Cuento de Navidad
Lucía llega tarde a ver a Papá Noel con su hijo.
Había sido un día muy ajetreado para Lucía. Estaba con el culo a dos manos y salió corriendo para su casa. Le había prometido a su hijo de 4 años que esa tarde lo llevaría al centro comercial para que le diera la carta a Papá Noel en persona.
Jorgito estaba muy nervioso. Tendría que sentarse en el regazo de Papá Noel. Le temblaban sus flacas piernecitas. Estaba en su casa, con su abuela, esperando que llegara su madre para que lo llevara. En la mano, ya arrugada por tanto manoseo, la carta con sus deseos que había escrito él mismo con ayuda de su madre.
Ya no se acordaba del año anterior. Era aún muy chiquito para recordar como su madre lo había sentado sobre las piernas de Santa y como miraba, asombrado, las blancas barbas de Papá Noel.
-¿A qué hora llega mami, abuela? - preguntó, pasando sus deditos por la carta.
-Ya no creo que tarde - le respondió la abuela, mirando el reloj.
Daban las 8:30 de la noche cuando entró por la puerta Lucía.
-Uy uy, pero que tarde es. Si no nos damos prisa nos cierra el centro.
-¿Dónde coño estabas? - le increpó su madre - El niño lleva toda la tarde esperando.
-Ay mamá, no me des la vara. Los finales de año son siempre un lío en la oficina. Voy a cambiarme y vamos corriendo.
-Pero mira la hora que es. No llegarás a tiempo.
-Joder. Está bien.
Salió corriendo al baño a arreglarse un poco. No le contó a su madre el motivo por el que había llegado tarde, que no era otro que se había estado dando el lote con Rodolfo, el de contabilidad. Estuvieron toda la tarde tonteando, lanzándose miraditas y sobándose con disimulo.
La pilló en la sala de fotocopias, se pegó a ella y le restregó la polla por el culo. Enseguida la terminó de encender y se dieron un buen morreo. Allí mismo la hizo sentar sobre una de las fotocopiadoras, que aún estaba caliente. Metió las manos por debajo de la minifalda, tiró de las bragas hasta sacárselas por los tobillos, le abrió las piernas, se bajó la bragueta, se sacó la polla y se la clavó de un solo golpe hasta el fondo de su ya encharcado coño.
No era la primera vez que Rodolfo se la follaba. Le dio caña bien fuerte, comiéndole la boca y magreándole las tetas, sin dejar de martillearle el coño con unos tremendos pollazos que la estaban llevando al séptimo cielo. Pero de repente, él muy cabrito se tensó y se corrió de repente, lanzando contra el fondo de su coño una buena cantidad de semen espeso y caliente.
-Joder, lo siento Lucía, pero estaba muy caliente. Llevas toda la tarde calentándome.
-Capullo. ¿Y yo? Cómeme el coño, al menos.
-Agg, no, que lo tienes lleno de leche. Además, me tengo que ir ya. Me espera mi mujer para terminar las compras de Navidad.
-Coño, joder. Y yo tengo que llevar a Jorgito a ver al jodío Papá Noel.
Se bajó de la fotocopiadora, se puso las bragas y salió corriendo hacia su casa.
En el baño se sentó en el bidé para lavarse. El ya licuado semen de Rodolfo salía abundante de su coño. Al tocarse se dio cuenta de que seguía cachonda. Ese cabrito la había dejado a medias. Empezó a tocarse, a frotar su clítoris buscando el deshago que necesitaba.
Cerró los ojos y gimió. Pero de repente se paró. Se dio cuenta de que no tenía tiempo. Que si no salían ya le cerrarían el centro comercial, así que se levantó, se puso unas bragas limpias, cogió al niño de la mano y casi lo levantó del suelo del tirón que le dio.
-Vamos a ver a Papá Noel, mi vida.
-Adiós abuelaaaaaa - gritó el pequeño mientras su madre literalmente lo arrastraba hasta la puerta, agitando la carta.
Se subieron al coche y salieron pitando hacia el centro comercial.
"Coño, que no llego. Que no llegoooo", pensó Lucía mirando el reloj.
-Oye, Jorgito...Esto... si no llegamos a tiempo podemos venir mañana.
-¿Mañana? Pero mami... ¿Y si mañana ya es tarde?
Mañana era 24 de diciembre. Jorge sabía que ese día era cuando Papá Noel le traía los regalos.
-No es tarde. Papá Noel es muy sabio.
