Cuatro contra uno

Mi última aventura sexual: cuatro osos enormes dándome como me merezco

Hola a todos:

Os voy a contar una cosa que me ha pasado este fin de semana.

Soy un chaval de 19 años y, desde siempre he sabido que me gustan los chicos. La verdad es que, para la edad que tengo, he tenido una considerable cantidad de experiencias y, ya desde muy joven, me inicié en el sexo.

Bueno, la cuestión es que, este pasado sábado, me invitaron a una fiesta en casa de unos amigos. Todos los que allí asistíamos somos del rollo, así que se nos ocurrió que, para poder entrar, tendría que ser indispensable llevar pantalones muy cortos (de estos que dejan ver parte de la nalga) y venir totalmente depilado. Os parecerá una tontería, pero se nos ocurrió y nos hizo gracia. Por suerte, estoy en mi segundo año de universidad y vivo en otra ciudad solo, de lo contrario mis padres se hubiesen escandalizado y me habrían dicho de todo.

Continúo. A eso de las 20:00, decidí empezar a prepararme, así que me metí en la ducha y me enjaboné a fondo. Hice especial incapié en mi culito, ya que esa noche estaba dispuesto a no volver solo casa. No sé si lo he comentado, pero soy exclusivamente pasivo. Me encanta ser el objeto sexual de otro hombre.

Después de terminar, me sequé bien y comprobé que no hubiese ni un solo pelo en todo mi cuerpo. Llevaba toda la semana excitado con la idea de la fiesta, así que, dos días antes, fui a depilarme a fondo, de forma que no quedaba ni una sola zona en todo mi cuerpo con pelo… excepto mi cabeza, claro, jajaja.

Cuando terminé de comprobarlo, fui a mi habitación y abrí el cajón de la ropa interior. En un primer momento, pensé en no ponerme nada debajo de los pantalones, pero se me ocurrió que, al ser tan corto, podría tener algún pequeño incidente vergonzoso, así que elegí un tanguita diminuto que me regaló un machote de unos 50 años al que le estuve dando placer con mi boca y mis nalgas durante algún tiempo un par de años atrás.

Como ya he dicho, el tanga era diminuto, pero lo suficientemente grande como para sujetar lo que debía sujetar, ya me entendéis.

Finalmente, me puse unos pantaloncitos cortos de licra súper cortos con un dibujo que hacía los efectos de pantalón vaquero. Me quedaba súper ajustadito y, si te fijabas bien, podías distinguir la línea de mi tanguita.

Cuando ya estuve del todo listo, llamé a un taxi y me fui hacia la casa de mi amigo.

Cuando llegué, a eso de las 22:00, ya estaba eso a reventar. Había, al menos, treinta personas.

Fui saludando a todos los que yo conocía y vi que no solo había gente de mi edad, sino que incluso había algún que otro tío de 40-45 años. En concreto me fijé en uno grandote, con aspecto de oso. Tenía barba e iba rapado. Era un tío enorme. He de decir que yo no mido más de 1,70m y soy de una complexión más bien delgadita.

Él también debió de fijarse en mi, ya que en menos que canta un gallo se me acercó ofreciéndome una cerveza y un chupito de tequila.

Yo los acepté de buen grado, así que me tomé el chupito y le pegué un buen trago a la cerveza y, acto seguido, empezamos a hablar:

-Hola, ¿Cómo te llamas, nene?

-Jordi ¿y tú?

-Jose, encantado.

-Igualmente.

-Me gustan tus pantalones.

-Gracias, son nuevos.

-Pues ha sido una buena compra.

-Gracias.

-¿Cuántos años tienes?

-19.

-Madre mía, eres bastante joven. Yo tengo 45. ¿Qué te parece? ¿No te parezco muy mayor?

-Que va, de hecho los de tu edad me parecen muy sexis.

Y así continuamos durante una hora más o menos. La conversación siguió igual, aunque él no dejaba de sacarme chupitos de tequila.

Pasada la hora, yo ya iba bastante borracho y él, poco a poco, iba acortando distancias entre él y yo.

La verdad es que el tío era enorme. Yo me estaba poniendo caliente por momentos y él, por su parte, no paraba de recorrerme con la mirada. Al final, se acercó a mí y me dijo al oído:

-Oye, ¿te apetece venir al bar donde yo trabajo? Tengo las llaves aquí.

