Cuatro Corazones (Capítulo 5)
Un sencillo relato con Mimi en Nagasaki y una calurosa llamada...
Capítulo 5
-¿No te apetecería tomarte un café?
Las palabras de mi padre me despertaron de la modorra que se estaba adueñando de mi mente… Lo cierto es que estaba cansada, cansada y acalorada en aquel pasillo… Después del largo viaje hasta allí, las complicaciones con taxis y en el aeropuerto, para conseguir un billete a última hora,…, y tras eso, la larga, muy larga espera… Me había agotado por completo. Pero la verdad es que lo poco consciente que quedaba de mí se alegraba. Cansada no podría pensar en mis problemas.
-No, gracias, papá-respondí.
-Te notó cansada, ¿no preferirías que fuéramos al hotel? Esta a veinte minutos, podemos ir perfectamente andando. No creo que nos den más noticias en lo que queda de noche.
Tenía razón. Y yo sabía perfectamente que lo que decía era lo más sensato. Pero en aquel día no había sido demasiado sensata en ningún momento. En principio iba a ser un gran día, pero todo se había torcido a raíz de la llamada… A mi abuela la iban a intervenir antes de lo esperado. Era una operación delicada según mi padre. Algo saltó en mí, algo hizo “click” y ni siquiera lo pensé realmente. Al poco de haber colgado el teléfono estaba camino al aeropuerto.
Cuando logré llegar a Nagasaki, mi abuela ya estaba en el quirófano. Realmente el viaje había sido una tontería, una locura. Mi móvil estaba silenciado, pero no necesitaba oírlo para saber que mi buzón estaría repleto de llamadas pérdidas de Takeshi, seguramente se preguntaría dónde demonios estaba su futura estrella… Y yo no tenía ganas de hablar con él en ese momento. Yo sabía que había sido idiota y que podía haber acabado de echar por la borda muchas horas de su trabajo, pero me había visto obligada a hacer lo que hice por una extraña “fuerza”, un impulso inexplicable pero imposible de ignorar.
Y ahí estaba yo. En el pasillo de aquel hospital, contemplando el cielo nocturno y esperando no sabía qué. La operación había terminado hacia media hora, tras muchas horas de espera y los médicos habían dicho que todo había resultado como mejor se podía esperar, pero sin un tono demasiado optimista… Realmente no había nada más que hacer, y mucho menos nosotros. El horario de visitas había acabo hacia también un tiempo, pero por consideración nos permitieron quedarnos un poco más por si mi abuela recuperaba la consciencia… Pero sí, mi padre tenía razón: Era mejor irse.
-Sí, vamos-fue todo lo que pude decir.
Empezamos a caminar. Mi padre había dejado el coche en el parking del hospital y, como él había dicho, el hotel en que pasaríamos la noche estaba muy cerca de éste. Además, aquella noche corría una ligera y fresca brisa que agradecí tras los en exceso calurosos interiores del hospital.
Yo andaba junto a mi padre en silencio. Éste me miró, preocupado:
-¿Estás bien, Mimi?
-Sí, papá.
Él permaneció un momento callado. Evidentemente él sabía lo de mi prueba de ésta mañana,…, debía preguntarse que había pasado al final y no debía costarle imaginar que no había ido. Quizá ahora lamentaba haberme llamado. En cualquier caso, cuando habló, no dijo nada de eso:
-Tu madre me ha dicho que ahora tienes novio.
Aquello me pilló desprevenida. ¡Izzy! Tampoco había pensando en él en todo aquel día… También él podría estar preocupado. Y Sora,…, y los demás. Me había ido sin avisar a nadie… ¿Qué estarían pensando? ¿Y en qué había pensado yo? Todo parecía ir cada vez a peor, sentía el mundo derrumbarse… A los problemas de esta mañana se habían venido a sumar más y más complicaciones… ¿No podían ser las cosas más sencillas por una vez? Debería llamarles, pensé… Al menos a Sora, y a Izzy. Pero sobre todo, a Sora la primera, decidí. Ella era la que mejor me comprendía… Izzy, él me amaba, de eso estaba segura, pero mientras no me hubiera sincerado del todo con él… No. Era a Sora, a mi amada y dulce Sora a quién necesitaba, ella era la que me podía consolar y aliviar de todo solamente con su dulce mirada, una caricia, un beso de sus labios… Y haciéndome el amor como sólo ella sabía hacerlo…
-Mimi, ¿me estás escuchando?-la voz de mi padre surgió de repente, cortando el hilo de mis pensamientos.
