Cuento de Hadas

Este no es un relato real, es mas bien una fantasía que muchos hubiéramos haber vivido.

Un cuento de hadas

Este relato es una fantasía que muchos hemos tenido, lo que a continuación relato no es mas que producto de la imaginación.

Habiase una vez un reino muy lejano, en donde todo era paz y armonía. Mi nombre es Andrés, todo comenzó cuando yo era un muchachito de 8 años, el Rey hizo reclutar a varios niños del reino, para que sirvieran como pajes, en ese entonces nuestros padres se sentían muy orgullosos de que uno de sus hijos sirviera al Rey. Yo fui uno de ellos, durante varios años fuimos instruidos en las normas de la realeza, urbanidad, idiomas, y muchas cosas mas. Fue entonces que nació el primogénito del reino, su nombre fue Ricardo, el cual trajo mucha alegría a la real pareja, fue entonces, en el décimo cumpleaños del principito, fui asignado a su servicio a tiempo completo, yo tenia que ocuparme de todos los asuntos personales del heredero.

Así, fue pasando el tiempo, el príncipe y yo llegamos a tener una amistad bastante estrecha, yo cuidaba de él, me encargaba de su aseo personal, de sus vestidos y de sus estudios. Fue entonces que llego el cumpleaños número trece del príncipe, para entonces yo ya estaba dejando la adolescencia. El príncipe era un muchacho muy angelical, con su piel blanca, cabellos dorados como el oro, y ojos azul intenso como el cielo. Un día que estaba yo bañándole, observe que comenzaban a aparecer los signos usuales de su paso de la niñez a la adolescencia, nunca había reparado que la naturaleza lo había favorecido en gran medida, comenzaban a brotar vellos en su pubis, que mas bien parecían hilos finísimos de oro, su miembro se desarrollaba aceleradamente, parecía una estatua de mármol fino.

Como buenos compañeros que parecíamos, jugábamos a las luchas, y forcejeos; yo notaba que él no perdía oportunidad para arrimarme su miembro en mi trasero, de pellizcarme o morderme mis tetillas, cosas que a veces me ponía cachondo. Recuerdo una vez que le estaba dando su baño rutinario el tenía su miembro un tanto mas grande de lo normal, cuando lo estaba secando este alcanzo un tamaño fenomenal, fue cuando mirándome con ojos no usuales, tomo mi mano y se la llevo a su miembro, yo como todo buen siervo obedecí y comencé a hacerle una buena paja, el arqueaba su cuerpo, gemía de gozo y balbuceaba cosas incoherentes.

Entonces dijo:

Andrés, que feliz me haces, sigue amigo mío, que riiiiiiiiiiico.

si mi señor, goza, tu siervo te hará feliz.

Yo amaba al joven príncipe, tome su polla, jugaba con ella, empecé a mordisquear sus pezones, bese todo su torso, y baje hasta su pedazo de carne, con mi lengua jugaba con su mata de hilos de oro, empecé a pasarle mi lengua desde su tronco hasta la punta, donde se encontraba un glande rosadito, y muy apetitoso, metí toda su verga en mi boca, quería tragármela toda, pero su tamaño no me lo permitía, hice esfuerzos hasta que sentí que toda ella traspasaba el umbral de mi campanilla, lo que me provocó unas arqueadas, pero luego mi garganta se acostumbro, y la sacaba toda y la volvía a meter. El me tomó de la cabeza y comenzó a follarme con lujuria, de pronto su respiración se acelero, yo sentía su miembro mas hinchado, y fue entonces que descargo su primera acabada real en mi fiel boca, su néctar real sabia a la mas rica miel, la cual no deje escapar ni un solo milímetro, era su primera acabada real.

Andrés, me dijo, te amo tanto, me haces muy feliz, nunca quiero separarme de ti .

Terminé de secarlo, pero su erección no cedía, él me abrazó y me dio tremendo beso, me abrazaba y no dejaba de decirme cuanto me amaba, a lo que yo le correspondía que yo también amaba a mi señor, que mi vida le pertenecía y que yo sería siempre su fiel compañero, tomo mis vestimentas de paje, y las deslizaba por mi cuerpo, hasta que los dos quedamos completamente desnudos, me besaba por todas partes, chupaba como hambriento mis pezones, los cuales estaban duros como el acero, bajo por mi vientre hasta encontrarse con mi polla que estaba dura y a punto de estallar, sus tiernos labios besaron mi glande, y se comía mi polla como si fuera el mas rico caramelo. Era tanto lo que estaba gozando, que yo no quería terminar para que aquello durará una eternidad, fue entonces que el suplicaba que le diera toda mi leche, ahí tiene su leche mi ángel divino, y descargué todos mi líquidos en su boca real, él no dejó escapar ni una sola gota, relamiéndose como un gatito, nos fundimos en un abrazo fenomenal, y nos quedamos dormidos.

Esta historia no termina aquí, luego se las seguiré contando.