Cuento de Navidad. Primera parte.

Como todo el mundo lo hace en estas fechas, yo también voy a hacer que el abuelo Dickens se revuelva en su tumba con una nueva y verde versión de su clásico más conocido.

Primera Estrofa.

El despertador sonó como siempre, a las siete de la mañana. Laura se levantó de la cama, aun no despierta del todo. El camisón resbaló por su cuerpo y se colocó en su sitio después de una noche  dando vueltas en la cama. Le encantaban las navidades, pero ojalá tuviese un pelín más de dinero para poder celebrarlas como merecían. Pablo había crecido y necesitaba una silla de ruedas nueva y con su sueldo y Luís en el paro, ella solo podía pagar la hipoteca y atender las necesidades básicas con su sueldo.

Subió la persiana y no pudo por menos que sorprenderse. El veintiuno de diciembre  y un sol de justicia. Miró el móvil ; dieciséis grados a las siete de la mañana. ¿Dónde estaba el primo del presidente?

—Buenos días cariño, ¿Ya te vas?

Luís era el hombre de sus sueños. Guapo, inteligente, atento y la amaba con locura, pero había perdido su trabajo de publicista cuando estalló la crisis y con cincuenta y dos años le había sido imposible reponerse.

—Hoy tengo que estar pronto en la oficina. La jefa llegó anoche de sus negociaciones en indonesia.

—Yo llevaré a Pablo al colegio y luego iré de nuevo a ver qué pasa con la solicitud de ayuda a la dependencia que solicitamos. Con un poco de suerte podremos tener la dichosa silla de ruedas antes de que tengamos que sacar  a Pablo de la vieja con calzador. Luego pasaré de nuevo por la oficina de empleo, quizás tengan algo. —dijo Luís intentando que su cansancio no transluciese en su tono de voz.

Laura se acercó de nuevo a la cama. Le partía el alma ver a su marido sentirse tan inútil. Él sabía que a ella no le importaba ser la única con un empleo fijo, pero aun así no podía evitar sentirse  impotente.

—A Pablo le encanta que le lleves tú a clase y a rehabilitación, odia el microbús y las caras de conmiseración que pone la gente. —dijo ella subiéndose a la cama y gateando hacia su marido.

—¿Qué demonios haces? —preguntó él— ¿No tenías prisa?

—No tanta como para no dar un regalito prenavideño a mi maridito.

Sin darle tiempo a protestar, Julia apartó las sábanas descubriendo ese cuerpo que tanto amaba y conocía. Luís dormía siempre desnudo salvo por unos ajustados calzoncillos. Bastó un suave roce de sus dedos para que algo creciese en ellos abultando el tejido de lycra.

Con una sonrisa maliciosa Julia se inclinó besando el bulto. Un tirante de su camisón se escurrió por su hombro dejando uno de sus pechos a la vista. Luís suspiró y se revolvió incómodo, pero un ligero mordisco sobre su creciente órgano acabó con su resistencia.

Julia le miró un instante mientras bajaba la cintura de sus bóxers y acariciaba su polla con suavidad. El cálido miembro no tardó en ponerse duro como una piedra. Ella lo acarició con suavidad mientras con su boca lamía los huevos de Luís.

—No es necesario. —dijo él reprimiendo un suspiro de placer.

La boca de Julia subió por el tronco de su polla mordisqueando y lamiendo con suavidad, haciendo que Luís tuviese que morderse los labios y retorcer las sábanas para ahogar los gemidos de placer. Sin piedad, tiró de la piel que cubría el glande y lo besó con suavidad. El cuerpo de su marido se crispó un instante y sus abdominales se contrajeron involuntariamente.

Julia amaba a Luís y disfrutaba de su placer como si fuera propio. Cogiendo firmemente su miembro con las manos, cerró los ojos y se lo metió en la boca. Un acre sabor inundó su boca haciendo que todo su cuerpo se estremeciera excitado. La polla se retorció y palpitó en su interior mientras ella chupaba y lamía disfrutando de su calor, subiendo y bajando con lentitud, dejando que su marido disfrutase lo más posible.

Luís ya no pudo contenerse más y acariciando la suave melena castaña de su mujer soltó un ronco gemido. Los labios y la lengua de su mujer le asaltaban sin descanso controlando el ritmo con sabiduría para no apresurar demasiado el final.

La amaba más que a su vida y la rabia que le inundaba cada vez que pensaba en su situación solo ella era capaz de aplacarla. Los dientes de su mujer rozaron su miembro provocando un escalofrío y haciéndole olvidar todo lo que no fuese el placer.

Julia sintió como el cuerpo de su marido se estremecía y redobló sus esfuerzos dejando que la polla de su marido entrase profundamente hasta su garganta. Le gustaría estar toda la mañana y estaba segura de conocer los suficiente a Luís para conseguirlo, pero no tenía suficiente tiempo así que, masajeando suavemente sus testículos, le dio varios largos chupetones que Luís no pudo resistir.

Soltando un ahogado gemido para no despertar a Pablo, la polla de su marido se estremeció eyaculando con intensidad e inundando la boca de su esposa con su semilla.

Julia tragó con rapidez, pensando que con el poco tiempo que tenía ese sería su desayuno y acercándose a su marido le besó. Luís le devolvió el beso agradecido. Le acarició el pecho y repitió por enésima vez lo bella que era y lo mucho que la amaba.