-Perdona, papá,…, ¿qué decías?
-Veo que estás muy distraída.
-Lo siento.
-No pasa nada.
-Lo cierto es que es verdad que tengo novio-le respondí, recordando su pregunta.
-¿Y cuándo lo vamos a conocer?
-Mamá y yo pensamos en la comida del sábado.
-Ah. Está bien.
-Aunque ya le conocéis, es un amigo mío de la infancia: Izzy.
-¿Uno de los qué también tenían de eso…? ¿Cómo eran? ¿Compañeros digitales?
-Sí, papá. El de los ordenadores.
-¡Ah! Sí, más o menos ya sé quien dices.
-¿Y qué te parece?
-Mientras haga feliz a mi princesa el resto no me importa-dijo él, encogiéndose de hombres.
-Gracias, papá-dije, abrazándole.
-¡Ey! No hay de qué.
Seguimos caminando un rato más, en silencio, pasando junto a un bonito parqué. Yo iba cogida de su brazo. Al poco, paramos ante un gran edificio.
-Ya hemos llegado a nuestro destino-me dijo señalando las puertas giratorias de un hotel-Aquí nos hospedaremos. No está lejos, como puedes ver-añadió al tiempo que entrábamos.
Allí sólo estaba una recepcionista, que al pedírselas mi padre, nos entrego las llaves de nuestras habitaciones. Por lo visto, en aquel hotel solamente tenían pequeños cuartos individuales y mi padre había tenido que reservar una segunda habitación para mí.
La verdad es que yo ya tenía ganas de encerrarme en ella pero no para dormir, sino para tener intimidad y poder llamar a Sora. Seguramente a esas horas debía estar despierta todavía. Ella nunca había sido de las de acostarse temprano. En cuanto mi padre me dio la llave y me indicó como llegar salí casi corriendo. Tenía tanta prisa que no quise esperar al ascensor y volé como un rayo por las escaleras… Al llegar al tercer piso, donde debía estar mi habitación, no tardé en encontrar la puerta de mi habitación. Abrí, cerré tras de mí, corriendo el pestillo y con llave y después dejando el bolso y la chaqueta sobre la mesita de noche me arroje sobre la cama… Quería ponerme cómoda… Incluso me habría duchado, si no hubiera tenido tanta prisa por hacer otra cosa. Agarré el bolso y lo hice caer de lado sobre la mesita, buscando el móvil… Cuando lo tuve, mis dedos no tardaron en teclear el número de Sora. Yo solía tener muy mala memoria, pero aquel lo tenía grabado a fuego.
-¿Mimi, eres tú?-oí su voz cuando descolgó el teléfono.
-Sí, soy yo Sora.
-¿Cómo es que estás en Nagasaki?-me preguntó. Eso me sorprendió.
-¿Cómo lo sabes?-le pregunté.
-Tu madre me lo ha dicho-¿Mi madre? ¿Y cómo…? Claro, ella lo sabría por mi padre. La verdad es que no había pensado bien nada de lo que había hecho aquel día.
-¿Izzy lo sabe?
-Sí. Pero dímelo ya: ¿Por qué estás allí?
-Mi padre me llamó.
-¿Tu padre te pidió que fueras?
-No es eso, él sólo me dijo que la abuela iba a ser intervenida en poca horas, que la operación era grave, que los médicos no parecían tener mucha confianza,…, y yo, pues, tuve un impulso. No sé por qué, pero creí que debía venir.
-Entiendo.
-¿De verdad?-le pregunté. Ni yo misma terminaba de hacerlo.
