Cuatro señores y la campesina 2

Capítulo 2

-Ahhhh, Ahhhh-Una mano de Olaf era tan grande como una nalga de la niña. No sabían si le estaba comiendo el coñito o lo engullía. La barbilla la tenía en el culito, pero la nariz le llegaba casi al ombligo. Miraba a Lucy mientras la comía a lametazos-Ah ¡Ah! ahhhh ¡AH! ahhhh! Ay, ay, ay ¡ahí, ahí, ahÍ!-empezó a gemir.

Los otros hombres se miraron sorprendidos, pero luego estallaron en carcajadas.

La pequeña Lucy terminó por convulsionar. Las babas de Olaf "la mole" le corrían desde el coñito hasta la tripa, mientras ella pataleaba.

Hornwood volvía a tenerla dura, pero se contentó con mirar. Lucy notaba la lengua rasposa en sus suaves partes. Y la barba de aquel inmenso orco le pinchaba y le irritaba, pero todo eso quedaba tapado por una sensación jamás sentida en su tierna intimidad.

Olaf gruñía como un cerdo, haciendo los mismos sonidos de gula que emitía cuando devoraba un jabalí, pero esta vez no era la grasa de un cerdo lo que le chorreaba por la barbilla, sino su propia saliva mezclada con los deliciosos jugos de una chiquilla. Le vieron abrir la boca como si fuese a dar un gran modisco a un inmenso bocadillo, pero lo que hizo fue abarcar todo el chochito de la pequeña Lucy con su enorme bocaza... absorviendo, succionando, lamiendo.

El gran ogro, que sostenía a la niña con tanta facilidad como si estuviese hecha de trapo, atrayéndola a su cara y apartándola, penetrándola con la lengua y magreándola a placer, empezó a mover la cabeza de lado a lado, como si el coñito de la pequeña Lucy fuera las más dulce y sabrosa de las tartas y él fuese el hombre más hambriento del reino. La cría chillaba, se retorcía y boqueaba como un pececillo al que han sacado del agua. Olaf comió, pasando su lengua gatuna por aquellla tierna rajita, sorbió y se llenó la boca de un flujo joven y virgen.

-¡ARRRRRRRR!-gritó triunfante, apartando a la chiquilla de su boca y dejándola como un trapo en la mesa. Paseó unos metros por la cabaña, gritando sonidos de guerra, con los brazos en alto como un campeón que acaba de ganar una justa. La niña tenía los ojos abiertos de par en par, en blanco, y estaba quieta.

-La ha matado-comentó el hombre velludo.

-¿Qué cojones le has hecho?-preguntó el pelirrojo. Olaf les lanzó una mirada bárbara, Atila reencarnado. La niña emitió un sonidito lastimero, agónico. La risa de Hornwood rompió la tensión-¡Le está temblando el chochete!

-¿Quién iba a decirlo, Olaf? Te he visto destrozar doncellas, pero parece que una niña ha sacado el hombre gentil que llevas dentro.

-Me importa una mierda-dijo el pelirrojo. Se acercó a la chica, le abrió las piernitas y contempló su presa. Era cierto, el conejito, antes blanco, estaba rosadito, hinchado con el clítoris totalmente fuera y le convulsionaba por la comida de Olaf.

Le pasó la polla, larga y torcida por la rajita hasta humedecerla. Colocó la punta del rabo en el agujerito del ano de la pequeña, era tan pequeño como el orificio por el que un gorrión pone un huevo. Presionó con la punta y aquello cedió cuanto apenas.

-¡Ohhhh, ohhhh, joder!

-Clávasela-pidió el calvo.

-Lo voy a disfrutar-dijo. Presionó, y presionó, notando como la estrechez de la niña cedía ante su polla-Si apretase el culo me la partiría por la mitad-la agarró por las piernas y en el momento en que la atraía hacia sí, poco más de cuarenta kilos de carne virgen, empujó con todas sus fuerzas y sintió las entrañas calientes de la pequeña Lucy abriéndose y quejándose por el desgarro-¡AUUUUUUUUU!-aulló de gusto. La niña seguía inconsciente, pero sabía que al despertar le dolería como si la hubiesen empalado. Le caía baba de la boca y Hornwood, aficionado a las bocas de las doncellas, volvió a acercarse a la niña con el rabo en la mano. Esta vez no se quejaría, esta vez podría metérsela hasta el fondo a placer.