-Corre mami. Corre. Le tengo que dar la carta ahora.
Lo dijo con tanto sentimiento, con tanta ilusión, que su madre se prometió a sí misma que entregaría la carta. Aceleró y llegó al centro faltando cinco minutos para el cierre.
No contó con que aparcar no le iba a resultar nada fácil. No había un hueco libre por ninguna parte. Dio vueltas y vueltas, maldiciéndose a sí misma y maldiciendo a Rodolfo. Casi se lleva por delante a una familia entera que iba cargada de paquetes. Por el retrovisor vio como uno de los niños le hacía una peineta,
A las 9:01 vio las luces rojas de un coche que salía. Con el corazón a mil salió disparada y consiguió aparcar.
Ella y Jorgito salieron corriendo hacia las puertas, por donde una marea de gente salía cargada de bolsas y paquetes.
-Ey, Señora - le gritó uno de los de seguridad - que ya estamos cerrando.
-Es solo un momento - contestó Lucía sin mirarle y entrando contra corriente.
Tirando del niño, caminó a paso veloz hacia donde estaba Santa Claus.
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Juan estaba sudando. La jodía barba le picaba. El relleno de la barriga le apretaba. Llevaba toda la tarde aguantando mocoso tras mocoso. Tenía que ponerles buena cara a todos y cada uno de ellos. Ya estaba harto de preguntarle a cada uno que si había sido bueno o buena, que si patatín, que si patatán.
Uno de aquello jodíos niños se le había meado encima y otro vomitó, aunque fue raudo y se lo quitó de encima antes de que lo manchara.
Por fin habían avisado por megafonía que el centro comercial cerraba sus puertas. Se quitaría aquel maldito traje, se daría una buena ducha y se iría al bar a tomarse un lingotazo. O dos. Si no fuera por el dinerito extra que se sacaba haciendo de Papá Noel, con gusto les daba una patada en el culo a más de uno de aquellos niños. Y hasta alguno de sus estúpidos padres. Había algunos que eran para echarles de comer a parte.
Solo quedaban dos niños, con sus correspondientes madres y padres, en la cola. Los despacharía rapidito y se largaría echando leches.
Entonces la vio. Una chica que estaba de pan y moja venía corriendo por el pasillo, arrastrando de la mano a un nuevo mocoso. Se quedó mirando fijamente como las tetas subían y bajaban con la carrera. Sin duda, un buen par de tetas atrapadas en una ajustada blusa.
-Joder, como está la tía.
-¿Qué dices, Santa? - le dijo el niña que tenía en el regazo en ese momento.
-Esto...no no...¿Has sido buena este año? Ho - Ho - Ho.
-Sí, muy buena. Quiero unos patines de las Monster High y una Barbie.
-Vale, vale, bonita. No hay problema - le dijo cogiendo la carta sin dejar de mirar como aquel peazo jembra se ponía en la cola.
"Se salva porque está buena, que si no le decía que volviese mañana".
Despachó a la niña y el siguiente niño, de la mano de su padre, se le acercó. Se le notaba asustado.
-Venga Raúl. Dale la carta a San Nicolás.
El niño seguía asustado. Levantó la mano con la carta pero empezó a llorar y la tiró al suelo.
"Coño. Otro llorón. Espero que no se cague en los pantalones y el padre me lo ponga encima", pensó Papá Noel.
-Raúl, que es San Nicolás. No pasa nada.
-No...Buaaaa...buaaaaa...quiero irme a casa.... buaaaaaaaaaaa.
El padre recogió la carta del suelo y se la dio al barbudo vestido de rojo.
-Lo siento. Niños, ya sabe.
-No se preocupe, caballeo. Raúl, tranquilo, que San Nicolás te llevará mañana todo lo que está en la lista.
El niño lo miró aún asustado pero, por otra parte, también contento por lo que Santa le había dicho. El que no estaba contento era el padre, porque lo que Raulito iba a recibir eran unos calcetines y un juego de mesa. De la lista solo iba a recibir unos lápices para pintar.
"Jodío Nicolás. Mejor te hubieses callado. A ver cómo le explico yo mañana a mi hijo que con la crisis no da para más", pensó el compungido padre.
Cuando Jorge vio como aquel niño empezaba a llorar, se empezó a asustar. Miró a Papá Noel. Grande, gordo. Aquella barba más blanca que la nieve.
-Mami...
-Dime tesoro - respondió su madre aún con el corazón en la boca por la tremenda carrera que se habían echado.
