Cuba (4)
Las ayudamos a levantarse, están agotadas. Las llevamos al dormitorio. María está agotada, pero Elena parece que todavía quiere más. Empuja a su novio sobre la cama para comerle la polla mientras él le lame el clítoris, pero parece que no es el sesenta y nueve lo que la interesa...
Cuba (IV)
[Continuación de http://www.todorelatos.com/relato/61505/, http://www.todorelatos.com/relato/62164/ y http://www.todorelatos.com/relato/62194/]
Los golpes en la puerta sacan a María y Elena de la tranquilidad del orgasmo. Están medio borrachas, desnudas, agotadas sobre la cama, pero alguien ha llegado a interrumpir ese momento de paz. Elena se levanta, casi tambaleándose, y se asoma a la mirilla.
Es el camarero de antes nos dice en voz baja, dudando.
¡Danos un minuto! - grita mi novia. - Ya me dijo antes que después nos veríamos nos comenta.
Carlos y yo, que no habíamos salido del shock todavía, nos ponemos las bermudas. Elena se dispone a ponerse el bikini cuando mi novia la interrumpe.
No, no y no. Ese bikini no es la indumentaria adecuada. Ven.
La lleva al armario, y rebusca en él, guardando unas cuantas cosas en una bolsa. La coge de la mano y se la lleva al baño, mientras nos dice que abramos la puerta.
Al abrir, el cubano nos saluda con una efusiva sonrisa.
¿Interrumpo algo? - nos dice, ofreciéndonos tres botellas de frío champán.
Entramos, y vamos a la terraza a abrir la primera. Nos sentamos en un sofá, con Eduardo, que así se llama, entre los dos.
Las chicas ahora salen, están en el baño. - digo.
¿Tan sucias las habéis dejado? - y reímos entre carcajadas.
Se abre la puerta del baño y sale Elena. Lleva puesto un picardías negro, transparente, y sin nada debajo. Está pidiendo a gritos que la vuelvan a follar. Se acerca sin decir palabra, e, ignorándonos a nosotros, se sienta a horcajadas sobre el mulato. Le besa como si no estuviésemos junto a ellos. La intento acariciar un pezón que se sale de su mínima vestimenta, pero me aparta. Es sólo para él. Eduardo no pierde el tiempo y con sus enormes manos amasa su trasero. La blanca piel de Elena contrasta con la oscuridad de sus dedos, uno de los cuales comienza a abrirse hueco en su ano. En su bañador comienza a levantarse un bulto que asusta.
Ahora es mi novia la que sale del baño. Está empapada, y lleva en la mano uno de nuestros consoladores, uno de los grandes. No lleva nada de ropa. Tan sólo se ha puesto nuestros accesorios para bondage, un collar, unas muñequeras y unas correas para los tobillos. Se acerca por detrás a Elena y la besa la espalda, agarrándola las tetas. Ella la ignora, perdida en el beso con Eduardo. María se agacha, y la introduce el consolador, hasta el fondo, por su humedecido coño. Eso la obliga a parar, para exhalar un profundo gemido. La abraza mientras se dirige al mulato.
Si consigues que me corra antes que yo, te dejo las cadenas que encajan en estas correas le reta.
No sólo voy a hacer que te corras una vez, sino más, putilla.
Si consigues eso seré tu esclava durante un día, maricón.
Eduardo retoma el beso con Elena, y agarra el consolador, follándola con él.
Vamos dentro, guarras, que con lo que vais a gemir me pueden pillar aquí y despedirme.
Eduardo se levanta y lleva a Elena en brazos a dentro. María se queda con nosotros. Se arrodilla entre las piernas de Carlos y se mete su polla en la boca. Dentro, su novia hace lo propio con la del cubano, pero con una notable diferencia. Mientras mi novia se mete la de Carlos entera, hasta los huevos, Elena apenas puede comerle poco más que la cabeza. La agarra con las dos manos y todavía sobra algo, las va a partir el hijo de puta. La mete el consolador, de forma que sube y baja follándoselo mientras le lame la polla.
María, que ya está deseando notar esa carne negra dentro suyo, nos da un beso a cada uno y nos dice que tendremos que esperar en la terraza. Noto el sabor de la polla de Carlos en su boca. Nos da un último magreo, y cierra la ventana que separa la terraza, impidiéndonos unirnos a la fiesta que comienza en el salón. Nos deja a ambos con una erección enorme, y se va con la pareja. Se arrodilla junto a su amiga, y comparten esa barra, grande y dura. La recorren entera y la chupan con ganas, no quiere perder la apuesta. Elena cada vez puede moverse menos, el vibrador está haciendo de las suyas. Durante unos minutos le comen, regalándose caricias y atenciones.
Eduardo levanta a mi novia y le dice algo al oído, a lo que ella responde abofeteándole sin demasiada convicción. Él la da la vuelta, colocándose a su espalda. Agarra la cabeza a Elena y la acerca al coño de María. Ella gime al contacto de la lengua de su amiga, pero el plato fuerte viene ahora. Desde detrás, la enorme polla se abre camino. Con una mano la agarra del pelo, y con la otra de una teta, mientras ella cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, con la boca abierta. La penetra despacio, para que note cada centímetro de su barra penetrándola. Cuando lleva poco más de la mitad, María agarra la cabeza de Elena y la pega todavía más a su coño. Grita. Se está corriendo. El mulato sigue empujando más y más carne mientras ella se convulsiona. No para de gritar y de temblar. Elena tampoco aguanta más, y cede ante las vibraciones del juguete.
