Trajiste los zapatos que te pedí?'
Se estaba refiriendo a un par de tacón alto que mencionó en su correo.
'Traje los dos más altos que tengo,' replicó, 'Pero no estoy segura de que sean lo que buscas.'
'Ve a buscarlos y lo veremos.'
Salió precipitadamente de la habitación y volvió con su equipaje. Lo abrió y sacó los dos pares. Uno era una copia de Manolo Blahnik, plateado de aspecto muy excitante, que adoraba, el otro era del montón.
Peter frunció el ceño. Obviamente no estaba impresionado.
'Humm, ya veo. Mañana iremos a comprarte unas botas pero, de momento, tendrá que ser con estos. Póntelos.' Señaló a los del montón.
'Lo siento, cariño, pero estos son todo lo que tengo' dijo mientras volvía a guardar los más elegantes y deslizaba los pies en los otros.
Miró hacia abajo, desde su altura incrementada, a la imagen de la pantalla. Los zapatos vulgares parecían ridículos, pero su cuerpo desnudo coronándolos le recordaba una fotografía de Helmut Newton. Con el calzado adecuado podría resultar realmente espléndida, pensó.
'Eh, no está tan mal' dijo.
'Shh, se acabó el hablar' dijo suavemente, 'Dame la mano.'
Le ofreció su mano derecha y quedó horrorizada al verle colocar en ella la pelotita roja de la que había hablado antes. Era del tamaño de una canica enorme pero era ligera y hueca como una pelota de pimpón. La cogió y la sujetó con cuidado.
'¿Recuerdas lo que dije sobre dejarla caer?'
Tragó saliva y asintió.
'¿Qué sería lo próximo que tendría preparado para ella?