-Vámonos a casa.
-¡Pero Jorgito! Si ahí está Papá Noel.
-Quiero irme a casa. Toma. Dale la carta tú.
-¿Pero no tenías tantas ganas de dársela tú mismo?
El niño miró con los ojos abiertos como el siguiente niño se sentó en el regazo de Papá Noel. Este no lloró. Solo intentó tirarle de la barba a Santa.
-Ho Ho Ho... no se toca, 'niño'. Que te quedas sin regalos.
El niño retiró la mano como si le hubiese dado corriente. Santa le recogió la carta y lo puso amablemente en el suelo. Su madre, contenta, se lo llevó. Ya solo quedaba el hijo de la maciza.
-Ho Ho Ho. Ven aquí, muchacho. Dale a Santa la carta con tus deseos. Ho Ho Ho.
Lucía tiró otra vez más de Jorge, acercándolo al rojo barbudo. Pero el niño cuando más cerca estaba, más se asustaba. Juan vio que el niño estaba reticente, aunque se fijaba más en la madre que en el niño. Le miró las piernas y comprobó que no llevaba panties. No entendía como con el frío que hacía en la calle no se le congelaba el chirri.
-¿Qué pasa, chaval? Ven y dile a Santa que regalos quieres.
-Ven Jorge, no seas tonto y dale la carta a Santa - le dijo su madre.
-No, dásela tú.
Juan se dijo que a lo mejor podría aprovecharse del miedo del niño.
-Señora... ¿Por qué no le demuestra al niño que no pasa nada?
-¿Eh? ¿Cómo dice? - dijo Lucía dirigiéndose a un ahora sonriente Papá Noel.
-Que se siente en mi regazo para que su hijo vea que no pasa nada.
Lucía miró a Santa. Miró a Jorge. Quizás Santa tuviese razón.
-Mira Jorgito. Mami te va a demostrar que no pasa nada. ¿Vale?
-Va..vale.
El niño, agarrando la carta con las dos manos, se quedó mirando como su madre se acercaba a Papá Noel y se sentaba en su regazo.
-¿Ves? No pasa nada.
Y dio un respingo. Porque sí pasó algo. La mano se Santa se le posó en el culo. Lucía miró al aquel descarado con una mirada fulminante.
-Ho Ho Ho.
-¿Qué hace?
-Nada, guapa. Demostrarle a tu hijo que no muerdo. A menos que quieran que muerda, claro - le dijo, sobándole el culo.
Lucía se quedó sin habla. Y más al notar algo duro entre los muslos. Aquel Papá Noel tenía la polla dura. Y ella aún el coño mojado.
-Joder, pero que buena estás, preciosa - le susurró el barbudo sobón. Con gusto te daba un tiento ahora mismo.
-¿Un... tiento? - preguntó Lucía moviendo las caderas sin darse cuenta.
Al comprobar Juan que la chica no solo no le cruzaba la cara de un bofetón sino que se restregaba contra su polla, se envalentonó, metiendo la mano por debajo de la falda y acariciándole a la mujer las casi desnudas nalgas. Se maldijo por llevar guantes y no poder sentir la seguramente suave y cálida piel.
-Sí, un buen tiento. Que te daba polla hasta hartarme, guapa.
Lucía miró a su hijo, que los miraba asombrado. Aquel cabrón las estaba calentando otra vez. Llevaba toda la tarde con el coño empapado. Gimió cuando los dedos del Papá Noel de mentira apartaron la braguita y recorrieron la raja de su culo.
-Joder, nena, pero que peazo tetas tienes. Te las follaba ahora mismo hasta dejártelas bien nevadas. Uf. Como sigas meneando el culo así sobre mi polla me vas a hacer correr en lo pantalones.
Cuando Juan vio como ella le miraba con dos preciosos ojos, mordiéndose el labio, se dijo que la tenía en el bote. Miró alrededor. Ya casi no quedaba gente. Las tiendas empezaban a cerrar.
-¿Cómo se llamaba el niño? - preguntó.
-Jorge.
-Bien - le dijo justo cuando con un enguantado dedo le acariciaba el ojete del soberbio culazo que tenía.
Dirigiéndose al niño, le dijo.
-Jorge, muchacho. Tengo que ir con tu madre un momento a...unas cosas, pero no puedo dejar mi trono solo, que alguien me lo podría robar. ¿Podrías tú vigilarlo?