-Temías no volver a ver a tu abuela, me parece algo normal, pero no debiste irte así, sin decírselo a nadie. Durante un momento nos has preocupado a todos. Ninguno sabíamos a dónde habías ido, y a mí, Takeshi, tu agente, casi me vuelve loca con sus llamadas.
-¿Estaba enfadado?
-Pues un poco sí, pero también preocupado. Como los demás.
-¿E Izzy?
-Él lo estaba especialmente, claro.
-Vaya…
-Mimi, es que a veces tienes unas salidas que no las puede entender nadie. Como el jueves, cuando desapareciste después de haberte acostado con Izzy.
-Ya sabes por qué… Pensé que al haberme entregado a Izzy,…, tenía que perderte a ti. Y yo le amo,…, pero también a ti… No puedo elegir.
-Como siempre te digo, no tienes por qué elegir. Pero mientras no te sinceres con él no dejaras las dudas y el malestar atrás. En este barco vamos cuatro. Tres lo sabemos y lo aceptamos. Sólo queda él y tú eres la única que puede decírselo. Cuánto más lo retrases, peor será.
-Lo sé,…, sé que tienes razón…
-Mira, tengo una idea.
-¿Cuál?
-Los billetes que tenías, los que te reservó tu padre para que mañana fueras a Nagasaki por la mañana y regresaras a Tokio por la noche, ¿te los has llevado o siguen aquí, en casa?
-Están en mi cuarto-contesté, haciendo memoria-En mi escritorio, bajo el teclado del ordenador.
-Perfecto. Mañana te mandó a Izzy.
-¿Qué?
-Es el mejor momento para que pongas las cosas en orden. Ahora o nunca, Mimi.
-¿Tú crees?
-Sí. Hazme caso.
-¿Cómo se lo diré, con qué palabras…?
-Mimi. Sé que puedes hacerlo.
-Pero…
-Dime que lo harás.
-Sora…
-Dímelo.
Yo estuve un segundo dudando. Pero la voz de ella no permitía replicas. Tomé una decisión. Ella tenía razón.
-Lo haré. Se lo diré.
-Esa es mi chica-asintió al otro lado del teléfono, a más de mil doscientos kilómetros de distancia…-Y dime, ¿qué tal tu abuela?
-En el post-operatorio. Los médicos dijeron que la operación había salido lo mejor que cabía esperar pero….
-Saldrá bien. Seguro.
-¿De verdad?
-Lo intuyó, Mimi. Mañana podrás verla antes de irte, y arreglaras el problema con Izzy. Cuando vuelvas ya podremos disfrutar todos de nuestro amor sin tapujos. Dentro de poco Tai regresará de su viaje al mundo digimon y constatará que lo que preocupaba a Gennai era una falsa alarma.
-¿Tai ha ido al mundo digimon?-pregunté.
-¿No te lo dije?
-No.
-Sí. Se fue ayer por la noche, ya que tenía un entrenamiento por la tarde. Se llevó material de acampada para pasar allí la noche. Agumon iba con él, claro. Izzy también hubiera querido ir, pero no quería perder clases por algo que consideraba no sería importante.
-Esperemos que no lo sea.
-Pronto lo sabremos. Y también sé que Takeshi logrará arreglar lo de la prueba. Les dirá que tuviste que ir a una emergencia, aunque haya que mentir ligeramente, no creo que te culpen si acudiste porque pensabas que tu abuela, bueno, ya sabes…
-Sí. Ojala no me tenga que arrepentir de mi locura.
-No estás loca ni fue una locura. Fue muy natural, Mimi, tu abuela y tú estabais muy unidas.
-Sí.
-Ahora, relájate y duerme tranquila.
-Sora… Hablando contigo todo parece solucionarse-le confesé y sentí su tierna sonrisa al otro lado-Te amo-concluí.
-Y yo te amo a ti, mi dulce Mimi-replicó. Hubo un momento de silencio-Dime, quiero verte bien en mi mente, ¿qué llevas puesto?
Me sorprendió la pregunta, pero contesté:
-Una blusa blanca, de mis favoritas, y unos pantalones, esos oscuros que son tan formales… Pensé que serían lo mejor para la entrevista. No pensé ni en cambiarme cuando decidí venir.
