Cuento de Ponies Cap. 10 - En el metro

Primeras pruebas en público

ADVERTENCIA

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El relato que se ofrece a continuación es un relato para ADULTOS. Incluye descripciones explícitas de actividades relacionadas con el sexo que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores. Si no tienes la edad legal en tu país de residencia para tener acceso a este tipo de lecturas o si consideras que puedes sentirte ofendido con alguna descripción de este tipo, por favor no sigas leyendo.

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Original story copyright (c)2000 Pony Girl, UK - translated with kind

permission - original at http://www.ranch.demon.co.uk/

Traducido por GGG, noviembre 2000

Un cuento de Ponies - Capítulo 10 - En el Metro


La luz natural proyectaba una franja parpadeante a través del dormitorio, unas siete horas más tarde. Lucinda arqueó su espalda y se estiró como una gata, casi ronroneaba cuando se sorprendió a sí misma sonriendo con satisfacción. Aunque algo dolorida por sus partes bajas, saboreó el hormigueo que se extendía desde sus piernas a través de su vientre y pechos hasta los extremos de su cuerpo.

Peter roncó a su lado y ella sonrió y se meneó para besarle en la mejilla. Acomodando la figura gruñó y se dio la vuelta alejándose de ella. Lucinda se encogió de hombros, "Pobrecillo, está exhausto" pensó y, presionando sus dedos levemente sobre la parte superior de su propio sexo, repasó mentalmente los acontecimientos de la noche anterior.

Se habían despedido de Charles, que se había mostrado muy efusivo y la había agasajado extensamente mientras recorrían el camino hacia la puerta.

"Hola de nuevo" dijo Cat, la chica del lavabo, cuando llegaron al área de cafetería.

"Oh, hola" sonrió Lucinda, "Peter, ésta es ... esto ... Catherine, ¿verdad?"

"Sí, pero prefiero que me llamen Cat. Hola"

"Hola," asintió Peter mientras observaba a la chica, "¿no nos han presentado antes?"

Lucinda les miró con curiosidad y empezó a sentirse de nuevo una intrusa pero Peter la salvó de cualquier paranoia añadiendo,

"Lo siento, tenemos que irnos. A coger un taxi."

"Muy bien" se encogió de hombros, "Sin problemas, cuidaos"

Le dieron las gracias y salieron.

Mientras caminaban hacia el bullicio nocturno de Marylebone Road, Lucinda preguntó a Peter,

'¿Dónde la conociste?'

'No estoy seguro, puede que en otra de las fiestas de Charles. ¿Por qué?'

'Oh, vale. Nada. Solo curiosidad. ¿En cuántas de esas has estado, y cómo le conociste? ¿No llevas solo tres meses aquí?'

Peter se rió.

'Vine a una nada más llegar aquí, pero conocía el club de Charles desde hace algunos pocos años a través de la Red y en algún viaje anterior. Él y alguno de sus miembros también visitaron los EE. UU. el verano pasado.'

'¿Y a Cat?'

'He visto su foto en la web del Club. No la relacioné cuando la mencionaste. ¿No estarás celosa?'

Esta vez se rió Lucinda.

'No, desde luego que no.'

Añadió unos segundos más tarde ...

'...pero vi como te la comías con los ojos'

Peter la atrajo hacia sí.

'Solo estaba comparando... y considerando lo afortunado que era'

Lucinda sintió una oleada de afecto hacia él. Bueno, vale, una oleada de lujuria. De hecho las dos cosas. Desgraciadamente la esquina de una calle cerca de la estación de King's Cross a altas horas de la noche no era el mejor sitio para demostrar estas cosas pero dejando de lado las precauciones le rodeó el cuello con los brazos antes de hundirle la lengua en su boca. Aún sabía al café que habían tomado antes y se fundió con él mientras sus poderosos brazos le rodeaban la cintura. Mientras se besaban sintió que se levantaba del suelo y que él le enterraba la cara en su cuello, lamiendo todo la longitud del músculo lateral. Rió y se retorció pero él la sujetó aún más estrechamente. De repente se dio cuenta de lo que le estaba haciendo y chilló mientras el aire frío le acariciaba las nalgas.

'¡Serás cerdo!' exclamó y se liberó de un salto bajándose la falda.

Él puso su cara de niñito.

'¡Oh, mierda! ¡Qué vergüenza!' sonrió.