Yo no me lo pensé y le dije que sí al momento, así que llamé a un taxi y nos montamos en él.

A lo largo del trayecto, fue enviando mensajes por el móvil todo el rato, cosa que me pareció muy raro, pero decidí no darle mucha importancia, así que yo, por mi parte, me dediqué a sobarle el paquete que, por cierto, era enorme.

Finalmente, llegamos a su bar. Pagamos el taxi, nos bajamos y nos dirigimos a la puerta. Cuando abrió, todo estaba a oscuras y, sin encender las luces, avanzamos por la estancia hasta lo que parecía la puerta del almacén. La abrió y pude ver que, al final de la habitación (que efectivamente era el almacén), había otra con la luz encendida y la puerta entreabierta. Yo me puse un poco nervioso y le dije:

-Jose, creo que hay alguien ahí.

-Tranquilo, Tú pasa.

Yo, no muy seguro, pasé delante de él y fui avanzando poco a poco con él detrás, casi empujándome.

Cuando llegamos a la puerta, él, me hizo pasar de un empujón. Ahí fue cuando me llevé la sorpresa. La habitación, era una estancia pequeña, con un colchón sin sábanas y sin somier tirado en el suelo. Al lado, había una mesilla con un tubo, que parecía de lubricante, encima. Hasta ahí, aunque no era el sitio más glamuroso que había visto, todo normal. Lo que realmente me dejó paralizado, fueron los tres tíos desnudos y súper empalmados que había dentro mirándome con cara de viciosos. Los tres eran igual de grandes que Jose. Tendrían más o menos su misma edad y, debajo de una espesa mata de pelo, sobresalían tres enormes pollas tan duras como un bate de baseball.

Yo estaba paralizado y Jose dijo:

-Aquí le tenéis tíos. ¿No os había dicho que era toda una zorrita maricona?

-Y que lo digas macho.

-Mírale con esos pantaloncitos. Está pidiendo a gritos que se lo follen a tope.

-Yo tengo la polla a reventar. Vamos a darle lo que se merece.

Y me rodearon entre los cuatro.

Mientras Jose se desnudaba (que, por cierto, iba igual de empalmado), aquellos tres osos enormes me empezaron a sobar entero. Uno de ellos, el que tenía en frente, me quitó la camiseta, mientras el de mi derecha me comía los pezones y me sobaba la polla y los huevos con violencia. El de mi izquierda, por su parte, me empezó a agarrar de las nalgas y a meter una de sus manos por mi pantalón. Al momento empecé a notar que, con su dedo corazón, buscaba mi ano; y no tardó en encontrarlo.

Cuando Jose terminó de quitarse la ropa dijo:

-Venga tíos, al colchón con él. Vamos a quitarle esos pantalones a esa zorra, que lleva calentándome toda la noche.

Me levantaron del suelo entre los cuatro y me tiraron boca abajo al colchón aquel. Pude distinguir un olor a sudor intenso, por lo que me di cuenta de que no era la primera vez que ocurría algo así allí.

No tardaron en quitarme a lo bestia los pantalones y, en medio de la locura aquella, uno de ellos, no se cual, me arrancó de golpe el tanga, dejando al descubierto mi recién depilado culito.

-Mirad que ojete. Es delicioso.

-Sí, es blanquito y sin ni un solo pelo.

-Tíos, no os imagináis como lleva la puta esta calentándome toda la noche.

-Pues solo por eso, creo que te mereces ser el primero en abrir ese culo.

-Sí, eso, dale a esta zorrita lo que lleva buscando toda la noche.

-Está bien, vamos a ello.

Y cogió el tubo de lubricante y empezó a embadurnarse su enorme falo con aquel líquido viscoso y transparente. Mientras, uno de los otros, me empezó a meter dos dedos rechonchos llenos de lubricante también por el culo.

Hasta entonces yo había estado paralizado por la brusquedad de todo aquello, pero reconozco que aquel macho supo cómo ponerme a tono con su juego anal.

-Mira como gime de gusto. Tío, es más puta de lo que nos habías dicho.

-¡Te vas a enterar, zorra!