-Ya te veo… ¿Dónde estás?
-Tirada en la cama-le contesté-Mis cabellos se extienden, sin peinar, por la almohada y las sabanas…-empecé a intuir lo que quería-Y mis piernas están abiertas, apuntando a las esquinas contrarias.
-Así estás bien…-dijo-Y ahora te vas a quedar un rato calladita, calladita mientras haces lo que yo te diga, ¿entendido?
-Sí-respondí escuetamente.
-Mimi, calladita-repitió-Ahora, desabrocha el pantalón.
Puse los cojines detrás de mi cabeza para quedar alzada y, dejando la mano izquierda para que sostuviera el móvil junto a la oreja, con la derecha hice lo que me mandaba. Ella, como si hubiera contado de antemano con cuanto iba a tardar dijo después:
-Ahora quítatelos.
Con una mano era difícil, pero moviendo mí cuerpo, casi serpenteando, fui haciéndolos bajar. Al llegar a los tobillos me costó un poco, pero los saqué.
-Muy bien, Mimi. No necesitó preguntarte por tus braguitas. Sé que llevas esas negritas tan sexys que dices que te dan suerte… Y que a mi me encanta retirar con cuidado antes de empezar a comerte el conejito… Ve quitándolas también.
Ella había acertado. Esas eran precisamente las que llevaba. Como el pantalón, me las fui bajando, lentamente. Me gustaba su roce contra mi piel e imaginarme la mano de Sora… o la de Izzy haciéndolo.
-Bien, Mimi. Ahora, comienza a acariciarte esa linda rajita que tienes entre las piernas-me dijo.
Empecé a hacerlo tal y como me dijo. Lo cierto es que ya estaba algo mojada. Mis dedos recorrieron mis labios y la entrada de mi coñito con suavidad, subiendo y bajando… Al principio era una leve caricia, pero casi de inmediato quería más.
-Lámete un poco los dedos y sigue acariciando esa conchita tan deseable, humedécela más de lo que ya lo está.
Sin dudarlo, me acerque los dedos de mi mano derecha a los labios y los lamí… Ya estaban impregnados del aroma de mi coñito, y luego, ya mojados, los volví a llevar abajo… Acariciaba con mis dedos mi calentita vagina, recorriendo mis pliegues, apretando mi monte de Venus, probando a meter suavemente los dedos, poco a poco, en mi interior…
-Así es Mimi, mastúrbate-me decía su voz por teléfono. La situación era tremendamente morbosa, con Sora indicándome y diciéndome que hacer, presta a oír mis gemidos al otro lado del teléfono.
Yo ya había comenzado a gemir suavemente, sobre todo cuando mis dedos se introdujeron todo lo que pude meterlos de sola vez. ¡Oh! Lo empezaba a disfrutar muy ricamente…
-Puedo escuchar que ya estás disfrutando de tu relajación… -dijo. De repente, ella también gemía-Sí… Mimi, siente mi mano en mi coñito como yo siento la tuya en el mío…
¡Um! La idea de imaginar que yo la masturbaba a ella y que era ella la que me masturbaba a mí me pareció extremadamente morbosa… Yo me seguía acariciando cada vez más rápida, frotando mi conchita, presionando mi monte de Venus, introduciéndome mis deditos hasta el fondo…
-Oh,… Que conchita más caliente tienes, Mimi-seguía hablando por teléfono-Mi querida amiga es muy putita… Una putita preciosa y cachonda… ¿Cuántas pollas habrá probado con su coñito?
No sabía por qué de repente le gustaba a Sora decir cochinadas, pero me estaba encantada, me excitaba oírlas.
-La de Izzy desde luego, ahora que son novios no podía fallar-siguió hablando-Izzy parece chico majo y casi tímido, pero seguro que en la cama rompe todos los tabúes. Y la de Matt, ese bestia que folla a lo salvaje, seguro que también te ha abierto estas piernas alguna vez… ¿Y alguno de tus amigos americanos? ¿Cuántos habrán catado un buen conejito japonés?