Elena Patín se sentó  a la mesa y abrió con satisfacción el periódico del día. La nueva reforma laboral había sido aprobada por fin. Leyó el texto con tanta atención que el café se le enfrió y ni siquiera se enteró cuando Arturo se sentó a su lado.

—Veo que hay buenas noticias. —dijo su marido.

—¿Tanto se me nota? —preguntó ella— El gobierno ha aprobado la nueva reforma laboral. Ahora el despido sale casi gratuito. Eso será bueno para todos.

—Menos para los trabajadores.

—Como te gusta hacer de abogado del diablo. —dijo Elena dando un sorbo a la taza y doblando el periódico satisfecha— No creo que una bajada espectacular del paro sea malo para los trabajadores.

Arturo le devolvió una sonrisa torcida por toda respuesta. Aun después de quince años de matrimonio Elena seguía tratándole como si fuera un niño.

—Por cierto, los niños salen de Zúrich esta noche. Me preguntaron si pasarías la Nochebuena en casa y yo también me lo pregunto.

—¡Bah! Navidad, paparruchas. —replicó ella—Tengo mucho que hacer. Estaré en Chicago hasta el veintiséis. Quizás en Nochevieja.

—Entonces les daré permiso para pasar las navidades esquiando en St Moritz. No merece la pena que vengan si tú no vas a estar aquí. —dijo su marido.

Viola se acercó y le sirvió su café de las mañanas justo como le gustaba. Lo aspiró con fruición mientras despedía con un gesto de la mano a su mujer, preguntándose dónde estaría la joven de la que se había enamorado.

Elena subió al Daimler y dejó que el chófer le cerrase la puerta. El silencio y la comodidad de los asientos la acogieron aislándole del mundo y permitiéndole revisar las cotizaciones del IBEX 35 para poder estar preparada en la reunión matinal. Ni siquiera la subida de la prima de riesgo logró agriar su buen humor.

Antes de que se diese cuenta estaba camino de su oficina. Su ascensor privado le dejó en la penúltima planta y cuando la puerta se abrió Julia le estaba esperando con todos los asuntos del día preparados en un dossier.

—Te veo un poco sofocada. Deberías madrugar un poco más y no andar corriendo por los pasillos. Da la sensación de que te estoy explotando.  —dijo Elena con una sonrisa condescendiente.

—Lo siento señora presidenta, pero el metro estaba hoy imposible...

—Bueno, bueno. —dijo la banquera interrumpiéndola—¿Qué tenemos hoy?

—Representantes del grupo Marsh Limited viene a pedir otro crédito para reflotar su deuda. Como me pediste, he citado a los directores de los  tres fondos de inversión del mercado asiático para que tengas una charla "informal" con ellos y también tienes una reunión por la tarde con el presidente de la patronal, quiere darte las gracias por tu ayuda con la reforma laboral.

—Ese mamón inútil todavía se atreve a decir "ayuda" cuando yo lo hice todo repartiendo aquí y allá ayudas para la jubilación de los diputados.

—Por cierto, señora presidenta, me gustaría pedirle un favor... —dijo Julia intentando que no le temblase la voz.

—Está bien que quieres.

—Verá, se que tiene un viaje importante a Chicago, pero me gustaría pasar aquí las navidades. Marce me puede sustituir, incluso habla inglés mejor que yo...

Elena se giró y la fulminó con la mirada. Por un momento pensó en despedirla. Sabía que le saldría barato, pero dudaba que pudiese encontrar una secretaria la mitad de eficiente que Julia. En el fondo la joven tenía toda la razón, no la necesitaba en Chicago así que después de hacerla temblar un rato le dio permiso para terminar su jornada de trabajo el día veinticuatro a las seis de la tarde con la condición de que se pasase el día de navidad un par de horas en la oficina para recoger sus mensajes cifrados más urgentes y mandárselos por línea segura al otro lado del charco.

Con un suspiro de alivio Julia salió del despacho y se sentó en su mesa sintiéndose afortunada. Después de tres años podía pasar una Nochebuena en familia, si no podía regalarle la silla nueva a su hijo, por lo menos podría pasar con él las navidades y hacerlas inolvidables.


El día había sido largo pero provechoso. Elena se desmaquilló y poniéndose un camisón negro que Viola le había preparado sentó en la cama con el Ipad a mano y el canal Bloomberg en la televisión. Por un instante se le pasó por la cabeza hacer una visita a su marido, pero a las dos de la madrugada seguramente ya estaría dormido así que cambió de opinión y decidió echar un vistazo a sus inversiones.

Con cara de satisfacción observó como todos los índices por los que había apostado habían subido menos uno. Sus inversiones a largo plazo también subían pero menos. Inconscientemente bajó su mano izquierda y la dejó reposar sobre su vientre mientras leía y apuntaba cada uno de sus activos hasta formar una larga suma. Con la mano derecha se dedicó a sumar cada cuenta y cada balance mientras que con la izquierda se acariciaba el sexo con suavidad.

Mientras más crecían los números, mas excitada estaba y más fuerte se masturbaba. Cuando sumó las dos últimas cifras no pudo por menos que penetrase violentamente con dos de sus dedos hasta experimentar un placentero orgasmo.

Con un suspiro de satisfacción vio de nuevo la astronómica cifra. Era la segunda mujer más rica del mundo. Era un feliz pensamiento para llevarselo al mundo de los sueños.