'¡Conseguirás que me detengan aquí!'

'¡Y harás una fortuna por lo que yo sé de este sitio!' se rió.

'Oh, ¿así que eres mi chulo ahora?'

'Nada de eso, los chulos sacan a sus chicas a la calle por dinero. ¡Yo te saco a la calle por tu propio placer!'

'No dejarías que otro me poseyera ¿verdad?' preguntó con suavidad, pero la idea ya le estaba atrayendo.

'Te he dicho que no te haría hacer algo que no quisieras pero te estoy dando una gran oportunidad de que aprecien tus encantos.'

'¡Qué!' exclamó antes de darse cuenta de que se refería a sus nalgas.

Él añadió rápidamente,

'¡Y eso es lo que están haciendo!'

Se volvió y vio a un grupo de chicos asiáticos sonriéndoles.

'¡Mierda!' exclamó mientras se bajaba la falda. Dos de los chicos aplaudieron y los otros les jalearon.

Lucinda agarró a Peter de la mano y le arrastró escaleras abajo hacia el metro.

'Cabrón de taxi' gritó mientras corría, '¡no voy a estar ahí de pie para que me vean todo!'

Peter todavía seguía riéndose, y, cuando llegaron al túnel de peatones, la frenó hasta un ritmo más sereno, luego le agarró con firmeza la mano y dijo,

'Pero yo quería que te vieran'

Algo en su voz hizo que Lucinda se parase y le mirase. La miró seriamente. Ella levantó una ceja interrogante,

'¿Eh?'

'Quería que te vieran. Me produce un placer enorme ver que otros te valoran.'

Empezaba a comprender,

'¿Quieres decir como los ponies de allí?'

'Eso es exactamente lo que quiero decir. Pero ellos estaban bien entrenados y eran obedientes.'

Lucinda se rió ahora, intentando aliviar su seriedad.

'Sí, pero ellos no estaban luciendo sus... esto, encantos, ¡en el exterior de la estación de King's Cross!'

'Si sus entrenadores lo hubieran querido lo habrían hecho.'

Sin embargo mantuvo su expresión seria. Lucinda sintió que acababan de alcanzar otro punto importante en el desarrollo de su relación. Mantuvo su mirada, preguntándose si sonreiría. Después de unos momentos sintió el tropel de la oleada de viajeros tardíos alejarse de aquel punto. Peter era el único centro de su existencia y sintió como un estremecimiento recorría su cuerpo aún antes de que su mente se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Bajó los ojos.

'Lo siento... Amo. No volverá a ocurrir.'

Peter le tomó ambas manos en las suyas.

'¿Estás segura?'

Lucinda asintió.

'Quiero que estés absolutamente segura de comprender lo que estás diciendo'

Asintió de nuevo pero esta vez  apretando sus dedos.

'Sí, amor mío, estoy absolutamente segura'

Él le lanzó una mirada interrogante pero luego la besó suavemente. El estremecimiento que había experimentado unos instantes antes se extendió para llenarla de calor. Él le pasó la mano por los hombros y mantuvieron la 'melee' mientras caminaban por el corredor de azulejos hacia las máquinas de los billetes.

'Bien, entonces te llevaré mejor a casa y ¡pondremos esto a prueba!' se rió él.

Lucinda apretó más fuerte su brazo.

El andén estaba casi repleto de animosos juerguistas de viernes por la noche y unos pocos abonados aburridos. Para desgracia de Lucinda los muchachos asiáticos aparecieron en la entrada un poco después que ellos. Se rieron y se dieron codazos unos a otros y Lucinda sintió como la miraban de arriba abajo. Se armó de valor y miró a Peter que sonreía irritantemente mientras miraba con indiferencia más allá de las vías a un anuncio hortera sobre llamadas internacionales baratas.

Lucinda deseó que llegara el tren. Afortunadamente, tras un minuto larguísimo, llegó.

A pesar de la multitud, el vagón al que subieron tenía algunos asientos vacantes en las largas filas enfrentadas.

Peter susurró a Lucinda.

'Siéntate allí' indicó con la cabeza uno de los asientos, 'pero no cruces las piernas' la agarró con fuerza del brazo y añadió,

'En realidad quiero que las tengas separadas.'