Ambas caen al suelo, todavía retorciéndose de placer.
El objetivo de Eduardo es mi novia. Es la que le ha retado, y es a la que se va a follar sin piedad. No la deja descansar. Abre la botella de champán y echa un trago antes de levantarla del suelo. La acerca a nosotros, y la pone a cuatro patas frente al cristal, apoyando las manos en él. Ella le suplica que se acerque a su boca.
Me tienes ganada, cabrón, sabes que me voy a correr de nuevo, pero ven aquí, que te quiero comer.
Eduardo ríe y se acerca a ella. Se irgue para comerle la polla. No le deja usar las manos, y se golpea torpemente con ella en la cara. Es inmensa. Eduardo nos mira y se ríe. Carlos y yo nos estamos masturbando viendo la escena.
Os la voy a destrozar.
La pone a cuatro patas, pero la deja seguirle lamiendo la polla. Es mucho más grande que ella y no le cuesta acceder a su coño para masturbarla. Al notar el roce de sus llemas en su clítoris se estremece. Él le mete su enorme pulgar mientras le acaricia con el resto de la mano. La mueve con gran velocidad, y María pronto tiene que dejar de chupar.
Cabrón dice, justo antes de correrse, hundiendo la cara en el suelo.
Eduardo nos abre para que entremos. Las ayudamos a levantarse, están agotadas. Las llevamos al dormitorio. María está agotada, pero Elena parece que todavía quiere más. Empuja a su novio sobre la cama para comerle la polla mientras él le lame el clítoris, pero parece que no es el sesenta y nueve lo que la interesa...
Eduardo, fóllame a mí ahora... - le pide al mulato. Éste, que todavía no se ha corrido, le coloca la punta de su enorme falo en la entrada de su sexo.
Pídemelo otra vez, puta.
Por favor, métemela ya...
Repite con Elena la misma operación que con María. Se la va metiendo poco a poco, para que note cómo la va llenando por completo. La azota mientras lo hace, marcándola los dedos en el culo, mientras la coge la cabeza para obligarla a comer más polla de su novio.
Mi novia descansa todavía, en la cama de al lado, mirando la escena. Yo me masturbo sentado junto a ella.
Cuando por fin se la ha metido entera, sus huevos quedan junto a la boca de Carlos, que sigue comiendo el coño de su novia.
Te vas a enterar de lo que es un negro, puta.
La coge las caderas y comienza a follársela de verdad. Comienza muy despacio, pero sacándola entera. Cada operación la parece infinita, esa verga nunca acaba de salir, y nunca acaba de entrar por completo. Eduardo aumenta el ritmo, metiéndosela cada vez más profundo y más duro. Apenas puede seguir comiendo la polla de su novio, que pide más.
Cómeme la polla, joder, necesito correrme ya.
Eduardo le hace callar expeditivamente.
Cierra la boca, cornudo.
Saca la polla de Elena y se la mete a él en la boca. Inicialmente se resiste e intenta evitarlo, pero pronto comienza a chupar como la postura le permite. Eduardo cada vez le mete más. Elena se da la vuelta para mirar por un momento, pero enseguida retoma la mamada. Carlos gime lo que le permite la polla del mulato, que aguanta hasta niveles sobrehumanos, pero él no. Sin sacarse el negro sexo de la boca, se corre en la de su novia. Ésta traga lo que puede, pero pronto tiene que separar los labios gimiendo, en cuanto Eduardo retoma la follada.
Carlos se quita como puede, y su novia queda a cuatro patas, taladrada por el negro. Sus tetas se bambolean con las embestidas de ese ariete.
Mi novia se levanta y se pone también a cuatro patas junto a ella, pero mirando al negro, y me pide que la folle. Me pongo detrás y ella misma se la mete. Elena, pegada a ella, sigue gritando. Eduardo la agarra de las caderas y se la folla sin piedad, hasta los huevos. La tiene que estar doliendo, pero puede más su excitación. La muy perra comienza a correrse de nuevo, pero el muy cabrón del cubano para en cuanto lo nota.
¿Te quieres correr, puta?
Sí, joder, ¡no pares!
Si te hago correr otra vez, mañana serás mi esclava, como la puta de tu amiga.
Al oír eso aumento el ritmo, jodiendo a mi novia lo más fuerte que puedo. Noto que ambos estamos muy cerca de acabar de nuevo.
Vale, joder, ¡pero muévete!
Bastan dos embestidas más para que Elena se corra. Grita como una jodida perra, insultando al negro y a todos los demás, está como loca.
Cuando acaba, cae rendida en la cama. María y yo estamos a punto también, y él le pone la polla en los labios. Ni la deja chupar. Basca con meneársela un poco para correrse. Tras haberse follado a nuestras novias varias veces, Eduardo se corre en la boca de la mía. Veo cómo su leche la escurre de los labios y yo tampoco puedo más. Me salgo y me pongo junto a él. Mi polla al lado de la suya parece un juguete, pero ambas la salpican en la cara. Ella nos las agarra para sacarnos hasta la última gota.
Su cara acaba chorreando semen de los dos. Se tumba junto a Elena y se besan plácidamente, compartiendo nuestro líquido. Yo me tumbo en esa misma cama.
Eduardo se despide.
- Mañana por la tarde vendré a buscaros.