El niño abrió los ojos como platos. Santa le pedía que vigilase su trono.
-S....sí.
-Bien, muchas gracias.
Juan hizo levantar a Lucía y él se levantó después.
-Ven Jorge. Siéntate en el trono y vigila que nadie lo robe, ¿Eh?
Jorge, perdido ya todo el miedo y contento por la gran responsabilidad que le había sido asignada, se sentó corriendo en el lindo trono.
-No te preocupes, Santa. Que yo vigilo que nadie se lo lleve.
-Ho Ho Ho... Buen muchacho, Jorgito. Buen muchacho.
Ahora que el tiró de Lucia fue Santa, que se la llevó derechita hacia una puerta que daba a una zona privada del centro. Entraron y buscó una habitación en donde se guardaban papeleras de recambio y adornos de navidad. Allí se metieron.
Lo primero que hizo fue llevar sus manos a las impresionantes tetas de la mujer. No solo eran hermosas a la vista. Se sentían aún mejor en las manos. Grandes, duras. Se pegó a ella y la morreó con ganas.
Enseguida se separó, escupiendo pelos blancos.
-Maldita barba - dijo, arrancándosela.
Lucía se quedó mirando al Santa. Ahora, sin barba, se dio cuenta de que era un tipo normal, sobre los 45 o 50 años. Nada del otro mundo. Pero su coño necesitaba polla ya.
-Fóllame Santa. Fóllame.
Como hiciera esa misma tarde Rodolfo, Santa la subió a una mesa, la abrió de piernas, se bajó los pantalones y el clavó una gruesa polla hasta el fondo de su coño. La única diferencia fue que no le quitó las bragas, sino que las apartó de la entrada.
-Aggggg, Santa....vaya polla....ummmmm que ricoooooooooo
Juan se la folló bien duro, clavando y desclavando su polla en el caliente y jugoso coño de aquella belleza. Le volvió a magrear las tetas. La besó, le lamió la cara con gula. Ella no hacía más que gemir de placer.
Lucía al fin sintió los primeros avisos. Al fin la tensión de toda la tarde iba a estallar. Todo su cuerpo se empezó a tensar y a tensar, hasta que estalló en un intenso orgasmo.
-Dios.... Santa...me corro....me corrooooooooo.
Santa no dejó de follársela ni un segundo durante el intenso orgasmo de la mujer. Notó en su polla las contracciones de la vagina, lo que aumentaba su propio placer.
Tenía que ver aquellas maravillas que tenía en la mano, así que sin dejar de bombear levantó la ajustada camisa y se maravilló de las dos hermosas masas de carne que descubrió. Con alegría comprobó que el lindo sujetador era de esos que se abrochaban por delante. Un diestro movimiento de sus dedos, el sujetador saltó hacia atrás y las dos tetas más lindas que había visto en su vista quedaron saltando ante sus ojos.
-Joder, pero vaya par de peras que tienes.
Le pellizcó ambos pezones, duros como piedras, y Lucía se volvió a correr con intensidad. En ese momento, follándose a aquella tía buenorra y viendo como se corría entre sus brazos, se sintió más como un Superman que como Papá Noel.
-Agggg, preciosa... me vas a vaciar los huevos...
Lucía estaba aún en pleno orgasmo. Tuvo que esperar a que terminara para poder reaccionar. Una cosa era que Rodolfo, un tipo conocido, se corriese dentro de ella. Pero un desconocido, un Papá Noel de poca monta, nanai.
-No te corras dentro... sácala, sácala.
Juan la miró. Hubiese sido maravilloso vaciarse dentro del coño de una muñeca como aquella. Pero entendió los remilgos de la muchacha. Aunque no había tenido ninguno en que le clavara la polla a pelo.
-En tu boca - le dijo.
-¿Qué?
-Que me corro en tu boca o en tu coño. Tú eliges.
-Cabrito. Está bien. Échamelo todo en la boca.
Santa se salió del acogedor coñito y Lucía, rauda y veloz, se arrodilló a sus pies. Se metió la gruesa polla en la boca, llevó las manos a los gordos huevos del falso nórdico, los apretó y sintió un latigazo caliente contra el fondo de la garganta que hubiese dado una arcada a cualquier mujer, pero no a ella, más que acostumbrada a aquellas lides. Cerró los ojos, al igual que hizo Juan, y sintió estallar dentro de su boca todos y cada uno de los poderosos chorros de leche que el hombre le regaló.