¡Oh! ¡Como me tenía de caliente!
-Y ahora, Mimi, extiende la mano hacia tu bolso. Seguro que lo tienes cerca. Y seguro que en él llevas un “buen amigo”.
Tardé dos segundos en entender lo que decía… Pero sí, tenía razón. Siempre solía llevar, en un bolsillo oculto del bolso, un pequeño pero grueso consolador… Lo saqué, tal como me ordenó.
-Y ahora mi mano llevará esa pollita, acariciando tu vientre y tu ombligo con su punta…
Lo hice tal y como dijo. El glande de plástico recorrió mi piel. Notaba la dura y fría punta contra ésta…
-Y ahora te haría chuparla.
Sin dilaciones me llevé el juguete a la boca y comencé a chuparlo como haría con una polla de verdad. Lamiéndola a lo largo del tronco, jugando en la cabecita, metiéndomela hasta la garganta…
-Sí, Mimi, chupa, chupa… Sé bien que te gusta mucho chupar pollas. Son muchas las que habrás podido catar en estos años. Así, así, dándole mucha saliva… Notándola gruesa y dura en tu boquita.
Seguí lamiendo todavía un rato más, hasta que ella me cortó, diciendo:
-Y ahora, Mimi, es tiempo de que te fuera cogiendo… Dirigiendo mi mano, armada con el consolador, a tu dulce coñito.
Tal como decía, así hice. Me abrí de piernas todo lo que pude y, apuntando bien con aquel juguete, me lo fui introduciendo en mi conejito. Lo sentí entrar en mí. No era muy grande y en mi dilatado y húmedo coñito no me hizo nada de dolor, al contrario, enseguida note corrientes de placer…
-Y ahora, Mimi, cierra tus lindos ojos-me dijo-Tienes que ver, cielo, con la imaginación… Úsala para verme ahí, encima de ti, follándote, follándote dura y ricamente mientras tu mano introduce un consolador en mi culito, para darme lo mío mientras yo te doy lo tuyo. Cierra los ojos y lo verás…
No me costó nada hacerlo. Cerré los ojos y vi a Sora, bella y desnuda sobre mí, con un consolador puesto con un cinturón, un consolador que me estaba cogiendo el coñito a cien por hora, abriéndome y poniéndome a su competa merced. Sentía esa polla penetrar cada vez más profundo en mi coñito… Ya no gemía, aullaba como poseída… Era tal la excitación y el placer que me olvide de dónde estaba y de toda compostura… Solamente quería que la Sora de mi imaginación continuara allí, hablándome y follándome…
-Sí, Mimi, sí, Mimi-me decía-Más, más, te voy a dar más rápido, más duro, más fuerte… ¿Lo notas, verdad? Te estoy follando como a una putita y a ti te encanta recibir mi gran pija ¿verdad? Tú puedes tener polla de verdad, pero de está nunca te vas a cansar ni aburrir.
Yo aceleré mis movimientos… ¡Oh, sí! Como lo notaba… Casi parecía que ella estaba allí de verdad…. Me iba a hacer llegar al orgasmo…
Finalmente, llegué, con un grito abrumador que apenas pude contener… ¡Dios! Me sentí estremecerme en mil posturas mientras una cascada me bañaba en placer, todo mi cuerpo era placer… Me sentía llena por todas partes… Me corrí en un abrumador orgasmo… Sora conseguía cosas así con una facilidad pasmosa…
Al poco abrí los ojos, jadeante… Y me vi sola en la habitación, el cuerpo cubierto de sudor, el pecho subiendo y bajando suavemente con la respiración, la vagina todavía abierta por el consolador, que no tardé en retirar… Por un momento temí que viniera alguien, confundido por mis gritos, pero por fortuna no pasó.
-¿Mimi? ¿Sigues ahí?-oí la voz de Sora al otro lado del teléfono
-Sí, Sora-contesté…
-¿Relajada para ir a dormir, eh?
-Mucho, Sora. Gracias.
-Para eso estoy, cielo. Y ahora, Mimi, duerme. Mañana será un día importante.