Lucinda abrió la boca para decir algo, pero recordó su reciente promesa. Asintió y, cuando la dejó ir, caminó hacia el asiento vacío. Ahora deseando no haberse doblado hacia dentro la cinturilla, tiró de la falda horriblemente corta bajo ella, colocando el bolso a un lado y luego se sentó tiesa como la pequeña Miss Prim. Justo frente a ella se sentó uno de sus nuevos torturadores, con los ojos clavados firmemente en su entrepierna. Lucinda captó momentáneamente su sonrisa lasciva y desvió su atención hacia su propio reflejo en la ventana mientras el tren continuaba su serpenteante camino a través del oscuro túnel.

Nunca había sentido antes tanta urgencia por cruzar las piernas y mantener su pudor, pero sentía sobre ella la mirada comprobadora de Peter.

En la siguiente estación, el asiento al lado del joven quedó libre y uno de sus compinches se reunió con su colega. Hizo un ademán exagerado de descansar su cabeza en el hombro de su amigo para comprobar la visión. Le dolían los muslos de la tensión y esperaba desesperadamente que sus acciones no fueran notadas por los demás viajeros. Sorprendentemente sintió que se humedecía al pensar que estaba tan casi desnuda delante de estos extraños y sintió que el correspondiente sonrojo empezaba a difundirse por su cuello y su cara. Cuanto más intentaba resistir más crecía. Le recordó los intentos atroces de evitar los ataques de risa en la capilla de la escuela, también había fracasado invariablemente en eso según recordaba. En aquellos tiempos intentaba enfocar su atención en los códigos extrañamente numerados de cada himno. Esta vez se fijó en que si balanceaba un poco la cabeza su cara reflejada aumentaba y se desvanecía en el cristal curvo de la ventana.

'Ahora mírame, ahora no me mires'  cantaba en silencio para sí misma mientras intentaba ignorar las miradas impúdicas.

Justo cuando sintió que conseguía algo de control, el primer muchacho, que se había deslizado de su asiento, sonrió alegremente y de repente se dirigió a Peter.

'¡Eh tío! ¿Ha perdido algo tu tía?'

Peter, colgado de la barra junto a la puerta, miró ligeramente desconcertado, luego se palpó la ropa.

'¡Oh, dios!' pensó ella, '¡No será capaz!'

Lo hizo.

Peter desenrolló sus bragas del bolsillo, las inspeccionó y las sacudió ante los, ahora muy interesados, viajeros. Se paró delante de los muchachos asiáticos.

'Bueno, será esto supongo.' Balanceó el triángulo de encaje entre sus dedos.

'¡Qué descuido!'

Lucinda comprendió ahora por qué las madres de las jovencitas siempre les preguntan antes de salir si 'llevan puestas bragas limpias', siendo la palabra clave 'llevarlas puestas', estaba segura sin embargo que no era en este tipo de situación en lo que estaban pensando.

Un clamor surgió de la multitud cuando Peter lanzó las bragas de Lucinda a su regazo. Ella miró hacia abajo tan inocente y pequeña mientras ellos estaban allí pero podrían haber sido un enorme haz de luz láser de un espectáculo, proclamando a los cuatro vientos,

'¡ESTA CHICA NO LLEVA BRAGAS! ¡QUE SE REMANGUE, QUE SE REMANGUE! ¡QUE TODOS PUEDAN COMPROBARLO!'

El ligero rubor de excitación de Lucinda fue reemplazado por uno de vergüenza. Agarró torpemente la molesta pieza de ropa y miró hacia arriba dolorosamente hacia Peter en busca de guía. Él se inclinó hacia ella y susurró,

'Ponte de pie y póntelas.'

Para entonces todo el compartimento estaba al tanto de su situación.

Respiró profundamente, se agarró a la barra vertical más cercana y se levantó. Sujetándose con una mano, se inclinó con todo el recato que pudo y pasó una pierna por la abertura. En ese momento el tren entró velozmente en la estación de Oxford Circus y frenó de repente. Las puertas se abrieron pero no salió nadie, solo entró más gente y los espectadores que no querían salir mantuvieron la puerta abierta. Lucinda se mantuvo en equilibrio con dificultad sobre una pierna y tiró de las bragas hacia arriba poniéndoselas apresuradamente en el otro pie y moviéndolas rápidamente hacia arriba, bajo su falda.

Alisó la falda y se quedó en pie.

Todos jalearon esta vez y alguno incluso aplaudió.

Lucinda hizo una pequeña reverencia y sonrió tímidamente a Peter que le cogió la mano.