Juan no podía hablar, casi ni respirar. No recordaba haber sentido tanto placer en toda su vida. Cuando oyó el sonido que hizo la garganta de bella mujer al tragarse su corrida, se esforzó por abrir los ojos y mirar. Vio con placer como ella, con los ojos cerrados, chupaba con fuerza. Su polla seguía manando y ella volvió a tragar.
Cuando por fin terminó de correrse, ella aún siguió chupando, ahora con suavidad. Aquella chica era maravillosa. Juan se dijo que le muy jodía disfrutó de verdad chupándole la polla. Lo confirmó en un segundo, cuando ella, sacándose la aún dura polla de la boca, le miró a los ojos, de dio un beso en la punta y le dijo.
-Ummm, que rica leche, Santa. Estabas bastante cargadito.
-Wow, joder, chica. Vaya corrida. Creía que me estabas sorbiendo el cerebro por la polla.
-Jajajaja. 'Xágerado'.
Justo en el instante en que la polla de Juan lanzó contra la garganta de Lucía el primer cañonazo, el securita que la había increpado cuando entró corriendo al Centro Comercial. Pasó haciendo la ronda para hacer salir a los posibles clientes rezagados que aún quedasen por allí.
Asombrado, vio a un niño pequeño sentado en el trono de Santa. Como buen securita, se le enervaron los nervios y se acercó con cara de pocos amigos hacia aquel mocoso.
-Oye, niño. No puedes sentarte ahí.
Jorgito, el cual se había tomado muy en serio la misión que Santa en persona le había encomendado, se agarró con fuerza a los apoyabrazos del trono.
-Le estoy cuidando el trono a Papá Noel - dijo, serio.
-¿Cómo dices?
-Que le estoy cuidando el trono a Papá Noel. Él me dijo que se lo cuidara para que no se lo robaran.
El securita se empezó a mosquear. Conocía a Juan. Era un buen 'elemento'.
-¿Y a donde se fue Papá Noel?
-Por allí - señaló Jorgito - Se fue con mi madre por allí.
El emporrado hombre miró en la dirección que el niño le decía. Entonces lo recordó. Ese niño era el que había entrado corriendo con su madre, una tía buena con un buen par de peras. Se imaginó lo que estaba haciendo ese pillo de Juan.
-Vale, muy bien. Estás haciendo un buen trabajo. Sigue cuidándole el sitio a Papá Noel. Yo voy a... ayudarle.
Jorgito, contento, se repanchingó en el trono. Un policía (no distinguía entre un poli y un guardia de seguridad) le había dicho que estaba haciendo un buen trabajo. Se quedó mirando como el policía desaparecía por la puerta por la que su madre y Santa habían salido minutos antes.
Cuando el securita entró por el pasillo, oyó los inconfundibles gruñidos de alguien gozando de lo lindo. Sin hacer ruido se acercó, abrió la puerta y descubrió a aquella tía buena arrodillada delante de Juan pasándose su polla por la cara y diciéndole que era un exagerado. Se le puso la polla dura en el acto.
-Así que chupándole la polla a Santa, ¿Eh?
Lucía y Juan se llevaron un susto. Menos mal que la polla de Juan no estaba dentro de la boca de Lucía, o podría haberla perdido para siempre.
-Coño, Pedro. Vaya susto, cabrón.
Pedro, el securita, sobándose la polla entró en la habitación y se acercó a la chica, que seguía arrodillada y aún con la polla de Juan en la mano.
-Oye, guapa. Hazme también a mí un buen trabajito.
-Joder, joder. Me tengo que ir. Mi hijo...
Pedro se bajó la bragueta y se sacó la polla. Una linda y dura polla que se quedó apuntando a la cara de Lucía. Ella se quedó callada, mirándola. El coño palpitándole otra vez.
"Joder. Pero que zorra soy", se dijo Lucía.
-Oye Juan - dijo el securita - Vete a cuidar el niño mientras su madre me vacía la polla.
Lucía abrió la boca y empezó a chuparle la polla.
-Vale. La muy guarra se lo traga todo - le informó Juan.
-Agggg, y que bien mama la cabrona. Me va a hacer correr enseguida. Que boquita tieneeeee.
Juan los dejó y fue a su trono. Antes de salir por la puerta se puso la maldita barba. Allí seguía el niño.
-¿Dónde está mami, Santa?
-Esto...ahora viene, no te preocupes.
