Cuddles, love and sex

Una pareja joven enciende en la cocina algo más que los fogones de la encimera.

Unas manos cálidas acariciaban los pálidos brazos de la joven mientras cocinaba. Cualquiera que se asomase a la cocina en ese momento se habría encontrado con una escena entrañable.

Una joven castaña, algo pálida, con unos ojos oscuros y penetrantes pero una sonrisa cálida como las haya, con el pelo ondulado apartado hacia uno de los costados de su cabeza para que, en el lado libre, su pareja le diese un tierno beso en la mejilla. Él era media cabeza más alto que ella, pálido también, algo pecoso y con el cabello castaño claro. Ninguno era nada del otro mundo, pero ambos se sentían felices con el otro.

Lo que empezó con un tierno beso en la mejilla empezó a calentarse un poco. Repitió el beso, esta vez en el cuello, haciendo que su amada sonriese un poco mientras su piel se erizaba. A Klavier le hacía gracia lo fácil que era excitar a la joven que tenía entre sus brazos, un par de besos, unas caricias, pegarse a su espalda, y fácilmente podría acabar ahí el tonteo para follar como dos animales. Pero ambos disfrutaban del tonteo, del juego previo a la acción, el uno de la humedad de la otra y la otra de la erección del uno.

— Andy… estamos solos… se buena y chúpamela un poquito, ¿Si?

Andrea siguió cocinando, con una sonrisa traviesa, mientras sentia que su novio le cogia por las caderas y la pegaba a sí mismo, haciendo que soltara un suspiro al notar el bulto que le esperaba.

— Creí que ya no podías más… Por eso no te he dicho nada… —sus cuerpos se pegaron aún más cuando ella se arqueó hacia delante, arrancándole un suave gemido a su amado por la presión ejercida.

— Me duele de lo cachondo que me tienes… llevamos todo el dia sin hacer nada… pero no haces más que provocarme con jueguecitos… ya no puedo más…

— Entonces… ¿puedo jugar con esto? — sintió entonces como la joven se apartaba para acariciar ese bulto que no hacía más que latir intensamente por las ganas que tenía de hacerla gemir. Solo fue capaz de asentir — Mmmm… no se yo si me apetece…— según hablaba apagaba el fuego y se iba arrodillando, despacio, sin dejar de mirar fijamente a su amante y pareja.

— Sabes que antes o después vamos a acabar en la cama… y que si esperas demasiado… estaré tan a punto que no podremos disfrutar… me correría demasiado rápido… —mientras hablaba, la joven lamía despacio el bulto que se marcaba en los calzoncillos del orador, única prenda que llevaba puesta— además… eres una puta a la que le encanta jugar… ¿Verdad? —el joven no obtuvo la respuesta tradicional, no hubo tiempo físico para ello.

La ropa interior cayó al suelo sin emitir el menor ruido y la lengua de la chica se paseaba ahora por la tensa y palpitante polla de su pareja. mientras este suspiraba de placer, no acostumbraba a gemir, cosa que molestaba a su joven acompañante, ya que disfrutaba enormemente con los graves gemidos que le arrancaba de vez en cuando.

— Seguro que sigues abierta de cuando follamos anoche… no hace falta que la chupes...—sus ojos se pusieron en blanco al notar la cálida boca de Andy rodeando su polla, haciendo que entrase la polla despacio, sintiendo como la cavidad se estrechaba cada vez más por la cercanía de la garganta— ¿Como te puede entrar tanta polla? Es porque eres mi putita... ¿Verdad?—ambos adoraban jugar, las palabras ofensivas dichas siempre con cariño, ella era una zorra y una puta, una guarra en la cama… él, un salido y un pervertido.

Klavier soltó un gemido cuando sintió más presión en su polla y pasó la mano por el cuello de la chica que tenía arrodillada a sus pies, sintiendo su polla crear un bulto en esa fina garganta. Nunca había sentido tal placer en una mamada, nunca la había metido hasta la garganta, no aguantó más los juegos provocadores en los que se había metido, así que poco a poco acercó las manos a la cabeza de la joven para agarrarla bien, ambos sabían lo que sucedería y a ninguno le desagradaba la idea.

Empezó a moverse cada vez más rápido, follando la boca y garganta de su zorrita, mientras esta aguantaba las arcadas y movía la lengua por la polla de su amado, sin descuidar sus huevos, que acariciaba y rozaba con sus uñas y dedos.

— Te has ganado que te haga correr… mínimo dos veces… —se apartó de golpe, al borde de correrse, queriendo disfrutar más de ese cuerpo que tanto le gustaba, de esos labios que tan drogado le tenían el cuerpo, pero lo más importante, de esa cabecita pervertida que tan loco le volvía.

Puso a Andy contra la encimera y empezó a acariciar su clítoris, demasiado despacio para el gusto de ambos, por lo que no tardó en acelerar. Las bocas de ambos se juntaban en besos apasionados y fugaces, llenos de lujuria y pasión.

Los pantalones y el tanga de Andrea no duró mucho más en su sitio, pronto sus gemidos llenaron la estancia tanto por los mágicos dedos que jugaban en su clítoris como por la placentera polla que tenía en su interior.

Cinco. Diez. Quince minutos y ninguno paraba ni se cansaba, ambos al borde del orgasmo, aguantando las ganas para disfrutar más del otro. La temperatura en la cocina no hacía más que subir por el calor que emanaba sus cuerpos semidesnudos. Klav no aguantó mucho más, lo que le dio a su amante la oportunidad perfecta para escuchar aquello que tanto le gustaba y poder correrse entre esos sensuales sonidos.

En el mismo momento en que sintió ese cálido y espeso líquido en su interior empezó a moverse más rápido, no quería parar, estaba a punto de correrse. Klavier empezó a gemir, una de las pocas veces en las que lo hacía era después de correrse, cuando su joven acompañante seguía moviéndose o chupando su polla una vez él se había corrido. A él, los segundos se le hicieron eternos, pero tan dulces como el rocío. A ella, fugaces placeres que se le escapaban entre los dedos.

Los gemidos de ambos resonaron fuertemente por última vez cuando la chica se corrió, cayendo exhausta sobre el hombro de su compañero.

— Debería dejar de provocarte así…

— No dejes de hacerlo… cada vez que hacemos el amor… me gusta más ver como me provocas...—lo último que hubo en la cara de ambos fue una expresión de felicidad y morbo entremezclada.