Le clavó el nabo hasta la garganta, el cuerpo inconsciente protestó por la falta de aire. No iba asfixiarla, no era un monstruo. Solo quería follarle la garganta.

-Vamos, fóllatela, que yo también quiero probar ese culito-le apremiaba el calvo al pelirrojo.

-No es tan fácil, está tan cerrada que me irritará la polla como le dé duro-rió. Así que le dio embestidas cortas al principio, y a veces le parecía que la punta de la polla de Honrwood y la de él se encontrarían en la garganta de ella.

-Uno, dos, tres...

-¿Qué... cojones... ohhhh... haces?-le preguntó Hornwood.

-Le cuento los pelitos del conejo-rió-¡Diecinueve!-casi podía abarcarle las nalgas con una sola mano, y su polla, nada impresionante, parecía inmensa cuando entraba en aquel culito chiquitín, las nalgas rosadas, suaves y pequeñas. Los dos hombres cogieron un ritmo que se adecuaba al del otro, cuando el pelirrojo embestía, Hornwood aprovechaba para metérsela hasta el fondo.

-Date prisa, está recobrando el conocimiento-empujaron rabiosos, el pelirrojo sacó la polla, escupió al agujerito y esperó a que se cerrara para volver a metérsela. Abrírselo era una delicia. Notar las paredes calientes de su culito tierno cediendo con dificultad y quejumbrosamente ante la carne inflamada de su rabo.

-¡Ahh, auuuuuu, ahhhh, acaboooooo!-gritó. Convulsionó y empezó a correrse dando sacudidas. Un poco de su leche se derramó dentro del culito de Lucy, pero casi todo salpicó a la muchacha en la entrada irritada del culito, el chochete y el vientre. Un quejido acompañado de un sollozo les indicó que la niña había vuelto con ellos. Miró con terror a los hombres y cerró las piernas, haciendo un guiño de dolor, con la polla de Hornwood en la boca. Intentó gritar, o quejarse, pero el Lord le tapó la nariz con dos dedos y no le quedó más remedio que mantener la boca muy abierta con la esperanza de coger algo de aire entre empujón y empujón.

-Esta vez quiero que te lo tragues-le adivirtió-Saca la lengua, eso es... por encima de los dientes, sí... abre, abre más, más, eso es, así, síííííííííííí-echó la cabeza atrás a la vez que un torrente de espesa crema le salía de la punta del nabo-aaaAhhhhhh, mmmm, ohhhh, traga, traga. Ohhhh, mueve la lengua, muévela. Ufff, ohhh-se la clavó dentro una última vez, sus huevos en la barbilla de la chica, pegados por las babas, le apretó la cabeza pegándole la frente a su vientre y empujó unas pocas veces más. Al sacarla aún la tenía dura como la roca.

-Uff-dijo apartándose de ella, con los brazos en jarras, la polla colgándole y yendo de lado a lado como un péndula-Qué boquita... Quizás deberíamos dejar ya de...

-¡Pero si yo aún no he...!-protestó el calvo, cuyo pene duro y feo, esperaba su turno.

-Allí hay una gallina-le dijo Olaf. La primera vez que hablaba-El próximo soy yo.

-Ha sido buena gracias a él-apuntó el Lord-se la merece más que ninguno-Olaf el gigante se quitó las ropas. Tenía los músculos fuertes y el cuerpo cubierto de vello pesado, que no le disimulaban las cicatrices.

-Una por cada doncella que he follado-le dijo a la muchacha con una sonrisa. Todos quedaron en silencio, a la espera. En ese momento, mientras se acercaba con su rabo tan duro y grande como el de un caballo pony, oyeron al padre de la niña al otro lado de la puerta, suplicando y lloriqueando por su pequeña.