-¿Sabes? Un policía pasó por aquí y me dijo que estaba haciendo un buen trabajo - dijo Jorgito con una sonrisa de oreja a oreja.
-Ya lo creo. Y tu madre también.
-¿Sí? ¿Mami también?
-Uf, ya lo creo.
Se puso a hablar con el chaval, que ya le había perdido todo el miedo.
Dentro, Pedro agarraba a Lucía por la cabeza y le follaba la boca, metiéndole la polla hasta la garganta.
-Aggg, tía... vaya manera de tragar polla.
Lucía no podía hablar. Se acariciaba el coño con una mano y se pellizcaba los pezones con la otra mientras mamaba a placer la polla del securita.
-Ummm, así que eres de las que tragan... ¿eh?
-Ujum - asintió la chica.
-Pues....uf...dios.... que gusto. Pues la mía te la tragarás después.
-¿Ummm? ¿Dejpuej?
-Sí...Des...pu...éeeeeeeeeeeeeeeeeeees.
Pedro le sacó la polla de la boca, se la agarró con la mano derecha y se pajeó con furia. Lucía comprendió. Cerró los ojos y esperó la cálida ducha, sin dejar de frotarse el inflamado clítoris.
Cuando el tercer chorro cálido y pegajoso se estrelló contra su cara, se corrió. En pleno orgasmo abrió la boca y parte de la corrida del hombre cayó sobre su lengua. La mayoría terminó en sus mejillas, en su frente, sobre su nariz.
Pedro se quedó mirando su obra. Aquella bella mujer, arrodillada ante él, con los ojos cerrados, una cálida sonrisa en los labios y una espectacular corrida en la cara.
-Joder, tía. Eres una hembra de puta madre. Ojalá mi Loly fuera como tú.
-Jeje, gracias.
Pedro recogió con los dedos parte de su semen, lo llevó a la boca de Lucía y vio como ella le chupaba los dedos.
-Ummm, tu leche tampoco está nada mal.
-Hay más.
Fue recogiendo toda la leche y se la fue dando. Ella le chupó los dedos hasta dejarlos bien limpios. Después la ayudó a levantar y se fijó en las tetas.
-Vaya par de perolas que te gastas - le dijo acariciándoselas a manos llenas.
-¿No están mal, verdad?
-Uf.
-¿Ojalá tu Loly las tuviera así?
-jajajaja. Ya lo creo.
-Bueno, ya es muy tarde. Me tengo que ir ya.
-Sí, y yo tengo que seguir con la ronda. Vamos.
Se adecentaron las ropas y volvieron hasta el trono. Allí estaban Santa y Jorguito charlando amigablemente.
-Mami, mami. Papá Noel dice que me he portado muy bien y que voy a recibir toooodos los regalos.
-Bueno, ya veremos, ya veremos. Venga, vamos a casa que es tarde. Adiós Santa.... Gracias por todo.
-Adiós, preci...digo, señora. Un placer ayudarla - respondió Papá Noel.
Cuando madre e hijo se alejaron un poco, Lucía le dijo:
-Oye, Jorge. Esto... no puedes decirle a tu abuela nada de esto.
-¿De qué mami?
-De que te quedaste cuidando el trono de Santa mientras yo me iba con él a... hacer un trabajo. Es un secreto muy secreto. Santa me lo dijo. Si se lo cuentas a alguien, nunca más tendrás regalos.
-No te preocupes, mami. Sé guardar un secreto. ¿Soy bueno, verdad?
-Muy bueno.
Los dos hombres se quedaron mirando como la maciza madre se alejaba con el niño de la mano. Los dos con los ojos fijos en el meneante culo.
-Joder. Vaya culazo que se gasta la cabrona, ¿Eh Juan? -preguntó el securita.
-Ya te digo. ¿Y las tetas?
-Wow, las mejores que he visto.
-Ummmm, su coñito es tan jugos y caliente.
-¿Te la follaste?
-Joder. Pues claro que me la follé.
-Mierda. Me creí que solo había sido una mamada.
-Pues no. Me la follé bien follada. Le gusta que le den caña. Te digo una cosa, Pedrito. Ese culito no se me escapa.
-Ja. Más quisieras tú.
-Jeje. Mira.
Le enseñó un papel con un número de teléfono.
-Es su teléfono. Me lo dio gustoso su mocoso. Yo seré Melchor. Tú Gaspar. Nos buscamos a un negro que haga de Baltasar y entre los tres nos follamos a esa guarrilla.
-Jajaja. Hecho.
FIN