'Bien hecho.' Susurró, 'Eso estuvo muy bien.'

'Ya lo creo' pensó ella, '¡Dios mío, claro que lo estuvo!' y se colgó de Peter.

El resto del viaje hasta Victoria fue como aturdida con un vago recuerdo de compañeros de viaje sonriendo y saludando cuando sus caminos se separaron.

Lucinda recordó también como a ráfagas a otro taxista jovial mientras se encaminaban al piso de Peter en Fulham. Durante el corto recorrido se sentaron en silencio uno junto al otro mirando hacia fuera, pero Peter le había subido la falda y estaba acariciando sus bragas recientemente recuperadas y ahora húmedas, en la parte donde cubrían su abultado clítoris. Mientras su dedo se movía en pequeños e implacables círculos, se le presentaron en la mente visiones de los acontecimientos de la noche y deseó ser tomada como El había tomado a Princesa antes. Nunca había hecho el amor desde atrás con anterioridad, 'como los perros' le parecía que era el término usado. Bueno, desechó a los cánidos a favor de un segundo y fantaseado 'como los caballos'. Mientras los pensamientos llenaban su mente apartó las piernas y presionó su sexo contra el asiento, imaginando que se llenaba con un enorme e insaciable pene. Dejó escapar un ligero gemido y para su disgusto Peter cesó en sus servicios mientras el taxi se detenía. Como un zombie y a punto de estallar, fue llevada de la mano al interior del edificio, al ascensor y luego al piso.

A unos dos metros de la puerta había una mesa pequeña donde Peter ponía las llaves, el correo y cosas por el estilo. Lucinda no se detuvo. Le rebasó mientras el sujetaba la puerta, se inclinó hacia delante, extendió los brazos y se tambaleó sobre la mesa. Se alcanzó la parte de atrás y levantó la falda, luego, como una yegua en celo, tensó sus piernas abiertas y agitó su doliente vulva hacia atrás a su amante y masculló,

'¡Fóllame! Oh, dios, fóllame... ¡AHORA!'

Lucinda sintió la presencia de Peter detrás de ella mientras apartaba rudamente de un tirón la entrepierna de sus bragas hacia un lado y, antes de que hubiera tocado su carne, sintió que su tensión alcanzaba la cima. De repente él la penetró de golpe y aplastó su torso y sus pechos sobre la parte superior de la mesa. Con un grito de deleite, explotó en un clímax estremecedor que la llevaba cada vez más alto mientras sentía que Peter la cogía de las caderas y las golpeaba frenéticamente de tal forma que hubiera jurado que las patas traseras de la mesa se levantaban del suelo, hasta que se corrió sobre ella antes de dejarse caer a su lado.

Ella volvió su cara hacia él y le besó mientras sentía como sus espasmos se debilitaban lentamente.

'Oh dios mío' gritó, '¿Qué demonios ha pasado?'

Peter jadeó en su oído,

'Bien querida, pienso que verdaderamente acabas de conseguir el polvo de los días de tu vida'

Lucinda ronroneó y clavó sus músculos internos alrededor del pene de su amante mientras se hacía cargo de la situación: la puerta completamente abierta; un juego de llaves de coche enterrándose en su mejilla; dos plumas estilográficas clavándose en sus pechos; y un folleto de anuncio de limpiado de alfombras frente a su cara.

El resto de la noche estuvo reviviéndolo mentalmente cuando se encontró la ligera luz de la mañana jugando levemente con ella.

Su safari erótico la había conducido desde el recibidor donde Peter cerró la puerta de una patada después de sacársela con un delicioso ruido de absorción. Ella, en cambio, se había deslizado de la mesa y se quedó sentada en el suelo sintiéndose casi borracha.

Peter había tirado sobre la mesa las llaves de la puerta, ahora lo veía, con algo de afectación y la miraba con su pene medio desinflado colgando delante de su cara. Ella había sonreído y cogido sus testículos con la mano cerrando su boca alrededor del glande hinchado. Aún podía paladear la mezcla embriagadora de su semen olor a trigo y sus propios jugos picantes. El resto de la noche había pasado en una mezcla de lujuria mutua y de intercambio de cantidades copiosas de fluidos corporales, una gran cantidad de los cuales formaban ahora espesas manchas en su cara, pechos y, curiosamente, un punto detrás de su hombro izquierdo.

Y todavía era solamente la mañana del sábado.