Y sin pensárselo dos veces, acercó la polla a mi culo y me penetró sin piedad. Yo gemí de placer y dolor a la vez y él dijo:

-Aaaaah… tíos, cuando probéis esto os encantará. Es un ojete de primera.

-Venga, dale caña.

Y comenzó a bombearme con saña. Yo, como ya os he dicho, gemía y gritaba de placer y dolor a la vez. Era una sensación increíble.

Uno de ellos, se puso delante de mí, metiéndome su polla sudorosa en la boca, y empezó a imitar a su compañero. En aquel momento me estaban embistiendo por ambos extremos. Los cinco disfrutábamos como animales: los dos primeros embistiéndome como si de caballos en celo se tratase; yo, por mi parte, sintiéndome como la yegua siendo preñada y, por último, los dos enormes osos que tenía a mi lado, masturbándose como nunca había visto, gimiendo y pidiendo más.

Después de cinco minutos siendo violado por la boca, el macho que me daba se quito de delante de mí y se colocaron los otros dos, a los cuales tuve que mamar lo mejor que supe.

-Vamos, puta. Así, con la lengua.

-Venga, métete las dos a la vez, vamos.

-Mmmm… que boca tiene la muy zorra.

Me encantaba aquel sabor salado. Estaban duras como rocas. Mientras, el que se acababa de quitar de delante de mi le robó el puesto a Jose y comenzó a follarme con ánimos renovados. Dios, que forma de follarme.

Así es tuvimos durante largo rato. Los cuatro se iban rotando y follándome por los dos extremos. Por detrás, por delante, encima de ellos, debajo…

Pasada una hora folladas interminables, todos ellos se fueron corriendo en mi cara. Me la llenaron de leche caliente. Uno de ellos se corrió dentro de mi boca mientras le mamaba y me obligó a tragarme toda la lefa que salió de su durísima polla, que no fue poca. Creo que nadie ha derramado tanta leche encima y dentro de mí como el otro día.

Como os decía, todos acabaron corriéndose uno por uno en mi cara y en mi boca. Todos menos uno, Jose. Este, al ser el cazador que había conseguido la pieza, se reservó el lugar de honor para sí mismo.

Una vez que el resto se habían corrido, me pusieron boca arriba, con las piernas en alto. Jose se puso entre ellas, agarrándome fuertemente de las nalgas, y empezó a follarme rápido, con ansia.

Él gozaba y, por los gemidos que emitía, se notaba que estaba a puntito de correrse. Yo disfrutaba como nunca había disfrutado y, de repente, sin apenas tocarme, tuve la mayor corrida que jamás he tenido. Fue tan violenta que, uno de los chorros llegó a salpicarme la cara.

-Mirad como goza la muy perra.-Decía uno.

Madre mía, fue increíble.

Finalmente, Jose se corrió.

-¡Aaaaah, aaaaaah! ¡Sí, mmmmmm, que bueno!

Me propinó unas cuantas embestidas más y sacó su enorme polla de mi culo. Yo, por mi parte, estaba exhausto y chorreando lefa por todos lados.

-Venga Jose, sácale las fotos de recuerdo y échala de aquí.

Jose sacó de la mesilla una cámara digital y disparó unas cuantas fotos a mi culo y mi cara llenas de leche. Después, me dio mi ropa, una toalla y me echó totalmente desnudo y sucio a la calle.

-Venga, vete de aquí. Toma mi número de teléfono. Cuando te apetezca más, pégame un toque.

Y me cerró la puerta en la cara con una sonrisa de superioridad. Luego, le vi alejarse hacia la trastienda a través del cristal de la luna y escuché las risas de los cuatro felicitándose por la follada que me habían pegado.

Yo me metí en la entrada de un garaje mientras me limpiaba y vestía, y me marche a casa sin poder casi ni caminar. Os juro que tenía el culo al rojo vivo.

Cuando llegué, me di una ducha y me apliqué una pomada para intentar calmar la irritación que tenía en la retaguardia. Finalmente, me fui a la cama.

Llevo cuatro días mirando el número de teléfono que me apuntó Jose en el móvil sin saber qué hacer. Creo que este sábado le volveré a llamar. A ver qué pasa.

Besos a todos.